LAS GUERRAS FLORIDAS

Al tratar de analizar las armas y las tácticas militares, solo podemos hacer referencia a los sucesos llevados a cabo en los campos de batalla cuando se refiere a guerras propiamente de conquista, ya que, como veremos, debemos ser cautos a la hora de hablar de tácticas militares en las guerras floridas.

Sabemos de antemano que el uso de las armas en este particular tipo de contienda fue por demás devastadora, ya que su función primordial era aniquilar a todo aquel pueblo que se negara a dar tributo. Por lo tanto, en estas campañas militares entraba en juego todo el arsenal conocido por los mexicas, y se empleaba su función destructiva en cualquier momento del combate. Esto supone que el ejército mexica articulaba sus efectivos de acuerdo a los diversos sistemas de armamento imperantes en su estructura militar lo que representaba la articulación de una serie de unidades específicas de combate distribuidas en los diversos escuadrones. Parece ser que las fuentes escritas nos dan alguna información sobre ello y, efectivamente, es muy probable que se desarrollara en algún tipo de unidades de combate a larga y corta distancia.

Las fuentes son explícitas:

Lo primero que hacían era jugar con hondas y varas, como dardos, que sacaban con jugaderas, y echaban muy recias. También arrojaban piedras a mano. A esto seguían los de espada y rodela; y con ellos iban arrodelados los de arco y flecha, y allí gastaban su almacén”. (II, 538-539). Coincide con Bernal al decir que primero actuaban arqueros y tiradores de varas por un lado y por otros guerreros con armas de corta distancia. Cortés describe la acción por separado de tiradores de átlatl, flecheros, y lanceros, y de aquellos con macuahuitl y rodelas. (Fray Juan de Torquemada)

Este texto, al igual que muchos otros, nos sugiere que los mexicas ordenaban sus filas en unidades específicas; en las primeras actuaban los guerreros con armas de uso de larga distancia y, posteriormente, entraban los guerreros de armas de choque, tal como sucede en muchos ejércitos de la antigüedad. Pero ¿cuáles eran estas armas?

Básicamente, los ejércitos mexicas contaban con los siguientes tipos de armas:

Ofensivas de largo alcance: la honda, el arco y la flecha, las lanzas arrojadizas, el lanza dardos, incluyendo diversos tipos de proyectiles. Dentro de las armas ofensivas de combate cuerpo a cuerpo encontramos en el rango largo la lanza, y en el rango corto mazos, posiblemente hachas, y el macuahuitl. Dentro de las armas defensivas incluimos específicamente el escudo y la coraza de algodón.

El arco y la flecha, llamados en náhuatl Tlahuitolli y mitl, fueron introducidos en Mesoamérica en el Epiclásico o el Posclásico temprano por los grupos chichimecas venidos del norte; es decir, fueron una innovación en el armamento sin parangón hasta aparición, por esa misma época, del macuahuitl. En el transcurso de la batalla, los arqueros mantenían las flechas en los carcaj. Podían llegar a arrojar cerca de 12 flechas por minuto, y hasta donde sabemos, en Mesoamérica no se utilizó el veneno para las puntas de estos artefactos.

El perfeccionamiento de diversos tipos de dardos dio como resultado un arsenal que tenía diversas funciones en varios ámbitos, no solamente en el militar. Por las distintas descripciones de los cronistas, encontramos también una gran variedad de nombres, tamaños y funciones, y en el registro arqueológico se cuenta con variedades importantes de puntas de obsidiana en colecciones como las del Museo Nacional de Antropología de México.

Generalmente arrojaban con la mano las rocas que encontraban a su paso, tal como atestiguan las fuentes: “[...] porque en verdad ellos no habían gana de la paz, y así lo mostraron, porque luego, estando nosotros quedos, comenzaron a tirarnos flechas y varas y piedras”. (Cortés, 1945:212). Pero también aprovecharon la tecnología que tenían a su alcance para poder desarrollar artefactos tan simples y eficaces como la honda, elaborada con fibras de maguey, que podría arrojar rocas expresamente elaboradas a una distancia de 100 metros y causar graves lesiones a sus oponentes.

Una parte de este arsenal se proporcionaba como parte de los tributos solicitados a los pueblos conquistados, y otra parte era suministrada nuevamente por trabajo de las mujeres y los niños, quienes se dedicaban en parte a elaborar este tipo de artefactos de los que conservamos muchos ejemplares localizados en diversos proyectos en la Ciudad de México; entre ellos los encontrados en la avenida Juárez durante el año 2000.

Las crónicas no se quedan ahí, sino que también dan testimonio de cómo los mexicas eran adiestrados en el uso de estos instrumentos para la guerra. Las lanzas de época prehispánica pudieron emplearse en el rango largo de pelea como armas arrojadizas o bien en el rango corto en la pelea cuerpo a cuerpo. Desde el punto de vista táctico, este tipo de armas cumplían la función de abrir las filas del enemigo.

El arma mexica de larga distancia por excelencia fue el átlatl, nombre derivado del náhuatl, que significa “lanza dardos”. Es el arma de larga distancia a la que más mención se hace en las fuentes escritas y también la más repetida en representaciones artísticas, tanto en códices como en esculturas. Se experimentaba con ellos a distancia de más de 45 m, llegando a un extremo de 74 m al ser arrojadas por un lanzador no experimentado.

Los dardos lanzados por el átlatl tienen mayor poder de penetración que las flechas lanzadas a la misma distancia con la mano, por ello el átlatl también ha sido motivo de especulación sobre su función, permitiendo comprobar, basándonos en la arqueología experimental, cómo los cazadores y los guerreros podían utilizar esta arma con mayor eficacia, ya que permitía doblar la potencia de penetración de los proyectiles en comparación con un lanzamiento manual.

Una vez terminada la lluvia de proyectiles, los guerreros mexicas se lanzaban contra el enemigo utilizando todo tipo de instrumentos de corta distancia, desde macanas y macuahuitl a lanzas y cuchillos.

Sin llegar a confundirlo con el macuahuitl, existía otro tipo de artefacto llamado quauholloli elaborado de madera. A manera de porra esférica, tenía una función netamente contundente. Se trataba de un bastón de madera cuya parte superior estaba rematada con forma de esfera, la cual podía usarse como instrumento contundente.

El arma a la que, sin duda, mayor atención prestaron los conquistadores en el momento del combate cuerpo a cuerpo fue la mal llamada espada o macana mexica, conocida en lengua náhuatl como macuahuitl. Era un bastón de 70 cm de largo, al que se le añadían resinas especiales (generalmente de una planta llamada tzinacancuítlatl, que significa “excremento de murciélago”) que eran navajas prismáticas de obsidiana de cerca de 5 cm de largo. Este artefacto ha dado mucho que decir, tanto por parte de los cronistas españoles como de los investigadores contemporáneos, sobre todo respecto a las capacidades funcionales del artefacto en los campos de batalla. Algunos cronistas han dicho sobre esta arma: “[...] que dividen a veces a un hombre en dos partes de un solo tajo, con tal que sea este el primero, pues todos los demás son casi nulos e inútiles, tales son la agudeza de esta arma y su fragilidad” (Francisco Hernández de Córdova). Algunos autores más contemporáneos han dicho al respecto que al principio de la batalla resultaba muy peligrosa, pues las puntas de obsidiana eran sumamente afiladas, mas después de algunos golpes se embotaban y el arma se convertía en una simple macana. Sin embargo, en una reciente publicación de la Real Armería de Inglaterra, tuvimos oportunidad de presentar nuestra pro puesta, tras haber realizado un trabajo experimental la función de esa arma, del que dedujimos que, probablemente, algunos grupos del centro de México, principalmente en la transición entre el Posclásico temprano al tardío, la desarrollaron a partir de las nuevas necesidades técnicas en el campo de batalla, incluso cuando entre sus antecedentes se pudieran encontrar armas de formas y funciones parecidas, como las de la zona maya. Funcionalmente hablando, el macuahuitl tenía la capacidad de cortar los tejidos musculares y hacer breves fracturas en el hueso, sin amputarlo complemente. Gran parte de su filo se vería transformado en micro lascas, que al incrustarse en la herida y el hueso dificultarían la asepsia de la lesión. En cuanto a la resistencia de esta arma, podía llegar a destruirse su filo con el impacto al llegar al hueso. En caso de no estar perfectamente ajustadas con resina, podrían llegar a salir del canal, perdiendo completamente la navaja. En caso contrario, aquellas navajas bien sujetas todavía tenían, incluso después de su fractura, la posibilidad de ser utilizadas en algunos ataques. Diversas fuentes también añaden que las navajas que estaban gastadas o fracturadas eran reutilizadas para fabricar puntas de proyectil, y resalta el hecho de que, efectivamente, en el registro arqueológico encontramos muchas veces puntas de proyectil cuya base de fabricación es, efectivamente, la navaja prismática de obsidiana. Nuevamente la arqueología y la historia coinciden en sus ideas para brindar al lector datos fiables e interesantes. Un aspecto que no debemos olvidar dentro del uso de armas y los sistemas de combate son, sin duda, las armas defensivas, de las cuales son dos solamente las versiones actualmente aceptadas— Es el caso del escudo y la coraza de algodón. Del primero podemos decir estaba diseñado con una gran variedad de motivos vinculados a los rangos militares y a los atributos mismos de los dioses.

En cuanto a protección y movilidad, un inconveniente era que se ajustaba al cuerpo del guerrero a manera de chaleco muy parecido a lo que se veía en los hoplitas de Esparta, dejando los brazos del guerrero desprotegidos. Esta deficiencia podía ser suplida con el uso de los chimalli. El Conquistador anónimo se refiere así a esta arma:

Las armas defensivas que llevaban en la guerra son ciertos sayetes a manera de jubones de algodón acolchado, gruesos de un dedo y medio y algunos de dos dedos, que son muy fuertes, y sobre ellos llevan otros jubones y calzas que forman una sola pieza, que se atan por detrás y son de una tela gruesa, y el jubón y las calzas están cubiertos por encima de plumas de diferentes colores que son muy hermosas... y ese vestido que llevan de pluma es muy a propósito de sus armas, pues no lo atraviesan saetas ni dardos, antes bien los hacen rebotar sin hacer herida, ni siquiera las espadas pueden traspasarlos demasiado bien. (Conquistador Anónimo, 1938:89-93)

A diferencia de los escudos de tipo ceremonial, los utilizados para el combate necesariamente fueron elaborados de materiales mucho más fuertes, elaborados de cuero o pliegues de palma o bien de fuertes pliegues de bejuco con un fuerte soporte de algodón. Otro importante apoyo para el ichahuipilli era el que estaba elaborado de fibras vegetales y de algodón recubierto de sal para darle mayor dureza. Este tipo de protección tenía la gran ventaja de ser ligero, lo que permitía una mayor movilidad en el combate.

Algunas narraciones atestiguan lo siguiente: “No tenían costumbre de romper unos por otros, mas, primero andaban como escaramuceando, volviendo a veces, o las más, las espaldas, haciendo como que huían y luego volvían acometiendo a los enemigos que los habían seguido, y de aquella manera andaban un rato prendiendo e hiriendo en los postreros y después, de algo trabados y cansados, salían otros escuadrones de nuevo y de cada parte tornaban a trabarse...”. (Conquistador Anónimo).

Pero las batallas no solo se desarrollaban en tierra sino que, como sabemos, Tenochtitlan estaba rodeada de agua, por tanto debía existir en cierta medida un cuerpo especializado para el combate acuático o por lo menos debían conocer algunas tácticas especiales para ello. Por esta razón, Isabel Bueno ha trabajado con acierto estos elementos afirmando que, muy probablemente, podríamos hablar de una chimalacalli o armada mexica que, entre otras cosas, podía blindar sus canoas con los mismos escudos y aplicar tácticas militares navales de gran envergadura. Recordemos que dentro del adiestramiento mexica que se daba a los jóvenes estaba arrojar algunos dardos desde las canoas a los patos en las lagunas, prueba concluyente de que, cuando fueran mayores, el uso de estos artefactos desde las canoas y el movimiento de las aguas no les impediría atinar con gran precisión al enemigo.

Sin embargo, existen otros factores dentro de la práctica militar mexica que debemos tomar en consideración, y uno de ellos pese a que para muchos investigadores resulte un poco absurdo de contestar, es si existían artes marciales en la época Prehispánica, y en caso de que existieran, en qué consistían y en qué momento de la batalla se podían desarrollar. Una explicación puede ser su uso dentro de los conflictos conocidos como Guerras Floridas o guerras rituales que a continuación pasaremos a describir.