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    Ningún inmotil primo tenía nombre. Los nombres se derivaban de un sistema de comunicación completamente diferente a las conexiones por impulsos nerviosos directos de su especie. Por supuesto que tenían maneras de identificarse entre sí. Los inmotiles, incluso en su forma de grupo arracimado, eran sobre todo individuos, un factor que nacía del territorialismo de su primera historia. Las alianzas entre ellos se construían y fracturaban con una regularidad digna de confianza durante la época previa a la mecanización de su planeta, cuando hasta las asociaciones más íntimas podían deshacerse en un santiamén si con otra se podía conseguir alguna ventaja más. En aquellos tiempos las disputas siempre eran por el tamaño del territorio y los recursos disponibles, sobre todo por el agua potable y las tierras de cultivo. Pocas cosas cambiaron durante varios milenios.
    Tras el florecimiento de la mecanización, la naturaleza de las alianzas fue cambiando al tener que satisfacer las exigencias de la maquinaria. Aunque las maniobras y las continuas mareas de alianzas continuaron dándose según las mismas reglas del engaño y la fuerza.
    Había un inmotil que siempre se las arreglaba para conservar su preeminencia sobre el resto de su especie. Siempre construía las alianzas más fuertes, siempre progresaba a costa de otros, siempre mantenía la seguridad de sus fronteras, siempre era el más astuto. Y en épocas posteriores se convirtió en el más grande y poderoso de todos. Aunque carente de nombre, se le podría caracterizar por su ubicación: MontañadelaLuzdelaMañana, un gran cono de roca y tierra que había surgido en el centro de un largo valle caracterizado por unos acantilados escarpados que se alzaban a cientos de metros de su lecho cenagoso. Tal era el alineamiento de los altos muros, que los gruesos haces de luz que producían los bordes irregulares solo barrían el pico central durante la mañana.
    Era el lugar perfecto para establecer el nuevo territorio de un inmotil primo. En el momento de su fusión, siete u ocho mil años antes de que Cristo apareciera en la Tierra, había miles, quizá incluso decenas de miles de inmotiles, servidos y protegidos por sus clanes de motiles, que ocupaban la zona ecuatorial del planeta. En aquel entonces eran seres primitivos, criaturas cuya larga secuencia evolutiva apenas comenzaba a dar fruto. Asentados en trozos de terreno que protegían con avidez, los inmotiles flexionaban sus rudimentarios pensamientos para conspirar contra sus vecinos. Los rebaños de motiles estándar consumían sus propias células base en los arroyos cenagosos y se ocupaban de la vegetación comestible mientras que las variantes militares de motiles empezaron a surgir cuando a los miembros más ágiles y fuertes de cada rebaño de un inmotil los pusieron a reventarles el cerebro a los rebaños rivales con palos de madera.
    El inmotil progenitor envió al pequeño subrebaño de doce motiles en busca de algún lugar donde establecer un nuevo rebaño. Ese tipo de territorio vecino sería una ventaja para el inmotil fundador; con un origen de personalidad conjunta, su alianza sería la más fuerte de todas, al menos los primeros años. Después de un tiempo comenzarían las divergencias, como siempre.
    MontañadelaLuzdelaMañana todavía conservaba el recuerdo de sí mismo antes de la fusión y de que comenzara el verdadero pensamiento. El subrebaño se había pasado días bajando con cuidado por las paredes del valle, esquivando deslizamientos de rocas y trepando por afloramientos angulosos. Después se apiñaron para atravesar la jungla que surgía del terreno pantanoso del fondo del valle. Cada amanecer, una bruma subía por la suntuosa vegetación, un legado de las lluvias nocturnas que envolvía el aire y teñía los poderosos rayos de sol de un delicado color naranja dorado.
    Y entonces lo vieron, un cono simétrico que se alzaba en la tierra que tenían delante, envuelta en sombras, el único rasgo de todo el valle que iluminaba el sol y resplandecía con un color esmeralda brillante sobre el cielo rosado. La luz arrancaba destellos de los arroyuelos diminutos que corrían por sus costados. Unas motas pequeñas y negras dibujaban círculos muy por encima de ellos, con las alas extendidas, disfrutando de las corrientes térmicas, una de las pocas formas de vida no primas que quedaban en los trópicos del planeta.
    Los cuatro miembros más grandes del rebaño se apretaron entre sí y permitieron que sus receptores nerviosos se tocaran para que sus cerebros quedaran conectados. Sus pensamientos individuales eran prácticamente idénticos, los simples recuerdos y órdenes facilitados por su inmotil progenitor, pero al unirse su capacidad decisoria aumentaba de una forma significativa. Desde que habían llegado al fondo del valle, no habían encontrado a ningún otro motil ni habían visto signos de ocupación por parte de otro rebaño. El valle, con sus difíciles accesos, era fácil de defender y su tamaño era capaz de sostener a tres o cuatro rebaños. Un inmotil con su rebaño tendría agua y tierra en abundancia, lo que le proporcionaría una ventaja estratégica sobre los inmotiles circundantes.
    En cuanto a la ubicación exacta para situar al inmotil... En cada uno de los motiles dos tallos sensoriales superiores fueron girando para que todos los ojos pudieran examinar la montaña cónica. Con tantos arroyos tenía que haber un manantial de algún tipo en la cima. Un lugar así sería ideal para un inmotil. El agua estaría siempre limpia, al contrario que aquellos cuyos territorios se apiñaban junto a los cauces de los ríos y tenían que conformarse con el agua contaminada que bajaba.
    Estaban de acuerdo: la montaña que estaba inundada de luz. Interrumpieron la conexión temporal al separarse. Se llamó a los otros ocho miembros del subrebaño. Los tallos sensoriales superiores se inclinaron para que los receptores nerviosos pudieran tocarse y se transmitieron las instrucciones a todos los miembros. Los doce comenzaron a marchar al unísono hacia la montaña.
    Tras cubrir dos tercios del camino encontraron un gran estanque alimentado por varios de los arroyos que bajaban gorjeando. Los cuatro motiles grandes volvieron a fusionar sus pensamientos y examinaron la zona con su mayor intelecto. Uno de ellos absorbió un poco de agua y averiguó que en el interior se acumulaba un nivel satisfactorio de células base primas. Su presencia confirmaba que el lugar sería idóneo para un inmotil, una vez hechas unas cuantas alteraciones. Se comunicó una nueva serie de instrucciones a sus compañeros de rebaño.
    El tipo de motil que había entrado andando en el valle era la variedad más simple que engendraban los inmotiles y como tal la más adaptable a las tareas que podía realizar. Tenía un torso con forma de pera y una piel blanca y cerosa que medía más de un metro de diámetro en la base, con cuatro crestas ahusadas de piel dura que les recorrían los flancos en vertical. Esa simetría cuádruple era una constante en la forma de vida prima. El motil tenía cuatro extremidades inferiores que le brotaban del extremo de las crestas de piel del borde de la parte inferior del torso. Cada una de ellas tenía un «hueso» de apoyo flexible que bajaba por el centro, envuelta en bandas de tejido muscular que le proporcionaba una amplia autonomía de movimiento. Cada extremidad terminaba en un pequeño casco o cartílago duro de color ocre que podía escarbar la tierra o incluso la madera, aunque no solían trepar a los árboles con frecuencia.
    Del cuerpo surgían también cuatro brazos que se extendían a sesenta centímetros de las articulaciones de la cadera. Eran muy parecidos a las patas en cuanto a tamaño y flexibilidad general, diferían solo en la punta, que se escindía en un ingenioso dispositivo de pinza cuádruple muy capaz de partir ramas de tamaño medio. Encima del cuerpo principal cuatro válvulas con aspecto de agallas que servían para introducir aire en los pulmones rodeaban la cresta, separadas por espacios equidistantes. Entre ellas se encontraban los orificios de alimentación, mini trompas de carne gomosa que tenían cierta capacidad de movimiento independiente. Los motiles pastaban una vegetación concreta para absorber los elementos químicos que contenía, pero, sobre todo absorbían agua saturada con células base. Ambas cosas se procesaban en un gran estómago doble. Digerían la papilla a medias antes de regurgitarla para alimentar a otro inmotil; una vez hecha la digestión completa, los residuos se excretaban por un único ano situado en la base del cuerpo.
    Sobre las agallas y las bocas, la corona del cuerpo se dividía en cuatro tallos sensoriales que eran los más flexibles de todos los miembros, podían doblarse y girar en todas direcciones. En el vértice de los mismos estaba el delicado receptor nervioso, una fina membrana permeable a los impulsos que se extendía sobre unos ganglios abiertos; un poco más abajo estaban los ojos y, después, una ampolla sensible a la presión que podía detectar ondas de sonido, un penacho de fibras finas sensibles a los elementos químicos que olían el aire y un racimo de células táctiles capaces de detectar la temperatura.
    Para este tipo de criaturas, modificar la zona que rodeaba el estanque para que se adaptara a sus necesidades era una tarea relativamente sencilla. Hacía ya mucho tiempo que habían dominado los rudimentos del uso de herramientas y no tardaron en adaptar las piedras más afiladas y ciertas partes de corteza dura de los árboles cercanos. Utilizaron esas herramientas como palas y cucharas, y cavaron un estanque poco profundo un poco más arriba del estanque principal, después lo forraron con las piedras que sacaron del suelo excavado.
    Una vez completado el trabajo, los cuatro motiles más grandes se metieron en el estanque y una vez más unieron sus receptores nerviosos. En esa ocasión, la unión fue mucho más profunda que una simple conexión de pensamientos. Después se apretaron bien unos contra otros, listos para fundirse. El proceso lo desencadenó una lluvia hormonal interna provocada por la fusión mental. Durante las cinco semanas siguientes sufrieron una gran metamorfosis. Los cuatro cuerpos separados fueron fusionándose poco a poco a un nivel celular para producir una única entidad. Allí donde se tocaba la piel, esta se ablandaba y fundía, creando así una única cavidad corporal gigante. En el interior, se fundieron y expandieron los cerebros, una pauta de transformación seguida por la mayor parte de los órganos más importantes. Los músculos se limitaron a deshacerse, con lo que contaron con una fuente de nutrición que alimentó los demás cambios. Las patas se encogieron hasta que no fueron más que una serie de bultos sólidos y carnosos que soportaban el peso de aquel cuerpo nuevo y grande. Los brazos se marchitaron y cayeron, ya no eran necesarios. Los órganos digestivos se estiraron y extendieron alrededor del nuevo y único cerebro, como brotes de hiedra que se enroscan alrededor del tronco de un árbol. Mientras que bajo el cerebro se producía un nuevo crecimiento. El sistema reproductivo, que hasta ese momento era naciente, empezó a convertirse en unos órganos totalmente viables. Solo los tallos sensoriales permanecieron igual, proporcionándole al cerebro en desarrollo una impresión dodecágona del mundo que lo rodeaba.
    Al final del proceso, el nuevo inmotil primo, MontañadelaLuzdelaMañana, comenzó a asegurar su territorio. Los ocho motiles que quedaban iban y venían de forma continua para alimentar al inmotil con su papilla regurgitada. Les habían ordenado que se atiborraran de unos tipos concretos de plantas y que enriquecieran el alimento con ciertos tipos de vitaminas.
    El alimento contenido en la comida que le proporcionaban desencadenó la ovulación de los órganos reproductivos de MontañadelaLuzdelaMañana. Su cuerpo secretó en el agua la primera remesa de cien nucleoplasmas, a los que permitió bajar flotando hasta el estanque grande. Las células base comenzaron a congregarse a su alrededor.
    Por sí mismas, las células base primas seguían un ciclo vital parecido al de las amebas: absorbían el alimento a través de las paredes de sus membranas y se reproducían por fisión, con lo que seguían siendo una forma de vida unicelular que poblaba la mayor parte de las vías fluviales del planeta. Pero también contaban con un ADN para hacer mucho más que eso. Eran los nucleoplasmas los que iniciaban la etapa multicelular al liberar sustancias activadoras de las nuevas secuencias del ADN y desconectar la secuencia de la etapa de ameba. El racimo de células que rodeaba al nucleoplasma comenzó a cambiar y desarrollar órganos nuevos que cumplían funciones concretas. Como cualquier organismo multicelular, las células empezaron a especializarse. El inmotil tenía cierto control sobre el tipo de nucleoplasma que gestaba dentro de su sistema reproductivo. Al controlar de forma consciente la secreción de hormonas que se introducían en el nucleoplasma, podía dictar el tamaño de varios órganos y por tanto diseñar la estructura y composición de un motil. Si hacía falta que hicieran un trabajo pesado, producía una remesa de nucleoplasmas que congregarían a los motiles más grandes y fuertes. Cuando se amenazase su territorio, se liberarían nucleoplasmas para engendrar soldados.
    El primer rebaño de motiles de MontañadelaLuzdelaMañana comenzó a salir del estanque tres semanas después de la congregación. Los motiles existentes los guiaron hasta el inmotil, que tocó con sus receptores nerviosos los de los nuevos. La memoria y las instrucciones destellaron a través de la membrana permeable a los impulsos y llenaron los cerebros vírgenes de los motiles con una versión compacta de sus pensamientos.
    Durante las primeras décadas, MontañadelaLuzdelaMañana dio forma y fortificó su valle. En aquellos tiempos ya no quedaban muchas formas de vida no primas en las tierras ecuatoriales. Las que todavía habitaban el valle, los pájaros y unas cuantas criaturas parecidas a roedores, fueron cazadas y exterminadas de inmediato, ningún inmotil iba a tolerar que otra criatura le arrebatara sus recursos. La selva se fue talando poco a poco, se drenaron los pantanos y se construyó una red de canales que irrigaban los grandes helechos que comían los motiles. Extrajeron la piedra y la utilizaron para construir sobre el inmotil una sencilla cúpula con forma de iglú para que lo protegiera de los elementos y de los depredadores solitarios que pudieran llegar de otros territorios. Se abrieron minas para extraer metal y se utilizó el fuego para forjar bastas puntas de armas. El estanque donde se congregaban se dragó y revistió de piedra.
    Después de cuarenta y cinco años de crecimiento sin restricciones, MontañadelaLuzdelaMañana estaba alcanzando los límites de su capacidad administrativa. Había más de mil motiles trabajando en el valle y la supervisión era cada vez más difícil. Se amalgamó un segundo inmotil para compensar las carencias. Se amplió el estanque y la cúpula de MontañadelaLuzdelaMañana y cuatro inmotiles se fusionaron a un par de metros de distancia. Mientras se llevaba a cabo la fusión, MontañadelaLuzdelaMañana tenía seis de sus receptores nerviosos unidos a los de los motiles que se estaban fusionando para introducir sus pensamientos en el cerebro recién creado y en crecimiento. Cuando todo terminó, los dos estaban unidos de forma permanente por cuatro receptores nerviosos que produjeron un dúo de inmotiles con una capacidad mental mucho más amplia y por tanto capaz de organizar muchos rebaños de motiles.
    Comenzó entonces una nueva fase de productividad. El valle, una vez cultivado de la forma adecuada, era capaz de mantener a miles de motiles. Aunque, para desilusión de MontañadelaLuzdelaMañana, hacían falta casi todos sus motiles solo para mantener el valle. Treinta y cinco años más tarde se amalgamó un tercer inmotil al lado del dúo inicial. Fue más o menos entonces cuando se empezó a comerciar con inmotiles de territorios circundantes. Se entregaba mineral a cambio del uso de rebaños de soldados para repeler un territorio que estaba empezando a invadir la cima de los baluartes del valle. Los helechos alimenticios se cambiaron por troncos de madera noble que se podían convertir en mejores palos y lanzas. Se intercambiaron ideas, y entre ellas la principal fue el concepto de arados y la rotación de cultivos, traída por inmotiles que vivían a miles de kilómetros de distancia. Fue el comienzo de la verdadera agricultura para la civilización prima, y la revolución consiguiente que siempre introducía la innovación. La cantidad de productos cultivados por un motil se duplicó en una sola década. Al ver las posibilidades que abría el concepto, los inmotiles comenzaron a experimentar, a estudiar cómo crecían las plantas, qué suelos eran los mejores. El propio MontañadelaLuzdelaMañana fue el que descubrió la polinización cruzada como método de incrementar el rendimiento y criar nuevas variedades. Fue el comienzo del método científico, con todo lo que eso implicaba.
    MontañadelaLuzdelaMañana amalgamó su inmotil número veintinueve una década después de comenzar a sembrar sus cultivos. Veinte años más tarde, mil años después de que comenzara su vida en solitario, el número de unidades conectadas al grupo llegaba a las cuarenta, un ritmo de expansión inaudito. Sus cerebros unidos estaban repletos de ideas y pensamientos surgidos de la observación de su universo inmediato y su examen cada vez más detallado.
    Al borde de los trópicos, los inmotiles primos se adentraban cada vez más en las tierras templadas, armados con sus nuevos conocimientos y comprensión de la naturaleza. El fuego hacía posible que cada vez vivieran más lejos de su clima original. Los edificios con calefacción, los campos cultivados, los canales, los puentes, las sierras y las hachas les permitían viajar cada vez más para establecer territorios aliados.
    Como era inevitable, a medida que comenzaron a entender los principios de la construcción y la fuerza de los materiales, se desarrollaron herramientas matemáticas para contribuir a la fabricación. A unas criaturas que, en esencia, no eran más que un cerebro gigante, las matemáticas les proporcionaron la primacía, la clave para entenderlo todo. Se dedicaron a ellas con una devoción casi religiosa. Ya disponían de todos los elementos para que comenzara la era mecánica. Y cuando eso ocurrió, el ritmo de cambio fue muy, muy rápido.
    Mil años después, MontañadelaLuzdelaMañana se había convertido en un grupo de inmotiles que comprendía a trescientas setenta y dos unidades separadas. Pocos habían llegado a alcanzar semejante tamaño. Sus cuerpos individuales habían formado un aro vivo alrededor de la montaña cónica. El manantial que brotaba en la cima de la montaña se había canalizado a través de tuberías de arcilla y penetraba en el edificio de la cima que albergaba al grupo completo de inmotiles. Vivían dentro de una única sala gigante con un techo abovedado de cristal que dejaba entrar la luz del sol. Durante la noche se encendían braseros de hierro para mantener iluminado el interior del edificio y permitir que el grupo de inmotiles siguiera trabajando, mandando instrucciones a los rebaños de motiles, produciendo nucleoplasmas y examinando experimentos y proyectos. Unos pequeños pulverizadores rociaban a los inmotiles varias veces al día para mantenerlos limpios. Los productos de desecho se sacaban a través de una red de alcantarillas que bajaban por la montaña mientras que unos canales especializados se llevaban las remesas de nucleoplasmas a la red de lagos donde debían congregarse, excavados debajo del edificio.
    El aire del exterior seguía lanzando vapor todos los días tras las lluvias nocturnas. Pero esa neblina se mezclaba también con el humo de los hornos que se mantenían encendidos de forma permanente. MontañadelaLuzdelaMañana importaba carbón de varios territorios del sur, un distrito montañoso donde resultaba difícil cultivar alimentos. Estaba cultivando también dos de los valles vecinos después de que una corta serie de guerras barriera a los inmotiles que solían ocuparlos con sus rebaños. Era difícil controlar una zona tan grande. Había que actualizar constantemente las instrucciones de los motiles y estos carecían de la habilidad de responder a cualquier situación inesperada. MontañadelaLuzdelaMañana sabía que pronto intentarían invadirlo los inmotiles de occidente, que estaban preocupados por el tamaño de su territorio, por no hablar ya de su agresividad. El uso que hacía de unos explosivos químicos recién desarrollados para destruir edificios, presas y rebaños de motiles se veía con una alarma considerable.
    Ese fue el año en el que los primos descubrieron el uso de la electricidad. Mientras algunos inmotiles estudiaban cómo se podía utilizar la nueva energía para producir luz, alimentar motores u otras aplicaciones industriales, MontañadelaLuzdelaMañana investigaba cómo podría transmitir señales, más concretamente los impulsos neuronales que intercambiaban los receptores nerviosos. Tardó más de una década, incluso con una potencia cerebral tan concentrada no era nada fácil inventar toda una tecnología desde cero. Durante ese tiempo aceptó derrotas estratégicas, perdió dos valles más y aceptó condiciones poco favorables para conseguir carbón y otras materias primas de las que carecía el valle. Lo que desarrolló durante ese intervalo fueron unos sistemas electrónicos básicos, desde simples resistores y condensadores hasta lámparas termiónicas. Una vez establecidos esos principios, se añadió una cámara entera nueva al edificio que coronaba la montaña, el primer laboratorio electrónico de ese mundo, con ocho unidades de inmotiles dedicadas exclusivamente a la instrucción de motiles que montaban los nuevos sistemas y realizaban experimentos con ellos. A MontañadelaLuzdelaMañana le llevó otros tres años, pero al fin consiguió enviar señales a un receptor nervioso. Lo primero fueron los impulsos táctiles primitivos, como caliente y frío, a lo que les siguió simples imágenes en blanco y negro de una cámara. Las imágenes fueron una especie de revelación: aunque siempre podía ver lo que estaba pasando fuera emplazando a un motil y accediendo a su memoria visual de los acontecimientos, esos conocimientos siempre eran de segunda mano y siempre tenía acceso a ellos con retraso. Pero con la cámara era instantáneo. En cuestión de meses, el valle entero estaba cercado por cámaras que examinaban de forma constante el paisaje entero, permitiéndole ver todo su dominio en tiempo real. Otros cinco años de investigaciones concentradas hicieron avanzar las transmisiones de señales analógicas hasta un nivel que le permitió al fin dar instrucciones a un motil por control remoto. Pasarían décadas hasta que los sistemas electrónicos fueran lo bastante sofisticados como para transmitir todo un registro de impulsos de receptores nerviosos, pero esas primeras comunicaciones a distancia fueron suficientes para darle una inmensa ventaja sobre los demás inmotiles.
    MontañadelaLuzdelaMañana empezó a extender su territorio una vez más. Rebaños de soldados motiles, armados con explosivos y cañones rudimentarios, invadieron los dos valles que había conquistado antes. Los motiles soldado arrastraban tras ellos largos cables con varios núcleos, con lo que MontañadelaLuzdelaMañana podía reaccionar al curso de la batalla al instante, sin que le resultara difícil superar las tácticas de sus oponentes. A esas primeras victorias les siguió una serie de rápidos avances por el terreno circundante hasta que sus rebaños consiguieron establecer un amplio canal de tierra que llevaba directamente a la zona templada del sur. Los inmotiles restantes reaccionaron con cautela, sabían que aferrarse a unas zonas tan grandes de terreno era imposible. Hasta varios meses después no se dieron cuenta de su error, cuando MontañadelaLuzdelaMañana consolidó su dominio sobre las tierras que se había anexionado. Con un agrupamiento que ya consistía en más de tres mil inmotiles individuales, MontañadelaLuzdelaMañana era capaz de congregar sin dificultad suficientes rebaños de motiles para ocupar esas tierras y explotar sus minas y granjas en una operación que controlaba de forma tan estricta como el valle original. Por primera vez se obligó a las instalaciones industriales capturadas a entrar en servicio y aumentar su base de fabricación en relación al tamaño de su imperio recién creado.
    Una vez establecida una ruta directa que iba desde el valle a las nuevas tierras templadas, las ambiciones expansionistas de MontañadelaLuzdelaMañana al fin podían llevarse a cabo. Un torrente de motiles y maquinaria se despachó al sur para explotar los nuevos recursos y levantar las torres de conducción eléctrica y los cables que entrelazaban todo el edificio.
    A los inmotiles restantes les llevó años construir las grandes alianzas que al fin limitaron el crecimiento de MontañadelaLuzdelaMañana, aunque nunca se pudo detener por completo. Como ocurre en cualquier imperio, MontañadelaLuzdelaMañana formó sus propias alianzas para contrarrestar las rivales.
    Cincuenta años después, todos los inmotiles podían enviar impulsos nerviosos por medio de cables o redes inalámbricas. Esa evolución, junto con nuevas y poderosas armas derivadas del creciente conocimiento que tenían los primos en materia de física y química llevó a una era de consolidación. Los territorios más pequeños de los inmotiles fueron invadidos y conquistados por vecinos más poderosos. Los yermos de las zonas templadas fueron colonizados con explotaciones mineras e industriales que fueron extendiéndose hasta las regiones polares. Solo cuando comenzaron a desarrollarse las armas nucleares se recuperó un cierto equilibrio. Las bombas de fisión y fusión permitieron que los territorios más pequeños mantuvieran a sus hermanos mayores a raya con la amenaza de una aniquilación total.
    Los vuelos espaciales y el establecimiento de colonias fuera del planeta fue el siguiente paso lógico, un paso al que los primos se dedicaron con vigor. MontañadelaLuzdelaMañana fue uno de los primeros inmotiles en enviar naves a diferentes asteroides y planetas para catalogar sus recursos. Dadas las distancias implicadas, volvió a surgir el viejo problema de los retrasos en las comunicaciones. Las conexiones electrónicas directas eran difíciles de sostener, se perdía el control y sin él los motiles eran totalmente incapaces de responder a cualquier situación tecnológica. No eran lo bastante listos, así de sencillo.
    Uno de los agrupamientos de inmotiles más pequeños dio con la solución. PromontoriodelLagoFrío estaba desesperado por conseguir más recursos para él y sus rebaños, lo que le hacía estar dispuesto a innovar mucho más de lo que estaban dispuestos a considerar los agrupamientos más grandes y conservadores. Amalgamó un nuevo inmotil separado del grupo principal, utilizando una conexión electrónica para integrar sus pensamientos. En realidad, el nuevo inmotil era un gemelo idéntico, aunque más pequeño, de PromontoriodelLagoFrío. Incluso con el retraso, ambos compartían los mismos pensamientos, así que no se producían divergencias.
    Se colocó a PromontoriodelLagoFrío2 en una nave espacial y se envió a un módulo industrial acoplado a un asteroide. Todos los demás inmotiles consideraron que la noción de un inmotil móvil era casi un escándalo. Lo que sí hicieron, sin embargo, fue observar el experimento con un interés obsesivo. PromontoriodelLagoFrío2 supervisó los procesos de extracción del mineral y la subsiguiente construcción de una sección que serviría como alojamiento. Pero lo más importante era que mantenía la conexión con PromontoriodelLagoFrío, que permanecía en el planeta y por tanto seguía formando parte de la mente del grupo. Los recursos minerales y el metal extraído en el asteroide se enviaban al territorio que PromontoriodelLagoFrío tenía en el planeta. Los inmotiles mantuvieron sus bases en el planeta, pero enviaron unidades de sí mismos por todo el sistema solar. Era una raza espacial de proporciones colosales. Los territorios se extendieron y absorbieron secciones inmensas de los otros dos planetas sólidos y lunas enteras de gigantes de gas. Fueron inevitables los brotes de disidencia cuando las guerras y los conflictos en las fronteras del espacio cortaron las comunicaciones vitales con el planeta y varias unidades de inmotiles se independizaron de sus grupos originales. En muchos casos, eso fue causa de conflictos cuando los inmotiles planetarios intentaron recuperar el control de los territorios espaciales que habían perdido. El ritmo de expansión de la civilización prima por el sistema solar jamás llegó a ser exponencial. Harían falta milenios para ocupar y utilizar todos los recursos que orbitaban alrededor de la estrella, pero lo cierto era que los agrupamientos de inmotiles eran criaturas que podían vivir para siempre y muchos de ellos estaban haciendo planes a muy largo plazo.
    MontañadelaLuzdelaMañana construyó la primera nave interestelar en una de sus bases de asteroides de la órbita superior. Era un navío con motor de fusión. Los primos, con sus procesos lógicos de pensamiento y su investigación científica basada en la observación, carecían de la capacidad mental para especular demasiado sobre un concepto como la VSL. Con MontañadelaLuzdelaMañana8658 a bordo de la nave estelar, el aparato partió hacia la estrella más cercana, a tres años y medio luz de distancia. Se suponía que era una misión de reconocimiento y que enviaría información sobre los planetas que había disponibles y si era posible su explotación. MontañadelaLuzdelaMañana sabía que no podría controlar a MontañadelaLuzdelaMañana8658 una vez que la nave estuviera fuera del sistema solar primo, pero había restringido aposta la maquinaria que se había colocado a bordo de la nave estelar, para negarle a MontañadelaLuzdelaMañana8658 la posibilidad de establecer cualquier tipo de colonia tecnológica. Con eso ya debería haberse asegurado que MontañadelaLuzdelaMañana8658 se limitaba a examinar el sistema y regresaba. MontañadelaLuzdelaMañana no sabía muy bien qué uso podría darle a otro sistema estelar, pero no podía pasar por alto las futuras posibilidades. Saber lo que había allí le ayudaría a determinar qué podía hacer con las otras estrellas. Existía la remota posibilidad de que si los recursos de su propio sistema estelar se agotaban por completo, él quizá podría trasladarse a un planeta totalmente nuevo, un planeta sin ningún otro grupo de inmotiles con el que competir.
    Lo único que no se esperaba MontañadelaLuzdelaMañana, ni ningún otro inmotil primo, era la posibilidad de encontrarse con una especie alienígena. Al fin habían exterminado al resto de la vida animal del mundo natal primo durante la última expansión por las tierras templadas. No pensaban en términos de otras inteligencias. Cuando MontañadelaLuzdelaMañana8658 deceleró para entrar en el sistema, encontró una extensa civilización que ocupaba el cuarto planeta sólido. Por desgracia para los nativos del segundo sistema estelar, pertenecían a una especie benigna que progresaba por medio de la cooperación. Físicamente hablando, eran trisimétricos, más pequeños y débiles que un motil primo. También eran individuos.
    La nave estelar quizá no tuviera ningún sistema de manufacturación a bordo, pero, desde luego tenía armas. MontañadelaLuzdelaMañana8658 sometió a una inmensa zona del nuevo planeta bombardeándolos desde la órbita con armas cinéticas y nucleares y requisó lo que quedaba de la base industrial de los alienígenas. Dio comienzo a un extenso proyecto de investigación que lo primero que hizo fue examinar a las propias criaturas trisimétricas. Había muchas cosas que MontañadelaLuzdelaMañana8658 podía aprender, conceptos e ideas que lo alarmaban e intrigaban a la vez. La comunicación por medio de sonidos. La reproducción vía óvulos fertilizados. La biología en general y la genética en particular, un campo que le proporcionó una perspectiva asombrosa sobre sí mismo. Los primos jamás habían realizado investigaciones sobre su fisiología y naturaleza, jamás habían sentido esa necesidad. La ficción, eso sí que era raro. El arte. El entretenimiento. Todo eso eran distracciones absurdas para un primo.
    MontañadelaLuzdelaMañana8658 empezó a construir su nuevo territorio alrededor del lugar donde había aterrizado la nave estelar e incorporó las nuevas ideas que ofrecían los alienígenas a sus conceptos tradicionales. A los supervivientes alienígenas se les trató como a motiles y se les reclutó para ayudarles a construir el territorio. Tres años más tarde llegó la siguiente nave estelar prima, enviada por un inmotil diferente. El tiroteo que se produjo devastó la mitad del continente en el que se había asentado MontañadelaLuzdelaMañana 8658. Ninguno de los inmotiles resultó dañado. Se avinieron a aliarse y se dividieron el planeta.
    A MontañadelaLuzdelaMañana no le sorprendió que su primera nave estelar no regresara. Los viajes interestelares eran los grandes desconocidos y esperaba muchos reveses. Ya se estaban construyendo muchas naves estelares para anticiparse a esa situación. Las naves enviadas por otros inmotiles tampoco habían regresado. Se perfeccionaron los diseños de las naves y se lanzaron nuevas misiones. El vacío que quedaba entre las estrellas se las tragó todas.
    Después de casi un siglo de vuelos estelares, y veintiocho naves enviadas a la estrella más cercana, los primos por fin vieron regresar a una. Era la nave mejor armada que habían construido y la primera que contaba con la defensa de un campo de fuerza. MontañadelaLuzdelaMañana había encabezado una alianza de tres de los inmotiles más poderosos para poder construir aquel gigante. Solo su devastadora potencia de fuego había garantizado su supervivencia cuando le había atacado un enjambre de naves de guerra nada más llegar. La nave de los primos se las había arreglado para capturar una gran parte de los restos de uno de los atacantes. La información que contenía dejó horrorizado a todo el sistema natal de los primos. Los inmotiles que controlaban las primeras naves estelares no solo se habían independizado, sino que al parecer habían incorporado conceptos alienígenas a su tecnología. Lo más alarmante de todo era el uso de la nueva ciencia de la genética. Estaban modificando sus cuerpos, estaban combinándose con rasgos alienígenas para «mejorarse». Sus motiles eran más listos y fuertes, capaces de tomar decisiones complejas, mientras que los inmotiles estaban introduciendo refinamiento tras refinamiento en su estructura neuronal, haciendo progresar su capacidad de pensamiento mucho más allá de su estado natural. También estaban utilizando máquinas para complementar las funciones corporales, las añadiduras cibernéticas permitían el movimiento de los inmotiles e incluso su separación del hogar grupal. Estaban evolucionando de forma artificial y se estaban separando de los primos puros. Se convertirían en rivales y su nueva naturaleza les daría una ventaja que a los primos originales les resultaría imposible superar.
    El descubrimiento unió a todo el sistema solar primo, que formó una sola alianza. Se construyó una flota de naves de guerra que se despachó al otro lado del vacío para aniquilar a sus enemigos. Le siguió una segunda flota, más grande. Y una tercera, la más grande de todas.
    Como respuesta, las naves alienígenas primas se abalanzaron sobre el sistema natal primo armados con unas armas terribles. Antes de que las destruyeran, los territorios habitables del planeta sólido más externo habían quedado completamente aniquilados junto con todas las colonias industriales que rodeaban el primer gigante gaseoso. Cientos de naves primas se sacrificaron en su defensa.
    Y entonces ocurrió, se utilizó el arma más extraña de todas. Los primos alienígenas enemigos establecieron un campo de fuerza alrededor de todo el sistema estelar. No había nada que pudiera penetrar en él, ni armas nucleares ni interferencias de campos cuánticos. Era inmune a todo aquello con lo que lo pudiera golpearlo la ciencia prima. MontañadelaLuzdelaMañana y todos los demás quedaron atrapados dentro, mientras que los inmotiles alienígenas primos quedaron libres para extenderse y contagiar todo el universo. No había nada que los primos originales pudieran hacer, salvo reparar el daño provocado en su civilización, expandir sus territorios por los planetoides gélidos exteriores, investigar la creación de nuevas armas, y esperar.
    Mil ciento ochenta y dos años más tarde, el campo de fuerza se desvaneció con la misma brusquedad con la que había aparecido.
    Los satélites de sensores exteriores de MontañadelaLuzdelaMañana detectaron fluctuaciones en su estructura cuántica, fluctuaciones que provocaron ondas en la superficie durante casi una hora antes de que el campo al fin perdiera cohesión. Casi de inmediato, todos los inmotiles estaban lanzando naves espaciales desde los territorios de sus asteroides y planetas, por todo el sistema primo. Aceleraron todo lo que pudieron con la intención de salir de los límites previos del campo antes de que volviera a restablecerse. Las ocho naves que MontañadelaLuzdelaMañana mantenía preparadas de forma permanente para tal eventualidad fueron de las primeras en despegar.
    Una vez completada esa primera acción, MontañadelaLuzdelaMañana y sus aliados aplicaron los sensores y comenzaron un registro exhaustivo del espacio más allá de los límites del campo. Justo delante encontraron una enorme estructura esférica que rotaba, una estructura de veinticinco mil kilómetros de diámetro que dibujaba una órbita a lo largo de la eclíptica. Era más grande que su mundo natal, pero apenas tenía masa, así que no podía ser un planeta. Sin embargo emitía en todos los espectros concebibles y tenía una signatura cuántica completamente alienígena. Se despacharon varias naves para investigarlo.
    Lo más extraño de todo era que no había señal alguna de los primos alienígenas. Se levantaron todas las defensas alrededor de todos los territorios planetarios y espaciales, listas para lo que sería un ataque inminente. Pero ningún tipo de arma las puso a prueba. No había nada. Todas las alianzas combinaron la información enviada por sus sensores. Todo permanecía en blanco.
    MontañadelaLuzdelaMañana no sabía muy bien cómo debía proceder. Había hecho planes para lo que él consideraba cada eventualidad cuando se eliminara el campo de fuerza. Podía luchar y huir, tenía una magnífica alianza lista para construir una flota capaz de exterminar toda la vida alienígena prima de la segunda estrella y cualquier otro sitio que hubiera corrompido. Que los alienígenas primos no hicieran nada lo estaba confundiendo de una forma considerable.
    Sus telescopios más potentes se enfocaron a toda prisa sobre la estrella vecina en busca de alguna pista sobre sus actividades. Y fue entonces cuando se llevaron la sorpresa más grande de todas. Un campo de fuerza había rodeado también el sistema alienígena primo.
    Ninguno de los inmotiles había considerado jamás que podría haber una segunda vida alienígena, una raza que fuera más poderosa que los primos. Aceptar ese concepto era aterrador. No hicieron nada salvo mirar las estrellas recién expuestas con una sensación considerable de angustia. Se despacharon todavía más naves hacia el exterior en un frenético intento de establecer vida prima en nuevos mundos, donde las barreras no pudieran aprisionarlos.
    Cuatro días después de que se desvaneciera el campo de fuerza, los sensores espaciales más sofisticados que poseía MontañadelaLuzdelaMañana informaron de una alteración cuántica muy poco habitual que barría el sistema. El efecto viajaba más rápido que la velocidad de la luz. MontañadelaLuzdelaMañana consideró que semejante acontecimiento podría señalar la llegada de los alienígenas que habían creado el campo de fuerza. El efecto no se repitió, lo que lo dejó deliberando cómo debía responder: advertir a los otros y formar una gran alianza para enfrentarse a los atacantes o intentar su propia evacuación.
    MontañadelaLuzdelaMañana seguía considerando sus opciones cuando sus sensores normales le mostraron que había comenzado una batalla entre naves de IsladelMarTemplado y MesetadeRocadelSur, cerca de un grupo de bases de asteroides. Incluso en ese momento, cuando las alianzas primas sabían que tenían que cooperar para enfrentarse a su enemigo, los viejos conflictos seguían causando estragos. La expansión había sido masiva durante los últimos cien años y los recursos del sistema estelar primo eran ya muy escasos. La presión a la que se veían sometidos los territorios individuales era mayor de lo que lo había sido jamás. Durante los dos últimos siglos, a MontañadelaLuzdelaMañana le había preocupado cada vez más que los inmotiles terminaran librando una guerra irreversible y al final se exterminaran entre sí. Era una preocupación bastante común. Y como consecuencia, los inmotiles habían dirigido cada vez más esfuerzos a la construcción y acumulación de armas.
    Casi un día después, miles de sensores que orbitaban alrededor del mundo natal captaron una emisión de microondas que provenía de un punto situado más allá del segundo gigante de gas. La señal era cruda y utilizaba patrones que se habían desarrollado para enviar mensajes mucho antes de que apareciera el campo de fuerza. Una breve secuencia de identificación reveló que el remitente era MontañadelaLuzdelaMañana17.735, que había estado a bordo de una de las primeras naves estelares que visitaron la estrella alienígena prima y que nunca regresaron. El contenido del mensaje era corto y sencillo: «Son alienígenas, hay muchos y son peligrosos. Destruidlos.»
    El mensaje se repitió diez veces y luego terminó. MontañadelaLuzdelaMañana estaba confuso. ¿Cómo había sobrevivido tanto tiempo MontañadelaLuzdelaMañana17.735? ¿Qué estaba haciendo en una nave alienígena? ¿Por qué era tan corto el mensaje? Tampoco era que le quedaran muchas opciones. Otros inmotiles ya estaban ordenándoles a sus naves que investigaran. MontañadelaLuzdelaMañana envió instrucciones a sus agrupamientos auxiliares de las lunas del segundo gigante de gas. Se enviaron cuatro de sus naves más poderosas, que tomaron un rumbo de interceptación.
    Varias alianzas se rompieron y se formaron otras nuevas cuando las primeras ocho naves se acercaron al alienígena. Los inmotiles no se ponían de acuerdo sobre el modo de enfrentarse a la situación. Algunos querían capturar a los alienígenas y su nave, otros preferían seguir el consejo de MontañadelaLuzdelaMañana17.735 y exterminar al invasor.
    El alienígena empezó a transmitirles señales a las naves primas cuando se acercaron a él. Eran incomprensibles, ningún inmotil podía entenderlas. Se dispararon misiles cuando las alianzas entraron en conflicto sobre el modo de proceder.
    Con la primera nave prima acercándose a toda velocidad y disparando una salva de misiles, el alienígena se desvaneció en medio de de un enorme estallido de distorsión espacial.
    La nave de transporte que cubría la ruta entre la superficie y la órbita descendió en vertical a través de la atmósfera inferior del mundo natal primo. Era una gran forma cónica despuntada, aunque no hacía mucho uso de la aerodinámica para aterrizar. Tenía ocho cohetes de fusión, colocados alrededor del borde de la base, que expulsaban unos chorros delgados de plasma incandescente que alcanzaban los dos kilómetros de longitud. Entre todos producían cero coma nueve de gravedad prima, lo que permitía que la nave bajara con suavidad hacia la costa.
    El vapor comenzó a dibujar un torbellino en la superficie del mar cuando las puntas oscilantes del plasma hendieron el agua. A los pocos segundos, una tempestad semiesférica de vapor radiante salía disparada del epicentro, como un hongo nuclear aplastado. Cuando la nave se hundió en el frente tormentoso supersónico, se conectaron los campos de fuerza para proteger el fuselaje del torbellino que estaba creando. Los cohetes de fusión murieron cuando la nave se encontraba a solo unos metros de la superficie humeante y su base cónica se posó en el agua hirviente con un chapoteo y un suave topetazo.
    Se acercaron los remolcadores y llevaron a la nave espacial a los muelles y las zonas de carga que se extendían a lo largo de más de ciento cincuenta kilómetros de costa. Era el puerto espacial principal del planeta, MontañadelaLuzdelaMañana lo había construido para gestionar los cargamentos que se trasladaban entre el planeta y los territorios que tenían fuera del mismo. Cada año llegaban y salían miles de vuelos que vertían calor y un contaminante levemente radiactivo en el medioambiente local. Ya no crecía nada en ciento cincuenta kilómetros a la redonda del puerto especial, ni cultivos ni hierbas de ningún tipo, lo que convertía la tierra que había tras la costa en un desierto de suelo empapado y sin vida. Hasta el mar estaba muerto, una extensión picada de agua gris con una gruesa superficie de espuma ocre.
    Una vez que atracó la nave, un subrebaño de motiles soldado subió a bordo. Eran un poco más pequeños que los motiles estándar, con mejor vista y oído; también se podían mover más rápido y tenían una mayor agilidad, aunque carecían de resistencia a largo plazo. Encerrados en una armadura oscura, medían dos metros y medio y unos sensores electrónicos complementaban los naturales; además, la fuerza de sus miembros estaba optimizada de forma mecánica. Cada brazo sujetaba algún tipo de arma. Conectados directamente por medio de microondas con MontañadelaLuzdelaMañana, los soldados se acercaron a los dos cautivos motiles alienígenas bípedos con una cautela considerable. El inmotil no estaba seguro del potencial de las criaturas así que estaba tomando todas las precauciones posibles. El compartimento en el que los habían confinado estaba bien protegido y los habían sometido a una observación constante durante todo el vuelo de regreso del asteroide donde había estado acechando su nave. Físicamente hablando no habían hecho nada, habían permanecido casi inmóviles durante todo el tiempo. Pero sus trajes habían estado emitiendo esos extraños impulsos de microondas casi de continuo.
    Cuando los motiles soldado entraron en el compartimento, las dos criaturas se irguieron. MontañadelaLuzdelaMañana observó el proceso con un interés considerable. Doblaron las patas por el medio e impulsaron la masa principal hacia arriba. No parecían tener problemas para ponerse en pie mientras continuaban guardando el equilibrio sobre solo dos patas. Los trajes volvían a emitir una amplia variedad de emisiones electromagnéticas, los impulsos cortos y rápidos habituales. MontañadelaLuzdelaMañana hizo caso omiso y les dijo a los soldados que cargaran a los dos motiles alienígenas en el vehículo de tierra que los esperaba. Cuando el subrebaño se adelantó para cogerlos, el más alto de los dos blandió las extremidades superiores del torso, apartó de un golpe las tenazas e intentó escapar corriendo. Podía moverse con una velocidad sorprendente, pero los soldados estaban preparados y levantaron el cuerpo del suelo a pesar de que no dejaba de retorcerse, después lo bajaron por la rampa y lo introdujeron en el vehículo de tierra que los esperaba. El segundo motil alienígena, algo más pequeño, no ofreció resistencia cuando lo arrastraron detrás. A los dos los metieron en la jaula. Un campo de fuerza parpadeó alrededor de la red.
    MontañadelaLuzdelaMañana condujo el vehículo por la carretera que conectaba el puerto espacial con su valle original. Unas nubes largas y negras hervían sobre ellos, como hacían sin cesar en aquellos tiempos. La lluvia azotaba la superficie de metal y piedra de la carretera, agua cálida saturada de partículas de hollín. La ruta estaba flanqueada por edificios de plástico endurecido que protegía la maquinaria manufacturera de la lluvia ácida. Unos grandes vehículos iban y venían entre ellos, transportando los componentes de un lado a otro. Rebaño tras rebaño de motiles trabajaban alrededor de los enormes bloques de maquinaria industrial, revisándola y reparándola. Ya no vivían tanto como dos mil años atrás, sobre todo en el puerto espacial y en sus alrededores. Muchos de ellos tenían llagas y costras moteándoles la piel por culpa de las quemaduras de la radiación fría. Los miembros les temblaban con frecuencia y se les agitaban a causa del daño que la fuerte contaminación por metal infligía en sus sistemas nerviosos. Comían en unos abrevaderos que llenaban con un fango nutritivo parecido a la melaza que se procesaba en fábricas de alimentos repartidas por las granjas del territorio. Los tallos sensoriales sufrían constantes espasmos nerviosos y la recepción visual era pobre ya que estaban degradados por los agentes irritantes del aire que derramaban las refinerías.
    En las montañas, detrás del paisaje industrial, donde la radiactividad se reducía de forma considerable, los campos cubrían todas las laderas con una pátina invariable y monótona de color verde grisáceo. Las plantas luchaban por salir del suelo fino y arenoso, obligadas a llevar una vida hiperactiva por los fertilizantes químicos que extendían por las terrazas los motiles agricultores y los vehículos oruga. Se habían erradicado todas las plantas silvestres del planeta, que habían tenido que ceder su valiosa tierra al intenso cultivo agrícola, vital para alimentar a los miles de millones de motiles.
    Cuando el vehículo que trasladaba a los motiles alienígenas se metió en la accidentada carretera que llevaba al valle original de MontañadelaLuzdelaMañana, pasó por el campo de fuerza más potente del planeta, capaz de desviar asaltos nucleares y haces de rayos. La lluvia golpeaba la resplandeciente planicie de energía y bajaba en riachuelos que se alejaban por los escarpados baluartes de granito. La luz todavía iluminaba el valle por la mañana, aunque ya solo era un crepúsculo gris y maltratado que se filtraba por las capas de niebla y humo que cubrían todo el planeta. Por la noche, la contaminación iluminaba el cielo con un color caqui funerario y fluorescente provocado por el inmenso enrejado de motores de fusión que encerraban el mundo.
    Por delante del vehículo, la montaña cónica se alzaba sobre el valle. Era el hogar de más de cincuenta mil unidades de inmotiles y todavía seguía siendo el auténtico corazón de MontañadelaLuzdelaMañana, aunque había agrupamientos que salpicaban todo el planeta, conectados con él a través de líneas terrestres seguras. La montaña había sido transformada en un único edificio donde cada inmotil anidaba en el centro de su propia cámara. Ninguno de ellos entraba ya en contacto físico con los motiles, todos los receptores nerviosos del tallo sensorial estaban conectados por medio de una red electrónica que los unía en masa con los rebaños además de con cada segmento mecánico de su territorio. Una batería de unidades concentradas encaramadas a los baluartes del valle extendía la presencia del gigantesco grupo de inmotiles por todo el sistema estelar. Bajo el suelo del edificio, la montaña estaba horadada de cañerías y cloacas. Los inmotiles se bañaban con una suave ducha de agua limpia producida en las plantas de desalinización situadas al norte del puerto espacial y canalizada hasta el valle. Las aguas residuales que se llevaban los desechos corporales se vertían directamente en el mar, mientras que el agua que llevaba las remesas de nucleoplasma se dirigía al foso de lagos de congregación que rodeaban la base de la montaña.
    El vehículo cruzó una carretera elevada de seis kilómetros que salvaba los lagos. Los motiles alienígenas permanecían de pie en su jaula. Los gruesos tallos sensoriales del interior de la burbuja transparente que había encima de sus trajes estaban girados de modo que los dos ojos observaban los rebaños que iban apareciendo. Bajo ellos, las superficies de los lagos hervían, al tiempo que decenas de miles de motiles se congregaban y arqueaban unos contra otros. Todavía no habían madurado del todo y sus cuerpos eran traslúcidos en parte, con grandes glóbulos de células base agrupados alrededor de miembros y torsos, como si estuvieran rodeados por una gelatina llena de grumos. Unas grandes tuberías vertían un torrente de líquido perezoso en cada lago: agua saturada de células base que se criaban en una gigantesca serie de tinajas situadas en el extremo oriental del valle. Al borde de los lagos, los motiles ayudaban a los recién formados a salir del agua. Después les acoplaban unos módulos de transmisión a sus receptores nerviosos, lo que permitía que MontañadelaLuzdelaMañana llenara sus cerebros con sus rutinas de pensamiento y sus órdenes. En la amplia plataforma de hormigón que rodeaba los lagos, los rebaños formaban largas filas a la espera de que los recogieran los vehículos que los llevarían a su destino laboral. Cada día se transportaba más de un millón de motiles por todo el territorio de MontañadelaLuzdelaMañana.
    En la base del edificio de la montaña se abrió una puerta alta en la pared de piedra y hormigón con aspecto de acantilado y el vehículo se metió dentro. Era la zona de investigación principal, donde las unidades de inmotiles habían construido instalaciones para explorar todas las disciplinas científicas. A los motiles alienígenas los pusieron en el laboratorio de guerra química, donde los sellaron en una celda que tenía un sistema de ventilación independiente. A su alrededor se conectaron campos de fuerza capaces de soportar estallidos de megatones.
    La celda era una habitación amplia y rectangular que medía unos cincuenta metros de largo, estaba hecha de plástico de alta densidad y completamente aislada. MontañadelaLuzdelaMañana había instalado un montón de equipo de reconocimiento en el interior, desde escáneres que podían revisar a las criaturas enteras, hasta módulos de análisis que podían cribar su estructura celular molécula por molécula. Había unos rediles donde podían encerrarlos entre examen y examen, cubículos transparentes de tres metros de lado que contenían agua, varios fardos de comida y receptáculos para los excrementos. La luz estaba formada por todo el espectro solar.
    Una pared de la celda estaba hecha de una lámina de cristal transparente. Tres inmotiles descansaban al otro lado, sentados sobre estanques de agua oscura, disfrutando de una ligera llovizna que jugueteaba sobre su piel. Uno de ellos tenía a un motil apretado contra él, alimentándolo. Todos ellos podían observar a los alienígenas sin intermediarios, con sus propios ojos, a medida que supervisaban el proceso del examen.
    MontañadelaLuzdelaMañana dobló los tallos sensoriales para poder observar a los motiles alienígenas cuando entraron en el laboratorio. Pareció algo mutuo. Los motiles alienígenas se acercaron con sus bandazos al muro de cristal y se quedaron mirando a los inmotiles.
    La prioridad de MontañadelaLuzdelaMañana era establecer un interfaz neuronal con los motiles alienígenas para poder determinar qué tipo de amenaza suponían sus inmotiles para los primos. Y para hacerlo tenía que descubrir la naturaleza de sus receptores nerviosos. Una vez establecido eso, podría fabricar una unidad de interfaz artificial y darles órdenes de forma directa, como había hecho con un sinfín de millones de motiles capturados en los otros territorios primos. Después drenaría sus recuerdos, que absorbería MontañadelaLuzdelaMañana para poder ver con exactitud a qué se estaba enfrentando.
    Ocho motiles soldado, con armadura completa, se encontraban en la celda con los alienígenas, junto con ocho motiles normales. MontañadelaLuzdelaMañana les ordenó a los soldados que sujetaran a los motiles alienígenas mientras sus motiles les conectaban varios sensores. Los motiles alienígenas lucharon un momento cuando los agarraron. Las emisiones electromagnéticas de sus trajes comenzaron de nuevo. MontañadelaLuzdelaMañana intentó hacer una transmisión con las mismas frecuencias para ordenarles que se quedaran quietos. Fue en vano.
    Aunque había unas interferencias considerables, los sensores pudieron trazar un mapa de la distribución básica del traje. Su composición era un polímero avanzado capaz de cambiar de forma con varios filamentos entrelazados para controlar la temperatura. La atmósfera del interior de la burbuja superior era de oxígeno y nitrógeno, regenerada por varios módulos pequeños de diseño enigmático. Lo más sorprendente eran los complejos patrones electrónicos que cubrían toda la superficie y que indicaban la existencia de muchos componentes. MontañadelaLuzdelaMañana no entendía por qué algo tan sencillo como un traje presurizado requería tantos circuitos de control.
    Les ordenó a los motiles que les quitaran los trajes. Bajo su dirección, aplicaron instrumentos cortantes a la superficie y comenzaron a rasgar la tela. Cuando los motiles alienígenas quedaron expuestos, MontañadelaLuzdelaMañana empezó a oír sonidos extraños que surgían de ellos. Cuando se rompieron las burbujas superiores el sonido llegó a unos niveles extraordinarios, haciendo que los motiles alejaran sus tallos sensoriales para intentar reducirlo. La fuente era el único y grueso tallo sensorial que había en la parte superior de los motiles alienígenas, un orificio que se abría y se cerraba con un aleteo.
    También emitían un hedor tan fuerte que los motiles se estremecieron al notarlo. MontañadelaLuzdelaMañana revisó a toda prisa los sensores de gas tóxico de la celda para ver si era un ataque químico. Había unos nitratos extraños brotando de los motiles alienígenas, pero nada letal. El inmotil comenzó a catalogar su perfil. Aunque sabía que eran alienígenas, eso no lo preparaba del todo para unas cosas tan raras. La piel de las criaturas era de un tono pálido, un blanco rosado, con unas líneas azules y delgadas visibles justo por debajo de la superficie. Unas fibras finas surgían de la piel, al parecer al azar y en diferentes colores que iban desde el castaño al blanco; había grandes trozos de aquella cosa sobre el tallo sensorial y trozos más pequeños entre las piernas. Uno tenía mechones donde los brazos se unían al torso así como una pelusa fina y grisácea en la parte anterior del torso, mientras que el otro no tenía nada de eso. Físicamente también había diferencias, extraños apéndices flácidos que colgaban como bolsas medio vacías, el más grande tenía una trompa diminuta entre las piernas al lado de una especie de sacos externos. MontañadelaLuzdelaMañana no le veía ningún uso práctico a ninguno de los conjuntos.
    Unas líneas de fluido rojo habían comenzado a brotar de la piel, correspondientes con los lugares donde se habían aplicado los instrumentos cortantes. El motil alienígena más pequeño había dejado de usar las piernas para sostenerse y colgaba sin fuerzas entre los brazos de los soldados, mientras que el más grande se agitaba con violencia. Continuó emitiendo los curiosos sonidos cuando vertió un agua amarilla por la minitrompa.
    Los motiles recogieron muestras del fluido rojo y del agua amarilla del suelo de la celda. Al motil alienígena que se había quedado inerte lo colocaron en un gran escáner. La imagen que llegó al interior de MontañadelaLuzdelaMañana era tremendamente compleja, el motil alienígena estaba repleto de órganos. Los pulmones, el corazón y el estómago eran obvios, pero no se podía imaginar para qué eran la mitad de los otros. La estructura ósea era extraña y dejaba partes del torso sin protección, aunque el sistema de articulaciones era innovador. Lo más interesante era la ubicación del cerebro, que en realidad estaba dentro del tallo sensorial. MontañadelaLuzdelaMañana movió el foco del escáner para intentar rastrear los nervios hasta una membrana receptora. Por mucho que lo intentó, no la encontró. La mayor parte de los nervios dejaba el cerebro y viajaba por el grueso hueso segmentado que recorría el torso, pero todos se bifurcaban por una red tributaria que estaba distribuida por todas las bandas musculares y la fina piel. ¿Era posible que toda la piel fuera un receptor nervioso? Entonces MontañadelaLuzdelaMañana observó las hebras de conductores orgánicos que se entrelazaban por ella. Muchas estaban integradas en los nervios, sobre todo alrededor de los asideros divididos en cinco segmentos que había al final de los brazos. MontañadelaLuzdelaMañana ya sabía qué buscar y por tanto hizo un examen más detallado del cerebro. Un racimo de diminutos componentes electrónicos anidaba en el interior del cuerpo, en la base del cerebro, con una multitud de hebras conjuntivas que los unían al nervio grande.
    Sacaron del escáner al motil alienígena inerte y colocaron dentro al activo. Los soldados tuvieron que sujetarlo mientras las bulbosas puntas del mecanismo se movían sobre él. Donde no había hueso bajo la piel, la carne se inclinaba hacia el interior al aproximarse las sondas. La criatura empezó a hacer ruido otra vez, un estridente estallido de sonido de alta frecuencia cada vez que aumentaba la presión de la punta. MontañadelaLuzdelaMañana retiró una punta y luego volvió a empujarla. El alienígena volvió a generar aquel sonido. Era una correlación interesante, pero MontañadelaLuzdelaMañana no entendía por qué hacía eso.
    El motil alienígena más grande tenía una red parecida de conductores orgánicos y componentes electrónicos incrustados en el cuerpo. MontañadelaLuzdelaMañana recordaba la cibernética de los alienígenas primos, que fusionaban máquinas con cuerpos, pero lo utilizaban todo para amplificar las funciones físicas. Los mecanismos de los alienígenas no parecían tener un propósito externo, estaban unidos al cerebro, pero nada más, no eran eslabones de una cadena. El problema de MontañadelaLuzdelaMañana era que no tenía mucha experiencia con los sistemas de microelectrónica. Producía procesadores sencillos que le ayudaban a gobernar su tecnología, pero era su mente la que dirigía siempre el funcionamiento de cualquier maquinaria compleja con las rutinas apropiadas de pensamiento a través de sus conexiones nerviosas. La automatización no era un concepto conocido, un setenta por ciento de la capacidad cerebral de su grupo se dedicaba a controlar la tecnología, desde conducir un simple vehículo a regular el flujo de plasma en los reactores de fusión. No había muchas máquinas independientes dentro de sus territorios. Las más avanzadas eran los misiles transportados por las naves espaciales que no podían albergar a un inmotil. Utilizaban procesadores que tenían instrucciones algorítmicas flexibles a las que se les daban órdenes concretas justo antes del lanzamiento. Aparte de eso, MontañadelaLuzdelaMañana lo dirigía todo. Las máquinas servían a la vida, como no podía ser de otro modo.
    MontañadelaLuzdelaMañana ordenó a los soldados que soltasen al motil alienígena. Aunque tenía un equipo capaz de analizar los procesadores que había en el interior de los alienígenas, estaba todo en los laboratorios de física. Se envió una serie de instrucciones a los motiles. Estos comenzaron a desmantelar las unidades apropiadas, listas para transferirlas a la celda segura. Entretanto, el inmotil les pidió a los motiles que extrajeran todos los procesadores de los trajes presurizados mientras él observaba a los alienígenas.
    Los soldados habían colocado a los dos en sus rediles. El más grande había doblado las piernas, de modo que descansaba en el suelo. Estaba dando golpes con el asidero en la pared que lo separaba del alienígena más pequeño, que seguía inerte y vertiendo fluido rojo en el suelo. Cada pocos minutos generaba un ruido. El grueso tallo sensorial de la parte superior giraba y se quedaba mirando otra vez a los tres inmotiles de MontañadelaLuzdelaMañana. Movía ambos brazos y los asideros tomaban formas diferentes en el aire. Hizo lo mismo durante varios minutos y después volvió a hundirse sobre las piernas plegadas. El grueso tallo sensorial se meció sin razón aparente. Al final comenzó a examinar los fardos de comida. Los asideros rompieron unas migajas y se las llevó a los pequeños orificios gemelos que tenía en la parte frontal del grueso tallo sensorial. MontañadelaLuzdelaMañana decidió que debía de haber sensores olfativos dentro de las pequeñas cavidades. Algunas de las migajas quedaron descartadas mientras que otras las sostuvo delante del orificio más grande. Una franja de tejido flexible y húmedo se extendió para tocar las migajas una por una. Las tiró todas al suelo. Después se volvió hacia el cilindro de plástico lleno de agua desalinizada. Después de meter el asidero dentro, se metió uno de los segmentos en el orificio grande. Hubo una corta pausa y después levantó el cilindro de plástico y vertió casi la mitad del agua en el orificio.
    MontañadelaLuzdelaMañana completó el análisis del fluido rojo. Como sospechaba, la sustancia era un nutriente con un alto contenido en oxígeno y proteínas. El agua amarilla parecía ser una defecación de desecho.
    Una hora después, el motil alienígena más pequeño comenzó a moverse. La respuesta del grande fue inmediata. Se acercó a toda prisa a la pared que los separaba y empezó a generar sonidos en estallidos cortos y estridentes. El más pequeño emitía un único sonido largo. Estiró el asidero y lo apretó sobre la larga brecha que tenía en el costado y de donde seguía escapándose el fluido rojo.
    MontañadelaLuzdelaMañana comenzó a preguntarse si no estaría muy dañado. En un primo, una brecha así se sellaría y la carne se entrelazaría a toda prisa. Pero no era lo que parecía estar pasando con el motil alienígena. En lugar de eso, el fluido rojo estaba sufriendo una transformación doble, se estaba coagulando y después cristalizándose en motas oscuras. Al inmotil no le pareció gran cosa como función reparadora integral, si es que era eso.
    El alienígena pequeño mantuvo el cuerpo paralelo al suelo y utilizó los brazos y las piernas para acercarse al cilindro de agua. Ingirió un poco y luego volvió a caer al suelo mientras sus articulaciones perdían parte de la rigidez.
    Llegó el equipo para analizar los procesadores y los motiles de MontañadelaLuzdelaMañana comenzaron a montarlo. Después de varias horas, se conectó y se colocó el primer procesador bajo un amplificador de resonancia de campo. A MontañadelaLuzdelaMañana le asombró la complejidad del mecanismo, que estaba justo al borde de la resolución del amplificador. Había millones de junturas dispuestas en un enrejado tridimensional de cable cuántico y cada hebra era apenas lo bastante grande para transmitir un único electrón. La potencia procesadora que contenía era enorme. Solo con uno de esos ya se podía controlar una salva entera de misiles.
    A MontañadelaLuzdelaMañana le costó muchísimo contener en la mente el mapa entero de junturas, el esfuerzo lo obligó a utilizar los cerebros de una docena de unidades de inmotiles. Solo eso ya fue suficiente para preocuparlo. Era obvio que los alienígenas tenían una tecnología muy poderosa en esos mecanismos. Le intrigaba la razón que los había llevado a desarrollarlos. Estaba claro que, en ese caso, el polímero del traje debía requerir una cantidad desmesurada de control para mantener la forma, era de suponer que algo que estaba muy por encima de la capacidad del cerebro del motil alienígena.
    En otra parte del gigantesco edificio, el taller de electrónica de MontañadelaLuzdelaMañana comenzó a montar un adaptador que podía enchufarse al procesador alienígena. Había varios puntos de interfaz óptico, todo lo que necesitaba en realidad era un módulo que pudiera convertir la salida del procesador en los impulsos nerviosos del inmotil.
    Aunque útil, nada de ello le proporcionaba al inmotil un método para conectarse al cerebro del alienígena. El recuerdo del extraño cuerpo y su sistema nervioso permanecía en su mente, donde podía examinarlo y analizarlo de forma continua. No veía ninguna forma natural de acceder al cerebro. Dado eso y la carencia obvia de capacidad mental (como demostraba la falta de control sobre el traje), MontañadelaLuzdelaMañana empezó a preguntarse si aquellos motiles concretos no pertenecerían a una casta muy baja dentro de la estructura de castas de motiles alienígenas. Bien podían ser mucho menos inteligentes que sus propios motiles, aunque el tamaño parecido del cerebro lo contradecía y los asideros indicaban un alto grado de utilización de herramientas, para lo que necesitarían una aptitud adecuada.
    Los alienígenas, reconoció el inmotil, eran paradójicos en más de una forma.
    Dada la abrumadora necesidad de establecer un control directo sobre el cerebro de un motil alienígena y la única conexión que había encontrado con aquel valioso órgano, al inmotil no le quedaban muchas opciones. Era obvio que el motil alienígena pequeño estaba muy dañado, su pérdida final era inevitable. MontañadelaLuzdelaMañana necesitaba analizar los procesadores electrónicos conectados a su sistema nervioso; si podía establecer algún tipo de interfaz con ellos, tendría acceso al cerebro alienígena.
    Dos motiles soldado llevaron al motil alienígena pequeño a un banco en cuya parte superior se había colocado un equipo de escáner más focalizado. Le colocaron unas abrazaderas alrededor para sujetarlo. Unos chillidos agudos se escapaban del orificio abierto. El motil alienígena más grande aporreaba la pared de su redil con los asideros apretados y emitía también un montón de sonido.
    Los escáneres enfocaron la sección superior del motil alienígena y MontañadelaLuzdelaMañana localizó los sistemas electrónicos arracimados alrededor de la parte superior del canal nervioso principal. Un motil con una herramienta pequeña de corte de precisión comenzó a cortar el tejido intermedio. Las emisiones de ruido del alienígena se incrementaron de inmediato hasta alcanzar un volumen mucho más alto. El fluido rojo nutriente salió a chorros del corte. Aunque el mapa tridimensional de las funciones biológicas del alienígena estaba bastante claro en la mente de MontañadelaLuzdelaMañana, con el órgano bombeador del fluido nutriente latiendo con un ritmo fuerte, el inmotil no había percibido la presión a la que operaba el sistema circulatorio. La herramienta cortante estaba saturada de fluido rojo, que además había rociado la piel del motil. El calor que desprendía era incómodo. El motil tuvo que alejarse y ponerse bajo una pequeña ducha para lavárselo. Un motil diferente se adelantó para continuar la operación.
    El alienígena había dejado de chillar. El orificio emitía un sonido parecido al chasquido de la madera vieja. El cuerpo se tensaba contra las abrazaderas. El fluido rojo continuaba saliendo por el corte. A través del escáner, MontañadelaLuzdelaMañana vio que una serie de impulsos destellaban entre los componentes electrónicos. Toda actividad entre ellos se detuvo. Un momento después, la bomba de circulación se detuvo con una vibración. La actividad eléctrica del cerebro se marchitó.
    MontañadelaLuzdelaMañana le ordenó al motil que reanudara la operación de corte. Al no brotar el fluido rojo era mucho más fácil ir adentrando la herramienta cortante para exponer el grueso canal nervioso. Se insertaron unos asideros de micromanipulación en la abertura que fueron soltando poco a poco los componentes y rompiendo las diminutas y fragilísimas hebras que lo conectaban a las conexiones nerviosas.
    Uno por uno los sometió a análisis detallados. Tres de los mecanismos eran para desviar los impulsos nerviosos hacia la complicada tracería de circuitos orgánicos grabados en la piel del motil alienígena. Uno tenía un transmisor-receptor electromagnético de muy baja potencia incluido. A MontañadelaLuzdelaMañana le alegró el hallazgo, podría eliminar la necesidad de entablar un contacto físico directo con el motil alienígena que quedaba. El último mecanismo era extraño, un enrejado de cristal artificial que tenía propiedades conductoras y un pequeño procesador acoplado. Al inmotil le llevó mucho tiempo comprender su función. El cristal era un sistema de almacenamiento, una versión muy sofisticada de los que utilizaba él para conservar las instrucciones de mando de los misiles. En el caso del alienígena, la carga de información teórica era colosal, podía albergar casi tantos recuerdos como el cerebro de un inmotil. Por desgracia estaba completamente en blanco. Al morir, el motil alienígena debía de haber borrado la información.
    Llegó el adaptador. MontañadelaLuzdelaMañana trabajó deprisa, se conectó al procesador del transmisor-receptor y alimentó el diminuto mecanismo. Un diluvio de impulsos binarios llenó su mente. Utilizó las rutinas de pensamiento que había desarrollado para controlar sus propios procesadores y ejecutó las secuencias a través de ellas, modificándolas de tal modo que pudieran manejar las nuevas disposiciones matemáticas. Al mismo tiempo, observó el mecanismo que tenía el amplificador de resonancia de campo. La serie de números que conformaban las secuencias binarias no tenían mucho sentido, pero el inmotil sí que veía dónde se originaban, de qué uniones procedían. Comenzó a invertir las secuencias con cuidado y vio cuál era el resultado. La mayor parte no tenía efecto alguno, pero de vez en cuando un segmento de toda la secuencia activaba una porción del procesador. Poco a poco fue construyendo una serie de toscas instrucciones de control. El procesador parecía tener muchas reglas operativas integradas en su diseño. Cuando el inmotil consiguió al fin encender el transmisorreceptor, una lista de posibles secuencias de transmisión se puso en modo semiactivo. A base de probar, MontañadelaLuzdelaMañana aprendió a ordenarles que entraran en la sección del transmisor-receptor para poder emitirlas. Aunque las secuencias binarias en sí eran larguísimas y muy complejas, había una lógica elegante en el mecanismo que el inmotil llegó a admirar.
    Después utilizó otro adaptador para conectarse a un segundo procesador. Ese tenía incluso más reglas operativas incluidas. Una vez más, MontañadelaLuzdelaMañana fue abriéndose paso con paciencia a través de las combinaciones y fue conectando funciones que pasaron al modo activo. Su recompensa fue un torrente de información. La más básica era una señal constante que se repetía quinientas veces por segundo. Otras funciones cambiaban la señal de forma minuciosa, aunque los parámetros principales permanecían constantes.
    El inmotil desconectó las funciones de las señales adicionales y pensó en la señal básica durante un buen rato, descartando posibilidades hasta que se dio cuenta de lo que podría ser. Construyó rutinas de pensamiento que examinaron todos los formatos posibles y su recompensa fue un sencillo cubo de doce mil millones de puntos específicos. En ese momento había más de mil unidades de cerebros inmotiles dedicados a interpretar los sistemas electrónicos alienígenas y las secuencias de números binarios que utilizaban. En toda su historia, MontañadelaLuzdelaMañana jamás había dedicado tanto de sí mismo a un único problema. Encendió la primera función adicional y se vio recompensado con una sarta de símbolos que aparecieron en el cubo.
    El motil alienígena restante se había quedado inerte y yacía en el suelo de su redil. Cuando MontañadelaLuzdelaMañana examinó las secuencias de transmisión, una le provocó un espasmo y lo hizo levantar el grueso tallo sensorial. La célula captó una respuesta trasmitida desde el procesador del transmisor-receptor que tenía incrustado, respuesta que el procesador que tenía acoplado MontañadelaLuzdelaMañana reconoció de forma automática. El motil alienígena se levantó y se quedó mirando el equipo que operaban los motiles. Generó un breve ruido y después se volvió hacia los inmotiles. Su procesador de transmisor-receptor transmitió una larga secuencia binaria que duró varios milisegundos. Toda una serie de reglas incorporadas al mecanismo de MontañadelaLuzdelaMañana se activó de repente y se abrieron nuevas conexiones de empalmes a la vez que se cerraban otras. El inmotil observó sin poder hacer nada a través del amplificador de resonancia que la unidad procesadora se apagaba. Todas las rutas de cables cuánticos primarios que componían el enrejado de los empalmes quedaban bloqueadas. Y lo que era peor, las secuencias binarias utilizadas para lograr la orden estaban basadas en números primos, eran lo bastante cortas como para que pudiese evaluarlas. La mayor parte estaba más allá de su capacidad mental y no podía determinarlas. El inmotil no podía invertir las instrucciones.
    En su redil, el motil alienígena estiró un brazo hacia las unidades inmotiles que permanecían sentadas tras la pared de cristal y extendió un único asidero en vertical. MontañadelaLuzdelaMañana sabía reconocer un desafío cuando lo veía, por muy alienígena que fuera la especie. El inmotil utilizó el transmisor que tenía en la celda para reproducir la secuencia que había hecho que el alienígena sufriera un espasmo y se levantara. No hubo respuesta.
    En el cubo visualizado empezaron a aparecer símbolos nuevos y diferentes cuando MontañadelaLuzdelaMañana conectó más funciones señalizadoras. Por lo menos eso no había quedado afectado por la transmisión del motil alienígena. Pero sin saber qué funciones representaban en realidad los símbolos, el inmotil no podía empezar a traducir. Las oportunidades de establecer una comunicación con el alienígena se habían reducido de una forma considerable.
    El inmotil revisó sus opciones, que cada vez eran menores. Solo quedaban dos fuentes de información sobre los inmotiles alienígenas y lo que estaba pasando fuera del sistema estelar primo: el cerebro del motil alienígena y el almacén de información electrónica. MontañadelaLuzdelaMañana tenía pruebas claras de que el motil alienígena se resistiría a cualquier intento de establecer contacto y de extraerle información del cerebro. Y el motil alienígena más pequeño había borrado de inmediato su almacén de información en cuanto se había dado cuenta de lo que estaba pasando. Lo lógico era pensar que la información contenida dentro del mecanismo de almacenamiento era valiosa.
    Un motil soldado levantó el brazo y le disparó al motil alienígena a través de la parte superior del grueso tallo sensorial con un proyectil cinético de alta velocidad. El fluido rojo, fibras pegajosas de cerebro y astillas de hueso explotaron por todo el redil y salpicaron las paredes transparentes.
    Colocaron al segundo motil alienígena muerto en el banco de trabajo, bajo el escáner focalizado. Lo sujetaron unas abrazaderas mientras MontañadelaLuzdelaMañana localizaba los sistemas electrónicos incrustados bajo el cerebro. Estaban todos intactos, el motil soldado había apuntado a la perfección. Los motiles comenzaron la extracción.
    Esa vez, el almacén de información electrónica estaba casi lleno.
    La investigación preliminar de MontañadelaLuzdelaMañana reveló que el acceso a la información estaba protegido por reglas incorporadas, que requerían secuencias de activación incluso más complejas que las que se habían utilizado para desconectar el procesador del transmisor-receptor.
    El diminuto mecanismo se transfirió al laboratorio de electrónica y se colocó dentro de un detector de interfaz cuántico. Se tardó mucho tiempo en leer la información almacenada bloque por bloque, pero semanas más tarde la secuencia entera se incorporó a la memoria de MontañadelaLuzdelaMañana.
    Al mismo tiempo que se leía, el inmotil había estado experimentando con los canales de entrada del mecanismo borrado del motil alienígena más pequeño. El propósito general era bastante simple, los impulsos nerviosos de los órganos sensoriales primarios del alienígena se transformaban en secuencias binarias, comprimidas por una serie de algoritmos, y se insertaban en el enrejado de almacenamiento. Contenía una grabación de todo lo que el alienígena había percibido.
    MontañadelaLuzdelaMañana derivó una elaborada rutina de pensamiento que revertiría el proceso de compresión y transformación y convertiría de nuevo la información analizada en impulsos nerviosos analógicos. Aplicó la rutina a la información del alienígena y permitió que los datos resultantes fluyeran por el cerebro de un único inmotil. La unidad estaba aislada del grupo de MontañadelaLuzdelaMañana por una serie de sellos de seguridad por si salía algo mal y las rutinas de pensamiento alienígenas empezaban a filtrarse y contaminar al grupo.
    
    Dudley Bose luchó entre las garras de los monstruos acorazados mientras la hoja reluciente atravesaba el traje espacial y perforaba tanto el plástico contrachapado como su nalga derecha. La punta fue rasgando el traje y atravesándole la carne con una agonizante línea de fuego. Dolor. ¡Dolor!
    MontañadelaLuzdelaMañana quiso echar la cabeza hacia atrás y gritar cuando el impulso nervioso desconocido atravesó con la violencia de un rayo cincuenta mil cerebros conectados. La conmoción paralizó al grupo de inmotiles cuando los monstruos desnudos y cubiertos de babas les arrancaron y quitaron las envolturas y les infligieron heridas brutales en el vientre y las piernas. El inmotil quería retorcerse y soltarse, pero las piernas no le funcionaban. Apartó el recuerdo del pensamiento consciente y lo dejó arrinconado en el pasado. Se hizo más soportable a medida que los sistemas de seguridad redujeron la intensidad de los impulsos que transmitían al grupo principal. Las branquias de entrada a los pulmones de MontañadelaLuzdelaMañana aletearon al unísono por todos sus claustros circulares cuando tomó aliento con una sacudida. Miles de millones de motiles inmóviles de todo el territorio volvieron a orientarse y reanudaron sus tareas. Sobre el mundo natal primo, en la órbita, las naves de MontañadelaLuzdelaMañana regresaron a sus trayectorias de vuelo y la maquinaria industrial que digería los escombros de los asteroides eructó y reajustó sus módulos de refinamiento.
    Dolor. Qué concepto tan extraordinario. Los motiles e inmotiles primos tenían sentidos táctiles básicos en la piel que percibían la presión y el tacto. Pero eso, eso era una advertencia física a una escala que arrebataba toda racionalidad.
    Claro que, en cierto modo tenía sentido. Los humanos eran individuales. Por asombroso que fuera, no tenían castas de motiles/inmotiles. Era una civilización de miles de millones de entidades dotadas de inteligencia, y todas en ligero conflicto unas con otras. En algunos casos no tan ligero.
    ›recuerdo ‹La absoluta estupidez e intransigencia de la Junta de la Universidad. Cada mes, Dudley pasaba (¡desperdiciaba!) horas de su valioso tiempo en reuniones con las que no se lograba nada, salvo perpetuar la burocracia y el statu quo. Siempre pasaban por alto a su departamento, siempre lo infradotaban, y siempre lo trataban con condescendencia los departamentos científicos más grandes. Cabrones.
    ›explicar ‹Porque merece la pena. Es la expansión de un conocimiento que se remonta hasta los albores de la era humana. Es ciencia pura, impulsada no por la avaricia, sino por la nobleza.
    ›motivación no comprendida / recuerdo ‹El vicecanciller habló largo y tendido.
    ›vocalización / alienígenas se comunican a través del sonido / autorrecuerdo ‹-¡Que os follen! -chilló el alienígena Bose dentro de su redil mientras Emmanuelle Verbeke yacía atada a la mesa de vivisección, la sangre le salía a chorros de la arteria carótida-. ¡Ojalá os pudráis en el infierno, hijos de puta, cabrones! ¡Os hundiremos en la mierda con una bomba atómica y mataremos a vuestros hijos cuando brillen en la oscuridad! Os borraremos del mapa de todo este puto universo. ¡Ni Dios se acordará de que exististeis!
    ›dios / aliado humano / recuerdo ‹Libros escritos, cientos de ellos, miles, todos a partir de unos cuantos antiguos textos sagrados. Historias de cómo empezó el universo, que su creador envió segmentos de sí mismo al mundo humano para prometer la salvación. Salvación que llegó en muchas formas para muchas alianzas humanas diferentes. Mitología divina que, como científico, Dudley Bose sabía que eran ficción. Como los elfos del bosque, que resultaron ser reales. Los silfen. Qué ironía.
    ›más alienígenas / clasificaciones / recuerdo ‹Cientos de mundos, y todos y cada uno contienen decenas de miles de alienígenas no inteligentes. Al expandirse, la Federación ha descubierto especies inteligentes, cuyo estatus como hostiles o aliadas nunca se pudo determinar del todo. Y un mundo en el que no hay vida, el planeta de la IS.
    ›IS / inmotil humano / explicar ‹No es un inmotil humano. Evolucionó a partir de programas muy sofisticados. Es artificial.
    ›pensamiento humano transferido a la IS / función inmotil / confirmar ‹No, no es eso, no es como vosotros. Algunos humanos descargan sus recuerdos en la IS cuando no quieren rejuvenecer, cuando ya han vivido bastante.
    ›paradoja / explicar ‹No puedo. No es algo que yo haría jamás. No todas las personas somos iguales, todos tenemos motivaciones diferentes.
    ›implicación de la IS en el vuelo de la nave estelar / recuerdo ‹Recuerdos lejanos de artículos de periódicos que se desdibujan y convierten en uno. Políticos que discuten sobre la financiación del vuelo. Nigel Sheldon en una entrevista; la vicepresidenta Elaine Doi afirmando que la IS apoyaba la empresa, quería saber más sobre las barreras. Nunca confirmado directamente, porque la IS nunca hablaba con humanos individuales, al menos no con Dudley Bose.
    ›clarificación de estado / inclusión en el vuelo / recuerdo ‹Cuando vio el cerco pasó de ser nadie a ser alguien en un solo instante. Triunfo seguido por meses de pensamientos confusos sobre los esfuerzos hechos; se había abierto camino paso a paso hasta que lo seleccionaron y pudo formar parte de la tripulación del Segunda Oportunidad. Le sorprendió el grado de determinación y maniobras políticas que llegó a llevar a cabo, la supresión de toda conciencia.
    ›implicación de primos alienígenas / explicar ‹Jamás había oído hablar de ellos. Jamás había oído hablar de vosotros antes de que se eliminara la barrera. Éramos un vuelo de exploración. Solo ciencia.
    ›mensaje de MontañadelaLuzdelaMañana17.735 / explicar ‹Te equivocas, no había ningún alienígena a bordo del Segunda Oportunidad.
    ›paradoja / explicar ‹No había ningún alienígena a bordo. Nuestro hisradar mostró que la barrera seguía intacta alrededor de su estrella.
    ›construcción de barrera / recuerdo ‹Ninguno. Las barreras estaban colocadas antes de que los humanos supieran cómo cruzar el espacio. Los humanos no construyeron la barrera.
    ›federación humana / recuerdo ‹Cientos de mundos unidos por agujeros de gusano. Mundos de tierra, agua y atmósfera, mundos cálidos con cielos vacíos y despejados. Mundos en los que se podría desarrollar la vida prima. Tantos mundos que la terrible presión y conflictos que afligen los territorios de los inmotiles cesarían de inmediato si quedaran a disposición de los primos.
    ›agujeros de gusano / recuerdo ‹Distorsiones del espacio-tiempo que podían reducir la distancia y dejarla en nada. Se podían hacer grandes o pequeños. El método de transporte definitivo. El método definitivo de comunicación; con las unidades de inmotiles de todo el espacio interplanetario e interestelar unidas a través de agujeros de gusano, jamás habría divergencias. Con agujeros de gusano, MontañadelaLuzdelaMañana podría extenderse por toda la galaxia, con unidades que ocuparían cada sistema estelar. Jamás moriría, nadie podría arrebatarle la supremacía.
    ›construcción de agujero de gusano / explicar ‹No conozco los detalles técnicos para crear materia exótica, pero las ecuaciones son fundamentales.
    ›ubicación de federación / memoria ‹Justo en el núcleo de saber en el que se habían convertido los restos del astrónomo de la Universidad de Gralmond, Dudley Bose, el nombre, el tipo espectral y las coordenadas estelares de cada estrella de la Federación resplandecieron como una piedra preciosa.