16. Ángeles corruptos

Enea decidió esperar hasta el último momento. Cuando volvió a oír el portón, supo que ya no sería Miguel, y se dispuso a sacar la pastilla de su envase. Era otra persona con túnica la que entró, y que cerrando lentamente, se retiró la capucha: Lilith. Fue suficiente para que Enea, con la pastilla ya en su mano, se detuviera. El gesto no pasó desapercibido para la mediadora.

– Conmigo eso no será necesario.

Suficiente, pensó. Si sabe lo que tengo en la mano tiene que saber muchas otras cosas.

Su visitante se apoyó en la pared, contemplándola unos instantes de brazos cruzados, como si la interrogara con la mirada.

– Antes de nada, quiero decirte que lamento lo que pasó anoche. Son las reglas, y tú no respetaste las pocas que te explicaron.

Enea no reaccionó, y Lilith la miró con mayor intensidad.

– ¿Es cierto lo que dijiste… ya sabes, sobre lo que viniste a hacer aquí?

– Sí.

Lilith asintió en silencio.

– Y Miguel es… -quiso añadir Enea.

– Sabemos quién es Miguel Hamilton y por quién se hace pasar. Le tenemos vigilado. Hablaste de la Red de la Humanidad, tú vienes de la Oberón ¿verdad?

– Sí, pero no pertenezco a ella, yo…

Enea pudo contarle a Lilith toda su historia desde que trabajó para Alix. Su visitante escuchó en silencio, y dio muestras de creerla.

– ¿Me mataréis? -concluyó Enea en cuanto atisbó un mayor acercamiento con Lilith.

– No… de momento -replicó esta suspirando-. Chica, si lo que dices es cierto, no puedo sino compadecerme de ti. Esta guerra va en bandas paralelas; no tienes idea del lío en el que estás metida.

– ¿Qué?

– Soy Lilith Arach-Samna, y he venido desde la estación Simanu. Así es, cada colonia tiene a sus papaítos ahí arriba, sus… ángeles. Vosotros huís de vuestra Red de la Humanidad, nosotros de la Alianza Tsung. Todos tenemos a nuestro fantasma, lo que nos debería convertir en víctimas de la misma causa y todo eso. Pero lamentablemente, incluso en esas circunstancias, quienes vienen aquí a conservar su modelo de civilización hacen ya planes prematuros de expansión, invadiendo otras colonias.

– No estoy segura de seguirte.

Lilith sonrió con pesar.

– A eso venimos, ¿recuerdas? Aquí en cada colonia se conserva, o tal vez debería decir defiende, un desarrollo distinto de una civilización dominante. Pero, ¿y el futuro? Las demás colonias también pueden ser una amenaza. Nadie lo dice, pero todos lo piensan. Así que… los que nos ocupamos de Gemini sabemos perfectamente que infiltrados de la RH han provocado que nuestra colonia invada Armantia. Y además lo permitimos, aunque no lo admitamos cuando lo hablamos con los de la Oberón. Porque creímos, a raíz de sus últimos conflictos, que Armantia sería una amenaza para Gemini y que por tanto si queríamos prosperar debíamos controlarla, asimilarla. Invadirla. Y si la iniciativa la toma la RH, quitándonos la responsabilidad, tanto mejor.

– ¿Incluso si para ello debéis seguirle el juego a imperios multiversales como La Red de la Humanidad? ¿Precisamente el tipo de amenaza del que huimos todos a este universo, incluidos vosotros? -dijo Enea aguantando el desdén.

– El enemigo de mi enemigo, es mi amigo. ¿No es eso lo que dicen? -dijo Lilith sonriendo con tristeza-. ¿Qué ocurre? -añadió al ver a Enea negando con la cabeza. En su esquina daba la sombra, y sus magulladuras le dieron un aspecto un poco más siniestro.

– Es evidente que no cuentas con que pueda volver a la Oberón a contarles todo esto. ¿Por qué no me dices directamente qué sentido tiene este encuentro y qué va a ser de mí? -dijo Enea cansada de charla. Se resistió a soltar la pastilla.

– De acuerdo, iré al grano. Sabemos que eres especial, que la RH te quiere muerta y que alguien aún más especial te ha tenido en consideración. Entiende que si bien lo que te he contado sobre Gemini y sus protectores es cierto, yo no soy exactamente una de los suyos; pertenezco a facción gemineana digamos cautelosa que no está de acuerdo con la labor que se realiza aquí.

– ¿Hay disidentes entre los propios ángeles de Gemini? – preguntó asombrada señalando hacia arriba, en hipotética dirección a la Simanu.

– Sí, y la situación ha dado un giro de ciento ochenta grados recientemente. Cuando nuestras tropas asaltaron Armantia trajeron consigo artefactos de incalculable valor procedentes de un lugar llamado Diploma, al que fueron para robar tecnología. Lo hemos hecho ya en otras colonias. El caso es que pudimos hacernos con algunas de esas rarezas, unas extrañas inyecciones de memoria. Creo que tú, por la historia que me has contado, mereces saber lo que ellas cuentan.

Así fue como Enea supo del ciclo. Los ángeles de las colonias se estaban poniendo de acuerdo para acabar con ellas tal y como las encontraron, y así rediseñarlas a su conveniencia, como otros hicieron tiempo atrás. El comienzo de un nuevo ciclo era inminente.

– Miguel tenía razón -dijo Enea ensimismada en la nueva información.

– ¿En qué?

– Aquí no hay buenos ni malos. Esto es un todos contra todos, como ha sido siempre.

– Y bien… Marla…

– Hazme un favor, ¿vale? Llámame simplemente Enea.

– De acuerdo, Enea. ¿De qué lado estás?

Enea devolvió a Lilith una mirada vacía, volviendo a la realidad.

– Viendo los que hay… ¿Acaso eso importa?

– Importa si quieres salir de aquí -dijo Lilith irritada al no ser tomada en serio.

Un arranque de ira reprimida surgió del su estómago de Enea como una bocanada de fuego.

– Entre todos me habéis ido quitando poco a poco las ganas de salvarme a cada oportunidad. Durante treinta años llevé una mierda de vida en la que lo perdí todo, hasta que esa misma mierda de vida se convirtió en todo lo que tenía. Pues incluso eso me fue arrebatado por ese… ese ya-no-sé-qué de Boris, que me hizo aparecer en Armantia a la fuerza, por una causa supuestamente bienintencionada.

Hizo una pequeña pausa, intentando deshacer el nudo que se le formó en la garganta.

– Tres meses, Lilith, tres meses llegué a acostumbrarme a vivir en lo que al principio fue mi pesadilla. Conocí a mi única amiga, quien encima es mi doble y que llegó antes que yo, razón por la que tuve que adoptar mi segundo nombre. Invaden Armantia y se cargan de un plumazo lo poco que llegué a construir en esos tres meses. A mi amiga la secuestran, y luego descubro que trabaja para la Red de la Humanidad. El tío que me hizo sobrevivir psicológicamente las primeras semanas en este mundo, me dejó por otra. Me vuelven a secuestrar los putos Boris, otra vez vendiéndose como los buenos. Y ahora me cuentas que planean un auténtico genocidio para repoblar Armantia…

– Pero Enea…

El intento de calmarla la enfureció aún más.

– ¡No tienes idea! Ya ni siquiera puedo reconocer un hogar en mi mundo. ¡En mi propio mundo! ¿Sabes lo que se siente? ¡Todo es de mentira, todo está infectado por la misma mierda! No tengo sitio al que ir o volver, no tengo objetivo ni nadie por quien luchar o que luche por mí. ¡No tengo nada!

– Deberías procurar…

– ¡Y tú me preguntas que si quiero salir de aquí! -empezó a gritar-. ¡A hacer qué, ¿eh?! ¡¿A apoyar otro grupo de personas que afirman ser los buenos?! ¡¿Creéis que soy una máquina?! ¡Mírame joder, me duele todo! Me duele todo… todo… -ahí la voz se le quebró.

Respiró hondo, decidida a no derramar ni una sola lágrima delante de Lilith, quien contemplaba la escena incapaz de articular palabra. Cuando esta pudo reaccionar, se incorporó para marcharse.

– Vuelvo enseguida. Y no hagas tonterías con eso -añadió señalando a la mano que portaba la pastilla.

No fue mucho tiempo el que esperó Enea sola, sujetando en su mano su plan b como quien se aferra a un salvavidas. Buscó una y otra vez excusas para no tomarla. La puerta volvió a abrirse sin sorpresas, pues era Lilith, sujetando una túnica morada.

– Póntela -dijo tirándosela-. Salgamos de aquí.

La mediadora tuvo que pasarle su brazo por el hombro, viendo el lamentable estado en el que se encontraba la prisionera.

– Quién te mandó a mirarme a mí, la mediadora…

– Ya… -respondió Enea caminando con dificultad- pero ahora estas aquí ¿No?

Lilith no pudo sino sonreír.