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Ningún inmotil primo
tenía nombre. Los nombres se derivaban de un sistema de
comunicación completamente diferente a las conexiones por impulsos
nerviosos directos de su especie. Por supuesto que tenían maneras
de identificarse entre sí. Los inmotiles, incluso en su forma de
grupo arracimado, eran sobre todo individuos, un factor que nacía
del territorialismo de su primera historia. Las alianzas entre
ellos se construían y fracturaban con una regularidad digna de
confianza durante la época previa a la mecanización de su planeta,
cuando hasta las asociaciones más íntimas podían deshacerse en un
santiamén si con otra se podía conseguir alguna ventaja más. En
aquellos tiempos las disputas siempre eran por el tamaño del
territorio y los recursos disponibles, sobre todo por el agua
potable y las tierras de cultivo. Pocas cosas cambiaron durante
varios milenios.
Tras el florecimiento
de la mecanización, la naturaleza de las alianzas fue cambiando al
tener que satisfacer las exigencias de la maquinaria. Aunque las
maniobras y las continuas mareas de alianzas continuaron dándose
según las mismas reglas del engaño y la fuerza.
Había un inmotil que
siempre se las arreglaba para conservar su preeminencia sobre el
resto de su especie. Siempre construía las alianzas más fuertes,
siempre progresaba a costa de otros, siempre mantenía la seguridad
de sus fronteras, siempre era el más astuto. Y en épocas
posteriores se convirtió en el más grande y poderoso de todos.
Aunque carente de nombre, se le podría caracterizar por su
ubicación: MontañadelaLuzdelaMañana, un gran cono de roca y tierra
que había surgido en el centro de un largo valle caracterizado por
unos acantilados escarpados que se alzaban a cientos de metros de
su lecho cenagoso. Tal era el alineamiento de los altos muros, que
los gruesos haces de luz que producían los bordes irregulares solo
barrían el pico central durante la mañana.
Era el lugar perfecto
para establecer el nuevo territorio de un inmotil primo. En el
momento de su fusión, siete u ocho mil años antes de que Cristo
apareciera en la Tierra, había miles, quizá incluso decenas de
miles de inmotiles, servidos y protegidos por sus clanes de
motiles, que ocupaban la zona ecuatorial del planeta. En aquel
entonces eran seres primitivos, criaturas cuya larga secuencia
evolutiva apenas comenzaba a dar fruto. Asentados en trozos de
terreno que protegían con avidez, los inmotiles flexionaban sus
rudimentarios pensamientos para conspirar contra sus vecinos. Los
rebaños de motiles estándar consumían sus propias células base en
los arroyos cenagosos y se ocupaban de la vegetación comestible
mientras que las variantes militares de motiles empezaron a surgir
cuando a los miembros más ágiles y fuertes de cada rebaño de un
inmotil los pusieron a reventarles el cerebro a los rebaños rivales
con palos de madera.
El inmotil progenitor
envió al pequeño subrebaño de doce motiles en busca de algún lugar
donde establecer un nuevo rebaño. Ese tipo de territorio vecino
sería una ventaja para el inmotil fundador; con un origen de
personalidad conjunta, su alianza sería la más fuerte de todas, al
menos los primeros años. Después de un tiempo comenzarían las
divergencias, como siempre.
MontañadelaLuzdelaMañana todavía conservaba
el recuerdo de sí mismo antes de la fusión y de que comenzara el
verdadero pensamiento. El subrebaño se había pasado días bajando
con cuidado por las paredes del valle, esquivando deslizamientos de
rocas y trepando por afloramientos angulosos. Después se apiñaron
para atravesar la jungla que surgía del terreno pantanoso del fondo
del valle. Cada amanecer, una bruma subía por la suntuosa
vegetación, un legado de las lluvias nocturnas que envolvía el aire
y teñía los poderosos rayos de sol de un delicado color naranja
dorado.
Y entonces lo vieron,
un cono simétrico que se alzaba en la tierra que tenían delante,
envuelta en sombras, el único rasgo de todo el valle que iluminaba
el sol y resplandecía con un color esmeralda brillante sobre el
cielo rosado. La luz arrancaba destellos de los arroyuelos
diminutos que corrían por sus costados. Unas motas pequeñas y
negras dibujaban círculos muy por encima de ellos, con las alas
extendidas, disfrutando de las corrientes térmicas, una de las
pocas formas de vida no primas que quedaban en los trópicos del
planeta.
Los cuatro miembros
más grandes del rebaño se apretaron entre sí y permitieron que sus
receptores nerviosos se tocaran para que sus cerebros quedaran
conectados. Sus pensamientos individuales eran prácticamente
idénticos, los simples recuerdos y órdenes facilitados por su
inmotil progenitor, pero al unirse su capacidad decisoria aumentaba
de una forma significativa. Desde que habían llegado al fondo del
valle, no habían encontrado a ningún otro motil ni habían visto
signos de ocupación por parte de otro rebaño. El valle, con sus
difíciles accesos, era fácil de defender y su tamaño era capaz de
sostener a tres o cuatro rebaños. Un inmotil con su rebaño tendría
agua y tierra en abundancia, lo que le proporcionaría una ventaja
estratégica sobre los inmotiles circundantes.
En cuanto a la
ubicación exacta para situar al inmotil... En cada uno de los
motiles dos tallos sensoriales superiores fueron girando para que
todos los ojos pudieran examinar la montaña cónica. Con tantos
arroyos tenía que haber un manantial de algún tipo en la cima. Un
lugar así sería ideal para un inmotil. El agua estaría siempre
limpia, al contrario que aquellos cuyos territorios se apiñaban
junto a los cauces de los ríos y tenían que conformarse con el agua
contaminada que bajaba.
Estaban de acuerdo:
la montaña que estaba inundada de luz. Interrumpieron la conexión
temporal al separarse. Se llamó a los otros ocho miembros del
subrebaño. Los tallos sensoriales superiores se inclinaron para que
los receptores nerviosos pudieran tocarse y se transmitieron las
instrucciones a todos los miembros. Los doce comenzaron a marchar
al unísono hacia la montaña.
Tras cubrir dos
tercios del camino encontraron un gran estanque alimentado por
varios de los arroyos que bajaban gorjeando. Los cuatro motiles
grandes volvieron a fusionar sus pensamientos y examinaron la zona
con su mayor intelecto. Uno de ellos absorbió un poco de agua y
averiguó que en el interior se acumulaba un nivel satisfactorio de
células base primas. Su presencia confirmaba que el lugar sería
idóneo para un inmotil, una vez hechas unas cuantas alteraciones.
Se comunicó una nueva serie de instrucciones a sus compañeros de
rebaño.
El tipo de motil que
había entrado andando en el valle era la variedad más simple que
engendraban los inmotiles y como tal la más adaptable a las tareas
que podía realizar. Tenía un torso con forma de pera y una piel
blanca y cerosa que medía más de un metro de diámetro en la base,
con cuatro crestas ahusadas de piel dura que les recorrían los
flancos en vertical. Esa simetría cuádruple era una constante en la
forma de vida prima. El motil tenía cuatro extremidades inferiores
que le brotaban del extremo de las crestas de piel del borde de la
parte inferior del torso. Cada una de ellas tenía un «hueso» de
apoyo flexible que bajaba por el centro, envuelta en bandas de
tejido muscular que le proporcionaba una amplia autonomía de
movimiento. Cada extremidad terminaba en un pequeño casco o
cartílago duro de color ocre que podía escarbar la tierra o incluso
la madera, aunque no solían trepar a los árboles con
frecuencia.
Del cuerpo surgían
también cuatro brazos que se extendían a sesenta centímetros de las
articulaciones de la cadera. Eran muy parecidos a las patas en
cuanto a tamaño y flexibilidad general, diferían solo en la punta,
que se escindía en un ingenioso dispositivo de pinza cuádruple muy
capaz de partir ramas de tamaño medio. Encima del cuerpo principal
cuatro válvulas con aspecto de agallas que servían para introducir
aire en los pulmones rodeaban la cresta, separadas por espacios
equidistantes. Entre ellas se encontraban los orificios de
alimentación, mini trompas de carne gomosa que tenían cierta
capacidad de movimiento independiente. Los motiles pastaban una
vegetación concreta para absorber los elementos químicos que
contenía, pero, sobre todo absorbían agua saturada con células
base. Ambas cosas se procesaban en un gran estómago doble. Digerían
la papilla a medias antes de regurgitarla para alimentar a otro
inmotil; una vez hecha la digestión completa, los residuos se
excretaban por un único ano situado en la base del cuerpo.
Sobre las agallas y
las bocas, la corona del cuerpo se dividía en cuatro tallos
sensoriales que eran los más flexibles de todos los miembros,
podían doblarse y girar en todas direcciones. En el vértice de los
mismos estaba el delicado receptor nervioso, una fina membrana
permeable a los impulsos que se extendía sobre unos ganglios
abiertos; un poco más abajo estaban los ojos y, después, una
ampolla sensible a la presión que podía detectar ondas de sonido,
un penacho de fibras finas sensibles a los elementos químicos que
olían el aire y un racimo de células táctiles capaces de detectar
la temperatura.
Para este tipo de
criaturas, modificar la zona que rodeaba el estanque para que se
adaptara a sus necesidades era una tarea relativamente sencilla.
Hacía ya mucho tiempo que habían dominado los rudimentos del uso de
herramientas y no tardaron en adaptar las piedras más afiladas y
ciertas partes de corteza dura de los árboles cercanos. Utilizaron
esas herramientas como palas y cucharas, y cavaron un estanque poco
profundo un poco más arriba del estanque principal, después lo
forraron con las piedras que sacaron del suelo excavado.
Una vez completado el
trabajo, los cuatro motiles más grandes se metieron en el estanque
y una vez más unieron sus receptores nerviosos. En esa ocasión, la
unión fue mucho más profunda que una simple conexión de
pensamientos. Después se apretaron bien unos contra otros, listos
para fundirse. El proceso lo desencadenó una lluvia hormonal
interna provocada por la fusión mental. Durante las cinco semanas
siguientes sufrieron una gran metamorfosis. Los cuatro cuerpos
separados fueron fusionándose poco a poco a un nivel celular para
producir una única entidad. Allí donde se tocaba la piel, esta se
ablandaba y fundía, creando así una única cavidad corporal gigante.
En el interior, se fundieron y expandieron los cerebros, una pauta
de transformación seguida por la mayor parte de los órganos más
importantes. Los músculos se limitaron a deshacerse, con lo que
contaron con una fuente de nutrición que alimentó los demás
cambios. Las patas se encogieron hasta que no fueron más que una
serie de bultos sólidos y carnosos que soportaban el peso de aquel
cuerpo nuevo y grande. Los brazos se marchitaron y cayeron, ya no
eran necesarios. Los órganos digestivos se estiraron y extendieron
alrededor del nuevo y único cerebro, como brotes de hiedra que se
enroscan alrededor del tronco de un árbol. Mientras que bajo el
cerebro se producía un nuevo crecimiento. El sistema reproductivo,
que hasta ese momento era naciente, empezó a convertirse en unos
órganos totalmente viables. Solo los tallos sensoriales
permanecieron igual, proporcionándole al cerebro en desarrollo una
impresión dodecágona del mundo que lo rodeaba.
Al final del proceso,
el nuevo inmotil primo, MontañadelaLuzdelaMañana, comenzó a
asegurar su territorio. Los ocho motiles que quedaban iban y venían
de forma continua para alimentar al inmotil con su papilla
regurgitada. Les habían ordenado que se atiborraran de unos tipos
concretos de plantas y que enriquecieran el alimento con ciertos
tipos de vitaminas.
El alimento contenido
en la comida que le proporcionaban desencadenó la ovulación de los
órganos reproductivos de MontañadelaLuzdelaMañana. Su cuerpo
secretó en el agua la primera remesa de cien nucleoplasmas, a los
que permitió bajar flotando hasta el estanque grande. Las células
base comenzaron a congregarse a su alrededor.
Por sí mismas, las
células base primas seguían un ciclo vital parecido al de las
amebas: absorbían el alimento a través de las paredes de sus
membranas y se reproducían por fisión, con lo que seguían siendo
una forma de vida unicelular que poblaba la mayor parte de las vías
fluviales del planeta. Pero también contaban con un ADN para hacer
mucho más que eso. Eran los nucleoplasmas los que iniciaban la
etapa multicelular al liberar sustancias activadoras de las nuevas
secuencias del ADN y desconectar la secuencia de la etapa de ameba.
El racimo de células que rodeaba al nucleoplasma comenzó a cambiar
y desarrollar órganos nuevos que cumplían funciones concretas. Como
cualquier organismo multicelular, las células empezaron a
especializarse. El inmotil tenía cierto control sobre el tipo de
nucleoplasma que gestaba dentro de su sistema reproductivo. Al
controlar de forma consciente la secreción de hormonas que se
introducían en el nucleoplasma, podía dictar el tamaño de varios
órganos y por tanto diseñar la estructura y composición de un
motil. Si hacía falta que hicieran un trabajo pesado, producía una
remesa de nucleoplasmas que congregarían a los motiles más grandes
y fuertes. Cuando se amenazase su territorio, se liberarían
nucleoplasmas para engendrar soldados.
El primer rebaño de
motiles de MontañadelaLuzdelaMañana comenzó a salir del estanque
tres semanas después de la congregación. Los motiles existentes los
guiaron hasta el inmotil, que tocó con sus receptores nerviosos los
de los nuevos. La memoria y las instrucciones destellaron a través
de la membrana permeable a los impulsos y llenaron los cerebros
vírgenes de los motiles con una versión compacta de sus
pensamientos.
Durante las primeras
décadas, MontañadelaLuzdelaMañana dio forma y fortificó su valle.
En aquellos tiempos ya no quedaban muchas formas de vida no primas
en las tierras ecuatoriales. Las que todavía habitaban el valle,
los pájaros y unas cuantas criaturas parecidas a roedores, fueron
cazadas y exterminadas de inmediato, ningún inmotil iba a tolerar
que otra criatura le arrebatara sus recursos. La selva se fue
talando poco a poco, se drenaron los pantanos y se construyó una
red de canales que irrigaban los grandes helechos que comían los
motiles. Extrajeron la piedra y la utilizaron para construir sobre
el inmotil una sencilla cúpula con forma de iglú para que lo
protegiera de los elementos y de los depredadores solitarios que
pudieran llegar de otros territorios. Se abrieron minas para
extraer metal y se utilizó el fuego para forjar bastas puntas de
armas. El estanque donde se congregaban se dragó y revistió de
piedra.
Después de cuarenta y
cinco años de crecimiento sin restricciones,
MontañadelaLuzdelaMañana estaba alcanzando los límites de su
capacidad administrativa. Había más de mil motiles trabajando en el
valle y la supervisión era cada vez más difícil. Se amalgamó un
segundo inmotil para compensar las carencias. Se amplió el estanque
y la cúpula de MontañadelaLuzdelaMañana y cuatro inmotiles se
fusionaron a un par de metros de distancia. Mientras se llevaba a
cabo la fusión, MontañadelaLuzdelaMañana tenía seis de sus
receptores nerviosos unidos a los de los motiles que se estaban
fusionando para introducir sus pensamientos en el cerebro recién
creado y en crecimiento. Cuando todo terminó, los dos estaban
unidos de forma permanente por cuatro receptores nerviosos que
produjeron un dúo de inmotiles con una capacidad mental mucho más
amplia y por tanto capaz de organizar muchos rebaños de
motiles.
Comenzó entonces una
nueva fase de productividad. El valle, una vez cultivado de la
forma adecuada, era capaz de mantener a miles de motiles. Aunque,
para desilusión de MontañadelaLuzdelaMañana, hacían falta casi
todos sus motiles solo para mantener el valle. Treinta y cinco años
más tarde se amalgamó un tercer inmotil al lado del dúo inicial.
Fue más o menos entonces cuando se empezó a comerciar con inmotiles
de territorios circundantes. Se entregaba mineral a cambio del uso
de rebaños de soldados para repeler un territorio que estaba
empezando a invadir la cima de los baluartes del valle. Los
helechos alimenticios se cambiaron por troncos de madera noble que
se podían convertir en mejores palos y lanzas. Se intercambiaron
ideas, y entre ellas la principal fue el concepto de arados y la
rotación de cultivos, traída por inmotiles que vivían a miles de
kilómetros de distancia. Fue el comienzo de la verdadera
agricultura para la civilización prima, y la revolución
consiguiente que siempre introducía la innovación. La cantidad de
productos cultivados por un motil se duplicó en una sola década. Al
ver las posibilidades que abría el concepto, los inmotiles
comenzaron a experimentar, a estudiar cómo crecían las plantas, qué
suelos eran los mejores. El propio MontañadelaLuzdelaMañana fue el
que descubrió la polinización cruzada como método de incrementar el
rendimiento y criar nuevas variedades. Fue el comienzo del método
científico, con todo lo que eso implicaba.
MontañadelaLuzdelaMañana amalgamó su
inmotil número veintinueve una década después de comenzar a sembrar
sus cultivos. Veinte años más tarde, mil años después de que
comenzara su vida en solitario, el número de unidades conectadas al
grupo llegaba a las cuarenta, un ritmo de expansión inaudito. Sus
cerebros unidos estaban repletos de ideas y pensamientos surgidos
de la observación de su universo inmediato y su examen cada vez más
detallado.
Al borde de los
trópicos, los inmotiles primos se adentraban cada vez más en las
tierras templadas, armados con sus nuevos conocimientos y
comprensión de la naturaleza. El fuego hacía posible que cada vez
vivieran más lejos de su clima original. Los edificios con
calefacción, los campos cultivados, los canales, los puentes, las
sierras y las hachas les permitían viajar cada vez más para
establecer territorios aliados.
Como era inevitable,
a medida que comenzaron a entender los principios de la
construcción y la fuerza de los materiales, se desarrollaron
herramientas matemáticas para contribuir a la fabricación. A unas
criaturas que, en esencia, no eran más que un cerebro gigante, las
matemáticas les proporcionaron la primacía, la clave para
entenderlo todo. Se dedicaron a ellas con una devoción casi
religiosa. Ya disponían de todos los elementos para que comenzara
la era mecánica. Y cuando eso ocurrió, el ritmo de cambio fue muy,
muy rápido.
Mil años después,
MontañadelaLuzdelaMañana se había convertido en un grupo de
inmotiles que comprendía a trescientas setenta y dos unidades
separadas. Pocos habían llegado a alcanzar semejante tamaño. Sus
cuerpos individuales habían formado un aro vivo alrededor de la
montaña cónica. El manantial que brotaba en la cima de la montaña
se había canalizado a través de tuberías de arcilla y penetraba en
el edificio de la cima que albergaba al grupo completo de
inmotiles. Vivían dentro de una única sala gigante con un techo
abovedado de cristal que dejaba entrar la luz del sol. Durante la
noche se encendían braseros de hierro para mantener iluminado el
interior del edificio y permitir que el grupo de inmotiles siguiera
trabajando, mandando instrucciones a los rebaños de motiles,
produciendo nucleoplasmas y examinando experimentos y proyectos.
Unos pequeños pulverizadores rociaban a los inmotiles varias veces
al día para mantenerlos limpios. Los productos de desecho se
sacaban a través de una red de alcantarillas que bajaban por la
montaña mientras que unos canales especializados se llevaban las
remesas de nucleoplasmas a la red de lagos donde debían
congregarse, excavados debajo del edificio.
El aire del exterior
seguía lanzando vapor todos los días tras las lluvias nocturnas.
Pero esa neblina se mezclaba también con el humo de los hornos que
se mantenían encendidos de forma permanente.
MontañadelaLuzdelaMañana importaba carbón de varios territorios del
sur, un distrito montañoso donde resultaba difícil cultivar
alimentos. Estaba cultivando también dos de los valles vecinos
después de que una corta serie de guerras barriera a los inmotiles
que solían ocuparlos con sus rebaños. Era difícil controlar una
zona tan grande. Había que actualizar constantemente las
instrucciones de los motiles y estos carecían de la habilidad de
responder a cualquier situación inesperada.
MontañadelaLuzdelaMañana sabía que pronto intentarían invadirlo los
inmotiles de occidente, que estaban preocupados por el tamaño de su
territorio, por no hablar ya de su agresividad. El uso que hacía de
unos explosivos químicos recién desarrollados para destruir
edificios, presas y rebaños de motiles se veía con una alarma
considerable.
Ese fue el año en el
que los primos descubrieron el uso de la electricidad. Mientras
algunos inmotiles estudiaban cómo se podía utilizar la nueva
energía para producir luz, alimentar motores u otras aplicaciones
industriales, MontañadelaLuzdelaMañana investigaba cómo podría
transmitir señales, más concretamente los impulsos neuronales que
intercambiaban los receptores nerviosos. Tardó más de una década,
incluso con una potencia cerebral tan concentrada no era nada fácil
inventar toda una tecnología desde cero. Durante ese tiempo aceptó
derrotas estratégicas, perdió dos valles más y aceptó condiciones
poco favorables para conseguir carbón y otras materias primas de
las que carecía el valle. Lo que desarrolló durante ese intervalo
fueron unos sistemas electrónicos básicos, desde simples resistores
y condensadores hasta lámparas termiónicas. Una vez establecidos
esos principios, se añadió una cámara entera nueva al edificio que
coronaba la montaña, el primer laboratorio electrónico de ese
mundo, con ocho unidades de inmotiles dedicadas exclusivamente a la
instrucción de motiles que montaban los nuevos sistemas y
realizaban experimentos con ellos. A MontañadelaLuzdelaMañana le
llevó otros tres años, pero al fin consiguió enviar señales a un
receptor nervioso. Lo primero fueron los impulsos táctiles
primitivos, como caliente y frío, a lo que les siguió simples
imágenes en blanco y negro de una cámara. Las imágenes fueron una
especie de revelación: aunque siempre podía ver lo que estaba
pasando fuera emplazando a un motil y accediendo a su memoria
visual de los acontecimientos, esos conocimientos siempre eran de
segunda mano y siempre tenía acceso a ellos con retraso. Pero con
la cámara era instantáneo. En cuestión de meses, el valle entero
estaba cercado por cámaras que examinaban de forma constante el
paisaje entero, permitiéndole ver todo su dominio en tiempo real.
Otros cinco años de investigaciones concentradas hicieron avanzar
las transmisiones de señales analógicas hasta un nivel que le
permitió al fin dar instrucciones a un motil por control remoto.
Pasarían décadas hasta que los sistemas electrónicos fueran lo
bastante sofisticados como para transmitir todo un registro de
impulsos de receptores nerviosos, pero esas primeras comunicaciones
a distancia fueron suficientes para darle una inmensa ventaja sobre
los demás inmotiles.
MontañadelaLuzdelaMañana empezó a extender
su territorio una vez más. Rebaños de soldados motiles, armados con
explosivos y cañones rudimentarios, invadieron los dos valles que
había conquistado antes. Los motiles soldado arrastraban tras ellos
largos cables con varios núcleos, con lo que
MontañadelaLuzdelaMañana podía reaccionar al curso de la batalla al
instante, sin que le resultara difícil superar las tácticas de sus
oponentes. A esas primeras victorias les siguió una serie de
rápidos avances por el terreno circundante hasta que sus rebaños
consiguieron establecer un amplio canal de tierra que llevaba
directamente a la zona templada del sur. Los inmotiles restantes
reaccionaron con cautela, sabían que aferrarse a unas zonas tan
grandes de terreno era imposible. Hasta varios meses después no se
dieron cuenta de su error, cuando MontañadelaLuzdelaMañana
consolidó su dominio sobre las tierras que se había anexionado. Con
un agrupamiento que ya consistía en más de tres mil inmotiles
individuales, MontañadelaLuzdelaMañana era capaz de congregar sin
dificultad suficientes rebaños de motiles para ocupar esas tierras
y explotar sus minas y granjas en una operación que controlaba de
forma tan estricta como el valle original. Por primera vez se
obligó a las instalaciones industriales capturadas a entrar en
servicio y aumentar su base de fabricación en relación al tamaño de
su imperio recién creado.
Una vez establecida
una ruta directa que iba desde el valle a las nuevas tierras
templadas, las ambiciones expansionistas de
MontañadelaLuzdelaMañana al fin podían llevarse a cabo. Un torrente
de motiles y maquinaria se despachó al sur para explotar los nuevos
recursos y levantar las torres de conducción eléctrica y los cables
que entrelazaban todo el edificio.
A los inmotiles
restantes les llevó años construir las grandes alianzas que al fin
limitaron el crecimiento de MontañadelaLuzdelaMañana, aunque nunca
se pudo detener por completo. Como ocurre en cualquier imperio,
MontañadelaLuzdelaMañana formó sus propias alianzas para
contrarrestar las rivales.
Cincuenta años
después, todos los inmotiles podían enviar impulsos nerviosos por
medio de cables o redes inalámbricas. Esa evolución, junto con
nuevas y poderosas armas derivadas del creciente conocimiento que
tenían los primos en materia de física y química llevó a una era de
consolidación. Los territorios más pequeños de los inmotiles fueron
invadidos y conquistados por vecinos más poderosos. Los yermos de
las zonas templadas fueron colonizados con explotaciones mineras e
industriales que fueron extendiéndose hasta las regiones polares.
Solo cuando comenzaron a desarrollarse las armas nucleares se
recuperó un cierto equilibrio. Las bombas de fisión y fusión
permitieron que los territorios más pequeños mantuvieran a sus
hermanos mayores a raya con la amenaza de una aniquilación
total.
Los vuelos espaciales
y el establecimiento de colonias fuera del planeta fue el siguiente
paso lógico, un paso al que los primos se dedicaron con vigor.
MontañadelaLuzdelaMañana fue uno de los primeros inmotiles en
enviar naves a diferentes asteroides y planetas para catalogar sus
recursos. Dadas las distancias implicadas, volvió a surgir el viejo
problema de los retrasos en las comunicaciones. Las conexiones
electrónicas directas eran difíciles de sostener, se perdía el
control y sin él los motiles eran totalmente incapaces de responder
a cualquier situación tecnológica. No eran lo bastante listos, así
de sencillo.
Uno de los
agrupamientos de inmotiles más pequeños dio con la solución.
PromontoriodelLagoFrío estaba desesperado por conseguir más
recursos para él y sus rebaños, lo que le hacía estar dispuesto a
innovar mucho más de lo que estaban dispuestos a considerar los
agrupamientos más grandes y conservadores. Amalgamó un nuevo
inmotil separado del grupo principal, utilizando una conexión
electrónica para integrar sus pensamientos. En realidad, el nuevo
inmotil era un gemelo idéntico, aunque más pequeño, de
PromontoriodelLagoFrío. Incluso con el retraso, ambos compartían
los mismos pensamientos, así que no se producían
divergencias.
Se colocó a
PromontoriodelLagoFrío2 en una nave espacial y se envió a un módulo
industrial acoplado a un asteroide. Todos los demás inmotiles
consideraron que la noción de un inmotil móvil era casi un
escándalo. Lo que sí hicieron, sin embargo, fue observar el
experimento con un interés obsesivo. PromontoriodelLagoFrío2
supervisó los procesos de extracción del mineral y la subsiguiente
construcción de una sección que serviría como alojamiento. Pero lo
más importante era que mantenía la conexión con
PromontoriodelLagoFrío, que permanecía en el planeta y por tanto
seguía formando parte de la mente del grupo. Los recursos minerales
y el metal extraído en el asteroide se enviaban al territorio que
PromontoriodelLagoFrío tenía en el planeta. Los inmotiles
mantuvieron sus bases en el planeta, pero enviaron unidades de sí
mismos por todo el sistema solar. Era una raza espacial de
proporciones colosales. Los territorios se extendieron y
absorbieron secciones inmensas de los otros dos planetas sólidos y
lunas enteras de gigantes de gas. Fueron inevitables los brotes de
disidencia cuando las guerras y los conflictos en las fronteras del
espacio cortaron las comunicaciones vitales con el planeta y varias
unidades de inmotiles se independizaron de sus grupos originales.
En muchos casos, eso fue causa de conflictos cuando los inmotiles
planetarios intentaron recuperar el control de los territorios
espaciales que habían perdido. El ritmo de expansión de la
civilización prima por el sistema solar jamás llegó a ser
exponencial. Harían falta milenios para ocupar y utilizar todos los
recursos que orbitaban alrededor de la estrella, pero lo cierto era
que los agrupamientos de inmotiles eran criaturas que podían vivir
para siempre y muchos de ellos estaban haciendo planes a muy largo
plazo.
MontañadelaLuzdelaMañana construyó la
primera nave interestelar en una de sus bases de asteroides de la
órbita superior. Era un navío con motor de fusión. Los primos, con
sus procesos lógicos de pensamiento y su investigación científica
basada en la observación, carecían de la capacidad mental para
especular demasiado sobre un concepto como la VSL. Con
MontañadelaLuzdelaMañana8658 a bordo de la nave estelar, el aparato
partió hacia la estrella más cercana, a tres años y medio luz de
distancia. Se suponía que era una misión de reconocimiento y que
enviaría información sobre los planetas que había disponibles y si
era posible su explotación. MontañadelaLuzdelaMañana sabía que no
podría controlar a MontañadelaLuzdelaMañana8658 una vez que la nave
estuviera fuera del sistema solar primo, pero había restringido
aposta la maquinaria que se había colocado a bordo de la nave
estelar, para negarle a MontañadelaLuzdelaMañana8658 la posibilidad
de establecer cualquier tipo de colonia tecnológica. Con eso ya
debería haberse asegurado que MontañadelaLuzdelaMañana8658 se
limitaba a examinar el sistema y regresaba.
MontañadelaLuzdelaMañana no sabía muy bien qué uso podría darle a
otro sistema estelar, pero no podía pasar por alto las futuras
posibilidades. Saber lo que había allí le ayudaría a determinar qué
podía hacer con las otras estrellas. Existía la remota posibilidad
de que si los recursos de su propio sistema estelar se agotaban por
completo, él quizá podría trasladarse a un planeta totalmente
nuevo, un planeta sin ningún otro grupo de inmotiles con el que
competir.
Lo único que no se
esperaba MontañadelaLuzdelaMañana, ni ningún otro inmotil primo,
era la posibilidad de encontrarse con una especie alienígena. Al
fin habían exterminado al resto de la vida animal del mundo natal
primo durante la última expansión por las tierras templadas. No
pensaban en términos de otras inteligencias. Cuando
MontañadelaLuzdelaMañana8658 deceleró para entrar en el sistema,
encontró una extensa civilización que ocupaba el cuarto planeta
sólido. Por desgracia para los nativos del segundo sistema estelar,
pertenecían a una especie benigna que progresaba por medio de la
cooperación. Físicamente hablando, eran trisimétricos, más pequeños
y débiles que un motil primo. También eran individuos.
La nave estelar quizá
no tuviera ningún sistema de manufacturación a bordo, pero, desde
luego tenía armas. MontañadelaLuzdelaMañana8658 sometió a una
inmensa zona del nuevo planeta bombardeándolos desde la órbita con
armas cinéticas y nucleares y requisó lo que quedaba de la base
industrial de los alienígenas. Dio comienzo a un extenso proyecto
de investigación que lo primero que hizo fue examinar a las propias
criaturas trisimétricas. Había muchas cosas que
MontañadelaLuzdelaMañana8658 podía aprender, conceptos e ideas que
lo alarmaban e intrigaban a la vez. La comunicación por medio de
sonidos. La reproducción vía óvulos fertilizados. La biología en
general y la genética en particular, un campo que le proporcionó
una perspectiva asombrosa sobre sí mismo. Los primos jamás habían
realizado investigaciones sobre su fisiología y naturaleza, jamás
habían sentido esa necesidad. La ficción, eso sí que era raro. El
arte. El entretenimiento. Todo eso eran distracciones absurdas para
un primo.
MontañadelaLuzdelaMañana8658 empezó a
construir su nuevo territorio alrededor del lugar donde había
aterrizado la nave estelar e incorporó las nuevas ideas que
ofrecían los alienígenas a sus conceptos tradicionales. A los
supervivientes alienígenas se les trató como a motiles y se les
reclutó para ayudarles a construir el territorio. Tres años más
tarde llegó la siguiente nave estelar prima, enviada por un inmotil
diferente. El tiroteo que se produjo devastó la mitad del
continente en el que se había asentado MontañadelaLuzdelaMañana
8658. Ninguno de los inmotiles resultó dañado. Se avinieron a
aliarse y se dividieron el planeta.
A
MontañadelaLuzdelaMañana no le sorprendió que su primera nave
estelar no regresara. Los viajes interestelares eran los grandes
desconocidos y esperaba muchos reveses. Ya se estaban construyendo
muchas naves estelares para anticiparse a esa situación. Las naves
enviadas por otros inmotiles tampoco habían regresado. Se
perfeccionaron los diseños de las naves y se lanzaron nuevas
misiones. El vacío que quedaba entre las estrellas se las tragó
todas.
Después de casi un
siglo de vuelos estelares, y veintiocho naves enviadas a la
estrella más cercana, los primos por fin vieron regresar a una. Era
la nave mejor armada que habían construido y la primera que contaba
con la defensa de un campo de fuerza. MontañadelaLuzdelaMañana
había encabezado una alianza de tres de los inmotiles más poderosos
para poder construir aquel gigante. Solo su devastadora potencia de
fuego había garantizado su supervivencia cuando le había atacado un
enjambre de naves de guerra nada más llegar. La nave de los primos
se las había arreglado para capturar una gran parte de los restos
de uno de los atacantes. La información que contenía dejó
horrorizado a todo el sistema natal de los primos. Los inmotiles
que controlaban las primeras naves estelares no solo se habían
independizado, sino que al parecer habían incorporado conceptos
alienígenas a su tecnología. Lo más alarmante de todo era el uso de
la nueva ciencia de la genética. Estaban modificando sus cuerpos,
estaban combinándose con rasgos alienígenas para «mejorarse». Sus
motiles eran más listos y fuertes, capaces de tomar decisiones
complejas, mientras que los inmotiles estaban introduciendo
refinamiento tras refinamiento en su estructura neuronal, haciendo
progresar su capacidad de pensamiento mucho más allá de su estado
natural. También estaban utilizando máquinas para complementar las
funciones corporales, las añadiduras cibernéticas permitían el
movimiento de los inmotiles e incluso su separación del hogar
grupal. Estaban evolucionando de forma artificial y se estaban
separando de los primos puros. Se convertirían en rivales y su
nueva naturaleza les daría una ventaja que a los primos originales
les resultaría imposible superar.
El descubrimiento
unió a todo el sistema solar primo, que formó una sola alianza. Se
construyó una flota de naves de guerra que se despachó al otro lado
del vacío para aniquilar a sus enemigos. Le siguió una segunda
flota, más grande. Y una tercera, la más grande de todas.
Como respuesta, las
naves alienígenas primas se abalanzaron sobre el sistema natal
primo armados con unas armas terribles. Antes de que las
destruyeran, los territorios habitables del planeta sólido más
externo habían quedado completamente aniquilados junto con todas
las colonias industriales que rodeaban el primer gigante gaseoso.
Cientos de naves primas se sacrificaron en su defensa.
Y entonces ocurrió,
se utilizó el arma más extraña de todas. Los primos alienígenas
enemigos establecieron un campo de fuerza alrededor de todo el
sistema estelar. No había nada que pudiera penetrar en él, ni armas
nucleares ni interferencias de campos cuánticos. Era inmune a todo
aquello con lo que lo pudiera golpearlo la ciencia prima.
MontañadelaLuzdelaMañana y todos los demás quedaron atrapados
dentro, mientras que los inmotiles alienígenas primos quedaron
libres para extenderse y contagiar todo el universo. No había nada
que los primos originales pudieran hacer, salvo reparar el daño
provocado en su civilización, expandir sus territorios por los
planetoides gélidos exteriores, investigar la creación de nuevas
armas, y esperar.
Mil ciento ochenta y
dos años más tarde, el campo de fuerza se desvaneció con la misma
brusquedad con la que había aparecido.
Los satélites de
sensores exteriores de MontañadelaLuzdelaMañana detectaron
fluctuaciones en su estructura cuántica, fluctuaciones que
provocaron ondas en la superficie durante casi una hora antes de
que el campo al fin perdiera cohesión. Casi de inmediato, todos los
inmotiles estaban lanzando naves espaciales desde los territorios
de sus asteroides y planetas, por todo el sistema primo. Aceleraron
todo lo que pudieron con la intención de salir de los límites
previos del campo antes de que volviera a restablecerse. Las ocho
naves que MontañadelaLuzdelaMañana mantenía preparadas de forma
permanente para tal eventualidad fueron de las primeras en
despegar.
Una vez completada
esa primera acción, MontañadelaLuzdelaMañana y sus aliados
aplicaron los sensores y comenzaron un registro exhaustivo del
espacio más allá de los límites del campo. Justo delante
encontraron una enorme estructura esférica que rotaba, una
estructura de veinticinco mil kilómetros de diámetro que dibujaba
una órbita a lo largo de la eclíptica. Era más grande que su mundo
natal, pero apenas tenía masa, así que no podía ser un planeta. Sin
embargo emitía en todos los espectros concebibles y tenía una
signatura cuántica completamente alienígena. Se despacharon varias
naves para investigarlo.
Lo más extraño de
todo era que no había señal alguna de los primos alienígenas. Se
levantaron todas las defensas alrededor de todos los territorios
planetarios y espaciales, listas para lo que sería un ataque
inminente. Pero ningún tipo de arma las puso a prueba. No había
nada. Todas las alianzas combinaron la información enviada por sus
sensores. Todo permanecía en blanco.
MontañadelaLuzdelaMañana no sabía muy bien
cómo debía proceder. Había hecho planes para lo que él consideraba
cada eventualidad cuando se eliminara el campo de fuerza. Podía
luchar y huir, tenía una magnífica alianza lista para construir una
flota capaz de exterminar toda la vida alienígena prima de la
segunda estrella y cualquier otro sitio que hubiera corrompido. Que
los alienígenas primos no hicieran nada lo estaba confundiendo de
una forma considerable.
Sus telescopios más
potentes se enfocaron a toda prisa sobre la estrella vecina en
busca de alguna pista sobre sus actividades. Y fue entonces cuando
se llevaron la sorpresa más grande de todas. Un campo de fuerza
había rodeado también el sistema alienígena primo.
Ninguno de los
inmotiles había considerado jamás que podría haber una segunda vida
alienígena, una raza que fuera más poderosa que los primos. Aceptar
ese concepto era aterrador. No hicieron nada salvo mirar las
estrellas recién expuestas con una sensación considerable de
angustia. Se despacharon todavía más naves hacia el exterior en un
frenético intento de establecer vida prima en nuevos mundos, donde
las barreras no pudieran aprisionarlos.
Cuatro días después
de que se desvaneciera el campo de fuerza, los sensores espaciales
más sofisticados que poseía MontañadelaLuzdelaMañana informaron de
una alteración cuántica muy poco habitual que barría el sistema. El
efecto viajaba más rápido que la velocidad de la luz.
MontañadelaLuzdelaMañana consideró que semejante acontecimiento
podría señalar la llegada de los alienígenas que habían creado el
campo de fuerza. El efecto no se repitió, lo que lo dejó
deliberando cómo debía responder: advertir a los otros y formar una
gran alianza para enfrentarse a los atacantes o intentar su propia
evacuación.
MontañadelaLuzdelaMañana seguía
considerando sus opciones cuando sus sensores normales le mostraron
que había comenzado una batalla entre naves de IsladelMarTemplado y
MesetadeRocadelSur, cerca de un grupo de bases de asteroides.
Incluso en ese momento, cuando las alianzas primas sabían que
tenían que cooperar para enfrentarse a su enemigo, los viejos
conflictos seguían causando estragos. La expansión había sido
masiva durante los últimos cien años y los recursos del sistema
estelar primo eran ya muy escasos. La presión a la que se veían
sometidos los territorios individuales era mayor de lo que lo había
sido jamás. Durante los dos últimos siglos, a
MontañadelaLuzdelaMañana le había preocupado cada vez más que los
inmotiles terminaran librando una guerra irreversible y al final se
exterminaran entre sí. Era una preocupación bastante común. Y como
consecuencia, los inmotiles habían dirigido cada vez más esfuerzos
a la construcción y acumulación de armas.
Casi un día después,
miles de sensores que orbitaban alrededor del mundo natal captaron
una emisión de microondas que provenía de un punto situado más allá
del segundo gigante de gas. La señal era cruda y utilizaba patrones
que se habían desarrollado para enviar mensajes mucho antes de que
apareciera el campo de fuerza. Una breve secuencia de
identificación reveló que el remitente era
MontañadelaLuzdelaMañana17.735, que había estado a bordo de una de
las primeras naves estelares que visitaron la estrella alienígena
prima y que nunca regresaron. El contenido del mensaje era corto y
sencillo: «Son alienígenas, hay muchos y son peligrosos.
Destruidlos.»
El mensaje se repitió
diez veces y luego terminó. MontañadelaLuzdelaMañana estaba
confuso. ¿Cómo había sobrevivido tanto tiempo
MontañadelaLuzdelaMañana17.735? ¿Qué estaba haciendo en una nave
alienígena? ¿Por qué era tan corto el mensaje? Tampoco era que le
quedaran muchas opciones. Otros inmotiles ya estaban ordenándoles a
sus naves que investigaran. MontañadelaLuzdelaMañana envió
instrucciones a sus agrupamientos auxiliares de las lunas del
segundo gigante de gas. Se enviaron cuatro de sus naves más
poderosas, que tomaron un rumbo de interceptación.
Varias alianzas se
rompieron y se formaron otras nuevas cuando las primeras ocho naves
se acercaron al alienígena. Los inmotiles no se ponían de acuerdo
sobre el modo de enfrentarse a la situación. Algunos querían
capturar a los alienígenas y su nave, otros preferían seguir el
consejo de MontañadelaLuzdelaMañana17.735 y exterminar al
invasor.
El alienígena empezó
a transmitirles señales a las naves primas cuando se acercaron a
él. Eran incomprensibles, ningún inmotil podía entenderlas. Se
dispararon misiles cuando las alianzas entraron en conflicto sobre
el modo de proceder.
Con la primera nave
prima acercándose a toda velocidad y disparando una salva de
misiles, el alienígena se desvaneció en medio de de un enorme
estallido de distorsión espacial.
La nave de transporte
que cubría la ruta entre la superficie y la órbita descendió en
vertical a través de la atmósfera inferior del mundo natal primo.
Era una gran forma cónica despuntada, aunque no hacía mucho uso de
la aerodinámica para aterrizar. Tenía ocho cohetes de fusión,
colocados alrededor del borde de la base, que expulsaban unos
chorros delgados de plasma incandescente que alcanzaban los dos
kilómetros de longitud. Entre todos producían cero coma nueve de
gravedad prima, lo que permitía que la nave bajara con suavidad
hacia la costa.
El vapor comenzó a
dibujar un torbellino en la superficie del mar cuando las puntas
oscilantes del plasma hendieron el agua. A los pocos segundos, una
tempestad semiesférica de vapor radiante salía disparada del
epicentro, como un hongo nuclear aplastado. Cuando la nave se
hundió en el frente tormentoso supersónico, se conectaron los
campos de fuerza para proteger el fuselaje del torbellino que
estaba creando. Los cohetes de fusión murieron cuando la nave se
encontraba a solo unos metros de la superficie humeante y su base
cónica se posó en el agua hirviente con un chapoteo y un suave
topetazo.
Se acercaron los
remolcadores y llevaron a la nave espacial a los muelles y las
zonas de carga que se extendían a lo largo de más de ciento
cincuenta kilómetros de costa. Era el puerto espacial principal del
planeta, MontañadelaLuzdelaMañana lo había construido para
gestionar los cargamentos que se trasladaban entre el planeta y los
territorios que tenían fuera del mismo. Cada año llegaban y salían
miles de vuelos que vertían calor y un contaminante levemente
radiactivo en el medioambiente local. Ya no crecía nada en ciento
cincuenta kilómetros a la redonda del puerto especial, ni cultivos
ni hierbas de ningún tipo, lo que convertía la tierra que había
tras la costa en un desierto de suelo empapado y sin vida. Hasta el
mar estaba muerto, una extensión picada de agua gris con una gruesa
superficie de espuma ocre.
Una vez que atracó la
nave, un subrebaño de motiles soldado subió a bordo. Eran un poco
más pequeños que los motiles estándar, con mejor vista y oído;
también se podían mover más rápido y tenían una mayor agilidad,
aunque carecían de resistencia a largo plazo. Encerrados en una
armadura oscura, medían dos metros y medio y unos sensores
electrónicos complementaban los naturales; además, la fuerza de sus
miembros estaba optimizada de forma mecánica. Cada brazo sujetaba
algún tipo de arma. Conectados directamente por medio de microondas
con MontañadelaLuzdelaMañana, los soldados se acercaron a los dos
cautivos motiles alienígenas bípedos con una cautela considerable.
El inmotil no estaba seguro del potencial de las criaturas así que
estaba tomando todas las precauciones posibles. El compartimento en
el que los habían confinado estaba bien protegido y los habían
sometido a una observación constante durante todo el vuelo de
regreso del asteroide donde había estado acechando su nave.
Físicamente hablando no habían hecho nada, habían permanecido casi
inmóviles durante todo el tiempo. Pero sus trajes habían estado
emitiendo esos extraños impulsos de microondas casi de
continuo.
Cuando los motiles
soldado entraron en el compartimento, las dos criaturas se
irguieron. MontañadelaLuzdelaMañana observó el proceso con un
interés considerable. Doblaron las patas por el medio e impulsaron
la masa principal hacia arriba. No parecían tener problemas para
ponerse en pie mientras continuaban guardando el equilibrio sobre
solo dos patas. Los trajes volvían a emitir una amplia variedad de
emisiones electromagnéticas, los impulsos cortos y rápidos
habituales. MontañadelaLuzdelaMañana hizo caso omiso y les dijo a
los soldados que cargaran a los dos motiles alienígenas en el
vehículo de tierra que los esperaba. Cuando el subrebaño se
adelantó para cogerlos, el más alto de los dos blandió las
extremidades superiores del torso, apartó de un golpe las tenazas e
intentó escapar corriendo. Podía moverse con una velocidad
sorprendente, pero los soldados estaban preparados y levantaron el
cuerpo del suelo a pesar de que no dejaba de retorcerse, después lo
bajaron por la rampa y lo introdujeron en el vehículo de tierra que
los esperaba. El segundo motil alienígena, algo más pequeño, no
ofreció resistencia cuando lo arrastraron detrás. A los dos los
metieron en la jaula. Un campo de fuerza parpadeó alrededor de la
red.
MontañadelaLuzdelaMañana condujo el
vehículo por la carretera que conectaba el puerto espacial con su
valle original. Unas nubes largas y negras hervían sobre ellos,
como hacían sin cesar en aquellos tiempos. La lluvia azotaba la
superficie de metal y piedra de la carretera, agua cálida saturada
de partículas de hollín. La ruta estaba flanqueada por edificios de
plástico endurecido que protegía la maquinaria manufacturera de la
lluvia ácida. Unos grandes vehículos iban y venían entre ellos,
transportando los componentes de un lado a otro. Rebaño tras rebaño
de motiles trabajaban alrededor de los enormes bloques de
maquinaria industrial, revisándola y reparándola. Ya no vivían
tanto como dos mil años atrás, sobre todo en el puerto espacial y
en sus alrededores. Muchos de ellos tenían llagas y costras
moteándoles la piel por culpa de las quemaduras de la radiación
fría. Los miembros les temblaban con frecuencia y se les agitaban a
causa del daño que la fuerte contaminación por metal infligía en
sus sistemas nerviosos. Comían en unos abrevaderos que llenaban con
un fango nutritivo parecido a la melaza que se procesaba en
fábricas de alimentos repartidas por las granjas del territorio.
Los tallos sensoriales sufrían constantes espasmos nerviosos y la
recepción visual era pobre ya que estaban degradados por los
agentes irritantes del aire que derramaban las refinerías.
En las montañas,
detrás del paisaje industrial, donde la radiactividad se reducía de
forma considerable, los campos cubrían todas las laderas con una
pátina invariable y monótona de color verde grisáceo. Las plantas
luchaban por salir del suelo fino y arenoso, obligadas a llevar una
vida hiperactiva por los fertilizantes químicos que extendían por
las terrazas los motiles agricultores y los vehículos oruga. Se
habían erradicado todas las plantas silvestres del planeta, que
habían tenido que ceder su valiosa tierra al intenso cultivo
agrícola, vital para alimentar a los miles de millones de
motiles.
Cuando el vehículo
que trasladaba a los motiles alienígenas se metió en la accidentada
carretera que llevaba al valle original de
MontañadelaLuzdelaMañana, pasó por el campo de fuerza más potente
del planeta, capaz de desviar asaltos nucleares y haces de rayos.
La lluvia golpeaba la resplandeciente planicie de energía y bajaba
en riachuelos que se alejaban por los escarpados baluartes de
granito. La luz todavía iluminaba el valle por la mañana, aunque ya
solo era un crepúsculo gris y maltratado que se filtraba por las
capas de niebla y humo que cubrían todo el planeta. Por la noche,
la contaminación iluminaba el cielo con un color caqui funerario y
fluorescente provocado por el inmenso enrejado de motores de fusión
que encerraban el mundo.
Por delante del
vehículo, la montaña cónica se alzaba sobre el valle. Era el hogar
de más de cincuenta mil unidades de inmotiles y todavía seguía
siendo el auténtico corazón de MontañadelaLuzdelaMañana, aunque
había agrupamientos que salpicaban todo el planeta, conectados con
él a través de líneas terrestres seguras. La montaña había sido
transformada en un único edificio donde cada inmotil anidaba en el
centro de su propia cámara. Ninguno de ellos entraba ya en contacto
físico con los motiles, todos los receptores nerviosos del tallo
sensorial estaban conectados por medio de una red electrónica que
los unía en masa con los rebaños además de con cada segmento
mecánico de su territorio. Una batería de unidades concentradas
encaramadas a los baluartes del valle extendía la presencia del
gigantesco grupo de inmotiles por todo el sistema estelar. Bajo el
suelo del edificio, la montaña estaba horadada de cañerías y
cloacas. Los inmotiles se bañaban con una suave ducha de agua
limpia producida en las plantas de desalinización situadas al norte
del puerto espacial y canalizada hasta el valle. Las aguas
residuales que se llevaban los desechos corporales se vertían
directamente en el mar, mientras que el agua que llevaba las
remesas de nucleoplasma se dirigía al foso de lagos de congregación
que rodeaban la base de la montaña.
El vehículo cruzó una
carretera elevada de seis kilómetros que salvaba los lagos. Los
motiles alienígenas permanecían de pie en su jaula. Los gruesos
tallos sensoriales del interior de la burbuja transparente que
había encima de sus trajes estaban girados de modo que los dos ojos
observaban los rebaños que iban apareciendo. Bajo ellos, las
superficies de los lagos hervían, al tiempo que decenas de miles de
motiles se congregaban y arqueaban unos contra otros. Todavía no
habían madurado del todo y sus cuerpos eran traslúcidos en parte,
con grandes glóbulos de células base agrupados alrededor de
miembros y torsos, como si estuvieran rodeados por una gelatina
llena de grumos. Unas grandes tuberías vertían un torrente de
líquido perezoso en cada lago: agua saturada de células base que se
criaban en una gigantesca serie de tinajas situadas en el extremo
oriental del valle. Al borde de los lagos, los motiles ayudaban a
los recién formados a salir del agua. Después les acoplaban unos
módulos de transmisión a sus receptores nerviosos, lo que permitía
que MontañadelaLuzdelaMañana llenara sus cerebros con sus rutinas
de pensamiento y sus órdenes. En la amplia plataforma de hormigón
que rodeaba los lagos, los rebaños formaban largas filas a la
espera de que los recogieran los vehículos que los llevarían a su
destino laboral. Cada día se transportaba más de un millón de
motiles por todo el territorio de MontañadelaLuzdelaMañana.
En la base del
edificio de la montaña se abrió una puerta alta en la pared de
piedra y hormigón con aspecto de acantilado y el vehículo se metió
dentro. Era la zona de investigación principal, donde las unidades
de inmotiles habían construido instalaciones para explorar todas
las disciplinas científicas. A los motiles alienígenas los pusieron
en el laboratorio de guerra química, donde los sellaron en una
celda que tenía un sistema de ventilación independiente. A su
alrededor se conectaron campos de fuerza capaces de soportar
estallidos de megatones.
La celda era una
habitación amplia y rectangular que medía unos cincuenta metros de
largo, estaba hecha de plástico de alta densidad y completamente
aislada. MontañadelaLuzdelaMañana había instalado un montón de
equipo de reconocimiento en el interior, desde escáneres que podían
revisar a las criaturas enteras, hasta módulos de análisis que
podían cribar su estructura celular molécula por molécula. Había
unos rediles donde podían encerrarlos entre examen y examen,
cubículos transparentes de tres metros de lado que contenían agua,
varios fardos de comida y receptáculos para los excrementos. La luz
estaba formada por todo el espectro solar.
Una pared de la celda
estaba hecha de una lámina de cristal transparente. Tres inmotiles
descansaban al otro lado, sentados sobre estanques de agua oscura,
disfrutando de una ligera llovizna que jugueteaba sobre su piel.
Uno de ellos tenía a un motil apretado contra él, alimentándolo.
Todos ellos podían observar a los alienígenas sin intermediarios,
con sus propios ojos, a medida que supervisaban el proceso del
examen.
MontañadelaLuzdelaMañana dobló los tallos
sensoriales para poder observar a los motiles alienígenas cuando
entraron en el laboratorio. Pareció algo mutuo. Los motiles
alienígenas se acercaron con sus bandazos al muro de cristal y se
quedaron mirando a los inmotiles.
La prioridad de
MontañadelaLuzdelaMañana era establecer un interfaz neuronal con
los motiles alienígenas para poder determinar qué tipo de amenaza
suponían sus inmotiles para los primos. Y para hacerlo tenía que
descubrir la naturaleza de sus receptores nerviosos. Una vez
establecido eso, podría fabricar una unidad de interfaz artificial
y darles órdenes de forma directa, como había hecho con un sinfín
de millones de motiles capturados en los otros territorios primos.
Después drenaría sus recuerdos, que absorbería
MontañadelaLuzdelaMañana para poder ver con exactitud a qué se
estaba enfrentando.
Ocho motiles soldado,
con armadura completa, se encontraban en la celda con los
alienígenas, junto con ocho motiles normales.
MontañadelaLuzdelaMañana les ordenó a los soldados que sujetaran a
los motiles alienígenas mientras sus motiles les conectaban varios
sensores. Los motiles alienígenas lucharon un momento cuando los
agarraron. Las emisiones electromagnéticas de sus trajes comenzaron
de nuevo. MontañadelaLuzdelaMañana intentó hacer una transmisión
con las mismas frecuencias para ordenarles que se quedaran quietos.
Fue en vano.
Aunque había unas
interferencias considerables, los sensores pudieron trazar un mapa
de la distribución básica del traje. Su composición era un polímero
avanzado capaz de cambiar de forma con varios filamentos
entrelazados para controlar la temperatura. La atmósfera del
interior de la burbuja superior era de oxígeno y nitrógeno,
regenerada por varios módulos pequeños de diseño enigmático. Lo más
sorprendente eran los complejos patrones electrónicos que cubrían
toda la superficie y que indicaban la existencia de muchos
componentes. MontañadelaLuzdelaMañana no entendía por qué algo tan
sencillo como un traje presurizado requería tantos circuitos de
control.
Les ordenó a los
motiles que les quitaran los trajes. Bajo su dirección, aplicaron
instrumentos cortantes a la superficie y comenzaron a rasgar la
tela. Cuando los motiles alienígenas quedaron expuestos,
MontañadelaLuzdelaMañana empezó a oír sonidos extraños que surgían
de ellos. Cuando se rompieron las burbujas superiores el sonido
llegó a unos niveles extraordinarios, haciendo que los motiles
alejaran sus tallos sensoriales para intentar reducirlo. La fuente
era el único y grueso tallo sensorial que había en la parte
superior de los motiles alienígenas, un orificio que se abría y se
cerraba con un aleteo.
También emitían un
hedor tan fuerte que los motiles se estremecieron al notarlo.
MontañadelaLuzdelaMañana revisó a toda prisa los sensores de gas
tóxico de la celda para ver si era un ataque químico. Había unos
nitratos extraños brotando de los motiles alienígenas, pero nada
letal. El inmotil comenzó a catalogar su perfil. Aunque sabía que
eran alienígenas, eso no lo preparaba del todo para unas cosas tan
raras. La piel de las criaturas era de un tono pálido, un blanco
rosado, con unas líneas azules y delgadas visibles justo por debajo
de la superficie. Unas fibras finas surgían de la piel, al parecer
al azar y en diferentes colores que iban desde el castaño al
blanco; había grandes trozos de aquella cosa sobre el tallo
sensorial y trozos más pequeños entre las piernas. Uno tenía
mechones donde los brazos se unían al torso así como una pelusa
fina y grisácea en la parte anterior del torso, mientras que el
otro no tenía nada de eso. Físicamente también había diferencias,
extraños apéndices flácidos que colgaban como bolsas medio vacías,
el más grande tenía una trompa diminuta entre las piernas al lado
de una especie de sacos externos. MontañadelaLuzdelaMañana no le
veía ningún uso práctico a ninguno de los conjuntos.
Unas líneas de fluido
rojo habían comenzado a brotar de la piel, correspondientes con los
lugares donde se habían aplicado los instrumentos cortantes. El
motil alienígena más pequeño había dejado de usar las piernas para
sostenerse y colgaba sin fuerzas entre los brazos de los soldados,
mientras que el más grande se agitaba con violencia. Continuó
emitiendo los curiosos sonidos cuando vertió un agua amarilla por
la minitrompa.
Los motiles
recogieron muestras del fluido rojo y del agua amarilla del suelo
de la celda. Al motil alienígena que se había quedado inerte lo
colocaron en un gran escáner. La imagen que llegó al interior de
MontañadelaLuzdelaMañana era tremendamente compleja, el motil
alienígena estaba repleto de órganos. Los pulmones, el corazón y el
estómago eran obvios, pero no se podía imaginar para qué eran la
mitad de los otros. La estructura ósea era extraña y dejaba partes
del torso sin protección, aunque el sistema de articulaciones era
innovador. Lo más interesante era la ubicación del cerebro, que en
realidad estaba dentro del tallo sensorial.
MontañadelaLuzdelaMañana movió el foco del escáner para intentar
rastrear los nervios hasta una membrana receptora. Por mucho que lo
intentó, no la encontró. La mayor parte de los nervios dejaba el
cerebro y viajaba por el grueso hueso segmentado que recorría el
torso, pero todos se bifurcaban por una red tributaria que estaba
distribuida por todas las bandas musculares y la fina piel. ¿Era
posible que toda la piel fuera un receptor nervioso? Entonces
MontañadelaLuzdelaMañana observó las hebras de conductores
orgánicos que se entrelazaban por ella. Muchas estaban integradas
en los nervios, sobre todo alrededor de los asideros divididos en
cinco segmentos que había al final de los brazos.
MontañadelaLuzdelaMañana ya sabía qué buscar y por tanto hizo un
examen más detallado del cerebro. Un racimo de diminutos
componentes electrónicos anidaba en el interior del cuerpo, en la
base del cerebro, con una multitud de hebras conjuntivas que los
unían al nervio grande.
Sacaron del escáner
al motil alienígena inerte y colocaron dentro al activo. Los
soldados tuvieron que sujetarlo mientras las bulbosas puntas del
mecanismo se movían sobre él. Donde no había hueso bajo la piel, la
carne se inclinaba hacia el interior al aproximarse las sondas. La
criatura empezó a hacer ruido otra vez, un estridente estallido de
sonido de alta frecuencia cada vez que aumentaba la presión de la
punta. MontañadelaLuzdelaMañana retiró una punta y luego volvió a
empujarla. El alienígena volvió a generar aquel sonido. Era una
correlación interesante, pero MontañadelaLuzdelaMañana no entendía
por qué hacía eso.
El motil alienígena
más grande tenía una red parecida de conductores orgánicos y
componentes electrónicos incrustados en el cuerpo.
MontañadelaLuzdelaMañana recordaba la cibernética de los
alienígenas primos, que fusionaban máquinas con cuerpos, pero lo
utilizaban todo para amplificar las funciones físicas. Los
mecanismos de los alienígenas no parecían tener un propósito
externo, estaban unidos al cerebro, pero nada más, no eran
eslabones de una cadena. El problema de MontañadelaLuzdelaMañana
era que no tenía mucha experiencia con los sistemas de
microelectrónica. Producía procesadores sencillos que le ayudaban a
gobernar su tecnología, pero era su mente la que dirigía siempre el
funcionamiento de cualquier maquinaria compleja con las rutinas
apropiadas de pensamiento a través de sus conexiones nerviosas. La
automatización no era un concepto conocido, un setenta por ciento
de la capacidad cerebral de su grupo se dedicaba a controlar la
tecnología, desde conducir un simple vehículo a regular el flujo de
plasma en los reactores de fusión. No había muchas máquinas
independientes dentro de sus territorios. Las más avanzadas eran
los misiles transportados por las naves espaciales que no podían
albergar a un inmotil. Utilizaban procesadores que tenían
instrucciones algorítmicas flexibles a las que se les daban órdenes
concretas justo antes del lanzamiento. Aparte de eso,
MontañadelaLuzdelaMañana lo dirigía todo. Las máquinas servían a la
vida, como no podía ser de otro modo.
MontañadelaLuzdelaMañana ordenó a los
soldados que soltasen al motil alienígena. Aunque tenía un equipo
capaz de analizar los procesadores que había en el interior de los
alienígenas, estaba todo en los laboratorios de física. Se envió
una serie de instrucciones a los motiles. Estos comenzaron a
desmantelar las unidades apropiadas, listas para transferirlas a la
celda segura. Entretanto, el inmotil les pidió a los motiles que
extrajeran todos los procesadores de los trajes presurizados
mientras él observaba a los alienígenas.
Los soldados habían
colocado a los dos en sus rediles. El más grande había doblado las
piernas, de modo que descansaba en el suelo. Estaba dando golpes
con el asidero en la pared que lo separaba del alienígena más
pequeño, que seguía inerte y vertiendo fluido rojo en el suelo.
Cada pocos minutos generaba un ruido. El grueso tallo sensorial de
la parte superior giraba y se quedaba mirando otra vez a los tres
inmotiles de MontañadelaLuzdelaMañana. Movía ambos brazos y los
asideros tomaban formas diferentes en el aire. Hizo lo mismo
durante varios minutos y después volvió a hundirse sobre las
piernas plegadas. El grueso tallo sensorial se meció sin razón
aparente. Al final comenzó a examinar los fardos de comida. Los
asideros rompieron unas migajas y se las llevó a los pequeños
orificios gemelos que tenía en la parte frontal del grueso tallo
sensorial. MontañadelaLuzdelaMañana decidió que debía de haber
sensores olfativos dentro de las pequeñas cavidades. Algunas de las
migajas quedaron descartadas mientras que otras las sostuvo delante
del orificio más grande. Una franja de tejido flexible y húmedo se
extendió para tocar las migajas una por una. Las tiró todas al
suelo. Después se volvió hacia el cilindro de plástico lleno de
agua desalinizada. Después de meter el asidero dentro, se metió uno
de los segmentos en el orificio grande. Hubo una corta pausa y
después levantó el cilindro de plástico y vertió casi la mitad del
agua en el orificio.
MontañadelaLuzdelaMañana completó el
análisis del fluido rojo. Como sospechaba, la sustancia era un
nutriente con un alto contenido en oxígeno y proteínas. El agua
amarilla parecía ser una defecación de desecho.
Una hora después, el
motil alienígena más pequeño comenzó a moverse. La respuesta del
grande fue inmediata. Se acercó a toda prisa a la pared que los
separaba y empezó a generar sonidos en estallidos cortos y
estridentes. El más pequeño emitía un único sonido largo. Estiró el
asidero y lo apretó sobre la larga brecha que tenía en el costado y
de donde seguía escapándose el fluido rojo.
MontañadelaLuzdelaMañana comenzó a
preguntarse si no estaría muy dañado. En un primo, una brecha así
se sellaría y la carne se entrelazaría a toda prisa. Pero no era lo
que parecía estar pasando con el motil alienígena. En lugar de eso,
el fluido rojo estaba sufriendo una transformación doble, se estaba
coagulando y después cristalizándose en motas oscuras. Al inmotil
no le pareció gran cosa como función reparadora integral, si es que
era eso.
El alienígena pequeño
mantuvo el cuerpo paralelo al suelo y utilizó los brazos y las
piernas para acercarse al cilindro de agua. Ingirió un poco y luego
volvió a caer al suelo mientras sus articulaciones perdían parte de
la rigidez.
Llegó el equipo para
analizar los procesadores y los motiles de MontañadelaLuzdelaMañana
comenzaron a montarlo. Después de varias horas, se conectó y se
colocó el primer procesador bajo un amplificador de resonancia de
campo. A MontañadelaLuzdelaMañana le asombró la complejidad del
mecanismo, que estaba justo al borde de la resolución del
amplificador. Había millones de junturas dispuestas en un enrejado
tridimensional de cable cuántico y cada hebra era apenas lo
bastante grande para transmitir un único electrón. La potencia
procesadora que contenía era enorme. Solo con uno de esos ya se
podía controlar una salva entera de misiles.
A
MontañadelaLuzdelaMañana le costó muchísimo contener en la mente el
mapa entero de junturas, el esfuerzo lo obligó a utilizar los
cerebros de una docena de unidades de inmotiles. Solo eso ya fue
suficiente para preocuparlo. Era obvio que los alienígenas tenían
una tecnología muy poderosa en esos mecanismos. Le intrigaba la
razón que los había llevado a desarrollarlos. Estaba claro que, en
ese caso, el polímero del traje debía requerir una cantidad
desmesurada de control para mantener la forma, era de suponer que
algo que estaba muy por encima de la capacidad del cerebro del
motil alienígena.
En otra parte del
gigantesco edificio, el taller de electrónica de
MontañadelaLuzdelaMañana comenzó a montar un adaptador que podía
enchufarse al procesador alienígena. Había varios puntos de
interfaz óptico, todo lo que necesitaba en realidad era un módulo
que pudiera convertir la salida del procesador en los impulsos
nerviosos del inmotil.
Aunque útil, nada de
ello le proporcionaba al inmotil un método para conectarse al
cerebro del alienígena. El recuerdo del extraño cuerpo y su sistema
nervioso permanecía en su mente, donde podía examinarlo y
analizarlo de forma continua. No veía ninguna forma natural de
acceder al cerebro. Dado eso y la carencia obvia de capacidad
mental (como demostraba la falta de control sobre el traje),
MontañadelaLuzdelaMañana empezó a preguntarse si aquellos motiles
concretos no pertenecerían a una casta muy baja dentro de la
estructura de castas de motiles alienígenas. Bien podían ser mucho
menos inteligentes que sus propios motiles, aunque el tamaño
parecido del cerebro lo contradecía y los asideros indicaban un
alto grado de utilización de herramientas, para lo que necesitarían
una aptitud adecuada.
Los alienígenas,
reconoció el inmotil, eran paradójicos en más de una forma.
Dada la abrumadora
necesidad de establecer un control directo sobre el cerebro de un
motil alienígena y la única conexión que había encontrado con aquel
valioso órgano, al inmotil no le quedaban muchas opciones. Era
obvio que el motil alienígena pequeño estaba muy dañado, su pérdida
final era inevitable. MontañadelaLuzdelaMañana necesitaba analizar
los procesadores electrónicos conectados a su sistema nervioso; si
podía establecer algún tipo de interfaz con ellos, tendría acceso
al cerebro alienígena.
Dos motiles soldado
llevaron al motil alienígena pequeño a un banco en cuya parte
superior se había colocado un equipo de escáner más focalizado. Le
colocaron unas abrazaderas alrededor para sujetarlo. Unos chillidos
agudos se escapaban del orificio abierto. El motil alienígena más
grande aporreaba la pared de su redil con los asideros apretados y
emitía también un montón de sonido.
Los escáneres
enfocaron la sección superior del motil alienígena y
MontañadelaLuzdelaMañana localizó los sistemas electrónicos
arracimados alrededor de la parte superior del canal nervioso
principal. Un motil con una herramienta pequeña de corte de
precisión comenzó a cortar el tejido intermedio. Las emisiones de
ruido del alienígena se incrementaron de inmediato hasta alcanzar
un volumen mucho más alto. El fluido rojo nutriente salió a chorros
del corte. Aunque el mapa tridimensional de las funciones
biológicas del alienígena estaba bastante claro en la mente de
MontañadelaLuzdelaMañana, con el órgano bombeador del fluido
nutriente latiendo con un ritmo fuerte, el inmotil no había
percibido la presión a la que operaba el sistema circulatorio. La
herramienta cortante estaba saturada de fluido rojo, que además
había rociado la piel del motil. El calor que desprendía era
incómodo. El motil tuvo que alejarse y ponerse bajo una pequeña
ducha para lavárselo. Un motil diferente se adelantó para continuar
la operación.
El alienígena había
dejado de chillar. El orificio emitía un sonido parecido al
chasquido de la madera vieja. El cuerpo se tensaba contra las
abrazaderas. El fluido rojo continuaba saliendo por el corte. A
través del escáner, MontañadelaLuzdelaMañana vio que una serie de
impulsos destellaban entre los componentes electrónicos. Toda
actividad entre ellos se detuvo. Un momento después, la bomba de
circulación se detuvo con una vibración. La actividad eléctrica del
cerebro se marchitó.
MontañadelaLuzdelaMañana le ordenó al motil
que reanudara la operación de corte. Al no brotar el fluido rojo
era mucho más fácil ir adentrando la herramienta cortante para
exponer el grueso canal nervioso. Se insertaron unos asideros de
micromanipulación en la abertura que fueron soltando poco a poco
los componentes y rompiendo las diminutas y fragilísimas hebras que
lo conectaban a las conexiones nerviosas.
Uno por uno los
sometió a análisis detallados. Tres de los mecanismos eran para
desviar los impulsos nerviosos hacia la complicada tracería de
circuitos orgánicos grabados en la piel del motil alienígena. Uno
tenía un transmisor-receptor electromagnético de muy baja potencia
incluido. A MontañadelaLuzdelaMañana le alegró el hallazgo, podría
eliminar la necesidad de entablar un contacto físico directo con el
motil alienígena que quedaba. El último mecanismo era extraño, un
enrejado de cristal artificial que tenía propiedades conductoras y
un pequeño procesador acoplado. Al inmotil le llevó mucho tiempo
comprender su función. El cristal era un sistema de almacenamiento,
una versión muy sofisticada de los que utilizaba él para conservar
las instrucciones de mando de los misiles. En el caso del
alienígena, la carga de información teórica era colosal, podía
albergar casi tantos recuerdos como el cerebro de un inmotil. Por
desgracia estaba completamente en blanco. Al morir, el motil
alienígena debía de haber borrado la información.
Llegó el adaptador.
MontañadelaLuzdelaMañana trabajó deprisa, se conectó al procesador
del transmisor-receptor y alimentó el diminuto mecanismo. Un
diluvio de impulsos binarios llenó su mente. Utilizó las rutinas de
pensamiento que había desarrollado para controlar sus propios
procesadores y ejecutó las secuencias a través de ellas,
modificándolas de tal modo que pudieran manejar las nuevas
disposiciones matemáticas. Al mismo tiempo, observó el mecanismo
que tenía el amplificador de resonancia de campo. La serie de
números que conformaban las secuencias binarias no tenían mucho
sentido, pero el inmotil sí que veía dónde se originaban, de qué
uniones procedían. Comenzó a invertir las secuencias con cuidado y
vio cuál era el resultado. La mayor parte no tenía efecto alguno,
pero de vez en cuando un segmento de toda la secuencia activaba una
porción del procesador. Poco a poco fue construyendo una serie de
toscas instrucciones de control. El procesador parecía tener muchas
reglas operativas integradas en su diseño. Cuando el inmotil
consiguió al fin encender el transmisorreceptor, una lista de
posibles secuencias de transmisión se puso en modo semiactivo. A
base de probar, MontañadelaLuzdelaMañana aprendió a ordenarles que
entraran en la sección del transmisor-receptor para poder
emitirlas. Aunque las secuencias binarias en sí eran larguísimas y
muy complejas, había una lógica elegante en el mecanismo que el
inmotil llegó a admirar.
Después utilizó otro
adaptador para conectarse a un segundo procesador. Ese tenía
incluso más reglas operativas incluidas. Una vez más,
MontañadelaLuzdelaMañana fue abriéndose paso con paciencia a través
de las combinaciones y fue conectando funciones que pasaron al modo
activo. Su recompensa fue un torrente de información. La más básica
era una señal constante que se repetía quinientas veces por
segundo. Otras funciones cambiaban la señal de forma minuciosa,
aunque los parámetros principales permanecían constantes.
El inmotil desconectó
las funciones de las señales adicionales y pensó en la señal básica
durante un buen rato, descartando posibilidades hasta que se dio
cuenta de lo que podría ser. Construyó rutinas de pensamiento que
examinaron todos los formatos posibles y su recompensa fue un
sencillo cubo de doce mil millones de puntos específicos. En ese
momento había más de mil unidades de cerebros inmotiles dedicados a
interpretar los sistemas electrónicos alienígenas y las secuencias
de números binarios que utilizaban. En toda su historia,
MontañadelaLuzdelaMañana jamás había dedicado tanto de sí mismo a
un único problema. Encendió la primera función adicional y se vio
recompensado con una sarta de símbolos que aparecieron en el
cubo.
El motil alienígena
restante se había quedado inerte y yacía en el suelo de su redil.
Cuando MontañadelaLuzdelaMañana examinó las secuencias de
transmisión, una le provocó un espasmo y lo hizo levantar el grueso
tallo sensorial. La célula captó una respuesta trasmitida desde el
procesador del transmisor-receptor que tenía incrustado, respuesta
que el procesador que tenía acoplado MontañadelaLuzdelaMañana
reconoció de forma automática. El motil alienígena se levantó y se
quedó mirando el equipo que operaban los motiles. Generó un breve
ruido y después se volvió hacia los inmotiles. Su procesador de
transmisor-receptor transmitió una larga secuencia binaria que duró
varios milisegundos. Toda una serie de reglas incorporadas al
mecanismo de MontañadelaLuzdelaMañana se activó de repente y se
abrieron nuevas conexiones de empalmes a la vez que se cerraban
otras. El inmotil observó sin poder hacer nada a través del
amplificador de resonancia que la unidad procesadora se apagaba.
Todas las rutas de cables cuánticos primarios que componían el
enrejado de los empalmes quedaban bloqueadas. Y lo que era peor,
las secuencias binarias utilizadas para lograr la orden estaban
basadas en números primos, eran lo bastante cortas como para que
pudiese evaluarlas. La mayor parte estaba más allá de su capacidad
mental y no podía determinarlas. El inmotil no podía invertir las
instrucciones.
En su redil, el motil
alienígena estiró un brazo hacia las unidades inmotiles que
permanecían sentadas tras la pared de cristal y extendió un único
asidero en vertical. MontañadelaLuzdelaMañana sabía reconocer un
desafío cuando lo veía, por muy alienígena que fuera la especie. El
inmotil utilizó el transmisor que tenía en la celda para reproducir
la secuencia que había hecho que el alienígena sufriera un espasmo
y se levantara. No hubo respuesta.
En el cubo
visualizado empezaron a aparecer símbolos nuevos y diferentes
cuando MontañadelaLuzdelaMañana conectó más funciones
señalizadoras. Por lo menos eso no había quedado afectado por la
transmisión del motil alienígena. Pero sin saber qué funciones
representaban en realidad los símbolos, el inmotil no podía empezar
a traducir. Las oportunidades de establecer una comunicación con el
alienígena se habían reducido de una forma considerable.
El inmotil revisó sus
opciones, que cada vez eran menores. Solo quedaban dos fuentes de
información sobre los inmotiles alienígenas y lo que estaba pasando
fuera del sistema estelar primo: el cerebro del motil alienígena y
el almacén de información electrónica. MontañadelaLuzdelaMañana
tenía pruebas claras de que el motil alienígena se resistiría a
cualquier intento de establecer contacto y de extraerle información
del cerebro. Y el motil alienígena más pequeño había borrado de
inmediato su almacén de información en cuanto se había dado cuenta
de lo que estaba pasando. Lo lógico era pensar que la información
contenida dentro del mecanismo de almacenamiento era valiosa.
Un motil soldado
levantó el brazo y le disparó al motil alienígena a través de la
parte superior del grueso tallo sensorial con un proyectil cinético
de alta velocidad. El fluido rojo, fibras pegajosas de cerebro y
astillas de hueso explotaron por todo el redil y salpicaron las
paredes transparentes.
Colocaron al segundo
motil alienígena muerto en el banco de trabajo, bajo el escáner
focalizado. Lo sujetaron unas abrazaderas mientras
MontañadelaLuzdelaMañana localizaba los sistemas electrónicos
incrustados bajo el cerebro. Estaban todos intactos, el motil
soldado había apuntado a la perfección. Los motiles comenzaron la
extracción.
Esa vez, el almacén
de información electrónica estaba casi lleno.
La investigación
preliminar de MontañadelaLuzdelaMañana reveló que el acceso a la
información estaba protegido por reglas incorporadas, que requerían
secuencias de activación incluso más complejas que las que se
habían utilizado para desconectar el procesador del
transmisor-receptor.
El diminuto mecanismo
se transfirió al laboratorio de electrónica y se colocó dentro de
un detector de interfaz cuántico. Se tardó mucho tiempo en leer la
información almacenada bloque por bloque, pero semanas más tarde la
secuencia entera se incorporó a la memoria de
MontañadelaLuzdelaMañana.
Al mismo tiempo que
se leía, el inmotil había estado experimentando con los canales de
entrada del mecanismo borrado del motil alienígena más pequeño. El
propósito general era bastante simple, los impulsos nerviosos de
los órganos sensoriales primarios del alienígena se transformaban
en secuencias binarias, comprimidas por una serie de algoritmos, y
se insertaban en el enrejado de almacenamiento. Contenía una
grabación de todo lo que el alienígena había percibido.
MontañadelaLuzdelaMañana derivó una
elaborada rutina de pensamiento que revertiría el proceso de
compresión y transformación y convertiría de nuevo la información
analizada en impulsos nerviosos analógicos. Aplicó la rutina a la
información del alienígena y permitió que los datos resultantes
fluyeran por el cerebro de un único inmotil. La unidad estaba
aislada del grupo de MontañadelaLuzdelaMañana por una serie de
sellos de seguridad por si salía algo mal y las rutinas de
pensamiento alienígenas empezaban a filtrarse y contaminar al
grupo.
Dudley Bose luchó
entre las garras de los monstruos acorazados mientras la hoja
reluciente atravesaba el traje espacial y perforaba tanto el
plástico contrachapado como su nalga derecha. La punta fue rasgando
el traje y atravesándole la carne con una agonizante línea de
fuego. Dolor. ¡Dolor!
MontañadelaLuzdelaMañana quiso echar la
cabeza hacia atrás y gritar cuando el impulso nervioso desconocido
atravesó con la violencia de un rayo cincuenta mil cerebros
conectados. La conmoción paralizó al grupo de inmotiles cuando los
monstruos desnudos y cubiertos de babas les arrancaron y quitaron
las envolturas y les infligieron heridas brutales en el vientre y
las piernas. El inmotil quería retorcerse y soltarse, pero las
piernas no le funcionaban. Apartó el recuerdo del pensamiento
consciente y lo dejó arrinconado en el pasado. Se hizo más
soportable a medida que los sistemas de seguridad redujeron la
intensidad de los impulsos que transmitían al grupo principal. Las
branquias de entrada a los pulmones de MontañadelaLuzdelaMañana
aletearon al unísono por todos sus claustros circulares cuando tomó
aliento con una sacudida. Miles de millones de motiles inmóviles de
todo el territorio volvieron a orientarse y reanudaron sus tareas.
Sobre el mundo natal primo, en la órbita, las naves de
MontañadelaLuzdelaMañana regresaron a sus trayectorias de vuelo y
la maquinaria industrial que digería los escombros de los
asteroides eructó y reajustó sus módulos de refinamiento.
Dolor. Qué concepto
tan extraordinario. Los motiles e inmotiles primos tenían sentidos
táctiles básicos en la piel que percibían la presión y el tacto.
Pero eso, eso era una advertencia física a una escala que
arrebataba toda racionalidad.
Claro que, en cierto
modo tenía sentido. Los humanos eran individuales. Por asombroso
que fuera, no tenían castas de motiles/inmotiles. Era una
civilización de miles de millones de entidades dotadas de
inteligencia, y todas en ligero conflicto unas con otras. En
algunos casos no tan ligero.
›recuerdo ‹La
absoluta estupidez e intransigencia de la Junta de la Universidad.
Cada mes, Dudley pasaba (¡desperdiciaba!) horas de su valioso
tiempo en reuniones con las que no se lograba nada, salvo perpetuar
la burocracia y el statu quo. Siempre pasaban por alto a su
departamento, siempre lo infradotaban, y siempre lo trataban con
condescendencia los departamentos científicos más grandes.
Cabrones.
›explicar ‹Porque
merece la pena. Es la expansión de un conocimiento que se remonta
hasta los albores de la era humana. Es ciencia pura, impulsada no
por la avaricia, sino por la nobleza.
›motivación no
comprendida / recuerdo ‹El vicecanciller habló largo y
tendido.
›vocalización /
alienígenas se comunican a través del sonido / autorrecuerdo ‹-¡Que
os follen! -chilló el alienígena Bose dentro de su redil mientras
Emmanuelle Verbeke yacía atada a la mesa de vivisección, la sangre
le salía a chorros de la arteria carótida-. ¡Ojalá os pudráis en el
infierno, hijos de puta, cabrones! ¡Os hundiremos en la mierda con
una bomba atómica y mataremos a vuestros hijos cuando brillen en la
oscuridad! Os borraremos del mapa de todo este puto universo. ¡Ni
Dios se acordará de que exististeis!
›dios / aliado humano
/ recuerdo ‹Libros escritos, cientos de ellos, miles, todos a
partir de unos cuantos antiguos textos sagrados. Historias de cómo
empezó el universo, que su creador envió segmentos de sí mismo al
mundo humano para prometer la salvación. Salvación que llegó en
muchas formas para muchas alianzas humanas diferentes. Mitología
divina que, como científico, Dudley Bose sabía que eran ficción.
Como los elfos del bosque, que resultaron ser reales. Los silfen.
Qué ironía.
›más alienígenas /
clasificaciones / recuerdo ‹Cientos de mundos, y todos y cada uno
contienen decenas de miles de alienígenas no inteligentes. Al
expandirse, la Federación ha descubierto especies inteligentes,
cuyo estatus como hostiles o aliadas nunca se pudo determinar del
todo. Y un mundo en el que no hay vida, el planeta de la IS.
›IS / inmotil humano
/ explicar ‹No es un inmotil humano. Evolucionó a partir de
programas muy sofisticados. Es artificial.
›pensamiento humano
transferido a la IS / función inmotil / confirmar ‹No, no es eso,
no es como vosotros. Algunos humanos descargan sus recuerdos en la
IS cuando no quieren rejuvenecer, cuando ya han vivido
bastante.
›paradoja / explicar
‹No puedo. No es algo que yo haría jamás. No todas las personas
somos iguales, todos tenemos motivaciones diferentes.
›implicación de la IS
en el vuelo de la nave estelar / recuerdo ‹Recuerdos lejanos de
artículos de periódicos que se desdibujan y convierten en uno.
Políticos que discuten sobre la financiación del vuelo. Nigel
Sheldon en una entrevista; la vicepresidenta Elaine Doi afirmando
que la IS apoyaba la empresa, quería saber más sobre las barreras.
Nunca confirmado directamente, porque la IS nunca hablaba con
humanos individuales, al menos no con Dudley Bose.
›clarificación de
estado / inclusión en el vuelo / recuerdo ‹Cuando vio el cerco pasó
de ser nadie a ser alguien en un solo instante. Triunfo seguido por
meses de pensamientos confusos sobre los esfuerzos hechos; se había
abierto camino paso a paso hasta que lo seleccionaron y pudo formar
parte de la tripulación del Segunda Oportunidad. Le sorprendió el
grado de determinación y maniobras políticas que llegó a llevar a
cabo, la supresión de toda conciencia.
›implicación de
primos alienígenas / explicar ‹Jamás había oído hablar de ellos.
Jamás había oído hablar de vosotros antes de que se eliminara la
barrera. Éramos un vuelo de exploración. Solo ciencia.
›mensaje de
MontañadelaLuzdelaMañana17.735 / explicar ‹Te equivocas, no había
ningún alienígena a bordo del Segunda Oportunidad.
›paradoja / explicar
‹No había ningún alienígena a bordo. Nuestro hisradar mostró que la
barrera seguía intacta alrededor de su estrella.
›construcción de
barrera / recuerdo ‹Ninguno. Las barreras estaban colocadas antes
de que los humanos supieran cómo cruzar el espacio. Los humanos no
construyeron la barrera.
›federación humana /
recuerdo ‹Cientos de mundos unidos por agujeros de gusano. Mundos
de tierra, agua y atmósfera, mundos cálidos con cielos vacíos y
despejados. Mundos en los que se podría desarrollar la vida prima.
Tantos mundos que la terrible presión y conflictos que afligen los
territorios de los inmotiles cesarían de inmediato si quedaran a
disposición de los primos.
›agujeros de gusano /
recuerdo ‹Distorsiones del espacio-tiempo que podían reducir la
distancia y dejarla en nada. Se podían hacer grandes o pequeños. El
método de transporte definitivo. El método definitivo de
comunicación; con las unidades de inmotiles de todo el espacio
interplanetario e interestelar unidas a través de agujeros de
gusano, jamás habría divergencias. Con agujeros de gusano,
MontañadelaLuzdelaMañana podría extenderse por toda la galaxia, con
unidades que ocuparían cada sistema estelar. Jamás moriría, nadie
podría arrebatarle la supremacía.
›construcción de
agujero de gusano / explicar ‹No conozco los detalles técnicos para
crear materia exótica, pero las ecuaciones son fundamentales.
›ubicación de
federación / memoria ‹Justo en el núcleo de saber en el que se
habían convertido los restos del astrónomo de la Universidad de
Gralmond, Dudley Bose, el nombre, el tipo espectral y las
coordenadas estelares de cada estrella de la Federación
resplandecieron como una piedra preciosa.