22. Virus

– ¿Un virus? -preguntó Enea asombrada.

– Eso he oído, sí -respondió Lilith. Parece que es la manera más fácil con la que los Boris pretenden eliminar cualquier rastro de humanidad de Armantia para volver a empezar con ella. Lo peor es que habrá gente que lleve ese virus a Gemini inconscientemente, con los mismos devastadores efectos. En la Simanu lo saben y miran para otro lado, porque en el fondo a ellos tampoco les gusta cómo va Gemini.

– ¿Qué podemos esperar entonces de Ishtar? ¿Nos ayudará?

– No lo sé. Es enormemente ambiguo en sus intenciones para con nosotros. Qué hará es un misterio, cuando le preguntas no se compromete. Siempre dice que tiene que hablarlo con los demás. Los que son como él.

– Entiendo. Entonces tenemos que buscarnos la vida con ese virus. ¿Cómo aparecerá?

– No lo sé.

– Ahora que lo pienso… recuerdo que Miguel Hamilton dijo algo acerca de los Boris y unas cepas. Tal vez sepa más de lo que dice.

– Interesante…

* * *

– La mediadora te ha reclamado- le dijo Shad.

– ¿A mí, por qué?- preguntó Miguel extrañado.

– Eso ya no es cosa mía. Debes acudir de inmediato.

– De acuerdo.

No se explicaba qué podría querer de él aquella mujer. Tal vez sospechase de lo que dijo de él la chica ante el arbitrador. Pero realmente ya daba igual, la ejecución -o el suicidio- ya debía haberse producido. Él era un gemineano normal y corriente, y Marla era la única prueba que hubo de lo contrario. No tenía nada que temer.

– Hola Miguel -dijo la mediadora cuando él entró en la sala.

No fue lo suficientemente rápido como para evitar que una sombra fugaz aparecida de su izquierda le sumiera en la sombra. Todo fue muy rápido. Una capucha, sí, le colocaron una capucha en la cabeza, se la iba a quitar y a gritar pero un golpe en la cabeza lo terminó de hundir en las tinieblas.

* * *

– Joder…

– Ya vuelve en sí -dijo Enea. Estaban en una de las salas de interrogatorio gemineanas en las que Lilith gozaba de acceso, y donde tenían garantizada una absoluta discreción.

– Tú -dijo Miguel pesadamente, sin saber a dónde mirar por la capucha. Estaba maniatado-. Sigues… viva…

– Qué lástima ¿Eh? Y ahora soy yo quien te tiene prisionero. ¿A que hay justicia en el mundo después de todo?

– Pero… cómo… cuando entré estaba la mediadora… si la atacaste a ella también todo el mundo te perseguirá, y no llegarás lejos… lo sabes…

– La mediadora está vivita y coleando, gracias -dijo Lilith-. Eres tú el que debe temer por su pellejo. Esto es un interrogatorio, Hamilton, ve situándote.

Miguel bufó.

– ¿Un interrogatorio? ¿A mí? ¿Qué esperáis sacar de mí? Por favor…

– Podrías empezar por el virus -dijo Lilith.

Miguel ladeó levemente la cabeza hacia donde provenía la voz de Lilith, en un gesto afirmativo.

– Vaya, veo que la cosa va en serio. Sí, es cierto, hay un virus.

Permaneció callado.

– No especifiques más, intenta averiguar cuánto sabemos – dijo Enea a Lilith-, aún se cree en posición de regatear información. Al fin y al cabo es de lo que vive.

Se acercó hasta la altura de la oreja del encapuchado, para susurrarle.

– Aún tengo aquí tu pastilla, cabrón. No me hagas ofrecértela para librarte de algo peor.

Se retiró de nuevo al lado de Lilith, quien la miraba preguntándose qué le habría dicho. El encapuchado permaneció en silencio, para suspirar al fin, rendido.

– Debéis tener en cuenta que sólo soy un mercenario. Realmente no trabajo directamente ni para la Red de la Humanidad ni para los Boris, por lo que mi información es limitada.

– Continúa -dijo Lilith.

– Lo que sé es que preparan un virus para aniquilar a los habitantes de todas las colonias.

– ¿Todas?

Miguel rió.

– No tenéis idea de la que se ha liado sobre vuestras cabezas… Hay ángeles que no están respetando la paz entre ellos… estaciones y naves que bombardean las colonias vecinas a la suya… el planeta entero como proyecto colectivo se está desmoronando. Por no hablar de que al igual que la RH, otros imperios tienen acceso y vigilan este mundo con codicia… es la puerta para asimilar más redes de universos, para engordar comiéndose otros imperios. Se vigilan entre ellos, paranoicos. Este mundo está condenado señoritas. No sé qué esperáis conseguir apresándome.

– Entiendo -dijo Lilith- ¿Y por qué quieren los Boris provocar una epidemia genocida?

– Un momento -dijo Miguel-, tú no conoces a los Boris, ni sabes de epidemias… ¿o la mediadora no es una gemineana normal y corriente?

– Es evidente que no. Vengo de la Simanu.

– Oh… así que te has aliado a la competencia de los Boris – dijo refiriéndose a Enea-, los ángeles de los gemineanos. Me desconcierta que me preguntéis acerca de ello, dado que los de la Simanu están con los Boris y otros ángeles tras lo del virus. Es como una coalición letal- rió.

– No es posible -dijo Lilith desconcertada-. Nunca oí nada al respecto.

– Entonces tal vez te tengan fichada. Ya no confían en ti ¿eh? ¿Con que disidentes internos en la Simanu? Ahora entiendo que estés con ella -dijo refiriéndose de nuevo a Enea.

– No has respondido a su pregunta. ¿Por qué? -dijo esta.

– Para que no gane nadie. Es una pataleta global, si creo una nueva colonia sobre la anterior, y los demás se la van a volver a cargar desde el espacio… matamos varios pájaros de un tiro. Al carajo todo el mundo, ciclo para todos. Puestos a hacer trampas, rompemos la baraja. Es así de simple.

– Ya veo que a nadie le importan los habitantes de las colonias. Los armantinos, los gemineanos… millones de personas…

– Lo siento guapa, esto va de gobernantes haciéndose la puñeta. Lo demás no importa, además está la legitimación moral de que es lo que hicieron otros cuando se encontraron el mismo panorama hace cuatrocientos años… nadie va a dejar de dormir por los habitantes de las colonias. Todos piensan ahora en los que les sucederán, y quieren asegurarse de que sea su humanización el potencial caballo ganador.

– Sólo Ishtar puede detener esto -dijo Enea a Lilith.

– Oh… -siguió Miguel- oh, Ishtar… una de las rarezas maravillosas del multiverso… que sólo mira con lupa cómo nos deshacemos en este podrido planeta. Sí, ya sé qué es, está en contacto con todos los ángeles, ya veo que con alguna colonia también. Nunca interviene, somos un teledrama para él.

Enea y Lilith se siguieron mirando, intentando leerse los pensamientos, y Miguel advirtió la desesperanza en sus rostros.

– Eh, no quiero que parezca que todo esto me da igual. El tono chulesco viene de que sencillamente no hay nada que hacer. Hago favores a la RH porque tal vez me mantengan lejos de aquí cuando todo esto reviente. Es una putada todo esto, lo sé, yo también he hecho amigos entre los gemineanos. Sé lo que sentís…

– Me partes el corazón -dijo Enea-. Por favor…

– En serio, no es ninguna treta, ni quiero aguar la fiesta. Es la verdad. Si queréis salvar las colonias… en fin, allá vosotras. Como veis no hay nada que hacer. Todos morirán. Quizá las civilizaciones que nazcan de la nueva repoblación si tengan más tiempo para prosperar y… -un puñetazo le interrumpió.

– Ahora estamos en paz -dijo Enea.

– Zorra -dijo Miguel escupiendo dentro de su capucha-. Al menos atrévete a pegarme sin la capucha, mirándome a la…

– Basta -dijo Lilith-. Escóndete en el pasillo de atrás -le dijo a Enea-. ¡Shad! -gritó.

– Vengo a la llamada de la mediadora -dijo el guardia apareciendo por la puerta.

– Llévatelo al calabozo. No saldrá hasta que yo lo diga.

– Como diga la mediadora.

– No, espera… ¡Tu mediadora no es quien crees! -gritaba Miguel pero Shad le arrastraba impasible.

– ¿Y ahora? -dijo Enea volviendo a aparecer.

– No lo sé… -dijo Lilith suspirando y sentándose de nuevo. Apoyó su cabeza en sus manos-. No lo sé… todo apunta a que tiene razón, estamos perdidos…

Se tapó la cara durante unos instantes, y cuando retiró las manos, sus enrojecidos ojos lagrimeaban.

– Ishtar me dijo que presenciaría el fin del conflicto antes de llevarme -dijo Enea intentando aportar algo de luz al asunto.

– Supongo que eres la afortunada, tú vivirás.

– Me refiero a que si lo dijo es porque tal vez sepa cómo o cuándo acabará todo.

– Bien por él, eso no nos ayuda mucho. Tenemos… tenemos que… -suspiró frotándose la cara con las manos de nuevo, ya más por cansancio- tenemos que reunir a nuestro grupo y separarlos de los gemineanos, tal vez en las cumbres… sí, ahí podríamos aislarnos del virus…

Un visible y agotador cansancio abatió también a Enea.

– ¿Ocurre algo? -preguntó Lilith al notarlo.

– Es asfixiante… ¿Vamos a separarnos de los gemineanos por temor a un virus traído por nuestros ángeles, de los que también nos separamos por sus planes de repoblación quienes a su vez se separaron de sus universos originales huyendo de los imperios multiversales? Huir, fragmentar, huir, dividir, huir… ¿En qué va a quedar todo esto, Lilith?

– Incluso aunque la humanidad consistiera en cuatro personas y tuviera que separar a dos para salvarla, lo haría, ¿algún problema con eso? -rebatió la mediadora empezando a enfadarse-. Para ti es fácil quejarte, tú no tendrás que vivirlo.

– Está bien, está bien. Supongo que tienes razón. Aunque tú también podrías sobrevivir regresando a la Simanu antes de que…

La mirada de Lilith la interrumpió.

– ¿Quién te crees que soy? Bajamos aquí para algo. Y ya oíste a Miguel, en la Simanu no soy de fiar.

– Imagino que sabes que…

– Sí -cortó Lilith, cada vez menos paciente. Por lo que la conocía, Enea le creía un mayor autocontrol-, sí, nuestras posibilidades son mínimas, y más si nos ven desde ahí arriba, y sin saber cómo llegará el virus. ¿Rociado aéreo? ¿Bombas racimo? ¿En los pozos? ¿Todo a la vez? La alternativa es quedarme aquí de brazos cruzados. ¿Vas a seguir tentándome al abandono?

Contrariada, no respondió.

– Bien -dijo Lilith sin alzar la vista, cogiendo un trozo de papel y una pluma-, si reuniéramos a todos en un día podríamos recorrer las montañas durante…

Enea siguió mirándola sin escucharla. Estaba delante de alguien que tenía la certeza de que iba a morir junto a todos los que la rodeaban, y que aún así podía fingir esperanza.

Sí, desde luego que les ayudaría.