Es maravilloso ver a Willie y poder hablar de ti. No sé nada de ti desde la noche en que Willie estuvo contigo, su última noche en París, pues pasan los días y no llegan cartas tuyas.
Había llevado «a Bill con los muchachos y estaba muy impresionado».
Ahora Walton tuvo la oportunidad de ver desde adentro una buena batalla y todo el mundo lo estima. Está contento de encontrarse allí porque si ocurre algo, él podrá escribir la historia de la batalla. «Nadie entiende estos combates y nadie se acerca para observarlos. Solo nosotros.»
De cualquier modo, está ganando. Hemingway dice que procura ver y registrar todo aquello que nunca ha utilizado en sus crónicas. Confiesa que no quiere competir con los jóvenes que han pasado por esta experiencia y tienen derecho de escribir sobre ello: «y los jóvenes escribirán maravillosamente, los nuevos, los que siempre están viniendo, los que esperamos que escriban mejor y con más sentido de lo que nosotros podemos hacerlo, para los que desbrozamos el camino y que esperamos que sean buenos. Yo sólo tomaré mi pedacito de la pequeña parte que me corresponde y lo reforzaré con la experiencia olvidada y lo pondré todo en el caldero. Espero que la vieja experiencia y la nueva combinen bien para que la vieja magia funcione, y entonces los libros fluirán como manantiales».
La batalla ha sido encarnizada y le hubiera gustado hacer una película como La tierra española.
Se queja de la ausencia de cartas: «Carajo, Pickle, no tengo noticias.» Y pone a otros de «ejemplo». «Red me deja leer las cartas de su novia porque yo nunca recibo cartas. Esta noche recibió una muy hermosa.» Se despide pues ya es hora de dormir. Pero antes da dos o tres noticias:
Cablegrafié a Collier’s pidiendo permiso para regresar a casa debido a problemas urgentes; motivo: reparación daños huracán propiedades en Cuba. De todas formas sólo aceptaré quedarme poco tiempo.
¿Te dije que quitaron toda la parte de Dorothy Dennis del reportaje? También todo lo que trataba sobre los corresponsales masculinos, etcétera. También fotos no usadas, al igual que toda referencia a unidades liberadas. Fue poco alentador. Les mandé un cablegrama felicitándolos por el sabotaje completo al reportaje. Mejor nos ocupamos de nuestros asuntos.
Te amo,
Only.
Mi queridísimo amor.
Dorothy Dennis era una amiga londinense de Mary Welsh. Es imposible identificar el reportaje mencionado por Hemingway.
El jueves 30 de noviembre de 1944 escribe a máquina una carta que comienza con referencias a otras anteriores: «No sé si recibiste mis cartas o las de Willie Walton.» Las últimas noticias las había recibido en una carta del 17 de noviembre. Cuenta que Willie está fascinado por la infantería. Considera que es un gran tipo y ha procurado enseñarle todo.
Espera partir y estar en París la noche del martes 5 de diciembre o el 6 por la mañana, y hace planes:
Pickle, si vas a dejar de trabajar, ¿no sería posible arreglar las cosas para tener, 3, 4 ó 5 días en los cuales ver París de verdad, sin que tuvieras que trabajar? Valdría la pena. Todas las cosas que pudiéramos hacer si no tuvieras que trabajar todos los días; y yo podría escribir mi crónica en Nueva York o en cualquier parte y podría incluso, si necesitamos dinero, escribir una crónica sobre París... Por favor, considera como algo lógico este proyecto. Pudieras tomar la habitación en una fecha definida y contar con algunos días para ver la ciudad. Me encanta la ciudad y no haría otros compromisos. Me gustaría ver el Cirque, las carreras, Montparnasse, Montmartre, Parc Montsouris, de nuevo Montmartre (más despacio), le Boxe, el Salon D'Automne, el Salon des Refuses, y tomar unos cuantos baños turcos. También comer a gusto, a cualquier precio, y caminarlo todo, con lluvia o con sol.
Repite que ha discutido sobre la necesidad —largamente aplazada— de irse para poner Finca Vigía en condiciones. Es como «un bombero que llegue al siniestro con cinco semanas de retraso».
Le escribí a los muchachos, a Mouse y a Gigi, que regresaría para Navidad. Esta noche pasamos un buen rato con el psiquiatra de la división. Vino a estudiarnos para sus trabajos futuros. Cuando te lo cuente personalmente resultará mucho más gracioso. Willie y yo vamos a escribir una obra de teatro. El psiquiatra va de villano cómico. Se vuelve loco anotando todo. Nos faltan 4 días para irnos. Para Willie y para mí, quiero decir.
Luego se lamenta por la falta de un fotógrafo, y se despide: «Perdóname esta carta sin sentido. Como no tengo noticias de allá, pienso que cualquier cosa será interesante.»
En la correspondencia del periodo bélico conservada en Finca Vigía se produce ahora un lapso de casi un mes. Como había anunciado en las cartas previas, Hemingway regresó a París a finales de la primera semana de diciembre de 1944. Pero al sobrevenir la gran contraofensiva de Von Rundstedt, volvió al frente en el sector de Buck Lanham, el 17 de diciembre, a pesar de sufrir una fuerte gripe. La noche de Navidad, 25 de diciembre, recibe carta de Mary Welsh y le escribe:
Tu carta fue una de las más hermosas y agradables experiencias que me han ocurrido jamás. Resultó también muy extraño, porque mientras tú escribías la primera parte yo meditaba lo mal que me había expresado, aunque fuera muy sincero.
Anoche, más tarde, te envié una nota para que supieras que te amo y que todo está OK.
Luego cuenta que Martha Gellhorn se había aparecido por allí. «Fui bueno y amable porque estamos en Navidades. Le expliqué a Buck que me casaré contigo si tú me aceptas.» Pero la beligerante presencia de Martha empaña su felicidad. Sin embargo, «el contrataque se cayó por su propio peso. No dije ni hice nada malo, pero todo el mundo, y yo, y finalmente ella, confiando ciegamente en su belleza (como los alemanes confían en sus blindados), se percató de que mi verdadero amor no estaba allí, ni mi corazón tampoco. Todos terminamos cansados y amables, pero las cosas quedaron claras». Fue uno de los incidentes de guerra. La visita de Martha Gellhorn al puesto de mando en Rodenbourg, donde se encontraba la jefatura del 22 Regimiento, significó para Hemingway un —contrataque» en la noche de Navidad. En realidad, el coronel Ruggles había enviado un jeep a Luxemburgo a buscar a Martha Gellhorn para halagar a Hemingway. «Era mi intención ofrecerle una agradable sorpresa a Ernest— dijo Ruggles —, pero me temo que logré lo contrario.» Hemingway afirma en su carta que extraña a Mary y piensa en lo bueno que hubiera sido tenerla allí.
Porque Miss M. no le cae bien a los combatientes. En algunos círculos cae bien, pero no lo logra en este. Pero si tú hubieras estado allí, habría sido como si todos nuestros amores auténticos se hubiesen reunido allí en vez de haber recibido una ración de Bryn Mawr, Bergdorf Goodman y el Lancaster.
El tiempo ha estado despejado y frío. Se siente muy saludable después de París. De regreso, había llegado bastante enfermo al frente, pero, confiando en el aire y en el sol, decidió quedarse. El primer día apenas podía caminar. Estaba mucho más enfermo de lo que calculaba, pero sintió que se recuperaba por momentos.
Todos estamos bien. El combate fue maravilloso y casi increíble. Lo tengo todo técnicamente OK y mañana se lo daré a Wert a las 9:30 am. (El está aquí y te llevará esta carta.) Todo estará detallado en ese papel. Pero me he casado con Life y Time (aunque sinceramente espero que no sigas trabajando si resulto ser lo suficientemente bueno) para que tú los abandones por mí. No es que mi trabajo sea construir la Esfinge ni ser dueño del salón de bailes de la fábrica de bananas, sino porque espero que te cases conmigo porque quieres casarte con un buen hombre; si prueba que es un buen hombre.
Tan pronto empieza a trabajar, se siente sobrio y valiente. Ha sido destructivo dejar de trabajar en su profesión y también estar enfermo y confinado a una habitación de esa hermosa ciudad, París. Además de no haber tenido la oportunidad de trabajar en lo que le interesaba durante cuatro años. Aquí hace un aparte para que Mary añada «autocompasión» a este pasaje.
Luego vuelve a la carga contra Martha Gellhorn, al explicarle a Mary Welsh las razones de su amor:
Marty pensó que quizás me casaba contigo (no quiero decir que tienes que hacerlo) para defenderme de ella. Y le dije directa y sinceramente las razones por las que te quiero tanto. Ya tú las conoces, así que no te aburriré repitiéndolas. Pero quizás pueda resumirlas de forma qué la sintetización (nunca antes había escrito esa palabra) sirva para divertirte. Estas son, déjame ver si puedo resumirlas en invierno: cabeza, cuerpo, cama, corazón, futuro, cara, alma, creencia en, confianza en, deseo de ser amigos de TWH, BWH, o si alguno nos jode, THW, BHW (Mr. Scrooby se levanta en este momento), deseo de vivir el resto de mi vida con... algunos de ellos no los mencioné; ni mencioné nuestra ropa, ni el tener la cabeza donde debe estar y escuchar el Capeheart, ni el mar que está ahí para nosotros, ni que eres mi gatica, mi único animal o seria mejor decir mi amor más divertido, ni que eres mi religión, mi Rey y mi patria, la familia, el hogar, el Estado, la economía, la castidad, el First National Bank de Key West, Florida, todos los bonos, hipotecas, embargos o cesión de bienes, el destello del sol por la mañana y un banco de peces que rompe la superficie del agua, los ejemplares no leídos del New Yorker, los goles anotados desde el comienzo de la partida, los daiquiríes helados (podría continuar así por 6 páginas más).
Querida hermosa Pickle, con la bata de casa amarilla, con esa maravillosa boca mágica, el mascarón de todos mis barcos, y el lugar que sabe exactamente lo que quiere, y tiene, tendido a su lado, un compañero que quiere hacer eso y no otra cosa. Te amo mucho.
Quiero ser exactamente como tú quieres que sea (dentro de mi propio yo, como tú dentro del tuyo). (Esto suena espantoso, pero tú sabes lo que quiero decir.)
Al final de la carta, aparece una nota escrita algunos días después, que dice:
Te amo, querida Pickle.
El día después de la Navidad, am.
Acabo de ver a Wert y dice que no importa si Willie va o no, que puedes estar allá con 30 días de diferencia conmigo. Hemos sostenido una conferencia.
Parece que había dudas sobre si Willie iba o no. Pero hay formas en que puede resolver esta situación. Si Willie no va puedes venir tan pronto como quieras.
El 27 de diciembre a las 8 de la mañana, Ernest Hemingway comienza la carta con una excusa: «Quise escribirte anoche pero estaba muy cansado. La noche anterior no me pude dormir hasta las 6 am y entonces te escribí la otra carta.»
Esa mañana irá en avión a observar el terreno. El día antes había trabajado sobre esto con los mapas; todos los materiales se los entregó a Wertenbaker (Wert) para que utilizara lo necesario.
Tiene un buen relato técnico de los combates que podría enriquecer con material gráfico en colores. Espera que el censor lo deje pasar. Wertenbaker pensó que a Life le podría interesar si Collier’s ponía objeciones; este quería que Hemingway pasara a trabajar a Life, pero el escritor prefiere que ni él ni Mary tengan que dedicarse al periodismo otra vez. «Creo que pudiéramos evitarlo y ser felices sin ello. No he perdido la fe, máxime ahora que conozco tus puntos de vista. Pero si tú quieres seguir con el periodismo, podemos resolverlo. No te preocupes porque yo esté trabajando en la misma organización. Haré lo que tú quieras hacer.»
Lo que Hemingway verdaderamente quiere hacer es escribir un libro, aunque no pretende que sea «una obra de arte»: «Si pudieras quedarte conmigo durante este tiempo, nos concentraríamos en cualquier otra cosa que quieras hacer y yo respetaría tu decisión. No creo que sea egoísta al querer hacer lo mío primero; no ocasionaría más problemas que decidir quién va al baño primero.»
Le ratifica que lo que más le gustaría sería casarse y ser él quien trabajara, no para hacerse el privilegiado ni el omnipotente, sino para que Mary pueda tener bastante tiempo para ser su mujer «si es que te gusta serlo; no la esposa de Ernest Hemingway, escritor; solo la mujer de tu esposo, su compañera en la alegría, su compañera de los buenos y los malos tiempos y la madre de nuestros hijos. Pero si tú no lo quieras así, entonces veré qué otra cosa hago para tenerte de todas maneras».
Dice odiar el periodismo realmente; más de lo que Mary odia a los borrachos o a la Iglesia Católica Romana, «a lo mejor igual». No abandonaría el periodismo con tal de tenerla a ella, pero supone que hacer lo que se odia o ir en contra de la naturaleza, lo destruye a uno más tarde o más temprano.
Realmente creo que tienes una oportunidad de ser feliz conmigo, conmigo trabajando, porque no es ir contra la naturaleza el que tengas un marido y te conserves saludable y económicamente bien y nadie dice que debes dejar de usar la cabeza ni de ir a buenos lugares ni de aprender y tendrás tiempo de aprender las cosas que realmente te interesan. Cuando viajemos a Londres y a París podrás visitar a toda la gente cuyo intelecto te agrade y conversar con ellos. [Este tema obsesiona a Hemingway; le seguirá hablando sobre su amor y el mejor modo de vivir juntos.] En realidad no quiero que sigamos haciendo periodismo; prefiero llevar otro tipo de vida más seguro. La ventaja de escribir es que la literatura nos da más libertad de movimiento entre un libro y otro.
Se despide una primera vez: «Bueno, tengo que vestirme e ir a trabajar. Te amo mucho, Pequeñita. Te abrazo fuerte y muy junto a mí y te beso.»
Revisa una crónica y verá a los amigos para regresar al final de esa semana o a principios de la otra. Le enviará un mensaje. Luego se despide por segunda vez:
Te amo, mi amor. La cabeza y el pecho mejor, pero aún me siento débil. Creo que el médico tenia razón en cuanto a la convalecencia.
Todo mi amor. Perdóname esta carta aburrida y prosaica.
La otra es una carta de amor.
Tu amante esposo,
Only.
En la época del divorcio con Martha Gellhorn, Hemingway escribe una carta a Carol, su hermana más joven, en la que le agradece unas fotos que ella le ha enviado. «Me alegro de que los muchachos estén contigo. Yo también tengo tres simpáticos muchachos, aunque, por desgracia, Bumby, 1er teniente del Cuerpo de Paracaidistas, fue herido y hecho prisionero (aún no tenemos noticias). Mouse y Gigi están en la escuela. Terminan en junio.»
Recuerda que fue por esa misma época del año cuando ella lo visitó (Nueva York, 1932). Reunirse con Carol había sido muy agradable, pero... «Las cosas no salieron muy bien. Lo único que podía haber hecho era matar a John, y eso no resultaba práctico en Nueva York.» (John Gardner había insistido en casarse con Carol, pese a la tenaz oposición de Hemingway. Como se desprende de esta carta, pasaron años antes que Hemingway se volviera a comunicar directamente con Carol.) «No tiene arreglo, Beef [Carol]. Ahora, cuando pienso en eso, y hace tiempo que no lo hacía, siento por ese tipo el mismo odio que experimento por los nazis.»
Cree que es un sentimiento infantil, tan fuerte como lo que ocurre en un libro de Faulkner. «Sin embargo —dice—, no lo saqué de ningún libro de Faulkner.»
Los asuntos familiares son el eje de esta carta:
«Les (el Barón) [se refiere a Leicester, el hermano menor] se ha convertido en una persona decente, si es que todavía está vivo. Nunca soporté su presencia porque se parecía a su madre.» No obstante, recuerda que en Londres, cuando estaba herido [Ernest Hemingway sufrió un peligroso accidente automovilístico en 1944], descubrió que si mantenía los ojos cerrados podía hacer las paces con él. Los problemas matrimoniales de Leicester y todos los demás no tenían «ninguna solución». Hemingway creía que su hermano buscaba una respuesta en la guerra. Parecía haber decidido «ser un tipo muy valiente y querido por muchas personas». Cuando Bumby cayó prisionero, Leicester se presentó inmediatamente de voluntario en la misma unidad. No tenía ninguna calificación, así que por último se trasladó del Cuerpo de Señales para la 4ta División de Infantería, a la cual pertenecía desde julio. Estuvo con Hemingway durante algún tiempo «y todo el mundo simpatizó mucho con él». Luego pasa revista a otros miembros de la familia:
Ura [Úrsula Hemingway] está en Hawaaia (no sé cómo se escribe) con su marido. Su hija es patinadora de hielo.
Patina en Ice Frolics o algo parecido. Siempre fue una niña picara y simpática aunque terriblemente malcriada.
Se queja de que hace mucho tiempo no tiene noticias de Sunny ni de Marce (Madelaine y Marcelline, respectivamente. Las otras dos hermanas). «Baron ha sido el único vínculo entre las familias. Actualmente se está portando muy bien; simpático, excesivamente entusiasta, por supuesto, pero civilizado y culto. La guerra es algo deplorable por completo; pero ha sido una buena experiencia para el Barón.»
Hemingway matiza con ironía las pésimas relaciones con su madre: «He recibido una hermosa carta de nuestra madre en la que dice estar segura de que Dios me protegería a pesar de lo poco que yo me lo merezco.»
La madre, que con seguridad sabia del divorcio, le preguntaba quién era Mary Welsh: «Por fin me curé de lo de Martha. Con un escritor basta en la familia (otro resulta excesivo) y lo que yo necesito es una esposa que se quede en la cama por las noches en vez de andar por otra parte. Necesito urgente e inmediatamente una esposa así, y espero encontrarla en Mary Welsh.» Mary Welsh quería dejar el periodismo y no escribir más y Hemingway se comprometía sinceramente a ser un buen marido cuando se casaran.
«Escribir es un negocio muy complicado. Beef, y lo que uno necesita es alguien que ayude en vez de competir con uno.» Martha era «una muchacha preciosa» y él le había enseñado «a escribir muy bien sin cambiarle el estilo». Añade que su esposa tenía mucho talento y escribía artículos «endiabladamente buenos» para las revistas, pero era muy egoísta e imperiosa «y, como ya te dije, lo que quiero es una esposa en la cama por las noches y no una que ande por ahí metida en aventuras... La quise mucho, pero por último me curé viajando».
La carta, sin firma, termina aquí.
Se conserva en Finca Vigía una carta de Martha Gellhorn, con matasellos de 1945, que evidencia un mejoramiento en las relaciones Hemingway-Gellhorn. Así comienza:
Querido Bug [bicho; término afectuoso]:
Ahora que Bumby está a salvo es que verdaderamente considero que la guerra en Europa ha terminado. Por supuesto, no sabía nada sobre él, y estuve por Munich, Nuremberg y en otros lugares por donde había pasado el Primer Ejército, para ver si podía averiguar algo. Sin embargo, no pude averiguar nada de los prisioneros; aparentemente se trasladaban por su propia cuenta y solo eran reportados cuando encontraban algunos de sus compañeros.
Me encontré de casualidad con Neil Regan en París, después del día V-E [Victoria en Europa, 7 de mayo de 1945] y me dijo que había visto a Bumby. Entonces recibí una carta de Charlie Scribner y regresé a Londres, y allí Mike Burks y Bob Thompson me dijeron que había sido liberado, que había regresado para su casa y que tenía buen aspecto.
Burke, junto con Henry W. R. North (alias Buddy), formaron una de esas organizaciones de borrachínes de Hemingway: la Hemingstein's Boarded Junior Commander, en la que el escritor era el líder y estos dos formaban parte del staff. Ambos conocieron a Hemingway en Londres, en 1944, cuando esperaban ser lanzados en paracaídas sobre la Francia ocupada. Burke era una estrella de fútbol de la Universidad de Pennsylvania.
En su libro How It Was, Mary Welsh se refiere al capitán Robert Thompson como una de las personas que le procuró información respecto a Jack Hemingway, Bumby, en noviembre de 1944.
Al parecer, habiendo hecho las paces con Hemingway, Martha le cuenta sus planes al exesposo: «Dentro de dos semanas regreso a casa. Quiero pasar el verano con mamá. Pensaba ir al Pacífico o regresar aquí en el otoño, puesto que me encuentro muy agotada y los japoneses parecen ser muy groseros.»
Cuenta que en Nuremberg visitó la división de Hemingway y pasó la noche con el mayor George Goforth y sus hombres en una casa de apartamentos de alquiler que se hallaba en buenas condiciones, a excepción de la falta de agua. Goforth estaba muy cansado y contento de que todo hubiera terminado. Estaban más muertos que vivos, pero se mostraron complacientes y le enviaron «muchos saludos y cariños».
Considero que nuestra separación se ha difundido ampliamente; hasta Winchell lo dijo por radio (Audrey me escribió para preguntarme si era cierto), así que es un asunto terminado y no tienes que preocuparte por la publicidad.
Tal parece que todo se ha desenvuelto muy discreta y agradablemente.
¿No podrías contratar a un abogado en Cuba para que se ocupe de lo del divorcio? Me parece que solo te representaría una llamada por teléfono. Quiero que todo quede bien amarrado. Estoy segura de que entenderás.
Luego le pregunta si ha logrado comenzar el libro y le desea mucho éxito. «Por favor, besa a Mouse [Patrick] y a Gigi en mi nombre; espero que no los perderé completamente y para siempre.»
Dice gozar de buena salud: «Peso 124 libras y estoy levemente tostada por el sol (muy levemente) y en excelente forma.» Sus amigos, «el cuerpo de redacción del sexto piso», antiguos compañeros de Hemingway en Londres, le envían recuerdos: «Ahora constituyen mi familia y esta descarnada habitación resulta tan agradable como si uno la hubiera construido o como si hubiera nacido en ella.»
En su posdata con fecha «Londres, 28 de mayo», agrega: «Mejor escríbeme a Charlie Scribner; no sé dónde hallaré alojamiento en Nueva York, aunque voy a tratar de conseguir algo en el Gladstone. Si dejaste alguna ropa allí, te la enviaré, si lo deseas.»
En una carta sin fecha, dirigida a Martha Gellhorn y que probablemente nunca fue enviada, Hemingway hace un recuento de su vida familiar. Está redactada en términos muy afectuosos.
Me imagino que no viste a Mousie, ya que salió de la escuela el 19 (aunque puede que lo hayas visto). Bumby está bien.
Perdió 50 libras con una dieta de una sopa cada cinco días y a veces 2 sopas a la semana.
Bumby había logrado fugarse, pero fue recapturado. Finalmente lo hicieron marchar junto con otros prisioneros desde Nuremberg hasta Moosberg (200 millas), con los SS ocupándose de los que se caían. «Aumentó 35 libras (que al principio eran solo grasa), pero ahora está haciendo ejercicios, alimentándose bien y se recupera con rapidez.»
Había recibido heridas en el hombro y el antebrazo. A causa de una infección tuvieron que operarle un músculo del hombro,' pero, según sus propias palabras, la única consecuencia de todo esto fue que lo liberaron del servicio. Las heridas eran grandes y fueron producidas por tina carabina automática a una distancia aproximada de 20 yardas y una granada de mano que casi le explotó al lado de la cabeza. «Hemos tenido mucha suerte con él. Está entero. Ni asustado ni nervioso. Ha madurado mucho en algunos aspectos, pero en otros, nada en absoluto. Te quiere tanto o más que nunca. Así que no pienses jamás que lo has perdido porque siempre lo tendrás.»
También estuvieron preocupados con Mousie cuando el doctor dijo que tenía una manchita en el pulmón. Pero era un error de la placa. «Él y Gigi deben llegar mañana. Gigi se encuentra mucho mejor y más fuerte; sigue tan bromista como siempre, pero ahora se le puede seguir la corriente y ha perdido mucho de su fiereza competitiva.»
Por otra parte, Mousie había comenzado a pintar el año anterior; pintaba maravillosamente, según su padre. Este habla de la posibilidad de enviarle un cuadro, si ella lo desea. Sus pinturas recuerdan un poco a Van Gogh, de acuerdo con el criterio de Hemingway, y parecen buenas: «¿No resultaría formidable que se convirtiera en un buen pintor?»
Después añade: «Es muy bueno, modesto y tranquilo con respecto a la pintura. Sabes que está pintando cuando no lo encuentran por ningún lado. He mandado montar dos de los mejores y los he colgado con los demás cuadros.»
Luego de advertir que la carta será larga, pasa a informar sobre los últimos sucesos. Se congratula por lo agradable que ha sido la última conversación sostenida entre ambos y se alegra de quedar como amigos.
Esto es, más o menos, un escueto resumen sobre los muchachos. Solo me resta decirte que Gigi no ha crecido mucho, pero ha anchado. Mousie está increíblemente alto, encorvado y muy delgado. Debo hacer que engorde y cuidar su postura. Ambos te quieren y están orgullosos de ti.
Cuando llegué a casa los gatos parecían sacados de Dachau. Partían el corazón. Ahora están OK. Blindie se ahogó en el ciclón. Todos los demás gatos están OK.
Los efectos del ciclón de 1944 sobre la finca habían sido desastrosos, «pero la mayoría de las mejores palmas permanece de pie y este lugar es aún más bello que cualquier otro que haya visto jamás». La Gran Ceiba y muchos de los flamboyanes no fueron afectados; sin embargo, perdieron las mejores matas de mango y la mayoría de las palmas reales en dirección a las colinas. «Pero lo esencial, la casa y el terreno, están intactos.»
Lo que afectó como diablo es que durante los ocho meses siguientes hubo sequía. Hasta hace cuatro días todo se secaba hasta achicharrarse. Mis trasplantes se marchitaron, la tierra se cuarteaba, no había agua en el pozo y si un fango pegajoso a su alrededor. Entonces, el miércoles pasado, comenzó a llover temprano por la mañana. No fue solo un aguacero sino la verdadera lluvia de temporada que se requería para salvar el lugar. La isla entera se estaba convirtiendo en un desierto y el ganado moría, el pasto casi se había extinguido.
Como un buen guionista le dije a los periodistas lo que tú me aconsejaste en Londres que dijera. Hablé muy bien de ti. Somos amigos. Nos respetamos. Sin escándalos. Dos personas casadas que ahora rompen. Lo más digno posible. Todo el mundo deseándonos buena suerte. Amigos tuyos diciendo que quisieran continuar mi amistad. Amigos míos diciendo cuánto te admiraban y querían. Walter y yo intercambiando cartas amistosas. Mamá y yo comprendiéndonos.
Por otra parte, le informa que Mary Welsh estaba decidida a obtener el divorcio de Noel Monks en la corte el día 28, «que es cuando vence el plazo (por vacaciones de verano)». Se había ido por avión el miércoles anterior con el pasaje resuelto y con cinco días de antelación para no dejar nada al azar.
«Me han asegurado que podré obtener un divorcio sin publicidad en un mes y estoy esperando para ver contigo lo de tu representación, etcétera.»
Por tanto, el desenlace feliz parece algo elucubrado «por Henry J. Kaiser, a no ser por el hecho de que escribo una novela y que esto nunca resulta fácil».
«Salimos hacia el aeropuerto a las 12:35», dice, y le describe el accidente automovilístico que habían tenido Mary Welsh y él. Subían bajo la lluvia la loma que se encuentra detrás del Club de Cazadores. El Lincoln alcanzó la cima, y al iniciar la bajada por la carretera de Mantilla, comenzó a patinar.
Estaba tan resbalosa que parecía enjabonada. Era la primera lluvia después de ocho meses y los camiones la habían enfangado. Hemingway logró sacar el carro de cuatro patinazos, pero, finalmente, se metieron en una zanja, entre un árbol y un muro de piedra. Mary se rasguñó la frente y se hizo un profundo arañazo en la mejilla izquierda. Hemingway se incrustó el pecho en el timón y recibió una herida muy profunda en el centro de la frente donde se le encajó el espejo retrovisor; además, se hizo una herida bastante fea en la rodilla izquierda.
Mary va a quedar perfectamente bien después de una cirugía plástica (Rodríguez Díaz es un maravilloso cirujano), pero va a resultar muy dolorosa; el American Hospital está lleno y tú sabes cómo son las clínicas cubanas. Todas son iguales a la clínica en que murió Mr. Josie [Russell].
Yo no tengo fracturas: el cartílago se desprendió un poco de las costillas y la pleura está lastimada (probablemente te haya ocurrido lo mismo cuando se volcó el jeep). Mi rodilla parece la de un elefante, pero no es fractura. Creo que la hemorragia interna es más de sangre que de líquido sinovial, ya que ahora está drenando bien y el morado llega hasta la articulación.
Herrera Sotolongo le suturó a Hemingway en Finca Vigía la larga herida en la frente que se hizo en el accidente automovilístico. Mary recibió muchas más heridas y fue atendida en una clínica. «Pero el cirujano no realizó un buen trabajo», observa José Luis Herrera Sotolongo: «La última vez que las vi todavía esas cicatrices eran visibles.»
Para Hemingway, este incidente culminaba una sucesión de hechos parecidos: apenas un año atrás, Hemingway se había herido la cabeza en un accidente ocurrido en Londres durante un apagón. Esa herida le dejó bastante reborde. Era semejante a la recibida en París, en marzo de 1928, cuando los cristales de una claraboya le cayeron en la cabeza. «Pero entonces tuvo ese accidente aquí», cuenta Herrera Sotolongo. «Era una herida transversal y se le confundía con las arrugas de la frente. Él no manejaba mucho. Pero aquel día iba en su Lincoln de 12 cilindros en linea. Rozó con un poste y se le levantó el capó. Un patinazo en un día de lluvia. Se dirigía al aeropuerto. Siempre iba al aeropuerto por la carretera del Lucero, de ahí a Mantilla, y de ahí a Boyeros. El cirujano de Mary fue Rodríguez Díaz, pero este señor era “más tirador (de pichones) que cirujano”.»
Sin duda, Hemingway era especialmente vulnerable en la mollera. Tiempo después recibió otra herida en la cabeza. Herrera Sotolongo recuerda:
Lo del garfio de atunes sí fue grande, y muy difícil de arreglar, porque tenia la herida irregular y había que cortar pedazos de piel. Había tenido un tropiezo en el Pilar y se enganchó la cabeza con un garfio. Lo curé en el cuarto de Mary; me ayudaban Mary y mi hermano Roberto. Se requería anestesia local. «No quiero», dijo Ernesto. «Bueno, pero tienes que aguantar sin moverte», le advertí, y comencé a cortar el cuero cabelludo. «No me afeites —dijo Ernesto—, porque no me va a salir pelo». «Si te va a salir», le tuve que asegurar. Mi instrumental era español y lo tenia hirviendo en un reverbero, sobre un aparador. Una de las criadas, nerviosa, lo tumbó; a Ernesto, que estaba en short, le cayó agua hirviente en las piernas. No se movió. «Tú me dijiste que no me podía mover», comentó. Le puse seis o siete puntos en la cabeza, una sutura de emergencia con ágrafes metálicos. Me quedó de lo mejor.
Estoico, aunque con menos entusiasmo que Herrera Sotolongo, Hemingway resume asi su accidente en la carretera de Mantilla: «Parece que me escapé por poco. No es por quejarme, pero te juro que es una mala suerte haberme golpeado en el mismo lugar donde ya había tenido otro problema.»
Después la carta pasa a otro tema:
Ahora que hemos pasado el drama, veamos qué otras noticias te puedo dar. ¡Ah, sí! Cucu, Mrs. Cucu y yo empacamos todas tus cosas con triste reverencia; están con bolas de naftalina dentro de buenas maletas en el piso superior de la casita. Todos tus papeles, etcétera, están sellados.
Las cosas que podían deteriorarse, las de piel, etc. están guardadas en el closet azul del pasillo, que se mantiene cerrado, y María Esther las saca a cada rato a coger aire.
He tenido muchísimo cuidado con tus pertenencias y tus porcelanas, platería, adornos, etc. Todo empaquetado y cuidado. Por favor, no te preocupes por nada.
En son de paz, la adula diciéndole que ha seguido sus instrucciones al referirse a ellos en la revista Colliers, y que, de paso, la ha realzado mucho, aunque ella no necesitaba ese apoyo. Se queja de que Collier's aún no le ha pagado los 6 000 dólares que gastó de su dinero a cuenta de ellos. Le cablegrafiaron para decirle que solo querían un resumen de sus gastos y que le avisarían cuando hubieran depositado el dinero. En lugar de eso, había recibido una carta «por correo ordinario enviada por La Cossitt (editor de Collier's) donde me pedían un recuento pormenorizado de mis gastos».
También se queja de que le enviaron un cable de Mike Burke en el cual se le informaba que Bumby estaba bien, en un sobre de tres centavos, pese a encontrarse terriblemente preocupado por no saber nada de su hijo. Ni siquiera la habían mandado por vía aérea. Dice airado: «Un cable que ellos mismos leyeron y que sabían que era sobre el propio hijo de uno, lo demoraron diecisiete días.»
Su diatriba por la desconsideración de Collier’s continúa, mientras hace un recuento de sus méritos en la guerra. Ha participado en vuelos de intercepción contra las bombas volantes, les escribió buenos reportajes como «Un GI y el general», y fue el primero en llegar a París, y, según lo admiten todos los corresponsales, fue el primero en entrar en Alemania. Sin embargo, no le pagaron los gastos que le debían por algo más de un año.
Sigue hablando después sobre el divorcio. Si a ella le urge, él comenzará los trámites sin tener en cuenta las repercusiones que pueda tener sobre él u otros, pero si no tiene apuro y el status de separados le resulta conveniente, lo hará lo más pronto posible, pero utilizando una táctica más favorable. Si el problema es decirlo, le indica que puede decir a todos que se divorciarán en un mes o en un par de meses o tal vez en el otoño.
Le asegura que él nunca pondrá obstáculos y, si todo sale bien, se divorciarán más rápido de lo calculado.
No sé a ti, pero a mí me resulta muy duro escribir inmediatamente después de la guerra... Pero te prometo que procuraré ponerme en forma y escribir lo mejor que pueda para tener de nuevo todas las cosas que perdimos.
Ha rebajado de peso; está en 202 libras y su meta es 194. Pero no solo piensa en lo material. Ahora que su divorcio es inminente pasa balance a su conducta: «Nunca he sido un borracho, nunca me noqueó el ron (es mi propia opinión, por supuesto); no he sido ruin ni cruel ni he dicho cosas ruines o crueles. También tengo nuevas y buenas cualidades que ahora no recuerdo. Créeme que son sexua-s.»
Finaliza planteando la posibilidad de que ella y su madre lo visitaran en Finca Vigía alguna vez, si asi lo desean, para ver a los muchachos. «Espero pasarme un largo tiempo en África cuando las cosas se despejen, y tú podrás venir cuando ya no consideres que este lugar es un albatros.»
El protagonista de este esbozo de relato es el propio Ernest Hemingway; él lo escribió a su regreso de la guerra. Había buen tiempo en Finca Vigía y el escritor, frente a su máquina, podía evocar, ahora con humor, los tiempos oscuros de los cañonazos.
El relato está escrito con un lenguaje descamado, casi brutal, y, en ocasiones, olvida entrecomillar los diálogos. Comienza así:
Caballeros, la popularidad de su viejo amigo Hemingstein decreció en los alrededores de Hurtgen. Estuve tres días en París, y allí me dieron instrucciones que otras subsiguientes echaron abajo; hablaron mierda, me llenaron de prejuicios y lo confundieron todo. Después nos sentaron en el trailer y el general, que no tenia uno sino dos guardias afuera, me dijo:
—¿Qué tú crees de esto, Ernie?
—¿Usted quiere que le sea franco, general? —le pregunté, diciéndole lo de siempre, usted sabe. Luego añadí—: Me parece que nos encontrábamos en la peor situación, la más brutal y jodida que he visto en mi vida.
«Demasiado franco», escribe Hemingway a modo de reflexión. Después su relato se desarrolla totalmente en forma de diálogo: uno de los personajes, el mismo autor, va a cambiar con frecuencia de nombre: Yo, Pobrecito Papa, Hemingstein:
El General. Comparto tus sentimientos, pero recuerda que no debemos dejarnos guiar por nuestro miedo.
Pobrecito Yo. General, que yo sepa no tengo ningún jodido miedo a no ser de sus regimientos 8vo, 12mo y 22do o de los desgraciados ingenieros y médicos.
El General. ¿Por qué no me llamas Tubby?
Yo. Continuaré llamándolo general todo el tiempo que estemos aquí.
El General. ¿De verdad piensas que las cosas están tan malas?
Yo. General, esto está más que jodido.
EL General. ¿Podrías hacerme el favor de hacer pasar a Dick (su jefe de Estado Mayor que estaba enamorado de una de mis hermanas antes de ingresar en la academia). ¿Vas a cenar con nosotros?
HEMINCSTEIN. Solamente si el general me lo pide.
EL GENERAL. Está bien. Vete con Buck. Eso es lo que quieres hacer, ¿no?
HEM. Después de haberlo visto a usted, general.
EL GENERAL. Dile que no joda más y que no me pida más cañones ligeros de 81 mm.
HEM. ES para volar árboles, general. La artillería más pesada manda los proyectiles a través de los árboles y se meten en la tierra. La tierra está toda fangosa debido a la lluvia.
EL GENERAL. Puede que la tierra se congele y se endurezca.
HEM. Puede que nieve y que se joda todavía más la cosá.
EL GENERAL. Bueno, llégate allá y cuando regreses ven a verme. Tengo una botella de whisky para ti.
HEM. Gracias, general.
El GENERAL. Si no me tuteas, resuelve tú solo la bebida.
HEMINGSTEIN. Ya lo hice, general, pero su bebida es mejor.
EL GENERAL. Acábate de ir, coño. Estaré despierto cuando tú regreses. Dime la cantidad de cañones de 81 mm que necesita realmente y cuántos está tratando de robar de los otros regimientos.
HEMINGSTEIN. Adiós, general. Le enviaré a Dick.
La escena se desarrolla ahora en el regimiento.
—So hijo de puta. Tipo repudiable. Crápula. ¿Qué hiciste en París? —preguntó Buck.
—¿Qué tú crees?
—¿Qué dijo nuestro Líder Perdido?
—Nada.
—¿Para cuándo es la cosa?
—Tenemos que esperar que haya buen tiempo para la aviación. Escucha, Buck: ¿qué cantidad de cañones de 81 mm necesitas de verdad?
—Todos los que pueda conseguir y todos los que pueda robar, y me quedo corto todavía.
—¿Con cuántos te quedarías satisfecho?
—Dile que nunca estoy satisfecho. ¿Qué piensa que vamos a hacer con ellos? ¿Que los queremos para comérnoslos o venderlos?
—Él también tiene sus problemas.
—Cuéntamelos.
—No puedo. Estoy prejuiciado.
—Siempre supuse que te vería ahorcado, pero nunca prejuiciado.
Al igual que en una carta anterior incluida en esta obra, que estaba dirigida a Allen R. May, no se ha podido identificar el destinatario de esta misiva: un tal Raymond, sin más señas. Pero aquí no hay amor sino una declaración de hostilidades. Tampoco ha sido posible ubicar con precisión al otro personaje aludido en la carta llamado Win. Pudiera tratarse de Winston Guest, pero, por otra parte, Hemingway acostumbraba llamar Wolfie a este amigo. Tampoco se conoce el problema que provocó la ira de Hemingway. La carta, escrita en una hoja de papel gaceta largo, es buen ejemplo de su tono belicoso.
Está fechada el 18 de septiembre de 1945 y comienza:
Querido Raymond:
¿No podrías crecer un poco y dejar tranquilo a Win y no molestarlo más?
Desconozco cuáles son tus deberes actuales, y no me interesan, pero, ni aunque fueras el mismísimo Dickie Mountbatten, tendrías derecho a criticar sus acciones en este show. Probablemente he pasado tanto tiempo en la guerra como tú en el kindergarten, en la escuela y en la universidad, y tengo más heridas que las manzanas que tú has llevado a tus profesores o las que estos te han regalado a ti. Así que entiende esto: si quieres criticar a Win, critícame a mí, y de frente. Molestar está fuera del juego.
Hemingway asegura conocer en qué circunstancias Win escribió cierta carta y por qué no la pudo firmar. También sabe que Win se enteró de que la mamá de Raymond estaba enferma al comienzo del año. y que tomó medidas inteligentes al respecto. La madre de Raymond estaba pescando en Canadá cuando Win estaba en Nueva York, y la carta del primero, diciéndole que estuviera allá el 18, llegó a Hemingway el mismo 18. Win no podía abandonar Nueva York a menos que fuera un asunto de vida o muerte, y de todas formas dependería de las circunstancias que pudiera o no venir, le dice Hemingway a Raymond. La carta finaliza en estos términos:
Nosotros no somos amigos, tú y yo, solo conocidos. Sobre esa base te pido, y no sobre otra, que no continúes haciéndote el estúpido criticando las acciones de Win en este show y que no sigas actuando como si estuvieran en una guerra dirigida por la Asociación de Polo, con clasificaciones anuales. La cosa no es así. Se pelea para ganar, y solo los mierdas se preocupan de clasificar o de la clasificación.
Siempre tuyo, E. Hemingway.
En un cable de Robert Capa, cuyo sobre dice: Released to Cortina, se lee lo siguiente:
Telegrafía a Fotomagnum, París. Para saber cuánto tiempo permanecerás ahí o dónde podría encontrarte en marzo. Me gustaría tomáramos un trago.
El cable, aunque su texto carece de fecha, fue transmitido probablemente en 1949, porque esa es la época del retorno de Hemingway a Europa. A Capa le quedaban cinco años de vida entonces.
El 24 de mayo de 1954 estaba con un par de cámaras colgadas al cuello en un camino cerca de Thai Binh, en Vietnam. Descendió del jeep en que viajaba con el propósito de tomar fotografías de una columna del ejército francés y le dijo a su chofer: «I'm going up the road, look for me when you drive up.» (Me voy a adelantar, búscame cuando vengas.) Fueron sus últimas palabras. Avanzó unos cuantos metros y pisó una mina. Su amigo Hemingway se encontraba en Madrid cuando recibió la noticia. El 27 de mayo escribió una nota necrológica con estilográfica en la que afirmaba que Capa era un buen amigo y un fotógrafo bravo y extraordinario. «Es terrible para todo el mundo que la ley de probabilidades haya estado en su contra esta vez. Pero es especialmente terrible para Capa...»
El 5 de junio de 1950, Sidney Franklin, el torero, le escribe a Hemingway para contarle sobre su autobiografía recién comenzada. Había hablado con Charles Scribner, padre, antes del viaje de este por Europa, con respecto a la posibilidad de que Hemingway vendiera Muerte en la tarde para hacer una película épica sobre el toreo. Rice, el agente de Hemingway, le informó que no estaba interesado. Así que ahí acabó la cosa, pero no el interés de Sidney Franklin en afanes editoriales:
Después vi a Scribner y le enseñé 125 páginas que he escrito de mi autobiografía. Le gustó, pero otros que venían con él no la vieron con buenos ojos y no les pareció que justificara hacerme un contrato. Como había otro editor interesado, le dije a Scribner que estaba bien, que firmaría con el otro. Scribner me ofreció entonces cualquier ayuda que necesitara para que hiciera un buen negocio.
Yo sé que estás ocupado. Y sé que has tenido problemas de salud y mucho trabajo. Tampoco estoy seguro cómo andan las cosas entre nosotros. Pero recuerdo que muchas veces me dijiste que me ayudarías si alguna vez me decidía a hacer mi autobiografía. ¿Sería mucho pedirte si entre ahora y mediados de octubre me ayudaras a editar la obra o que hicieras cualquier gestión que creas necesaria para que todo salga bien?
Tenía escritas 125 páginas de narración pura y había relatado los hechos tal como los recordaba, casi sin hacer cortes. Calculaba que el libro completo debía dar alrededor de 400 ó 500 cuartillas mecanografiadas. Hizo un bosquejo por capítulos de los episodios, que seguirían una secuencia apropiada. Tenía 30 capítulos planeados en ese momento, pero suponía que al final se reducirían a 25 capítulos de 20 páginas cada uno. Esperaba tenerlo preparado el próximo octubre para que se pudiera publicar en la primavera.
La semana pasada, los editores, mi agente George Bye y yo, acordamos los términos generales del contrato. En esta semana lo firmaremos sobre la base de lo que han visto. Creen que no es necesario un escritor fantasma o un colaborador. Como te he dicho muchas veces, nunca quise hacerlo antes porque creí que lo harías tú. Pero cada vez nos ponemos más viejos y lo mejor que hago es sacarle lo que pueda antes de que sea demasiado tarde. Y aunque te sorprenda, este invierno espero entrar en acción en Venezuela y Perú. Tengo que hacerlo para promover el libro y convertirlo en un tópico de moda, además del dinero que obtenga de las corridas.
Según las circunstancias, saldría en auto para California y México y volvería en un mes. Después iría a Sudamérica para cumplir sus compromisos de acuerdo con lo establecido en el contrato y estaría de regreso a Estados Unidos a finales de julio. Más tarde haría un pequeño viaje a España para buscar uniformes y retornaría en octubre. Planeaba escribir un capítulo de 20 páginas cada semana.
Si estás de acuerdo iré a verte en La Habana cuando vuelva de México o cuando vaya a Sudamérica o después. Como mejor te acomode a ti. Lo que me interesa es que rae ayudes a hacerlo.
Espero que tu salud mejore y que puedas disfrutar de la vida como antaño. Mientras tanto, recuerdos a todo el mundo y por favor hazme saber tu decisión. Y sobre todo, cuídate.
Diez días después de escribirle a Hemingway esta carta en la cual describe en detalle sus proyectos y solicita su ayuda, Sidney Franklin le hace otra en la que repite con una insistencia casi textual lo expresado previamente. La misiva está fechada el 15 de junio de 1950. Comienza así:
No sé si recibiste mi carta de junio 5. En ella te expliqué que estaba a punto de firmar con un editor lo de mi autobiografía y que ellos pensaban que era justo no utilizar a un escritor fantasma ni un colaborador, pero me dijeron que tenían que garantizar una buena edición, y por eso te escribí pidiéndote ayuda si tenías tiempo.
Sidney Franklin le expresa su sentir sobre la historia de su vida y la convicción de que era mejor dejar de escribirla que publicarla sin la debida calidad. No confía en cualquier editor por calificado que sea. Desea un experto en la materia; es decir, al propio Hemingway. Todos los trámites de su publicación los tenía aguantados esperando la decisión de este:
No le he mencionado a nadie, excepto al propio Scribner, que me gustaría que tú me ayudaras a editarla: me dijo que te escribió varias veces para que me vieras, pero no dijiste nada en las cartas a él.
Te escribí también sobre la posibilidad de que yo fuera a Cuba en cualquier momento que se conviniera. Quiero decir, si estás de acuerdo. Tengo 125 páginas de narración pura. Si lo sigo, quisiera tenerlo todo preparado en la primavera. Pienso efectuar corridas en Venezuela y Perú este invierno para poner el libro en boca de todos.
Y bien, ¿qué dices, Ernest, tienes el tiempo para ayudarme a editar o lo que tú digas en tus propios términos?
Termina la carta enviándole saludos a Mary y a él, y congratula a Patrick por su matrimonio.
Fechada en Roma, el 12 de diciembre de 1950, Ingrid Bergman escribe a Hemingway y Mary Welsh:
Hace tanto y tan lejos... Pero pienso en ustedes a menudo y leo sobre ustedes, y espero que pronto viajen a Italia o París, pues nosotros estaremos allí a principios de año.
Querido Papa, he leído varias veces las cosas bonitas que has dicho sobre mí, abrazo tu gran corazón y te lo agradezco con el mío. (¡Qué frase!)
Llega la Navidad y por una vez estoy escribiendo a tiempo para enviar felicitaciones. Generalmente llegan mucho después. Así que, Felices Pascuas y que el nuevo año se las arregle para que coincidamos en el mismo lugar.
Con los mejores deseos para ustedes dos,
Ingrid.
Ernest Hemingway recibe un cablegrama importante de su hermana Madelaine. Las noticias son las peores.
MAMA MURIO HOY 12:40 AM JUEVES 28 DE JUNIO FUNERAL EN RIVER FOREST PROBABLEMENTE SABADO CARIÑOS
SUNNY
Fernando G. Campoamor recuerda que ese día había visitado Finca Vigía casualmente. Cable en mano, Hemingway dijo: «Look, Fernando, mother is dead.» Enarboló ese cable y se preguntó: «¿Por qué esta mujer ha hecho esto?», al parecer quebrantado momentáneamente. Aceptó que ella y él nunca se habían comprendido. En un gesto usual, dijo: «Vamos a tomarnos un trago. Vamos a tomarnos un whisky.» Después se le aguaron los ojos, y estuvo de pie todo el tiempo.
Campoamor observó en sus habituales visitas a Finca Vigía que Hemingway acostumbraba mantenerse en pie y obligada a sus invitados a sentarse. Incluso los sentaba en su propia poltrona. «Siéntense, siéntense», y los presionaba en el hombro para mantenerlos sentados.
En una carta sin fecha, Ingrid Bergman le da cuenta a Hemingway de la postal de Navidad que este le enviara a Italia. El día anterior había recibido una carta de Hemingway con una nota del correo que pedia disculpas por la demora en la entrega. El avión que la traía se había incendiado. Adentro del sobre encontró la postal de Navidad, tan chamuscada que el nombre de Hemingway era casi indescifrable. «Pienso que el correo es verdaderamente eficiente en Italia», dice Ingrid. Luego pregunta por sus gatos y por su regreso a Italia.
Antes de que Robertino naciera me escribiste deseando que tuviera jimaguas para que tú pudieras ser el orgulloso padrino y bautizarlos en San Pedro. No viniste, probablemente porque no tuve jimaguas. Trato ahora de nuevo en junio. ¿Vendrás si tengo jimaguas?
Roberto [Rosellini, su esposo] también desea enviarte los mejores deseos y esperamos, queridos amigos, que todo les vaya bien.
Los quiere,
Ingrid.
Unos meses después de la carta de Ingrid Bergman, en la que esta le pedía que fuera el padrino de sus hijos si tenía jimaguas, Hemingway recibe este cable fechado en Roma, el 18 de junio de 1952, a la 1:30 am:
INGRID QUIERE QUE SEPAS TENEMOS BELLAS HIJAS LLAMADAS ISABEL E INGRID. TODO BIEN
ROBERTO ROSELLINI
El cable fue recibido en Finca Vigía el día 19, a las 8 am.
Malcolm Cowley, autor de Exiles Return y de «Un retrato de Mister Papa», escribe a Hemingway, desde Connecticut, el 3 de agosto de 1952.
El viejo y el war es maravilloso; el viejo es maravilloso y el mar lo es también y asimismo el pez. Me enorgullezco de ellos y de ti y me alegra hacer la reseña del libro para el Herald Tribune.
Aún desconoce lo que va a decir, porque tiene mucho espacio para comentar un libro tan breve, pero asegura que será agradable llenarlo. Cowley casi hace una reseña del libro en la carta. Habla de la prosa que, según él, tiene la cualidad, en este y otros libros de Hemingway, de ser absolutamente fresca.
Las palabras resaltan por separado en la página como si nadie antes hubiese empleado las palabras más sencillas de la lengua inglesa. Y para señalar lo que haces con el relato, puedo hablar sobre el actual arrebato por los símbolos y los mitos; los muchachos que dicen, vamos, voy a usar símbolos; vamos, voy a crear un mito, y olvidan que si un personaje no se convierte en un ser viviente, no puede ser un símbolo, y que si un libro no cuenta una historia, no puede ser un mito.
Hemingway ofrecía un personaje viviente y una historia, y el lector tenia el privilegio de encontrar en ellos cualquier símbolo o cualquier cualidad mítica, pero, mientras tanto, el personaje y la historia tenían vida propia.
Hay un curioso contraste con Moby Dick, donde la ballena viene a representar un poder impersonal y la malignidad de la naturaleza. Tu pez y tu pescador son partes iguales de la naturaleza, como dice el viejo; cada uno de ellos desempeña el papel asignado, como en un drama ritual. El viejo ama y honra al pez y uno sospecha que este pez ama y honra al viejo, y al final, pez y hombre han colaborado (como el toro y el matador) para hacer que la vida de este planeta parezca más dramática de lo que era antes de que su batalla comenzara.
Considera que llenará el espacio sin problemas, procurando no desmerecer el libro.
Estoy revisando las pruebas y hay un error que espero que hayas detectado antes que el libro fuera a la imprenta: la albacora de las pp. 43 − 44 se convierte en un bonito en la p. 64 cuando el viejo se la come.
Le pregunta lo que hará con los otros tres relatos, si piensa publicarlos el año próximo, juntos o separados, o si va a utilizarlos de otra forma. (Se refiere a las partes que luego constituyeron Islas en el Golfo.)
Se queja del calor. Julio de ese año había sido el mes más caluroso en Nueva York desde que el Buró Meteorológico comenzara a llevar estadísticas en 1871: «Me resultó muy duro porque no soy animal de los trópicos. Comienzo a vivir ayudado por la primera escarcha...»
Además del calor, ese año hubo una invasión de conejos.
Nos invadieron como si fuera una tribu del desierto; pusieron sus tiendas y comenzaron a tener familias; se volvieron dóciles, luego impertinentes, tanto que los más jóvenes se acostumbraron a venir a olerme los zapatos. Luego comenzó a crecer el jardín y se mudaron para el jardín. allí se comieron todas las flores, incluyendo los crisantemos, no sin antes mirar los precios para cerciorarse que se comían algo que valia la pena.
Al principio no se atrevió a dispararles, pero la cosa se convirtió en un problema de vida o muerte. Una mañana vio dos en el jardín; perdió la paciencia, buscó una escopeta de dos cañones y los mató allí mismo. Pero había cuatro, no dos, y los otros lo miraron sorprendidos. Regresó a la casa, cargó de nuevo, salió y allí estaban. La cosa se convirtió en una cacería de conejos. Las zorras estaban muriendo de sarna, y los conejos no tenían enemigo natural que los eliminara. Los mapaches también se multiplicaban en los campos de maíz.
Es raro; en este país está surgiendo un nuevo tipo de gente que no se acostumbra a usar armas de fuego y si atrapan un mapache lo entierran en vez de comérselo. Hay pioneers que no pueden comer a menos que sea comida enlatada.
Hostigado por el calor de Nueva York, trata de consolar a Hemingway por la temperatura que, según suponía, debía estar soportando más al sur.
Espero que puedas soportar el calor de Cuba y puedas dormir. ¿Por qué no te metes en el barco y partes hacia el norte en un tiempo como este?
Le cuenta que ha oído decir que hay buena pesca en Nueva Escocia.
Y bien, ya que te preocupas por mis aventuras en el no alcoholismo, te diré que lo aguanté durante dos meses y luego decidí que un poco de vino blanco no me haría mucho daño. Y lo que me hizo caerme del caballo no fue la tensión de mantenerme sin beber, sino la tensión del aburrimiento en las fiestas.
Sin embargo, no había tocado la bebida fuerte, porque el médico lo había asustado, y se trataba de un buen especialista.
Una carta de Hemingway a Bernard Kalb, del Saturday Review of Literature, fechada el 17 de agosto de 1952, se encuentra, en gran parte, escrita en forma de cuestionario:
P: ¿Cómo va el trabajo?
R: Igual que siempre. Algunos días mejor que otros. He trabajado a buen paso durante dos años y medio, y ahora necesitaría unas vacaciones.
P: ¿Cómo va el libro grande?
R: Muy largo. No tengo apuro ninguno.
P: ¿Cuándo podremos leerlo?
R: Cuando decida publicarlo.
P: ¿Trata usted de que sus respuestas sean bruscas?
almente no me gusta hablar de mi trabajo cuando estoy escribiendo. A alguna gente le gusta. Pero, desafortunadamente, a mi no.P: ¿Cómo va la pesca?
R: Muy bien durante la primavera y el primer tiempo del verano. No valía dos kilos durante el tiempo de las manchas del sol, pero mejora cuando hay una corriente fuerte en el Golfo. Capturamos 25 buenas agujas esta temporada y vamos a coger muchas más. En mi mejor año capturé 54.
Los peces en esta época son muy grandes. Trabajo por la mañana temprano y pesco cuando termino de escribir.
Hemingway le habla de lo agradable y fresco del clima en Finca Vigía ese verano, a pesar de la ola de calor del año anterior.
Mary, mi esposa, está muy bien. Ama el mar; nunca se ha mareado y pesca muy bien. Duerme por las mañanas temprano mientras yo me levanto y trabajo. Ella lo resuelve todo cuando se levanta, todo lo que yo he dejado de hacer porque mi mente está en lo que escribo. Casi todos los días ella lee lo que he escrito. Puedo decir cuándo se conmueve y cuándo se eriza. No puede fingir sus reacciones.
Ahora lo mejor que hago es dejar de escribir esto y ponerme a escribir otra cosa.
Buena suerte.
Al final de la carta, aparece una nota manuscrita de Mary Welsh, que advierte que este es un fragmento de una carta a Bernard Kalb, del. Saturday Review of Literature, Nueva York, y que no debe ser reproducida jamás.
Hay una carta de Michael Lerner con fecha 20 de agosto de 1952, encabezada: «730 Fifth Avenue, New York 19, N.Y.»
Había recibido una prueba de galeras de El viejo y el mar que le envió Life. Al leerla, se sintió entusiasmado y feliz:
Es una de las mejores obras que he leído y estoy seguro que igual o mejor de lo que has escrito. No dudo que el mérito del libro será reconocido de inmediato. El viejo puede ser tomado como ejemplo por esta generación, o por cualquier otra que venga.
Le cuenta de su llegada a Bimini hace alrededor de 10 días. Está enredado por todo el trabajo atrasado. Esa tarde viajará a Saratoga Springs y regresará a Nueva York el 19 de septiembre.
Ernesto (en español en el original), si estás en N. Y. en esa fecha y no me llamas, me sentiré profundamente decepcionado. Estoy ansioso de que almuerces conmigo, y si Mary está contigo, saldremos los cuatro, con Helen. Si no, tú y yo podemos almorzar en mi oficina del 730 Fifth Ave., y tendremos tiempo para hablar de los viejos tiempos.
Hemingway había escrito una carta a Arthur Gray hablándole de Lerner, que este agradecía. Esperaba que Hemingway regresara algún día a Bimini.
No sé si conseguiste el National Geographic, pero por si no, aquí te mando el ejemplar de febrero pasado que contiene un articulo que te dará alguna idea del trabajo del laboratorio.
Te deseo salud y descanso,
Tu amigo, Mike.
El 28 de agosto, Marlene Dietrich envía un cable a Ernest Hemingway, solicitándole consejos.
Me han pedido que hable programa radio llamado cápsula del tiempo sobre tu libro y grabación será enterrada y sacada en cien años si lo permiten las bombas STOP sé mi lugar STOP creo está fuera de mi territorio dar opinión sobre tus escritos STOP creo mucha gente habla tonterías y esto me da valor STOP por favor dime si lo quieres o sería insensato.
Le agradece también una carta que Hemingway le ha enviado porque nunca recibe ninguna. También desea ir a visitarlo, pero las ocupaciones habituales se lo impiden por el momento. Se despide: «Besos a Mary y a Hemingstein y al viejo y al pez», y firma ella misma: Kraut.
El 10 de septiembre de 1952, W. R. Hearst, hijo, le escribe a Hemingway una carta donde agradece que este le haya enviado su libro, aunque ya él lo había leído en Life.
Es realmente grande, como dirá cualquiera que haya tenido una caña de pescar en su mano.
Creo que hasta aquellos que han sido suficientemente tontos como para nunca exponerse a la experiencia lo encontrarán interesante. La historia y la forma.
Le pregunta por la posibilidad de que Hemingway se dé una vuelta por «el vecindario de la selva de concreto». De hacerlo, se podrían reunir para tomar unos tragos. Finaliza deseándole lo mejor a Mary.
Adriana Ivancich provoca conflictos en Finca Vigía y Ernest Hemingway escribe a Mary una nota doméstica el 1ro de junio de 1953. El documento está escrito a máquina, excepto las frases en cursiva, que aparecen manuscritas en el original.
Querida: escribí estas lineas para esclarecer algo en mi mente. Por favor, devuélvelas.
Tus palabras exactas esta mañana fueron: «Quieres meter tu nariz en todo. Te enfureces apenas alguien escribe cualquier cosa sobre el país en que tú estás. Fíjate en el hombre que escribió ese libro sobre España.»
P: ¿Quién?
R: Ese francés.
Malraux, aclarado. ¿Quién más?
Respuesta: Mira lo molesto que te pusiste con Dos Passos solo porque escribió sobre Michigan.
Hemingway dice haberle explicado todo lo referente a Dos Passos y Native Country.
En otro momento, Mary se molesta porque, según ella, Hemingway no le había dicho nada sobre una carta de Alfred Rice que transmitía una oferta de la revista Look. (Alfred Rice fue el asistente de Maurce Speisser cuando este cayó enfermo. Speisser era el agente de Hemingway en Nueva York.)
Hemingway le replica que habían hablado de eso cuando Leland Hayward y su esposa estuvieron en Finca Vigía: Mary estaba «cansada de oírle hablar de ese tema». (Leland Hayward fue el productor del filme El viejo y el mar.)
Mary insiste en que no le dijo nada de la oferta de Lowe. (Bill Lowe era el editor de Look.) Solamente murmuró algo.
Explicación: esa oferta le fue completamente explicada a ella después que los Lowe se retiraron. Se habían ido poco después que Mary llegó. Ellos habían llamado para preguntarle cuándo podrían venir. Después de hablar sobre el asunto, Hemingway planteó sus objeciones y Lowe presentó su ofrecimiento sobre el cual Mary y él hablaron largamente por la tarde y por la noche. Regresaron al otro día y discutieron sobre las condiciones que debía tener el fotógrafo. Lowe envió su acuerdo por escrito, que Mary leyó y dijo que eran exactamente los términos que él había propuesto, excepto lo del fotógrafo, que debía permanecer tres semanas y no dos.
Las cosas se están poniendo insoportables. Ayer mientras cenaba, me regañaron y me insultaron por la ropa. Guardé silencio y me levanté de la mesa. Regresé y ella continuó gritando tanto que los sirvientes y el sordo Taylor podían oírla. No respondí, no intervine y no le rebatí nada.
La noche posterior a la inauguración del torneo de pesca de la aguja, después de haber estado pescando todo el día, Mary lo despertó a la una y media de la mañana con sus regaños y su llanto. No hubo forma de pararla. Él no respondió sino para pedir que por favor detuviera aquello, ya que debía levantarse temprano para salir al otro día. Los regaños y los insultos continuaron y él se fue a sentar en la butaca de la sala hasta las 5 am. Cuando regresó y encontró a Mary durmiendo, se acostó hasta las seis. Entonces tuvo que levantarse para preparar los sandwiches, el desayuno, etcétera.
Estos regaños e insultos fueron la continuación de una bronca desproporcionada que ella dio en el automóvil delante de Taylor y Roland. Esta sarta de regaños fue excepcionalmente violenta.
Una reprimenda por retrasar nuestra llegada a casa por detenerme y hablar demasiado tiempo con la gente en el Floridita, probablemente era merecida y justificada. La violencia con que esta se produjo dentro del automóvil y la vituperación delante de la gente fueron, sin embargo, excesivamente embarazosas.
Para él, no era justificable ni inteligente que repitiera sus quejas a la una y media de la mañana.
Lo había preparado todo y me iba de la casa antes que Mary despertara. Alegremente dije adiós, no mencioné el regaño ni la gritería. Mary estaba de muy buen humor cuando llegamos al torneo el domingo pasado por la noche. Bastante tensión hubo durante la semana con ese maldito Roland aquí y un montón de gente en el almuerzo del miércoles, lo cual ponía a cualquiera de mal humor.
Pero Roland se preparó para irse el viernes, lo cual hizo, y Hemingway resolvió por teléfono todos los problemas. Luego se ocupó del asunto de la posposición del torneo que debía continuar el sábado (no obstante, todo tenía que estar listo hasta el momento de la posposición) y visitó a los Holman en el Country Club (Jaimanitas).
No creo que me haya gritado ni regañado el viernes. Lo siguiente fue el violento exabrupto en la mesa el sábado 30 de mayo al mediodía. Lo ignoré y tuve una tarde agradable y una noche placentera, con una tormenta que rugía afuera.
No hubo gritería por la noche.
Se levantó a las 5 am para revisar la casa. Había una tormenta muy fuerte con viento del ESE y ráfagas de 45 − 50 millas, característicos de una perturbación tropical que viene del noroeste en el Golfo de México.
De nuevo regaños y gritos cuando llegó el correo de la mañana. Al pedirme que leyera la carta de Carl Brandt, cometí el error de decir que Brandt se equivocaba al expresar que ni él ni la señora Hemingway conocían de negociación alguna con la revista Look. Estas fueron iniciadas por la revista Look hacía ya cuatro o cinco meses, y Mary y yo habíamos discutido muchas veces sus desventajas. Lo que sí era verdad y correcto es que no teníamos ningún compromiso con Look cuando Mary le envió a Brandt las muestras de los diarios. Pero habían hecho ofertas durante varios meses.
El problema era que Hemingway no veía la forma de evitar esos terribles y enojosos exabruptos. Siempre había largos intervalos entre cada uno («a veces meses»). Reconoce que con frecuencia se merecía los regaños, «pero quien reconozca esto, merece recibirlos sin rabietas y sin falsas acusaciones. Esas cosas no ayudan».
Hemingway alegaba estar comportándose lo mejor posible, tratando de no provocar celos con otras mujeres; desde que lo regañaron, había realizado el mayor esfuerzo por regresar a almorzar a la hora exacta en que decía que iba a hacerlo: «No telefonear para decir que voy a llegar tarde, sino evitar las demoras y llegar a tiempo.»
Trataba de ser justo con Mary en todas las formas posibles; especialmente velaba por que durmiera sus mañanas. «Pero no puedo oír el teléfono a menos que esté cerca de él, y ella puede oírlo. Así que si suena temprano, yo no puedo evitarlo.»
Siempre había oído que las mujeres apreciaban los regalos y que había que «hacerles el amor con amor» y comprenderlas.
Tuve que soportar la peor gritería en público de toda mi vida y luego ser despertado a la una y media de la mañana para escucharla de nuevo. Esa noche, mientras escuchaba, pensé decir: estoy un poco sordo. ¿Debo entender que me estás dando las gracias por el pequeño convertible amarillo?
La tentación de decirlo era tan fuerte que me levanté de la cama inmediatamente para evitar responder. Lo único que he aprendido es que es mejor no contestar. Las mujeres no recuerdan nada de lo que dicen. Pero si finalmente uno da una mala respuesta, ESO es lo único que uno dijo esa noche, o esa mañana, o esa tarde.
Se pregunta si debe aceptar a Mary como una regañona y perder otra ilusión.. O si debe aprender a seguirle la corriente y no tomar las cosas a pecho. Sabe que puede hacerlo, pero eso significa perder lo que valora por encima de todo: su amor y compañerismo.
Lo extraño de todo eso es que Mary vendrá a mi y me preguntará qué puede hacer para convertirse en una mejor compañera y esposa. Pero si yo le pidiera a ella ahora que pensara seriamente sobre este problema, o hábito, porque en eso se ha convertido, lo más probable es que me responda: «¿Qué, yo una regañona? Tengo la lengua más amable y la mejor disposición del mundo y quién eres tú para decir esa incierta y horrible apreciación sobre mí.»
Por eso lo mejor que hago es dejarlo pasar.
Pero tal vez, con un poco de suerte, puede ser que ella comprenda que en los últimos tiempos ha estado regañándome mucho y muy violentamente.
Son dos líneas. La letra de Hemingway muestra un trazo inseguro. En el borde superior de la cuartilla, dice:
Mary (after double martini-single martini).
What can I do darling to help you?
[Mary (después de un martini doble y uno sencillo).
¿Qué puedo hacer para ayudarte, querido?]
¿Para qué lo anotó? ¿Para qué esa oración solitaria? Ya no se sabrá. Estaba ahí, perdida, entre los papeles de Finca Vigía.
El 7 de agosto de 1954, Hemingway envía a su hijo Gregory una carta que encabeza: «Querido Gig.» Una buena parte de ella está dedicada a la discusión de sus manuscritos originales, primeras ediciones, etc., como posibles fuentes de ingresos. Patrick y él, Gregory, deberían entregárselos a Lee Samuels, el amigo de Hemingway:
Él los conservará en una caja fuerte con aire acondicionado, y cuando alguno de nosotros, tú. Mouse [Patrick], Bum [John] o yo, tengamos algún tipo de problema, puedo hacer que se venda uno, inteligentemente, a alguien que se comprometa a donarlo a una biblioteca universitaria en caso de muerte. Venderlos inteligentemente puede producir mucho dinero. Prohibir su venta significará que no produzcan nada de su valor real.
Hemingway habla con verdadero disgusto de lo que sucedió cuando su exsuegro, Gustave Pfeiffer, perdió el juicio y la memoria. Después de su divorcio de Pauline Pfeiffer, Hemingway le había entregado el manuscrito de Por quién doblan las campanas al tío Gus, pues este le había expresado sus deseos de tenerlo, porque le producía una gran alegría poseer sus manuscritos. Solo lo quería para su disfrute, mientras estuviera vivo, y siempre lo tuvo a nombre de Hemingway por si quería entregárselo a cualquiera. Le dijo esto en una carta; también hizo mención al resto de los manuscritos.
Parece que un «comité» (creado cuando perdió sus facultades y del cual Hemingway era ajeno) quiso apropiarse de los documentos; incluso de los que estaban en poder del escritor en Finca Vigía, pero todo «fue un chasco para ellos»:
Las declaraciones de Mayito Menocal sobre uno de los miembros del comité, que llegó a La Habana y se presentó a sí mismo como el tío Gus e hizo que Mayito lo llevara a casa acompañado de mujeres y de un hombre para que abriera la caja, son sorprendentes. Me enteré sólo cuando recibí la noticia de la muerte de tío Gus, mientras estaba en un safari en África. Me molesté mucho, tanto que no quise hablar de eso con Pat [Patrick], ni siquiera pensar en eso. Me hacía sentir mal. Pero lo tomé con tranquilidad... Tú sabes que Mayito es una persona muy seria.
Él sabe que el tío Gus y yo éramos buenos amigos, así que hizo todo lo que pudo por el hombre que dijo ser el tío Gus.
También hubo repercusiones en la exresidencia de Hemingway en Key West: «El asunto de Key West fue peor. Pero no tan feo porque nadie se hizo pasar por el tío Gus.» Después Hemingway deja estos asuntos y le brinda noticias sobre Patrick. Algunos puntos son reveladores respecto a su novela Islas en el Golfo.
Dejemos eso. Todas las noticias de Mouse son buenas. Te escribí diciéndote que le habíamos conseguido un buen cocinero. Alguien que pueda ocuparse eficientemente de la casa (así espero). Está pintando muy bien. Le compro un cuadro al mes, y cuando tenga suficientes para montar una exposición, haré que se la monten en N. Y. Los cuadros los venderá él y podrá quedarse con lo que produzcan. Me gustaría quedarme con los que no se vendan. No he visto los cuadros aún, ni los he pagado, pero he de hacerlo, y dice él que le va bien. Cualquier cosa que sea de valor, la podrá vender, y luego me paga a mi el costo original. Me parece que es una buena forma de brindarle apoyo a alguien y de darle un interés profesional a su trabajo. Quise enseñarle algunas cosas sobre la caza mayor, pero no tuvimos tiempo. Ahora ha conseguido que lo ayude el viejo Mumu, un buen custodio de armas y ladrón de marfil de los viejos tiempos, y como Mouse habla bien el swahili, Mumu lo entrenará mejor que yo.
Se excusa por lo larga que será la carta y le asegura que puede visitarlo cuando desee, en cualquier momento. Está trabajando muy duro y no ve a nadie. Luego se refiere a John, el hijo mayor. Curiosamente, le da a Gregory el apodo Schatz, que en Islas en el Golfo es el apelativo de Tom, la contrapartida de John en la obra de ficción.
Schatz, Bum es el miembro de la familia que me preocupa. Me parece que está luchando por ser algo en la vida civil, pero le va muy mal realmente. Excepto en la pesca. Le envié el dinero por sus acciones en la Wamer-Hudnut, pero no las he vendido aún, y todavía están a su nombre porque no sé cuándo va a estar nuevamente en bancarrota y asi las acciones continúan produciéndole dinero, lo que va a causarle una sorpresa.
Hemingway le ha enviado a John 4 000 dólares adicionales y se queja de que nunca recibe noticias suyas, excepto cuando necesita dinero. Ha sido un buen marido y un soldado muy bueno y un excelente pescador, pero es un desastre para obtener dinero y a Hemingway se le hace difícil mantenerlo.
Esta carta no es un paño de lágrimas. Es solo para informarte. Me he estropeado bastante con la tontería del avión.
[Su doble accidente de aviación durante el safari en África de 1953 − 1954.] Nunca antes se me había roto la columna, por lo menos no me lo habían certificado, y puede llegar a ser molesto; y cagar de pie, aunque no es un acto difícil, llega a ser aburrido. No sé si te lo he contado; pasé 22 días sin poder abrir el esfínter. Luego boté una especie de piedras blancas y duras del tamaño de pelotas de golf. Llegué a defecar 62 pelotas diarias. Era realmente cómico. Un día no llegué a tiempo y Miss Mary me dijo: «¿No sabes que los caballeros no se cagan en el piso?» «Bueno, ya conoces a uno que lo hizo», le respondí, limpiándome enérgicamente.
Ha instalado un aire acondicionado en su cuarto de trabajo. Le cuenta sobre su producción literaria: escribió un cuento, y seis días después, el segundo. Luego continúa hablando de las peripecias de Mary Welsh en África. En tono confidencial, dice:
Esto es entre nosotros... Te diré que nunca sabía hacia dónde' ella iba a tirar. Creo que el Mannlicher con que cazaba era demasiado largo para ella...; se disparaba al levantarlo. Hacía maravillosos disparos a 350 yardas. Mataba animales limpiamente de un disparo en el cuello a 375 yardas (un kudú pequeño muy bonito) y erraba un león tan grande como una alfombra tendida a veinte yardas. Todo el mundo la quería y la apoyaba; ella se pavoneaba como un cabo del ejército para dispararle a un objetivo a 40 yardas, pero siempre fallaba, aunque le hubiese disparado a Nuestro Señor sentado en las piernas de William Faulkner y aunque hubiese tenido la luz detrás de ella. Pero siempre la estábamos entrenando y ella siempre le estaba disparando a todo lo que fuera carne. Asi que disparó muchísimo. Lo que iba en su contra era la estatura. No importa lo grande que fuera el león: ella siempre le disparaba a la cabeza. Le conseguiré un fusil apropiado a su tamaño.
Pensaba hacer un documental dentro de un año y quería arreglar las cosas para que Gregory, Mouse y él estuvieran juntos.
Mary va a poner en forma la casa de la piscina [en Key West]. La alquilaremos durante el invierno. Ahí es donde está el dinero. Las otras gentes que tenían la casa grande se mudaron el 21 de este mes, pero la alquilaremos enseguida. Reconozco que tal parece que no entra dinero, pero tú sabes que pagué los gastos (algunos) y que esto me restó mucho, hasta que les pagaron a Mouse y a ti. Envío a tu nombre el cheque que me pagó Rice; es para que le compres algo a tu esposa y para que veas que no trato de hacer dinero solo para mí.
Entonces pasa a hablar de lo complicada que está la situación en Key West. Desde el momento en que estuvieron de acuerdo en vender la casa, la gente había ido bajando el precio porque deseaban comprarla por muy poco. Se las habían arreglado para que no produjera más de 50 000 dólares, pero Hemingway pensaba maniobrar para que resultara una propiedad valiosa para sus hijos y él. El tío Gus la había comprado en 12 500 dólares, y Hemingway invirtió en ella 60 000, por lo que resultaría criminal venderla por menos de eso. Pensaba que si alquilaba ese invierno, habría dinero para todos. «No mucho —añade—, pero será dinero al contado.»
Le confiesa a Gregory que está pasando por una etapa dura, pero procuraba trabajar bien de nuevo.
Es necesario ser despiadado para evitar las personas que me hacen perder el tiempo y de la misma manera ejercitarme para reconstruir la fuerza básica y emplear bien la cabeza y no cansarla demasiado.
Sabe que él y Patrick le darán esos manuscritos a Lee Samuels. Es para Hemingway como recibir refuerzos en medio de una batalla. Significa que no tendrá que preocuparse en hacer un trabajo inútil ni obligar su cabeza a ir más rápido de lo que puede, según dice. Tampoco tendrá que preocuparse por ayudar a John.
Primeramente su hijo mayor le escribió que iba a salir del ejército y que abriría una tienda de artículos deportivos en un país donde hubiera buena pesca; viviría modestamente, etc. Luego, el propio John le explicó que el negocio de los artículos deportivos ya no iba y que estaba trabajando para una compañía de seguros. Necesitaba dinero para comprar una casa, pero también para hacer la vida social que correspondía al nivel de su trabajo. Hemingway no puede imaginarse de dónde saldrá ese dinero.
Este año tengo una buena oportunidad de ganarme el Premio Nobel, a no ser que se lo den a un gran poeta de Islandia, o, por ejemplo, a Synghman Rhee. Si lo gano, le entregaré a John una parte. Pero las transfusiones no lo van a mantener toda la vida, si no construye sobre terreno firme.
Por otro lado, no se le puede estar pidiendo a un esposo y padre ejemplar que se gane la vida eternamente tirándose de un avión, aunque le dan gratis el paracaídas.
A mi me gustaría ganarme la vida disparándole a un rinoceronte que se acerca o tirándole piedras a un elefante irascible. Pero no garantizo ganarme la vida con los felinos que se aproximan más rápido que el correo, y más tarde o más temprano uno falla. El truco, por supuesto, es no dejarlos llegar.
Añade que algún día le contará algunas historias graciosas sobre su último viaje a África. Hace pronósticos sobre la habilidad de Patrick como cazador. No se atemorizaba y siempre disparó bien. Además, era muy popular. Antes de una larga posdata, Hemingway promete:
Alguna vez te contaré del viaje tan cómico que hicimos a lo largo del Gran Ruaha, y de cuando fuimos a los montes Chulu, adonde no había ido ninguna mujer blanca, incluída Miss Mary. Hay, además, algunas cosas cómicas sobre el accidente de aviación. También está lo del león de Miss Mary, después de 37 días de caza horripilante e intensiva.
Si alguien se merece un león realmente grande o si algún león grande alguna vez se mereció a alguien, fueron Miss Mary y esta bestia. Gig, después de la cacería de leones de Miss Mary, no hay más nada. Ella y su portafusiles, el viejo Charo, son tan pequeños que ningún animal les tiene miedo. Los perros salvajes quieren comérselos. Los topos corren alegremente hacia ellos creyéndolos buenos compañeros. Las cebras les enseñan los dientes cuando se acercan.
Mejor dejar esto y enviar la carta.
Cariños para ti y tu familia.
Papa
En la posdata, Hemingway le pide a Gregory que estudie un poco más el famoso documento antes de devolverlo. Sobre todo, la parte en que los «personajes» interpretan lo que el tío Gus quería hacer, en violación directa de lo que él dejó escrito. Pregunta si lo tendrán al tanto cuando él y Patrick se comuniquen con Lee Samuels para entregarle los susodichos documentos.
Finaliza diciendo:
Quizás sea mejor y más divertido para ti que fueras a ver a Mouse. Pero eso lo puedes resolver después.
Con amor,
Papa
Después de su doble accidente en África, Hemingway regresó a La Habana en barco. Llegó a principios de julio de 1954. Los periodistas que abordaron el trasatlántico difundieron algunas de sus boutades: «Cuando uno sobrevive a un accidente de aviación, el primer objetivo que se plantea es permanecer vivo. El segundo es proceder según la propia ética personal. El tercero, fijarse bien en todo para que la compañía de seguros lo crea a uno cuando lo interroguen más tarde.» Sobre la ginebra, dijo: «Esta bebida es uno de los mejores antisépticos de nuestro tiempo. La penicilina tuvo una popularidad temporal, igual que la sulfa. La ginebra es de una calidad inalterable. Con ginebra uno se puede curar todas las heridas internas o externas.» Sobre el anuncio de su fallecimiento: «Después del accidente comencé a leer las notas necrológicas que publicaron sobre mi muerte en todo el mundo. Esto puede convertirse en un extraño y morboso vicio que destruye el equilibrio personal de uno. Yo siempre he sido una persona bien ajustada a pesar de que algunos de mis biógrafos han tratado de demostrar lo contrario.» Sobre su esposa: «Miss Mary se asustó mucho cuando una manada de más de sesenta elefantes se acercó a nosotros después de nuestro primer accidente. Estábamos indefensos y ella tenía una costilla rota... Este ha sido un viaje agotador. Ahora tengo que trabajar mucho. Me he pasado un año holgazaneando y tengo que recuperar el tiempo perdido. Traigo varias ideas en la cabeza que quiero poner en el papel cuanto antes.»
Una carta de Adriana Ivancich, sin fecha ni firma, dirigida a Ernest Hemingway, comienza narrando un sueño que ella ha tenido sobre él. La carta está escrita con una mezcla de inglés e italiano. Ernest Hemingway acababa de llegar desde Cuba en avión. Fue a visitarla durante dos días. Mary también estaba ahí y almorzaron juntos... Pero él no comía mucho, no como de costumbre. Estaba de pie, cerca de la ventana, mirando el canal. Ella se le acercó y le dijo:
—Me siento muy feliz de verte, Papa.
—Yo también, hija.
—Estoy muy feliz con mis millones [de liras]. Papa. Me diste tanto dinero que casi no sé qué hacer con él.
—Esto no es muy cortés de tu parte —respondió él.
—Pero pero pero [la conjunción se repite así en el original, sin utilización de comas] eso era en broma. Papa. Por supuesto que yo... —mas no podía seguir hablando, porque ya él se había marchado en una góndola, muy bravo.
Comencé a correr y a correr, pero, como siempre ocurre en los sueños, mis pies eran muy pesados y no podía correr rápidamente y tu góndola siempre se quedaba distante y yo me ponía más triste cada vez y comencé a llorar. Me detuve y decidí coger un vaporetto, pero naturalmente no tenía ni un centavo en mi bolsillo, porque había almorzado en mi casa y uno no lleva dinero encima cuando almuerza en su casa. Y tu góndola quedaba muy muy [otra repetición] lejos y el vaporetto se fue también hacia... y entonces no sé qué ocurrió porque me desperté.
Divertido este sueño, ¿no crees? Espero que eso nunca ocurra en la realidad.
Inmediatamente después le agradece un dinero que él le había enviado: «Es maravilloso pasear con los bolsillos llenos.»
La condesa lamenta la muerte de la pobre perra Negrita. Entiende que su pérdida debe haberles causado a todos mucha tristeza, incluido Black Dog.
Espero que el ciclón no haya pasado por Cuba. Me parece haber leído en algún lado que giró hacia, hacia... no me acuerdo dónde.
Le envía más fotos:
Dime lo que tú piensas de ellas y dime cuándo te cansarás de mirar fotografías. Te beso fuerte y te agradezco por todo una vez más.
Otra carta de Adriana Ivancich:
6 de octubre —edad del oro [No consigna el año.]
Mi loco y buen dulce león: ¿te volviste loco? Are you crazy? [En inglés en el original.] Yo sí. Cuando vi los millones... Dios mío, estoy viendo doble, me dije, estoy viendo triple; sin embargo, era verdad.
Papa, nunca supe agradecerte bien todo lo que hiciste por mí y temo que no seré capaz de hacerlo ahora. Y de todas maneras, cómo puede uno agradecerle adecuadamente al que le envía millones como si fuera maní.. Papa, mi querido Papa, me hiciste tan rica que no me puedo dar cuenta ni siquiera cuán rica soy.
Recordaba cómo había tenido que devolverle los primeros 500 dólares, porque ningún banco quería aceptarlos; no desconfiaban de la cuenta bancaria de Hemingway en Nueva York, pero no era legal dárselos a ella: «“Confiamos en el señor Hemingway, pero la ley es la ley”, decían.» En esta oportunidad Adriana «se hartó», porque le parecía ridículo que estos otros 500 dólares cruzaran el océano volando y a los pocos días tuvieran que regresar del mismo modo. Así que se llenó de coraje y se enfrentó con el señor Masprone; le dijo que Hemingway le había encargado que hiciera algunas compras y pagara unas cuentas con esos dólares.
El doctor Masprone se puso muy contento de poder hacerte un favor y dijo que aprovecharía la ocasión para enviarte una carta. ¡¡¡Y mañana por la mañana me entregará los dólares!!! Hasta que no tenga los dólares en la mano no llegaré a percatarme de cuán rica soy: me parece tan extraño que un billete tan chiquito pueda encerrar potencialmente tantas cosas y satisfacer tantos deseos...
Con igual entusiasmo, habla en su carta del primer deseo que podría realizar, gracias al dinero que ahora tenía. Esto, decía, le daba placer y tristeza a la vez.
El año anterior, cierta acaudalada señora, de distinguida prosapia, la había invitado a Trípoli, África. Pero ella no pudo ir porque en Trípoli los gastos eran demasiados elevados.
Si uno se va a casa de la señora Volpi en África hay que estar bien forrado, y si uno quiere alquilar un camello como uno alquila aquí un taxi o dar una vuelta por los alrededores, la cosa se hace más complicada.
A pesar de su negativa y de no ser una gran amiga suya, la señora Volpi la había vuelto a invitar. Esta vez ella[1] le contestó que lo pensaría.
Siempre hay que dejar una puerta abierta a la suerte, ¿no te parece?; y LA SUERTE llegó una semana o diez días después tomando la forma de tu cheque; entonces pude aceptar la invitación y soy feliz, feliz. Veré un pedacito de África. Alquilaré un camello para mi y tiraré muchas fotos y seré feliz.
Sería feliz, pero también estaría un poco triste porque hubiera querido ver África junto a él, y a través de él. Pero se siente feliz de todas maneras y le promete largas cartas en las cuales le contará en detalle sus experiencias. No se cansa de repetir el entusiasmo que le inspira la perspectiva del viaje.
Papa, piensa, ¡voy a África! ¿Cómo podré agradecértelo? Papa, creo que soy muy feliz. ¿Sabes lo que me compraré? Dado que siempre tengo frío en invierno, me compraré un caschemire (¿se escribe así?), que es suave, caliente, delicado y... muy caro.
También le habla del éxito que tuvo con un vestido que se mandó hacer (por solo 5 000 liras) de una tela que Hemingway le regalara en Nervi. Todas las mujeres le preguntaban qué modista se lo había hecho y los hombres le decían constantemente lo elegante que estaba.
No te lo diría si la cosa no se hubiese repetido muchas veces, porque si te lo dicen una vez puede parecer un cumplido, pero si muchas personas te lo repiten una y otra vez, puede ser verdad. Y pensar que eso ocurrió durante el festival, cuando Venecia estaba llena de gente con joyas y vestidos importantísimos. ¡Yo, naturalmente, estaba orgullosísima y hubiese querido contarles a todos la «verdadera historia del vestido» que me regaló en Nervi un BUEN LEÓN antes de partir en un día soleado. Una noche en el Lido me tomaron una foto con tu vestido y con Monique. Quería mandártela, pero la perdí; lo siento mucho. Pero un día, espero, te podré enseñar el vestido conmigo adentro!
Comienza a hacer un recuento de todos los recuerdos que guarda de Hemingway: la primera caza en que estuvieron juntos y el encuentro en el Gritti; la primera vez que fue a almorzar con ella, todo vestido de azul y con una cajita de caviar, cómo boxeó de mentiritas con Gerardo, y los lugares donde habían estado: Cortina, y Venecia de nuevo, y Cuba, y Venecia y Nervi.. Cada cosa que había vivido con él —giras, viajes, discusiones, portadas de libros, problemas— la recordaba con afecto.
Dime.. qué cosa te dije que te hizo sentir «mucho mejor y muy contento de enviarme el dinero». Solo recuerdo que te escribí toda una noche y que después cerré la carta sin volver a leerla por la mañana, porque pensé que «si la había escrito así era porque expresaba lo que sentía y basta». Pero solo recuerdo que era larga y que tenia muchas ideas en la cabeza y que no sabía cómo plasmarlas. Todo era muy confuso. Recuerdo también que, cuando cerré la carta, me dije: Papa entenderá... Pero no sé qué cosa habrás entendido tú.. La escribí con todo el corazón y espero no haber sido descarada, Papa; estoy contenta de que estés trabajando y muy contenta de que te sientas mejor.
Después, Adriana Ivancich le informa que posiblemente iría a París este invierno cuando toda la familia Scapileni estuviera en Sicilia; luego le habla sobre Ava Gardner: «La pobre... una publicidad muy mala sin que ella se lo mereciera. Es una cosa triste. Te hace detestar a la humanidad; cosa molesta, puesto que hay que vivir en medio de la humanidad.»
Se lamenta por lo del documental en África (un documental que a Hemingway le habían encargado hacer), porque era una buena idea, y nadie mejor que él hubiese podido hacerlo. Pero como le habían dado tan pocos meses y estaba trabajando, y trabajando bien, no pudo aceptarlo.
Nunca creí que tú habías sido actor en una película, aunque ser actor, supongo, no es una carrera deshonrosa. Me divierte leer ocasionalmente lo que dicen de ti los periódicos; cosas que «siento y creo» no pueden ser ciertas. Espero tú hayas sentido lo mismo hacia mí cuando leiste que «Anna María y Adriana habían matado a Vilma Montessi». (¡Desde luego, era algo peor!)
La Vilma Montessi que aquí se menciona era una prostituta de cierto nivel que apareció asesinada en una playa de Venecia a principios de los años 50. El crimen derivó en un escándalo que mantuvo ocupada la opinión pública italiana durante mucho tiempo. Un escándalo de tipo político, en el que se involucraba a políticos prominentes, altos funcionarios del gobierno, aristócratas, e incluso al hijo de Mussolini. Una de las encartadas era Adriana Bisaccia, detenida por falso testimonio en julio de 1954.
Antes de despedirse, le asegura que ella también odia dejarlo «aun en una carta», pero esta se había alargado demasiado; además, después de leer una carta en inglés, escribía muy mal en italiano:
Obedeciendo tus órdenes no te lo agradezco, sino te beso...
¿Está bien?
Tu leal hija y amada como siempre.
En otra carta sin fecha, es Ernest Hemingway quien escribe a Adriana Ivancich.
He tratado de vender la parte que me correspondía de la propiedad de Key West, a pesar de que salía perdiendo, pero necesitaba dinero para tratar de solucionar los problemas de tu finca. Pero, desde que son ricos, Gigi no quiere contestar ninguna carta y Patrick no puede tampoco. Es muy gracioso tener que considerar a unos niños que no saben nada y que son incapaces de tomar una decisión como adultos, y tener que acordar todo esto entre tres personas, dos de las cuales son incapaces de escribir una carta; y mucho menos de tomar una decisión.
A pesar de considerar a Patrick como un muchacho bueno, inteligente y cariñoso, Hemingway se queja de que no es capaz de tomar una decisión con respecto a nada. Habían tenido un consejo de familia donde acordaron vender la propiedad de Key West por 150 000 dólares. Hasta entonces nadie había querido vivir en ella. Pero Patrick se mostró deseoso de hacerlo y luego se había arrepentido. Entonces se produjo una gran confusión: Gigi estaba muy ocupado con su herencia para escribir una carta. Patrick decidió que sería mejor alquilar la propiedad; no necesitaba dinero y prefería quedarse con el terreno. Por tanto, Hemingway había ofrecido vender su parte por la mitad de su valor. El hijo quería comprarla, pero no deseaba que Hemingway saliera perdiendo. Por último, se había ido la semana anterior sin decir nada y no habían llegado a ningún acuerdo.
Esto debe parecerle muy tonto a un europeo. Pero entonces los cuggini [sic] también serían tontos a pesar de que se consideran inteligentes. Sin lugar a dudas, los niños deben ser considerados adultos legalmente a cierta edad. Pero esta edad difiere en cada uno.
Después, el tono de la carta varía:
¿Cómo tú estás, belleza mía? Ya se siente que llega la primavera; aquí tenemos un tiempo magnífico: las noches frescas; muy fuerte la corriente en el Gulf Stream; muchos torneos y concursos; lloviznas por las tardes para que las plantas se conserven verdes y florezcan; y aquí lo tengo todo menos a ti.
Mientras no consiga dinero acepto tener que dejar de verte (de la misma manera que aceptaría estar en prisión solo por un corto período de tiempo). Pero en cuanto consiga alguno (lo que espero que ocurra pronto), iré a verte.
Le envía cariños a su madre y le dice que piensa en ella a menudo.
Nos alegra recordar todas las bromas, los momentos agradables y los difíciles (Puerto Escondido) cuando todos nosotros formábamos una misma familia y asociación.
El documento que llegó a nuestros días es el fragmento de uno mayor, al que le falta una parte, y es una copia del original mecanografiado. Esa época resultaba un poco trágica y violenta para el matrimonio Hemingway-Welsh. «Esa italianita, Adriana, vino a Cuba con su madre», recuerda Herrera Sotolongo. La vida en Finca Vigía se hizo tensa. En cierta ocasión hubo una cena familiar: Hemingway, Mary, las italianas y algunos de los habitués: Herrera Sotolongo y Sinsky. No todos estaban a la mesa cuando se escuchó una bofetada. Luego otros ruidos. Hemingway había entrado y salido del comedor varias veces. Dio una explicación: «Adriana ha estrellado la máquina de Mary.» Pero lo dijo en español y nunca se supo de qué máquina estaba hablando. Herrera Sotolongo intervino en el diferendo. «Me llevé a las italianas en mi automóvil hasta La Habana.»
Mary Welsh aguantó bien aquello: «Ya verás cómo esto se le pasa», comentaba con Sinsky. Maravillosa intuición femenina. Miss Mary fue la fiel compañera de Hemingway hasta el final de su vida.
Con fecha 8 de junio de 1955, Hemingway escribe una carta de recomendación para Eduardo Rivero, quien supervisara la construcción de la torre de Finca Vigía.
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Eduardo Rivero, portador de esta carta, tuvo la responsabilidad completa de construir una torre de cuatro pisos, con aleros largos, pisos inclinados y una escalera en espiral que lleva a una azotea con muros. Rivero no tuvo a su lado un arquitecto profesional que lo ayudara o aconsejase. Construyó la torre en la finca en 1947; estuvo a cargo de la pintura y la instalación de todos los aditamentos de metal, puertas, ventanas, electrificación, etc. Desde entonces la torre ha soportado, sin signos de deterioro, la inclemencia del tiempo, incluyendo huracanes. Durante los seis meses o más que trabajó en la torre, fue completamente honrado, consciente como pocos, y muy hábil. Lo recomiendo como albañil honesto y diligente.
Sinceramente suyo,
Ernest Hemingway
El 25 de agosto de 1955, Marlene Dietrich escribe a Hemingway una carta, dándole cuenta de la adaptación de sus cuentos para unas lecturas escenificadas.
Me alegró mucho recibir tu carta; la había esperado durante mucho tiempo. Me voy el sábado para Beverly Drive número 704, Beverly Hills, hasta el 30 de septiembre; luego estaré en el Hotel Sahara, Las Vegas, Nevada, hasta el 1ro de noviembre.
Después de estas palabras preliminares, el resto de la carta se refiere a la adaptación:
Recibí el guión. No tengo palabras para explicarte lo desilusionada que estoy. El material escogido es lo más antiteatral que he visto. La presentación es de aficionados. Siempre he sabido que necesitábamos un adaptador y un director que trabajaran coordinadamente, o mejor todavía, un hombre que fuera las dos cosas, como lo es Laughton para las lecturas de Paul Gregpry. Este nuevo medio, que tanto éxito tuvo cuando Laughton lo inició, no es fácil. Todavía es teatro.
Considera que las lecturas que Emely Williams hace de Dickens, y las que Laughton hace de la Biblia, son diferentes. Opina que si se distribuyeran los diálogos entre tres o cuatro actores, lograrían hacer algo mucho mejor. Señala, además, que: «La estructura de tus cuentos es lo más importante. Requiere tu dignidad, inteligencia y maestría en la presentación.»
No sabe si Hemingway ha leído el guión final, pero cuenta que ella se enfermó cuando comprobó que entraba con las siguientes palabras: «Y ahora, damas y caballeros, ¡la estrella de nuestro espectáculo! (MÚSICA: ¡La vie en rose!) La señorita D. aparece, enciende un cigarro, se toma su tiempo, etc.» «Una lectura de Hemingway ¡y entro con las notas de La vie en rose! —exclama indignada—. ¿Enciendo un cigarro? ¿Qué hago con el cigarro cuando llegue al micrófono y comience el relato?»
Le explica esto para que comprenda que el guionista de la adaptación se hallaba tan lejos de entender el trabajo, que resulta prácticamente inútil discutirlo con él. Sabe que puede cambiar su introducción sin problemas, pero no es eso lo que le molesta.
Lo que quiero decir es que el que hizo esta basura con tus materiales, alguien que lleva meses en la elaboración de esta presentación, se ha equivocado de negocio. Su trabajo no sirve de principio a fin.
¡Poner primero «Colinas como elefantes blancos»!
Después de La vie en rose y el cigarro, además del impacto de mi aparición en escena, ¿se supone que tenga que hacer creer al público que yo soy la muchacha del cuento?
El guión pasa al cuento siguiente sin siquiera aclarar que se trata de otro cuento, dice Marlene Dietrich, y el guitarrista, que ya ha sido presentado, se presenta de nuevo: «¡Y ahora, damas y caballeros, quiero que conozcan a nuestro guitarrista!» Según el guión, este debe tocar la guitarra suavemente mientras dura la lectura y con más fuerza cuando termina el cuento.
¡Es el colmo del amateurismo! La escena seleccionada de Adiós a las armas es ridícula, y demuestra nuevamente que ningún hombre de teatro tuvo que ver con esto. Representar dolores de parto de pie (en el más simple de los vestidos de noche) frente a un micrófono, en un escenario en compañía de otros actores, provocará carcajadas aunque sea la Duse la que actúe. Y escoger ese material para cerrar la lectura, equivale a un asesinato. Soy capaz de hacer un trabajo mejor. Pero no me atrevo. No con tus cuentos. Cuando se juega con los grandes, por lo menos, hay que estar a su nivel...
Hotchner, a quien le contó todo, le había dicho que ellos lo querían así, pero no le aclaró quiénes eran ellos. Marlene Dietrich le contestó que debía haberse negado a que su nombre figurara en el guión si pensaba que la adaptación no valía la pena. Acusa a Hotchner de ser el único culpable de que las cosas marchen mal. Le dice que cuando Gregory y Laughton proyectaron la primera lectura de Shaw, trabajaron durante años en el proyecto y consideraban que malgastar un material así era criminal.
Por favor, entiende esto, que es lo importante:
Las lecturas en las que interviene una sola persona, que lee todas las partes, sentada en una mesa, sola, en el escenario, es una cosa; tener varios actores leyendo las partes es otra muy diferente.
Lo segundo requiere un sentido teatral para escoger el material, para la puesta en escena y la actuación.
Tal como yo lo veo, no se puede hacer esta primavera.
Sugiere que se contrate a Orson Welles para que haga la adaptación y la dirija. Entonces podrán realizar algo digno de él.
Perdóname la vehemencia, pero mi respeto y amor hacia ti como escritor me obliga a tomar esta actitud especialmente en este momento.
Un fuerte abrazo y te amo hasta la muerte.
Kraut
La prosa de Hemingway se enfrenta a la cuchilla de Hollywood. Fred Zinnemann, director de El viejo y el mar, remite a Finca Vigía las notas con las sugerencias de cambios para el guión definitivo de la película. El documento está fechado el 30 de marzo de 1956. Zinnemann comienza con la aclaración siguiente: «El número total de páginas en el guión hasta el momento es de 112. Sin embargo, algunas de estas son medias páginas. Al considerar las medias páginas, el guión alcanzaría realmente solo 101 páginas. De modo que hemos añadido dieciséis páginas al guión anterior.» El escritor, aplicando su invariable costumbre, y su lápiz very black, anotará sus comentarios entre líneas. Zinnemann, al recibir las dos cuartillas de las revisiones de Hemingway, replicará con un bolígrafo de tinta roja.
Los cortes en las secuencias 29, 34, 45 y 58 no provocan comentarios. Hemingway acepta en silencio que se eliminen algunos parlamentos del niño (Manolín) y el diálogo sobre John J. McGraw y Durocher. Las supresiones, según Zinnemann, se han hecho por dos razones: porque el director siente «una demora en las escenas anteriores» y porque piensa que es importante simplificar un poco los diálogos para que el espectador disfrute y comprenda las escenas.
En la secuencia 143 se omiten dos lineas: «No tengo calambres y me siento fuerte» y «él es quien tiene el anzuelo en su boca». Hemingway pregunta: «¿Por qué?»Zinnemann responde: «Demasiadas palabras para el cine.»
Otra omis»ón: «No incluimos al viejo orinando por la banda del bote. Sin embargo, podemos filmar esta escena para usarla en los pocos países donde seria permitida.» Hemingway se entusiasma con la idea: «¿No pudieran hacerlo sin que se viera claramente? Me moriría si no apareciera. E.H.» La respuesta de Zinnemann, escueta y cartesiana:«Discutir.»
Tampoco se incluirá la escena del viejo alimentándose con los peces voladores sacados del estómago del delfín. «Creemos que el impacto visual sería demasiado fuerte. Nuestra sugerencia, por tanto, es utilizar solamente los filetes del delfín, pero no los peces voladores.» Hemingway se muestra incomprensivo: «¿Por qué demasiado fuerte?» Zinnemann reitera su fórmula, como en el mejor diálogo hemingwayano: «Discutir.»
La secuencia 152 presenta algunas dificultades técnicas. La novela describe una aguja haciéndole la corte a su pareja en torno al bote. «Nos parece que esta escena confundiría la continuidad visual. Además, es una escena extremadamente difícil de filmar.» Hemingway se muestra comprensivo ahora: «Reconozco que esto es probablemente muy difícil, pero podría manejarse por medio de la narración. Si no, tiene que eliminarse.»
Los cambios en la secuencia 250 proponen no utilizar las algas del Golfo ni los camarones pequeños. Hemingway, agresivo, hace su última resistencia: «¿Por qué? Es estúpido. Pero, estoy de acuerdo si tienen que cortar.» Zinnemann elude el insulto y cobra su venganza: las algas del Golfo y los camarones pequeños no se dejan ver en un solo fotograma de la película.
Se conservan apuntes con la caligrafía de Hemingway en una pequeña agenda de tapas rojas de los Laboratorios CIBA. Las notas, con toda probabilidad, contienen en parte la lista de las cosas que el escritor creyó necesario llevar a Cabo Blanco, Perú, donde se capturaría la aguja del filme El viejo y el mar.
Aparecen, en primer término, útiles de pesca:
Carretes —(chequear)
Caja de carrete
2 [palabra ilegible]
1 Penn Stale [?] 12 − 0 Finnor [una marca de carrete]
4 ” ” 6 − 0 − 9 − 0
Pitas —(chequear)
Plomadas
Anzuelos
Garfio
1 arpones
Pitas que vienen de Ashaway
1000 − 54
verde
2000 − 39
Pasa a enumerar las ropas para Gregorio:
Camisas
Abrigo
Pantalones de franela
Bermudas
También las medicinas, con sus nombres comerciales en inglés, etcétera:
Wychol −120 tab.
Menonine −60
Ethobral −60
Combex −120
ViSyneral −120
Petedermus −1 bot.
Cepillo de dientes
Sodarsol —pasta de dientes
Benzetacil
Pilemedecine
Tuétano de hueso rojo
Sus propias ropas incluyen:
Gorras
1 chaqueta de safari
2 camisas
1 corbata
1 abrigo de cuero
3 chaquetillas Chamois
1 abrigo grande de campaña
1 rompevientos azul
1 lona rompevientos
Espejuelos (para leer y oscuros)
Guantes de pesca
Libros
Después hay una serie de anotaciones incoherentes. Carecen de signos de puntuación en ocasiones. La letra es mala, nerviosa, y, al parecer, Hemingway las hizo mientras el barco estaba en movimiento:
Viejo pez mojado. No sangra. Parece que viniera de frigoríficos.
Saltos grandes de brillantes colores. Pez casi no sale del agua. Tercer brinco mejor, pero no bueno. Sangra constantemente arponeado en la barriga. Mal y nada que ver con cuento.
Los pies (de hilo) que mandó Leland 7/6/57
Carnada y barco, [ilegible] bien
Buenos brincos. Pez viejo y mojado. No tiene pico. Se le ve varias veces la cabeza pero no el pico. Tiburones —algunos tiros, pero algunos arponeados muy pequeños. Tiburones en el agua encima de los peces buenos. Tiburones hundiéndose como bombarderos echando humo, pero a menudo muy pequeños. La impresión más importante es la de los tiburones comiéndose los peces viejos de frigoríficos. La acción de los tiburones sobre (ilegible) los hace haraganes. Peces brillantemente coloreados vomitando sangre putrefacta. Tantos que no dan sensación alguna, excepto asco. El lastre es para aminorar la velocidad como en el salto real. Los dos saltos limpios son aceptables en pequeña medida. Lo peor— los pequeños tiburones se comen el pez sin pico del frigorífico. Los tiburones son tan pequeños que no impresionan. La lentitud de los tiburones. Los mejores arriba.
En la última hoja de la agenda, luego de dejar casi un centenar en blanco:
Freddy conoce el ambiente. [Debe referirse a Fred Zinnemann, uno de los directores que trabajó en el filme El viejo y el mar.] Conoce los hechos (cómo pasó). Tracy [¿Spencer Tracy?) mantuvo la promesa que me hizo. La importancia de la visita de L. [¿Leland Hayward?] es normal. (Me prometió estar aquí en una semana.) Se fue el 20. Hoy 29. Yo, no posposición ¿por qué? (Cojímar y Puerto Escondido habrán desaparecido.) Tengo un contrato y me atendré a él.
El 18 de abril de 1956, Leonard Lyons escribe a Hemingway una carta con el objeto de invitarlo a un concierto: «El jueves y el viernes próximos, el 26 y 27, un buen amigo mío dará dos conciertos en La Habana. Se llama Isaac Stern.» Según Lyons, Stern no es solo uno de los más importantes violinistas del mundo, sino también es un hombre de corazón. Después de cumplir sus compromisos en La Habana, se dirigiría a la Unión Soviética, donde participaría en una gira.
Isaac Stern se sentiría honrado si él y Mary asistieran a cualquiera de sus conciertos. Lyons le había dicho que Hemingway estaba ocupado con el nuevo libro, y que no disponía de mucho tiempo. Pero le aconseja ir, en el caso de que quisiera tomar un descanso de la rutina diaria. Stern se hospedará en el hotel Presidente.
Leí que viajarías a Perú, pero otro periódico dice que te dirigías a África: el primero decía que ibas a buscar un gran pescado; el otro que ibas a buscar un gran hijo. Espero que triunfes en las dos cosas.
Silvia planea hacer un viaje rápido a la Riviera mañana. Quisiera que pudiera ir a través de La Habana, para llevarte en persona nuestro afecto y nuestros buenos deseos.
Sinceramente, Leonard
Un cable fechado en Nueva York, el 25 de junio de 1957, a las 8:55 pm, dirigido a: «Ernest Hemingway, Finca Vigía, San Francisco de Paula», informa de la muerte de Evan Shipman, el amigo de Hemingway de la época de París. El texto, una línea escueta:
EVAN MURIO LUNES POR LA MANANA. TU CABLE LE PROPORCIONO GRAN ALEGRIA.
ELLEN SHIPMAN
Tenemos una muestra del estilo retórico de Ernest Hemingway y de su uso de la sintaxis española en la carta que dirigió al Ministro de Gobernación de Cuba el 8 de abril de 1960. Hemingway comienza explicando que durante muchos años ha sido aficionado a la caza y al tiro. Comunica que tiene una pistola marca Colt, calibre 22, tipo Match Target, que conserva en su casa, pues no es persona que le guste «llevar armas encima». Se ha promulgado una ley que obliga a los poseedores de armas de fuego a tener las licencias correspondientes expedidas por ese ministerio y, «no queriendo violar la ley». Hemingway quiere solicitar una licencia de 7ma clase, que le permite la tenencia de armas en el domicilio propio.
En la carta le comunica al ministro que hace tres días recibió una comunicación del Departamento de Armas de Fuego, en la que se pone en su conocimiento que no es posible concederle esa licencia, ya que la 7ma clase solo ampara otros tipos de armas, y no pistolas, aunque esta sea del tipo usado para competencia y que, por tanto, tiene que hacer la solicitud para la de 5ta.
Debido a que para la obtención de dicha clase 5ta es preciso acompañar una carta de recomendación de un jefe militar o de la policía y no teniendo conocimiento personal con ninguna de estas personas es por lo que me dirijo a Ud. como ministro del ramo, en solicitud de que por su mediación pueda ser obtenida esta licencia, para lo cual, si Ud. lo tiene a bien, me puede remitir la citada carta de recomendación para acompañarla con el resto de los documentos necesarios para obtener la antedicha licencia.
Esperando de Ud. su comprensión en la causa de esta solicitud y dándole las gracias anticipadamente por el interés que Ud. se toma en ello, queda de Ud.
Atentamente,
Ernest Hemingway
Hay cinco fragmentos de escritos de Hemingway, sin fechar y sin firmar, que fueron encontrados en distintas gavetas de Finca Vigía.
El primero es manuscrito y dice:
Jimmy was one of the most pleasant people that ever lived in that, finally, most depressing quarter of Paris.
[Jimmy era una de las personas más agradables que vivió en ese barrio que al final resultó ser uno de los más deprimentes de París.]
El segundo, manuscrito:
It's funny
one thing you notice as you go along is the intense intolerance of the people who call themselves liberals
[Es extraño
una de las cosas que nos llaman la atención en la vida es la intensa intolerancia de la gente que se autocalifican de liberales]
El tercer fragmento, a máquina, pudo formar parte de una crónica de guerra:
La cosa resultó mal porque al final siempre consideré a Thorney Island como Coney Island, y mi impresión del Mitchell es que si tienes que salir, hazlo de la misma forma en que entraste. Y el Cinco lleno de pánico cuando no pudo desplegar el tren de aterrizaje y no se sabía el manual de instrucciones (la última carta a jugar). Y la torre de control que decía: «Termine, Cinco. Termine, Cinco...»
El cuarto fragmento, a máquina:
Tenías razón al decir que las mujeres son buenas amigas. Son buenas amigas y terribles enemigas; locas y completamente irrazonables cada 28 días y muy volubles cuando les ocurre el cambio de la vida. Pero pueden resultar magníficas amigas, como tú bien dices. Pero es mejor tener cuidado con ellas. La mujer es el único animal femenino bípedo que siempre golpea después de haber sonado la campana. Tal vez la cangura haga lo mismo, no lo sé. Pienso que la mayoría de las mujeres estériles fueron ligadas cuando eran muy pequeñas, por lo que no lo han notado. La mayoría de ellas ni siquiera sabe cuándo tienen [ilegible] y te lo dan con gran amor y afecto. Siempre tienen que estar celosas de algo y si no les das ningún motivo, a no ser tu trabajo, entonces estarán celosas de tu trabajo. Pero si las convences de que al escribir puedes comprar abrigos de armiño, o un abrigo de armiño, etc., amarán el trabajo por sí mismo (lo amarán no porque puedan comprar algo, sino que amarán el trabajo como tal). No obstante, tienes que respaldar tus ofrecimientos. Después de eso, por lo general, tendrán en mente el abrigo de armiño como reserva. Olvidan todo lo que se les regala, pero recuerdan por más de cien años cualquier cosa que no les hayas regalado. Al final lo consiguen. Por supuesto, debes aprender a no hablar mal jamás de su familia, pero tampoco debes estar de acuerdo si son ellas las que critican a su familia. Esto último es tan malo como lo primero. Me gustaría escribir sobre alguna puta, el problema es que es muy difícil encontrar una puta de verdad. La mayoría de las mujeres hermosas batean por encima de 750 para demostrar que no son putas, y mientras le sigas la corriente podrás jugar eternamente en su equipo, y hasta amarán lo que escribes. La capacidad de fornicar se estima mucho más que la de escribir, a no ser con mujeres no normales. Siempre se dan cuenta si puedes f[ornicar] o no, al igual que los perros de caza se dan cuenta si la presa está allí. Ninguna sabe nada sobre tus habilidades como escritor (a excepción de una mujer cuyo nombre empieza con M.) Carajo.
Leí lo que escribió Joe. Muy bueno. El correo de la tarde me acaba de traer una solicitud de Donald Friede para que escriba un prólogo para una colección de tus obras. Lo haré con gusto si tú deseas que yo sea quien lo haga. Me sería más fácil hacerlo si pudiera ver lo que has escrito, aunque de todas formas puedo hacerlo sin necesidad de verlo. Dime la fecha en que debo entregártelo y dale recuerdos de mi parte a Donald. Por favor, dile que no le escribo porque tengo mucho trabajo. Pero si lo prefieres le escribiré.
El último, también a máquina:
Si entonces hubiera sabido que a partir de aquel momento cada vez que fuésemos a La Habana a cenar solos ella me lanzaría a la cara su vaso de vino, o que cualquier día que yo hubiera trabajado duro y bien ella encontraría...
¿Qué cosa encontraría esa misteriosa y despótica mujer en nuestra capital? Al parecer nada edificante, siguiendo el estado de ánimo misógino del escritor. Nunca lo sabremos. El dueño de Finca Vigía no retomaría el hilo de sus pensamientos. Poco tiempo después, en una cabaña de Ketchum, Idaho, colocó una escopeta de doble cañón en su boca y disparó.