Antes de empezar

Hace más o menos un año, recibí un e-mail de Juancho, un joven veinteañero del sur de España, en el que me contaba una historia de superación muy hermosa. Durante los últimos años había estado mal, pues le habían diagnosticado un trastorno bipolar, un problema que consiste en alternar períodos de euforia descontrolada con otros de depresión aguda. Incluso había tenido algún brote psicótico. Su médico le había atiborrado de pastillas y, ni siquiera así, había logrado librarse de los síntomas.

Me contó que, por casualidad, había caído en sus manos mi anterior libro El arte de no amargarse la vida y que, por primera vez, había comprendido su problemática de forma diáfana. Lo leyó, lo estudió, y lo volvió a leer. Y se propuso aplicarse los consejos que yo daba con ahínco. En pocas semanas empezó a notar un gran alivio y, en pocos meses, estaba prácticamente bien.

Un día nos llamamos por teléfono y charlamos largo y tendido. ¡Juancho se sabía mi libro mejor que yo! Es una persona extraordinariamente inteligente y capaz: es pintor y le auguro un futuro muy brillante, pero también podría ser un estupendo psicólogo.

Acordamos hacer un par de sesiones de terapia, a modo de repaso, y pude comprobar que aquel jovencito tenía ya una mente fuerte, flexible y positiva como la que más. Ahí acabó nuestro trabajo.

A día de hoy, Juancho es una persona muy feliz, que sigue tomando alguna medicación, pero la mínima para los casos de trastorno bipolar.

Todos podemos llevar a cabo una transformación como ésta y, en muchos casos, incluso sin la ayuda de ningún psicólogo. Requerirá dedicación y perseverancia, pero la recompensa es enorme: disfrutar de la vida y de todo nuestro potencial.

Te invito a que recorras el mismo camino que Juancho. Cuantas más personas fuertes y felices seamos, mejor será el mundo que habitamos.