Capitulo 22

El aire de la noche me rodea, húmedo y frío. El suelo en el que estoy tumbada está mojado. No sé si es por la lluvia, o por la sangre que está brotando de mí, cayendo gota a gota desde mis muslos.

Tengo los ojos vendados y un trozo de cinta de embalar en los labios. Pero sé dónde estoy, y eso me llena de miedo.

«¿Es así como fue para ti, Marti? ¿Sabías que era Jeffrey? ¿Supiste lo que iba a hacerte?».

Me pregunto si ella tenía tanto miedo como yo. Marti era valiente, mucho más valiente que yo. Incluso Justin es más valiente que yo. El encontró la forma de escapar.

Yo no puedo moverme. Jeffrey tiene lo que quería, mi impotencia. Estoy desprovista de todo poder, como estaría él si yo hablara para contar lo que sé.

Comienzo a rezar. Rezo a todos mis santos perdidos, y a Dios, que parece que me ha abandonado, aunque ahora sé que fui yo la que se marchó, y no él.

«Cuida de Justin», le ruego. «Cuídalo, por favor».

Todo el abdomen me arde de dolor, y tengo una pesadez extraña en la cabeza. Hay un olor que recuerdo vagamente de las clases de ciencias.

Cloroformo. Debe de haberme dormido con cloroformo para poder traerme aquí.

Yo me obligo a permanecer despierta, alerta, pero estoy demasiado mareada. Ni siquiera puedo moverme.

—Lo siento, pero no hay tiempo para la flagelación esta vez —dice mi soldado romano. Su voz proviene de algún sitio por encima de mí—. Llegó la hora de despedirse.

La voz de Jeffrey suena extraña. ¿Será por sus alergias, en vez de por la emoción?

Cuando me quita la venda de los ojos, sin embargo, me doy cuenta de que mi marido también ha sido traicionado.