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LA estancia en el Hotel Comodoro se había extendido por más de una semana, y el fin de mis vacaciones se acercaba. Diariamente manteníamos una comunicación fluida con Teresa Delgado, así fue cómo comprobé que su optimismo con el transcurrir de los días se fue esfumando.

Supe por ella que el subinspector Denis Cancio, que estaba al frente de la investigación, tampoco estaba muy ilusionado. La vigilancia discreta, pero mantenida, sobre la casa del principal sospechoso, no había dado ningún resultado. Y la intervención telefónica demostró que Manuel Pérez Trillo había cortado todo vínculo con su familia. Se esperaba lo peor, consideraban que estaban planeando una salida ilegal del país. Decidí llamarla, era hora de hacer las maletas.

—¿Cómo estás, Teresa? Te llamo porque no puedo extender más mi presencia en La Habana. Se están acabando mis vacaciones y necesito regresar a mi trabajo.

—No sabes cuánto lo siento, Calvin. Creía que para este momento estaríamos celebrando el hallazgo de aquel objeto y conociendo el final de la fantástica historia de amor —respondió, haciendo un alto a su búsqueda sobre los restos de Silvio González Montañez.

—Así estábamos nosotros, muy ilusionados, aunque el hecho de regresar a mi rutina no impedirá que siga dedicándole tiempo a todo esto, seguiré intentándolo.

Seguiremos, aquí tengo a mi hijo, dándome animo.

—Envíale mis saludos. No dejen de escribirme. Cualquier novedad que tengan, me gustaría conocerla. Yo también les tendré informados de cómo sigue la investigación policial. Este mundo es demasiado pequeño para esconderse por mucho tiempo.

—Así es. Queríamos agradecerte todo lo que has hecho por nosotros. Sin tu colaboración nunca hubiésemos pasado de la puerta de la paz, y, ¡mira hasta dónde llegamos! Solo nos faltó un poco de suerte para la celebración. Pero no por eso vamos a tirar las botellas. Ya verás que tendremos pronto más de un motivo para descorcharlas.

—Igual deberíamos celebrar por las ganas y el esfuerzo que han puesto. Si por ahora tenemos razones para ser optimistas, es gracias a ustedes. Pudieron haberse quedado con aquella primera impresión del manuscrito en la botella y nunca nos hu-biésemos conocido. La persistencia los llevó a descubrir el segundo texto, y su curiosidad los llevará a conocer el final de esta bella historia. ¡Ya recordarán mis palabras!

—No sé si llegaremos al final de esta historia, pero al menos sabemos que tenemos una nueva amiga, y deseamos que lo sigas siendo por un larguísimo tiempo.

—Bueno, chicos, vuelvan a su mundo, pero dejen que su curiosidad siga manifestándose, que ya verán cómo pronto hallarán una nueva pista.