De todo un poco
(Viernes 4 de abril de 1930)

Este país es una papa para vivir con moneda argentina. Los precios de cierta mercadería sorprenden. Por ejemplo, usted con un peso moneda nacional no hace ni medio en la urbe. Está en la vía, ¿no es así? ¿Para qué alcanza un peso? Para el tranvía, ¿no es así? Y tres centavos, ¿para qué sirven? Para nada. Usted me dirá cómo es que de un mango he bajado a tres modestísimas guitas, guitas que existen teóricamente, porque el cobre no corre y sólo en estampillas le darán tres centavos.

He descendido de un peso a tres centavos, porque tres centavos en este bendito país tienen por nombre «testón» y con un testón usted se da una buena vuelta de ruas en tranvía. Percátese. Con tres chirolas.

Y el feca… el café negro… seis centavos… y sin propina, porque con café ni el mismísimo Presidente de los Estados Unidos del Brasil daría propina. ¿De qué viven los mozos? Ignoro. Lo único que puedo asegurarle es que no existe aquí ni sombra de Partido Socialista y los comunistas suman un partido de escasísimas personas, a las que la policía persigue concienzudamente.

Precios

Tranvía, según las distancias, 3, 6, 9 y 12 centavos. Con 12 centavos recorre diez kilómetros.

Lustrarse los botines, 8 centavos.

Refresco de caña, un jugo precioso y estomacal, vaso grande, 9 centavos.

Café con leche, pan y manteca, 18 centavos.

Caja de fósforos, 3 centavos.

Sandwiches de jamón, 6 centavos.

Chopp de cerveza sin agua ni alcohol, 18 centavos.

Cigarrillos, ¡y qué tabaco!, 18 centavos un paquete de veinte cigarrillos y no de hoja de papa o repollo como el que fumamos nosotros.

Una comida de tres platos, postre, que en Buenos Aires pagamos dos pesos; cincuenta centavos. Concurren familias a estos restaurantes.

Sorbetes y refrescos

El idioma portugués, hay que oírla conversar a una menina, es de lo más delicioso que puede concebirse. Es un parlamento hecho para boca de mujer, nada más.

Pues con los sorbetes y refrescos ocurre lo mismo. Precio general de 18 a 35 centavos… y por 18 a 35 centavos le sirven a usted un refresco que es tan delicioso como una boca de menina hablando portugués.

El sibaritismo brasileño, la voluptuosidad portuguesa y negra, ha inventado sorbetes que son un poema de perfume, color y sabor.

Por ejemplo, soda de chocolate. La soda de chocolate se sirve en un vaso que contiene cerca de medio litro de espuma de chocolate semihelada, ligeramente ácida. Medio litro, casi, de crema de chocolate batida con soda, 35 centavos. Usted se manda a bodega un sorbete de estos y a medida que paladea la espuma de color cacao, perfumada de jazmín, siente que el trópico se le derrite en la sangre.

Y el sorbete de coco. Lo sirven en un vaso como de beber champagne (35 guitas), una esfera blanca como… (me salió una metáfora atrevida… imagínese usted el cómo…) y que tiene un perfume ligeramente acídulo. Es leche de coco congelada. Helado para el paladar de una menina. Usted en las primeras cucharadas no percibe ningún sabor; luego, como si sus entrañas estuvieran saturadas de limón, de adentro usted siente que le surge hacia la boca un sabor de naranja, de limón, en fin, llega a mirar sorprendido en torno suyo y piensa: ¿no me habrán dado un veneno delicioso?

Y la crema de abacate. Antes de tomarla hay que hacerse la señal de la cruz, debe haberla inventado el demonio para producir sueños voluptuosos. Se sirve en vaso, igual que el vino en el cáliz dentro de los templos. Es verde, semejante a un puré de guisantes. Un tenue perfume de glándulas humanas se desprende de ella.

La primera sensación al gustarla causa repugnancia, luego usted piensa que sólo Satanás pudo haber inventado ese mejunje y cucharada tras cucharada va sumergiéndose en este estremecimiento.

Es como aceite helado y fragante que llega a nuestras vísceras más profundas. Aquella sensación de repugnancia del principio se ha convertido ahora en una caricia obscura, que marea ligeramente, igual que si se encontrara en la cubierta de una nave o de otro modo, cuando un ascensor que baja rápidamente se detiene. Dije que debe haberla inventado el diablo porque produce sueños pecaminosos y que duran toda una noche.

Y la pulpa de manga, helada… que tiene gusto a carne empapada de trementina… y olor a yodoformo… rosada y verde con la forma de un corazón, la primera vez que se la prueba causa náuseas, unas náuseas tan seductoras que se desea volverlas a experimentar.

Y así todas estas frutas, sorbetes, postres, helados. A pesar del frío que los empapa en su substancia, son tremendamente cálidos, debe haberlos creado un demonio… el demonio de las sensualidades botánicas. Si no, no se explica.