PREÁMBULO

Son muchas las personas a las que debo agradecer su contribución a este libro, algunas vivas, otras ya muertas. Estoy en deuda con el realizador ruso Andréi Tarkovsky, cuya película Andréi Rubliev está en el origen de la obra imaginaria escrita por Pawel Tarnowski. Tampoco puedo dejar de mencionar al pintor Georges Rouault: su fe, su creatividad y su amor a su familia me han servido siempre de inspiración. Su pequeña aparición en este cuento es, por supuesto, ficticia, pero está en perfecta consonancia con su personalidad y sus escritos. La breve aparición de Pablo Picasso es igualmente ficticia, aunque en este caso sus palabras (tan opuestas al espíritu de Rouault) se han extraído de sus manifiestos sobre el arte. Hay otros aspectos de la historia que proceden de la vida real de otras personas. Con los fragmentos de sus experiencias he intentado hacer un retrato, igual que en la elaboración de un mosaico, bizantino, complejo, algo más que la suma de las partes. Si uno se acerca demasiado, la imagen se desdibuja. Si concentramos la mirada en un solo fragmento, la parte se convertirá en el todo, llevándonos al equívoco. Si por el contrario lo contemplamos a cierta distancia, buscando la proporción y centrando el campo de visión, entonces veremos perfectamente el retrato. Tengo la esperanza de que a través de las vidas que aquí se describen se haga visible el rostro de Cristo.

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