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Al terminar la cena, los camareros abrieron las puertas correderas para dejar a la vista el resplandeciente salón de baile, los músicos tocaron los primeros compases y las parejas más atrevidas llenaron la pista. Para sorpresa de todos, el alcalde reclamó su baile a Tessa, que lo acompañó sonriendo a su madre por encima del hombro, tan orgullosa que apenas si cabía en su vestido.
—Esta noche está siendo un sueño para ella —le susurró Michelle.
—Sí, está radiante. —Alice recordó que tenía una conversación pendiente—. ¿Puedes vigilar a Tessa? Necesito hablar con Marc.
—Claro, ve tranquila, no la perderé de vista.
Alice hizo una señal con la cabeza al abogado y este asintió. Como si hubiesen ensayado la salida, se encontraron en el pasillo y se dirigieron en silencio al pequeño salón. Ella cerró la puerta y ambos se sentaron frente a frente en unos mullidos sillones tapizados de cuero granate.
—Una fiesta estupenda —dijo Marc para romper el hielo.
—Sí, Michelle es increíble.
—Te veo cansada…
No estaba cansada, sino agotada física y emocionalmente. Se moría por desaparecer de ese maldito hotel, dejar de ser testigo de las atenciones de Jackson hacia esa mujer desconocida. Unos celos que la avergonzaban la empujaban a separarlos, a interponerse entre ellos, y el esfuerzo de contenerse equivalía a una maratón.
—Sí, un poco.
—Entonces ve al grano y así podremos retirarnos cuanto antes. No soy muy de bailes.
—Siempre tan directo.
—Lo siento —se disculpó él con una sonrisa contrita.
—Tienes razón. Siento haberte hecho venir hasta aquí, pero eres el único abogado que conozco y quería hablar de esto contigo en persona, no sé cómo hacerlo. —Alice abrió el pequeño bolso que descansaba sobre su regazo y sacó un sobre doblado que tendió al abogado.
Marc miró en su interior y a continuación sacó un cheque.
—¿Qué significa esto?
—Es el importe de la venta de todas las propiedades de Daniel. Quiero que lo dividas en tres partes iguales y abras tres fondos de inversión a nombre de Ron, Megan y Lindsay en fideicomiso que tú controlarás hasta que los niños cumplan veinte años. Si necesitaran el dinero antes, dejo que seas tú quien decida.
Perplejo, Marc devolvió el cheque al sobre.
—Yo… Alice, ¿por qué no acudes a Jackson para esto? Él podría abrir los fondos de inversión y controlar los fideicomisos de sus hijos. Creo que sería lo más conveniente.
Alice negó con vehemencia.
—Sabes tan bien como yo que no aceptaría el dinero. Es demasiado orgulloso.
—Pero, Alice, ¿por qué te desprendes de todo? Michelle me ha comentado durante el cóctel que donaste la totalidad de la venta de la casa de tu padrastro a Prados Verdes. ¿Acaso tienes una fortuna personal? ¿Tu hija Tessa no necesitará ese dinero en un futuro? No te entiendo, ni entiendo lo que os separa a ti y a Jackson.
—No hay mucho que decir, Marc. —Incapaz de seguir por ese camino, Alice se concentró en sus manos—. Por favor, haz lo que te he pedido, te necesito para esto. En cuanto a tu pregunta, tengo la herencia de Christian. Para tu tranquilidad, dispongo de suficientes fondos para pagar a un buen abogado que me ayude con la adopción de Tessa. ¿Puedes recomendarme a alguien de aquí?
Las cejas de Marc se dispararon hacia arriba.
—¿Tessa es adoptada?
—Sí, y no. Acabamos de iniciar los trámites y sé que vamos a encontrarnos con unos cuantos obstáculos. Hasta ahora Michelle me ha ayudado, pero en Estados Unidos no tiene tanta influencia como en Canadá. Tessa es una protegida de Prados Verdes. De momento solo tengo una tutela temporal. Por favor, ayúdame a darle un hogar.
Marc parpadeó varias veces con el sobre aún en la mano.
—Alice, me estás dejando sin palabras. Por supuesto que puedes contar conmigo para ayudarte con la adopción de Tessa. ¿Has hablado de todo esto con Jackson?
—Esta noche está muy ocupado con su compañera de mesa, no quisiera interrumpir su velada con estos detalles.
Marc se arrellanó en el sillón y unió las yemas de los dedos mientras la estudiaba.
—No he conocido a dos personas tan cabezonas como vosotros dos. No piensas volver al rancho, ¿verdad?
—No, me quedo en Nueva York con Tessa.
El abogado se puso en pie suspirando de cansancio y se metió el sobre en el bolsillo interior de su chaqueta.
—Te echaremos de menos. En cuanto vuelva a Billings me pondré con todo esto. ¿Estoy sujeto a confidencialidad?
—No. Aunque Jackson se entere, no puede hacer nada al respecto.
Segundos después entró en el baño de señoras, donde se refrescó las manos y se las pasó por la nuca. No veía el momento de meterse en la cama y dormir, pero todavía le quedaba noche por delante, así que se secó las manos con un suspiro. En ese instante una puerta se abrió tras ella y la imagen de la desconocida que había compartido mesa con Jackson apareció en el espejo.
El primer impulso de Alice fue salir enseguida del baño, pero su orgullo se lo impidió. La joven se paró a su lado, altísima y esbelta como una modelo. Alice se irguió, sacó de su bolso un brillo de labios y se lo aplicó con parsimonia, ignorando a su compañera.
—Bonita fiesta —declaró la desconocida con una risita.
—Sí, estupenda —contestó Alice con apatía. Apretó los labios y se estudió bajo diferentes ángulos.
—Cuando mi padre me pidió que lo acompañara a esta cena —empezó la joven mientras se retocaba el maquillaje—, pensé que sería un acto de lo más aburrido, pero creo que esta noche va a ser perfecta. Michelle debería dedicarse a organizar este tipo de eventos, sabe buscar el lugar idóneo y sobre todo invita a gente de lo más interesante.
Alice se esforzó por sonreír.
—Por lo que veo, está siendo una velada con muchas expectativas —señaló, maldiciéndose por no ser capaz de controlar su curiosidad, pero si Jackson iba a humillarla liándose con una joven, tenía que estar preparada.
La mujer, que tendría unos veinticinco años, se rio por lo bajo. Era guapa y por desgracia no parecía una idiota como Jenny. De hecho era mucho más espectacular e inteligente.
—Bueno, no me gusta lanzar campanas al vuelo, pero creo que mi compañero de mesa está más que interesado por mí. Y para ser sincera, yo también. Es guapísimo y muy atento. Me muero por averiguar cómo acabará la velada… —añadió soltando una risita de expectación.
Alice adivinó que el champán de la cena había soltado la lengua a esa mujer tan elegante. Y ella estaba llegando al límite de su resistencia. Asintió levemente.
—Bien, me alegro por usted.
Tenía ya el pomo de la puerta en la mano cuando la voz de la joven la frenó.
—¿Se encuentra bien? Parece un poco indispuesta.
Echó una mirada por encima del hombro fingiendo una sonrisa cuando en realidad lo que deseaba era borrar el gesto de alegría del rostro de la mujer. No estaba siendo justa, la joven se estaba mostrando amable y los celos de Alice la impelían a ser mezquina, así que contuvo las palabras desagradables que pugnaban por salir.
—Solo cansada.
En lugar de regresar al salón, Alice se dirigió al bar del hotel y pidió un vaso de agua fría que se pasó por la frente febril. No soportaba la imagen de Jackson junto a esa desconocida. Era superior a sus fuerzas. Un fuerte sentimiento de posesión la empujaba a plantarse frente a él y demostrar a cuantos quisieran verlo que ese hombre era suyo. No obstante, el recuerdo de su último encuentro en el despacho del rancho le dejaba claro que Jackson no le pertenecía en absoluto.
Volvió al salón de baile, donde las parejas se movían por la pista con soltura. A pesar de la música y el ambiente festivo, Alice deseó que Tessa se cansara de tanto bailar, así dispondría de la excusa perfecta para abandonar aquel lugar. Sin embargo, todas sus esperanzas se esfumaron cuando vio a su hija bailando con el señor Howard. Tessa estaba disfrutando de la noche, al menos una de las dos recordaría ese baile con cariño.
En cuanto apareció, el alcalde exigió su baile con una sonrisa y Alice se vio arrastrada a la pista a regañadientes. Le costaba mantener la atención en su compañero de baile porque solo tenía ojos para Jackson, lo buscaba con cada vuelta que daba en la pista. Y dio con él, bailando con la joven que esbozaba una sonrisa deslumbrante.
Sus miradas se encontraron entre cabezas que giraban como peonzas. Todo a su alrededor se difuminó; la música se convirtió en un eco lejano y los brazos de su pareja parecieron esfumarse. Lo único que le importaba a Alice era aquella mirada verde que le llegaba al alma. Fue un duelo en el que los sentimientos luchaban por salir adelante imponiéndose a los prejuicios, al miedo a exponer su vulnerabilidad, a sufrir un nuevo desengaño.
Para alivio de Alice, que apenas prestaba atención al baile, la música cesó. Después, sintiendo que las piernas le fallaban y que el corazón le palpitaba alocadamente, se dejó caer sobre el asiento junto a Michelle.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó su amiga, que sostenía en sus brazos a Tessa dormida.
—Sí… Mi pequeña ha llegado a su límite —añadió, deseando cambiar de tema.
Acarició los rizos de Tessa.
—Ha caído rendida en cuestión de segundos. Llévatela y quédate con ella. Las dos necesitáis recuperar fuerzas.
—¿No me necesitas?
—No, a estas alturas, la velada está bien encaminada y podemos relajarnos. Los cuidadores acaban de llevarse a los otros niños. Ya podemos decir que ha sido un éxito, he recibido varias donaciones y propuestas de colaboración.