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Si has construido un castillo en el aire,
no has perdido el tiempo;
es allí donde debería estar.
Ahora debes construir los cimientos debajo de él.
GEORGE BERNARD SHAW
Septiembre de 2008
Marcos apagó el cigarro en el vaso que utilizaba como cenicero sobre la mesilla de noche. Estaba tumbado en la cama de su estudio alquilado en Memphis. Una de las sillas estaba ocupada por una mochila azul descolorida y decorada con parches y pegatinas, que contenía casi toda su ropa. En el suelo, una impresionante y carísima maleta de tela acolchada guardaba cuidadosamente sus útiles de fotografía.
Llevaba apenas un año viviendo allí, aunque vivir no era la palabra adecuada. Más bien pernoctaba allí entre reportaje y reportaje. Antes de Memphis había estado en Idaho, Oregón, Texas, Florida… Los contratos le llegaban por correo electrónico y él, a su vez, mandaba sus fotos vía Internet, por lo que solo el capricho decidía su lugar de residencia. El año que llevaba en ese estudio era el periodo de tiempo más largo que había pasado alojado en un mismo sitio. Quizá la razón fuera que estaba harto de ir dando tumbos de un lado a otro. Tenía veintiocho años y necesitaba un lugar al que llamar hogar. Y ese estudio alquilado en Memphis distaba mucho de su ideal de hogar.
Al reportaje sobre el turismo en España, le habían seguido varios, tanto en la península como en las islas. Fue un punto y aparte en su carrera. A partir de ahí los trabajos habían empezado a llegar cada vez con mayor asiduidad. Revistas distintas, con mayor alcance mediático cada vez, contrataban sus servicios para reportajes específicos en España, ya no solo sobre turismo, sino sobre cualquier cosa. Hacía varios viajes a su país cada año y la última propuesta era de Conocer España, una revista de nueva tirada que pretendía componer una especie de mosaico sobre el país, tratando el turismo, la historia, la vida común, las ultimas noticias, la sociedad, en fin, de todo un poco, y querían contar con él a tiempo completo.
La oferta le había tentado desde el principio. Tenía ganas de establecerse en algún lugar, ¿y qué mejor sitio que Madrid? Además, las revistas americanas le habían catalogado ya como colaborador en España y no le ofrecían otro tipo de trabajos. De esa manera, incluso podría matar dos pájaros de un tiro, tener un trabajo estable, o al menos todo lo estable que pudiera ser trabajar para una publicación, y seguir aceptando reportajes ocasionales de otras revistas. Y como colofón, estaría cerca de su madre —si las cosas no iban mal, lo mismo vivía con ella hasta que ahorrara lo suficiente como para alquilar algo; ya se vería— y podría visitar a menudo a uno de los pocos amigos de verdad que tenía.
Tan tentador le resultaba que se había puesto en contacto con Conocer España, había aceptado el puesto y, a continuación, les había contado las nuevas a sus padres y a Carlos. En menos de un mes estaría en Madrid.