19. Regreso

Desde que le encajó su mirada, supo que no era el mismo. Algo cambió en el Olaf Bersi que creía conocer. Sus ojos… una tez levemente más pálida… palabras cuyo significado antes desconocía…

– Estamos solos por aquí -dijo el general-. No deberíamos tardar mucho en llegar al barco si todo sigue despejado, y en un par de días estaremos de regreso en Armantia.

Marla asintió. No pudo culparle, ella tampoco era la misma. Pensó mucho desde que volvió a Tierra B. Sobre Armantia, sobre la RH y sobre ella misma.

¿Por qué decidió volver? Y sobre todo, ¿por qué la dejaron volver?

Ángel Levine, ese era su nombre. Nuevo encargado de personal en Alix. Muy incisivo. Muy persuasivo. Fue quien se adelantó entre los invasores cuando pensó que la fusilarían al gritar el jefe de batallón. Ahora todo está bien, le dijo. Ya no tienes de qué huir. Tampoco tienes que esconderte. Mira, ya existes. Vuelves a formar parte de la sociedad, y Alix ya no es tu antigua ocupación: es tu nuevo trabajo. Todo aquello de Boris y Armantia… queda ahora lejos. Ha sido por tu bien.

– ¿Estás bien?

– Sí, perdona, estaba pensando.

– Vamos, ya estamos cerca.

Tienes tu propia casa. Vuelves a gozar de las comodidades del mundo moderno. Sólo queremos que sigas trabajando para Alix. No la que yace ahora en cenizas, sino una nueva, la que te ha devuelto la libertad… La Red de la Humanidad. Nadie te va a obligar, puedes pensártelo hasta mañana aquí, en el que si aceptas, será tu nuevo hogar.

Una de las cosas que más la turbó fue no esperar hasta el día siguiente, pues bastaron un par de horas a solas para que aceptara. En ocasiones pensaba que tendría remordimientos, que la abordarían terribles pesadillas cuando bajara la guardia durante la noche.

Ha sido una misión larga, pero no la primera. Llegaste a cumplir una de dos meses en su día. ¿Recuerdas? Aquí tengo los informes. Misión Cartago, en los inicios de Alix B. También te encaprichaste de un miliciano, al que luego dejaste. Porque estabas en una misión, Marla. No era ni tu mundo ni tu época. No estabas allí para nada más, y por eso volviste aquí e informaste. Eres una profesional, no lo olvides. Y una de las mejores. Armantia fue una misión de un mes más que salió mal. Y ahora estás de vuelta en el lugar que te corresponde. Has hecho bien. Has elegido bien.

No, no tuvo pesadillas. De hecho se reintegró con rapidez. Dio con unos pocos conocidos que sobrevivieron a la caída de la antigua Alix cuando llegó la RH. Dominique seguía al cargo de la sala de tránsito -aún tenía puntos en la cabeza del golpe que le propinó Boris cuando asaltaron la sala y la mandaron a Armantia-, detalles como ese ayudaron. En los primeros días recuperó el entumecimiento de conciencia que creía olvidado, pero no lo percibió como algo negativo. Al contrario, era agradable, devolvía las cosas a su lugar. Hacía la vida más soportable.

Levine tenía razón.

– Estupendo, el barco sigue ahí. ¿Sabes trepar por esas cuerdas?

– Lo hice por un castillo para rescatarte.

Olaf rió a carcajadas, abrazándola y estampándole un beso en la mejilla.

– ¡Es cierto! Adelante.

Huyó. Ahora lo veía con claridad. Fue cobarde y huyó. El multiverso casi parecía diseñado para eso, Armantia estaba en otro universo del que no volvería a saber jamás. Pero pese a ello Enea la encontró y se lo echó en cara. Fue el primer bofetón emocional que le quitó el entumecimiento de golpe, ya ni en el multiverso tenía escapatoria. El segundo fue el resultado del examen médico que le realizaron antes de ser readmitida. Tenía que regresar.

Entiendo que quieras volver. Es cierto que estamos activos en ese mundo, sí. Tenemos entre manos varios trabajillos contra los Boris en algunas colonias. Pero no en Armantia si es eso lo que te está pasando por la cabeza.

No le importaba en absoluto no estar en la misma isla. Ni tampoco llevarse a unos cuantos Boris por delante; si algo no había desaparecido era su odio hacia él. Hacia todos ellos. Pero no le dijo nada de eso a Levine, claro. Así que la destinaron de nuevo a Tierra B, concretamente a una colonia llamada Gemini. No tenía ni idea de que fuera tan cercana a Armantia, y su sorpresa al encontrarse a Olaf en una de tantas persecuciones de Boris, fue mayúscula. El multiverso es un pañuelo, pensó entonces. Quién lo diría.

– ¿En qué piensas?

Marla no le miró.

– En muchas cosas.

– Si te gustaba el mar, aquí debes estar encantada -dijo Olaf, conciliador.

Ella sonrió, pues se notaba que lo hacía de buena voluntad. Estaba apoyada en la baranda de cubierta, y le dio la espalda apoyándose en ella con los codos, para encarar al general.

– ¿Quiénes somos ahora, Olaf?

Este torció el gesto ante lo inevitable de la conversación y se puso a su lado, pero mirando al mar.

– Los mismos, nos ha cambiado lo demás. Pero somos los mismos.

– A ti no te noto igual…

Le contó la historia de la inyección.

– Pero sigo siendo yo -aclaró sonriendo.

– ¿Y de mí cómo lo sabes? -dijo Marla con voz apagada, casi para sí.

– ¿A qué te refieres?

– Podría ser otra de otro universo, una de tantas.

– No es eso lo que vi en tus ojos cuando me apuntaste con aquella arma en Gemini.

– Pues podría ser otra de otro universo que se lió con otro Olaf Bersi…

– Si era otro como yo -interrumpió Olaf-, ¿qué más da?

No veo a dónde quieres ir a parar.

Marla hizo ademán de sonreír sin llegar a hacerlo.

– Tú nunca padecerás el mal multiversal. Ni tendrás el lío mental que tengo yo ahora…

– Eh…

Olaf le pasó un brazo por el hombro, acercando su cara a

la de ella.

– No estás sola.

Marla asintió, preguntándose si era cierto.