Entre los documentos personales que Ernest Hemingway dejó en Finca Vigía, no hay ninguno del cual él tenga que arrepentirse. Ni un solo papel bochornoso. Todo lo contrario, si acaso un ingenuo y un tanto crepuscular romance con una condesa italiana que nos acerca más al auténtico carácter del hombre.
Sus familiares han dicho que él no quería que se conocieran sus cartas, aunque ellos se han apresurado a divulgar algunas mentiras sobre su vida. Las primeras cartas de Hemingway que se publicaron, incluidas en un ensayo de Edmund Wilson («Emergence of Ernest Hemingway»), dejaban mal parado al escritor. Quizás de esa experiencia surgió la negativa de dar a conocer otros papeles.
De cualquier modo, a principios de 1981, la casa Scribner's publicó en Estados Unidos una amplia selección de las cartas de Hemingway. Mary Welsh dio el consentimiento y Carlos Baker es el editor. La noticia anula cualquier represión moral.
Hay un texto de André Gide que contribuye a la decisión de glosar una parte significativa de los papeles olvidados por Hemingway en Finca Vigía.
Sin duda habrá hombres de letras siempre delicados, de pudores fáciles, que prefieren no ver de los grandes hombres más que el busto y que se sublevan contra la publicación de los papeles íntimos, de las cartas privadas: parecen no considerar en esos criterios más que el placer halagador que los espíritus mediocres pueden experimentar, al ver sometidos a las mismas interpretaciones que ellos, a los héroes. Hablan entonces de indiscreción, y cuando estos tienen la pluma romántica, hablan de violación de sepulturas, por lo menos de curiosidad malsana, y dicen: «¡Dejad al hombre; solo la obra importa!» Evidentemente. Pero lo admirable, lo que constituye para mí una enseñanza inagotable, es lo que él ha escrito a pesar suyo.
No obstante, estos documentos decepcionarán a los amantes del género epistolar. Hemingway, al contrario de otros autores, no escribía cartas teniendo en mente la inmortalidad, ni la publicación de la correspondencia. Muchas cartas fueron escritas deprisa y tienen numerosas tachaduras e incluso incoherencias, dificultades que la presente edición ha tratado de salvar en lo posible. Pensamos que el valor de estas justifica cualquier «agresión» al buen lenguaje.
Entre los documentos más antiguos encontrados en Finca Vigía, está la carta que Gregory Clark enviara a Ernest Hemingway el 12 de marzo de 1924 y en la que hace referencia a uno de los pasatiempos favoritos del novelista: la pesca. Gregory Clark y su esposa Helen fueron amistades de juventud de Hemingway. Se conocieron en la sala de redacción del Toronto Star. Clark fue quien llevó a Hemingway, en la primavera de 1920, a ver a J. H. Cranston, quien le agenciaría un trabajo en el periódico.
La carta es reveladora en cuanto al vínculo que establece entre los escenarios de Nick Adams y los primeros pasajes de la literatura hemingwayana. Algunas palabras resultan ilegibles.
Voy con Messer Mossop a las tierras del Pine River, 70 millas al noroeste de Toronto. Dos días más tarde celebraré la apertura de la temporada de forma apropiada yendo a la reserva de Dune Campbell, cerca de Milton, con William Milne, y luego el 17 de mayo, en compañía de esposa, padre, hermano, Milne y esposa, voy a [Agway] Bay, 103 millas al norte en Algoma Central, a pescar en tres ríos que desembocan en esas aguas, el San, el Agwa y otro al cual nadie ha tenido tiempo de ponerle nombre, tan ocupados han estado en pescar truchas en el lago Superior.
En la carta se pone de manifiesto el respeto que sintieron los amigos y conocidos del escritor por su habilidad como pescador. Clark dice que «siguiendo tu no explícita pero sí tácita sugerencia, me conseguí una caña nueva de nueve pies, cinco onzas, etcétera». Fue a la playa de Sunny Side, practicó con ella «y te sorprenderás cuando veas cómo puedo utilizarla...»
Hay una alusión a una carta que Clark recibiera de Hadley, la primera esposa de Hemingway, en la que esta describía la vida que el matrimonio llevaba en París.
Recibimos carta de Hadley, qué bien deben sentirse los tres. Ahora, después que Hadley nos describió la vida allá, me explicó por qué Hemmy no nos había escrito. Me parece estarlo viendo... Hemmy deambulando por París, viéndolo todo, reasegurándose, tomando un trago aquí y allá, llamando a los amigos, llegando tarde a casa, y asegurándose de que París está donde siempre y nada más lejos de su intención que escribir una carta.
La misiva contiene un elogio a Hadley:
Amamos a Hadley. Y qué mujer tan bella es, considerando el marido que ha tenido. Es un maravilloso amante, no lo dudo, pero como marido... Ah, bien: la historia registra las vidas de las esposas de los genios...
Resulta curioso este párrafo de Clark:
So descarado. Envié al Chicago Tribune un articulo sobre ti y pienso ponerlo en un mural de la sala. No he cambiado nada. Nada. Mary Lowry está abstraída en su próximo matrimonio, ocupada en lo de la pintura, la plomería, los muebles.
Mary Lowry, redactora del Toronto Star, fue el único miembro del equipo del periódico que despidió a Hemingway en la estación de Toronto la fría tarde del 12 de enero de 1924, cuando este, Hadley y su hijo John Hadley Nicanor, regresaban a Europa, después de hacer una escala en Nueva York.
Hemingway había renunciado al Star, entre otros motivos, porque sentía una especial animosidad contra el señor Harry Hindmarsh, editor del diario, al que Clark llama «espía rastrero».
No pudo discutir en la sala (¿de redacción?) de las mujeres. Hindmarsh aún da tropezones por aquí [?] un espía rastrero.
Cranston todavía está preocupado por el número que tengo en la mano para la semana que viene, no por el tipo ni la calidad.
La carta termina con un saludo afectuoso para los Hemingway de París.
Maxwell Perkins, editor de la casa Scribner’s, tiene en su haber profesional la edición de las obras de Thomas Wolfe y F. Scott Fitzgerald, entre otros.
En una carta breve, escrita a máquina» fechada en Nueva York el 15 de enero de 1929, Perkins le dice a Hemingway: «Me alegro de que quieras que vaya a una pesquería [en Key West]. Estoy tratando de resolverlo. Ya tendrás noticias mías.»
Y «poniendo el parche antes de que salga el grano», se burla de su propio físico: «Temo decepcionarte en el aspecto atlético, y si Waldo (Peirce) también va, cosa que sin embargo deseo, se dará el caso de un pigmeo entre gigantes.»
Se alegra de que Adiós a las armas vaya tan bien. La nota finaliza con una línea manuscrita: «¡Por Dios, deja de llamarme señor!»
Uno de los comentarios sobre Hemingway que Perkins gustaba de repetir, reflejaba los problemas que el escritor había tenido con el editor Charles Scribner respecto a las malas palabras de cuatro letras: shit, fuck. piss. etc., que aparecen en Adiós a las armas. Scribner, conservador, se negaba a publicar el libro sin censurarlas. «Hemingway —decía Perkins— necesita volver al comienzo de su carrera e ir cada vez más lejos porque escribe con tanta osadía como vive.»
De la importancia que tuvo para su literatura el encuentro con Perkins y de la amistad que los unió, dan fe estas declaraciones de Hemingway en su entrevista con Plimpton:
Quería tanto a Max Perkins que nunca he podido aceptar que haya muerto. Max nunca me pidió que cambiara nada que yo hubiese escrito... Para mí él no era un mero editor. Era un amigo sabio y un maravilloso compañero.
Me gustaba la manera como usaba su sombrero y la extraña forma en que se movían sus labios.
Perkins murió el 17 de junio de 1947. Algunos días antes de su fallecimiento, había dicho de Hemingway: «Nunca he tenido un amigo mejor.» Algunos años más tarde, Hemingway dedicaría El viejo y el mar a Maxwell Perkins y Charles Scribner.
El Waldo Peirce a quien se refiere la carta es un pintor norteamericano, chofer de ambulancia en Verdún durante la Primera Guerra Mundial. No obstante, no coincidió con Hemingway en la contienda europea. Comenzó su larga amistad con el escritor en la primavera de 1927, en Francia. Peirce había sido amigo de otro legendario periodista norteamericano: John Reed.
Además de una pequeña tarjeta postal en la que aparecen algunos de los personajes que después serían convertidos por Hemingway en personajes de Fiesta, uno de los documentos de mayor antigüedad conservados en Finca Vigía es un sketch o viñeta escrito con toda seguridad en París hacia los años 20. El original se compone de tres cuartillas de papel gaceta, escritas alternativamente con cinta roja o negra (seguro que por defectos de la máquina empleada por Hemingway). Tiene el encabezamiento que acostumbraba poner en la esquina superior izquierda de sus escritos literarios de aquella época.
Ernest Hemingway
Guaranty Trust Co. of N. Y.
1, Rue des Italiens
Paris —France
Un primer título aparece en la primera página:
Benchley: The image and The Man
(Benchley: el hombre y su imagen)
Una segunda parte lleva el título:
Benchley and the Young Lincoln
(Benchley y el joven Lincoln)
La primera parte de esta viñeta está compuesta por un único y largo párrafo. The story up until now —. El relato hasta este momento, comienza Hemingway, y pasa tres plecas. En la segunda oración repite: The story starts about two expatriates named Frances E. Butcher. El relato comienza con dos expatriados llamados Frances E. Butcher. ¿Los dos se llaman con un solo nombre? Eso dice el texto hemingwayano y después agrega que los dos se dedican al negocio editorial. Pero como las cosas andan mal piensan dejarse la barba y meterse a ciclistas en las carreras de seis días. Solo los detiene una cosa: no saben contar y nunca han montado bicicleta. Pero esto no los desanima y enseguida se ponen a criar conejos. Durante algún tiempo los vemos desenvolviéndose en ese quehacer. Entonces, al comprender que la cría de conejos tiene sus límites, se ponen a cazarlos. Esto produce más dinero, pero la policía hace acto de presencia. Justamente cuando venden su negocio se aparece Benchley. Lincoln viene pisándole los talones. Lincoln aprieta el paso, pero Benchley sabe qué hay que hacer para estimular a la vieja yegua y desliza un billete confederado de cinco dólares bajo la montura y gana fácilmente. Lincoln se desmonta y se persiguen Quinta Avenida abajo. Esto ocurre antes del advenimiento del tranvía y hay algo que Benchley no puede entender. Se dirige a los transeúntes pero ninguno le compra la gasolina que vende, pues aún no ha llegado la era del automóvil. Benchley tiene un paquete lleno de ejemplares del Viejo y el Nuevo Testamento que desea vender, pero no se presentan compradores. Un transeúnte se le acerca y le informa cortésmente que todavía es A. de J. C. Benchley le da las gracias pero está francamente confundido. En ese mismo instante pasan las señoritas Frances E. Butcher. (Aunque Hemingway no lo aclarara, parece que en el Ínterin han cambiado de sexo.) Impulsadas por la pobreza se han visto obligadas a criar y cazar conejos por las calles. Benchley está horrorizado y decide que si alguna vez tiene la oportunidad de asestar un golpe al vergonzoso tráfico, no vacilará en hacerlo. Es aquí donde Hemingway escribe la frase final de este texto sin lógica aparente: «Hasta este punto hemos llegado en el relato.»
Un diálogo compone la segunda parte, que tiene dos cuartillas de extensión:
Alguien le da una palmada a Benchley en el hombro. Extraño lugar, piensa Benchley, y alza la vista.
—Benchley —le dice un hombre alto que lleva un estropeado sombrero de tres picos, mientras le tiende la mano.
—El leñador —dice Benchley como saludo (y Hemingway escribe con minúscula el conocido sobrenombre de Lincoln: The rail splitter).
—¿Cómo, con este sombrero, te diste cuenta de que no era Washington? —pregunta Lincoln.
—Ja, ja, ja —dice Benchley—. ¡Cómo no iba a reconocer al gran leñador!
Se ponen a caminar juntos por la avenida.
—¿Has cortado muchos troncos? —Benchley pregunta y Lincoln responde:
—No muchos. ¿Y a ti cómo te va, Robert?
—No muy bien —dice Benchley.
—¿Quieres que te haga un cuento? ¿Una nueva historia sobre mi anecdotario?
—No.
—¿Quieres que te cuente cómo redacté el discurso de Gettysburg? Una escritora hizo un artículo bastante bueno sobre ese discurso.
—Leí el artículo —dice Benchley—. Está bueno.
—¿Quieres que te cuente lo que le hice a Stephen Douglas [un gran orador y rival de Lincoln en la política] allá en Michigan?
—Vamos a tomarnos un trago —sugiere Benchley. Entran en una cantina. Esto es importante. Ahora todo el mundo bebe en las biografías. En realidad, ahora todo el mundo bebe en casi todas partes. Una costumbre bastante censurable.
—¿Has visto a Washington? —pregunta Lincoln.
—No —replica Benchley—. ¿Has visto a Connally?
—No —responde Lincoln—, ¿Has visto a Stonewall Jackson?
—No —responde Benchley—. ¿Has visto a Stewart?
—No —dice Lincoln—. Pero he visto a Andrew Johnson.
—Qué bien —dice Benchley—. Yo acabo de ver a Charlie McArthur.
—¿Qué está haciendo McArthur ahora?
—No sé —responde Benchley—. ¿Qué está haciendo Johnson?
—Por favor, vamos a dejar eso —dice Lincoln—. ¿Quieres que te cuente sobre la liberación de los esclavos?
—Por supuesto —dice Benchley—. ¿Qué pasó con los esclavos, Lincoln?
—Les di la libertad —responde Lincoln.
—¿Tú crees que eso resulte?
—Aún es prematuro para saberlo. ¿Y tú qué has hecho, Robert?
—Escribir.
—¿Te han publicado algo?
—Me publican mis cosas más rápido de lo que puedo escribirlas.
—¿Te hace sentir bien?
—¿Qué quieres decir?
—Estar así. —Lincoln aspira profundamente y estira los brazos—. En la cima de todo.
—Tengo bastante trabajo —responde Benchley.
—Ahora me llaman el Emancipador —dice Lincoln.
—Bonito nombre —dice Benchley—. Suena mejor que leñador.
—No estoy seguro —dice Lincoln—. Me había encariñado con el nombre anterior.
—Bueno —dice Benchley—. Tengo que irme. Ven a visitarme de vez en cuando, Emancipador.
—Llámame leñador, Robert —dice Lincoln y, afablemente, le pone el brazo en el hombro al joven.
Benchley sale afuera. Resultaba extraño haber visto de nuevo a Lincoln. Causaba asombro su gran estatura.
Así termina el relato.
Robert Benchley era un conocido humorista norteamericano, considerado en su país como un clásico del género. Hemingway lo conoció en Nueva York en febrero de 1926. Días más tarde viajaron juntos a Europa en el vapor Roosevelt.
El escritor Aaron E. Hotchner, quien visitó por primera vez a Hemingway en Finca Vigía en la primavera de 1948, relata que en aquella ocasión Hemingway le mostró una serie de primeras ediciones de libros dedicados a él, entre los cuales se encontraba uno de Robert Benchley. (A pesar de intensas búsquedas en Finca Vigía no se ha encontrado ningún ejemplar de los títulos citados por Hotchner.)
Es probable que Hemingway remedara el estilo de Benchley, quien se refería a un personaje como hombre y mujer alternativamente. Algo semejante al Orlando de Virginia Wolf. Se recordará que en la novela, Orlando vive varios siglos. En las viñetas de Hemingway hay también un juego con el tiempo.
Ambas, inusuales en el estilo hemingwayano, fueron escritas al vuelo y solo Hemingway hubiera podido descifrar su utilidad. Pudiera tratarse de sketchs escritos para disfrute de los amigos. De cualquier modo, tienen un parecido remoto con algunos pasajes humorísticos de Torrentes de primavera. En esta novela se referiría explícitamente al mundo editorial. También resulta de interés destacar la mención al general Stonewall Jackson. Treinta años más tarde, en su madurez, Hemingway escribiría A través del río y entre los árboles, cuyo título proviene de las últimas palabras que el general sureño Jackson dijera antes de morir. Entonces la parodia cedería su lugar a la tragedia.
Leicester Hemingway escribe a su hermano una carta el martes 19 de marzo de 1940, en los muelles de la isla Cozumel, Quintana Roo, México. Comienza con una información acerca de un joven pescador de la zona del río Almendares, de La Habana.
El gran Rafael Cortés y Mierda de Caballo, descendiente de los conquistadores, moderno vencedor de los océanos y lugares lejanos, es un muchacho que se marea rápidamente y siempre está metido en el medio y no puede cocinar cuando el barco está en movimiento y no puede navegar cuando el mar está por delante.
Ha sido infructuosa la localización de Rafael entre los pescadores más viejos de La Habana. Se le recuerda como «un muchacho de mala cabeza». Mas nadie sabe dónde se pueda encontrar ahora. Gregorio Fuentes dice: «Yo garantizo que no era marinero. Es que reclutaron a ese muchacho con demasiado apuro. Estaban muy apurados en su trabajo.»
El trabajo consistía en buscar información para la Inteligencia británica.
Pero cruzamos perfectamente. Sirvió de prueba para el barco y para conocer cabalmente a nuestro tripulante. Y Tony y yo resolvimos bastante bien y nos compenetramos enseguida.
El Tony de esta carta es Anthony Jenkinson, un agente británico. Hemingway se lo presentó a Leicester en La Habana. «Jenkinson —según Leicester— tenía un título, una cuenta ban caria y un destino en el servicio secreto naval.» Trajo a Cuba un velero de 25 pies de eslora, que Gregorio ayudó a avituallar. Fue el embrión de la posterior aventura antisubmarina del Pilar. Operaron en América Central y la zona del Canal de Panamá. Buscaban los containers y depósitos de gasolina que supuestamente los submarinos alemanes utilizaban para abastecerse. No se conocen los resultados de este operativo, ni los probables enfrentamientos con alemanes que Leicester deja entrever en un episodio del libro Mi hermano Ernest Hemingway, que publicaría después. (Al parecer, Leicester continuó en este tipo de faena posteriormente. Revolucionarios latinoamericanos que participaron en los sucesos de Guatemala de 1954 han informado que en aquella oportunidad se reveló allí la participación de Leicester como agente de la CIA.)
«El primer día llegamos a Bahía Honda antes que cayera el viento», dice en su carta a Hemingway. Recorrieron 70 millas hacia el oeste esa noche, y en la tarde del otro día estaban a 40 millas al oeste del cabo de San Antonio, en el extremo occidental de Cuba, con mucha corriente, brisa suave y todos los síntomas de otra noche excelente. Todo fue bien, hicieron 40 millas con la brisa, que se levantó por la mañana, pero cayó por la noche. La mitad del cielo se iba llenando de una niebla blanca, típica de los nortes, y alrededor del mediodía encendieron el motor unas dos horas. «Hablé con un cubano que salía de los bancos y se aseguró que estaba a cincuenta millas al NE de la luz [del faro] de Contoy.» Iban navegando a motor para pasar el canal de Yucatán antes que empezara a sentirse el norte.
Pero cuando comenzó este norte y redujimos velas y navegábamos como endemoniados en un mar que se levantaba a ojos vistas, [Rafael] se metió en mi cama, se puso una sábana por la cabeza y no se movió para nada durante veinticuatro horas.
Tuvieron que recorrer 50 millas para divisar la luz de cabo Cantoche, luego cortar al este para acercarse a Contoy y maniobrar para no clavarse en los arrecifes que estaban al norte.
Allí nos aguantamos, proa al este, para no pegarnos a los arrecifes de Mujeres, hacia donde nos empujaba una corriente de dos nudos.
Por la mañana pusieron la vela delantera y el foque, con gran peligro de que el viento los reventara. «Pero el barco se portó como un señor.» La cubierta se llenaba de agua, «pero como eran olas tan grandes, se le puede perdonar. Tony y yo nos relevábamos cada dos horas. Nos secábamos cada vez que bajábamos a la cabina». A las 10 de la mañana llegaron a 100 yardas debajo de la punta sur de Mujeres y echaron el ancla.
Allí, según cuenta, se encontraron con un velero de pescadores. Se alegraron de ver un barco más pequeño que el de ellos, resistiendo allí. Después que arribaron a Mujeres siguieron llegando más veleros. «Comimos como animales, recobramos fuerzas, dormimos y fuimos al pueblo la mañana siguiente y entramos formalmente bajo protesta. Bellas costumbres. Nos costó solo cinco dólares y pudimos ver todo el pueblo, que se encuentra al NE de la isla. Un lugar muy bonito, con muchas tortugas y ciudadanos amistosos, y nos quedamos hasta el lunes, ayer, primer día de sol desde la mañana del jueves.»
Su deseo de conseguir una tripulación norteamericana se imposibilita a causa del papeleo y la carencia de un representante consular norteamericano.
Dice Tony que podemos conservar la carne por su valor nutritivo, porque parece que podemos quedarnos indefinidamente en un lugar pretextando que la tripulación está enferma. Es un bribón y pensar en pagarle es ridiculo.
La carta continúa con las recriminaciones a Rafael:
Se enfermó ayer por la tarde cuando vio venir un viento de cuarenta millas en la más amable de las brisas de occidente: ni mar ni sol ni movimiento del barco. No tiene excusa para esto, dice simplemente que nunca antes le había ocurrido. Tiene buenas digestiones, come bien, duerme perfectamente, atisba con precisión y siempre quiere saber cuándo llegamos a tierra, aun cuando se encuentra a la vista.
Más adelante dice que Rafael por poco acaba con el barco cuando lo obligaron a que sostuviera una palanca durante 10 minutos mientras le ponían una pieza al motor, cerca de cabo Contoy la noche del jueves. «Al carajo con él. Estoy a favor de botarlo en Belice. Es demasiado noble para nuestros egos.»
La carta finaliza con un: «Te escribiré desde Belice en cuanto lleguemos allí. Supongo que será en dos o tres días...»
Envía recuerdos a Martha Gellhorn, Gregorio Fuentes y a Manolo Asper en el hotel Ambos Mundos.
No tengo cómo agradecerte los tantos e impagables servicios que nos brindaste allá. Te mereces cualquier cosa que este desgraciado mundo pueda dar.
Tony también le envía un saludo. Leicester termina con un «Sigue escribiendo, Stein.» Y firma: «Les».
Entre las cartas encontradas en Finca Vigía hay una dirigida por Hemingway a Anthony Jenkinson. Fechada el 1ro de mayo de 1940, parece ser una respuesta a otra enviada desde Puerto Cabezas, Nicaragua. La misiva va dirigida también a Leicester Hemingway.
Mala suerte [dice Hemingway] que se les rajara el cilindro.
Sin embargo, si se bloquea, aún lo pueden utilizar.
El nordeste ha estado soplando como diablo desde que alistamos el barco. Si afloja mañana, puede que costeemos curricaneando hasta Gobernadora o quizás a cayo Jutía para darle un paseíto a Mister Josie [Russell]. Las agujas no han aparecido todavía.
En el párrafo siguiente Hemingway se refiere a la pérdida de un partido de jai alai y al triunfo posterior en otro. La pelota vasca o jai alai se convirtió por esta fecha en el deporte favorito de Hemingway, motivado por la extrema habilidad y fortaleza que exige y por las fuertes apuestas que en él se pueden concertar. En la calle Belascoaín, de La Habana, estaban El Frontón Jai Alai y el Habana-Madrid. El Frontón, propiedad de Elicio Argüelles, era el favorito de Hemingway. En la actualidad ha sido convertido en un gimnasio para pesistas y ajedrecistas y lleva el nombre de un mártir revolucionario.
Voy por el capítulo 37 del libro [Por quién doblan las campanas]. Marty (Martha Gellhorn) está terminando un cuento largo, larguísimo. Escribió uno corto que le quedó muy bueno.
Después de dar noticias del arreglo de su tocadiscos, Hemingway ofrece un comentario sobre la guerra:
Sin noticias de Joris (Ivens). Sus amigos y los nuestros dividen los comités de refugiados españoles para atacar a Francia. Si Hitler se mete en Suecia, yo creo que ellos tendrán que dar otra vuelta en redondo.
Hacia el final de la carta, Hemingway habla nuevamente de Por quién doblan las campanas y se refiere al entusiasmo de su editor en los términos siguientes:
Max Perkins se volvió loco con el libro. Dijo que era lo mejor que yo había escrito. Me encantaría que él lo terminara por mí. Pero seré yo quien lo haga.
También hay muestras de humor que se manifiestan en oraciones como estas: «la máquina necesita ir al veterinario», o, «me alegra mucho que tu refrigerador esté refrigerando», para reflexionar con rapidez: «Suena repugnante eso: un refrigerador refrigerando.»
Hay una referencia a la obra teatral de Hemingway La quinta columna que por entonces estaba en escena en Nueva York:
Todavía se está representando y produciendo dinero pero cerrará en junio cuando Tone viaje a Hollywood.
Cuatro o cinco semanas más de huevos de oro. Dicen que reabrirá en el otoño.
Franchot Tone, el actor, tenía el papel protagónico del drama sobre la Guerra Civil Española.
Hemingway termina con un juego de palabras: «May may a little later.» Se refiere a la posibilidad de salir a pescar en mayo (¿mayear?) un poco más tarde.
Ernest Hemingway sale a mayear. Es la corrida de la aguja. Su cuaderno de bitácora parece escrito por dos hombres. Uno, un experimentado y rústico pescador; el otro, un poeta. El primero anota:
Cogimos un peto, el viento refrescaba bastante, soplaba fuerte cuando entramos en Cabañas.
El cielo parecía de noviembre, lluvia fina a media noche, agua clara y profundamente azul.
Salió a las 11:30 de la mañana del 2 de mayo de 1940. Glass (presión barométrica medida en pulgadas) 29,92, la brisa está soplando de sur a norte. Luego al NO. Hemingway advierte que refresca a partir de la 1:00 pm. Navega rumbo oeste. Un pejevela pica a las 2:55 pm, aproximadamente a una milla de Banes. Al oeste de Mariel, a las 3:50, un pejevela hala el sedal. Peleó bien, voló 10 ó 12 veces y enfiló hacia el noroeste; lo bicherearon a las 4:20. «El primero que capturamos», apunta Hemingway.
Tres millas más hacia el oeste, a la altura de Cabañas, captura «un buen peto» a las 4:50. El viento refresca bastante. Sopla fuerte cuando entra en Cabañas a las 6:00 pm.
Fondean al oeste del fortín. Pero hay demasiados mosquitos y se dirigen al centro de la bahía. Fondean más allá de la boya. «Marty remó en el bote auxiliar y luego nadó —mientras Gregorio cocinaba. Sin mosquitos hasta que salió el sol— ; lluvia fina a medianoche», anota el dueño del Pilar. Y sustituye algunos puntos por guiones. Después relaciona sus actividades por días:
Mayo 3. «El mar está en calma», se lee en el cuaderno de bitácora. «Los mosquitos aparecieron con las primeras luces del día», se lamenta Hemingway. Lo sorprende una lluvia fina a las 6:00 am y el viento se levanta por el norte. El viento refresca del norte cuando terminan el desayuno y se mantiene fuerte soplando en la misma dirección. Pero el cielo encapotado parece de noviembre. Hemingway apunta:
Saliendo a las profundas aguas azules de la boca de la bahía de Cabañas, una aguja de alrededor de 200 libras saltó sobre la carnada de lisa y la rebasó y antes de esto golpeó el señuelo de plumas y mientras la rodeábamos, desapareció.
El Golfo está lleno de peces voladores y considerablemente más violento. Captura dos bonitos mientras viajan hacia el oeste y aproximadamente a cuatro millas al oeste de Cabañas, a las 9:00 am, una aguja desprende el sedal del outrigger de babor, ataca la carnada y golpea el pedazo que quedaba.
Hemingway anota:
La cogía y la soltaba —mar gruesa ahora— muy turbulenta. Tuvimos que abrimos un poco a las 9:10 am —Josie [Russell] vio otra aguja que nadaba con ½ cm de la cola fuera del agua. Se pierde hacia el oeste. La encontraron con la carnada pero no pica— cogimos otros 2 bonitos y nos fuimos a Bahía Honda a las 10:10 —. Viento fuerte del norte todo el día y permanecimos en el puesto.
Ahora Hemingway se conmueve:
Visitamos a los pescadores en el carenero —pobreza, subalimentación, miseria, les permiten pescar pero no sembrar la tierra en la que están como intrusos, tampoco les permiten tener huertos.
Compró ocho cangrejos y «una caja de ostiones (60 centavos). 48 huevos a 4 por 5 centavos. 50 centavos. ($ 1,00) Nadamos. Visita al castillo —hallamos un avío indio— nutrida bandada de codornices».
Duermen con mosquitero en el castillo de cubierta; el brisote se cae por la noche y el Pilar se mece con la marea. «Estábamos fondeados cerca de la boca de la bahía. Algunos mosquitos aparecen a las 5 am pero el mosquitero los contuvo.»
Mayo 4. Anotaciones breves:
Ligero viento del oeste —Class 30,00— salimos a las 7:40 después de un desayuno con arenque, huevos, café, pan, mermelada.
Mayo 5. Hay pesca. Comienza la corriente a las 12, se capturan ocho agujas pequeñas que andaban en la corriente profunda.
Mayo 6. Fuerte brisa todo el día, incrementando por la tarde. Disminuyó en la noche para subir notablemente el 7 de mayo.
Mayo 7. Salió a las 2:45, Glass 30,08, alguna corriente. Brisa fresca del norte, mar fuerte, «pero no como debía estar con esta brisa, si la corriente fluyera —agua clara y profundamente azul».
Muchos peces voladores pequeños. A las 3:20 cogen un dorado hembra de gran tamaño. A las 3:55 Gregorio ve una pareja de agujas en dirección oeste:
Viramos el barco en esa dirección y nos encaminamos hacia ellas en alta mar. Una de ellas vino al outrigger de babor y la otra a estribor, E. H. enganchó la de babor, esta comenzó a saltar, y la otra, que era de mayor tamaño, picó la carnada de estribor. Saltó y soltó la carnada antes de que Josie pudiera clavarla [con el anzuelo]. Siguió la carnada durante un buen rato mientras E. Hemingway luchaba con la otra, que halaba mar adentro, con un hilo 18, saltó 15 veces luego peleó fuerte y seguido, rumbo NO. La trajimos a la banda y la bichereamos a las 4 pm. La tercera que capturamos, 6 pies 9 pulgadas.
Hemingway se incluye como personaje en estos apuntes del cuaderno de bitácora. Más tarde cogen un pequeño dorado y un peto pica, pero se va. Pocas agujas aún. Se decepciona: «Vimos solo una pareja —muchos peces voladores, muchos pájaros. Dentro de poco deben aparecer los pejes.» Vuelve el optimismo.
Mayo 11.
Salimos de Cojímar a las 10 am. Class 29,90. Viento por el norte, refrescando. Corriente fuerte del este —montones de palomitas y de peces voladores—, bella agua del Golfo, día ideal para la aguja.
Diez minutos después de zarpar una aguja pica, pero suelta la carnada y sigue. En la hora siguiente «3 más le dieron a la línea pero no volvieron ni picaron», anota. «De 10 a 11 E. Hemingway vio una aguja coleteando.» Suben el motor a 2 500 RPM y «la llevamos a que picara la carnada que [Cucu] Kohly llevaba a estribor pero Cucu se demoró mucho y no pudo clavarla». El viento cambia hacia el norte. Los pejes no pican «quizá por este viento».
Mayo 14. Sale a las 10:00. Class 30,01. Viento fuerte del norte, soplando durante dos días desde el mismo cuadrante. El domingo era del norte y durante dos noches la corriente se mueve hacia el este. Marea alta. La corriente es tan fuerte que casi no se puede pescar. Hemingway observa que el agua no tiene el color definido, casi púrpura del Golfo, sino lechoso debido al fuerte viento.
A las 10:30, cerca de Bacuranao, avistan una aguja pequeña que no picó. Dan la vuelta al Pilar, junto con la mar, pero no la encuentran.
A las 11 navegando cerca de la fábrica de cemento (Casa de curas) una aguja persiguió la linea de babor cuando esta levantó un pedazo de basura. E. Hemingway le dio un tirón a la línea para limpiarla. [Hemingway se describe a si mismo en la pelea.] La aguja le fajó pero falló. Se fue y en el momento que E. Hemingway le decía a Joe [Russell] que pusiera nuevamente el sedal en el outrigger, la aguja regresó desde lo profundo y mordió la carnada. Ernest Hemingway la enganchó en la segunda tentativa y la clavó. Se llevó 250 yardas de línea, voló 10 veces. Peleó fuerte y en lo profundo. Difícil de trabajar con la mar tan violenta.
Ernest Hemingway la trajo y la bichereó a las 11:20 (Número 6) —clavada bajo la mandíbula—, el bichero le atravesó el pico. —Agua clara ahora azul profundo. Seguimos hacia el este.
Mayo 16. Salió a las 3:00. Class 29,95. Viento limpio del ENE. Corriente fuerte. Después de una turbonada de lluvia en tierra y de unos cuantos relámpagos navegan hacia el este de Tarará. Se reportan muchas agujas volando. A las 4:10 después de girar rumbo al oeste ven una aguja detrás del outrigger de babor, que los sigue. Pasan por el Morro. Vuelven a las 4:15 pm. Nothing. Nada. Gris y frío. Es evidente que las descargas eléctricas hicieron que los peces se sumergieran en aguas más profundas.
Mayo 18. Class 29,91. Ligero viento del este, corriente fuerte del este. «Salí a las 10:45 porque no le dijimos a Otto (Bruce) que viniera temprano. A las 11:20 Kohly vio a la altura de Cojímar una pequeña aguja dando vueltas y comiendo en la superficie.» Le pasan por delante las carnadas de Cucu Kohly. Falló tres veces. «No clavamos pero el sedal se enredó, finalmente, y la aguja se retiró.»
Durante el día ven algunas agujas blancas, dos de ellas bastante grandes. Captura dos dorados, cinco albacoras, tres barracudas; pierden tres dorados y un bonito.
Mayo 20.
Salí a las 10. Glass 29,89. Viento del norte, corriente fuerte, tiempo malo, brisa del este, avistamos gran grupo de agujas. Escribí 800 palabras. [Hoy no le importaron las agujas.]
Mayo 22.
«Escribí 954 palabras», anota Hemingway a las 2:40. Glass 29,90. Brisa del este, fresca, corriente fuerte del este. Mucho sargazo. Llega a Bacuranao sin ver un pez. Cogen una picúa a las 3:40. Los peces iban hacia el este. A las 4:10, cerca de Cojímar, una aguja vino al señuelo de plumas; «desde bien lejos, sacaba el lomo como un dorado».
Se pega a la carnada de estribor y retrocede. A las 4:15 capturan un dorado, hembra pequeña, con la camada fresca de estribor.
Mayo 23. Cogieron un castero de 200 libras, algunos pejevelas y una aguja blanca.
Mayo 24. Glass 29,80, viento ligero, corriente fuerte. Sale a las 2:10. Van hasta Bacuranao. No hay nada.
Mayo 29. Glass 29,92. Viento ENE suave. Corriente muy fuerte hacia el este. Ven aguja cerca de Bacuranao a las 10:30. Juega con la carnada fresca de estribor sacándola del agua con el pico. Finalmente la muerde y Hemingway la engancha (se la roba) por encima del pico. 23 saltos. Pelea bien. Embarcada a las 10:35. «Número 9», escribe Hemingway.
Mayo 30. Sale a las 9:35. Glass 29,90. Mar en calma. Turbonada en tierra desde las cinco. Fuera de la boca de la bahía enganchan una barracuda grande. Venía con un grupo de jureles, pero no mordieron. A las 11:45 cerca de Bacuranao ven un tiburón de casi 40 pies, «por lo menos 8 pies de ancho en la cabeza. Lo vimos bien —muy cerca del barco y luego por la proa cuando el señuelo de plumas le pasó por el lomo— ; se movía despacio y sin miedo. Cinco minutos después una aguja tocó la carnada de babor en la calma existente. Recogimos sedal y vino de nuevo. Haló la línea pero la soltó».
Junio 6:
Después de siete días de lluvia fuerte y ráfagas, salimos a la velocidad 30 —Brisa fresca del ENE— corriente fuerte, oscura, grande, hacia el este. Se reporta el Golfo lleno de agujas. Vimos muchísimas que no picaban −2 buenos ejemplares mordieron el señuelo de plumas.
Enganchamos una pero se fue. A las 5 cogimos una (No. 12) 7 pies, 48 lbs. Rodaba por el costado, voló salvajemente. Luego peleó duro. Caminos que se cruzan en el mar. Pat (Patrick Hemingway) a bordo. Almuerzo en tierra.
Junio 8. Sale a las 10. Le tiran al pichón. Brisa del norte y poca corriente. Agua verde debido a las lluvias. Por la tarde la corriente se fortalece y entra más. Ven tres pejes. Dos de ellos hambrientos. Le tiran una línea, infructuosamente; el pez se llevó la carnada. El segundo peje cerca de Cojímar mordió y se llevó la carnada. El tercero mordió tarde, cerca del Morro, y destrozó la carnada.
Compran ocho libras de emperador capturado por los sedales de los pescadores del mercado.
Junio 10.
Escribí 670 palabras. Salí a las 3. Class 29,97. La corriente no estaba tan fuerte como en otros días. El agua azul pálida. Brisa fresca del norte. —Pat a bordo—. Nos dirigimos al oeste porque la mayoría de los pejes han sido enganchados cerca de Punta Brava, entre el hotel Nacional y el río Almendares. Hoy Italia declaró la guerra. Hace 24 años la última vez. Aún los mismos políticos —chacales— viles.
Junio 13. Glass 30. Viento ENE. Corriente fuerte del este. Sale con Ben Finney a las 10:10. A las 10:20 coge «el No. 14. Buen ejemplar. —Buena pelea— ». A las 10:30 cogen «el No. 15, de 72 lb, con el señuelo de plumas. —Almorzamos en Cojímar—. Por la tarde solo vimos un pez. Cenamos en [ilegible]. Los muchachos se fueron por la mañana rumbo a Key West».
Junio 17. Fresco. Class 29,98. Viento ENE. Mar violenta. Corriente fuerte hacia el este. Salen a las 10:15. A las 10:25, cerca de Cojímar, una aguja muy grande mueve la camada del outrigger de babor. No pica. Lo intenta de nuevo. Ernest Hemingway le tira cinco o seis veces. Regresa. Lucha profundo y cerca. Luego vuela. La clava. Toma hacia el noroeste. Vuelve y comienza a sacar hilo. Entonces obliga a que el barco la siga. Hace un giro y está hacia el NO cuando corta la doble línea con la cola.
Mayito Menocal y Elicín Argüelles a bordo. Pejes muy grandes —Tremendo golpe a través del pecho— Lástima —nadie tuvo la culpa. Vimos 8 pejes más, incluyendo uno muy grande que nos siguió el rumbo pero no mordió— la carnada estaba bastante gastada —. Un ejemplar más pequeño movió la carnada— llegamos a las 6:45 —. Almorzamos en Bacuranao— le tiramos a los pichones.
Junio 22.
A bordo C. Kohly. Fin de la luna llena —La corriente apretando después de permanecer estática durante tres días— Dicen los pescadores que han visto grandes agujas abolladas —Salimos a las 10 — Glass 30,02. —Brisa floja pero refrescante hacia el ENE— Fuimos enmendando hasta Bacuranao sin ver nada.
Este diario de navegación está escrito en un cuaderno de tapas duras, plasticadas. Los apuntes fueron hechos con un creyón grueso, probablemente con lápices del número dos que tanto entusiasmo despertaban en Hemingway. El texto ocupa 32 páginas, sin que las llene todas. Comienza cada día en una hoja nueva. En ningún momento especifica el año en que fue escrito, pero se pudo establecer la fecha gracias a que Hemingway se refiere a la entrada de Italia en la guerra, hecho ocurrido el 10 de junio de 1940. (Se ha tratado de respetar en la traducción la puntuación original.)
Grace Hall Hemingway escribe a su hijo el 17 de julio de 1940:
Querido Ernest: Recibí el encargo esta semana. Ni me imagino cuánto tiempo pasará antes de que reciba el dinero, porque esta tardanza, durante la cual los compradores regresaron al norte, puede hacerles cambiar de idea de la compra...
Todo el mundo se haya tan inseguro en estos momentos. Solo Dios puede brindarnos seguridad...
Me apena tanto haber hecho algo que no te gustara. Tú has sido siempre la única persona que tenía dinero en abundancia. Siempre he temido que te insultaras si te mandaba un poco. Destruiste el cheque de cuatro dólares que te envié para cubrir los gastos, y para saldar la deuda...
De todas maneras me alegraría remitirte $ 100 si el dinero me llega en los próximos 2, 3 ó 4 meses. Nada me gusta tanto como darle algo a mis hijos cuando lo necesitan. Y tú no eres una excepción.
El único que pudo y quiso darle la posibilidad de vivir confortablemente fue Ernest y eso la impulsa a ayudar a sus hijos cuando ellos lo necesitan, declara la señora Hall Hemingway. Y agrega: «Algo que ha sido frecuente en ti. Espero que pases un buen cumpleaños. A los 41 todavía se es joven.» Sigue con una nota importante:
Te enviaré una copia de la crónica sobre las generaciones pasadas, que he escrito (9 000 palabras). Cubre 200 años.
Las relaciones entre Hemingway y su madre nunca fueron buenas. John Dos Passos afirma que Hemingway era el único hombre que él conocía que realmente odiaba a su madre. Algunos biógrafos aventuran la hipótesis de que el rechazo de Hemingway hacia su madre era el resultado de la manía bastante inusual que atormentó los primeros años del escritor: Mamá Hemingway se empeñaba en vestirlo de niña, adornaba sus cabellos con lazos y su ropa estaba siempre adornada con cintas y otras candideces femeninas. (En ninguna de las biografías consultadas se explica la posición del doctor Clarence E. Hemingway, padre del escritor, en defensa de su hijo. Se sabe que lo llevaba a cazar y pescar, para que entrara en contacto con la naturaleza, pero, al parecer, en la intimidad del hogar se hacía de la vista gorda con las extravagantes costumbres de su esposa.) Una muestra del carácter religiosamente imperativo de Grace Hall Hemingway se halla en el documento titulado «Herencia», enviado como regalo de cumpleaños a su hijo. Se trata de un texto único e imprescindible para comprender las relaciones entre madre e hijo. Es curioso, por otro lado, que no haya en Finca Vigía nada que recuerde al padre de Hemingway. Ni una carta, ni siquiera una foto.
El sobre fue enviado por correo aéreo y está protegido por cartones interiores. Tiene matasellos de Oak Park, Illinois, de julio 25, pm, 1940. Lleva seis estampillas, por un valor total de un dólar y 10 centavos, y la dirección del destinatario aparece escrita a mano:
Ernest Hemingway, Asper Cia. Obispo and Mercaderes, Havana, Cuba. (Es la dirección del hotel Ambos Mundos.)
Y un aviso, también manuscrito, en la esquina superior izquierda del sobre de manila:
Si no es entregada al destinatario en quince días devuélvase a Grace Hall Hemingway en Keystone Ave. número 551, River Forest, Illinois, Estados Unidos.
El original de «Herencia» tiene una extensión de 28 cuartillas cortas, papel cebolla, escritas a máquina a dos espacios. Es un documento revelador en cuanto a los antecedentes familiares de Hemingway y las relaciones de la madre con el hijo. Vale la pena glosar las partes más significativas. «Herencia» llegó a manos de Hemingway acompañado de la siguiente carta de presentación:
Grace Hall Hemingway
Studio-551 Keystone Avenue
River Forest, Illinois
25 de julio de 1940.
Mi querido hijo Ernest:
Esta es la crónica de nuestra herencia sobre la que te hablé anteriormente. Cubre doscientos años y cinco generaciones.
La señora Hall cita sus fuentes: «Unas memorias publicadas por William Edward Miller (tu tatarabuelo), en la que habla mucho de su padre, el doctor Edward Miller, graduado de Oxford; lo que escuché de boca de mi madre concerniente a su padre y madre, su esposo y sus hijos. Lo que escuché de boca de mi padre concerniente a sus padres y sus hermanos.» Y advierte: «Espero que cuides esto para tus hijos. No hay más copias.» Luego se justifica:
A pesar de que no tengo facilidad para escribir, he procurado acumular datos interesantes que de otra forma se hubieran perdido para la posteridad.
Esperando que «Herencia» resulte valioso para su hijo, lo firma y añade una posdata: «Esto debía ser tu regalo de cumpleaños.» La relación siguiente aparece en el frontispicio:
Doctor Edward Miller y esposa.
William Edward Miller se casó con Mary Dunhill.
Mary Dunhill Miller se casó con Charles Hall.
Ernest Hall se casó con Caroline Hancock.
Grace Hall se casó con el doctor Clarence Edmonds Hemingway.
Marceline, Ernest (subrayado en el original), Ursula, Madelaine, Carol, Leicester.
Después de encabezar el trabajo con el título HERENCIA a media página, y sus créditos debajo: By Grace Hall Hemingway. la señora Grace Hall comienza, en un tono elevado, orgulloso y retórico, la historia familiar con un párrafo dedicado al doctor Edward Miller, «cuyo linaje se remonta hasta el rey Malcolm de Escocia». Dice que el doctor Miller nació en Doncaster, Inglaterra, en 1731.
Pertenecía a la misma familia de Guy, conde de Warwick, llamado «el que hace reyes». La familia Miller comparte sus armas con los condes de Warwick.
Grace Hall afirma que Edward Miller era un hombre de talento, gusto literario, maneras refinadas, y una gran eminencia como profesor de música. Fue organista de la iglesia de Doncaster durante 50 años y sus ejecuciones fueron muy admiradas por las multitudes que acostumbraban a acudir «a ese alegre pueblo por aquel entonces de moda». Revolucionó la música de la Iglesia de Inglaterra, que anteriormente empleaba los servicios de un director de coros que cantaba una frase cada vez, la cual era repetida por los feligreses, sin libros de cánticos ni acompañamiento en la mayoría de los casos. Adaptó la versión de Tate y Brady de los salmos y compuso melodías sobre esta versión de acuerdo con cada domingo del año. Este trabajo gozó de gran celebridad en su tiempo y fue adoptado en todo el país. Se podía enorgullecer de haber tenido mayor número de suscriptores que ningún otro autor anteriormente —con la excepción del poeta Alexander Pope, cuyas versiones de las obras de Homero eran muy populares—, ya que la lista de suscriptores, encabezada por el Rey y la Reina (con el número de ejemplares después de cada nombre), ostentaba el nombre y el título de todas las personas importantes del reino. Compuso un segundo volumen de himnos, que tituló El arpa de David. Fue el segundo libro de música religiosa. «Ambos eran libros gruesos, pesados y forrados en cuero: una valiosa posesión.» La celebridad de su nombre como músico, compositor y hombre de letras hizo que la Universidad de Oxford le confiriera el grado honorario de doctor en música. (Inglaterra, además de nombrar un Poeta Nacional, el Poet Laureate, honra a dos doctores en música, uno por Oxford y otro por Cambridge; los nombramientos son vitalicios.)
El doctor Miller no solo tuvo éxito en sus trabajos personales, sino que sacó de la oscuridad y desarrolló el talento latente de ese grande de la astronomía moderna que era sir William Herschel. El doctor Miller conoció primeramente a este gran filósofo como un pobre músico alemán.
Al percibir las grandes cualidades de su amigo, que más tarde le ganaron la admiración del mundo. Miller se esforzó para colocarlo en una posición desde la cual pudiera continuar sus estudios favoritos y ganar el patronazgo de los adinerados, algo absolutamente necesario en aquellos tiempos.
La esposa del doctor Miller murió cuando sus cinco hijos (dos varones y tres hembras) eran muy jóvenes. Las muchachas murieron de tuberculosis antes de alcanzar la madurez, y el hijo menor, Thomas Miller, pereció en 1785, a los 16 años, al perderse en el mar el barco que lo llevaba a las llamadas Indias Orientales. William, el mayor, nació el 1ro de junio de 1766, y tenía 10 años cuando su madre murió. «Mostró inmediatamente que había heredado el amor de su padre por la música, la literatura y el arte. Tenía una disposición franca y abierta y una generosidad que no conocía límites.»
Su padre, el doctor Miller, se hallaba en el cénit de su popularidad: «buscado y apreciado por el público de moda, se movía en una constante esfera de alegría y disipación, y era recibido como el amigo y el acompañante de los ricos y los poderosos». Esta fue la sociedad en la que William fue introducido. Se había entrenado en la profesión de su padre. La música «era una emoción profunda en él. Su alma respondía al poder de la armonía en toda su profundidad sensible».
El famoso violinista Paganini se impresionó tanto con el joven Miller que lo aceptó como alumno. «El único alumno que tuvo Paganini.» Le dijo un día, al final de sus estudios: «William, cuando yo muera tú serás el mejor violinista del mundo.»
«Ya fuera por la brillantez contagiosa de la sociedad en que se movía, el aplauso abierto que encontró, los excitantes placeres en los que tomó parte o por la fuerza de sus pasiones, se convirtió en un ser descontento, infeliz e intranquilo.» A los 17 o los 18 años, algunos de sus alegres y excitados compañeros lo entusiasmaron para ir, desconocido y sin dinero, a la corte de Tippoo Sahib, príncipe reinante en la India. Aceptó el reto y «vestido con ropas vulgares, llevando sólo su violín se dio a la mar».
Su digno padre, al enterarse de esta huida, se apresuró al muelle y arrojó al barco ya en movimiento un grupo de cartas de introducción dirigidas a personas prominentes de la India. El joven lanzó las cartas al mar en presencia de su padre.
William supo ganarse la vida y «pasó alrededor de seis meses en la corte de Tippoo Sahib», valiéndose de sus espléndidas ejecuciones de órgano así como de su violín, e invirtiendo su talento •en todo tipo de planes atrevidos». Hay por lo menos cuatro historias sobre cómo el príncipe le regaló un valioso Cremona. Finalmente sintió nostalgia por Inglaterra y, a pesar de todas las ofertas de posición y riqueza que le hicieron, retornó a casa. Tan pronto llegó a Inglaterra se arrojó al suelo y lo besó. Tal era su amor a la tierra que lo había visto nacer que, cuando se encontraba con personas que pensaban emigrar a países extranjeros, se tomaba el cuidado de aconsejarles que no lo hicieran. Les decía: «Nunca hallarán un país como la vieja Inglaterra.»
A su llegada «al alegre torbellino inglés», Gainsborough pintó su retrato a tamaño natural. El retrato se encuentra en Darley Dale, Derbyshire, y está valorado en 100 000 dólares. «Pertenece a un primo mío inglés.»
Al llegar a Doncaster, William se enamoró de Mary, la hija menor de John Dunhill, esquire de ese lugar. Luego de la oposición de ritual pudo obtener su mano en diciembre de 1792. Ella era «una persona amable en su carácter y disposición; rubia de ojos pardos, de exquisita belleza».
Luego de su matrimonio, William Miller estableció residencia en Sheffield. Se hizo muy popular como músico, ya que poseía el violín Cremona, «el cual parece haber sido el ídolo de su alma». Se le consideraba el segundo si no el primer violinista de Inglaterra «y su amado arte marchaba exitosamente», cuando una tarde, guiado por la música que oyó al pasar, entró en la capilla de Norfold. Su aparición, ya que era muy atractivo y majestuoso, produjo sensación. Sus véstidos resultaban seguramente fantásticos para una iglesia metodista. Iba empolvado y con gorgueras, como un maniquí a la moda. «Pero allí escuchó la prédica apasionada del gran John Wesley. En un instante su vida cambió totalmente. Había experimentado la conversión.»
Se dirigió al altar y se derrumbó de rodillas. «Desde entonces dedicó su vida sin reservas a la prédica de los evangelios.» Una vez tomada esta decisión, sintió que su amado violín interrumpía su camino. Era lo que más amaba en el mundo, pero decidió no tocarlo jamás. Se conserva en el Museo Británico en nuestros días.
No pidió nada, ni posición ni gloria, sino que insistió en desempeñar el sencillo trabajo de un predicador ambulante, yendo a caballo de villa en villa, obedeciendo literalmente la Sagrada Escritura al no llevar bolsa ni capa con él, pero aceptando la hospitalidad ínfima de los pobres. Al volver de uno de sus viajes, dijo a su esposa: «Mary, espero que el Señor me perdone, pero en la casa donde estuve anoche dije que lo único que podía comer era un huevo y una papa con cáscara.» «Pobre —respondió ella—, ¿era tan sucio el lugar?»
Su rico y conservador padre, «molesto por lo que consideraba era la degradación de su hijo al abrazar el metodismo», lo desheredó, y los prominentes Dunhill, de Doncaster, hicieron lo mismo, retirando toda participación de su hija en la riqueza familiar.
Los talentos musicales y poéticos de William Miller, que eran de primer orden, fueron consagrados ahora a la religión. Escribió y publicó varios himnos, con letra y música. Fueron merecidamente populares y algunos se encuentran todavía en los himnarios metodistas.
Nueve hijos tuvieron William y Mary Miller; los cuatro varones —William y Edward, y los jimaguas Luke y Brook— murieron antes de llegar a la madurez. Las cinco hijas se casaron y tres crearon familia. Mary, mi abuela, la más joven, se convirtió en esposa de Charles Hall, manufacturero de Sheffield.
El reverendo William Miller, al igual que el Gran Apóstol, parecía determinado a apartarse de todo lo mundano y abrazar exclusivamente a Jesucristo. Su conocimiento exacto del lenguaje y las enseñanzas de Pablo «prueban la iluminación de su mente». En una de sus cartas, refiriéndose a su esposa, dice:
Mi más querida compañera, más amada por mí que nunca, es mi gran ayuda terrenal. Nos convertimos en uno solo. Es devota en santificación y disfruta grandemente de la unión con Dios. Pero a veces temo que mi afecto por ella me separe de Dios. ¡Oh, cuán difícil es amarlo todo en Dios!
De todas las dificultades esta es para mí la mayor...
Le estoy enseñando francés a Anne [su hija mayor] y me estoy convirtiendo en un maestro del idioma. Creo que un viaje de tres meses por Francia me daría la pureza y el dominio de un nativo... ¿Quiere el Señor que yo haga algo allí? A veces pienso que sí tiene una encomienda para mí, y me asusto al pensarlo, pero si Él quiere que yo haga algo allí, Él me dará poder, habilidad, éxito.
Es difícil decir si las circunstancias intensificaron su pasión cuando se encontraba cerca de la muerte o si había algo real en ello, pero él le informó a sus amigos que escuchaba constantemente durante las noches música celestial y angelical.
«Traspuso el umbral hacia un Mundo Mejor el 12 de noviembre de 1839, a los setenta y tres años de edad, en Sheffield.» Está enterrado junto a su esposa en el cementerio de Saint Helen, Darley Dale, bajo el Gran Tejo, el árbol más antiguo de Inglaterra. El Arbol se menciona en el Doomsday Book, de Guillermo el Conquistador, en 1086, como un medio para delimitar las tierras, ya que era muy conocido por su antigüedad. Sobre las dos tumbas se halla la inscripción siguiente: «A quienes el mundo no merecía.»
Mary Dunhill Miller tenía 16 años cuando su padre efectuó su último peregrinaje a Crumford, Inglaterra. Fue una mujer de gran fortaleza de carácter que dominó a su esposo y a sus hijos mientras estos fueron jóvenes; pero todos heredaron su fuerte voluntad. Era devota de la Iglesia metodista; nunca dejó de ir a las sesiones de plegarias.
«Cuando la conocí ya era viuda, una mujer fuerte y capaz; el miedo estaba ausente en ella. La he visto cruzar la linea del ferrocarril por debajo del tren si este no se movía suficientemente rápido cuando ella deseaba cruzar. A menudo jugueteaba entre los vehículos en las calles de la ciudad. Parecía vivir bajo algún encantamiento. Pero debo hablar de su esposo. Charles Hall, mi abuelo, quien nació en Sheffield, Inglaterra, en 1800, hijo de un acomodado fabricante de cuchillas.» Era el más joven de ocho hijos, y el único varón; todos fueron criados severamente por un padre bastante tiránico. Se cuenta que cuando Charles era joven y cortejaba a su novia Mary, la nodriza de este, una voluminosa señora que había criado a todas sus hermanas y que servía de cuidadora y chaperona, llegó a buscarlo a casa de Mary, armada de una linterna para acompañarlo de regreso a su casa. En el transcurso del tiempo Charles heredó la fábrica de cuchillas. Nueve hijos tuvieron él y Mary Miller Hall.
«Los hijos eran: James, un rubio atractivo, muy popular, flautista de concierto, muerto a los veintiún años de edad; Miller; Marianne, una buena pianista; Charles, Jr.; Wass; Ernest (subrayado en el original); Gillam; Alice, y Florence.» Wass y Florence murieron en la niñez.
Durante 20 años el éxito y la fortuna sonrieron a la familia, hasta que un socio escapó a Norteamérica con todos los valores de la compañía y esta se declaró insolvente. Charles Hall, siguiendo una tradición de la familia, vendió sus propiedades personales, incluida su casa, con el objeto de pagar las deudas de la firma. La familia, destruida por su situación de pobreza, se mudó a Londres, donde amistades buenas e influyentes consiguieron empleos de secretario a Charles Hall y a Miller. «Ernest (mi padre) fue retirado de la Saint Saviour's Grammar School a los doce años de edad.»
Después de la muerte de su hija menor, Florence, Charles Hall y su esposa, Mary, se trasladaron a Norteamérica para reunirse con su hija Marianne, ya casada. Dejaron a Ernest, de 12 años, y a Gillam, de 10, y se llevaron con ellos a Miller, de 19, y a la pequeña Alice. Marianne había contraído matrimonio con William Rudley Randall, experto músico y organista, quien más tarde construyó un órgano de tubos en su hogar, en Chicago. El viaje le tomó a la familia seis semanas.
Ernest, que había insistido en no trabajar de secretario, se colocó de aprendiz de carpintero en el otro extremo de Londres. Caminaba tres millas cada noche y cada mañana, y en el camino se encontraba frecuentemente con Charles Dickens, lo que le proporcionaba mucha alegría. Ya en aquel entonces era un devoto lector de las novelas de Dickens, y cuando este llegaba entristecido, quizá con una copa de más, Ernest lo consolaba con ternura. Ernest y Gillam, que a la sazón recibía un entrenamiento en la abadía de Westminster, tenían a su cargo a su hermano Charles. Después de tres años, los padres, que fijaron su residencia en una pequeña granja de Dyersville, Iowa, donde radicaba una comunidad inglesa, mandaron buscar a los otros tres muchachos. Su viaje por mar demoró tres meses. «Pero este viaje fue animado con vibrantes relatos sobre el futuro glorioso de Iowa. Al llegar allí, los muchachos londinenses creyeron que estaban en el cielo. El ondulante trigo, el rio Maquoketa, abundante en peces, los caballos, cerdos y vacas, los vegetales frescos y las alegrías de las fiestas, los picnics, los juegos y las carreras a pie. En el primer picnic por el 4 de julio, Ernest Hall, por aquel entonces con quince años, se enamoró inmediatamente de Carolina (Carrie) Hancock (mi madre). Ella tenía doce años. Carrie, orgullosa poseedora de un melodeón, proveía la música a la comunidad.» Lo había comprado su padre, el capitán de barco Alexander Hancock, en Boston, cuando pasó por allí rumbo a Dyersville. Su melodeón, que fue durante muchos años el único instrumento musical del pueblo, se llevaba del hogar de los Hancock a la iglesia y a otras reuniones públicas.
Ernest guardó hasta el final de su vida un pedazo de la cinta tejida que Carrie Hancock llevaba en su sombrero en aquel picnic de su primer 4 de julio. Se casaron en 1865, al acabar la guerra civil, y vivieron juntos 30 años, hasta que la muerte se la llevó. En 1857 llegaron los tiempos duros. Los bancos quebraron, las casas de negocios cerraron, los precios se elevaron al infinito. Los granjeros de Iowa ni siquiera podían comprar los artículos más necesarios. He oído repetidas veces el pequeño verso que empieza:
«En los días en que estábamos mal
y no teníamos comida ni fuego
y acostumbrábamos atar nuestros zapatos
con pequeños pedazos de alambre».
«Al producirse el pánico de 1857, que también afectó otros países, incluyendo Inglaterra, Charles Hall dejó de percibir su sueldo, aunque sabía que sería pagado más adelante.» Le molestaba enormemente estar obligado a pedir crédito a Mister Trick, propietario del establecimiento de víveres. A medida que el tiempo pasaba, cada excursión sabatina a la tienda se convertía en una amarga humillación para la familia, tanto que todos los miembros llegaron a sentirse demasiado avergonzados para llevar la enorme cesta a lo largo de milla y media e ir a comprar lo absolutamente necesario para la próxima semana. «En aquella época bebían café endulzado con melado de Nueva Orleans y comían pan negro sin mantequilla, ya que la leche de la única vaca que les quedaba debía ser vendida en su totalidad.»
Cada vez que llegaba la tarde del sábado, Charles intentaba persuadir a un hijo tras otro para que fueran a la tienda a adquirir víveres a crédito, pero con la crudeza de la juventud todos rehusaban, asegurándole al padre que él lo hacia mejor. Entonces él se vestía tan decentemente como le era posible, con ropas limpias pero usadas y remendadas, su viejo sombrero de seda y sus guantes de cabritilla, y se iba al pueblo, con su cesta al hombro.
En 1858, mientras la familia luchaba por salir del mal momento, un tiro de fuertes caballos percherones fue traído para realizar el trabajo de la granja. Todo lo que podía dejar dinero fue vendido durante el pánico y se necesitaba que la granja produjera algo.
Ernest Hall, por entonces un fuerte jovencito de 18 años, se encontraba arando cerca del río cuando los caballos se resistieron a obedecer, ante lo cual Ernest, iracundo, los llevó al río y los ahogó.
«Cuando su intempestiva cólera se calmó, se dio cuenta de la desastrosa acción que había cometido y decidió que no podía enfrentarse a su familia, ya que esos caballos eran lo único que se interponía entre ellos y la ruina.» Le dejó una nota a su madre diciéndole que no podía seguir siendo una carga para ellos después de su malvada acción y que dejaba su hogar para encontrar un trabajo que, al menos, sirviera para mantenerlo. Con este remordimiento a cuestas, caminó a lo largo de las líneas del ferrocarril, desde Dubuque hasta Nueva Orleans, pidiendo trabajo sin obtenerlo, aunque ocasionalmente le dieron comida.
En Misisipí oyó hablar de un dueño de esclavos que deseaba contratar a alguien para que construyera chimeneas de lodo y madera en algunos barracones. Ernest se presentó y le aseguró al hombre que podría hacerlo si le decían cómo. Trabajó alrededor de 10 meses en este empleo ganando al menos para vivir. El dueño de esclavos y su esposa fueron más que generosos, y le aseguraban que era casi como de la familia. Se hubiera quedado más tiempo si no llega a ser porque el sur se estaba convirtiendo en un lugar muy amargo y lleno de malas intenciones para todos los norteños. En cierta ocasión —estando el dueño de la casa ausente—, llegaron tres individuos a la puerta. Ernest, la esposa del hombre, y sus hijos estaban cenando. Los intrusos preguntaron brutalmente por el joven yanqui que ellos sabían que se encontraba allí. La valiente mujer tomó al perro de la casa por la cadena, una bestia enorme, tan grande como un ternero, de colgantes mandíbulas, acostumbrado a rastrear esclavos fugitivos. Enfrentándose al hombre que estaba en la puerta, le dijo: «Váyase de aquí o le suelto el perro.» La bestia gruñó; después de una mirada los hombres se retiraron. No obstante, pensando en interés de Ernest, sus protectores consideraron que lo mejor era que se marchara, porque la partida del sheriff estaría al acecho, para atraparlo en otra ocasión. «Al otro día se levantaron al amanecer y lo despidieron con gran cariño y dolor, porque se había ganado un lugar en aquel hogar y en el afecto de los dueños.»
Ernest tropezó con los problemas usuales al tratar de encontrar trabajo en Nueva Orleans y, al final, desesperado, acudió a un viejo amigo de la familia: un hombre rico que se dedicaba al negocio de la manufactura. Los secretarios y protectores del negociante procuraron librarse de aquel muchacho, pero él persistía en esperar al gran hombre, quien, cuando llegó, saludó a Ernest cortésmente, diciéndoles a sus secretarios:
—Debían habérmelo dicho enseguida. Este es el hijo de mi honorable amiga, la señora de Charles Hall. ¿Qué puedo hacer por ti, amigo mío, y cómo está tu bendita madre?
—Bien, señor, aunque, para decirle la verdad, me escapé de casa hace dieciocho meses luego de un problema con unos caballos y todavía no he podido saldar mi deuda, razón por la cual no le he escrito.
—¡Cómo debe estar sufriendo tu madre sin saber de ti en tanto tiempo! ¿Puedo ayudarte con algún dinero?
—Oh, sí, señor, si pudiera prestarme quince dólares, con ellos regresaría a casa.
—Por supuesto, muchacho, pero es un regalo y no un préstamo. ¿No te iría mejor con cincuenta dólares?
—Oh, no, señor, quince dólares es suficiente.
—Bueno, como quieras, pero es mi deseo que le escribas a tu madre hoy mismo, sin falta.
—Lo haré, señor, y le hablaré de su bondad hada mí.
Así, feliz, se encaminó a su casa. De nuevo se vio ante las líneas del ferrocarril, pero ahora con dinero en el bolsillo para pagarse su alojamiento y comida. No obstante, cuando se aproximaba a la línea de Mason y Dixon, fue atrapado y encarcelado como espía yanqui. Un grupo de hombres furibundos determinaron lincharlo de inmediato. «Dice mi padre que ese fue el momento en que se vio más cerca de la muerte. Nunca se sintió tan aterrorizado, ni siquiera cuando lo hirieron más tarde en la guerra. Explicó que él era inglés, ante lo cual [sus captores] se burlaron y gritaron: “¡Cuelguen al maldito yanqui!” Finalmente, por encima del griterío, un hombre habló: “Oigan, ahí está John Bacon, un granjero inglés que vive a cuatro millas de aquí, vamos a buscarlo para ver qué le saca a este tipo.” John Bacon vino; era un hombre muy ignorante, pero Ernest y él hablaron sobre algunas calles de Londres y así probó Ernest su nacionalidad. Lo dejaron libre no sin antes amenazarlo y advertirle: “¡Lárgate del sur!” Y se fue de allí. Llegó a casa a tiempo para alistarse en la Primera Compañía de Caballería de Iowa.»
Ernest Hall, todavía enamorado de Caroline Hancock, se sentía mal de irse a la guerra sin una respuesta de su amada. Persuadió a un primo para que se robara un pequeño daguerrotipo de ella, el cual llevó encima durante toda la contienda.
Durante las operaciones recibió una herida en un muslo. Además, perdió uno de sus ojos. Después pasó algunos meses en un hospital-prisión del sur. Al retornar a su casa, se difundió la historia de que estaba ciego. Cuando Carrie se enteró, dijo: «Voy a su casa para decirle que me voy a casar con él.» Y así lo hizo. Habiendo muerto el padre de ella, se casaron en la granja de su tío Charles Hancock y fueron a vivir a Chicago. Ernest y su cuñado, William L. Randall, que habían establecido un negocio de cuchillería en Dyersville, decidieron trasladarlo a Chicago.
En 1871, el incendio de Chicago fue para ellos un gran desastre. Su establecimiento se perdió entre las llamas. Randall, Hall y Compañía tuvo que comenzar de nuevo.
A Ernest y Caroline les nació un hijo, Ernest, en 1867. Vivió sólo 24 horas. En 1872 llegó una hija, Grace, y dos años más tarde un hijo, Leicester Campbell Hall.
El hogar de la familia de Ernest y Caroline Hall cubría media cuadra en las calles Fulton y Cakley, en el West Side; una arboleda de manzanos rodeaba la casa. No había edificios a la vista entre la casa y la calle Madison, pero pronto el vecindario comenzó a llenarse de familias y se vendió lote tras lote.
En la primavera de 1879, Ernest Hall había logrado el éxito en sus negocios. Actuó con perspicacia a la hora de invertir. Durante los 16 años que transcurrieron desde que la firma Randall, Hall y Compañía se organizó, había ahorrado alrededor de 100 000 dólares. Entonces decidió comprar trigo excedente en el mercado de Chicago. Lo perdió todo. Solamente salvó su casa y su negocio. «Esta calamidad le enseñó a ser paciente y a tener coraje frente a la adversidad, simpatía por otros desafortunados y confianza en los altos valores de la vida que no son el dinero.»
Alrededor de esta época, sufrió una gran experiencia, pero solo se enterarían después de pasado un tiempo, «cuando volvió a ocurrirle». Esta segunda vez ella tenia nueve años y su hermano Leicester, siete.
Una mañana el padre le dijo a la familia:
—Quiero que tomen asiento y me escuchen. Tengo algo importante que decirles. He tenido una experiencia maravillosa. Me había ocurrido antes, pero estaba tan inquieto y asustado entonces que no podía contárselo a nadie. Pero ahora que ha ocurrido de nuevo, no puedo evitar el decírselo. No crean que he estado soñando. Alrededor del mediodía yo estaba sentado tranquilamente en la oficina, sumido en el ruido del negocio, tratando de resolver algunas cuestiones, cuando de repente, sin aviso previo, tuve la más maravillosa experiencia. La atmósfera se llenó de un color radiante, sonidos maravillosos, alegría exquisita, una felicidad tan sorprendente...
Como lo vi vacilar, por no encontrar las palabras adecuadas, le pregunté:
—¿Qué viste, papi, qué oíste?
—Ese es el problema —dijo con un gesto de desesperación— .
No hay palabras, ningún idioma podría expresarlo. —Y entonces. después de una pausa, en la que luchaba por hallar un modo de explicarse con lucidez, continuó—: La única forma en que podrían entenderme es con una parábola: imagínense que un gusano sale de la tierra y durante unos minutos tiene la posibilidad de apreciar y experimentar todas las alegrías que conocemos los seres humanos: las grandes orquestas, las sinfonías, el canto de los pájaros.
Es capaz de apreciar las bellas puestas de sol, las velas blancas en el agua turquesa. Es capaz de entender la poesía y la gran literatura y las bellezas de la naturaleza y las alegrías del amor y el compañerismo humano. Entonces imagínense que el gusano vuelve a introducirse dentro de la tierra y trata de decírselo a los otros gusanos. No hay palabras, no existe experiencia que lo respalde... Yo soy ese gusano —concluyó mi elocuente padre...
La experiencia se repitió algunos años después. Cambió por completo su concepción de la vida. De la mejor manera que yo puedo explicarlo es diciendo que él vio el mundo y todo lo concerniente al mundo desde el punto de vista de Dios, no de los hombres. Amaba a todos con los que entraba en contacto, especialmente a los desafortunados. Parecía sentir y entender los animales. Cada mañana, mientras se dirigía hacia su negocio caminando por la calle South Water, donde se hallaba un mercado, regalaba una fruta, una manzana, una pera, un plátano a los caballos, a las muías, que se encontraban allí expuestas al calor, después de halar sus pesadas cargas durante la noche. Lo miraban maravillados: alguien se ocupaba de ellos.
¡Mi padre tenía un sentido divino de la justicia! A la gente que él regañaba por meterse en los negocios sucios, bajaba la cabeza y se iba avergonzada. Gente que había sido injustamente tratada perdonaba cuando él la reconfortaba.
Conocí de su ira sólo una o dos veces. Una pobre alemana tenía una pequeña tienda de caramelos y cigarros con la que sostenía a sus hijos y esposo, que moría de tuberculosis en la trastienda. Le dijo a mi padre que el sheriff iba a venir a desahuciarlos. Él fue a la casa, cogió el revólver y volvió a la tienda. Cuando llegaron los hombres con poder legal para desposeerla, mi padre se paró en la puerta y dijo: «Al primer hombre que saque algo de aquí, lo mato.» Se aconsejaron y partieron, porque había algo en sus ojos que no admitía discusión.
No le temía a la muerte, siendo, como él era, alguien que confiaba en la inmortalidad. Tradicionalmente se decía de hombres como mi padre: «Camina y habla con Dios.»
Muchas veces entré a su cuarto, como lo hacen las hijas, y lo encontré frente a una mesita, arrodillado, orando, mirando hacia el cielo, riendo, con los ojos abiertos, hablando con Dios. Nunca me ha abandonado esta imagen.
Caroline Hancock (madre de Grace Hall) era hija del capitán Alexander Hancock de Wedmore (sobrino-nieto de John Hancock, de fama revolucionaria). Nació en Bristol, Inglaterra, en 1843. Su madre era Caroline Sydes, de Swansea, Gales. El padre de Caroline, el capitán Hancock, fue dueño del barco Elizabeth, un navío grande de cuatro mástiles. Su madre galesa y su abuela fueron cantantes de fama y la pequeña niña heredó una voz de mezzosoprano dramática, «profunda y rica como una contralto y con las mismas notas agudas y vibrantes».
A los nueve años mostró habilidad literaria al escribir las composiciones de muchas jóvenes de una escuela que estaba cerca de la casa de su tía Clara Sydes, la hermana más joven de su mamá.
Cuando la fiebre del oro en Australia, en 1852, el capitán Hancock arregló su barco, el Elizabeth, para llevar 300 pasajeros a Australia; planeaba igualmente llevar a su esposa y tres hijos con él. El navío estaba completamente lleno y los pasajeros en sus camarotes esperaban la marea de la mañana con la cual el barco zarparía. Entonces, la Gran Marea, famosa en la historia por los destrozos que ocasionó, comenzó a fluir, y los barcos en puerto quedaron destruidos o encallados en la costa; este fue el caso del Elizabeth. Considerando que los arreglos tomarían cuando menos dos semanas, el capitán Hancock dejó a su esposa Caroline, en aquel entonces delicada de salud, para que fuera a visitar su familia en Gales. Durante el viaje, el tren se rompió en el interior de un largo túnel y el humo produjo un acceso de tos a Caroline, rompiéndosele un vaso sanguíneo, lo que provocó su muerte.
«Alrededor de 1889 nos mudamos de Chicago a Oak Park, donde mi hermano y yo nos graduamos de High School. Mi madre murió a los cincuenta y dos años, en los brazos de su esposo, después de una enfermedad de dos años, esperando siempre recuperarse. Un año después de la muerte de mi madre, el doctor Clarence Edmonds Hemingway y yo nos casamos.» El doctor Hemingway había terminado su carrera en el Rush Medical College y había comenzado a trabajar como médico general en Oak Park, Illinois. Había servido tres años como asistente del doctor Nicholas Senn, el gran cirujano, y en su último año había ampliado su gran conocimiento de la cirugía «al inventar y perfeccionar un fórceps de laminectomía para operaciones de la espina dorsal y resecciones de costillas». Hasta ese momento muchas operaciones resultaban fatales debido a que se hacían con martillo y cincel.
El documento finaliza con un homenaje al padre y al esposo:
Mi padre amaba a mi marido tan profundamente como mi marido lo amaba a él. Era la alegría de mi vida. Ninguno de los dos realizaba un negocio o una inversión sin consultarse mutuamente. El doctor decía a menudo: «Qué afortunado soy de tener dos padres.»
El doctor Hemingway era una de esas almas generosas y dignificadas que amaba a la gente y añoraba ayudarlas a cualquier precio. A menudo deseó no tener que cobrar sus consultas. Si la gente le agradecía sus servicios era más feliz que si le pagaban; y si hacían las dos cosas, venía a casa tan radiante y feliz como un escolar con un premio.
El doctor Hemingway apreciaba todos los honores que recibió en su servicio a la humanidad, pero era en otro trabajo menos conspicuo donde encontraba un mayor placer: su trabajo con los niños. Amaba la naturaleza y estableció un capítulo del Club Agassiz para ir de excursiones con los niños y estudiar la naturaleza en todas sus fases. Estas reuniones semanales con los niños continuaron durante casi treinta años. Muchos años después, cuando fue al Lying-In Hospital de Nueva York, a tomar un curso de posgrado en obstetricia, los exmiembros de su primer capítulo del Club Agassiz, que eran todos hombres de negocios, se reunieron y le dieron un banquete con elogios y discursos, declarando todos que debían sus éxitos en la vida al temprano entrenamiento que les había brindado el doctor Hemingway. Aquello fue «la noche del doctor». ¡Nunca olvidaré las lágrimas que vertió mientras me lo contaba!
Fuimos bendecidos con seis hijos:
Marcelline, música, escultora, dramaturga con cuatro exitosas obras de un acto a su nombre.
Ernest, novelista y cuentista.
Úrsula, escultora.
Madelaine, música, arpista y pianista.
Carol, escritora.
Leicester, editor de revistas.
Una de las famosas «hijas» de Papa Hemingway, aparte de Marlene Dietrich, fue la actriz Ingrid Bergman. Hemingway estuvo especialmente interesado en que esta desempeñara el papel de María en la versión cinematográfica de Por quién doblan las campanas, y maniobró con tal fin.
En una carta dirigida a Ingrid Bergman y fechada en Sun Valley, Idaho, el 15 de noviembre de 1941, sale a relucir este asunto. Hemingway le dice:
Estoy muy contento de que me contaras sobre el problema de la Paramount, aunque las noticias en tu carta no eran precisamente alegres. Sin embargo, creo que aún es posible que puedas desempeñar el papel de María. Hay varias negociaciones o tanteos alrededor de la película.
Seguía contando Hemingway que al principio Sam Goldwyn se había negado a que Gary Cooper trabajara en la película, pero en el momento de escribirse esta carta, las cosas empezaron a cambiar. La Paramount tropezaría con muchas dificultades para hacer la película si no conseguían a Cooper, amenazaba Hemingway; además, se hacían grandes esfuerzos para que David Selznick se encargara del proyecto. Así trabajarían en él, Cooper, Howard Hawks como director, e Ingrid Bergman en el papel de María. «Todo esto es confidencial y te escribo para que sepas que no he perdido las esperanzas de que tú interpretes a la muchacha.»
Hemingway quería que Ingrid lo hiciera, y rehusó firmemente las sugerencias de otras actrices para este papel. La película fue finalmente producida y dirigida por Sam Woods, quien se las agenció para complacer al escritor, dándoles los papeles protagónicos a Gary Cooper e Ingrid Bergman. Selznick no se había decidido a comprar la opción.
Mrs. Hemingway te envía saludos y los dos esperamos encontrarnos de nuevo cuando no exista el apuro de partir hacia China el mismo día.
Con los mejores deseos,
Ernest Hemingway.
Este último párrafo se refiere a un hecho ocurrido meses atrás, cuando Ingrid Bergman y el matrimonio Hemingway-Gellhorn se conocieron. Ingrid estaba esquiando en June Lake, Nevada, a unos 1 200 km de California, hacia el 31 de enero de 1941, cuando David Selznick concertó una cita. Ingrid Bergman hizo un viaje de una noche por carretera y tomó un avión en Reno con el propósito de llegar a tiempo para almorzar en un restaurante de Sacramento Street con Hemingway y Martha Gellhorn, que estaban de visita en Hollywood. Ese día, los Hemingway partieron hacia China en el SS Marsonia, para cubrir la guerra sino-japonesa por encargo del periódico PM.
Entre las anotaciones que Ernest Hemingway hizo en una agenda de tapas azules, probablemente utilizada en relación con su viaje de dos semanas a México, en marzo de 1942, hay muchas palabras ilegibles y números borrosos.
Con fecha 7 de enero, hay varias indicaciones:
Cable Benedict and Benedict para que extienda cobertura sobre Cuba
Escribir Miami para datos Miami
Escribir [ilegible]
Escribir Guaranty Trust para datos de ingresos
Escribir Zilmer mande Datos
El 17 de marzo hay notas referentes a cuestiones financieras:
Ingreso
Pagué Security a Miss Henríquez
[ilegible] comprado
Reparación máquina de escribir
Sellos
Telegramas
Al día siguiente, 18 de marzo:
Ingreso
Fui a México para arreglar publicación FWBT (Por quién doblan las campanas) y reunir material para Muerte en la tarde.
Entrada para corrida = 2 a 10 igual a 20
El 24 de marzo, más anotaciones referentes a asuntos monetarios:
Ingreso
Préstamo a Sidney Franklin de 218 dólares por su [ilegible] en los toros.
Me debe 1 000 prestados en 1941 para lo mismo.
Presté 200 en junio 1. Marcar este préstamo de 200 como caridad, porque él estaba muy mal, sin un centavo, vendiendo sus uniformes y le era imposible pagar.
El 29 de marzo, solo una línea:
Le presté a Gustav Regler 50 para que me pague cuando el libro que escribe se publique.
Y el 30 de marzo:
10 días de viaje de 12 a 32 dólares
Entretenimiento, editores, publicistas, México
Libros comprados
Mapas comprados
Patrick Hemingway escribe una carta el 8 de marzo de 1942. La dirige a «Papa y Marty» y comienza aclarando que dejará la fecha de sus vacaciones para la posdata, porque les escribe un domingo y en su escuela no le informarán esta fecha hasta el día siguiente.
Limpié mi cuarto de trabajo y voy a hacer que le pongan piso de cemento para que se mantenga limpio. Por aquí no han venido los pájaros, supongo que no es la época.
Patrick cuenta que ha estado tratando de aprenderse todas las insignias de la Armada y que ya conoce a todos los oficiales, aunque pasa mucho trabajo con los alistados.
Mister Henry [Seidel] Canby ya se fue. Me regaló un juego de herramientas muy bonito. ¿Cómo están los gatos? Estoy bien en la escuela, no tuvimos tarea para el fin de semana porque la directora de las monjas de este distrito estuvo por aquí.
Patrick se queja de que nunca tienen nada para celebrar. «Hoy pensaba ir a pescar lucios, pero el tiempo estaba muy malo para ir en un bote de remos.» Firma la carta: Pat, y acompaña la rúbrica con el dibujo de un velero. Entonces aparece su posdata: «Las vacaciones comienzan el miércoles de Semana Santa y terminan el jueves siguiente.»
Esta carta de John Hemingway carece de fecha y lugar de procedencia. Pero debe haber sido escrita en el verano de 1942. La dirige a su padre.
Te escribo esta para hacerte saber que tengo reservación para el día 26. Llegaré con los muchachos si mi pasaporte no tiene problemas...
Mouse [Patrick] está aquí ahora y hemos pasado buenos momentos juntos. Gigi tiene un poco de catarro y dolor de garganta por lo que ha faltado a la escuela un par de días, pero se recuperará pronto.
Los quiere.
Bum.
Unos dos años después, en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, John Hemingway se convirtió en un oficial del Cuerpo de Paracaidistas. Fue capturado por los alemanes. El período de su cautiverio fue uno de los más angustiosos para Hemingway, pero John Hemingway, Bumby, llegó vivo al final de la guerra. Después de su regreso a Estados Unidos, se hizo corredor de bolsa y se instaló en La Habana. Alquiló un apartamento en el aristocrático edificio Riomar, enclavado en el litoral habanero y rebautizado en la etapa revolucionaria como hotel Sierra Maestra, al servicio de técnicos de los países socialistas (en el viaje sentimental que Margaux Hemingway hizo a Cuba en 1978, Riomar fue el primer sitio visitado por ella).
En una de las fotos conservadas en Finca Vigía, aparece John con la ametralladora Thompson que William B. Leeds le regalara a Hemingway en 1935 y que este llevaba a bordo del Pilar para matar tiburones. Es la misma Thompson utilizada en la escena que Harry Morgan mata a los revolucionarios cubanos en Tener y no tener, y la que aparece en la primera parte de Islas en el Golfo, cuando Eddy, el cocinero de Hudson en Bimini, se convierte en el héroe de la jornada al ametrallar la cornúa que se abalanzaba sobre David, el segundo hijo de Hudson.
En una carta que Pauline le escribe a Hemingway el 7 de octubre de 1942, esta se muestra angustiada por la salud de su hijo Gregory. Winston Guest había escrito diciéndole a Patrick que Gregory estaba enfermo y se pensaba que podía tener parálisis infantil. Sin embargo, al cabo de tres días podía mover las piernas sin problemas, y en eso quedó el asunto. Al principio, según dice Pauline, no hizo mucho caso, hasta que leyó en un periódico sobre los 54 casos de polio en Cuba y el cierre de las escuelas. Entonces comenzó a preocuparse. «Por favor, escríbeme dándome más detalles. Y, por favor, si el recado de Guest es verdad, trata de mantenerlo tranquilo (a Gigi), porque los médicos de aquí me informan que a veces la columna se afecta si el paciente exagera en moverse. Sé lo cuidadoso que eres respecto a los muchachos, pero, por favor, dime lo que ocurrió.» También le pide que le telegrafíe tan pronto como saque la reservación de pasaje de Gregory.
Se queja de que Nueva York y Washington no son lugares para vivir. «Todo el mundo está encerrado en sí mismo y nunca me doy cuenta qué vaca sagrada estoy insultando. Me alegraré de estar de nuevo en casa. Llegaré allí el 15 de noviembre.» Luego un recado para que Gregory le escriba, y finaliza: «Espero que se encuentren bien y sean felices, aunque debo decir que mi vida personal, en este momento, parece algo del pasado. Pauline.»
Alexander Woollcott, crítico y narrador norteamericano, le escribe una carta a Ernest Hemingway el 18 de diciembre de 1942 con motivo de la próxima publicación de una antología. Hay un encabezamiento oficial: Casa Blanca, Washington. Y la introducción siguiente:
Espero que en estos momentos —aunque no lo sabré a ciencia cierta hasta que vuelva a Nueva York dentro de tres días—, ya habrás telegrafiado a Max Perkins tu consentimiento para que utilicemos tu «Cincuenta de a mil» en esta antología que difiere de las demás, en su venta principalmente, ya que, gracias a nuestro papel, podremos hacerla manuable. Seiscientas páginas cabrán en un bolsillo.
Woollcott le informa que la selección de su cuento se decidió a última Hora, casi de casualidad.
Estaba indeciso entre la retirada de Caporetto, «Vino de Wyoming», «El gran río de los dos corazones», «Los asesinos», y «Cincuenta de a mil», cuando llegó una colaboradora mía, Willa Cather, y votó por —Cincuenta de a mil», y asi quedó la cosa.
Y una despedida informal: «Dile a Martha que sin ella la Casa Blanca me parece vacía.»
En una carta fechada el 2 de mayo, con matasellos de 1943, Evan Shipman le agradece a Hemingway el envío de un dinero que lo ayudó a salir de un gran aprieto. «Como siempre, he estado esperando por una respuesta tuya para escribirte, pero a los dos nos cuesta tanto trabajo hacerlo que es una tontería depender de respuestas. Es mejor escribir cuando nos da la inspiración.»
Hemingway sentía una devoción verdadera por su amigo y le hizo un patético y conmovedor retrato en París era una tiesta: «Era un buen poeta, que tenía afición y experiencia de caballos, de literatura y de pintura... Con su gastado y arrugado traje gris, con sus manchados dedos más oscuros que su pelo, con sus uñas ribeteadas y con su cordial y humilde sonrisa que reprimía para no mostrar sus estropeados dientes...» («Evan Shipman en la Closerie Des Lilas»); «Evan... era un poeta muy bueno y realmente no sentía ninguna necesidad de que sus poemas se publicaran» («Un agente del mal»).
La carta de Shipman sigue: «Quería decirte cuánto me complació que me mencionaras en el prefacio de tu antología [Men at War], y lo mucho que me gustó el libro. Gracias especialmente por haberme presentado a Marbot.» Hemingway se refiere al general Marbot en el prólogo de Men at War e incluye algunos escritos de este militar en la antología. Dice que vale la pena conocer francés para leer sus memorias. Ninguno de los cuatro grandes jefes de la caballería de Napoleón sobrevivió: Colbert fue muerto por un francotirador en España; Saint Croix, por una mina de un barco inglés en la misma campaña peninsular; Lasalle fue muerto en Wagram cuando la batalla había apenas comenzado, y Montbrount pereció en Borodino. Se sabe de la vida que llevaron en sus batallas, no obstante, leyendo a Marbot. Es un milagro que haya sobrevivido para escribir el libro. Shipman se muestra igualmente entusiasmado por Marbot.
Pude conseguir algunos volúmenes de sus obras en francés, y me interesaron todas sus páginas. Aparte de la impresión extraordinariamente fría que causa, Marbot debe haber sido un hombre muy peculiar. Aunque me cuesta trabajo comprender sus cualidades, me convence y me fascina. Este es uno de esos libros acerca de cuyos personajes no tengo referencia alguna. Y no creo que sea porque conozco a pocos soldados. He leído bastante de lo escrito por militares.
Shipman, que en esos momentos se encuentra en un campamento militar, le habla de su vida allí. Para la mayoría de la gente, esa era una época triste e incierta. De algún modo, según Shipman, los que estaban en el campamento se ahorraban ese sentimiento terrible de confusión mental, y consideraba que lo más inteligente que había hecho Hemingway era evitar Nueva York.
Hoy se cumple un año de mi alistamiento. Ha sido un buen año, y en general he sido feliz y he aprendido mucho. No lo suficiente, pero si mucho. Tengo la suerte de tener aún una oportunidad de aprender, aunque me iré de aquí a mediados del mes que viene con la categoría de «no combatiente» para instruir a un nuevo grupo y después irme con ellos. Este asunto de las Fuerzas Armadas requiere una habilidad que siempre me ha costado trabajo adquirir. He sudado la gota gorda, y en muchas ocasiones me he sentido desalentado, pero lo poco que he llegado a aprender cabalmente ha resultado satisfactorio. Al principio trabajé como operador de radio, lo cual me resultaba muy difícil, y generalmente me humillaba el lugar que ocupaba en la clase y lo que me demoraba en dominar las claves. No obstante, al final le cogí el juego y me gradué con el máximo y obtuve un nivel de T/4. Me sentía orgulloso como el que más, pero me di cuenta de que el radio no era lo mío, y lo dejé por la Inteligencia de combate al otro día de recibir mi certificado de nivel. Eso significaba la bancarrota, aunque la degradación se efectuaría «sin perjuicios». Pero me dolía perder esos grados; me parecía algo terrible tener que aprender algo nuevo desde abajo. Esta vez resultó más agradable de lo que esperaba. Me hicieron sargento hace un mes y el día 15 me dieron las cinco barras de técnico. Es suficiente y como para conformarse; no hay otro trabajo que me guste más...
En el mismo prólogo de Men at War, Hemingway declara que Evan Shipman es uno de sus más viejos amigos. Shipman quiso ir a España a manejar ambulancias y el Departamento de Estado norteamericano le negó la visa. Fue a Francia con otros voluntarios e intentó cruzar los Pirineos. Lo cogieron preso en Toulouse, pero estaba decidido a combatir. Por fin llegó a España. Se distinguió en la batalla de Brunete, donde una bala de ametralladora le traspasó el muslo. «No me dolió; fue como si me hubiesen anestesiado antes», le había explicado a Hemingway, quien utilizó la frase en su prólogo de Men at War. Después Shipman pasa a otro tema:
André [Masson] dio un espectáculo hace poco. Lo vi una tarde en la ciudad. Me alegró verle, el mismo André de siempre, pero anda con un grupo muy malo. No entiendo cómo puede soportar a ese cura sin sotana que es Bretón, y al montón de mujeres ricas que subvencionan a ese grupo trotskista.
También menciona una carta que Martha Gellhorn le había escrito el mes anterior y un libro —Pan y vino— de Silone, que ha leído con satisfacción. Termina diciendo:
¡Y Bumby todo un señor policía militar! Debe estar hecho un hombrón, y estoy seguro que no le costará mucho trabajo aprender a poner orden los sábados por la noche. Salúdenlo de mi parte cuando le escriban. Y, Ernest, esta vez piensa en mí y déjenme saber de ustedes. Sus cartas siempre son bien recibidas. Verás lo rápido que contesto. Pienso en ti a menudo. Espero ver La Habana de nuevo algún día. Es una de las cosas en la que vale la pena pensar.
Lo mejor para los dos, siempre, Evan.
En el reverso de la última hoja, hay una nota manuscrita del propio Evan Shipman: «Ernest: por una razón u otra esta carta ha estado dando vueltas en mi atestada mesa toda una semana. He salido tanto que me había olvidado de ella. Estuve trabajando en un problema de mapas a unas doce millas del puesto de observación.» Para Evan Shipman ese era un lugar bonito —parecido a Francia, en el suroeste de París, y parecido a Tarragona, cerca de Albacete, donde había recibido el entrenamiento en España. Era un lugar de maderas duras, robles y nogales negros. «En las carreteras secundarias veo las unidades que se entrenan el día entero, los pelotones de los nuevos alistados marchando. Me doy cuenta de la diferencia: este es un ejército que no canta.» Luego se refiere a un poema que había escrito hacia un par de años. «Creo que te lo mostré. Le he añadido un nuevo verso y te lo envío. Quizá te guste. Adiós nuevamente. Escríbeme.»
El poema, traducido para esta edición por el poeta y novelista cubano Luis Rogelio Nogueras, lleva como título «Julio de 1937» y en él está implícito el espíritu de la Guerra Civil Española:
La mañana, cuando llegue, dejará un rastro de niebla fina
por entre la yerba ardiente y las hojas polvorientas.
El sol se alzará rojo sangre. Ahora el trigo alimenta los bueyes.
Los campos son rastrojos. Las poleas yacen en la tierra.
Dejad que los bueyes persistan, que hollen las semillas como hollan los desperdicios.
Mientras existimos, gritamos, cantaremos. La estrella se desliza hacia el oeste.
Nuestros tuertes pasos sacan fuego de las piedras.
La columna conversa tranquila, y el resto
de la canción, mientras la columna se alarga, suena
en el cuero chirriante, en el sonido
de los pies cansados que toman el camino que sigue adelante.
Hay una notable influencia de Whitman en la segunda parte del poema:
Nadie te ha preguntado nada.
Nadie te conoce.
Nadie te ve.
Nadie puede oírte ahora.
Estás hablándote a ti mismo.
Estás escuchándote a ti mismo.
Estás mirándote a ti mismo.
¿Qué estás esperando?
¿Qué estás buscando?
¿Qué estás escuchando?
Se explicará todo.
Se aclarará todo, y solo hay una forma...
Es, en resumen, un hermoso poema dedicado a quienes dejaron la vida con honor en el campo de batalla.
No honramos a los muertos
sino a los valientes.
Todos los muertos no fueron valientes...
El barro es la consigna de la oportunidad.
Ahí, contra púrpura y bronce,
espirales de polvo en el viento
reunido por la ráfaga en un baile,
el polvo rojo vibra como un abanico.
El barro desmenuzado se eleva,
se revuelve en una espiral de luz.
Cono, crece, como si la voz de una niña te lo pidiera...
una espiral, como el humo sobre el fuego,
sobre esta pira,
mientras se escucha el grito agudo de una niña
que señala el horizonte con su mano.
Algunos de nosotros hemos amado esta tierra;
le dijimos a esa niña,
sus dedos en el polvo, que cantara.
El polvo era una bufanda, salvaje,
custodiando su baile. La vimos tirar
piedras rojas a los cimientos de las rígidas paredes. Hoy
los secos vientos devuelven el eco,
nos traen, a los dolientes
en las paredes del cañón, el rebuzno del asno.
Ernest Hemingway escribe a Allen R. May el 31 de agosto de 1943:
Marty y yo nos alegramos mucho de saber de ti y sentimos que no hayas enviado la carta que, según nos dices, me hiciste la primavera pasada. Por Dios, cuando se presentan estas situaciones, debemos ayudarnos unos a otros para salir adelante; ya sabes que Marty y yo somos tus amigos (a falta de una palabra mejor en tiempos de guerra) y, por favor, escríbeme sobre cualquier cosa.
No ha sido posible identificar a Allen R. May; su nombre no aparece en las biografías de Hemingway consultadas. Pero el afecto y la amistad son intensos en esta carta, de la que conserva el original, no una copia. Probablemente nunca fue echada al correo; la dirección, escrita por Hemingway, es: Mr. Allen R. May, Rural Route No. 1, Port Credit, Ontario, Canadá. La carta completa está escrita a máquina.
Seguro que estás haciendo una labor formidable en la radio como La Voz del Trabajo, algo parecido a lo que yo hice en 1921 cuando observaba Europa para el Star desde el punto de vista canadiense.
Obsérvese lo que el propio Hemingway refiere sobre «el punto de vista canadiense». Coincide con la maliciosa Gertrude Stein, en su Autobiografía de Alice B. Toklas, cuando ella dice: «Hemingway tenía veintitrés años, más bien de apariencia extranjera, con ojos apasionadamente interesados, más que interesantes.. Era entonces corresponsal en París de un periódico canadiense. Estaba obligado a expresar lo que él llamaba el punto de vista canadiense.»
Por lo que la carta expresa, Allen debe ser periodista; por el afecto, un buen amigo del matrimonio Hemingway-Gellhorn.
Prudencio de Pereda, un escritor español, fue amigo de Hemingway desde mediados de los años 30. Según Baker relata, apenas los leales asaltaron el cuartel de la Montaña, Hemingway le escribió a «su Joven amigo Prudencio de Pereda», diciéndole que «todos debimos estar en España esta semana». En enero de 1937, la primera gran contribución de Hemingway a la causa española fue el documental España en llamas, en colaboración con De Pereda. Se trata —dice Baker— de un ejercicio de propaganda descarnada, con escenas de bombardeos a los caseríos por la aviación fascista y evacuación de niños de Madrid, triunfo en Guadarrama y otros. El estreno de este filme se realizó en el Cameo Theatre de Nueva York el 28 de enero de 1937. Hemingway redactó parte de sus anuncios. Pero no debe confundirse con La tierra española, el documental que Hemingway preparó con Joris Ivens y John Ferno y en el que también De Pereda colaboró. (Prudencio de Pereda fue quien insistió para que Hemingway leyera el texto de La tierra española, y no Orson Welles, que ya había realizado una prueba tentativa.)
Con fecha 6 de septiembre de 1943 y encabezada «Soldado Prudencio de Pereda, Compañía del Cuartel General, Segundo Batallón, 480 A.I.R. 20 TH A.D. Campamento Campbell, Kentucky, A. P.O. 444», Hemingway le escribe a su amigo una carta en la que adjunta un documento que este le había pedido. El texto del documento:
A QUIEN PUEDA INTERESAR:
Prudencio de Pereda trabajó conmigo en 1937 en la realización del documental La tierra española. Es un excelente escritor, y un habilidoso, leal e incansable artífice en este campo. Si yo me dedicara ahora a los documentales, no pensaría en trabajar con otro que no fuera Prudencio de Pereda.
Sinceramente suyo,
Ernest Hemingway.
Septiembre 6, 1943.
En la primera línea de su misiva, Hemingway dice: «Al fin recibí tus dos cartas al mismo tiempo y siento mucho no haberlas recibido antes.» Aunque no ha visto aún la versión cinematográfica de Por quién doblan las campanas, Hemingway le escribe a De Pereda que está de acuerdo con él respecto a los errores de la película. Ha conversado con algunos amigos que le han corroborado su criterio. «Pero —explica Hemingway— no me permitieron intervenir en el asunto ni enviar a nadie para que les dijera cómo debía ser la película.» Sam Woods quería desde el principio hacer una gran historia de amor y nada más:
Por supuesto, no comprendió de qué se trataba. Dudley Nichols, a pesar de su gran reputación, escribe unos guiones malísimos. Quizás tú recuerdas qué malo era el que hizo para Joris en aquel documental sobre China, y cómo Joris tuvo que llamar a Poor Old Papa para que lo rescribiera, ya que era irremediablemente una imitación malísima de La tierra española.
Resulta curiosa esta mención que Hemingway hace de un filme sobre China en el cual trabajó con Joris Ivens y del que no tenemos noticias de su participación. En ninguna de las biografías consultadas se menciona esto. No debe ser parte de un lenguaje secreto para referirse a La tierra española porque este filme aparece citado en la misma línea.
Tú eres muy bueno haciendo documentales y lo que más quisiera sería poder irnos juntos a hacer uno ahora. El cuerpo de señales tendrá una oportunidad maravillosa de hacer alguno cuando lancemos una invasión en gran escala.
Hemingway dice que le duele no poder utilizar «cierto paisaje de Sicilia». Pero supone que alguien se encargará de ello y lo hará bien.
«¿Sabes algo de Joris o de Johnny?», pregunta en el último párrafo.
Termina la carta diciéndole que Martha lo saluda, que sale ahora para Inglaterra y que él espera irse pronto. Se despide deseándole lo mejor y, en español, un «te abraza tu amigo, Ernest Hemingway».
Una carta de Howard Hawks a Hemingway fechada el 11 de octubre de 1943, comienza diciendo: «Querido Ernest: Fue muy agradable hablar contigo por teléfono. Compré Tener y no tener a Howard Hughes a un precio altísimo. Resultó un buen negocio para mí, pero la próxima vez vamos a arreglar las cosas para que seas tú quien reciba el dinero. Estamos a la mitad del guión y espero terminarlo a fines de mes.» Casi toda la carta está dedicada al guión de la película: «Iremos a La Habana alrededor del 15 de noviembre para filmar algunas escenas en el mar, en la bahía y quizás algún material de pesca. Te haré saber más sobre las posibilidades. El transporte parece ser el gran problema actualmente.»
Le pregunta, además, si conoce algún político que los pueda ayudar en caso de que vayan a filmar esas escenas, o algún pescador que conozca bien los cayos y La Habana.
«Slim, David y yo cazamos palomas en el Imperial Valley y el congelador se llenó de palomas... La he pasado muy bien como instructor de artillería en la Cuarta Fuerza Aérea. Te complacería mucho ver lo rápido que aprenden los muchachos.» Antes de terminar, le pregunta si va a quedarse en La Habana, y añade en la posdata: «Por cierto, Humphrey Bogart va a hacer el Harry Morgan y seguro que lo hará bien.»
La película nunca tuvo nada que ver con el Tener y no tener original, aunque algunos la consideren un clásico del «cine de los duros». Es cierto que Bogart y Lauren Bacall se ven muy bien, y que hay algo en ella que recuerda Casablanca, y que tiene el humor negro y la ironía habitual de las películas de Howard Hawks. El guión, de William Faulkner, fue hecho en colaboración con Jules Furthman.
Ernest Hemingway conoció a Charles Trueman Lanham, Buck, cuando este último era coronel y comandaba el 22 Regimiento de Infantería del ejército norteamericano. Hemingway lo vio en una granja cercana a Le Mesnil-Herman, en Francia, en julio de 1944, poco tiempo después del desembarco en Normandía. Fue el inicio de una larga amistad; juntos recorrerían un camino que los llevaría a la frontera alemana en el invierno de ese mismo año. En su «Retrato de Mister Papa», Malcolm Cowley afirma que Lanham era uno de los mejores amigos de Hemingway. En septiembre de 1945, Lanham estuvo en La Habana y fue huésped de Hemingway en Finca Vigía. Pero un año antes, el 30 de septiembre de 1944, Lanham le envió una carta a Hemingway en circunstancias muy diferentes. Comienza: «Todos te mandan saludos —B.» Esto lo ha puesto antes del encabezamiento. Enseguida continúa: «Querido Ernie: Qué bien lo del muchacho, todo el grupo está encantado. Pero, ¡por Dios!, ¡una caña de pescar! ¡¿Qué clase de hijos tú procreas que son capaces de meterse en medio de una batalla con una caña de pescar?! Yo creía que tú eras el único, pero ahora parece que hay dos.»
Las referencias al hijo mayor del escritor deben ser una broma necesariamente, aunque unos días después de enviada esta carta, el 28 de octubre, John Hemingway fue capturado por los alemanes mientras realizaba una misión combativa. A partir de ese momento Hemingway le siguió el rastro a cualquier unidad de la Wehrmacht donde él considerara que su hijo podía encontrarse prisionero. «Fue una búsqueda desesperada», Hemingway le confesaría después a Herrera Sotolongo. En Finca Vigía se conserva un legítimo cuchillo o daga de la infantería alemana, enfundado en su vaina, que Hemingway había tomado como trofeo de guerra; según le contó a Herrera Sotolongo, había utilizado esta misma arma blanca para matar a un soldado alemán en la Línea Sigfrido, mientras persistía en la búsqueda de su primogénito.
El original mecanografiado de la crónica «La guerra en la Línea Sigfrido» se conserva también en Finca Vigía. Hemingway menciona en ella al coronel Lanham. Pero la crónica se ha publicado siempre sin que aparezca el nombre de este oficial. Se le menciona simplemente como «el coronel de Washington DC». Alguien censuró el nombre de Lanham, aunque aceptó publicar el del capitán Howard Blazzard, de Arizona. El nombre completo de Lanham aparece en el original: «el coronel Charles T. Lanham, de Washington DC», y luego fue tachado con lápiz tinta. La identidad del amigo de Hemingway no ha sido restituida en ninguna de las oportunidades que la crónica se ha vuelto a editar. Con el mismo lápiz tinta, en una nota al margen, se escribió lo siguiente: «Lanham: al ser remitido como miembro de la 84 División ha indicado que cedería su posición en la Cuarta.» Se trata, sin duda, de una nota del censor.
Otra nota, con la misma caligrafía anterior, dice: «¿Todo esto lo escribiste tú? Algunas partes suenan como tuyas. La mayoría no suenan exactamente como tú lo dirías.»
En cuanto al capitán Howard Blazzard, el suyo es el único nombre legible en unas breves notas escritas con un lápiz de mina gruesa en el reverso de unos partes de Inteligencia del G-2 del ejército norteamericano, fechados en septiembre de 1944. Se trata, con toda seguridad, de las notas de Hemingway para su reportaje sobre la guerra en la Línea Sigfrido.
Sigue la carta de Lanham:
Pinky se fue hoy. No queríamos que se fuera. Es un buen tipo que sabe lo que hace. Es humano, dedicado, cabal y trabaja sin ínfulas de jefe. Esto me sorprende porque sé que del sálvese quien pueda en Francia salieron no menos de cien Napoleones (con armadura completa) del Regimiento C02 en adelante. [No se ha podido establecer la identidad de la persona llamada Pinky, salvo que era una amiga de Robert Capa y Mary Welsh.] El anunciado retorno de Jubby. hoy. no se ha materializado. Son dos mil, por lo que aún hay esperanzas aunque pocas. Esta noche no hay alegría en Murdville [apócope de Murderville; puede traducirse como villa de la muerte].
Jubby puede ser una forma de llamar al general Raymond O. Barton, al que llamaban Tubby desde su época de estudiante en West Point. En otra crónica de guerra, «Un GI y el general», Hemingway hace un retrato encomiástico de Barton.
Lanham se queja del correo. No ha tenido correspondencia de persona alguna en nueve días y se siente preocupado por su mujer, que no sabe nada de él desde que recibió su última carta hace 11 días. Según el coronel, su esposa, al igual que él, le escribe diariamente. Asi termina su carta:
Entregué las fotos que me diste y olvidé ponerles tu nombre para cuando llegue la quiebra. ¡Maldición! Estoy bastante desanimado y tolerablemente infeliz. Hay días en que odio la inactividad.
Nunca me imaginé que iba a extrañar tanto y tan rápido a un amigo. Este es un trabajo solitario, Ernie. Pásala bien. Comunícale mis respetos a tu damisela y dile a tu hijo que estoy seguro de que es un personaje y un imbécil.
Buck.
Con fecha 10 de octubre de 1944 y dirigida al «Cuartel General del Reg. 22; en el frente», Hemingway recibió otra carta de Lanham: «Querido general: (Lanham y Hemingway se trataban respectivamente de general). Gracias por tu nota; Stevie [probablemente el capitán Marcus Stevenson, oficial divisionario de relaciones públicas, designado por Barton] me la trajo hoy: Junto con esta hallarás la declaración que he firmado para que hagas constar que no eres un bandido ni un asesino ni un ladrón internacional.» La declaración firmada por Lanham se refiere a la investigación a que fue sometido Hemingway entre septiembre y octubre de 1944 por sus supuestas violaciones del reglamento establecido por la Convención de Ginebra para los corresponsales de guerra. Otros corresponsales testificaron bajo palabra de honor que jamás lo habían visto con un arma encima.
Lanham bromeaba con las cartas que Hemingway les había pedido a sus amigos para demostrar su buen comportamiento ante los investigadores del Tercer Ejército, que fueron los encargados de su caso. Según Lanham, debían preservarse con vista al día de su jubilación. Después refiere:
La marea de publicidad que me ha envuelto desde que apareció la crónica de Hank Gorrell me ha convertido en otro hombre; si la cosa sigue así hasta yo mismo me lo creeré. [Hank Gorrell era corresponsal de la United Press. Lanham debe referirse aquí a un reportaje sobre la Cuarta División, que originó algunos conflictos publicitarios.] Por supuesto, yo sé que Mr. Hemingway (como muchos de tus devotos lectores saben) no tuvo nada que ver con el cuento. Pero, por favor, Alteza Serenísima, ¿de dónde carajo salieron el carro del Estado Mayor, el teléfono sin corriente, la mal intencionada conversación del frente? ¡No me digas que del alegre fondo de una botella!
En su carta, jocosa y escrita a saltos, Lanham bromea con todo: «Quiero ver el poema. [Debe referirse a alguno de los que Hemingway le dedicó a Mary Welsh en este período.] ¡Carajo, Ernie, no estoy combatiendo! Aún estoy sentado en mi puesto y, como pasa generalmente, aplastado por los muchachos que se encargan del papeleo, que no aceptan un mapa que cambia cada diez minutos y que no tuvo sentido antes ni lo tendrá después. Alguien que está escondido en la división quiere un ascenso.»
Lanham le anuncia a Hemingway la entrega de una Estrella de Plata a Pinky por visitar el Tercer Batallón (esta unidad, perteneciente al 22 Regimiento, al mando del coronel Lanham, era la línea avanzada en los combates de la Línea Sigfrido) y se pregunta qué le dan a los 1 000 hombres que llevan tres meses sobreviviendo allí. Sobre Stevie (el capitán Marcus Stevenson) le dice: «El problema es que está tratando de ser Ernie Hemingway y solo puede haber un EH. Tu influencia es enorme. A veces me sorprendo imitándote de manera inconsciente. ¡Fuera de juego! Hay que ser lo que uno es, no se puede ser alguien distinto.»
También apunta que Rodwell, el brigadier general y segundo al mando de la División de Barton, está en su cargo de ayudante del jefe de la división.
Me alegro que le hayas cogido el golpe. Si atrapan a alguno de los dos pensemos que se ha terminado el jodido trabajo del día y luego nos vamos a pescar. Buenas noches, buena suerte y vuelve a casa,
Buck.
Después de verse obligado a abandonar temporalmente la Cuarta División, para ser sometido al interrogatorio por una supuesta violación de las convenciones para corresponsales de guerra, Hemingway estuvo por París y, como se desprende de la carta siguiente, volvió al frente con su unidad de combate favorita. Salió «ileso» del interrogatorio gracias a las mentiras dichas por él y sus amigos; hizo algunos chistes sobre cómo tatuarse la Convención de Ginebra en la espalda (para no olvidarla) y regresó, Thompson en mano, al lugar donde se decidía la suerte de la Cuarta División, cerca de la frontera alemana.
Es miércoles, 8 de noviembre de 1944. Hemingway le escribe a Mary. En esta carta hay referencias a los oficiales y combatientes que eran conocidos por Hemingway desde la época en que entró en contacto con la Cuarta División. También hay referencias a los miembros de la guerrilla francesa que Hemingway comandó en los alrededores de Rambouillet, antes de su entrada en París, y a los corresponsales y otros personajes que merodeaban esta zona de combate.
Queridísima Pickle [Pepinillo]:
Poco tiempo después de irte llegó de la división el Sargento Kurt Show de los irregulares con Jean y Marcel y una carta de Stevie. Así que ya tenemos transporte y podemos irnos.
El transporte necesita ciertas reparaciones y nos vamos mañana. Jimmy Cannon también está aquí.
Las biografías consultadas no mencionan al sargento Kurt Show; no parece ser un personaje importante. Jean es Jean Decan, que tenía 33 años, cuando Hemingway lo conoció en los alrededores de Rambouillet. Era un partisano que había sido torturado por la Gestapo; Hemingway lo consideraba un combatiente decidido y valiente. Marcel Duhamel también pertenecía a la guerrilla «reclutada» por Hemingway en Rambouillet; su conocimiento del inglés le permitió al escritor contar con un traductor en muchas ocasiones. Jimmy Cannon era un cronista deportivo norteamericano famoso en los años 40.
En esta época de Rambouillet, Hemingway concertó una apuesta con unos periodistas franceses: ganaba quien llegara primero a París, todavía ocupado por los alemanes. Hemingway perdió por apenas unas horas de demora, pero en la realización de este empeño tuvo la oportunidad de organizar un grupo especial de Inteligencia, una especie de guerrilla, entre la que se encontraban personajes tan simpáticos como el scout francés Michael Pasteau, el chofer Archie Pelkey y el coronel de la OSS David Bruce.
El mapa de la casa Micheline que Hemingway utilizó en estas operaciones se conserva, con una docena de anotaciones indescifrables, entre los papeles de Finca Vigía. Hemingway y su mapa aparecen en un pasaje del libro de Collins y Lapierre sobre la batalla de París (Is París Burning?).
«Morelli vino con noticias de Bumby y lo veré en el bar dentro de unos minutos», explica Hemingway en su carta a Mary. «Dave Bruce llamó para que fuera a comer con él esta noche. Veré a Schaef esta tarde para recibir mis órdenes; no me llevo a Richard; dejo a Marcel.» Morelli no ha sido identificado. Dave Bruce es el coronel de los servicios secretos norteamericanos que operó con Hemingway en Rambouillet. En su crónica «La batalla de París», lo describe como el oficial de más alta graduación que había en ese lugar. Bruce era oriundo de Nueva York. Hemingway dice de él: «cuando las circunstancias lo permitan, escribiré sobre las hazañas militares diurnas y nocturnas del coronel Bruce que en el presente no se pueden escribir».
En otro punto de la carta le dice a Mary:
No me embullan los proyectos. Pero pienso que me animaré a medida que me acerque. Siempre ha sido así. No estoy muy animado ahora y reconozco que siempre me aflojo cuando me alejo de las batallas o de las botellas y se me ocurren ideas maravillosas sobre vivir, escribir, tener una cama doble [Hasta aquí el original está mecanografiado; la parte que sigue está escrita con lápiz.]... y la vida hermosa y agradable que nos espera. Stevie me dice que ahora la cosa va en serio y que somos nosotros los que vamos a tener el honor. Teague espera lo mismo. Creo que podremos arreglarnos. [Teague era uno de los oficiales del 22 Regimiento de Infantería, perteneciente a la Cuarta División.]
Mary, mi amor querido, te amo tanto que no hay mucho más que añadir, excepto que cada día que pasa te amo más.
Sin ti, me siento solo todo el tiempo: vacío, enfermo, como si la mitad de mí hubiese desaparecido. Más de la mitad.
Mi amada, seamos pacientes y fuertes y buenos a través de todo lo que la gente y el mundo tratarán de hacernos.
Me duele exponer nuestra propiedad común de esta forma i.e. ataco. Pero esta es la última vez y no creo que todo sería como quisiéramos si no voy ahora y le fallara a Buck y compañía solo porque no quiero ir. Puedo brindarles un poco de felicidad en el terrible dolor que todos compartimos: la guerra.
Refiriéndose a su experiencia bélica, Hemingway dice: «Respeto la gran inteligencia... de dirigir una cosa tan grande, increíble, que cambia el mundo, y comparto la fascinación de haber participado en ello»; y añade, valorando esta experiencia, de modo parecido a las palabras que Robert Jordan hubiera podido dirigirle a María: «Sentir que se confia en uno, poder comprender y conocer verdaderamente de qué se trata, sobre todo el papel de la aviación [como Mary ha hecho]. Lo único que puedo hacer para recompensarte por mi partida es tratar de hacer algo, con tu ayuda, lo bastante bueno para justificar tu sacrificio.» Después le habla no solo a la amante, sino también a la compañera de oficio:
«Comprendo perfectamente [subrayado en el original] tu ida al frente —no por obtener privilegios— ; sino (quizá me equivoco y soy egoísta) para conocer algo de mis intenciones, como cuando tuve el orgullo de conocer las tuyas. Esto sin mencionar el gran favor que me haces respecto a Bumby. Sé que tú lo sabes.» Continúa hablando con énfasis de su amor. «Escribo en esta forma moralizante, tonta y probablemente juguetona porque una de las más bellas aventuras que hemos tenido es la de tratar de comprendernos y entender las cosas y valores de cada uno; no simplemente amar y pelear —ya tú conoces aquello de “Eres una puta, pero, Dios mío, cómo te amo”—, sino tratar de lograr una comprensión tan sólida como el cemento. La arena y el agua pueden convertirse en hormigón, fortalecido por las fuertes cabillas de nuestro amor.» Y sigue con el mismo tono:
Queridísima Pickle: ansio tanto vivir contigo. Nunca más seré así de solemne. Seré siempre tan alegre como pueda. Dentro de mí siento que quiero servirte de verdad y bien en la misma forma en que algunos tontos quieren servir a su país y como alguna gente más triste aún que los otros quieren servir a su dios, aunque a veces sean felices haciéndolo.
Eres un pequeño dios con un rostro que me rompe el corazón cada vez que lo veo y con un hermoso cuerpo y con un alegre y gran trasero, pero te amo. Pickle, y juntos nos realizamos; y nosotros dos juntos es mucho mejor que cualquiera de los dos por separado.
Hemingway le recalca que tratará de ser un buen marido y que trabajará para que ella se sienta orgullosa de ambos. «Tengo que hacerlo solo. Pero no podría hacerlo solo.» Le recuerda el poema que hizo en Schnee Eifel. (Schnee Eifel es el lugar donde se desplegó el 22 Regimiento en el otoño de 1944, mientras avanzaba hacia la frontera alemana.) Le dice que no confíe en Phil Coles: «Es un bandido, o más bien, un soldado falso, débil y torcido.» Phil Coles, sobre el cual Hemingway descarga tanto rencor, no ha sido identificado:
Le dijo a la PM [subrayado y con letra de molde en el original; PM es la policía militar] que era coronel, poco antes de que el coronel y Eddy, que venían detrás de él, entraran aquel domingo; les dijo: «¿Por qué no puedo tener una novia si E. Hemingway tiene una?» De la única manera que pudo enterarse, o suponer, que yo tenía una novia, fue porque me excusé con él la noche anterior, diciéndole que tenía que ir a hablar con una muchacha encantadora. El muy cochino me lo confesó anoche cuando llegó borracho y se quedó hasta las 2 am.
Hemingway cuenta que estuvo muy frío con Phil Coles. Una escena «desagradable»: «Tú sabes que él se había tomado tragos en mi casa y había pescado en mi barco.» Después que Hemingway le pidió que buscara por la habitación algo por lo que pudiera denunciarlo. Coles se echó a llorar; Hemingway supone que después de esto haría algo mucho peor.
Pickle, odio a los tipos mierderos. El error es ser amable con ellos. Supongo que ya no confío en mi detector de mierda. En esto me puedes ayudar. Cualquiera puede decir que Butch es una mierda. ¡Pero vienen con un plumaje tan variado!
Hasta luego, mi querida Pickle. Te amo con todo mi corazón, Only.
Hay una nota en el reverso de la última hoja:
Adjunto tu cheque. Apostamos en grandes cantidades [subrayado en el original] para tener mucho dinero. Pero en la familia (tú y yo) nos transamos con un 10 por ciento de las apuestas (es una regla de la casa. La Regla de la Gran Casa de Apuestas). Me debes cinco libras. Por favor, utilízalas para comprarme zapatillas de dormir; yo no tengo tiempo para eso. Te quiere, EH.
Mary Welsh nació en 1908, en Bemidji, Minnesota. Hija de un próspero maderero, asistió en 1931 a la Northwestern University. Trabajó para el Chicago Daily News y después en el London Daily Mail. Contrajo matrimonio en Londres con otro periodista: Noel Monks. En 1940, Mary Welsh comenzó a trabajar como corresponsal de Time en Londres. Conoció a Ernest Hemingway en esta ciudad pocos días antes del desembarco de Normandía. Fue la segunda mujer que arribó con las tropas aliadas al París recién liberado. Hemingway y ella se reunieron allí, en el hotel Ritz.
Hemingway se divorció de Martha Gellhorn en La Habana en diciembre de 1945. En marzo de 1946, unos meses más tarde, en esta misma capital, Mary y Hemingway contrajeron matrimonio.
Mary Welsh relató así el encuentro con su futuro esposo:
Fue en Londres, en 1944. Yo trabajaba para Time-Life-Fortune. y Ernest para Collier’s. Los dos éramos corresponsales de guerra. La víspera del desembarco en Normandía, nos presentaron unos amigos comunes en un restaurante. Me gustó enseguida, lo encontré divertido, aunque no puedo decir que fuera un flechazo. Ernest. por el contrario, siete días después me pidió que me casara con él. Me lo pidió delante de todos: «Quiero que te cases conmigo y me ofrezco en matrimonio.» Contesté: «No digas tonterías.» Nos conocíamos apenas y me entró la duda de si estaría bromeando. Pero no, hablaba en serio, muy serio, ¡qué hombre tan impulsivo! Sabía, además, que yo estaba casada, y él estaba casado también. Bueno, pedimos los dos el divorcio y nos casamos 18 meses después. En aquellos 18 meses, naturalmente, estuvimos juntos, en Londres y en París.
Otra carta, fechada el 11 de noviembre de 1944, comienza con los buenos deseos de Hemingway a su «Dearest Pickle». La nieve había arremetido con fuerza ese día contra el puesto avanzado donde se encontraba el escritor. «Espero que la estés pasando bien. Pensé mucho en ti y te quise mucho durante todo el día. Aquí nevó mucho anoche y esta mañana. Ahora el tiempo está mejor. País excelente, salvaje, bello y poco práctico; una región mucho más salvaje que las otras en donde estuvimos anteriormente; en realidad, la peor que he visto. Me siento igual acerca de las perspectivas que cuando me fui, pero estoy contento interiormente, sin importarme nada, sentimiento que siempre me acompaña cuando abre sus puertas el salón de bailes de la fábrica de bananas.» Ballroom bananas es una expresión propia de Hemingway. La utilizó por primera vez en 1931, cuando comenzó a trabajar en su libro de tauromaquia Muerte en la tarde. Herrera Sotolongo dice que Hemingway no empleaba esta expresión en Cuba, sino otra, en castellano: «Empezó el tomate», que había aprendido en ciertas unidades durante la Guerra Civil Española. Hemingway cuenta en su carta que cuando hay una tregua, los «ciudadanos no combatientes» procuran darle la mala a los combatientes:
También el ejército es un lugar de eternos celos y de viejas y nuevas envidias. Tú te escapas a eso porque conoces la alta metafísica que requiere... Pero yo aprendo sobre el camino. Es algo así como una continuación de las iniquidades del sistema de sociedades de Yale y las fraternidades de las universidades. Más o menos traté de explicarles a los amigos que todos me caían bien —que todos eran buenos— ; que había diferencias entre ellos y otras cosas, pero si alguna vez hubieran estado con gente miserable, habrían sabido que ninguno de nosotros lo era. Y, por tanto, que era muy agradable estar en un lugar donde todo el mundo lo sabe y nadie es grosero. Los soldados del frente se parecen muy poco a los otros, como pudiste comprobar hace poco. Has visto una unidad de combate muy buena. Haber estado allí debe haber sido maravilloso. Ojalá pudiera haber ido contigo... Ha hecho un tiempo terrible. Continuamente nevando o lloviendo. La nieve hace que el problema de las minas se agudice. El día anterior un jeep con el parabrisas enfangado y lleno de nieve, prácticamente sin visibilidad, llegó a 20 pies de un campo minado en un camino que se suponía seguro, mientras se dirigía a un pueblo que también se suponía seguro y que luego resultó estar tomado por los alemanes.
Pickle, qué carta tan miserable y aburrida. Buck y yo comimos juntos en el trailer (3 horas) y hablamos sobre muchísimas cosas: cosas técnicas y problemas que han surgido en el invierno. Le hablé de ti y de nuestros proyectos, y de lo feliz que era contigo. Hemos estado bromeando con bastante rudeza y nos sentimos muy alegres. Si me pasa algo prometí dar toda mi ropa de invierno. Blazzard se queda con la chaqueta de yac o yo me quedo con su próxima ración de bebida; le das la embarcación [el Pilar] a Buck si tú no la quieres... [Pero el humor negro cede a la amargura:] Por Dios, cómo odio tener que esperar. Cada mañana es como si fuera a pitchear en un juego de pelota y después nada. Es difícil caminar debido a que la nieve, el fango y el lodo cubren las botas. Y si te diriges a otro lugar, podrías tropezar con algo.. Como tres veces al día, lo cual me hace bien, pero me voy a poner gordo como un cochino. Si la gente juega a las cartas, alguien se pone quisquilloso o comienzan broncas estúpidas (yo no). Mi entretenimiento favorito, que era ir a inspeccionar el terreno para conocerlo y entenderlo, no lo puedo practicar. Con la lluvia, la nieve y el fango no se puede ver nada.
Luego de la advertencia de que le escribiría más tarde, continúa otra sección de la carta con el encabezamiento siguiente:
Más tarde (noche del 13).
Antes de la comida leí a San Ten [sic] en voz alta a los muchachos; ya van dos veces que lo leo y cada vez lo encuentro mejor; también leí al mariscal Saxe. Es difícil leer algo que no tiene agarre. Ahora entiendo por qué tú casi nunca puedes leer; porque siempre estás buscando movimiento, contigo eso es así siempre. Todos los días a más tardar a las 10 am ya tienes algo entre manos.
Hemingway declara estar contento «como carajo» y se pasa todo el tiempo jugando con los muchachos, «así que no creas que soy un perenne tristón», pero le molesta estar listo para la acción todos los días y que luego no ocurra nada; aunque sabe que le es muy difícil decidirse a hacer algo, le gusta partir cuando está listo para hacerlo: «Si me fueran a fusilar cierto día a las 6 de la mañana y no lo hicieran, les pondría pleito.» Le confiesa a Mary que no enviará la carta hasta que entre en acción. Le escribe un poco todos los días para alejar su soledad. «Estando en acción se puede escribir mucho. Pero en la espera no se puede escribir nada.» Le escribirá más al día siguiente si siguen inactivos. Después se despide de ella: —Buenas noches, queridísima Pickle. Quiéreme mucho, por favor. Espero con ansias un buen baño caliente (juntos). Aquí vivimos todos juntos en una sola habitación, que es. a la vez, comedor, recibidor, cuarto de trabajo, de mapas y baño. ¡No hay privacidad!; no es como la vieja finca.» La vieja finca puede ser el lugar donde entró en contacto con el 22 Regimiento, poco tiempo después del desembarco en Normandía, o también una referencia a su hogar. Finca Vigía, en la que todas sus comodidades estaban garantizadas. También puede ser la finca donde John Groth lo describe, dos meses antes, en septiembre de 1944. en su vivido y excelente retrato «A Note on Ernest Hemingway».
Al día siguiente, 14 de noviembre, Hemingway le escribe a Mary: «Somos tan educados que no escupimos en el piso. Pero tan desfachatados que nos bañamos todos en el fregadero de la cocina.» Duerme en su saco de dormir, puesto en una cama al lado de la ventana. Cerca de él duerme otro hombre en un catre; dos más en un cuarto que da al de él, sin puerta inmediata, que además es comedor y cocina. Se detuvieron en Epernay, y «Jean compró 37 botellas de un Brit excelente, igual que el de Ritz, a 1,20 la botella». Se hizo un «mortero» con un viejo caño de estufa que tenía la parte superior en forma de cono. La base del mortero era una taza de inodoro. Con el arma disparaba corchos de champán. «Ya he hecho blanco en un cigarro que sostenía el cocinero en una mano. También le di a Pelkey detrás de la oreja».
Y eso que estaba avisado.» Pelkey es el soldado Archie Red Pelkey. un yanqui pelirrojo que tenía 29 años cuando Ernest Hemingway lo conoció en Villebaudon. Desertor escolar de Potsdam, Nueva York, fue el decidido chofer de Hemingway después de la invasión de Normandía. Aparece mencionado en las crónicas de John Groth y Malcolm Cowley y en casi todas las biografías del escritor. El general Barton fue quien le asignó la misión de transportar al corresponsal de guerra Hemingway y quien cedió para estas funciones un Mercedes Benz capturado a los alemanes. Posteriormente les entregó un flamante jeep Willys. El propio Hemingway describe sus andanzas con Pelkey en las crónicas «La batalla de París» y «Cómo entramos en París».
Sigue la carta de Hemingway: «Nos bombardean bastante, todas las noches. Hoy salí nuevamente con Buck, no hablamos de la guerra, sino del mariscal Saxe, de chistes, de escritos, del futuro, etc.»
Al día siguiente, 15 de noviembre, cuenta que la noche anterior habían tenido una alarma. «Nada grave, pero hubiera impresionado a un bombero que estuviera aquí de visita.» Admite que el día fue bastante agitado. Los alemanes tenían alrededor de 19 batallones de artillería por los alrededores. «Stevie y yo lo recorrimos todo para tener una perspectiva correcta; la nieve y la niebla cubren las líneas y hay muchos claros en el bosque. Ahora lo repasé todo procurando meterme bien las cosas en la cabeza. Me quedé a comer con Buck y después nos pusimos a hablar boberías y él nos contó cosas de cuando era muchacho. Me hizo sentir como un mariconcito, muy avergonzado de no haberme templado a mi maestra de High School; el problema es que yo era muy penoso.» Luego se excusa por lo aburrido de esta carta y pasa a narrar jocosamente su vida diaria en la guerra. «Simplemente imagínate a tu hombre montado en un jeep (Bum), caminando trabajosamente por la nieve (Bum), el fango hasta las rodillas (Bum), en el bosque (Bum) los árboles cayéndose (Bum), en el trailer con un coronel (Bum afuera), en el trailer con un general (Bum afuera), en una casa remozada contemplando la tierra de los krauts (Bum-bum), en poblados ocupados en parte por los krauts (Bum-bum; tat-tat-tat-tat), en la cama (Bum-bum, doble Bum).» Cada mañana se dice: «No pensaré en nada y me acostaré aquí tranquilo, sin preguntar ni esperar nada, simplemente sin pensar y así darle descanso a este jodido corazón.» Se imagina a su «Pickle que entra en el bar, que entra en el cuarto, que se sienta a la mesa, despierta y hablando, dormida, despierta, en los días en que hay agua caliente, en la cama, en la embarcación, especialmente en la embarcación y en la cama camera, bebiendo y discutiendo, explicándome algo cuando me pongo estúpido, fiel a mí cuando nos atacan, preparando juntos nuestra magia. Oh, Pickle, te amo tanto. Tan terriblemente». Hemingway cuenta que suele hacer chistes cuando los bombardean mucho y la gente se pone seria. Entonces, él les dice: «Señores, ¿acaso estos mamalones están tratando de intimidarnos?» Y concluye: «Pickle, termino ahora. Te amo como tú bien sabes. Espero que estés bien y por favor escribe. No te enviaré esta hasta más tarde. Voy a escribirte una rápida ahora. Te amo, querida mía, Only.»
Una carta, fechada el 15 de noviembre, comienza: «Te escribí una carta larga; cada día te contaba algo nuevo. La enviaré tan pronto vuelva a trabajar. Mientras tanto te envío esta pequeña nota para decirte que te amo como ya ha sido declarado (más de lo que se ha declarado). [Los subrayados son de Hemingway.] Tengo bastantes problemas por lo que no hay posibilidad de que regrese antes de 7 ó 10 días a causa de las condiciones. De una semana a 10 días. Tubby (general Raymond O. Barton) está bien, Buck también, los amigos bien. Las perspectivas siguen igual. Mi moral, buena.» La carta sigue diciendo que no ha recibido noticias suyas, y le asegura que él volverá. «Mi queridísima, te quiero cada vez más. La otra carta te dice cuánto, cómo y por qué, aunque yo no escribo muy bien bajo la censura.» Dice que la situación nunca había estado tan dura como hasta entonces, ni tan poco alentadora. Le pide que se divierta, pasee y salga con todo el mundo, «pero debes saber que te soy fiel con la mente, el corazón y. ¿con qué más podría decirte?, los cojones, como si me hubieses enviado de patrulla a través de un bosque tupido, con mucha nieve, mucha alambrada, muchos destrozos, mucho de todo». Le pregunta si recibió la carta de Willie (probablemente Willie Walton, periodista del London Bureau, compañero de trabajo de Mary Welsh, a quien ella le dedica largos párrafos en How It Was). Hemingway no se siente solemne ni triste: «yo estoy alegre el 90 por ciento o más del tiempo y hago chistes buenos mientras esto se pone malo». Más adelante añade: «ahora estamos tan temerarios que me sorprendo a mí mismo; tenemos que ir al gran guiñol a asustarnos juntos confortablemente. Mucho Bum-Bum aquí ahora. Te amo, mi queridísima y amada querida». Le pide que escriba si tiene tiempo; en caso de que no lo tuviera, él comprendería y no habría problema. Le reitera sus planes de pasar juntos las Navidades en La Habana (o en las Bermudas). En una esquina, al final, aparece escrito:
Nov. 16 am.
Me siento bien y alegre.
Te amo mucho.
Papa.
Ese día, Hemingway, previendo una posible «muerte prematura», le envía a Mary una nota que encabeza: «Pickle, para tus archivos: una copia de la carta que debes enviar en caso de mi muerte. EH.» Esta va dirigida a «Mr. Henry La Corsitt, editor de Colliers». En ella le dice a La Corsitt que, aunque nunca se le ha pedido que designe un beneficiario del seguro que le hizo Collier’s, por medio de esa carta designa a Mary Welsh, de Life and Time Inc., 4 Place de la Concorde, como única beneficiaría. (Martha Gellhorn Hemingway había aceptado un acuerdo sobre la propiedad antes de irse de Nueva York y ya sus necesidades estaban plenamente cubiertas.)
El escritor también disponía:
Además del dinero que Collier’s me adelantó, he utilizado 3 950 dolares de mi bolsillo en gastos de Colliers. Por favor, envíales 1 500 de estos a mi esposa Martha G. Hemingway, ya que ella fue quien me los prestó, y deposita el balance en mi cuenta del Guaranty Trust Co., de Nueva York, sucursal de la Quinta Avenida, N.Y.C.
Sinceramente,
Ernest Hemingway.
Hemingway escribe otra carta el 16 de noviembre de 1944. Comienza hablando del buen tiempo que han tenido. Es el primer día que ha soplado un buen viento desde que está en el bosque de Hurtgen. Le hace un breve recuento de la jornada. Se levantó temprano y escribió una carta a Collier's, «por si acaso», e incluyó una nota y PD en la misiva de ella: «Dicen que es un seguro de 50 000 dólares.» Después se sintió tan contento «como cuando sacaba los perros a pasear por el campo en un agradable y claro día de otoño». Más adelante: «Tuvimos una mañanita tremenda (¿te casarías con un hombre que escribe “tuvimos una mañanita tremenda”?), pero te escribiré sobre eso en otra ocasión. De todas formas le di a la vieja puta un par de veces en el culo. Luego del show a campo abierto me fui al bosque con Buck.» Todo está bajo control. Al otro día los combates serían más encarnizados, pero esperaba salir bien. De todos modos las cosas se arreglan una vez que comienza la batalla. «Hoy pudimos haber matado a seis krauts, quiero decir, que Jean y Red pudieron haberlo hecho. Se escaparon a través de un campo por una cañada, en nuestras propias narices, pero había tantos jefes importantes por allí que no pudieron atacarlos. Krauts al galope, tuertes, saludables, resistentes, que escapaban para pelear en otro momento. Red decía, “¡Papa, por favor. Papa!”, y Jean, “Mr. H. ¿no cree usted que pudiéramos, señor?” Salieron de una casa cuando pasó la tropa. Los habían ubicado perfectamente. Fue una mañana divertida. La OP bombardeó mucho.» Compara la batalla con una vieja pintura de guerra, en la que las escenas han sido reconstruidas al otro día. Era el mejor puesto de observación que había tenido. Los alemanes galopaban a través de todo el frente. Era el incidente más insignificante, pero cree que es el único que se puede mencionar.
«Buck está muy confiado. Todo salió como él pensaba: los combates ocurren donde él esperaba; fáciles cuando debían ser fáciles, difíciles cuando se esperaban difíciles.» Hay un espacio en blanco, y luego otro encabezamiento:
Nov. 18
Querida, tuve que saltar dos días. No vale la pena escribir sobre ello ahora; el escenario del poema ha empeorado. Posiblemente nunca haya estado peor. El bosque nunca fue un buen lugar. Los krauts están vencidos y solo nos resta destruir su fachada, pero es como batearle a un pitcher veterano que se las sabe todas y todavía puede lanzar 4 innings más. O un viejo boxeador que puede aguantar 4 rounds más —o incluso seis de un combate de 10 asaltos. En estos combates, la vieja puta se siente a sus anchas, y más o menos todo el mundo ha tenido que saludarla.
Escuchó el día anterior por la mañana a Red Moeller (Diario de Combate) y «encuentro casi obscena la diferencia entre lo que Moeller leyó por radio y la vida en el frente». Hemingway se dice que debe tratar de entender y no prejuiciarse nunca. «Pero, Pickle, esta guerra no se parece a nada. Estoy donde mismo estaba en 1918. Casi he dejado de beber.» Necesita tener la cabeza clara y lúcida, y también acabar con algunos alemanes.
Las noches en que puede dormir siente gran inseguridad. Las paredes crujen. Cuando despierta piensa en ella «y te amo y pienso en nosotros y en la embarcación y en lo delicioso que sería estar casados —no uncidos—, tener ese privilegio y estar orgulloso de ello. Cuando Sam duerme, puedo soñar con todo lo que quiero. Parece un milagro». Por ejemplo, el día anterior al asalto, «como ya sabía lo que venía», pensó: «ahora me quedan siete horas. Así que soñé contigo, de veras; yo no fabrico los sueños ni lo pretendo, ni sueño despierto —son solo sueños mágicos y solitarios en que tú estás—. Entonces soñé con Boise, mi gato favorito, y entonces con la pequeñita Kitty, y luego desperté y me puse a pensar en ti con alegría y en lo afortunado que fui en conocerte. Casi todas las noches sueño con White Tower». White Tower es el restaurante de Londres donde Irwin Shaw le presentó Mary Welsh a Hemingway, en los últimos días de mayo de 1944. «Es muy extraño. Creo que te vi allí por primera vez.» A esto sigue un párrafo sobre su vida idílica en Cuba. «Pensemos en nuestro barco y en el azul profundo, casi púrpura, de la corriente del Golfo, que forma remolinos en el borde del hilero, y en los peces voladores que saltan y nosotros en shorts en el puente de mando, sin destino y por la noche anclados detrás de la barrera de arrecifes, a la altura de Paraíso, con el mar que golpea suavemente en la solitaria arena y rompe la dura capa de los arrecifes y nosotros firmemente anclados y llenos de ardor, sin otro movimiento que el de la marea que llega.»
Obsérvese la similitud entre el lenguaje de las cartas y el poema «A Mary en Londres», al cual Hemingway se ha referido varias veces en estas cartas:
Yo, amando únicamente la palabra
tratando de construir con una frase y una oración
algo que un bombardero no puede alcanzar
algo que permanezca cuando todos nosotros hayamos desaparecido
y mucho después...
La carta de Hemingway continúa: «Remamos y nos acostamos y nuestras piernas se tocan y tomamos un gran vaso de agua de coco, limón y ginebra y miramos las bellas montañas azules en miniatura por encima de nuestro hombro derecho y te digo: “¿Me quieres mucho, Pickle?”, y tú dices lo que se te ocurra (A lo mejor te imaginas cosas mejores que estas; está bien. Pero estas son maravillosas), y entonces llega esa noche y el próximo día es otro día y por la mañana podemos dormir hasta la hora que queramos y tomamos el desayuno y luego nos tiramos al mar y nadamos hasta la orilla y caminamos por la distante playa del atolón, desnudos, mientras Gregorio monta guardia en el barco y nosotros con muchas cosas que hacer, mi querida Pickle. Podemos vivir maravillosamente en la finca, tener buenos libros para leer y buena música para escuchar, mantenernos saludables y trabajar duro y bien y amarnos siempre.»
Hay otro espacio en blanco y un texto fechado el 19 de noviembre. Hemingway cuenta que se produjo una batalla en los bosques. «Los krauts son duros, astutos, profesionalmente inteligentes y mortíferos. Mataremos y destruiremos a algunos. Pero mientras tanto, tiempos nefastos. Todos los bosques están arrasados; por dondequiera hay minas enmascaradas (atrapabobos). Los alemanes se infiltran a través de los bosques.» Pero Hemingway quiere olvidar esos «tiempos nefastos»:
Es mejor dejar eso, Pickle, y pensar cómo, cuando vengas en el avión de Miami, estaré esperándote en el aeropuerto de Rancho Boyeros, y tú pasarás por la aduana y nos iremos en el auto a través de un hermoso país hacia el hogar, donde comenzaremos nuestra vida maravillosa. Podrás sentir miedo, pero, a menos que todo haya sido destruido sobre la faz de la tierra, será encantador. Y si todo está destruido, por lo menos tendremos un hogar en medio de la desolación...
De todas formas, dice Hemingway, su trabajo es escribir, no solo vivir en condiciones perfectas. Termina prometiéndole: «Escribiré mañana de nuevo.»
El 20 de noviembre le escribe a Mary que recibió la carta sobre Bum (John Hemingway, que estaba prisionero). «No hay nada que hacer. Por tanto, no te preocupes; todo viene ahora bajo el encabezamiento de “sin remedio”. Claro que es malo para Bum, pero todos hemos tenido mala suerte... Tu labor ha sido maravillosa y más que encomiable, yendo allí tan rápido y haciéndolo todo con tanto cariño y tan bien. Tú eres mi héroe.»
Se alegra de que haya tenido un buen viaje y alude a su carta del 14 de noviembre, en la cual ella le escribe que Wert pensaba volver a Estados Unidos. Wert es Charles Wertenbaker, jefe de la oficina en Londres de Time, Life y Fortune; Mary Welsh en How It Was y Baker en su biografía de Hemingway se refieren a él en numerosas oportunidades. «Eso es maravilloso, verdaderamente maravilloso. Te escribiré en otra carta sobre esto.» Hemingway, sin transición, pasa a otro tema. No hay nada maravilloso en lo que sigue: «Pickle, qué clase de día tuvimos... no estoy tumbado pero sí cansado. Estuve con Buck durante todo el día. Enfrentamos problemas. La batalla del bosque de Belleau fue una mierda al lado de esta.» Abruptamente corta de nuevo. La censura en tiempo de guerra... Se refugia en su amor y adopta un tono ligero por un momento, pero sus recuerdos bélicos son demasiado vividos para que pueda abandonarlos por completo:
Me puse a pensar cuánto quiero vivir junto a ti y tuve una recaída (como la que tú tuviste con respecto a lo nuestro), por lo que hice 50 ejercicios para rebajar el estómago y me tomé lo que me quedaba de la botella de scotch, una octava parte de cuatro tragos con agua. Cuando la acabé salí a caminar bajo la lluvia y la lluvia se llevó todo el efecto.
Al encontrarme con Buck me sentía muy bien y él me dijo:
«Ernie, ¿tú sabes lo que esos hijos de puta están tratando de hacer?» Le dije entonces que no. Entonces Buck me respondió que nos íbamos para el juego de pelota. Pickle, quisiera poder describírtelo. Fue uno de los peores y más crueles combates en la historia. Por eso te escribo en esta forma tan estúpida y constreñida. El fuego de artillería y mortero es el más intenso que he visto desde que era un muchacho en aquella cueva de Piave en 1918 (con la diferencia de que esto ocurre en un bosque). Cuando el fuego es violento retumba como una tormenta. Buck me dijo: «Me gustan los contrataques. Deja que estos desgraciados contrataquen, acabaremos con ellos. Nos están golpeando, pero haremos que se arrepientan de haber nacido.»
Hemingway comparte este estado de ánimo. Expresa que en esos momentos lo más útil que un hombre puede hacer, además de ser lo más placentero, es matar alemanes. «Es un punto de vista muy estrecho, pero te he visto colérica y sé que eres una peleadora y que entenderás. Te aseguro que no hago alardes estúpidos y cuido de nuestros intereses en la medida de mis posibilidades. Tan pronto como los aplastemos, me iré. Tubby [el general Barton] le había dicho a Hank Gorrell que yo nunca me iría, etc. Pero la única que me conoce eres tú, querida... Quiero escribir mejor que nunca para que te sientas orgullosa de mí; y cuidar a mis hijos y amarte y ser un gran amigo para ti y tratar de hacerte feliz y ser un buen esposo y padre y escritor y nunca estar separado de ti, nunca en toda la vida, si podemos lograrlo.»
Le responde acerca de los consejos que ella le dio: «Lo que dices sobre el cuidado que debemos tener cuando no nos atacan, de no exigirnos demasiado y respetar las cosas de cada cual es lo más importante de todo. Pickle, los dos somos bastante inteligentes y esencialmente muy justos; tratemos de ser muy cuidadosos, nunca prejuiciados y siempre comprensivos. Es un ajuste que deben hacer las personas mayores. A veces soy increíblemente tonto. Pero si tú pones de tu parte y comprendes que no soy testarudo, no veo por qué no podremos lograrlo.»
Le guarda sus cigarros. Pero como se los ofrece a cualquiera que tenga pocos, podría quedarse sin ellos.
Se excusa por la carta, diciendo que está muy cansado. Mañana le escribirá más, quizás por la mañana. «Todo lo que sé es que te amo y que las noticias sobre Wert (Rather me lo dijo) son las mejores que he tenido.» Está tan orgulloso del viaje de ella al frente que no encuentra palabras para describirlo. Tampoco halla cómo decirle lo contento que está porque todo se va resolviendo bien. «Empezaremos nuestra vida pronto y de la mejor forma posible y lucharemos tan brava y hábilmente como lo hace Buck. Pero podemos ser bondadosos y no ser rudos; solo seremos rudos con la gente que quiera malgastar nuestro tiempo y nuestras vidas. Tú me enseñarás cómo ser amable a la vez que implacable por teléfono, y yo aprenderé. Pickle, en cierta ocasión me preguntaste qué beberíamos cuando nos despertáramos en Bermuda y yo había olvidado que tenía 7 cajas de ginebra Gordon de antes de la guerra, las últimas del mundo. No creo que esto sea bueno para beber de noche, pero, de todos modos, te las regalo (puedo hacer martinis maravillosos y también Noelly Prats). Creo que nos sentiremos tan felices y cansados y tan bien que no tendremos que tomar por la noche. Para el trago de la mañana —cuando no hay Perrier-Jouet— el scotch es lo indicado. Me parece estar escuchando a Woolfie moviéndose por el barco: “¿Qué te pasa, Woolfie?” [Woolfie, como se sabe, es Winston Guest y esta parte de la carta es una clara referencia a su aventura antisubmarina.] “Solo me preparo un trago. Papa.” ¿Te gusta el scotch con soda y sin hielo? Muy rico. También el whisky con limón y soda, para ponerlo amargo.»
Las condiciones difíciles de la guerra lo hacen soñar despierto continuamente. «Pero, Pickle, levantarse por la mañana y desayunar con dos huevos en cualquier estilo, buen jamón frito o tocino canadiense o tocino frito y un buen vaso de jugo de tomate o toronja o jugo de naranja y papayas y mango y cada desayuno completo y espléndido en su bandeja —un timbrazo para el mío y 2 para el tuyo, o 3 para el de los dos— y dormir hasta que quieras y a veces yo con el trabajo terminado antes de que te levantes, y luego a divertirnos todo el día porque el trabajo ya está hecho. Y si aún tengo trabajo, harás lo que se te antoje (las mañanas son hermosas) y cada vez que estés aburrida puedes leer y flotar en la piscina y hacer desaparecer todo tu cansancio acumulado y despacio y firmemente vuelves a ser tú misma (igual que yo). Quizá no te aburras, y solo seas feliz como éramos cuando no tenías que trabajar. Habrá buena música en el Capeheart, y lo que quieras oír lo compraremos en NY, en la Liberty Music Shop.»
Le jura que hará «el mejor ataque de toda su vida» para ella y escribirá su mejor prosa y será un marido bueno y amante. Sabe lo que ella le dará «y te demostraré cómo lo valoro y sentiremos una alegría tan deliciosa. Pickle. Ahora comenzaremos nuestra vida».
Le cuenta que hay rumores de que van a lanzar un ataque a fondo en la línea del frente al día siguiente. Todo el mundo tiene un color gris sucio más o menos como el de las «gallinas chamuscadas». No hay sol, pero mucha lluvia, y él siempre con hambre y comiendo como un «bastardo». El día anterior comió 5 bistés de una vaca que la artillería mató. La vio matar y marcó las coordenadas; después envió a John para que picara los filetes. Primeramente hubo una pelea entre ellos y los alemanes, que ya la estaban descuartizando. Tuvieron que matarlos para arrebatarles la presa. Red cocinó dos bistés y se los trajo mientras él dormía. Ayer, dice, se la comieron completa. Pero se justifica diciendo que hace ejercicios para rebajar el estómago todas las mañanas y algo de alpinismo, subiendo y bajando lomas. Además, se dedica a aprender la lectura de los mapas y a descifrar las intenciones de los alemanes según la forma en que manifiestan su hostilidad. Es parte de su educación. Termina diciéndole: «Pickle, mañana escribiré más (creo que ya te lo dije esta noche). Buenas noches, mi queridísimo amor. He estado demasiado cansado para parar de escribir. Siento que sea tan aburrido. Te amo. Te abrazo bien fuerte, tu único amor eterno. Papa.»
El día 21 de noviembre de 1944, Hemingway se justifica ante Mary y le dice que le ha escrito todos los días desde la ofensiva, excepto dos días en que no pudo. A pesar de sus condiciones actuales, piensa que es mejor enviarle una nota de agradecimiento por las noticias de Bumby que ella le ha dado y por haber hecho un trabajo tan bueno: «¡Estoy orgulloso de ti como carajo!» Además se siente feliz por lo bien que salieron las cosas con Wert y por el futuro real, auténtico, que compartirá con ella. «Estupendo.»
Te escribo por la noche, porque es como si estuviera conversando contigo. La gente se pasa el tiempo hablando, lo interrumpen a uno y hay mucho ajetreo, por lo que resulta difícil dedicarse a la correspondencia; además, la carta se está haciendo muy larga. Añado algo todas las noches: sobre el barco (Pilar) y nosotros y cómo te amo, y te digo que tengas cuidado con lo que pasa por allí. Es difícil no pensar; mucho más es escribir cuando no se puede.
Ocurrieron varias cosas importantes que lo tocaron de cerca. Ha estado con Buck todo el tiempo. Espera haber sido una ayuda: «Soy una especie de buzón de quejas y sugerencias para todo el mundo.»
Considera que esa es la lucha más dura que ha conocido jamás: «Lo que ocurrió en los bosques de Belleau es una bobería al lado de esto. Si logro escribir cualquier episodio sobre esto, será un relato excelente. No puedo escribir sobre «El alma del hombre», como Marty (Gellhorn). Pero el hombre mismo se encuentra allí para que lo admiren. Tú puedes imaginarlo porque has presenciado batallas en frentes boscosos. Una batalla verdadera en un bosque es algo fantástico. La artillería resuena como el mar. Esas son las únicas noticias, Pickle, además de que te amo.»
Le promete enviar la carta larga que le escribió en cuanto tenga una oportunidad de releerla. Había llegado carta de ella hacía cuatro días. Se despide: «Te envío todo mi amor, mi amor de siempre. Te quiero más y más firmemente y siempre. Only. E. Hemingway, corresponsal de guerra.»
En una esquina de la carta hay una nota que dice: «Te envié otras dos cartas. Una larga y aburrida que escribí antes de partir y que puse en el correo cuatro días después y una corta.»
Con fecha 21 de noviembre de 1944, hay otra carta, que comienza: «¿Qué puedo escribirte esta noche? Llevamos seis días combatiendo y hoy se ha producido el padre y la madre de todas las batallas con una lluvia fina y constante y los árboles cayendo como si hubiera un huracán (también caen muchas otras cosas).» Hank Gorrell está escribiendo el reportaje para sus clientes de la UP y Hemingway le da la información que necesita sobre su sector. «Tiene esposa e hijo, gana 150 a la semana y es muy injusto que ande por ahí arriesgándose más de lo necesario si hay alguien que puede conseguirle la información...» Luego se refiere peyorativamente a Noel Monks, periodista de origen australiano del Daily News, «el tipo mofletudo que nada tiene que ver conmigo», según Hemingway lo describió a Herrera Sotolongo. Nada que ver, salvo la letra redonda y escolar, que tiende a confundirse al principio con la de Hemingway, si uno ve cartas de ambos mezcladas. (Mary conservaba la correspondencia de Monks junto con la de Hemingway en un baúl de Finca Vigía.)
Si te gustaran las escapadas por un pelo, en lugar de las flores, podrías llenar un jarrón con ellas. Pero a mí nunca me han interesado esas cosas y tienes que haber leído bastante sobre eso en los artículos de tu esposo. Pensé hoy en Noel y lo odié antes de que pudiera darme cuenta, lo cual es mezquino. Pero lo odio simplemente por haber cogido tu dinero y por poseer tanta ropa y por no tenerte el menor aprecio. Aquí las escapadas por un pelo o por dos yardas o por un pie son tan comunes como las sardinas en Portugal, o la mala ginebra en nuestro elegante bar del hotel Ritz.
En los bosques se producen a diario batallas «como las de Custer, si este distinguido líder hubiera tenido el valor de pelear por romper el cerco y enfrentarse a los indios». El día anterior lanzaron un ataque mientras los alemanes pasaban a la contraofensiva. Los alemanes ferozmente contratacaron, moviéndose como conejitos de Noruega en sus migraciones suicidas. Aguantaron el fuego hasta tenerlos a 20 yardas de distancia... «Luego podías caminar entre cadáveres que te daban por la rodilla.» En algunos lugares avanzaban con el mismo fanatismo de los nipones. Enseguida dice: «Me parece que mi descripción es tan sensacionalista como las de Noel.» Y se excusa: «Por favor, perdóname esta observación de mal gusto.»
Había sido una batalla dura y sus compañeros, los soldados de infantería norteamericanos, se habían portado «increíblemente» bien: «He visto la flor y nata de los soldados yanquis y confederados pelear de una forma que te haría llorar. Una forma tan hermosa, alegre e inmortal. Sin esta batalla nunca hubiera conocido realmente a los norteamericanos.» Podría impresionarla dando cifras y detalles, pero eso no está permitido. Le asegura que no es sensacionalista ni se deja llevar por el entusiasmo. Le pide excusas de nueve por escribirle tan mal y con omisiones. «Siempre te tengo muy presente, cariño, eres todo mi amor y toda mi esperanza y toda nuestra hermosa vida y futuro. Te amo siempre y especialmente esta noche y mañana por la mañana y siempre. Only. E. H.»
En una carta fechada el 22 de noviembre hay un encabezamiento orgulloso en el margen derecho: «En Alemania.» Ernest Hemingway ya se encuentra en territorio de los krauts y le informa a Mary que recibió su carta del 17 de noviembre, solo cinco días después de enviada. «El buenazo de Willie [¿Walton?], nuestro partisano: me parece estarlo viendo, que se te aproxima, y escucharlo, atrevido, diciéndote un chiste y ver cómo los ojos de mi Pickle se iluminan. Pickle, te he extrañado mucho. Durante dos días no he podido verte en mi mente. Entonces, hace dos días, viniste de nuevo —bella, perfecta— y ahora puedo verte claramente rodeada por extasiados mirones.»
Se había producido otra gran batalla. Él ha estado en todos los objetivos, «gracias a la sagacidad, previsión, atención al detalle, que tiene Buck». Luego dice: «Yo no sé lo que es ser valiente pero sé que Buck lo es y muy inteligente y un ejemplo muy bueno para mí. Ahora también conozco sus defectos, lo que ayuda tanto a la comprensión humana. No hemos probado la bebida en 2 dias y te alegrará saber que soy igual con ella que sin ella. Creo que más firme y mejor, aunque la he amado, necesitado y muchas veces me ha preservado la maldita razón, la dignidad y todo lo demás. Me ha dado gran placer y la amo. Muchas veces la hemos llamado La Asesina de Gigantes y el que haya tenido que enfrentarse con el Gigante muchas, muchas veces, no tiene derecho a hablar contra La Asesina de Gigantes.»
Ese día ha sido el más cruento de la batalla. «Hoy fue magnífico. En verdad le soy útil a Buck, quiero decir, en el sentido de levantarle la moral; soy su paño de lágrimas, por así decirlo. Espero regresar pronto. Por favor, ámame mucho, igual que yo a ti. Regresaré y comenzaremos nuestra hermosa vida. Mi queridísima, hermosísima y preciosa muchacha. Tu Only.»
Al día siguiente, 23 de noviembre, le dice: «Sabes que te escribo cada noche solo para estar junto a ti y para hablar contigo. Te extraño tanto como a lo más grande. Estar contigo me hace sentir como cuando uno sabe que tiene los dos flancos bien cubiertos. Estar lejos es lo contrario.» Había caído mucha nieve y entonces vinieron un par de días con buen tiempo. En aquellos instantes, llovía mucho.
Se siente cansado y duerme en un saco de dormir seco colocado en una litera. «Todo el mundo tiene el color de los ahogados, con unas barbas al estilo de Mauldin (famoso caricaturista norteamericano destacado en el frente europeo cuyos dibujos describían al típico GI). Del bosque frente a nosotros solo quedan los restos de lo que fue un bosque.» Las corrientes de agua fangosa y amarilla le daban por la cintura, caminaban «calados hasta las rodillas de krauts muertos». Él asegura que nunca se sabría cuántos alemanes han perecido porque es imposible contarlos y, además, estos se llevaban a muchos de sus muertos. «Si intentara relatarlo no me creerías. Pero esta ha sido una de las batallas más grandes en nuestra historia.»
Están congelados por el frío y sin nada que beber. «Me regresó esa vieja sensación de inmortalidad de cuando yo tenia 19 años —en medio de un bombardeo realmente violento— ; no fue una cautelosa estimación de mis posibilidades, ni ese sentimiento de enojarse y mandarlo todo al carajo; tampoco ese sentimiento de total abandono, nada de eso. Fue ese viejo y puro sentimiento con el cual contábamos en los momentos difíciles. No tiene mucho sentido, pero es un sentimiento extraordinario, así que lo compartí con Buck como si fuera una ración de bebida. Fue algo maravilloso, porque después de compartirlo sin tenerlo realmente, de contar con él sin sentirlo, de pronto lo encontre de nuevo. (Reconozco que esto aburre en una carta. Pero estaría bien en una novela si se hace objetivamente —y sobre alguien que no sea uno— y yo soy tan estúpido que tengo que conocer a los demás a través de mí.)» La tónica literaria va a continuar:
Pickle, te escribo cartas muy aburridas y egocentristas. Buck es el hombre más valiente que conozco (que esté completamente cuerdo) y no quiero decir que toda esta bobería nos estaba ayudando a ninguno de los dos a ser valientes; lo que quiero decir es que nos ayudó a ser felices. Y la base de la felicidad en medio de una tragedia larga y continua es un asunto serio. Estoy aprendiendo tanto. Pickle —y tú no estás aquí para conversar, con tu mente clara y alerta para corregirme.
Vuelve a hablarle sobre su amor «Necesito tanto estar contigo, Pickle, eres tan necesaria para mi como una brújula. Ahora, todo el tiempo, pienso en lo divertido que es estar contigo y qué buenos momentos hemos pasado.»
Piensa en lo difícil que le resulta separarse de ella y habla de lo felices que serán en los dias lluviosos; recuerda lo feliz que era con solo estar a su lado o leyendo mientras ella trabajaba y habla de los lugares maravillosos que conoce y adonde pueden ir por las noches, en ciudades que sabe que le van a gustar. «Conozco muy bien Nueva York y su vida nocturna; lugares que te gustarían, creo: el Club 21, Stork, El Morocco, The Colony (ese no me gusta) y los buenos lugares bajos con Thurber y compañía, y los antros donde va la gente mafiosa. ¿Conoces tú esos lugares peligrosos? Oye, Pickle, será formidable enfrentar una glotona como tú con la clase de comida que sirven en el Club 21. Pero quiero que comamos en la azotea del viejo Pacífico en La Habana, que es la mejor comida en el ambiente más extraño del mundo; te hablé de eso una vez. Wolfie ha comido en todas las partes del mundo y es uno de los viejos habitués del 21 y del Colony, y él consideraba que (la comida del Pacífico) era inmejorable. Lo inmejorable no existe, pero de todas formas la comida es maravillosa.»
Según el ideal descrito por Hemingway en su carta, evitarán las llamadas telefónicas. Y si se despierta temprano (suele hacerlo a las 7:45) leerá los periódicos y volverá a acostarse. Asi podrán luego deambular toda la noche, como cuando él trabajaba en un periódico matutino. Irán al Museo de Arte Moderno y a las buenas exhibiciones de pintura y al Metropolitan y al Museo de Historia Natural, y podrán caminar por el Central Park siempre, ver exposiciones y vagar por ahí.
Le cuenta que aprendió deliberadamente a acostarse alrededor de las 10:30 para conocer la madrugada, que para él es el único momento idóneo para escribir:
Pero en vez de proteger mis malditos hábitos contra arpías irrazonables (contra las cuales he tenido que luchar en el pasado), contigo, lo afirmo, podremos cambiar razonablemente los hábitos en la ciudad, ya que nos entendemos y respetamos y no somos irrazonables. Pickle, es tan agradable amar a alguien que no es irracional como una jirafa hija de puta de Bryn Mawr [referencia a Martha Gellhorn, que estudió en la Universidad de Bryn Mawr] con el culo caliente (léase congelado), que es como salir del Valle de las Sombras del Salón de Bailes de las Bananas y entrar en un país como en el que nos han criado.
Después de esto, hay un espacio en blanco. La carta continúa con una advertencia de Hemingway donde dice que le había escrito otra página larga, pero la destruyó porque era demasiado personal para el correo.
Buenas noches, mi amadísima. Mañana será otro día —y el próximo y el próximo. Pero sé que cuando vuelva (tan pronto como todo esté listo para marchamos) y tú tengas listo lo tuyo (planes, viajes, arreglos en la oficina, etc.) y lo resuelvas todo para que puedas moverte sin problemas— y yo haga lo mío rápido y podamos partir definitivamente y bien —y yo sea tu hombre para siempre y si volviéramos a nacer otra vez (si existe otra vida, como tal vez suceda) todo lo que pido es que naciéramos juntos y más temprano. Pero me parece que todo anda bien como está, y te amo mucho ahora y siempre.
Hace un comentario sobre el olor de sus amigos en el frente y termina la carta con un: «Te amo. Quisiera poder escribir un poema para poder expresarlo. Te amo tanto, mi amor bella querida Pickle, tu Only.»
Al mediodía del 24 de noviembre Ernest Hemingway se dirige de nuevo a Mary: dice que le ha escrito todas las noches, pero «es difícil describirle una batalla a quien uno ama», así como hacer cartas que otro leerá (el censor). Solo le manda esa nota para decir que le ha enviado tres cartas, una de ellas muy larga —cada noche le añadía algo nuevo—, y que le llegarán pronto. Le comenta:
Esta es la lucha más dura que haya presenciado jamás. Pero si empiezo a describirla no podré enviar esta carta tampoco.
Así que solo recuerda lo del poema, dóblalo y redóblalo, que así va bien.
Pero no te echo a un lado. Te guardo como todo lo que he tenido y deseado alguna vez.
Hemingway había estado toda la mañana con Buck. Pronostica que su amigo será general. Y enseguida añade, sin conexión lógica entre ambas ideas: «Todo lo que quiero es estar contigo en una cama.»
Los soldados están agotados. Pero hay sol nuevamente. Por lo demás, todo sigue igual:
La única noticia es que te amo, mi queridísima amada. Relee el poema. Te dirá lo que pienso de ti. He tenido mucha suerte. Quisiera seguirla teniendo por unos cuantos días más y luego regresar contigo a casa y no separarnos más en el resto de nuestras vidas. Tu amante esposo. Only.
Al final, le aclara que de las cartas de ella «he recibido 3, todas hermosas, y te he enviado 4. Solo demoran 4 días en llegar».
El 25 de noviembre de 1944, Ernest Hemingway escribe:
Hemos tenido otro de esos días. Me quedé con Buck y comí con él y al regreso atravesé el bosque bajo la luz de la luna.
Me siento bastante mal hoy. Ojalá pudieras estar un día con nosotros en una batalla. Eres mucho mejor reportera que yo. Estoy tan metido en esto que mi conocimiento de la gente es perjudicial para mi tarea de periodista...
Estoy cansado de explicarles las cosas a periodistas incapaces de entender. Pickle, extraño mucho tu limpia, sana y competente cabeza, incapaz de mentir, de la misma forma que extraño tu milagroso cuerpo de bolsillo y tu hermoso rostro que me rompe el corazón cada vez que lo veo.
Asimismo, ve la posibilidad de sacar partido de esa experiencia para la literatura.
Me envuelvo tanto en esto que tengo que obligarme a observar para darme cuenta de las cosas y no solo considerar problemas y resultados. La mitad del tiempo estoy demasiado cansado para observar. Para vencer eso, monto de pie y con el trasero contra el asiento de atrás del jeep y me obligo a mirar, conscientemente, todo lo que ocurre. Había llegado a un punto en que iba de un lugar a otro y solo me ocupaba de las cosas técnicas. Cuando un escritor deja de observar, ha fracasado. Así que me he puesto a observar nuevamente.
Le aconseja que en caso que él muera, le diga a Willie (¿Walton?), que él la amaba a ella, a Mary, y que había luchado esta vez (una lucha interior) sin echarlos por la borda: ni a ella, ni a sus hijos, ni al trabajo que debía hacer después; considera que, al hacerlo, ha alcanzado un mayor grado de madurez. Pero se queja de lo difícil que le ha sido.
¿Y ahora qué? ¿Te dije que durante dos días no podía verte en mi mente? Sin embargo, no perdía la confianza. No perdí ni un ápice de confianza. (Es una mala señal cuando uno repite oraciones.) A la mañana siguiente tú estabas allí como si George hubiera abierto la puerta del bar para dejarte entrar y yo te observara al otro lado de la habitación antes de que tú me vieras. (En el capitulo penúltimo de París era una fiesta Hemingway menciona a George, el barman que no recuerda a Scott Fitzgerald.)
Hemingway piensa que es mejor poner un límite de tiempo a su permanencia allí; a lo más, una semana. Tratará de que sea lo más pronto posible.
Si te estoy complicando tus fechas de viaje puedes irte delante y ver a tu gente primero y obtener la visa cubana. No es precisamente una visa cubana —es innecesaria para los ciudadanos norteamericanos, creo—, sino solo que el pasaporte sea válido para Cuba. Me propongo estar en París el 2 de diciembre...
En Nueva York todo lo que tengo que resolver son mis negocios: 1 día para Collier's, 1 día para Scribner's, 1 día para mi maldito abogado.
Se siente muy cansado para boxear. Hemingway continúa informando que verá al médico y se hará un chequeo.
Le ha escrito a sus hijos Patrick y Gigi para que hagan válidos los pasaportes y reserven pasajes via Pan American para Cuba en las vacaciones de Navidad. «Generalmente se obtienen de 7 a 10 días. Desde la Navidad hasta Año Nuevo.»
No ha recibido carta de Mary. Hemingway dice que teme que ella no le escriba porque esté esperándolo. No habrá tiempo para contestar esta carta. «Pickle, voy a terminar ahora. El desgraciado radio está puesto y la gente habla y la carta se deteriora, asi que voy a terminar. Te amo ahora y por el resto de mi vida.» Después de la firma hay el añadido siguiente:
Luego:
Buck vino. Durmió 12 minutos y creyó que era por la mañana; quería hablar conmigo: los muchachos deseaban agradecerme el haberme quedado hoy. Le dije: «A fornicar, señor coronel; me he quedado sólo para divertirme. No se ponga sentimental conmigo, viejo inútil, cáncamo perverso, y váyase a dormir que mañana abriremos las puertas del salón de bailes de las bananas».
El 26 de noviembre continúa la sucesión de cartas, con más o menos las mismas noticias.
«Nada de escribir ya, Pickle.» Esa noche regresó «rapidísimo» de ver a Buck. Cenó con Tubby. El jefe le dio dos botellas de brandy que llevará al otro día «a la canalla». Después dice: «Aunque suene extraño tengo confianza en lo de mañana; he terminado de leer un informe de 42 páginas (u observaciones informales) del psiquiatra de la división. Contiene muchas partes interesantes. Pero me entusiasmó porque sabe todo acerca del miedo y nada sobre el coraje. Creo que incluso ha llegado a considerarlo como algo barato y, en realidad, desde su punto de vista, es malo; si el valor se difundiera, los psiquiatras se quedarían sin trabajo (observación barata de mi parte).» Refiriéndose a las relaciones de Hemingway con el psiquiatra, y a la fatiga de combate, a lo cual se alude evidentemente en esta carta, Malcolm Cowley, en «Un retrato de mister Papa», dice: «Los oficiales de la Cuarta Division... lo llamaban Ernie, apelativo que toleraba solamente a sus amigos íntimos, o el Cazador Kraut, o el Viejo Doctor Hemingstein —cuando discutía con el psiquiatra sobre la fatiga de combate—, o repetían su propia descripción de sí mismo llamándolo Ernie Hemorroide...»
De todas formas Hemingway, en su carta a Mary, pasa por alto la opinión del psiquiatra: «Todos vivimos allá con nuestro maldito dolor y nuestro embotado orgullo y la vara de nuestra lanza rota, y ningún hijo de puta sobre esta tierra nos vencerá.. y el psiquiatra no conoce de esto.»
Hace proyectos para el futuro y se excusa por adelantado de su fatiga: «Pickle. si regreso a casa cansado, perdóname por adelantado porque pasará rápido y procuraré no aburrirte con lo mismo. No te pediré que me hagas favores. Solo nos acostaremos un largo rato en la cama y te diré lo que se me ocurra...»
Nuevamente le presenta su caso como escritor, sacudido por fuertes vivencias:
Pickle esta no es una carta autocompasiva. Es que realmente soy un escritor, y no puedo cerrar mi imaginación como una pila de agua para que funcione en otra cosa. Pero la gente me da lástima, toda la gente, pero sobre todo la infantería. Y ahora me voy. Reconozco que he sido inhumano y que solo me han interesado los resultados. He querido a mis amigos pero había suspendido el sentir compasión, excepto cuando me encontraba lejos de allí, y, por tanto, comienzo a observar todo y hacerlo es duro. Todos los días son ahora días de poema.
Está harto de todo. Su ánimo se ha agotado y ese espíritu se refleja sobre todo al final de la carta: «Desde que vine para acá supe que estaba cansado. Al carajo con el cansancio. Vamos a ponernos en forma, descansados y saludables, y trabajar bien. Tú y yo; somos socios.»
La despedida es una reiteración de su amor.
Te amo, mi amor, la más hermosa, la más sincera, la más complicada, la más sencilla y la más solitaria. Puedo verte ahora y es una visión adorable.
Te abrazo muy fuerte, mi queridísimo corazón,
tu
Only.
El 27 de noviembre de 1944 escribe de nuevo.
Había pensado enviarle con Hank Gorrell cinco cartas que no quería que anduvieran dando vueltas por los buzones, pero pensó que tal vez se le complicaban las cosas en París o se olvidaba de echarlas, y creyó que lo mejor sería esperar hasta que pudiera enviarlas al seguro. «Las cartas solo dicen que te amo. Pero es lo que escribo por las noches cuando solo te tengo a ti para conversar.»
Hay un temor manifiesto a que alguien pudiera revisar su correspondencia íntima: «Ayer, a la medianoche, me percaté de que cualquiera podría sacar una carta mía dirigida a ti de tu buzón y entonces nada evitaría que toda Fleet Street se enterara. Y creo que he sido estúpido y descuidado contigo.» Piensa que quizá no ha sabido nada de ella en cuatro días porque no recibió las cartas que él le mandó. Tuvo la idea de enviarle esas y ahora la desecha.
La ha pasado peor que nunca. Se enteró de que Bill Walton estaba con el Primer Ejército y trató de localizarlo, pero sin resultado. Entonces tuvo que volver rápido con Buck. Los combates arreciaron. No le da importancia a lo que escribe para Collier's, solo trata de hacer buenas crónicas, ya que es un profesional, pero se ha dado cuenta de que ellos habían cortado todos los párrafos divertidos de la primera parte de una de sus crónicas de guerra. «Supongo que para proteger a ciertos farsantes.» Tampoco utilizaron las fotografías, ni ninguno de los nombres, números, etc., aprobados por el censor. «¿Cómo te cae eso? Eso es para hacerme sentir bien después de todo lo que hemos estado pasando. (Les envié el cable apropiado.)»
Luego de despedirse con las usuales promesas de amor, agrega: «Estoy escribiendo esto para el Daily Mail; para tu excompañero, el ladrón de tus cuentas de ahorro, por si acaso él [Noel Monks] llega a leerlo, o para cualquier otro hijo de puta que no deba hacerlo. Only.»
El miércoles 29 de noviembre anuncia que él y Willie Walton no pueden estar de regreso el sábado. Primero pensó que podría, pero le era imposible abandonar a Buck. Llegaría de lunes a miércoles.