38
Llamas y ondulantes volutas de humo se elevaron y llenaron el tanque.
—¡Santo Dios! —exclamó Patty, reverente—. ¡Es la mejor apoteosis que se haya hecho jamás!
—Sí —admitió Becky con aire crítico—; ni el propio Profesor soñó nunca con algo que superara eso.
Van Tromp dijo muy quedamente, como si hablara para sí mismo:
—Con estilo. Hábil y con estilo… el muchacho acabó con estilo.
Jubal volvió la cabeza a su alrededor y observó a sus hermanos. ¿Él era el único dominado por la emoción? Jill y Dawn permanecían sentadas, cada una con el brazo alrededor de la otra… pero siempre estaban así cuando se hallaban juntas; ninguna de las dos parecía alterada. Incluso Dorcas se mantenía tranquila y con los ojos secos.
El infierno en el tanque se cortó, para dejar paso a un sonriente Happy Holliday, que dijo:
—Y ahora, amigos, dediquemos unos instantes a los Campos Elíseos, que tan graciosamente nos han cedido su espacio… —Patty desconectó el aparato.
—Anne y Duque regresan —indicó—. Les acompañaré a cruzar el vestíbulo y luego almorzaremos.
Se dirigió hacia allá. Jubal la detuvo.
—Patty, ¿sabía usted lo que iba a hacer Mike?
Pareció confusa.
—¿Eh? Oh, claro que no, Jubal. Era necesario esperar la plenitud. Ninguno de nosotros lo sabía —se dio la vuelta y salió.
—Jubal… —Jill le estaba mirando—. Jubal, nuestro querido padre… por favor, haga un alto y asimile la plenitud. Mike no está muerto. No puede haber muerto, cuando no se puede matar a nadie. Ni puede estar lejos de nosotros, que siempre le hemos asimilado. «Tú eres Dios».
—«Tú eres Dios» —repitió él, torpemente.
—Eso está mejor. Venga a sentarse con Dawn y conmigo… entre las dos.
—No. No, déjeme solo.
Se dirigió ciegamente a su habitación, entró, cerró la puerta con llave a sus espaldas y se inclinó pesadamente hacia adelante, sujetando con ambas manos los pies de la cama. «¡Hijo mío, oh, hijo mío! ¡Yo habría muerto por ti! Tenías tanto por lo que vivir… y un viejo estúpido al que respetabas demasiado tuvo que soltar sus insensatos ladridos e impulsarte a un absurdo e inútil martirio». Si Mike les hubiese dado algo grande, como la estereovisión o el bingo… Pero sólo les había ofrecido la Verdad. O una parte de la Verdad. ¿Y a quién le interesa la Verdad? Se echó a reír entre sollozos.
Al cabo de un rato interrumpió ambas cosas: los amargos sollozos y las risas angustiadas, y rebuscó a tientas en su maletín de viaje. Llevaba consigo todo lo necesario; había guardado en su estuche de tocador una buena dosis desde que el ataque al corazón de Joe Douglas le había recordado que toda la carne es hierba.
Bueno, ahora había llegado su propio ataque, y no podía asimilarlo. Se recetó tres tabletas para garantizarse rapidez y seguridad, las hizo bajar con un poco de agua y se apresuró a tenderse en la cama. El dolor no tardó en desaparecer.
Desde una gran distancia, la voz llegó a sus oídos:
—Jubal…
—Estoy descansando. Que nadie me moleste.
—¡Jubal! Por favor, padre…
—Oh… ¿Sí, Mike? ¿Qué ocurre?
—¡Despierte! Todavía no se ha producido la plenitud. Vamos, deje que le ayude.
Jubal suspiró.
—De acuerdo, Mike.
Aceptó la ayuda ofrecida, se dejó conducir al baño, dejó que su cabeza fuera sujetada mientras vomitaba, aceptó el vaso de agua y se enjuagó la boca.
—¿Ya está bien ahora?
—Perfectamente, hijo. Gracias.
—Entonces iré a atender unos asuntos que tengo pendientes. Le quiero, padre. Usted es Dios.
—Le quiero, Mike. Usted es Dios.
Jubal permaneció un poco más en la habitación, poniéndose presentable, cambiándose de ropa y tomando un trago pequeño de coñac para eliminar el sabor ligeramente amargo que aún tenía en su estómago. Luego fue a reunirse con los demás.
Patty estaba sola en el salón con la caja de parloteos, que estaba apagada. Alzó la vista cuando él entró.
—¿Almorzará algo, Jubal?
—Sí, gracias.
Ella se le acercó.
—Eso está bien. Me temo que la mayoría se han limitado a comer un poco y han salido zumbando de aquí. Pero todos los que ya se han ido han dejado un beso para usted. Se los entrego, en bloque.
Se las arregló para transmitir todo el cariño delegado a ella cimentado con el suyo propio; Jubal se dio cuenta de que aquel beso le dejaba fortalecido, con la serena aceptación de ella compartida, sin que quedase en su ánimo el más leve poso de amargura.
—Vamos a la cocina —dijo Patty—. Tony se ha marchado, así que la mayor parte de los demás están allí. No es que los gruñidos de Tony mantuviesen a la gente alejada de la cocina, pero… —se interrumpió, y dobló el cuello para intentar mirarse la parte baja de su espalda—. ¿No ha cambiado un poco la escena final? ¿Como si se hubiera ahumado algo, quizá?
Jubal asintió solemnemente y dijo que así lo creía. No podía ver ningún cambio apreciable en el dibujo… pero no era cosa de ponerse a discutir con la idiosincrasia de Patty. Ella asintió.
—Lo esperaba. Puedo ver perfectamente a mi alrededor… excepto la parte de atrás de mí misma. Aún necesito un espejo doble para observar mi espalda con claridad. Mike dice que mi Visión incluirá eso cuando llegue el momento. Bien, no importa.
En la cocina había quizá una docena de personas, sentadas a la mesa y en otros lugares; Duque estaba ante el hornillo, removiendo algo en una cacerola pequeña.
—Hola, jefe. He pedido un autobús de veinte plazas. Es el mayor que puede posarse en nuestra pequeña plataforma de aterrizaje… y lo necesitamos de ese tamaño si queremos llevarnos también los pañales y los animalitos de Patty. ¿De acuerdo?
—De acuerdo. ¿Van a venir todos a casa?
Si faltaban habitaciones las chicas podían dormir juntas, preparar camas en el salón y en algunos otros sitios… y de todos modos, aquella multitud podía distribuirse por parejas. Ahora que pensaba en ello, incluso podía concederse el lujo de no dormir solo; había tomado la decisión de no resistirse. Resultaba agradable tener un cuerpo cálido en el otro lado de la cama, aunque sus intenciones no fuesen activas. ¡Por Dios, había olvidado lo agradable que era! Acercarse…
—No todos. Tim llevará el autobús, nos dejará allí, y luego regresará a Texas por una temporada. El capitán, Beatrix y Sven se quedarán en Nueva Jersey.
Sam alzó la vista de la mesa.
—Ruth y yo tenemos que regresar junto a nuestros chicos. Y Saúl nos acompañará.
—¿No pueden quedarse antes un par de días en mi casa?
—Bueno, tal vez. Lo hablaré con Ruth.
—Jefe —preguntó Duque—, ¿cuándo podremos llenar la piscina?
—Bueno, hasta ahora nunca la habíamos llenado antes de abril… pero con los nuevos calentadores supongo que la podemos llenar en cualquier época. Sin embargo —añadió—, el tiempo no invita aún; ayer todavía había nieve en el suelo.
—Jefe, permítame que le dé una pista. Este grupo puede caminar con nieve hasta la cadera de una jirafa y no notarlo… y si quieren, pueden nadar. Además, hay formas mucho más baratas de impedir que el agua se congele que esos grandes calentadores de petróleo.
—Jubal…
—¿Sí, Ruth?
—Nos quedaremos un día, o tal vez más. Los chicos no me echarán de menos… y de todos modos, no ardo en deseos de mostrarme maternal precisamente, sin Patty cerca para llamarlos al orden. Jubal, se dará usted cuenta de que nunca me ha visto tal como soy hasta que me vea en la piscina, con la cabellera flotando en la superficie del agua… y el aspecto de la señora Que Hace lo Que Uno Quisiera Que Hiciese.
—Es un compromiso. Digan, ¿dónde están el Cabeza Cuadrada y el Holandés? Beatrix nunca ha estado en casa… no pueden tener tanta prisa.
—Se lo comunicaré, jefe.
—Patty, ¿podrán sus serpientes soportar durante una temporada un sótano cálido y limpio, hasta que encontremos algo mejor? No me refiero a Cariñito, por supuesto; ella es una persona. Pero no creo que las cobras deban andar sueltas por la casa.
—Claro, Jubal.
—Hum… —Harshaw miró a su alrededor—. Dawn, ¿sabe taquigrafía?
—No la necesita —intervino Anne—. No más que…
—Entiendo. Debí haberme dado cuenta. ¿Escribe a máquina?
—Aprenderé, si usted lo desea —repuso Dawn.
—Considérese contratada… hasta que surja alguna plaza vacante de suma sacerdotisa en algún sitio. Jill, ¿olvidamos a alguien?
—No, jefe. Excepto que los que ya se han marchado se considerarán libres de acampar en cualquier momento en su finca. Y lo harán.
—Lo daba por supuesto. Nido número dos, cuando y como sea necesario —se acercó al hornillo y echó un vistazo al interior de la cacerola cuyo contenido removía Duque. Había una pequeña cantidad de caldo—. Hum… ¿Mike?
—Sí —Duque sacó una cucharada y lo probó—. Le falta un poco de sal.
—Sí, Mike siempre necesitaba algo de condimento… —Jubal se hizo cargo de la cuchara y probó a su vez el caldo. Duque tenía razón: el sabor era más bien dulzón; no le vendría mal un poquito de sal—. Pero asimilémoslo tal como está. ¿Quién queda por compartir?
—Sólo usted. Tony me dejó aquí con instrucciones estrictas para que lo removiese a mano, añadiera agua si era necesario y le esperase. No debía dejar que se evaporarse todo y quemara la cacerola.
—Entonces saca un par de tazas. Lo compartiremos y asimilaremos juntos.
—Ahora mismo, jefe… —dos tazas surcaron el aire y se posaron junto al hornillo, al lado de la cacerola—. Esto es una broma a cuenta de Mike; siempre andaba diciendo que me sobreviviría y que iba a servirme a mí en la comida de Acción de Gracias. O tal vez la broma sea a cuenta mía… porque habíamos hecho una apuesta y ahora no puedo cobrarla.
—Has ganado sólo por negligencia. Repártelo bien.
Duque lo hizo así. Jubal alzó su taza.
—¡Compartamos!
—Acerquémonos siempre.
Bebieron el caldo despacio, prolongándolo, saboreándolo, glorificando, abrigando y absorbiendo a su donante. No sin sorpresa, Jubal descubrió que, si bien se veía abrumado por la emoción, se trataba de una relajada felicidad que no provocaba lágrimas. Pensó en el torpe y extraño cachorrillo que era su hijo cuando lo vio por primera vez… tan deseoso de complacer, tan ingenuo en sus pequeños errores… y qué orgulloso poder había desarrollado, sin llegar a perder su angélica inocencia. «Por fin te asimilo, hijo… ¡y no cambiaría ni una sola línea!».
Patty le tenía preparado el almuerzo. Jubal se sentó a la mesa y comió con apetito, con la sensación de que habían transcurrido días desde su último desayuno. Sam hablaba:
—Le estaba contando a Saúl que no asimilo ninguna necesidad de cambiar los planes. Sigamos como antes. Si uno dispone de la mercancía adecuada, el negocio sigue desarrollándose y prosperando, aunque el fundador de la firma haya pasado a mejor vida.
—No estoy en desacuerdo —objetó Saúl—. Ruth y tú encontraréis otro templo… y los demás también. Pero necesitamos tomarnos un cierto tiempo para acumular capital. No se trata de revivir un puesto callejero en una esquina, ni nada que podamos montar en una tienda que se haya quedado vacía; requiere instalaciones y equipo. Y eso significa dinero… sin contar los gastos tales como enviar a Stinky y Maryam a Marte, para que pasen allí uno o dos años… y eso es fundamental.
—¡De acuerdo! ¿Quién lo discute? Esperemos la plenitud… y entonces adelante.
—El dinero no es problema —dijo Jubal de pronto.
—¿Qué quiere decir, Jubal?
—Como abogado no debería contar esto… pero, como hermano de agua, hago lo que asimilo. Un momento… Anne.
—Sí, jefe.
—Compra ese terreno. El lugar donde lapidaron a Mike. Será mejor que adquieras todo el terreno en un radio de unos treinta metros alrededor.
—Jefe, ese sitio es un parque público. Un radio de treinta metros incluirá algún trozo de calle y una parte de los terrenos del hotel.
—No discutas.
—No discutía. Sólo le señalaba los hechos.
—Lo siento. Venderán. Volverán a trazar esa calle. Demonios, si se les retuerce el brazo adecuadamente, incluso donarán los terrenos… mediante una buena llave administrada a través de Joe Douglas, supongo. Y haremos que Douglas reclame al depósito los restos mortales que queden cuando esos devoracadáveres hayan terminado con él, y lo enterraremos aquí mismo, en este lugar, digamos dentro de un año… con toda la ciudad llorando y los policías que no le protegieron hoy tiesos en posición de firmes.
¿Qué se le podía poner encima? ¿La «Cariátide caída»? No, Mike había sido lo bastante fuerte como para sostener su pilar. La «Sirenita» quedaría mejor… pero no lo entenderían. Tal vez una estatua del propio Mike, justo en el momento en que dijo: «Miradme. Soy un hijo del hombre». Si Duque no tomó una fotografía de aquel instante, la New World sí… y tal vez hubiese algún hermano ya, o lo habría en el futuro, con el talento de Rodin para modelar con exactitud la figura, sin estropear la obra con fantasías inadecuadas.
—Lo enterraremos aquí —prosiguió Jubal—, sin ninguna protección, y dejaremos que los gusanos y la suave lluvia lo asimilen. Asimilo que a Mike le gustaría. Anne, quiero hablar con Joe Douglas tan pronto como lleguemos a casa.
—Sí, jefe. Asimilamos con usted.
—Ahora pasemos a otra cosa… —les habló del testamento de Mike—. Así que pueden ver que cada uno de ustedes es por lo menos millonario. Hace tiempo que no calculo las riquezas de Mike, pero estoy seguro de que hay mucho más de un millón para cada uno, incluso después de descontados los impuestos. No hay ninguna cláusula restrictiva… pero asimilo que todos emplearán lo que sea necesario en erigir templos y adquirir cosas similares. Aunque nada impide a nadie comprar yates, si lo desea.
»¡Ah, sí! Joe Douglas seguirá siendo el administrador de cualquiera que decida dejar el capital para que siga rindiendo sus dividendos, con su mismo sueldo… aunque asimilo que Joe no durará mucho, en cuyo momento la administración pasará a manos de Ben Caxton. ¿Ben?
Caxton se encogió de hombros.
—Puede ir a mi nombre. Pero asimilo que contrataré los servicios de un auténtico hombre de negocios, un tipo llamado Saúl.
—Arreglado entonces. Habrá que esperar algún tiempo, pero nadie se atreverá a intentar seriamente la impugnación del testamento; Mike lo dejó todo muy bien atado. Ya lo verán. ¿Cuánto tardaremos en salir de aquí? ¿Se ha pagado ya la cuenta?
—Jubal —dijo Ben en voz baja—. Somos los dueños de este hotel.
* * *
Poco después estaban en el aire, sin sufrir ningún contratiempo por parte de la policía; la ciudad se había apaciguado con la misma rapidez con que se había inflamado. Jubal se sentó en la parte delantera con Stinky Mahmoud, relajado… Notó que no estaba cansado, no se sentía infeliz, ni siquiera le preocupaba la idea de regresar a su refugio. Hablaron de los planes de Mahmoud de ir a Marte y aprender más profundamente el lenguaje… después, se enteró Jubal complacido, de completar el diccionario, tarea que Mahmoud esperaba realizar en cuestión de un año más de revisión fonética.
Jubal refunfuñó:
—Supongo que me veré obligado a aprender yo también esa maldita jerigonza, aunque sólo sea para enterarme de lo que se dice a mi alrededor.
—Como usted asimile, hermano.
—¡Bien, maldita sea, no pienso hacerlo siguiendo un programa de lecciones y horas de clase regulares! Trabajaré como me parezca, como siempre he hecho.
Mahmoud guardó silencio unos instantes.
—Jubal, en el Templo utilizábamos clases y programas porque atendíamos a grupos. Pero algunos discípulos recibían atención especial.
—Eso es lo que voy a necesitar.
—Anne, por ejemplo, está muchísimo más adelantada de lo que dice. Con su memoria de recuerdo total aprendió marciano en un abrir y cerrar de ojos, en concordancia directa con Mike.
—Bueno, yo carezco de esa clase de memoria, y Mike no está disponible.
—No, pero Anne sí. Y, por testarudo que sea usted, Dawn puede ponerle en concordancia con Anne, si usted la deja. En cuyo caso no será necesario que Dawn le dé la segunda lección; Anne podrá encargarse de todo. Estará pensando usted en marciano al cabo de unos días, según el calendario… y mucho antes si utiliza la frecuencia de tiempo subjetiva, pero… ¿a quién le importa? —Mahmoud le miró de reojo—. Disfrutará con los ejercicios de precalentamiento.
Jubal se erizó.
—Es usted un árabe ruin, diabólico y lascivo, y además me robó una de mis mejores secretarias.
—Por lo cual me siento en deuda eterna con usted. Pero no la perdió del todo; le dará lecciones también. Insistirá en ello.
—Oh, vaya a buscar otro asiento. Quiero pensar.
Un poco más tarde gritó:
—¡Primera!
Dorcas avanzó y se sentó a su lado, con el equipo estéreo preparado. Jubal la miró antes de iniciar el trabajo.
—Chiquilla, pareces más feliz que de costumbre. Estás radiante.
Dorcas dijo, soñadora:
—He decidido llamarle «Dennis».
Jubal asintió.
—Apropiado. Muy apropiado —apropiadísimo, aunque la muchacha se sintiera algo confusa acerca de la paternidad del niño, pensó para sí mismo—. ¿Crees que estás en condiciones de trabajar?
—¡Oh, sí! Me siento grande.
—Empiezo. Estereodrama. Borrador. Título provisional: «Un marciano llamado Smith». Entrada: acercamiento sobre Marte, utilizando filmación de archivo o imágenes concatenadas, secuencia continua, luego fundido a maqueta del punto real donde se posó la Envoy. Nave a media distancia. Animación de marcianos, típicos, con fauna disponible o refotografiada de archivo. Corte a primer plano: interior de la nave. Paciente femenina tendida…