19
Tomaron el té —whisky aquellos que así lo prefirieron— en el salón de la casa. Branna sacó una fuente de galletas de jengibre y dio por terminadas sus labores domésticas.
—¿Por dónde empezamos? —preguntó—. ¿Aún estamos de acuerdo en que sea por Samhain?
—Eso nos da un margen de quince días —señaló Boyle—. Y por lo que veo nos vendrá bien el tiempo. Pero…
—No hay peros que valgan. —Fin optó por el whisky y se sirvió un par de dedos—. Nos asestó un buen golpe. No estábamos preparados para él; eso está muy claro.
—Fue culpa mía.
—De quién fue la culpa no es el caso, Meara —la interrumpió Fin—. Nos acecha y se arrastra por ahí a voluntad, y podría venir a por cualquiera de nosotros en un momento de vulnerabilidad. Fue a por Iona y ahora a por ti. A juzgar por el patrón, si no ponemos fin a esto, la siguiente será Branna.
—Pues que venga —repuso esta tomando un sorbo de té con serenidad.
—Eres demasiado arrogante —espetó Fin—. La arrogancia ni es poder ni es un arma.
—Pues tú nunca has tenido ningún problema en rodearte de ella.
—Basta. —Connor estiró las piernas, meneando la cabeza—. Vaya dos. Dejad las pullas para cuando tengamos tiempo. Es muy posible que ataque de nuevo a Meara, pero no nos engañará una segunda vez.
—Eso puedo jurarlo.
—Y hay las mismas posibilidades de que pueda intentarlo con Boyle, con Fin o conmigo si tiene la oportunidad. —Arriesgándose a que lo tacharan de arrogante, Connor se encogió de hombros—. Y aunque creo que Fin está en lo cierto, que si se harta de atacar a Meara dirigirá sus atenciones hacia Branna, saber eso no afecta a lo que hacemos, a cuándo lo hacemos ni a cómo lo mandamos al infierno de una vez por todas.
—Tienes razón. Protegernos es un método de defensa… y es esencial —agregó Iona—. Pero es nuestro ataque lo que hay que perfeccionar.
—Ha estado viendo partidos conmigo —alegó Boyle, brindándole una sonrisa a Iona—. La última vez que fuimos a por él estuvimos cerca, e hicimos que saliera por piernas, sangrando y aullando. Pero no fue suficiente. ¿Qué lo será?
—La poción es más potente de lo que era, y eso hace que sea un riesgo. Un riesgo que tendremos que correr. —Fin miró a Branna, que asintió con la cabeza.
—Pensamos en pillarlo por sorpresa en el solsticio, y fue él quien nos pilló a nosotros —señaló Connor—. Aun así, como dice Boyle, estuvimos cerca. Si nos apostamos en la cabaña de Sorcha, él tendrá la ventaja de cambiar la época, y no podremos saber a cuál nos llevará o si conseguirá, como ya hizo, separarnos para que acabemos dispersos, utilizando su poder para modificarlo de nuevo.
—Si no allí —inquirió Meara—, ¿dónde?
—Es un lugar de poder tanto para nosotros como para él. Creo que ha de ser allí. Pero tienes razón, Connor —apostilló Branna—. No podemos dejar que nos separe. Pienso en los tres como en una unidad, y en Fin, Boyle y Meara como en otra…, y ambas se unen de un modo indisoluble. Podemos hacerlo; y es lo que vamos a hacer esta vez.
—¿Podemos impedirle que cambie la época? —preguntó Iona.
—Creo que podríamos si supiéramos cómo lo hace. Pero para contrarrestar semejante hechizo necesitaríamos saber cuáles son sus ingredientes. Ahí trabajamos a ciegas —repuso con frustración.
—Nosotros cambiaremos de época primero. —Connor se inclinó para coger una galleta—. No eres la única que sabe estudiar, reflexionar y hacer planes. —Luego la señaló con la galleta, dándole un mordisco—. Pero sí eres la única capaz de hacer unas galletas de jengibre tan buenas. Pasaremos a la ofensiva y cambiaremos desde el principio.
—¿Y cómo, oh, erudito, en caso de hallar la forma de hacer eso…, lo cual requerirá un trabajo considerable…, lo atraemos a la época en que estemos?
—Ya sabemos cómo hacerlo —le recordó a su hermana—. Iona lo hizo cuando apenas había empezado a conocer su magia.
—¿En serio? —Después de parpadear, Iona levantó el puño en alto—. ¡Bien por mí!
—Yo mismo lo he hecho —añadió—, solo y con Meara, y conocimos a nuestros primos del pasado.
—¿Un viaje onírico? —Branna dejó su taza de té—. Oh, Connor, es una temeridad.
—Es tiempo para temeridades, y tendremos que ser muy hábiles al respecto.
—Joder, es brillante —dijo Fin, ganándose una sonrisa de Connor y una mirada hosca de Branna.
—Está hablando de lanzar un manto onírico sobre los seis al mismo tiempo.
—Lo sé. Y es jodidamente brillante. Él tendría que estar en el mismo plano para atacarnos, ¿no es así? Y sería en el tiempo y el lugar que nosotros decidiéramos.
—No podría volverlo contra nosotros —señaló Connor—, ya que no sabría los elementos del hechizo que lancemos, del mismo modo que nosotros no sabemos los elementos del suyo. Es él quien tendrá que venir a nosotros, y perderá la capacidad para cambiar nuestro campo de batalla.
—Un momento. —Boyle levantó una mano, que utilizó para rascarse la cabeza—. ¿Estás diciendo que ataquemos a Cabhan mientras dormimos?
—Un hechizo onírico es diferente del sueño natural. No es como estar tumbado y quedarse sobado. Tú también lo has experimentado. —Recordó Connor—. Te viste arrastrado por Iona a su propio sueño… ¿Y no le pegaste un buen puñetazo en la cara al muy cabrón estando sumido en él?
—Así es, y me desperté con su sangre en los nudillos. Pero ¿una batalla onírica? He aceptado todo lo que podéis hacer y he vivido con ello casi toda mi vida, pero esto pasa de castaño oscuro.
—Él no se lo esperará —especuló Meara—. ¿De verdad puede hacerse?
—Los seis a la vez, y sin que ninguno se quede rezagado, por así decirlo. —Esforzándose para ver los pros y los contras, el equilibrio entre ambos, Branna se pasó las manos por el pelo—. Es evidente que nunca he hecho nada parecido. Sería fácil intentarlo con los tres, enfrentarnos a él de ese modo, y con vosotros tres aquí; Fin al timón, por supuesto, para traernos de vuelta si perdemos el equilibrio o el rumbo.
—O los seis —dijo Meara con firmeza—, o ninguno.
—Meara, no explico esto en detalle para ofenderte. Para ofender a ninguno de vosotros. Pero lanzar un hechizo onírico sobre los seis a la vez, y dos de ellos sin poderes…
—Ya no eres tan arrogante, ¿eh? —adujo Fin, con cierta mordacidad.
—Oh, vete a la mierda —espetó Branna.
—Y tú, cariño, por sugerir que Boyle, Meara o yo nos quedaríamos atrás como obedientes cachorrillos mientras vosotros librabais la guerra.
—No era eso lo que quería decir.
—Pues es lo que parece. —Meara se volvió hacia Connor—. ¿Y tú qué dices?
—O los seis o ninguno —respondió él sin vacilar.
—O todos o ninguno —convino Boyle.
—Sí. —Asintiendo, Iona le tomó la mano—. Si hay alguien que pueda descubrir cómo hacerlo, esa eres tú, Branna.
—Ay, Señor. Joder, dejadme pensar. —Apartó su taza de té y se sirvió un whisky, más generoso que el de Fin. Se lo bebió de un trago, como si fuera agua.
—Siempre he admirado que sepas beber whisky —le dijo Fin mientras ella se levantaba para pasearse de un lado a otro.
—Cállate. No hables. Los seis a la vez —repitió mientras se paseaba—; en nombre de Morrigan, es una locura. Y encima dos de ellos armados tan solo con su ingenio, sus puños y una espada. Y uno portando la marca de Cabhan. No digas ni una palabra al respecto —le espetó a Fin, que no había abierto siquiera la boca—. Es un hecho.
—Están armados con algo más que el ingenio, los puños y una espada, y él tiene más que una marca que no ha hecho nada para merecer —repuso Connor con serenidad—. Tienen corazón.
—¿Crees que no lo sé? ¿Crees que no lo valoro por encima de todo? —Se detuvo, cerrando los ojos durante un momento. Y exhaló un suspiro—. Me has echado esto encima, Connor. Tengo que comprenderlo bien. No es lo mismo que si uno de nosotros entrara en un sueño mágico y se llevara consigo a quien duerme con él, a la persona con quien intima. Y eso también tiene sus riesgos, como bien saben Boyle e Iona.
—No es lo mismo, no. Esto sería algo deliberado y consciente, algo planeado, un hechizo para nosotros. —Connor levantó las manos, con las palmas hacia arriba—. Con tanta protección como seamos capaces de incorporar. Pero habrá riesgos, sí, aunque los habrá hagamos lo que hagamos. Y Samhain, cuando el velo se vuelve más delgado, es el momento perfecto para llevarlo a cabo. —Se levantó y, yendo hacia ella, le tomó las manos—. Tú los dejarías atrás si pudieras… y yo también. Es por amor y por amistad…, y porque esto es una carga y un deber que nosotros hemos heredado. Tú, Iona y yo. Ellos no. —Le besó las manos con ligereza—. Pero eso estaría mal por muchas razones. Somos un círculo, tres y tres. Siempre debimos ser los seis, Branna. Lo creo firmemente.
—Lo sé. Yo también lo tengo claro.
—Tú temes fallarles. No lo harás, y la carga no es solo tuya.
—No lo hemos hecho nunca antes.
—Yo ni siquiera había hecho flotar una pluma antes de venir aquí —le recordó Iona—. Y fíjate ahora.
Levantó las manos con las palmas hacia arriba. El sillón en el que estaba sentada junto a Boyle se elevó con suavidad, sin hacer ruido, y giró despacio en círculo para luego volver a posarse en el suelo.
—Buen trabajo —dijo Fin, divertido.
—Tú me has enseñado, Connor y tú. Me habéis abierto a lo que tengo y a lo que soy. Descubriremos cómo hacerlo y lo haremos.
—De acuerdo. De acuerdo. No puedo ganar siendo cinco contra uno. Y es una idea cojonuda. Temeraria, aterradora y brillante. Conozco una poción que podría retocar y que debería funcionar, y vamos a escribir el hechizo… Y voy a necesitar hasta la última hora de esos quince días que nos quedan.
—Y nos tienes a nosotros para que te ayudemos a retocarla —señaló Connor.
—Os voy a necesitar a todos. Aun así, sería más fácil si tuviéramos lo que vendría a ser una especie de control fuera de la red onírica.
—¿Tendría que estar aquí mismo… con nosotros, me refiero? —preguntó Meara.
—¿Quieres decir físicamente? —Connor la miró, pensativo—. No veo por qué.
—Entonces vosotros tenéis a vuestro padre. Y está la abuela de Iona. Compartís la sangre y un fin, ¿no? Y también el amor.
—¡Y eso también es brillante! —Con una carcajada, Connor se volvió hacia Meara y la levantó de la silla para hacerle dar una vuelta—. Eso servirá a las mil maravillas. ¿Branna?
—Podría…, no, claro que serviría. Y si me hubiera librado del zumbido en mi cabeza, lo habría visto. La abuela de Iona, nuestro padre y… —Se volvió hacia Fin—. Tu prima Selena. ¿Estaría dispuesta? Tres es mejor que dos, y le da a todo esto el poder y la sangre de cada uno de nosotros. Creo que el tres mantendría el equilibrio, en caso de que necesitáramos recuperarlo otra vez.
—Estará más que dispuesta. Está en España, pero la llamaré. Lo hablaré con ella.
—Entonces esta parte está zanjada. Lo estudiaré.
—Yo lo he estado haciendo —le dijo Connor—. La poción para abrir la visión la compartiremos todos dentro del círculo ritual. Mejor hacerlo fuera, al aire libre. Nos llevaremos también a nuestros guías; el caballo, el perro y el halcón.
Branna se disponía a decir algo, pero lo pensó mejor.
—Te lo has estudiado.
—Así es. Fin, tu caballo, tu halcón… Supongo que no tendrás un perro de aquí a quince días, ¿verdad? Tres para tres.
—Tengo uno. Tengo a Bicho.
—¿El pequeño Bicho? —comenzó Iona, pensando en el perro del establo grande.
—Pequeñito pero matón. Tres para tres —repitió Fin, asintiendo—. El caballo para Boyle; el halcón para Meara; y el perro, por llamarlo de alguna forma, para mí. Bien pensado, Connor.
—Eres tú quien debe unirlos a los otros, ya que proceden de ti.
—Así lo haré.
—Y dentro del círculo, nuestro círculo y nuestros guías —dijo Connor—. Nuestro círculo, los seis, con las manos unidas mientras recitamos las palabras, mientras lanzamos el hechizo. Y las mentes también unidas, cosa que haré yo. Con la mente, el corazón y las manos unidos iremos juntos en el sueño a la víspera de Todos los Santos, a Samhain, en el año en que Brannaugh, Eamon y Teagan, hijos de Sorcha, regresaron a Mayo.
—Su presencia aporta poder. —Branna se sentó de nuevo, cogiendo una galleta—. La noche en que el velo se hace más delgado. Podemos unir su poder y el de Sorcha con el nuestro. No, es imposible que se espere eso. Hay tiempo suficiente para perfeccionar la poción y el hechizo. Y luego le atraemos allí. De eso se encargará Meara.
—¿Yo?
Branna le dedicó un bufido a su hermano.
—No le has hablado de ello.
—Entre unas cosas y otras, no. Es a ti quien quiere utilizar esta vez —le dijo Connor a Meara—, así que serás tú quien le utilice a él. Lo atraerás cantando.
—¿Cantando?
—Música, luz, alegría; emociones. Llamas para atraer a la polilla —explicó Connor—. Cuando llegue, debemos hacerlo tan rápido como sea posible; no debemos darle tiempo para que se escabulla otra vez.
—Lo haremos de forma similar a como lo hicimos en el solsticio —comenzó Branna.
—No. —Fin se puso de pie—. Entonces fracasamos, ¿no es así?
—Tenemos una nueva estrategia, un arma más fuerte.
—¿Y si consigue separaros a los tres otra vez aunque solo sea un momento? Si el hechizo, el ritual, el final, debe venir de vosotros, entonces hay que retenerlo mientras vosotros lo expulsáis. Boyle, Meara y yo lo entretendremos. Ya le hemos hecho sangrar y le hemos causado dolor antes. Esta vez le haremos algo peor. Le haremos algo peor mientras vosotros hacéis lo que es mejor.
—Fin, ¿tú quieres acabar con él o quieres su sangre?
—Quiero ambas cosas, y tú también, Branna. No puedes derramarla para beneficiarte ni por placer.
—Tampoco deberías tú.
—Y no lo haré. No lo haremos. Pero la derramaremos y haremos algo peor para protegeros a los tres. Para defender la luz. ¿Y si ello no produce placer? Una bruja también es humana.
—Yo estoy con Fin —anunció Boyle—. Iona es mía. Y todos vosotros sois mi familia. Me alzaré para defenderla a ella, a vosotros. No me quedaré al margen.
—Los dos han hablado ya por mí. —Meara se encogió de hombros—. Así que está decidido. —Apoyó las manos en las rodillas—. Bueno, tal y como yo lo veo, dentro de quince días todos nosotros, incluyendo caballos, perros y halcones, retrocederemos a algunos siglos atrás sumidos en un sueño. Yo cantaré y, al igual que hizo el flautista de Hamelín con las ratas, atraeré a Cabhan. Tres lucharemos, tres lanzarán el hechizo para destruirlo. Cuando el trabajo esté hecho, recibiremos las ovaciones y luego despertaremos de nuevo aquí, donde tendremos que recibir una nueva ovación, ya que habremos aniquilado al mal. Imagino que entonces nos iremos al bar a tomarnos unas cervezas.
—Eso sí que es resumirlo en pocas palabras —comentó Connor.
—De acuerdo entonces. Creo que debería correr el whisky, ya que todos estamos como una jodida regadera. —Exhaló un suspiro, cogió una galleta y la mordió—. Pero al menos uno de nosotros prepara unas galletas de jengibre que están de vicio.
Divertido, Connor sirvió whisky para todos, levantó su vaso y lo chocó con el de Meara.
—Tanto si salimos victoriosos como jodidos, no existen otras cinco personas con quienes prefiriera luchar. Así que, a la mierda. Sláinte.
Y todos bebieron.
Tenían trabajo que hacer, y mucho. Branna apenas salía del taller. Si no tenía la nariz metida en un libro de hechizos —el de Sorcha, el de su bisabuela, el suyo propio—, estaba en su trabajo probando pociones o escribiendo hechizos.
Cuando la vida a su alrededor se lo permitía, Connor se unía a ella, o bien lo hacían Iona o Fin. Meara se encontró llevando y trayendo cosas, cocinando… o repartiéndose esas tareas con Boyle.
Tan a menudo como le era posible, se libraba de alguna para practicar con la espada.
Y todos vigilaban el bosque, los prados, las carreteras, atentos a cualquier señal.
—Todo ha estado muy tranquilo. —Meara esquivó el ataque de Connor con facilidad en una de las pocas ocasiones en que conseguía apartarlo del trabajo o de la brujería.
—Está vigilando y esperando.
—Es eso, ¿verdad? Está esperando. Apenas he visto su sombra desde hace ya días. Está guardando las distancias. Está esperando a que nosotros movamos ficha porque sabe que vamos a hacerlo. —Atacó, fintó y luego giró hacia arriba, casi desarmándolo—. No estás prestando atención —se quejó—. Si estas hojas no estuvieran encantadas podría haberte cortado la oreja.
—Entonces solo escucharía tu voz a medias, y eso sería una lástima.
—Deberías ir a por él, Connor.
—Tenemos un plan, Meara. Ten paciencia.
—No se trata de tener paciencia, sino de estrategia.
—Estrategia, ¿no? —Giró la mano libre y creó un pequeño ciclón de aire. Cuando Meara lo miró, Connor avanzó y le puso la espada en el cuello—. ¿Qué te ha parecido esto?
—Bueno, si quieres hacer trampas…
—¿Crees que Cabhan va a jugar según las reglas?
—Lo dudo. —Retrocedió—. Lo que digo es que deberíamos hacer un amago. —Atacó, se desplazó y atacó de nuevo—. Hacerle pensar que vamos a por él y dejar que se apuntara uno o dos puntos. Pensará que ya hemos movido ficha, y así cuando lo hagamos lo pillaremos por sorpresa.
—Hum. Es… interesante. ¿Tienes algo en mente?
—Tú eres la bruja, ¿no? Así que tú y los que son como tú tendréis que elaborar el ritual. —Bajando la espada, analizó lo que solo había ideado a medias en su cabeza—. Pero ¿y si lo hiciéramos cerca de aquí… cerca de la casa donde podríamos batirnos en retirada? Porque batirnos en retirada sería parte del plan. Que piense que nos ha acorralado él.
—Eso es difícil de creer, pero ya veo por dónde vas. Vamos. —La agarró de la mano y la hizo entrar en el taller, donde Branna estaba vertiendo un líquido azul claro dentro de una delgada botella. Iona estaba machacando hierbas con el almirez—. Meara tiene una idea.
Frunciendo el ceño, Branna se concentró en el líquido que se deslizaba del embudo a la botella con fluidez.
—Aún estoy trabajando en la última idea que se nos ha ocurrido.
—Es perfecto, Branna. —Iona paró cuando Branna le puso un tapón de cristal a la botella.
—¿Y cuántos hechizos oníricos para seis personas y sus guías has lanzado tú?
—Este será el primero. —Pero Iona sonrió—. Y es perfecto. Cuando lo he terminado, unas diminutas estrellitas azules se han elevado y han girado alrededor del caldero.
—Creo que está bien. —Branna se frotó la zona lumbar—. He añadido la amatista como me sugeriste, Connor, y creo que es correcto. Tiene que macerar protegido de la luz durante al menos tres días.
Cogió la botella y la llevó hasta un armario.
—Deja que te prepare un té —comenzó Iona, pero Branna negó con la cabeza.
—Gracias, pero no. Los últimos días he tomado suficiente té para seis meses. Me apetece un vino.
—Entonces nos tomaremos un vinito mientras escuchas la idea de Meara. Mejor aún; ¿no te apetece cocinar algo? —Connor intentó ganarse una sonrisa—. ¿No echas de menos tu cocina, querida hermana? Esta es la clase de idea que va bien con un buen tazón de sopa y estando todo el círculo reunido.
Meara le propinó un empujón.
—Creo que la idea es buena, y que todos deberían oírla. Pero yo puedo preparar la sopa mientras tú te sientas a beberte el vino.
—Yo lo haré, porque a pesar de que mi hermano piensa con el estómago, echo de menos mi cocina. Todavía tenemos verduras en el huerto. —Señaló a Connor—. Ve a por unas pocas.
—¿Qué prefieres?
—Me da igual. Improvisaré sobre la marcha. Y como has tenido una idea tan buena, Meara, puedes contármela mientras me tomo el vino. No veo por qué debería esperar a los demás. Deja eso, Iona. Ya nos pondremos con ello más tarde. Vamos a disfrutar de un rato en la cocina.
Meara pensó que ella también iba a completar las cosas sobre la marcha. Y cuando todos llegaron, había pulido un poco los detalles.
—Así que —concluyó— si hacemos algo ahora sin posibilidades reales de ganar, le haremos creer que hemos atacado y hemos metido la pata, o que al menos hemos fracasado. Que nos hemos visto forzados a retirarnos a la casa… donde estamos protegidos. Que estamos confusos, ya sabéis. Y resentidos. Si nos ha derrotado de forma tan humillante no creerá que vayamos a lanzar otro ataque en cuestión de días.
—Si vamos a medio gas, podría causarnos graves daños —señaló Boyle—. ¿Por qué no ir a por todas?
—Seguimos necesitando el tiempo que nos queda para el plan que hemos trazado. He estado trabajando en el hechizo para la noche que hemos elegido —explicó Branna—. No quiero intentarlo otra noche. Tiene que ser en Samhain.
—Lo que Meara quiere decir es que, al perder, tendremos más probabilidades de ganar. —Connor le propinó un golpecito en el hombro a Boyle—. Y sé que perder, aunque sea algo planeado, sienta mal.
—Tendríamos que hacer que fuera muy aparatoso. No se tragará algo que parezca poco convincente e improvisado. —Pero Fin esbozó una sonrisa—. Y podríamos hacerlo muy espectacular. Fuego y tormenta, terremoto e inundación. Le arrojaremos los elementos. No sería lo correcto, no por sí solo en todo caso, pero sería ruidoso y potente, y parecería muy virulento.
—Una invocación de los elementos. —Branna comenzó a sonreír—. Oh, podríamos hacer que fuera muy virulento. Incluso hacer que tiemble un poco. Habrá que colocar un escudo, ya que tenemos vecinos aquí. El prado…, la colina detrás de los huertos.
—Es más lejos de lo que había pensado —comenzó Meara—. Si vamos a dejar que nos acorrale, es una carretera larga para batirnos en retirada y ponernos a salvo.
—No nos retiraremos —replicó Connor—. Al menos no corriendo. Volaremos.
—¿Volaremos? —Meara exhaló un profundo suspiro—. Creo que me tomaré otro vino para asimilar la idea.
—Eso es, además, una declaración. —Iona hizo los honores con el vino—. Hemos sido derrotados y tenemos que volar para ponernos a salvo. ¿Cuándo vamos a intentarlo?
—Estamos en cuarto menguante. —Connor miró hacia la ventana—. Eso podría ser útil. Me gustaría hacerlo esta noche, pero creo que sería mejor hacerlo cuando falte menos para el verdadero ataque. ¿Dos noches más? Si acabamos un poco chamuscados, tendremos tiempo de curarnos.
—Dos noches más. —Branna fue a remover la sopa.
Incluso un ataque fingido requería planificación.
Los tres añadieron más protección alrededor de la casa. Si Cabhan los creía débiles, tal vez intentara entrar para asestarles el golpe de gracia. No podían permitirse una sola grieta.
Meara lo consideraba una especie de representación. Aunque una parte tendría un guión, y ella había repasado su papel más de una docena de veces, otra tendría que escribirse y representarse en el momento.
—Estoy nerviosa —le confesó a Connor—. Más nerviosa de lo que estaba en el solsticio.
—Lo harás bien. Todos los haremos bien. Recuerda que el objetivo principal es defender. El ataque es solo un agradable extra.
—Ya es casi la hora. —Se frotó las manos, como si quisiera calentárselas—. Puede que ni siquiera venga.
—Creo que vendrá. Pensará que estás débil, y que estamos divididos. Verá una oportunidad y la aprovechará. No comprende la familia ni los lazos de la amistad. Pero entenderá el señuelo que le hemos puesto.
Le asió la mano a Meara y fue con ella al taller, donde ya se habían reunido los demás.
Incluso para eso había que seguir el ritual, pensó Meara.
De modo que encendieron las velas rituales, miraron mientras el humo del caldero se elevaba en pálidas volutas azules.
Branna cogió el cáliz ritual que había colocado en el círculo y recitó las ya familiares palabras.
—De mano en mano y de boca en boca de este cáliz los seis bebemos para sellar con vino nuestra unidad. Seis corazones, seis mentes como un solo ser esta noche, cuando nos disponemos a emprender esta lucha. Bebamos todos como uno y mostremos que los aquí presentes respondemos a la llamada. —Se pasaron la copa tres veces de mano en mano, de boca en boca—. Un círculo somos, dos anillos, tres y tres, que forman uno solo. Esta noche te pedimos fuerza y poder para guiarnos en la hora más oscura. A los cuatro elementos invocaremos para causar la caída de Cabhan. Fuego, tierra, agua y aire revueltos en un mar embravecido. Hágase mi voluntad.
Los tres cerraron el círculo.
—Estamos listos. El círculo ha sido trazado y el hechizo ha empezado. Si tenemos tiempo para trazar un círculo en la colina, mucho mejor. —Branna miró a Meara—. Sabrás cuándo empezar.
Eso esperaba.
Fueron a pie hasta la colina, portando velas, el caldero, armas y varitas, ocultos para que nadie los viera salvo Cabhan. Connor le dijo que habían dejado una ventana para que él pudiera hacerlo.
Mientras subían la colina, él trató de cogerle la mano, pero Meara se apartó con brusquedad.
Y así dio comienzo la representación.