V
CALHOUN meditó fríamente. Habían sobrepasado lo que fuera el pueblecito más lejano de la múltiple autopista. Atravesarían ahora los campos de plantas nativas de Maya iluminados por las estrellas, pasando por muchos lugares, donde los camiones cargaban las plantas, subían hasta la calzada y se encaminaban a las fábricas que las utilizaban industrialmente. Los campos corrían por centenares de kilómetros a lo largo de la extensión de la autopista. Se perdía más allá del horizonte, quizás también en centenares de kilómetros en aquella dirección. Adquiría millares de millares de kilómetros cuadrados dedicados al cultivo de la vegetación verde oscuro que suministraba las materias primas para las exportaciones espaciales de Maya.
A pocos centenares de kilómetros, la pequeña ciudad de Tenochitlan yacía apiñada a la luz del lejano macizo estelar. Más allá, la autopista y Maya City. Más allá...
Calhoun razonó que el proyector que hacía funcionar la cerca ganadera de inducción estaría más allá de Maya City, y en algún lugar de las montañas que la fotografía aérea del espaciopuerto mostrara. Una gran autopista se dirigía a las montañas, terminando dentro de una distancia limitada. Un campo proyector inductor del suelo, siempre formaba ángulo recto con el proyector que era su fuente. Se podía ajustar - el proceso era análogo al enfocar - para que cobrase ser actual a cualquier distancia deseada y la distancia podría cambiarse.
Para conducir a la gente de Maya City hacia el Este, el proyector de una cerca ganadera, sobre el que nada se sabían por lo que tendría que ser de todo extraño y completamente misterioso, este proyector necesitaría estar al Oeste de la población que iba a tener que emigrar. Lógicamente, estaría en las montañas. Prácticamente, quedaría oculto.
Extrayendo su energía de la radiada para trabajar, no necesitaría ninguna planta energética considerable para proporcionarle los seis millones de kilovatios que necesitaba. Sería muy fácil esconderlo más allá de cualquier posible descubrimiento. Rastrearlo quizás requiriese días o semanas de búsqueda. Pero la gente que estaba al final de la autopista no podía aguardar. No tenían comida y los agujeros excavados en el suelo en busca de agua por los hombres con sus propias manos desnudas, simplemente eran inadecuados. La cerca ganadera tenía que cortarse inmediatamente. La emisión de energía radiada debía continuar.
Calhoun efectuó un brusco ruido parecido al gruñir de una bestia enfurecida. Pensar en palabras de lo que era necesario hacer resultaba prácticamente un esquema de la tarea que tenía por delante. Sencillo! ¡Necesitaría, claro, dos ingenieros electrónicos! Pero el truquito...
Condujo a doscientos kilómetros por hora con los labios apretados. Los otros tres coches venían detrás. Murgatroyd contempló el camino que había por delante. Kilómetro tras kilómetro, minuto tras minuto, los faros arrojaron un par de rayos cegadores ante los vehículos. Murgatroyd se aburrió.
-«¡Chee!»- dijo con tono descontento y trató de enroscarse entre Allison y Calhoun. No había sitio. Se instaló en el asiento posterior. Estuvo moviéndose unos momentos. Hubieron murmullos. Se instaló. Al poco, silencio. Indudablemente habían puesto su peluda cola en torno a su morro y se había dormido.
Allison habló de pronto. Había tenido tiempo de pensar, pero no tenía práctica en las diversas modalidades del pensamiento.
-¿Cuánto dinero tiene usted? - preguntó.
- No mucho - contestó Calhoun -. ¿Por qué?
- No hice... nada ilegal - anunció Allison, con un aire de confianza poco convincente -, pero podría sufrir algunas molestias si me acusara ante los demás de lo que ya me acusó personalmente. Usted parece pensar que yo planeé todo este acto criminal. Que la acción que yo sabia del... proyecto de investigación del que me hablaron... que se convirtió... que se escapó de la mano, es probable. Pero estoy limpio enteramente de toda culpa. No hice nada sin tener consejo de mi personal técnico. Legalmente soy inviolable. Mis abogados...
- Eso no me importa - le interrumpió Calhoun -. Soy médico. Aterricé aquí en medio de lo que parecía ser un grave problema de salud pública. Fui a ver lo que había ocurrido y lo he descubierto. Todavía me falta la respuesta... bueno, no toda la respuesta. Pero la población humana de Maya se encuentra en estado de alguna privación, por no decir en peligro. Espero acabar con ello. Pero nada tengo que ver con la culpa de cualquiera o con su inocencia de crimen o intento criminal, o de algo por el estilo.
Allison tragó saliva. Luego dijo con suave confianza:
- Pero usted podría causar inconvenientes. Le agradecería si quisiera... quisiera...
-¿Tapar lo que usted ha hecho? - preguntó Calhoun.
- No. Yo no hice nada malo. Pero usted podría simplemente emplear la discreción. Descendí en paracaídas para completar algunos tratos comerciales que tenía preparados desde hace meses. Seguiré con ellos. Me marcharé en el próximo navío. Eso queda perfectamente claro. Puramente comercial. Pero usted podría hacer... presentar... una imagen pública desagradable mía. Sin embargo, yo no he hecho nada que ningún otro hombre de negocios hubiera dejado de hacer. Sucedió que conocía lo del proyecto de investigación...
- Me imagino que usted envió a unos cuantos hombres aquí con un aparato proyector de cercas ganaderas, sacado de Texia para asustar a la gente de Maya - dijo Calhoun sin acalorarse
Ellos no sabían lo que iba a ocurrir. Se han asustado. Querrán marcharse. Así usted podrá comprar prácticamente toda la colonia por el equivalente de una miseria. Eso no lo puedo demostrar - admitió -, pero sí que es mi opinión. Sin embargo, usted desea que no lo divulgue. ¿De acuerdo?
-¡Exactamente! - contestó Allison. Se había sentido impresionado hasta la médula, pero logró que el tono y el aire digno de un hombre de negocios, discutiera este asunto desagradable con estupendo candor -. Le aseguro de que se equivoca. Accederá en que no puede demostrar sus sospechas. Sino puede probarlas, no debería exponerlas. Eso es cosa de simple ética. ¡Estará de acuerdo con eso!
Calhoun le miró con curiosidad.
-¿Espera a que le diga mi precio?
- Espero que usted acceda a no causarme embarazo - contestó Allison con tono reprobatorio -. Yo no me mostraría desagradecido. Después de todo, poseo muchas influencias. Podrían ser gran cantidad de cosas en su beneficio. Me alegraría.
-¿Está usted tratando de decir el precio que yo aceptaré? - preguntó Calhoun, con el mismo aire de curiosidad.
Parecía mucho más curioso que indignado y mucho más divertido que curioso. Allison sudaba copiosamente. Calhoun no parecía ser sobornable. Pero Allison estaba desesperado.
- Si quiere expresarlo así... sí - dijo con aspereza -. Puede usted nombrar su propia cifra. ¡Serviría de verdad!
- Yo no hablaré ni palabra acerca de usted - dijo Calhoun -. No será preciso. Los tipos que operan en su cerca ganadera hablarán todo lo que sea necesario. Todas las cosas encajan bien... excepto una. Han estado cayendo en su lugar todo el rato mientras regresábamos por esta carretera.
-¡Ya le dije que puede usted fijar su propia cifra! - La voz de Allison era aguda -. ¡De verdad! ¡Cualquier cifra! ¡Cualquiera!
Calhoun se encogió de hombros.
-¿Y qué haría yo con el dinero, un hombre del Servicio Médico? ¡Olvídelo!
Siguió conduciendo. El desvío de la autopista a Tenochitlan apareció Calhoun lo pasó de largo. La otra conexión con la carretera que cruzaba la ciudad también apareció. La dejó atrás.
Los dientes de Allison volvieron a castañetear.
Surgieron ya los edificios de Maya City, unos veinte minutos después, Calhoun disminuyó la marcha y los otros coches se acercaron. Por la ventanilla dijo:
- Tenemos que llegar primero a la rejilla de aterrizaje. ¡Que alguien me muestre el camino!
Un coche se adelantó y subió con el resto por una rampa descendiente en la ahora elevada calzada y a través de calles profundamente a oscuras, algunas de las cuales eran estrechas y serpenteantes, para salir bruscamente en donde se alzaba hasta el cielo la rejilla de aterrizaje. Al pie de sus impresionantes vigas parecía enorme bajo la luz de las estrellas, y sus zonas más altas parecían como encaje de plata silueteado contra el firmamento.
Entraron en el edificio de control. Murgatroyd corriendo junto a Calhoun con un pedazo de papel pegado a su cola. Se lo sacudió y un certificado de cinco mil créditos interestelares cayó al suelo. Murgatroyd se había buscado un sitio blando para dormir dentro del contenido del maletín de Allison. Seguramente era el cojín más caro, si bien posiblemente no el más cómodo, que jamás tuviera para dormir un «tormal». Allison permanecía sentado como si estuviera atontado. Ni siquiera recogió el certificado.
- Necesito a los dos ingenieros electrónicos - dijo Calhoun. Después se volvió excusativo a los demás -: Pensé algo mientras veníamos aquí. Creo que quizás, al amanecer, podemos emprender alguna acción drástica. Pero ahora aun lo dudo. Sin embargo, sugiero que ustedes apaguen los faros de los coches y se instalen prestos para disparar si alguien aparece. No sé si vendrá o no.
Abrió la marcha hasta el interior. Encendiendo las luces, se dirigió hacia el lugar en donde aparecieron los diales marcando la cantidad de energía que se utilizaba actualmente de toda la potencia asequible. Estos diales mostraban ahora una extracción energética en extremo pequeña, considerando que las ciudades de un planeta dependían de la rejilla. Pero es que las ciudades estaban ahora oscuras y vacías de gente. La aguja de la demanda oscilaba arriba y abajo rítmicamente. Cada dos segundos la demanda de energías subía hasta seis millones de kilovatios, aproximadamente. Esta demanda duraba medio segundo, y se detenía. Durante un segundo y medio la energía en uso quedaba reducida en la cantidad de seis millones de kilovatios. En este periodo sólo las bombas automáticas y los ventiladores y el equipo refrigerador consumían energía radiante. Luego la demanda de seis millones de kilovatios se repetía por medio segundo.
- La cerca ganadera - dijo Calhoun - trabaja medio segundo. No es continuante, pues en tal caso paralizaría a los animales o la gente que se metieran en ella. Siendo intermitente lo expulsa de ella. Habrá herramientas aquí y recambios, para el caso de que se necesite alguna reparación. Deseo que me fabriquen algo nuevo.
Los dos nuevos técnicos en electrónica formularon preguntas.
- Necesitamos un interruptor que corte la energía radiante durante el medio segundo en que se supone que esté en funcionamiento el campo de inducción del suelo - dijo Calhoun -. Luego deberá conectar la potencia emitida durante segundo y medio en que se supone que la cerca ganadera está cortada. Eso detendrá el efecto de dicha cerca y creo que un coche de superficie podrá funcionar con la energía asequible durante tres segundos y medio de cuatro.
Los técnicos le miraron parpadeando. Luego sonrieron y se pusieron a trabajar. Calhoun continuó. Encontró una caja con el almuerzo del personal en una mesa. Contenía tres bocadillos bastante duros y rancios. Los ofreció. En apariencia nadie quería comer mientras sus familias, al final de la autopista, seguían pasando hambre.
Los técnicos electrónicos llamaron a los dos mecánicos para que les ayudasen a la construcción. Explicaron absortos a Calhoun que estaban haciendo un interruptor que se ajustaría a cualquier súbita demanda de seis millones de kilovatios, no importaba qué intervalo de tiempo entrañase. Un cambio en el ritmo del ciclo de la cerca ganadera no le afectaría en absoluto.
-¡Estupendo! - exclamó Calhoun -. ¡Yo no había pensado en eso!
Dio un bocado al emparedado y salió al exterior. Allison estaba sentado, con aire de desesperación, dentro del coche.
- La cerca ganadera está siendo cortada - dijo Calhoun sin aire de triunfo -. Los habitantes de la ciudad probablemente comenzarán a llegar aquí al amanecer.
-¡No... no hice nada legalmente equívoco! - exclamó Allison, con la garganta seca -. ¡Nada! Tendrán que demostrar que conocía que las... consecuencias del planeta de investigación serían beneficiosas. ¡Eso no se puede demostrar! ¡Es imposible! Así que no he hecho nada legalmente equívoco...
Calhoun tomó a entrar, observando que el doctor que era campeón de tenis y el policía que venia en su ayuda, vigilaban con perspicacia la ciudad y los cimientos de la rejilla y todos los otros lugares desde los que podía venir alguna dificultad.
Habla una estupenda atmósfera de triunfo en la sala de control de energía. La energía, en si, no pasaba a través de estos instrumentos. Pero los reguladores controlaban los grandes conductores enterrados que suministraban al mundo la energía. Y uno de los reguladores había sido modificado. Cuando el proyector de cerca ganadera cerrase su circuito, la energía quedaría cortada. Cuando el inductor de campo se apagara, su energía fluiría de nuevo. Ya no había una barrera que cruzara las autopistas que conducían hacia levante. Era más que probable que los coches pudieran correr bajo la corriente suministrada durante segundo y medio de cada dos. Quizás marcharían de manera entrecortada, pero funcionarían.
Media hora más tarde, la cantidad de poder extraído de la emisión comenzó a subir suave y gradualmente. Eso sólo podía significar que los coches comenzaban a moverse.
Cuarenta y cinco minutos más tarde, Calhoun oyó ruido al exterior. Salió. Los dos hombres de guardia se habían adentrado en la ciudad. Algo se movía allí. Era un vehículo, marchando despacio y sin luces. Calhoun dijo imperturbable:
- Quienquiera que esté gobernando la cerca ganadera ha descubierto que su aparato no funcionaba. Sus luces también parpadeaban. Han venido a ver qué pasaba en la rejilla de aterrizaje. Pero se han fijado en las luces de las ventanas. ¿Tienen preparados sus desintegradores?
Pero el coche sin luces dio media vuelta y se alejó aceleradamente. Calhoun se encogió de hombros.
- No tienen escape - dijo -. Ocuparemos su aparato en cuanto haya luz. Será demasiado grande para destruirlo y habrán huellas que identifiquen a los hombres que lo manipulaban. Y no son nativos. Cuando la policía empiece a buscar entre los extranjeros que viven aquí en donde el proyector de la cerca ganadera estaba instalado... Podrán meterse en las junglas, pero no hay nada para comer allí... o quizás acaben entregándose.
Avanzó hacia la puerta del edificio de control una vez más. Allison dijo con desesperación:
- Habrán escondido su equipo. ¡Usted nunca lo encontrará!
Calhoun sacudió la cabeza bajo la luz de las estrellas.
- Cualquier aparato que hubiera puedo localizarlo en cuestión de minutos. Incluso desde el suelo uno puede dirigirse derecho hacia él. Mire, ocurrió algo que ellos no contaron. Por eso se lo dejaron sintonizado a plena potencia. Las primeras pruebas incitadoras de la cerca ganadera eran a reducida potencia. Molesto, para empezar, e incómodo la segunda vez y quizás doloroso la tercera. Pero en la última ocasión se las dio plena potencia.
Se encogió de hombros. No tenía ganas de hacer un largo parlamento. Pero era evidente. Algo había matado a las plantas de cierto tipo en las que las especies pequeñas eran hierbajos que quedaban destruidas y destruían a su vez a la vegetación de otro terrestre. Las plantas de superficie del suelo, y ahí habían algunas grandes, porque el propio Calhoun había visto una de éstas mustia en la floristería y encerrada dentro de una jaula, las plantas de tal especie tenían tallos móviles y hojas y yemas. Eran caníbales. Podía mover sus tallos para alcanzar y sus hojas para abrazar y sus flores para devorar a otras plantas. Quizás hasta animalitos pequeños. Sin embargo, era que tenían en cierto modo un poder limitado de movimiento. Las plantas sensibles tipo terrestre y las plantas que capturaban insectos poseían tejidos musculares primitivos. Las plantas que cubrían el suelo local, igual los tenían. Y la cerca ganadera hizo que estos tejidos se contrajeran espasmódicamente. Con potencia. Con violencia. Con repetición. Hasta que murieron de cansancio.
El campo a toda potencia de la cerca ganadera exterminó las plantas de superficie mayanas todo el camino hasta el final de la autopista que se dirigía adelante. Y de manera inevitable, aunque quizás muy conveniente, también hasta el lugar exacto en donde el campo de la cerca ganadera comenzó a ser proyectado. Había una zona en forma de flecha, libre de plantas de superficie en donde la cerca ganadera se proyectaba. La punta de esta flecha, señalaría precisamente el proyector de la cerca ganadera.
- Sus amigos probablemente se entregarán y pedirán merced - dijo Calhoun -. No pueden hacer ninguna otra cosa más.
Hizo una pausa para añadir:
- Incluso quizás la obtengan. Mire, hay un efecto colateral interesante en la cerca ganadera. Matan las plantas que han impedido que la hierba de tipo terrestre creciera aquí. Ahora podrán cultivar trigo, donde quieran, y en la cantidad que plazca a la gente. Convertirá a este planeta en un mundo próspero, puesto que no tendrá que importar todo su alimento.
* * *
Los coches de superficie de los habitantes de Maya City comenzaron a llegar al amanecer. Una hora después de que saliera el sol, personas que buscaban con afán encontraron el proyector de inducción al suelo y por tanto los campos de la cerca ganadera. Los apagaron. Era un equipo muy voluminoso y había sido colocado de manera subterránea. Pudo ser difícil de encontrar. Pero no lo fue.
A mediodía aún había algo de cólera en los rostros de la gente de Maya, pero según pareció escasos nuevos daños y la vida recobró otra vez su curso normal. Murgatroyd apreció el hecho de que las cosas regresaran a la normalidad. Para él era normal que le recibieran con cariño y le mimasen cuando el Navío Médico «Esclipus Veinte» tocaba tierra. Era normal para él moverse inquieto entre una sociedad admiradora de seres humanos y beber café con sumo gusto y verse atiborrado con dulces y golosinas hasta la plena capacidad de su dilatable panza.
Y mientras Murgatroyd se movía entre la sociedad humana, disfrutando enormemente, Calhoun continuó con su trabajo. Que, claro, era dar conferencias a las autoridades sanitarias del planeta, recibiendo con educación los informes que ellos consideraban importantes y contándoles con tacto los detalles de los perfeccionamientos más modernos de la ciencia médica tal y como los conocía el Servicio Médico Interestelar.