Introducción
Cada vez que pienso en escribir un nuevo libro, me pregunto: ¿Por qué voy a hacer esto?
Bien, la respuesta siempre es simple para mí, y siempre es la misma. Toda la vida me he preguntado por qué en la escuela no se imparte ninguna asignatura sobre el tema del dinero; los maestros se empeñan en martillarnos todos los días en la cabeza lo siguiente:
«Ve a la escuela y estudia para que consigas un buen empleo.
»Si no vas a la escuela, no lo obtendrás».
¿POR QUÉ IR A LA ESCUELA?
Lo anterior me hizo preguntarles a mis maestros: «¿Acaso no queremos un empleo para hacer dinero? Si conseguir un empleo tiene como objetivo generar dinero, ¿por qué no vamos directos al grano y nos empiezan a enseñar sobre este tema?».
Pero nunca respondieron mi pregunta.
EL TRAJE NUEVO DEL EMPERADOR
«El traje nuevo del emperador» es un cuento danés escrito por Hans Christian Andersen y publicado en 1837.
EL ARGUMENTO:
Hace mucho tiempo hubo un emperador al que solo le importaba su ropa y presumir de ella. Un día lo visitaron dos estafadores y le dijeron que podían fabricarle el atuendo más elegante con una tela hermosísima. Dicha tela, le dijeron, era muy especial porque era invisible para los estúpidos y la gente de origen humilde.
El emperador, un tanto nervioso porque no sabía si podría ver la tela, primero envió a dos de los consejeros en quienes más confiaba para que vieran aquel material tan peculiar. Naturalmente no había ninguna tela, pero ninguno de los consejeros admitió que no podía ver nada, y solo se dedicaron a alabarla.
Cuando se divulgó el rumor sobre la tela, toda la gente del pueblo se interesó en saber cuán estúpidos eran sus vecinos.
Entonces, el emperador permitió que los estafadores lo vistieran con su traje nuevo especial, fabricado con la tela mágica, para usarlo en un desfile por el pueblo. Aunque él sabía que iba desnudo, no dijo nada porque le daba miedo aceptar que era demasiado estúpido y no veía ninguna tela. También le daba miedo que sus súbditos pensaran que su emperador era un imbécil.
Por supuesto, la gente del pueblo alabó con emoción las magníficas prendas del emperador porque también tenía temor de admitir que no veía nada, hasta que, de repente, un niño dijo: «Pero ¡si no lleva nada puesto!».
Los padres del niño ahogaron un grito y trataron de acallar a su hijo, pero este no paraba de hablar. El niño se contoneaba y trataba de quitarse la mano de sus padres de la boca mientras gritaba: «¡El emperador está desnudo!». En muy poco tiempo, algunos de sus compañeros de clase comenzaron a reírse y a gritar al unísono.
Poco después, los adultos se unieron a los chicos y susurraron: «¡Los niños tienen razón! El viejo está desnudo. Es un tonto y espera que nosotros también lo seamos».
LO QUE REALMENTE QUIEREN LOS ESTADOUNIDENSES
En su libro de 2009, Lo que realmente quieren los estadounidenses (What Americans Really Want… Really), el doctor Frank Luntz —un respetable encuestador que mide el ritmo cardiaco de Estados Unidos— preguntó lo siguiente en su encuesta:
Si tuviera que elegir, ¿preferiría ser dueño de un negocio o director ejecutivo (Chief Executive Officer, o CEO, por sus siglas en inglés) de una empresa de la lista Fortune 500?
La gente encuestada respondió de la siguiente manera:
- 80 % Dueño de negocio con 100 o más empleados.
- 14 % Director ejecutivo de una empresa de Fortune 500 con más de 10 000 empleados.
Dicho de otra forma, lo que los estadounidenses quieren hoy es ser empresarios.
Esta es la razón por la que muchos padres continúan diciendo: «Ve a la escuela para que consigas un empleo bueno y bien pagado». Muy pocos padres o maestros sugieren: «Ve a la escuela para que aprendas a generar empleos buenos y bien pagados».
Hay una diferencia abismal entre las habilidades de un empleado y las de un empresario; y por supuesto, las habilidades necesarias para ser empresario no se enseñan en las escuelas.
El doctor Luntz descubrió que más del 70 % de empleados corporativos de tiempo completo está pensando, o lo ha estado considerando por algún tiempo, comenzar su propio negocio. Muchos sueñan con convertirse en empresarios, pero muy pocos darán el salto de fe que es necesario. La falta de educación financiera es la causa principal por la que mucha gente continuará siendo empleada de otros. Como los empleados carecen de educación financiera, les aterra perder sus empleos, no continuar recibiendo una nómina o, sencillamente, fracasar en el intento.
La educación financiera y la transformación que esta produce son esenciales para todo empresario.
OLVÍDATE DE LOS MÁSTERES
El doctor Luntz también nos dice lo siguiente:
Entonces, ¿cómo podemos preparar a toda una generación de estadounidenses para el éxito en las actividades empresariales? Olvídate de los másteres. La mayoría de las escuelas de negocios te enseñan a tener éxito en una corporación grande, en lugar de enseñarte cómo iniciar tu propio negocio. Sin embargo, empezar algo de cero y hacerlo prosperar a medida que crece ha sido uno de los puntos más fuertes y de mayor innovación de nuestro país.
CÓMO SE MATA EL SUEÑO AMERICANO
Los estadounidenses siempre han querido ser empresarios. Haciéndole frente a adversidades inimaginables, la gente emigró a Estados Unidos atraída por la promesa del sueño americano. Millones de personas abandonaron la opresión de las reinas y los reyes europeos, así como la tiranía de dictadores comunistas de otras partes del mundo, tan solo para darle una oportunidad al sueño americano. A su sueño americano.
«Empezar algo de cero, y hacerlo prosperar a medida que crece, ha sido uno de los puntos más fuertes y de mayor innovación de nuestro país», nos dice el doctor Luntz sobre el sueño americano.
Nuestras escuelas, sin embargo, parecen haberse olvidado de este concepto. Teniendo en cuenta el sistema de calificaciones con letras, el problema es que el sistema educativo entrena a los jóvenes para que sean estudiantes de «10» o «A» —académicos—; o estudiantes de «8» o «B» —burócratas—, pero jamás enseñan lo necesario para ser estudiantes de «6» o «C», es decir, capitalistas. Y lo más interesante es que son precisamente estos estudiantes de «6» quienes con mucha frecuencia toman el camino empresarial y crean nuevos empleos, iluminados por la antorcha del capitalismo que portan.
Si les preguntaras a los empresarios de hoy en día, muchos te dirían que las burocracias están destruyendo de una forma activa el espíritu empresarial del capitalismo.
También te comentarían que muchos jóvenes graduados carecen de las habilidades necesarias para sobrevivir en el ambiente de trabajo de la actualidad. De hecho, incluso muchos tienen una «mala actitud» respecto a los capitalistas.
EL ODIO A LOS CAPITALISTAS
En 2008, la Fundación Kaufman —un sobresaliente centro de estudios de Estados Unidos— le encargó al doctor Luntz que averiguara lo que los estadounidenses pensaban sobre el capitalismo. En su encuesta se descubrió que:
«Es difícil saber cuál es el sentimiento más fuerte en la actualidad: si el respeto por los empresarios o el odio a los directores ejecutivos».
En noviembre de 2012, Hostess Brands, fabricantes de reconocidísimos productos horneados como los Twinkies y el pan Wonder, cerraron sus puertas y se declararon en bancarrota. El director ejecutivo de Hostess declaró que la compañía se vio forzada a cerrar debido a las demandas que interpuso el sindicato con el objetivo de conseguir sueldos y prestaciones mayores.
Para empeorar la situación, no solo resultaron afectados los más de 18 000 empleados: cuando la empresa cerró, las familias de esos empleados también recibieron el impacto. Tomando un promedio de cuatro personas por familia, el número de vidas afectadas se incrementó hasta 72 000. Este efecto en cadena se extiende a partir de cada familia y luego afecta a escuelas y negocios como clínicas dentales, tiendas de ultramarinos, tintorerías, proveedores minoristas, talleres de reparación de automóviles, incluso iglesias y el resto de la comunidad.
Poco después se supo que el director ejecutivo de Hostess Brands y su equipo de enanitos y enanitas sonrientes, se pagaron a sí mismos millones de dólares por concepto de bonos de indemnización.
No queda duda de por qué los estadounidenses ahora odian a los directores ejecutivos, y como muchos de ellos son graduados de nuestras más prestigiosas escuelas, esto nos obliga a preguntarnos: ¿es eso lo que se enseña en las escuelas de negocios?
Por desgracia, así es.
Muchos de nuestros estudiantes más brillantes asisten a escuelas de negocios, se gradúan y estudian másteres, y luego empiezan a ascender en la escalera corporativa como empleados, no como empresarios. Los más ambiciosos llegan a ser directores ejecutivos de grandes negocios.
LOS DIRECTORES EJECUTIVOS NO SON CAPITALISTAS
Más adelante escribiré acerca del hecho de que la mayoría de los directores ejecutivos no son capitalistas. La mayoría de estos y de los ejecutivos de corporaciones entran en la categoría de capitalistas gerenciales, es decir, empleados que trabajan para auténticos empresarios como Steve Jobs, Thomas Edison, Walt Disney, Mark Zuckerberg y otros, pero que no tienen una participación financiera personal ni inversiones en negocios.
Aquí es interesante destacar que ni Edison ni Disney terminaron el bachillerato, y Jobs y Zuckerberg no se graduaron de la universidad.
La mayoría de los estudiantes de «10» que se gradúan de nuestras mejores escuelas se convierte en «capitalistas gerenciales», es decir, en empleados, y muy pocos de ellos llegan a ser «capitalistas legítimos». Quienes en realidad le han dado una muy mala reputación al capitalismo son los capitalistas gerenciales, o sea, los típicos estudiantes de «10» que terminan consiguiendo empleos demasiado bien pagados.
LOS CAPITALISTAS GERENCIALES DAN MIEDO
En su libro, What Americans Really Want… Really, el doctor Luntz declara lo siguiente: «… en el mundo actual los “capitalistas” asustan a la gente y el “capitalismo” es una manera más de referirse al hecho de que los directores ejecutivos cobran decenas de millones de dólares el mismo día que hacen desaparecer 10 000 empleos con tan solo una firma».
Aunque es muy trágico, mucha gente no entiende la diferencia entre capitalistas gerenciales y capitalistas legítimos.
Simplemente piensa en los directores ejecutivos que recibieron bonos inmensos mientras millones de personas perdían sus empleos, casas y ahorros para la jubilación. ¿Es eso lo que están enseñando en las escuelas a nuestros jóvenes más inteligentes y mejor preparados?
Una vez más, la respuesta es «sí». Nuestras escuelas le dan mala reputación a este sistema porque lo que enseñan no es la verdadera doctrina capitalista.
Por desgracia, la mayoría de los padres se enorgullece cuando, apenas a los 26 años, el pequeño Juanito o Susanita se gradúa con matrícula y consigue empleo en una empresa de la lista Fortune 500, con un salario de seis cifras, y empieza a ascender en la escalera corporativa. A estos padres parece no importarles que su hijo o hija haya sido entrenado para convertirse en capitalista gerencial, en lugar de para ser un capitalista legítimo, es decir, un empresario como Steve Jobs o Thomas Edison. La crisis actual se debe a que:
- Las escuelas están más preocupadas por la codicia que por la generosidad.
- Las escuelas proponen la noción de: «¿Cuánto dinero puedo ganar?», contra la de «¿Cuánto dinero puedo ganar sirviendo a otros?».
- Las escuelas tienen como objetivo que los estudiantes consigan empleos bien pagados en lugar de que los creen.
- En las escuelas se promueve ascender en la escalera corporativa, en vez de crear empresas con escaleras corporativas propias.
- En las escuelas se promueve la noción de un empleo seguro, en lugar de la de libertad financiera, y por esa razón, la mayoría de los empleados vive con miedo a «perder su trabajo».
- Las escuelas no enseñan nada sobre el dinero, y por eso, en la actualidad, en Estados Unidos hay millones de personas que dependen de programas de subsidio como Seguridad Social y Medicare. Asimismo, millones de personas aceptan trabajar para el gobierno o el ejército con el objetivo de obtener su fondo de pensiones y prestaciones médicas, y no para servir a su patria.
LA NUEVA DEPRESIÓN
En 2007, el mundo se enfrentó de repente a la Nueva Depresión. Existen varias razones para que haya surgido esta depresión en nuestros días, y algunas de ellas son:
- Los gobiernos imprimen dinero.
- Billones de dólares en deuda, tanto personal como gubernamental.
- Programas de subsidio mal financiados en Estados Unidos como Seguridad Social y Medicare, así como la propagación mundial de una mentalidad que privilegia el subsidio y las subvenciones.
- Altas tasas de desempleo juvenil y deudas estudiantiles que pueden dañar el «valor crediticio» de los estudiantes.
- Globalización, la cual implica que las economías emergentes ofrezcan mano de obra más barata, y esto, a su vez, provoque la exportación de empleos y salarios más bajos en casa.
A tu hijo le tocará enfrentarse a estos problemas.
¡EL EMPERADOR ESTÁ DESNUDO!
Así, pues, las preguntas que los padres deberían hacerse son: «¿Están las escuelas de verdad preparando a mis hijos para el mundo real?».
La respuesta es «no».
Y por eso, el argumento se hace más complejo… Tal como nos lo advirtió en 1837 Hans Christian Andersen en su cuento sobre el emperador: «Y entonces, los murmullos se propagaron entre la gente hasta que toda la multitud empezó a gritar: “El emperador está desnudo”».
Por supuesto, el emperador escuchó y, a pesar de que sabía que estaban en lo cierto, que estaba totalmente desnudo frente a toda la gente, mantuvo la cabeza en alto y terminó la procesión.
Mi impresión es que el sistema escolar no quiere admitir que no está preparando a los niños para el mundo real porque eso sería como reconocer que ha fracasado, y todos sabemos lo que el fracaso implica en este tipo de sistema.
Implica que la escuela piensa que tu hijo o hija no es inteligente, cuando, en realidad, es solo que no está haciendo lo que la escuela quiere que haga.
Si tu hijo no recibe educación financiera en la escuela, saldrá de ahí desnudo. Podrá ser estudiante de «10», pero en realidad irá desfilando por el mundo como el emperador, así como nos cuenta la historia: «Aunque él sabía que iba desnudo, no dijo nada porque le daba miedo aceptar que era demasiado estúpido y no veía ninguna tela. También le daba miedo que sus súbditos pensaran que su emperador era un imbécil».
Como nuestras escuelas jamás admitirán que no están preparando a tus hijos para el mundo real, entonces queda en manos de los padres —los primeros y más importantes maestros— el trabajo de brindarles a los chicos la educación financiera que necesitan para enfrentarse a la realidad, ese mundo que solo funciona con dinero.