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Jay Reston estaba encantado. De hecho, estaba más contento de lo que lo había estado desde hacía mucho tiempo, y si hubiera sabido lo bueno que era estar de nuevo en el trabajo de campo, lo habría hecho muchos años antes.
Manejar a los empleados, los de la clase que se ensucian las manos. Ordenar que se hagan cosas y ver cómo se desarrollan los resultados, ser parte de ese proceso. Ser algo más que una simple sombra, más que una oscuridad siniestra y sin nombre a la que temer…
Pensar en todo aquello le hacía sentirse fuerte y lleno de vitalidad de nuevo. Tenía poco más de cincuenta años, y todavía no se consideraba ni siquiera de edad madura, pero trabajar de nuevo en la línea del frente le había hecho darse cuenta de lo que se había perdido a lo largo de los años.
Reston estaba sentado en la sala de control, el corazón palpitante de Planeta, con las manos detrás de la cabeza y su atención fijada en la pared llena de pantallas que tenía frente a él. En una de las pantallas, un individuo vestido con un mono de trabajo estaba trabajando en una serie de árboles de la fase Uno, añadiendo otra capa de verde a las falsas plantas de hoja perenne. El hombre se llamaba Tom Nosequé, del departamento de construcción, pero su nombre no era importante. Lo que realmente importaba era que Tom estaba pintando los árboles porque Reston le había dicho que lo hiciera, cara a cara, en la reunión matinal.
En otra pantalla, Kelly McMalus estaba recalibrando el control de temperatura del desierto, también cumpliendo las órdenes de Reston. McMalus era el manipulador jefe de los escorps, al menos hasta que llegara el personal definitivo. Todos los trabajadores iniciales de Planeta eran de carácter temporal. Era una de las nuevas medidas de White Umbrella para evitar el sabotaje. En cuanto todo estuviera preparado y en funcionamiento, los nueve técnicos y la media docena de investigadores «preliminares», que en realidad no eran más que manipuladores de especímenes sobrevalorados, aunque él jamás se lo diría a la cara, serían trasladados.
Planeta. La instalación se llamaba en realidad «B.O.W. Entorno de Prueba A», pero Reston creía que llamarlo Planeta era mucho más adecuado. No estaba seguro de quién había sido el que lo había dicho, tan sólo que había surgido en una de las reuniones de trabajo matinales, y que había cuajado. Referirse a las instalaciones de prueba en sus informes periódicos al equipo base como Planeta le hacía sentirse más parte de todo el proceso.
«Las conexiones de los vídeos han sido puestas en marcha hoy mismo, aunque al parecer existe alguna clase de problema con los micrófonos, así que el audio no está funcionando todavía. Haré que lo solucionen lo antes posible. Ha llegado el último de los Ma3K, y ninguno de los especímenes ha sufrido ningún daño. En general, todo marcha bien. Creemos que Planeta estará listo bastantes días antes de lo previsto…»
Reston sonrió al recordar la última conversación que tuvo con Sidney. Había notado un leve tono de celos en la voz de Sidney, ¿una nota de envidia? Ya era parte de ese «nosotros», un nosotros que llamaba al Entorno de Prueba A con un sobrenombre. Después de treinta años de delegar responsabilidades, tener que supervisar los últimos toques y detalles de sus instalaciones más innovadoras y costosas hasta la fecha, era una bendición inesperada. Y pensar que se había sentido irritado cuando le comunicaron que el automóvil de Lewis se había despeñado por un precipicio. El accidente había sido probablemente el mejor trabajo que aquel individuo había hecho para Umbrella, ya que significaba que él estaría cargo del nacimiento de Planeta.
Otro técnico apareció caminando por una de las pantallas, con una caja de herramientas y un rollo de cuerda. Cole, Henry Cole, el electricista que había estado trabajando en los sistemas de vídeo y de intercomunicación. Se encontraba en el pasillo principal que comunicaba los laboratorios de investigación y la zona de pruebas, y que también llevaba hasta el ascensor. Reston se había dado cuenta el día anterior de que bastantes cámaras de la superficie no funcionaban bien. Ninguna de las cámaras de Planeta había sido conectada todavía al sistema de audio, pero, de vez en cuando, las cámaras de las instalaciones de superficie se quedaban con la pantalla en blanco y llena de estática durante varios minutos, y le había pedido a Cole que revisara aquello…
Pero después de que acabara de arreglar el sistema de intercomunicadores, no antes. ¿Cómo voy a estar en contacto con esta gente si no dispongo de un sistema de intercomunicadores en funcionamiento?
Incluso el sentimiento de irritación que sentía hacia el técnico era una emoción exultante. En vez de pulsar un botón y decirle a algún encargado siempre obediente que lo arreglara, tendría que supervisarlo todo él en persona.
Reston se alejó de la consola y se desperezó mientras se ponía en pie, echando un último vistazo a la hilera de monitores para recordar si había algo más de lo que debiera ocuparse.
Intercomunicadores, cámaras de vídeo… será necesario reforzar el puente de Tres, pero no es una prioridad. Deberíamos hacer algo respecto a los colores de la ciudad, son demasiado monótonos…
Atravesó la sala de control de diseño estilizado, pasando al lado de una línea de sillones de cuero, tan nuevos que su fuerte olor todavía se mantenía en el fresco ambiente de aire acondicionado. Los sillones estaban encarados hacia una pared llena de pantallas de gran resolución. En menos de un mes, allí se sentarían los investigadores, los científicos y los administradores más importantes, el verdadero corazón de White Umbrella, además de los dos patrocinadores más poderosos del proyecto. Incluso Sidney y Jackson estarían allí para ver la serie inicial de experimentos del programa de prueba.
Y Trent —pensó Reston esperanzado—. Estoy seguro de que no rechazará una invitación para asistir a los primeros experimentos…
Reston se colocó sobre la plancha de presión colocada delante de la puerta cuya gruesa hoja de metal se deslizó hacia arriba con tan sólo un susurro, y salió al ancho pasillo que recorría a lo largo todo Planeta. La sala de control no estaba demasiado lejos del montacargas industrial, de hecho, casi estaba enfrente, pero el electricista ya había comenzado a subir a la superficie. Esa misma semana se pondrían en funcionamiento otros cuatro ascensores que llegaban hasta uno de los otros edificios de la superficie, pero de momento sólo había aquel montacargas industrial. Tendría que esperar hasta que Cole saliera.
Pulsó el botón y tiró de las mangas de su chaqueta, pensando en cómo planearía el recorrido de visita. Hacía mucho tiempo que Jay Reston no se dedicaba a soñar despierto, pero en el poco tiempo que llevaba en Planeta, imaginarse el día en que les daría la bienvenida a los demás y los guiaría por las instalaciones que él había dirigido y que había transformado en una máquina puesta a punto se había convertido en su pasatiempo favorito. Del escaso número de personas que estaban al frente de White Umbrella, que tomaban las grandes decisiones, él era el más joven entre los aceptados en el círculo interior, y aunque Jackson a menudo le aseguraba que su opinión era tan valorada como la de cualquier otro, había notado en más de una ocasión que era el último en ser consultado. En ser tenido en cuenta.
No después de esto. No después de que vean que con menos de una docena de ayudantes atentos a mi más mínima orden, he logrado poner a punto y en marcha a Planeta sin ninguna clase de problemas y antes de lo previsto. Me gustaría ver si Sidney es capaz de hacerlo la mitad de bien…
Llegarían de noche, por supuesto, y probablemente en varios grupos. Colocaría a los manipuladores de especímenes en la entrada para recibirlos y darles la bienvenida antes de llevarlos a los ascensores (los nuevos, no la sucia monstruosidad en la que estaba a punto de subir). De camino a las profundidades, les hablaría a los visitantes de los eficientes y elegantes habitáculos donde vivir, del sistema de filtrado de aire autónomo, de la sala de cirugía…, de todo lo que convertía a Planeta en la instalación más innovadora. Los llevaría desde los ascensores hasta la sala de control y les explicaría los distintos entornos y ambientes, y las nuevas series de especímenes, ocho de cada una. Luego saldrían y los llevaría hasta la zona norte, hacia el comienzo del área de pruebas.
Las atravesaremos todas, las cuatro fases, hasta llegar al laboratorio químico y la sala de autopsias. Por supuesto, tendremos que detenernos a contemplar a Fósil, y luego pasaremos por la zona habitable, donde habrá café y algo de bollería esperándonos, o quizás unos cuantos emparedados, y después regresaremos a la sala de controla observar las primeras pruebas. Sólo espécimen contra espécimen, por supuesto, la experimentación con humanos sería todo un engorro…
Un suave pitido le hizo volver a la realidad y le indicó que el montacargas había regresado. La puerta se abrió, la rejilla se deslizó hacia un lado y Reston entró en el gran compartimento. La plataforma de acero reforzado resonó con un chasquido metálico bajo sus pies. Una leve polvareda se alzó desde la superficie metálica y se posó sobre la piel brillante de sus zapatos.
Reston suspiró, y pulsó los botones que le llevarían a la superficie, pensando en todo lo que había tenido que soportar desde que llegó a Planeta tan sólo diez días antes. El trabajo avanzaba, pero jamás pensó en todas las incomodidades que se tenían que sufrir para que una de aquellas instalaciones se pusiera en marcha. Las comidas recalentadas pero apenas tibias, la constante necesidad de prestar atención a todos y cada uno de los ínfimos detalles, y la suciedad: por todos lados, finas capas de polvo de construcción que se pegaban a sus ropas y a su cabello, que obstruían los filtros… Incluso en la sala de control había tenido que tomar medidas de precaución adicionales para que no se metiera en la unidad central. Había tenido que trabajar con tres programadores distintos para que todo el sistema informático se pusiera en funcionamiento, pero ésa era otra de las precauciones adoptadas por Umbrella para evitar que nadie supiera demasiado sobre el lugar. Si el sistema fallaba y se desconectaba…
Reston lanzó otro suspiro palmeando suavemente un cuadrado pequeño y liso que llevaba en el bolsillo interior de su chaqueta mientras el montacargas iniciaba con un zumbido el ascenso. Tenía los códigos. Si el sistema fallaba, sólo tenía que llamar a unos nuevos programadores. Un inconveniente, pero desde luego, no un desastre. Raccoon City, eso sí que fue un desastre, y una de las razones más poderosas para que quisiera que todo funcionara a la perfección en Planeta.
Lo necesitamos. Después del verano que hemos sufrido, el escape del virus y todos esos metomentodos de los STARS, además de perder a Birkin… Necesito que esto vaya bien.
Aunque la decisión había sido unánime, había sido la gente de Reston la que había ido a Raccoon City para quitarle el virus G a Birkin. Un acto que había dado como resultado la pérdida de su científico en jefe y más de mil millones de dólares en equipo, en trabajadores y en instalaciones. Por supuesto, estaba claro que no había sido culpa suya, nadie le había atribuido aquel fallo, pero había sido un mal verano para todos, y que el Entorno de Prueba A estuviese preparado y en funcionamiento tranquilizaría la situación de un modo considerable.
Pensó en lo que les había dicho Trent, justo antes de que Reston se marchase camino a Planeta: mientras no perdiesen la cabeza, no tendrían que preocuparse por nada. Un aviso tranquilizador muy corriente, pero que dicho por Trent sonaba como una verdad absoluta. Era curioso. Habían contratado a Trent para que resolviera los problemas, y en menos de seis meses se había convertido en uno de los miembros más respetados de su grupo. Nada parecía inquietarle, el tipo era puro hielo. Habían tenido suerte de encontrarlo, sobre todo si se tenía en cuenta su reciente serie de desgracias.
El montacargas se detuvo, y Reston enderezó los hombros preparándose para redirigir las labores del señor Cole. La sola idea de hacerlo poner de pie de un salto le hizo sonreír de nuevo, y echó a un lado todas sus preocupaciones.
Un currante más, pensó con alegría, y salió del montacargas para encargarse de todo.