6. Miedo desconocido
– ¿Y bien? -dijo Julio al holograma de Darío que osó irrumpir en su hora de descanso.
– Hemos mandado a unas cuantas Marlas al caos, y… han envejecido -dijo con voz apagada.
– ¿Y qué has hecho con ellas?
– Dejarlas a su suerte.
– Pues volved y eliminadlas. Muy bien, si han envejecido… ¿En qué queda tu plan?
– Persiste el hecho de que las que envió el Boris original a Armantia siguen indemnes. Ahora dudo que sean sus genes. Tal vez Boris les inyectara algo o manipulara la tecnología del salto, no lo sabemos. Pero la estudiaremos y daremos con el método, no lo dude.
– ¿La? ¿No quedaban dos en Armantia?
– Nos hicimos con una, la otra… se la llevaron los Boris.
– ¿Y saben para qué las queremos?
– Según nuestro informante sí, lo saben. Pero ya no importa, no han podido evitar que nos hagamos al menos con una.
– Sí, idiota, pero también pueden descubrir cómo dar saltos sin envejecer antes que nosotros. Ellos también tienen a una.
– No creo que esas sean sus intenciones, señor…
– ¿Y tú que sabes? A ellos también les putea mucho tener años de más por ir a ese universo. Yo que tú me pondría a investigar de inmediato con esa Marla para arrasar de una maldita vez ese puto mundo y sus Boris. Quiero resultados, como si la tienes que abrir en canal.
– No nos sirve muerta, señor.
– No me digas.
– De hecho según su perfil puede ser proclive al suicidio en circunstancias difíciles, y estas lo son. Tenemos que tratarla con mucho tacto…
– Era un decir, Darío, joder. Recuerda lo que nos jugamos, ahora esto es una carrera. ¿Algo más?
– De hecho… sí -dijo Darío titubeando-. Filtrando los mensajes para esta administración, descubrimos uno dirigido a usted muy… un poco… el narrador se lo leerá.
La característica voz del narrador comenzó a leer.
Esta es la cuestión, nos da igual lo que hagas con tu imperio o cómo lo expandas. Ahora bien, sabemos lo que pretendes hacer con ambas mujeres; ya es una anormalidad aberrante que coincidan más de una en un mismo universo, pero jugar además con su ventaja es hacer trampa y tendría consecuencias apocalípticas para el multiverso que tu ceguera de poder no te permite ver. Haz tus planes al margen de ellas. Advertido estás: si continúas por esa vía, tú y tu imperio desapareceréis como otros que osaron comprometer la estabilidad del multiverso para su propio beneficio. Eso es todo.
Se impuso un incómodo silencio.
– Dime quién lo ha mandado.
– Nos ha sido imposi…
– ¡No me jodas, Darío! Quien ha escrito eso sabe lo que nos traemos entre manos, y es imposible que lo sepa gente ajena a esta cúpula. ¡Este imperio depende de ello! Dime que ha sido uno de nosotros…
– A eso iba, señor. El mensaje no tiene remitente, ni rastro ni nada de nada. Simplemente apareció ahí. Los ingenieros no se lo explican, es la primera vez que ven algo así.
– El mensaje habla de nos. ¿Crees que son los Boris?
– No tienen acceso a este universo, y no serían capaces de hacer algo así.
– Pues investiga también eso, y mantenme informado.
– Sí, señor.
Su holograma se desvaneció al tiempo que le daba un puñetazo a la mesa. El mensaje le puso muy furioso. Iba dirigido a él, y le amenazaba, lo cual no tendría importancia – literalmente recibía varios millones de mensajes diarios de ese tipo desde toda la red- si no fuera porque estaba al tanto de sus planes. Una parte de él recordó que nunca tenía que haberse salido de su espectro de universos, al caos, pues se abría paso a lo desconocido.
¿Quienes estaban detrás? ¿Otro imperio multiversal? ¿Tal vez los Boris ya llegaban en masa sin envejecer y se creían con poder para derrocarle? ¿O algo más…? Le inquietaba el horror conocido, pero le aterrorizaba el desconocido…