11
Connor fue al picadero en cuanto pudo escaparse. Demasiada gente alrededor como para hablar, decidió de inmediato, pero mientras Meara charlaba con un grupo con el que acababa de regresar, al menos sabía dónde estaba y qué hacía.
Localizó a Boyle en las cuadras, almohazando a César.
—Un día ajetreado —comentó Boyle—. Esta boda nos ha traído casi más clientela de la que podemos ocuparnos.
—Igual que a nosotros. Estamos realizando los dos últimos paseos del día ahora mismo.
—Nosotros también tenemos dos rutas en curso, aunque Meara llegará de un momento a otro.
—Acaba de llegar. —Connor acarició al gran castrado mientras Boyle lo cepillaba—. ¿Puedes prescindir de ella o aún la necesitas hoy?
—Todavía nos queda alimentar a los caballos, e Iona está en el establo grande dando clase.
—Así que ¿estará cerca? Entonces me voy corriendo a la escuela a terminar mi trabajo. ¿Fin está con Iona?
—Está en casa, si a eso te refieres, listo para llevarla a la tuya cuando hayamos terminado. —Boyle dejó la almohaza al escuchar el tono de Connor—. Estás preocupado. ¿Qué sucede?
—Cabhan. Hoy ha aparecido y ha acechado a Meara durante su ruta. Y un poco a mí. No ha pasado nada —dijo Connor cuando Boyle maldijo—. Y no estaba del todo aquí…, no del todo físicamente.
—¿Estaba o no estaba? —exigió Boyle.
—Estaba, pero era más bien una sombra. Es algo nuevo de lo que tendremos que hablar esta noche cuando nos reunamos. Pero me quedaría más tranquilo si supiera que estás con ella hasta que yo haya terminado.
—La mantendré conmigo. —Boyle sacó su móvil—. Y me aseguraré de que Fin hace lo mismo con Iona. ¿Y Branna?
—Roibeard está pendiente de todo, y Merlín está con él. Pero me sentiré mejor cuando los seis estemos juntos en casa.
Tardó casi una hora en dejar atendidas a las aves y resolver parte del papeleo que Kyra le había dejado adrede en su mesa. Le llevó más tiempo añadir otra capa de protección en torno a la escuela. Cabhan había entrado en el picadero una vez. Podría intentarlo con los halcones.
Cuando hubo terminado todo lo que había pendiente y cerrado a cal y canto, el día ya había perdido su viveza. Los días eran más cortos, pensó mientras se quedaba un momento allí, de pie, y abría sus sentidos. No percibió ninguna amenaza, ninguna presencia al acecho. Se permitió alcanzar a Roibeard, unirse al halcón, y a través de sus ojos vio con nitidez el picadero, el bosque, la casa, la paz a ras de suelo.
Ahí estaba Mick, pequeñito como una bujía, subiéndose a su camión y sacando la mano por la ventanilla para saludar a Patty cuando la chica se montó en su moto.
Y ahí, debajo de él, se alzaba la magnífica casa de piedra de Fin, los prados y potreros. Iona estaba superando un obstáculo con Alastar.
Se deslizó con fluidez, planeando en el viento, y bajo él estaba Branna, recogiendo hierbas en el huerto. Entonces se enderezó, levantó la vista y tuvo la impresión de que lo miraba a los ojos.
Y esbozó una sonrisa, alzando una mano antes de llevarse las hierbas consigo adentro.
Todo estaba bien, se dijo Connor, y aunque siempre sentía una cierta punzada de pesar, volvió por completo a la tierra. Satisfecho, se subió a su camión.
Condujo hasta el picadero… y, de repente, sintió un cálido burbujeo en su sangre cuando vio a Meara salir con Boyle. No cabía duda de que era una belleza, una belleza terrenal con chaqueta y pantalones de trabajo, y unas botas cuyas suelas tendrían casi con toda seguridad cientos de kilómetros andados, tanto a pie como a caballo.
Más tarde tendría el placer de quitarle aquellas desgastadas botas, aquellos pantalones de equitación. Y de deshacer esa gruesa trenza para poder embriagarse con su rizado cabello castaño.
—Boyle, ¿quieres que te lleve? —le dijo a través de la ventanilla abierta.
—Gracias, pero no. Os seguiré.
De modo que se inclinó hacia la izquierda y le abrió la puerta a Meara.
Ella se subió; olía a caballo, a heno y a jabón para cuero.
—Joder, ha sido un día y medio condensado en uno solo. La celebración de los McKinnon está removiendo cielo y tierra. Tenemos grupos para mañana hasta las dos en punto, y según me han dicho la boda es a las cinco.
—Lo mismo que nosotros.
Dado que ella no hizo nada, Connor le puso la mano en la nuca y la atrajo para darle un beso.
—Buenas noches.
—Buenas noches. —Sus labios se curvaron—. Me preguntaba si te sentías un poco descolocado después de pensarlo durante el día.
—No he tenido demasiado tiempo para pensar, pero estoy perfectamente bien.
Giró con el camión, alejándose del picadero con Boyle detrás.
—¿Has visto al lobo? —le preguntó a Meara.
—Sí que lo he visto. Boyle no ha podido contarme demasiado porque hemos estado rodeados por el personal casi hasta que has llegado tú, pero me ha dicho que tú también lo habías visto. Y que al igual que cuando se ha presentado ante mí, era más bien una sombra. —Cambió de posición para mirarla a la cara, frunciendo el ceño—. Sin embargo no era solo una sombra, ya que me enseñó los dientes y los vi con toda claridad, y también la piedra roja. ¿Enviaste tú a Roibeard?
—No tuve que hacerlo; fue contigo por voluntad propia. Pero por él he sabido que el lobo solo os siguió durante un minuto o dos.
—Suficiente para que los caballos lo percibieran. A decir verdad, lo que más me preocupaba era que los caballos se asustaran, cosa que podría haber pasado, aunque tenía un grupo de jinetes experimentados. Y ellos no vieron ni sintieron nada.
—He estado pensando en los porqués y los cómo de eso. Y quiero pedirte que te quedes esta noche en mi casa.
—No tengo mis cosas —comenzó.
—Tienes suficientes cosas en mi casa como para apañártelas. Puedes interpretarlo como que nos estamos turnando. Quédate esta noche, Meara. Comparte mi cama.
—¿Me lo pides porque quieres que comparta tu cama o porque te preocupa que esté yo sola?
—Ambas cosas, pero si no te quedas, yo compartiré tu cama.
—Buena respuesta —decidió—. Me parece bien. Me quedaré esta noche.
Le cogió la mano y se inclinó hacia ella cuando detuvo el camión delante de su casa. Y pudo sentir el beso recorriendo su ser antes de que sus bocas se encontraran.
El camión se bamboleó como si se estuviera produciendo un terremoto, sacudiéndose cuando el lobo saltó sobre él.
El animal gruñó, con los ojos y la piedra de un vivo color rojo, y, acto seguido, con un aullido triunfal, se bajó de un salto. Y desapareció.
—¡Dios mío! —consiguió exclamar Meara un instante antes de que Connor se bajara del camión—. Espera, espera. Podría seguir ahí fuera. —Agarró el tirador de la puerta y empujó, pero esta no se movió—. Joder, Connor. ¡Joder. Déjame salir!
Él se limitó a lanzarle una mirada mientras Roibeard se posaba en su hombro con la ligereza de una pluma.
En ese instante, en esa mirada, fue como ver a un desconocido que exudaba poder y cólera. Una envolvente luz lo rodeaba, como una corriente que sin duda titilaría al tocarla.
Lo conocía de toda la vida, pensó mientras su aliento retrocedía en sus pulmones, pero jamás lo había visto de verdad, no por completo hasta ese momento en que toda la fuerza y la furia de lo que corría por su sangre se manifestaron.
Entonces Branna salió de forma apresurada de la casa, con Kathel en tromba siguiéndola. Su pelo negro como ala de cuervo se agitaba tras ella. Llevaba una espada corta en una mano y en la otra se estaba formando una bola de ardiente fuego azul.
Meara vio que sus ojos se encontraban y se sostenían la mirada. En aquel intercambio percibió un vínculo que ella jamás podría compartir, que jamás podría conocer de verdad. No solo de poder y de magia, sino también de sangre, de resolución y de sabiduría.
Percibió una afinidad más profunda, mayor aún que el amor.
Antes de recuperar de nuevo el aliento, el coche deportivo de Fin se detuvo. Iona y él se bajaron uno por cada lado. De modo que los cuatro se unieron para formar un círculo del que la luz manó y se extendió hasta que le dolieron los ojos.
Entonces se extinguió, y ahí solo estaban sus amigos, su amante, de pie delante de la bonita casa con su profusión de flores.
Cuando empujó la puerta esa vez, esta se abrió… y pudo apearse.
Fue derecha hacia Connor y le dio un empujón tan fuerte que lo hizo retroceder.
—No vuelvas a encerrarme ni a excluirme jamás. No dejaré que me excluyan ni me escondan como si fuera alguien indefenso.
—Lo siento. No pensaba con claridad. No ha estado bien por mi parte y lo lamento.
—No tienes derecho, no tienes derecho a dejarme fuera de esto.
—Ni a mí —dijo Boyle, cuya cara desbordaba furia cuando se acercó a ella—. Da gracias a que no te parta la crisma por ello.
—Doy gracias, y también lo siento.
Meara vio por primera vez que Alastar había acudido; debía de haber volado hasta allí desde el picadero. De modo que estaban el caballo, el halcón y el perro; las tres brujas negras; y el descendiente de Cabhan, con su propio halcón en la rama de un árbol cercano junto con Roibeard.
Y estaban Boyle y ella.
—O somos un círculo o no lo somos.
—Lo somos. —Connor le asió las manos, agarrándoselas con fuerza cuando ella se disponía a soltarse—. Lo somos. He obrado mal. Me lancé preso de la furia y eso tampoco está bien. Y ha sido una estupidez. Os he dejado fuera a los dos y eso es una falta de respeto. Una vez más, lo siento.
—Muy bien. —Boyle se mesó el pelo—. Joder, me apetece una cerveza.
—Entrad en la casa —propuso Branna, mirando a los demás—. Tomad lo que queráis. Necesito hablar un momento con Meara. Un momento con Meara —repitió al ver que Connor no le soltaba las manos a esta—. Ve a tomarte una cerveza y abre el vino que Fin debería haber traído.
—Claro que lo he traído. —Fin fue a su coche y sacó tres botellas—. Vamos, Connor. A todos nos vendrá bien una copa después de este día.
—Sí. —Con cierta reticencia, Connor soltó las manos de Meara y entró en la casa con sus amigos.
—Tengo todo el derecho a estar cabreada —comenzó la joven, y se encontró con que le cogían las manos otra vez.
—Lo tienes, sí que lo tienes, pero no solo con Connor. He de decirte que cuando he salido corriendo, he sabido en el acto lo que él había hecho y me he sentido aliviada. Lo siento, pero no puedo dejar que él asuma toda la culpa.
Aturdida, y herida en lo más hondo, Meara se quedó mirando a Branna.
—¿Piensas que como no tenemos lo que vosotros, como no somos lo que vosotros, Boyle y yo no podemos luchar a vuestro lado?
—No pienso nada semejante, y tampoco Connor. Ni Iona, que me imagino que le estará confesando esto mismo a Boyle. —El suspiro que dejó escapar pareció pesaroso—. Fue un momento, Meara, y la debilidad fue nuestra, no vuestra. Luchasteis a nuestro lado en el solsticio y no quiero ni pensar qué habría podido pasar sin ti y sin Boyle. Pero durante un instante, en medio de la precipitación, he pensado que estaríais a salvo. Ha sido un momento de debilidad por mi parte. No volverá a suceder.
—Sigo cabreada.
—No te culpo. Pero ven adentro, tomemos un poco de vino y hablemos de ello.
—No había nada débil en vosotros —replicó Meara, pero fue hacia la casa con Branna—. El poder de los cuatro juntos era cegador. Y Connor solo, antes de que llegaras… Lo vi en el solsticio, pero fue una vorágine de miedo, acción y violencia. Nunca lo había visto como era en ese momento del que hablas. Solo, con el halcón en el hombro, y tan lleno de lo que es… Supongo que la palabra es «radiante», aunque parece demasiado suave e inocua. Creí que si lo tocaba ardería.
—Como ya sabes, nuestro Connor no se enfurece con facilidad. Cuando lo hace, es feroz…, pero nunca brutal. —Antes de cerrar la puerta, Branna echó un último y prolongado vistazo al bosque, a la carretera, a la explosión de flores que rodeaba la casa. Fue con Meara a la cocina, donde el vino ya estaba abierto y olía a la apetitosa salsa que le había llevado buen parte del día preparar—. Ya está casi listo —anunció, y aceptó el vino que Fin le sirvió—. Así que haced algo de provecho y poned la mesa.
—Huele delicioso —comentó Iona.
—Porque lo está. Hablaremos de todo mientras nos damos un festín. Connor, hay pan envuelto en un paño allí.
Fue a por él, lo dejó en la mesa y se volvió hacia Meara.
—¿Estoy perdonado?
—Aún no. Pero estoy en ello.
—Entonces estoy agradecido por eso.
Branna presentó el estofado de ternera al vino tinto en una amplia fuente, regando la carne y las verduras con la oscura salsa, rodeándolo de patatas asadas y aderezándolo con romero.
—Es un verdadero festín. —Iona se maravilló—. Te debe de haber llevado horas.
—Pues sí, así que nadie tiene permiso para engullir como un pavo. —Branna lo sirvió ella misma en los bonitos y platos hondos antes de sentarse—. En fin, todos hemos tenido uno o dos días complicados. —Se colocó la servilleta sobre el regazo antes de empezar a comer—. Meara, deberías empezar tú.
—Bueno, supongo que todos sabemos cómo estaba la situación antes de esta mañana, pero no nos hemos juntado para hablar de lo de hoy. Estaba guiando a un grupo de cuatro y, de hecho, nos topamos con Connor, que llevaba a su propio grupo. Llevé al mío por la ruta más larga que tenemos, e incluso dejé que trotaran un poco de vez en cuando, ya que todos eran buenos jinetes. Sucedió cuando dimos la vuelta y estábamos atravesando el bosque por el sendero estrecho. Vi al lobo en los árboles, observando, siguiéndonos. Pero… —Buscó las palabras—. Era como las sombras que se forman allí, cuando el sol se filtra entre las hojas. Más corpóreo que eso, pero no sólido. Sentía que casi podía ver a través de él, aunque no era así. Los caballos lo vieron o lo percibieron, no sabría decir, pero no los jinetes que iban detrás de mí. Siguieron hablando, riendo incluso. No fue más de un minuto, y entonces apareció Roibeard. El lobo no se marchó, sino que se esfumó.
—Una proyección —sugirió Fin.
—No una proyección típica. —Connor meneó la cabeza mientras comía—. Yo también lo vi. Se parecía más a una sombra. Tuve la impresión de que era algo que no estaba ni aquí ni allí. No como ahora, ahí afuera, no se trataba de algo sólido y corpóreo, aunque era igualmente poderoso.
—Algo nuevo entonces. —Consideró Fin—. Algo que guarda el equilibrio entre dos planos, o que se mueve entre ellos, ya que puede cambiar el tiempo en la cabaña de Sorcha.
—Pero eso consume su energía. Si observas la piedra, la fuente de su poder, esta fluctúa. —Meara miró a Connor en busca de confirmación.
—Es cierto, pero al igual que sucede con cualquier habilidad, su poder aumenta a medida que lo perfeccionas.
—Los McKinnon, la gente que guié, no vieron nada —prosiguió Meara.
—Para ellos era una sombra —dijo Fin—. Nada más.
—Un hechizo de sombra —intervino Branna—. He visto un par de cosas en el libro de Sorcha que podrían ser de utilidad.
—¿Y esto lo has sacado de su libro? —preguntó Fin mientras comía—. Porque es mágico. He tomado este plato en un elegantísimo restaurante en París y no tiene ni punto de comparación con el tuyo.
—Ha salido bueno.
—Está de vicio —repuso Boyle.
—Sí que lo está —adujo Branna con una carcajada—. He tardado un siglo porque la salsa es laboriosa y no suelo prepararla a menudo. Pero así hoy he tenido tiempo de pensar. Está presionando a Meara ahora igual que hizo antes con Iona. Poniendo a prueba los límites, podría decirse. Y creo que ha optado por Meara porque en realidad es a Connor a quien quiere atacar.
—Primero fue a por el chico. —Fin tomó un sorbo de vino mientras reflexionaba—. Pudo pensar que Eamon era un blanco fácil. Pero Connor y él juntos le hicieron daño, lo ahuyentaron. Y debió de resultarle… decepcionante.
—Así que busca venganza —continuó Boyle—. Y se llevó un buen varapalo cuando el chico metió a Connor. Pero solo un varapalo, nada más. Y la siguiente vez apuntó a Meara.
—Después de que Connor y ella tuvieran ese roce en el camión —señaló Iona—. El poder de un beso.
—Oh, por Dios santo —farfulló Meara.
—Muy cierto. —Por debajo de la mesa, los dedos de Connor ascendieron y descendieron por el muslo de Meara con aire juguetón—. Y cuando las cosas van como deben, vuelve otra vez. Con un hechizo de sombra.
—¿Podría causar daño estando esa forma que no es una forma? —se preguntó Meara.
—Creo que sí. Por lo que sé, el equilibrio es delicado —añadió Branna—. Y quien conjura el hechizo tiene que ser capaz de transformarse con rapidez…, y hacerlo sin perder ese delicado equilibrio.
—Si puede hacer eso, ¿por qué no me ha atacado hoy? Yo tenía un cuchillo, y no estoy indefensa, pero creo que él habría tenido ventaja.
—Desea más ponerte nerviosa que causarte daño —le dijo Fin—. Herirte le produce cierta satisfacción, desde luego, ya que causar daño lo alimenta. Pero serías más valiosa para él en otro aspecto.
—Te desea —aseveró Connor a las claras, y con esa ira candente que ella le había visto bullir— porque yo te deseo. Piensa seducirte…, hechizarte o sorprenderte lo necesario para que no luches, pero si corres o suplicas…
Los ojos de Meara eran dos ardientes soles negros.
—Nada de eso ocurrirá jamás.
—No vamos a subestimarlo —espetó Connor—. Eso es lo que pretende para así poder atraparte. Y tomarte como quiere nos causaría daño a todos. Entiende que estamos unidos, pero lo ve como una unión por el poder…, nada más. Si te atrapa, rompe nuestro círculo. Agradece que no entienda que no se trata solo de una unión por el poder, sino por amor y por lealtad. Si comprendiera eso, si comprendiera su poder, te perseguiría sin tregua.
—Has captado su atención —agregó Fin—, pues entiende el sexo muy bien…, aunque sin sus verdaderos placeres ni su profundidad. Para él es otra clase de poder, y el acto en sí le produce suficiente placer.
—Así que ¿los dos últimos días ha sido una especie de… de danza de apareamiento?
—No andas muy desencaminada —le dijo Branna a Meara—. Sorcha escribió sobre las semanas que intentó seducirla, sobornarla, amenazarla, debilitar su mente y su espíritu. Era innegable que deseaba su poder, pero también deseaba su cuerpo… y engendrar un hijo con ella, creo.
—Me rebanaría el cuello antes que dejar que me violara.
—No digas eso. —La furia estalló cuando Connor se giraba hacia ella—. No vuelvas a decir algo así jamás.
—No lo hagas —le ordenó Iona en voz queda antes de que Meara pudiera retirar sus palabras—. Connor tiene razón. No digas eso. Te protegeremos. Somos un círculo y nos protegemos los unos a los otros. Tú te protegerás a ti misma, pero tienes que confiar en que nosotros te protejamos.
—Quiero decir algo al respecto. —Antes de hacerlo, Boyle se sirvió un poco más de estofado—. Los cuatro no entendéis, no podéis entender por completo lo que es esto para Meara y para mí. Tenemos nuestros puños, nuestra inteligencia, una espada, el instinto, estrategias. Pero todas son cosas ordinarias. No pretendo hurgar en una herida aún abierta, pero cuando podéis excluirnos con solo pensarlo, queda de manifiesto que únicamente tenemos esas cosas ordinarias.
—Boyle, tienes que saber que…
Fin interrumpió a Iona rozándole el brazo con ligereza.
—Y yo quiero alegar algo a eso… como alguien ajeno. Un paso atrás —insistió cuando Iona le lanzó una mirada pesarosa—. Nosotros no somos los tres, sino que estamos con los tres. Otro delicado equilibrio, podríamos decir. Lo que aportamos al círculo es tan vital como el otro extremo de la balanza. Puede que los tres piensen distinto alguna vez que otra, y que quienes estamos con los tres podamos pensar lo contrario, pero esto es así, y tenemos que recordarlo y respetarlo.
—Estáis comiendo en mi mesa —aseveró Branna con voz serena—. Comida que yo he preparado. Tenéis mi respeto.
—Así es, y te estoy agradecido. Pero llegará el momento en que tengas que abrir la puerta otra vez, Branna, y dejarme trabajar contigo sin que yo tenga que abrir esa puerta poco a poco. Es de Meara de quien estamos hablando, y de todo lo que hay en juego.
Los dedos de Branna se crisparon contra el tallo de la copa de vino, para luego relajarse de nuevo.
—Tienes razón, y lo siento. Y soy consciente de que esto nos ha alterado. Eso es una victoria para él; de manera que se ha terminado.
—No podemos entender lo que es no ser lo que nosotros somos. Creo que Iona sí lo entiende —prosiguió Connor— porque reprimió lo que es, lo que tiene, durante mucho tiempo. Pero creo que vosotros…, y tú también, Fin…, no entendéis que saber que estáis con nosotros es para Branna y para mí mucho más valiente que seguir con esto, tal y como nosotros, y ahora Iona, debemos hacer. Para nosotros es, sin lugar a dudas, un deber, pero vosotros tres podéis elegir. Eso no lo olvidamos. No creáis, jamás creáis que sí.
—No buscamos gratitud —comenzó Boyle.
—Pues la tenéis lo queráis o no. Y también nuestra admiración, aunque haya habido momentos, y vuelva a haberlos, en que no lo demostremos. —Poniéndose en pie, Branna cogió otra botella de vino y llenó las copas de todos—. Por Dios, ¿creéis que me he pasado horas preparando un plato así para mí sola? Yo me conformo con un sándwich de beicon. Así que vamos a dejar de compadecernos de nosotros mismos o de los demás y a dejarnos llevar.
Meara tomó adrede un poco más de estofado.
—Está increíble, Branna.
—Eso desde luego, y a menos que queráis un simple sándwich de beicon la próxima vez que vengáis, vamos a dejar ese asunto a un lado. Bueno, ¿por qué Cabhan ha saltado al capó del camión de Connor?
—Puede que me esté arriesgando a conformarme con el sándwich de beicon, aunque están muy buenos —repuso Fin—, pero para responder a eso según lo que pienso he de volver a sacar de nuevo el otro tema.
—Responde. —Branna agitó una mano en el aire—. Yo decidiré si la próxima vez te doy algo de comer o no te doy nada.
—Quería ver qué sucedía. Era completamente corpóreo.
—Así es —convino Meara—. Músculos, huesos y sangre.
—Pero fue rápido. Saltó sin previo aviso, donde Connor no pudo percibirlo, ni yo tampoco, a pesar de no estar lejos. Luego un salto atrás, adondequiera que esté esperando. Pero en ese tiempo, ¿qué ha aprendido?
—No te sigo —dijo Boyle.
—¿Qué le ha visto hacer a Connor? Salir para enfrentarse a él solo…, solo adrede, ya que os encerró a ti y a Meara. Protegeros. Y ha visto a Branna salir corriendo, armada, pero también sola, a proteger a su hermano.
—Luego a Iona y a ti —agregó Meara.
—Ya había desaparecido cuando me he unido yo, cuando hemos iniciado el círculo. ¿Estaría vigilando? —Fin se encogió de hombros—. No puedo asegurarlo, pero no lo percibía.
—Ni yo —repuso Connor cuando Fin lo miró.
—Así que ha descubierto que el primer instinto de Connor es proteger. A su chica… Ah, no seas tan susceptible —le recriminó a Meara cuando esta protestó—. A su chica, a su amigo. Alejar el peligro y proteger. El de Branna es ir junto a Connor, igual que el de Connor sería ir con ella. Pero ella también es protectora, ya que no movió un dedo para liberar a Meara ni a Boyle ni siquiera para ser más.
—Yo también he obrado mal, y ya me he disculpado con Meara. Ahora te pido disculpas a ti, Boyle.
—Ya lo hemos hablado todo, y está perdonado.
—Él no lo olvidará. —Iona miró a su alrededor, comprendiendo—. Y utilizará lo que sabe, tratará de utilizarlo, lo aprovechará de algún modo.
—Así que tenemos que hallar el modo de utilizar lo que sabe, o lo que cree saber, en su contra. —Satisfecha con la idea, Meara esbozó una sonrisa—. ¿Cómo me vais a utilizar a mí para atraparlo?
—No vamos a hacer tal cosa. —Connor puso el corcho a la botella que contenía esa idea—. Lo intentamos con Iona, ¿o no?, y no funcionó; casi la perdemos.
—Si a la primera no lo consigues…
—Mándalo a la mierda y prueba con otra cosa —concluyó Connor.
—Yo decido. Recuerda tus propias palabras. Te lo pregunto a ti —le dijo a Fin—. ¿Hay alguna forma de utilizarme para atraerlo?
—No sabría decirlo…, y no porque no quiera vérmelas con Connor o con Branna, si a eso vamos, sino porque todos necesitamos tiempo para reflexionar y pensar detenidamente. No estoy más dispuesto de lo que lo está Connor a escapar por los pelos como nos pasó con Iona en el solsticio.
—Yo no tengo problemas con eso.
—Vamos a pensarlo, y al final debemos estar todos de acuerdo. —Miró a Connor, quien asintió—. Y trabajaremos en ello, utilizaremos lo que sabemos, perfeccionaremos lo que tenemos, ya que ha estado muy cerca. —Miró a Branna.
—Lo ha estado, igual que el veneno de Sorcha. Pero nada ha acabado con él. No consigo dar con lo que se nos escapa…, y sí, deberíamos trabajar juntos. Tú tienes buena mano con las pociones y los hechizos. Tenemos hasta Samhain.
—¿Por qué Samhain? —preguntó Connor.
—El inicio del invierno, la víspera del inicio del año para nosotros, los celtas. He estado pensando en esto mientras cocinaba. Pensamos en el día más largo…, la luz sobre la oscuridad…, pero creo que estábamos equivocados. Quizá esto sea algo que hemos pasado por alto. Samhain, porque necesitamos algo de tiempo, pero como va a por uno de nosotros con tanto descaro, no podemos tomarnos mucho.
—La noche en que el velo es más fino —reflexionó Connor—. Y en la que se dice que no se necesita ningún santo y seña para ir de un reino a otro. Esa podría ser una de las cosas que se nos ha pasado. Él puede pasar con tanta facilidad como si atravesara una habitación. Quizá esa noche nosotros podamos hacer lo mismo sin antes tener que esforzarnos para encontrar el dónde o el cuándo.
—La noche en que los muertos vienen en busca del calor de la hoguera de Samhain —agregó Fin— y el consuelo de los suyos.
—Los muertos… ¿y ahora fantasmas? —exigió Meara—. Ya no nos basta con las brujas.
—Sorcha —declaró Branna de forma concisa.
—Ah. Crees que ella podría venir y aportar su poder. ¿Sorcha y también los tres originales?
—En eso es en lo que vamos a pensar, a trabajar. Si estamos todos de acuerdo.
—Me gusta. —Boyle levantó su copa hacia Branna—. La víspera del Día de Todos los Santos.
—Si conseguimos mantenerlo a raya hasta entonces y averiguar lo suficiente —adujo Branna.
—Podremos. Lo haremos —aseveró Connor—. Siempre he sentido debilidad por Samhain… y no solo por los dulces. Una vez tuve una estupenda conversación con mi bisabuela en esa fecha.
—Que imagino que ya estaba muerta por entonces.
Connor le guiñó el ojo a Meara.
—Oh, murió años antes de que yo naciera. Cuando el velo se hace más fino soy capaz de ver a través de él con más facilidad que en otras ocasiones. Y dado que todos pensamos que me está poniendo a prueba a mí en particular, yo podría ser el cebo que buscamos. Piensa en eso —le dijo a Fin.
—Se me había pasado por la cabeza. Vamos a pensarlo en profundidad, a hablarlo en detalle y a trabajar con cautela. Puedo dedicarte todo el tiempo que necesites, Branna. A cualquier hora.
—¿No tienes ningún viaje en el horizonte? —preguntó como si tal cosa.
—Nada que no se pueda posponer o aplazar. Me quedo aquí hasta que esto haya terminado.
—¿Y luego?
Fin la miró, sin decir nada durante largo rato.
—Luego ya veremos.
—Él solo ha hecho que seamos más fuertes. —Iona asió la mano de Boyle—. Las familias se pelean y cometen errores. Pero pueden salir fortalecidas de ello. Nosotros lo hemos hecho.
—Entonces brindemos por las riñas y las cagadas.
Connor alzó su copa, los demás alzaron las suyas y, con un musical tintineo, sellaron el brindis.