26
Si dos mujeres cuchichean y paran bruscamente cuando te acercas… es sin duda que hablan de sexo.
¡Y si una de ellas es tu mujer, seguro que hablan de ti!
ARTHUR MILLER
—¿Vas a ir esta tarde a casa de Pili? —preguntó Darío a su hermana.
—Eso espero. Lo tengo todo preparado para esta noche, y me encantaría felicitar la Navidad a mis amigos. Hemos quedado a las cinco, así que a las siete estaré en casa. No te preocupes.
—No me preocupo, lo digo porque Iris quiere ir con sus amigos a pedir el aguinaldo y me han liado para que los acompañe. Dice que doy miedo.
—¿Perdona? —Ruth levantó la vista de la merluza en vinagreta que estaba haciendo y observó a su hermano. Este sonreía de oreja a oreja—. ¿Das miedo a los amigos de Iris?
—No, a sus amigos no. Iris dice que si los acompaño, como doy miedo, la gente les dará más aguinaldo que si van solos. Dice que cuando van solos no les hacen caso.
—Ah. —Ruth miró a su hermano. Miedo, lo que se decía miedo, no daba. Pero imponía respeto. Era alto, casi un metro noventa, tenía el pelo negro como la noche y le hacía falta un buen corte. Las facciones duras y angulosas, la mandíbula marcada. La nariz recta y quizás un poco larga. Los hombros anchos, el pecho amplio. Vestía siempre con camisas de cuadros, de tipo leñador, y vaqueros desgastados, y, cómo no, con sus sempiternas botas de montaña. Y ella sabía de primera mano que bajo la camisa tenía unos abdominales muy marcados, fruto de las horas que pasaba en el gimnasio todos los días—. No es mala idea que los acompañes.
—Eso he pensado. Vamos a ir después de comer. Así te dejamos libre para que veas a tus amigos tranquila.
—Gracias. Eres un sol —dijo besándolo en la mejilla. No le importaba ir con su hija a ver a sus amigas, pero la conversación se veía muy limitada cuando la niña estaba presente.
—Y de paso, podías decirle a Pili que te dejara algo de ropa para esta noche. Más o menos gastáis la misma talla. ¿O vas a ir vestida con un traje?
—En realidad, había considerado ponerme la falda azul y el top a juego.
—¿Vas a ponerte la misma ropa que la última vez?
—¿Por qué no?
—Porque ya te ha visto con ese conjunto.
—Vaya, no lo había pensado. Lo comentaré con Pili, pero intuyo que su ropa no me va a servir. Ella está mucho más esbelta que yo.
—Ya no —respondió Darío enfurruñado. Su hermana se estaba descuidando demasiado—. Estás demasiado delgada —rezongó.
—No gruñas.
—No estoy gruñendo, estoy siendo sincero. Tienes que comer adecuadamente y a las horas establecidas. Y en vez de eso, te olvidas o comes cualquier cosa. Te estás consumiendo poco a poco… y eso es peligroso.
—Darío. No pienso discutir mi alimentación contigo, y menos en este momento. Estoy sumamente ocupada.
—Tú misma, hermanita. Espero que lleves en el bolso un buen surtido de ampollas de glucosa para cuando te caigas redonda —rezongó enfadado yéndose de la cocina.
—No digas tonterías —refunfuñó Ruth—. Siempre llevo mis galletitas —siseó para sí.
Ruth suspiró y centró su atención en las gambas, las patas de buey y los bígaros que se cocían a fuego lento.
Era Nochebuena, y ella no tenía nada que ponerse. ¡Genial! ¿Cómo no había caído antes? Fácil: entre el trabajo atrasado y los nervios por tenerlo todo listo para la llegada de Papá Noel, se había olvidado por completo de ella misma. Como siempre. Y menos mal que Marcos no había aparecido por el centro el día anterior. Lo contrario habría sido una verdadera locura. Apenas si había dormido un par de horas y, aun así, no había terminado el trabajo pendiente hasta pasado el mediodía, momento en que el señor García se presentó con más informes que revisar y más datos que actualizar. Elena se había ido de vacaciones sin dejar su trabajo terminado o, mejor dicho, sin ni siquiera haberlo empezado.
Lo había terminado todo por los pelos, en el plazo justo de tiempo y a costa de robarle horas al sueño. En fin, pensó decidida, colando el agua de los macarrones del mediodía, comería, se arreglaría e iría a casa de Pili a pasar un rato con sus amigos. Seguro que eso la relajaría. Abrió el horno y comprobó que la coliflor con bechamel estuviera bien gratinada.
Llegó a casa de su amiga un poco más tarde de las cinco y media. Dani, Luka, Alex, Pili y Javi estaban sentados en el comedor, tomando unas cervezas mientras charlaban sobre mil y una cosas. Ruth sonrió al comprobar que a Luka la acompañaba su amigo con derecho a roce, Alex. Puede que su amiga no lo tuviera muy claro, pero los demás veían totalmente transparente que Alex iba a ascender en breve de categoría; seguramente alcanzaría el grado de novio oficial antes de fin de año.
—¿Alguien me proporciona algo para beber? —preguntó al aire.
—Claro, vamos a la cocina, y te enseño lo que hay —dijo Pili levantándose.
—Me apunto, mi vaso está vacío —comentó Luka siguiéndolas y dejando su vaso medio lleno sobre la mesa del salón.
Dani y Javi se sonrieron, a la vez que Alex miraba a su chica fijamente.
—No te asustes, Alex. Es cosa de chicas. Quieren charlar a solas y en vez de decirlo se inventan una excusa. Tranquilo, tío. Ya te acostumbrarás —explicó Dani divertido.
Una vez en la cocina, y con unas preciosas copas llenas de buen rioja en la mano, las amigas iniciaron su charla lejos de los oídos masculinos.
—Y bien. ¿Ha vuelto ya el tipejo ese?
—Tiene nombre. Y sí, el lunes se presentó en el centro con el equipo fotográfico y un periodista dispuesto a averiguar todo lo que sucede allí —respondió Ruth irritada.
—¡Así que ha cumplido lo que decía! Al final no va a ser tan capullo como creíamos —exclamó Pili ilusionada.
—Nunca se sabe. Sale ganando con el reportaje. Por el interés te quiero, Andrés —comentó Luka frotando los dedos corazón y pulgar.
—Bueno, tampoco es plan de desaprovechar un trabajo tal y como está el panorama —defendió Pili a Marcos.
—Si no digo que no. Lo que digo es que el tío es un listo. No solo consigue un reportaje estupendo, sino que además se tira a Ruth. Vamos, dos por uno.
—¡Luka! Retira lo que has dicho.
—No. Es la pura verdad. Te tiene comido el coco… y otra cosa.
—Luka, no seas bestia —aconsejó Pili.
—¿Y qué? —Rebatió Ruth—. ¿Qué problema encuentras? Nos lo pasamos bien, pues sí. ¿Y? Él consigue un reportaje. Perfecto. Yo consigo promocionar el centro en una revista con tirada a nivel nacional. Ambos salimos ganando.
—Mirándolo de ese modo… llevas toda la razón —aseveró Pili.
—Joder, y qué me dices del sitio al que te llevó la última vez. Era un puticlub. —Esta era Luka.
—No. Era un club social —contestó Ruth arrepentida de habérselo contado a sus amigas en la última conversación a tres que mantuvieron por teléfono.
—Un club social donde la gente se dedica a follar delante de todo el mundo —aseveró Luka.
—Y en los reservados. No te olvides de los reservados, Luka —intervino Pili, intentando llevar la conversación hacia otros derroteros—. ¿Le has preguntado por cuánto le salió la noche? Estoy planteándome llevar a Javi a ese sitio como regalo de Reyes.
—¿Qué? —preguntó Luka alucinando.
—Ya sabes; en vez de regalarle un reloj, le regalo una noche de lujuria.
—¡No fastidies!
—¿Por qué no? ¿No te gustaría llevar a Alex a un sitio así?
—Mmmm… pues en realidad no me lo había planteado… Ruth, vuelve a contarnos cómo era el lugar —comentó Luka guiñando un ojo divertida.
Ruth rompió a reír y se lo contó todo, bueno, casi todo, otra vez, y otra, y otra. El posible enfado entre amigas se convirtió en cuchicheos y bromas escandalosas y subidas de tono, de las que los accesorios masculinos abandonados en el comedor oyeron solo las carcajadas.
—¿Qué ha dicho del bigotito fucsia? ¿Le ha gustado? —preguntó Pili.
—Yo imagino que sí, porque no deja de tocarlo —comentó Ruth en tono pícaro.
—Demonios, pues si llega a ver la flecha le da un pasmo —exclamó Luka recordando ese diseño en particular, que apuntaba exactamente donde todo placer se dispara.
—No, mejor el rayo. Ese sí era la bomba —rebatió Pili.
—Estoy pensando en convencerle para que me deje diseñarle algo en el pubis —comentó Ruth animada.
—¡No! No me lo puedo creer. ¿Qué le ibas a diseñar? ¿El mostacho de Groucho Marx para que fuera a juego con el tuyo? —comentó Luka riendo.
—¡Ja! Como si se fuera a dejar —exclamó Pili.
—No veo por qué no. Al fin y al cabo ya está depilado; solo es cuestión de convencerle para que no se depile al completo… —aseveró Ruth.
—¡No! No lo dices en serio.
—Sí.
—¿Estás segura? ¡Es que no me lo puedo creer! —exclamó Pili con los ojos haciéndole chiribitas.
—Casi segura. Estaba oscuro y Marcos estaba sentado. Verlo no lo vi, pero lo sentí en los dedos o, mejor dicho, no lo sentí —susurró Ruth alzando las cejas un par de veces.
—¡Ja! En los dedos y en la boca, porque anda que no se tiene que notar. De encontrarlo lisito y sin vello a tener que andar escupiendo pelos cada dos por tres —comentó riendo Luka a la vez que hacía como que escupía—. Voy a ver si convenzo a Alex para que se los quite.
—Pero no le digas que use cera, le puede dar un pasmo —comentó Pili riendo.
—Naaa, le diré que se los rasuro yo, que le enjabonaré bien con espuma. Así seguro que no se niega —contestó Luka guiñando un ojo.
—¿A quién vas a enjabonar? —preguntó Javi entrando en la cocina—. Pásame tres cervezas.
Las chicas se quedaron calladas. Mudas.
—¿Pasa algo? —inquirió Javi, solo ante el silencio.
—No, nada —dijo Pili.
—Qué va —aseguró Luka.
—En absoluto —coincidió Ruth.
—Vale. Las cervezas, Pili. Dámelas. —Estiró la mano señalando la nevera a la vez que miraba a su petrificada novia—. Gracias —dijo cuando ella reaccionó y se las dio. Luego se dio la vuelta y salió de la cocina diciendo en voz muy alta—: Tenías razón, Dani. Están hablando de nosotros.
—Y bien, ¿cuándo vuelves a verlo? —preguntó Pili tras cerrar la puerta de la cocina.
—Esta noche.
—¡Vas a salir en Nochebuena! —exclamó Luka a la vez que ponía la mano sobre la frente de Ruth—. No parece que tenga fiebre —comentó a Pili.
—Eh. ¿Por qué haces eso?
—Porque es la primera vez desde que te conozco que sales de casa la noche de Papá Noel. Siempre te quedas esperando a que llegue. —Sonrió Luka.
—Bueno, alguna vez tiene que ser la primera, ¿no? Además pienso regresar antes de las tres para colocarlo todo y estar preparada cuando se levante Iris.
—Joder, Ruth —exclamó Luka divertida—, eres la única persona mayor de edad que conozco que sale por la noche con hora límite de vuelta a casa.
—Eso significa que es una chica responsable —acotó Pili.
—Mmm, a todo esto, Pili, ¿crees que algo de tu vestuario me puede sentar más o menos bien?
—Imagino que sí. ¿Por qué?
—Es que no tengo nada adecuado para esta noche.
—¿Vas a salir esta noche con Marcos y no tienes nada que ponerte? —gritó Pili asombrada. Ruth era la repera.
—Chis. No grites —aconsejó Luka segundos antes de que la puerta de la cocina se abriera de golpe estampándose contra la pared.
—¿Con quién se supone que vas a salir esta noche? —preguntó una voz fuerte y profunda desde la puerta, en un tono calmado que sugería cierta irritación.
—No es asunto tuyo, Javi. Vamos, vuelve al comedor a charlar de lo que quiera que estéis charlando. Seguro que hay algún partido de fútbol que quieres comentar con Alex y Dani. —Pili empujó a su chico fuera de la cocina.
—Ni hablar —comentó él cruzándose de brazos en el umbral de la cocina. Ni un tanque podría moverlo—. ¿Con quién vas a salir, Ruth?
—No creo que sea de tu incumbencia, pero si tanto interés tienes: con Marcos. Y ahora, si me permites pasar, creo que es hora de que vuelva al comedor con el resto de los contertulios —contestó Ruth desafiante.
Javi se hizo a un lado cediéndole el paso, pero, según pasaba junto a él, la agarró suavemente por el codo.
—Confío en tu criterio, pero aun así ten cuidado —le susurró al oído.
—Descuida.
El grupo se reunió de nuevo en el salón durante cinco minutos. Luego Pili recordó que tenían que revisar el vestuario de Ruth y, todas a una, se levantaron y se dirigieron al dormitorio, dejando a los chicos solos. Otra vez.
Cuando salieron al cabo de una hora, Ruth llevaba en una bolsa el conjunto de fiesta que Pili había usado la Nochevieja de hacía diez años. Se despidió del grupo y se marchó deprisa a su casa para terminar la gran cena de esa noche.
—Está demasiado delgada —dijo Luka poniéndose la chaqueta para marcharse.
—Yo la veo bien —contestó Dani.
—Tú no la acabas de ver desnuda probándose vestidos —aseveró Pili—. Debería vigilarse más, no puede permitirse el lujo de consumirse de esa manera.
—¿Qué vestido se ha llevado al final? —preguntó Javi curioso.
—El conjunto plateado de falda y top.
—¿Cuál?
—El que me puse la primera Nochevieja que me dejaron salir por la noche.
—¿Ese? ¿Le vale? Si en esa época no tenías tetas ni caderas ni culo… ni nada. —Era imposible que una mujer entrase en ese conjunto.
—Una talla treinta y seis —refunfuñó Luka.
—Voy a tener que hablar con Darío —amenazó Javi a nadie en concreto.
—¿Y tú crees que Darío no se ha dado cuenta? —repuso Luka irónica. Todos conocían el carácter del hermano de Ruth, y todos sabían el caso que le hacía Ruth a Darío.
—Joder —exclamaron Javi y Dani al unísono.