CAPÍTULO XIII
Lunes. A veces no hay cosa mejor que un buen susto. Cuando nos vemos enfrentados con un peligro serio, aunque no sea real, como en este caso, apreciamos las cosas que tenemos. Ahora sé perfectamente qué apegada estoy a la vida. Así que con todo gusto, feliz, voy a dejar de pensar tonterías.
Los médicos siempre dicen que si el paciente tiene una actitud positiva se cura más pronto. Y debe ser cierto, porque si una está deprimida empieza por no cumplir el tratamiento al pie de la letra. Yo ahora lo voy a cumplir con todo cuidado. Y con toda seguridad se va a acelerar el proceso. Es en los momentos de crisis cuando hay que mantener la serenidad. Y yo la voy a mantener. La cuestión es que pase este momento, por los dolores, que es lo que más puede asustar. Y después ya no le voy a tener miedo a nada, porque vendrá algún tratamiento incómodo, pero eso es lo de menos. Más se les pregunta a los médicos peor es, así que yo no les voy a preguntar nada, de semejante disparate que dijo el desalmado ese. Es un disparate que me tengan que operar de nuevo, ante todo me lo habrían preguntado los médicos, si estoy de acuerdo, si tengo el dinero para pagar. Sobre todo eso. No hay nada mejor que aclarar las cosas por escrito, porque pensando nada más uno se puede confundir. Mientras que anotando las cosas todo se aclara.
Eso de que hablaron con mamá no puede ser, además no creo que aceptasen la garantía de un pago, así nomás, de palabra. Y desde la Argentina, con las dificultades que hay para sacar divisas de allá. Todas argucias de él para que lo ayudase en su plan. Se ve que estaba decidido a cualquier cosa, incluso a darme este susto mayúsculo. Pero poniéndolo todo por escrito me ayudo a ver más claro. Por tembleque que tenga el pulso lo mismo alcanzo a entender lo que escribo. Y no tengo que dejar de hacerlo, seguir anotando todo. En las pocas horas que estoy bien despierta, porque por suerte este tratamiento tiene la ventaja de hacerme dormir tanto. Al mismo tiempo que hago el tratamiento descanso, no siento dolor, es mucho mejor así, que lo hayan intensificado tanto.
Lo único que lamento es que con tan pocas horas por día de completo despejo mental, me queda poco tiempo para pensar en todos los planes que quiero cumplir, una vez fuera de la clínica. Primerísimo de todo estar atenta a mi salud. Gimnasia, tengo que encontrar un lugar donde me pongan a hacer gimnasia, y corregir la tendencia a encorvarme. Y encontrar otro trabajo, poco a poco acercarme más a lo mío, estar más cerca de la música, aunque sea siempre la misma tarea de relaciones públicas. Y ver de qué modo ganar un poco más de plata, para poder viajar. Y fuera de México comprar trapos, renovar un poco el guardarropa, porque con estos precios de acá imposible vestirme como me gusta.
Lo que no debería es vender las alhajas, por malos recuerdos que me traigan. ¿Me habrán traído mala suerte? Es tonto pensar en eso, al contrario, puede ser que me hayan traído buena suerte, y que por eso la operación salió bien. No las voy a vender. Al contrario, voy a aceptar si me regalan más. Sí, está claro, viajes no me voy a poder pagar yo con mi trabajo, mamá la pobre con sus pesos devaluados no me va a poder pagar un lujo así tampoco. Tendría que dejarme invitar por un tipo. ¿Pero serviría yo para eso? Creo que nunca más me voy a dejar tocar por un tipo, a no ser que se trate de ese hombre superior. Que tarde o temprano llegará. Hay que saber esperar. Ni bien salga de acá voy a empezar una nueva vida. Nada de preocuparme por tonterías, voy a ser siempre positiva, no le voy a dar importancia a cosas que no la tienen, como hacía antes. Con tener salud ya voy a estar contenta. Sí, hago esa solemne promesa, me voy a conformar con estar sana. Creí que iba a llenar más hojas, pero esta molestia dentro de un rato va a ser insoportable. Pero todo es pasajero, ya en unos pocos días más no voy a sentir ya dolor, va a disminuir, así como aumentó. Como cuando viene una gripe, va aumentando la molestia, la fiebre, una sabe que al día siguiente va a estar peor, y llega la fiebre a su punto más alto y de ahí ya viene la mejoría, una sabe que al día siguiente se va a sentir mejor, hasta estar sana. Y ya de saber que hoy él está tomando el avión para Buenos Aires, ya me siento mejor. Y mañana, de sólo saber que va a estar allá, a miles y miles de kilómetros, me voy a sentir mejor todavía.
Yo nunca los voy a comprender, para mí son seres de otro planeta. Cómo alguien puede llegar a bajeza tal, para mí está más allá de toda comprensión. Qué irresponsable, qué bestia. Yo he oído de casos de enfermos que se han suicidado al enterarse de que su mal no tenía cura, así que yo, si le hubiese creído esa mentira, hasta podría haberme suicidado. ¿No pensó él en las consecuencias de semejante acto? Es que ellos tienen una vanidad más fuerte que todo, y si una se les enfrenta son capaces de cualquier cosa. No saben perder, ellos se creen nacidos para conquistar al mundo, por eso se enojan tanto cuando una se les atraviesa en el camino y no los deja pasar. En ese momento les sale no sé qué furia de adentro, les sale como un buitre de adentro del pecho. A mí me dan miedo cuando están así. No sé por qué dan tanto miedo. Debe ser porque a ese buitre no le importa nada de nadie. Es un pajarraco que lo único que sabe es atacar, sin medir las consecuencias. Cuando le dije a Fito que lo dejaba, nunca me había imaginado que alguien pudiese enfurecerse de ese modo, me dijo todo lo que se le vino a la cabeza con el afán de destruirme. Nunca le había visto esa cara de loco que puso, o sí, algunas veces lo había visto enojado, pero no conmigo, cuando perdía el equipo de Independiente. Todos los domingos esa bomba de tiempo a las tres de la tarde, el partido de fútbol. Yo sabía que me convenía salir de casa a esa hora, especialmente si él se quedaba a escucharlo por radio o verlo por televisión. Si él iba a la cancha era mejor, porque en el viaje de vuelta ya se ventilaba.
Mejor llamo a la enfermera, unos minutos va a tardar en venir. En fin ¿y con un ser así una mujer tiene que compartir toda la vida? ¿y además quererlo? ¿qué tienen adentro estos tipos? ¿y una se tiene que sentir frustrada si no está al lado de un monstruo así? Y sí, es cierto, nos sentimos frustradas si estamos solas. ¿Pero por qué? ¿de puro masoquistas? Y no es por ese placer de la noche, ¿qué placer? porque una vez que sabemos la porquería que es el tipo ya no sentimos nada más. ¿O las demás siguen sintiendo? Eso nunca se puede saber porque esas cosas no se preguntan. Y si una es tan grosera y atrevida que lo pregunta, ninguna otra mujer contesta.
Realmente no sé si es sugestión o qué, pero apenas aplicada la inyección ya esta vez me alivió. No quería dormir, quiero seguir un poco más. Creo que ellos ganan porque dan miedo. Y dan miedo porque tienen más fuerza, fuerza física. Papá era alto. Fito también. Pero el hombre que más miedo me dio en mi vida era bajito como un pigmeo, aquel profesor de latín y griego en la Facultad ¡qué sádico! ¡y qué histérico! Yo no le tenía miedo a los puños de él. Entonces no es la fuerza física. Bueno, sí, ellos también dan miedo por la fuerza física. ¿Entonces qué? creo que dan miedo porque una sabe que si no es con la fuerza de los brazos, es con el buitre de adentro que asustan a la pobre tonta que se les pone delante. Ellos ganan porque les viene la furia asesina mucho más fácil que a una. Sí, ahí estoy segura de que tengo razón, porque los hombres que están casados con mujeres enfermas de los nervios, histéricas, les tienen miedo a ellas. Porque gana el que se enoja primero. Entonces ellos ganan por histéricos. Una les tiene miedo por histéricos, ni más ni menos. ¿Pero entonces por qué razón es que una puede llegar a enamorarse? ¿será porque nos pueden dar una sensación de apoyo, de protección? ¿porque nos da lástima verlos tan histéricos? A mí no me dan lástima, me dan rabia. Claro que sí son dignos de lástima, si una piensa que tienen que vivir con ese pajarraco anidado adentro, entre las costillas.
Pero el mundo es de ellos. Hasta el Papa es hombre, los políticos, los científicos. Y así está el mundo. El mundo está hecho a imagen y semejanza de ellos. Todo tan deshumanizado, tan feo, tan áspero. Aunque papá no era así, no le gustaba el fútbol, ni las peleas de box con esas caras hechas bofes ensangrentados, ni que fuera época de gladiadores. Con papá en casa los domingos no había necesidad de irse, y escuchábamos música, la transmisión directa por radio de la matinée del Colón. Pero los domingos no siempre estaba él. Y esto es verdad, debo admitirlo: de vez en cuando le encantaba ir a cazar. Me quería llevar con él, se enojaba porque a mí no me gustaba.
Dormí un rato, siento la boca seca. Tal vez un caramelo me quite más la sensación de sed que tanta agua mineral. Una vez lo acompañé a papá. Con esa sola vez ya me bastó, apuntarles a esos pobres conejos, y después encontrarlos con el corazón todavía latiéndoles, con los ojos abiertos. Esa sensación de matar. Yo quise usar el rifle, y apreté el gatillo, pero sin la menor puntería, y me parecía muy divertido cargar la bala. Pero cuando por fin mataron al primer conejo, y lo fui a buscar, no me lo olvido más en la vida. Yo soy loca, y exagerada como dice mamá, pero me pareció que era como encontrar un herido en una trinchera, de la primera guerra mundial. Y una es hipócrita, porque después una se come con todo gusto una liebre. Pero es otra cosa. Y si hay gente que para ganarse la vida tiene que trabajar en un matadero, eso también es otra cosa. Pero que haya gente que se divierta matando a esos bichos, que lo haga por deporte, no me cabe en la cabeza. Y papá era uno de ellos.
Está clarísimo, si el mundo de ellos es ése, el mundo del fútbol, del box, de las cacerías… Pero no me expreso bien, cuando digo el mundo de ellos lo que quiero decir es… no sé qué palabra elegir, las imbecilidades que tienen en la cabeza, pero que no confiesan. El mundo interior de ellos, ésa es la expresión me parece. ¿Porque qué es lo que les gusta tanto del fútbol? Debe ser que se identifican con el que patea fuerte, con el que corre más ligero, con el que engaña con esas gambetas famosas. Para Fito gambetear era un verbo de dioses. Todo competitivo, ser el más gambeteador, el más esto, el más lo otro. ¿Y en el box? se identificarán con el que pega más, por supuesto, con el que castiga, yo he oído nombrar como castigadores a los campeones de boxeo. Y para qué buscar la razón del placer de los cazadores… Mejor ni pensarlo. Y ése es el bello mundo interior de los hombres. Su paisaje interior, el paisaje dulce de sus almas. Y la verdad es que se parece mucho al mundo real, lleno de guerras y violencias de todo tipo. El parecido es innegable, qué curioso. Pero qué estúpida soy ¡si son ellos los que construyen el mundo! a su imagen y semejanza. Un mundo de guerras, de ataques histéricos entre países, de explotación de débiles. Porque son eso los gobernantes ¿qué diferencia hay entre Hitler y un marido histérico que llega a la casa borracho y maltrata a la familia, y se pelea con los vecinos? Es lo mismo.
Yo no me imagino un mundo gobernado por mujeres. Porque lo que tenemos nosotras en la cabeza es vestidos, y cortinas y manteles, y botas de Dior, y carteras de Gucci, y pañuelos de Hermès y relojes de Cartier, y bolsos de Vuitton, y tapados de leopardo y de ocelote y de potrillo y de visón y de chinchilla y de martas, y pulseras de platino y collares de esmeraldas y aros de cualquier cosa que sea carísima, y perfumes franceses, y alfombras persas y jarrones chinos y por favor me muero si me falta un biombo lacado también chino, y muebles antiguos coloniales si es una casa de campo. ¿Qué más tenemos en la cabeza las mujeres?
Lo pienso un poco y se me ocurren más cosas: poemas de amor, conciertos melosos de Rachmaninoff, y cuadros de Delacroix, y bossa nova que ya no sé si está todavía de moda, y el baile último que me encanta, el hustle, porque son ésas las cosas que nos llenan la cabeza, ¿y cómo sería un mundo hecho a imagen y semejanza de la mujer? Bien decorado estaría, por lo menos. Pero está mal que me eche tierra encima, como mujer. No solamente de esas tonterías estamos llenas, también de una real sensibilidad. Un mundo hecho por mujeres tendría que ser como un dúo de Fiordiligi y Dorabella en Cosí fan tutte, un mundo donde todo es gracia, soltura, liviandad. Nada como la música de Mozart para sugerir un mundo armonioso, al que se haya venido para gozar cada minuto de nuestra existencia. Si los hombres tuviesen más música adentro del corazón, más Mozart, el mundo sería diferente. Pero todo lo lindo nos lo acaparamos nosotras, a ellos les tocó todo lo feo, les hemos arrebatado todo lo bueno. Y ellos encantados con la basura que les tocó.
Pero Alejandro jamás ve fútbol, y odia el box, y todo lo que sea deporte violento. Uno de sus proyectos en el gobierno era proponer la abolición de las carreras de autos. Y adora la música, está lleno de música, adentro de él no cabe más una nota. Y sin embargo es lo que es. Eso significa que todo lo que he anotado en este cuaderno esta tarde, no tiene el menor sentido. Tengo que admitir que no entiendo nada de lo que pasa, ni a mí ni a los demás. Pero no pretendo nada, no pretendo entender nada, me conformo con la suerte que tuve, de que esta operación tan peligrosa que me han hecho haya tenido muy buen resultado.
Una amable voz sin sexo anunció por altoparlantes la salida del vuelo. W218 estaba al frente de su grupo, pálida y desgreñada. Había pasado la noche en vela, torturada por una duda: no pudiendo acudir a la cita de las diez de la mañana en la Sala de Lectura, puesto que para entonces estaría levantando vuelo hacia Urbis, la única manera de ver antes a LKJS implicaba una nueva visita a la calle del Roble, comprometedora para él. Fue al amanecer que tomó la resolución, agotada ya de oscilar como un péndulo entre dos posibilidades insatisfactorias. Según lo previsible en ella, decidió sacrificarse, soportar la angustia de no verlo y partir sin más.
Los pasajeros procedieron a embarcarse. La muchacha no tenía casi fuerzas para dar esos pocos pasos. Ahora no solamente echaría de menos su amor, también temblaría de miedo, privada de su protección. Todo la señalaba como descendiente de aquellas mujeres desgraciadas, la nodriza y la estrella de cine, y él sabía que ella estaba en peligro. ¿De qué otro modo explicar la obsesión de él con la lectura del pensamiento? Seguramente su amor por W218 le permitía intuir ese peligro inminente. Ella podía estar a punto de caer en alguna red de espionaje, tendida por gobiernos enemigos.
Tomó su asiento en el interior del aparato, cambió sonrisas de circunstancias con el contingente de excursionistas a su cargo. Aseguró el cinturón de seguridad y apoyó la cabeza contra el respaldo, buscando alivio a los músculos de la nuca, comparables a alambres retorcidos y tensos. Los pasajeros estaban ya sentados, solamente las azafatas permanecían de pie, una de ellas procedía a cerrar la puerta de acceso cuando el comisario de a bordo le hizo señal de detenerse. W218 se distrajo un instante mirando el rostro del comisario, éste a su vez la miró. W218 oyó dentro de sí una voz de hombre, «Guapa aunque tristona, le ofreceré una copa gratis para alegrarla, y a la llegada le pediré su teléfono». Era una voz desconocida para ella, y resonaba peculiar a sus oídos, como procedente de amplificadores. W218 decidió que por la falta de sueño oía voces inexistentes, como los locos y los santos. Volvió a mirar a la azafata. Ésta continuaba junto a la puerta y atenta a lo que sucedía fuera del avión. La azafata de pronto sonrió, evidentemente alguien se aproximaba, alguien que merecía una sonrisa muy esmerada. W218 cerró los ojos, le disgustaba el servilismo a que obligaban ciertos trabajos. Su propio trabajo era peor aún, pero se trataba de una tarea civil obligatoria, y de corta duración. Por directa asociación de ideas pasó a examinar fechas y recordó sólo entonces que al día siguiente cumpliría veintiún años, la mayoría de edad. Los últimos acontecimientos habían sido arrolladores al grado de hacerle olvidar en qué día vivía. Volvió a abrir los ojos. No era posible: además de oír voces ahora veía apariciones. El pasajero rezagado, a quien la azafata estaba indicando donde sentarse, era LKJS. O alguien idéntico a él, un doble. Idéntico pero sin ese brillo, o halo, o magnetismo que eran exclusivos de él. El caballero agradeció la atención de la comedida azafata, a continuación buscó con la mirada a alguien.
Al divisar a W218 los ojos del caballero se volvieron dulces como panales de miel, miel oscura y reluciente. En seguida pasó a simular la indiferencia correspondiente a un pasajero que viaja solo. Ella captó el mensaje: durante la travesía debían actuar como si no se conociesen, alguien podía estar vigilándolos. De todos modos no pudo evitar mirarlo de a ratos, sí, era bellísimo, pero… ¿era ése el hombre que le había arrancado el corazón, y que había llegado a estrujárselo, de tanto ceñirlo en un puño? Si bien ese hombre se parecía a LKJS como dos gotas de agua, su presencia no la conmovía, no la arrebataba, no la transportaba a mundos de ensueño. Algún requisito faltaba.
Pronto sobrevinieron turbulencias, el avión se sacudía, crujía el acero de su carcasa. W218 cerró los ojos, la turbulencia aeronáutica absorbió su turbulencia anímica y durante un momento solamente sintió miedo de morir en un accidente aéreo. El avión superó la espesa capa de nubes que producía las sacudidas y se reinstaló en el aire sereno. Ella reabrió los ojos, vio que él ahora los tenía cerrados. Ese hombre era LKJS, ahora no le cabía duda. De él se desprendía un hechizo irresistible, era inútil fingirle indiferencia, la muchacha sólo atinó a juntar sus palmas como en una plegaria, se mareaba en ese viaje fulgurante a que él la invitaba, él la transportaba a otros ámbitos, remotos y temibles esta vez, pensó que una hoja a merced del huracán conoce su aventura más preciada al mismo tiempo que el terror. Todo en él, cada pestaña, los caprichos de las líneas de su frente, cada poro, la subyugaban. De pronto él abrió los ojos, insinuó un guiño de complicidad. W218 deshizo su gesto de plegaria, volvió a ser dueña de sí misma, el hechizo había sido conjurado. Ese hombre no era LKJS. ¿O sí? Lo que veía era un muñeco perfecto, pero sin alma, de ello estaba segura. Una certeza inexplicable y a la vez total. Él seguía mirándola, ahora con expresión de desconcierto. Ella buscó el centro mismo de las pupilas de él, y como le había sucedido al mirar al comisario de a bordo, dentro de sí escuchó una voz, también esta vez como proveniente de amplificadores, en transmisión algo imperfecta. Y era la voz de LKJS, «¡Maldición! ¿será posible que haya olvidado colocarme las lentes de contacto verdes? nada peor que un apurón, y esta imbécil es capaz de darse cuenta». La muchacha se desvaneció, pero sentada como estaba con el respaldo algo reclinado, y el cinturón de seguridad amarrado, daba la impresión de dormir.
Una azafata la sacó de su sueño, para anunciarle que ya habían aterrizado en el aeropuerto de la ciudad de Urbis. W218 miró de inmediato hacia el asiento de su victimario, él ya estaba de pie y le volvía la espalda, mientras acomodaba algo en su bolso de viaje. La muchacha no recordaba la causa del desmayo, ni el desmayo mismo, pero, aun sin saber por qué, la cercanía de LKJS la inquietaba negativamente. Al desatar el cinturón de seguridad, se percató de que alguien había dejado una nota sobre su regazo, mientras dormía. «Amada mía: disimula, por lo que más quieras, disimula. Supe que no acudirías a la cita, simplemente porque mi amor por ti hace que te pueda adivinar el pensamiento. Te he seguido porque no puedo con esta angustia de saberte sufriendo por mí. Sé lo que se agita dentro de ti, esa sospecha de haber sido burlada. Te he seguido para probarte que mi adoración por ti es verdadera. De todos modos te ruego que seas paciente ¡no me saludes, no me dirijas la palabra delante de la gente! Temo haber sido seguido por espías de mi gobierno, he caído en desgracia, ya te lo contaré. A la salida del aeropuerto los despistaré, sé cómo hacerlo. Por lo tanto poco antes de medianoche podré pasar a verte, ya sin miedo de que me sigan. Espera mi visita, te abraza y te besa, tu Amor».
Lo primero que hizo W218 al llegar a su departamento fue buscar en el botiquín del baño un tubo pequeño de color azul. Las conscriptas tenían la orden de llevarlo siempre consigo en caso de problemas con los pacientes, bastaba oprimir su base para que un fluido, apuntado hacia las narices del destinatario, lo atolondrase durante diez minutos. La muchacha seguía sin encontrar explicación a tal actitud defensiva, lo más lejos que llegaba era a pensar que un doble de LKJS podía presentarse a la puerta, con designios imprevisibles.
Eran ya las doce menos cinco de la noche cuando oyó pasos en la escalera. Estaba perfectamente peinada, maquillada, perfumada y ataviada desde las diez y media. Los veinticinco cigarrillos fumados desde entonces le habían enrojecido algo la vista y empastado la boca. Sonó el timbre de la puerta. Levantó la mirilla para ver de quién se trataba, de él o del doble. Ojos verdes la miraban con ternura infinita: W218 no pudo sustraerse a su poder y permaneció más de la cuenta contemplándolos, en esa postura incómoda. Estaba por quitar la traba de la cerradura, sin dejar de mirar cómo él esperaba callado, cuando se oyó nuevamente la voz aquella, la voz de él mismo pero mal transmitida y por demás amplificada. W218 la oía dentro de ella, retumbando en su cerebro mismo, «¿Qué espera esta perra sarnosa para abrir? ¿esperará que le tire la puerta abajo? Estas hembras de la mierda Urbis lo que se esperan es machos a la antigua que las lleven por delante. Pues que no me incite mucho hoy porque hasta le entro a golpes».
La muchacha abrió la puerta y de boca de él brotaron palabras de amor. Pero ella apenas si las distinguía, dentro de sí retumbaban otras y muy diferentes, «Sigue enamorada, no se dio cuenta del olvido de los lentes. Me bastará satisfacer sus ordinarias necesidades carnales una vez más, para tranquilizarla. Mañana volaré de regreso y con una vez por año que regrese a verla la tendremos controlada hasta que cumpla sus fétidos treinta años». La muchacha no sabía si aplicar el fluido azul ya o permitirle que le hiciera el amor. Se decidió por esto último, justificándose con que así podría dar más tiempo al traidor para que desplegase los lujos de su insidia.
LKJS refirió que el gobierno de su país había considerado inmoral su comportamiento en Urbis, a causa del romance con W218. Por ello había sido llamado a reincorporarse a su trabajo habitual en Ciudad de Acuario, no obstante lo cual había tomado el avión esa mañana, impulsado por la pasión. Los relojes dieron las campanadas de medianoche, W218 puso el índice sobre los labios de él en señal de silencio, contó con fruición los doce toques. Acababa así de cumplir los veintiún años técnicamente. La voz que dentro de sí oyó a continuación sonaba clara y sin interferencias, el dispositivo transmisor ahora funcionaba perfectamente, «Solamente una mujer enamorada podría creer mis burdos embustes». La empezó a desvestir, ella le rogó que no hablase durante unos minutos, porque no había para ella música más sublime que la respiración de él, y sus eventuales jadeos.
Lo miró pues fijamente en los ojos verdes y prestó total atención al dictado de la verdad, «Vaya trabajo placentero el mío, me gustan las mujeres y me gusta mentir, así que estoy a mis anchas. Basta con que me esmere en mi prestación para que ella permanezca fiel todos estos años que faltan, nueve visitas en total, eso si mis jefes no deciden antes raptarla y ponerla bajo observación en alguna cárcel de Acuario. Por aquella remota posibilidad de que su poder mental se desarrolle antes de ese todavía lejano cumpleaños. Oh… placer sexual, tú eres el ámbito de mi trabajo, gracias a ti gano mi vida y sostengo a mi familia. Y si algo me reprocho es hacer víctima de este engaño a una colega, porque la pobre también se gana los garbanzos con sus partes pudendas. Y qué disciplina la de ella, jamás se me quejó de su trabajo, me ha dado un ejemplo aleccionador ¿será por eso que estoy cumpliendo tan bien mi misión? Qué peligroso sería que alguien pudiese leerme el pensamiento, es notable que tal cosa pueda suceder, la onda del deseo físico masculino como única conductora de ese rayo de luz que penetra la tiniebla de la mente, su mirada. Una mujer que leerá el pensamiento de todo hombre que la codicie sexualmente, y le permita mirarlo en los ojos. Un peligro para este planeta de hombres, mi planeta. Por eso hay que eliminarla, o por lo menos tenerla bajo control, un control de hombres. Incluso es posible que nosotros la podamos utilizar para nuestros planes de expansión territorial y económica. Será posible engañarla, a pesar de sus percepciones desmedidas. Pobrecita, cómo la estoy haciendo gozar, a veces me da lástima, pobre muchacha, qué generosamente me abre la vía que conduce a su propia destrucción. Y es tan bonita, y tan dulce, una ovejita mansa, qué pena me da conducirla al matadero. Ensuciar el sexo mío con su sangre… Pero le tocó a ella ser la víctima, la naturaleza es cruel y si no la someto a ella será ella quien me someta a mí. Mi ovejita, caricia tras caricia, embate tras embate, beso tras beso, te conduzco al degüello… Déjame que te bese, así, sobre la frente, donde están guardados todos tus pensamientos inocentes y buenos… Me das pena… mi pobre hembrita… me recuerdas esa pobre muñeca que mis hijas arrojan constantemente al suelo, la muñeca de trapo, la más sucia, la que nunca se rompe y por eso maltratan, y cuando no la encuentran me piden que la busque, detrás de algún mueble donde ellas no alcanzan, mis pobrecitas hijas, ellas también hembritas, mis pobres almas, mejor no pensar en eso, pero es por mi propio hogar, mi propia familia que debo sacrificarte, y porque así lo he jurado… hace tantos años… junto a aquellos otros varones escogidos… los más fuertes de cada aula escolar… una noche señalada, cada niño elegido, de la mano de su padre, vestido con prematuro traje de hombre, cuello duro, corbata, pelo severamente rapado, con una vela en la mano entré a aquel recinto oscuro, cientos de velas ardiendo en la sala enorme, los niños-hombre juramentados, que allí recibimos la doctrina, nuestra orden suprema de supervivencia, “Niños de hoy, hombres del mañana, machos del mundo, uníos. Habéis sido elegidos entre los millares de niños de hoy porque sois el orgullo del país, los más fuertes, las vergas arremetedoras y triunfantes del mañana. Pues bien, os hemos convocado aquí para iniciaros en el ejercicio del Mando, recibiros en el Cenáculo del Poder. Las instrucciones necesarias para vuestro comportamiento son sencillas, y vuestro orgullo de seres superiores os las dictará. Pero debéis ser implacables en vuestra misión, ante todo jamás mencionaréis esta ceremonia, y después, primer mandamiento, propalaréis la doctrina entre vuestros hermanos los machos de categoría secundaria, y siguiente mandamiento, aplastaréis con el desprecio a la enemiga natural, la hembra. Como toda criatura inferior, es resentida y taimada, pero las armas de ella serán vanas si el brazo que las empuña tiembla de inseguridad y miedo. Para ello es preciso actuar con la solidaridad total del mundo macho. Para ello es preciso ponernos de acuerdo entre nosotros, y decretarlas indignas de nuestra confianza, sin el menor titubeo. Niño de hoy, macho del mañana: rebaja a la hembra, convéncete antes tú mismo de que es inferior a ti, y así se irá convenciendo ella sola. Despréciala por consiguiente, y así no tendrás necesidad de decirle que es inferior, y menos aún de demostrárselo. No es tonta la maldita, pero hazle creer que sí, porque si no de ella será el reino del planeta”. Los niños temblaban de emoción, las velas que sostenían arrojaban tenues llamas vacilantes, algunos pensaron en sus madres y hermanas, pero todo titubeo fue eliminado muy pronto, porque la Autoridad ordenó a cada padre poner la mano sobre el sexo del hijo y acariciarlo hasta despertar su ansia… Sí, juro… Sí, juro… Ah… ah… sí…, sí juro… juro por este placer inmenso que te doy… ah… ah… y el que me das… mi oveja… el pastor y su oveja… solos, abandonados en la pradera oscura, adentro de esta choza… hasta que un día que haga mucho frío te voy a carnear, para abrigarme con tu cuero… y ni me das las gracias… yo que te acabo de dar lo mejor de mí, y tú ahí callada… como si todo lo merecieras… y como si acaso no merecieras que te degüelle un día y te arranque a tirones el cuero… y te pones a temblar ahora, vaya a saber por qué, pero me gusta verte temblar… por fin te veo temblar… de miedo… que es lo que toda hembra debería hacer ante su macho… temblar de miedo…».
W218 tenía el tubo azul escondido bajo la almohada, le echó mano.