IV
«Dicta la experiencia que cualquier seguridad, en cualquier momento, de que no hay nada equívoco o que todo va bien, debe ser considerada con recelo. Cierto que con frecuencia los doctores encuentran pacientes que ignoran la naturaleza de su mal y sus causas, y que además sus síntomas han aparecido tan lentamente y de manera tan gradual que ni se fijaron en ellos ni todavía han reparado en...»
Manual del Servicio Médico Interestelar. Pág. 68.
La de Canis III era una sociedad singular. Tras una larga y señaladamente irrelevante discusión por espaciofono, el Navío Médico descendió hasta el suelo arrastrado por las fuerzas de la rejilla de aterrizaje de Canópolis. Esto se consiguió con una pericia rayana en lo artístico. Quienquiera que manipulara los mandos, lo hizo con tan desapasionada perfección propia del joven capaz de manejar un mecanismo que entiende y adora. Pero no se dedujo de aquello que el operador hubiese estado pendiente con exclusividad a la perfección de tal tarea. Salió y sonrió al Navío Médico cuando éste se posó, ligero como una pluma, en el espacio despejado y herboso del centro de la rejilla de aterrizaje de la ciudad. Era un zagal espigado que contaría diecisiete o dieciocho años
Una pandilla - no una guardia - de edades similares vino a entrevistar a los dos que acababan de tomar tierra con la nave espacial. Fredericks citó dónde había estado trabajando y lo que hiciera y cómo le capturaron. Nadie se molestó en comprobar sus afirmaciones. Pero su edad era casi una garantía de que pertenecía a Canis. Cuando relató sus experiencias como prisionero entre los enemigos, toda posible muestra de recelo se disipó. La pandilla del espaciopuerto interpuso preguntas y vitoreó algunas de sus respuestas y se dieron palmadas unos a otros cuando su compañero les narró algunas de las cosas que dijo e hizo en manos del enemigo, y habló con voz alta y fanfarrona de lo que ellos harían si las personas mayores trataban de llevar a cabo sus amenazas. Pero Calhoun no observó ningún real preparativo más allá de la perfecta condición de trabajo de la propia rejilla. Sin embargo, dicha rejilla debía defender adecuadamente al planeta... excepto en contra del espaciopuerto móvil que le había capturado a él.
Cuando le miraron en espera que adujera razones despectivas para con la gente mayor, Calhoun dijo fríamente:
Puesto que me lo preguntáis os confesaré que los «viejos» pueden apoderarse del planeta en cuanto se decidan a matar a unos pocos de vosotros para abrirse paso. ¡Una muestra de lo que os digo la encontraréis en el modo que tenéis de efectuar esta misma tarea en particular!
Se encresparon. Y Calhoun se maravilló de ver la organización tribal que se había desarrollado entre ellos. Lo que le había dicho Fredericks en el navío comenzaba a encajar a la perfección dentro de lo que anteriormente hubiera parecido ser pura teoría antropológica. Conocía ese extremo porque todo miembro del Servicio Médico ha de saber algo más que de simples enfermedades. También tenía que conocer a los humanos capaces de albergar tales pensamientos. Singularidades de la teoría de cultura-instinto comenzaron a asomar a su memoria y se aplicaron exactamente a lo que estaba descubriendo. Dice la teoría que las culturas tribales de las que provienen incluso los organismos sociales más civilizados... fueron invenciones no humanas. Los hechos fundamentales de la sociedad humana existen porque el instinto humano los dirige, en paralelo exacto al designio básico de las vidas sociales de las hormigas y abejas. Le parecía a Calhoun que estaba presenciando en directo la operación del instinto puro en las divisiones de funciones dentro de la sociedad que había encontrado.
Aquí, donde deberían haber montado una guardia para estar prevenidos contra cualquier asechanza del enemigo, halló jóvenes guerreros. Emprendieron esa tarea porque así se lo dictaba su instinto. Para los jóvenes era un impulso hereditario, propio de su edad, que les impelía a obrar como jóvenes guerreros en un puesto de peligro. Nada había más importante para ellos que su prestigio ante los camaradas. No deseaban sabiduría, ni seguridad, ni familias, ni posesiones. El instinto del grupo de su edad les dirigía tan específicamente como generaciones sucesivas de insectos sociales igualmente dirigidos. Se movían a pandillas. Fanfarroneaban ostensiblemente. Vagaban de modo conspicuo y correrían riesgos lunáticos sin la menor razón justificativa.
Pero nunca construirían ciudades por sí mismos. Ese impulso era propio de hombres mayores. En particular el grupo-edad-guerrero seria capaz de mostrar una inmensa y admirable pericia en manejar cualquier cosa que les interesase, pero jamás crearían sistemas automáticos destinados a mantener en marcha una ciudad sin casi atenciones personales. Simplemente serían incapaces de tal previsión. Lucharían, discutirían y fanfarronearían. Pero si este mundo excéntrico había sobrevivido hasta ahora, es porque debía poseer una estructura tribal adicional... debía haber algún jefe más dedicado a la previsión que este brillante grupito de jóvenes que guardaban inadecuada mente y operaban a la perfección el mecanismo de un aparato del espaciopuerto que jamás habrían sido capaces de construir.
Tengo que hablar con alguien de mayor categoría - dijo irritado Calhoun -. Un jefe en realidad... un caudillo. No es asunto mío la guerra que sostenéis con vuestros padres. Estoy aquí por cuenta del Servicio Médico. Se supone que he de revisar la situación de la sanidad pública en compañía de las autoridades locales e intercambiar con ellas información. Por lo que a mí respecta, éste es un trabajo de rutina.
La afirmación no era del todo cierta. En algún sentido, Como el de prevenir muertes innecesarias, sí era rutina y con ese significado Calhoun tenía igual propósito en Canis III como en cualquier otro planeta al que le enviaran. Pero los azares de la sanidad aquí no constituían ninguna rutina Toda sociedad es un organismo. Forma un conjunto. La teoría del instinto dice que sólo se puede sobrevivir como un total, que debe estar compuesto de tales y cuales partes. Esta sociedad había sufrido un trauma, por la predicha disolución del sol de Phaedra. Muchísimas vidas se perderían innecesariamente a menos que los resultados de esa experiencia traumática pudieran ser cicatrizados o sanados. Pero la obligación de Calhoun no debía presentarse ante aquellos jóvenes bajo tales términos.
-¿Quién manda en Canis III? - preguntó Calhoun.- Un tal Walker dijo que su hijo era quien estaba al frente del gobierno aquí. ¡Se mostró también muy amargado a este respecto! ¿Quién se encarga de la distribución de alimentos y quién asigna a quién la misión de procurar más sustancias nutritivas, y quién procura que se atienda a los niños?
La pandilla del espaciopuerto le miró inexpresiva. Luego, alguien dijo:
Nos turnamos en lo de procurar alimentos para nosotros mismos. Aquellos que aterrizaron primero en el planeta van por ahí gritando a todo el mundo. A veces exigen que se hagan cosas. Pero la mayoría se ha casado ya. Viven en un Centro que queda más allá.
Hizo un gesto. Calhoun lo aceptó como una dirección vaga e imprecisa.
-¿Puede llevarme alguien hasta ese centro? Preguntó.
Fredericks dijo con grandilocuente.
- Yo lo haré. De todas maneras iba en esa dirección. ¿Quién tiene un Coche de superficie para dejarme?. Mi novia estará preocupada por mí. Debe estarlo porque ignora que los viejos me hicieron prisionero.
Su petición de un vehículo fue acogida con desprecio. Había allí Coches de superficie, pero los que no necesitaban reparaciones estaban celosamente reservados para ciertos individuos y sus amigos más íntimos. Se produjeron murmullos. Al poco, un joven ceñudo accedió a llevar a Calhoun a la zona en general donde aterrizaron los colonos por primera vez... colonos que ahora se habían hecho serios y autoritarios, luego de erigir sus viviendas. Resultó molesto esperar mientras se discutía una cuestión tan sencilla con tanta dosis de vociferación. Cuando se llegó a zanjar la cuestión, Fredericks se había marchado ya disgustado.
El ceñudo joven sacó su coche de superficie. Calhoun subió. Murgatroyd, claro, no se quedó atrás. El vehículo era magnífico tanto en su aspecto como en sus cualidades. En su ajuste y mantenimiento se había derrochado raudales buen gusto y pericia. Al girar las ruedas salió disparado alcanzando inmediatamente una gran velocidad. Todos los jóvenes conducían con escalofriante descuido y pericia. Atravesó la ciudad en pocos minutos y a una velocidad que apenas permitió a Calhoun captar de la urbe fugaces atisbos. Pero logró ver que parecía casi deshabitada.
Canópolis había sido erigida por los jóvenes de Phaedra según los planos hechos por sus mayores con la misión de recibir inmigrantes procedentes del planeta madre. Se edificó con prisa frenética y se utilizó sólo como depósito receptor. Necesitábase una labor desapasionada y dedicada y mantenida hasta el agotamiento para construir aquella ciudad y el resto de las facilidades coloniales con el fin de terminarlo todo antes del plazo ignorado para la muerte del mundo patrio. Pero ahora sus constructores se habían hastiado de ella. Se la veía prácticamente vacía. Los últimos en llegar se desparramaron por lugares en donde las fuentes de suministro de alimento estuvieran más cerca y fuera posible el modo más satisfactorio de vida. Se veían ventanas rotas y paredes en ruinas. Por todas partes aparecía el desorden y suciedad. Sin embargo, se tomaron grandes molestias en la edificación.
La Ciudad terminaba y una gigantesca pila de estructura dejaron rápidamente atrás. Las carreteras estaban improvisadas. Podrían perfeccionarse muchos después. A través del horizonte se veían poblados diminutos... eventuales por diseño, porque había mucha necesidad, desesperada para muchos en tan escaso espacio de tiempo.
El coche se detuvo con un chirriar de frenos al borde de uno de aquellos grupitos de casitas. Una mujer corrió a esconderse. Un hombre apareció a la vista. Otro, y otro, avanzaron amenazadores hacia el Coche.
Baje - dijo Ceñudo el conductor. Sonrió débilmente -. No me quieren aquí. Pero les animé un poco, ¿eh?
Calhoun bajó del vehículo. El Coche giró sobre un par de ruedas y regresó raudo hacia la Ciudad, su Conductor volviéndose para hacer un gesto despreciativo a los hombres que habían aparecido. Eran todavía muy jóvenes... más que Calhoun. Le miraron con serenidad.
Gruñó para sí. Luego bramó:
- Busco a alguien llamado Walker. Se supone que es el principal hombre aquí.
Un joven dijo con soma:
Yo soy Walker. Pero no soy el principal. ¿De dónde viene? Con uniforme del Servicio Médico y un «tormal» sobre el hombro, no es uno de nosotros. ¿Ha venido a convencernos de que cedamos ante Phaedra?
Calhoun rezongó.
- Traigo un mensaje de que provendrá un ataque del espacio dentro de tres días, pero ninguna noticia más de Phaedra. Soy un hombre del Servicio Médico. ¿Qué tal es la situación sanitaria? ¿Cómo estáis equipados de médicos, etc.? ¿Qué hay de hospitales? ¿Cuál es la proporción de muertes?
El joven Walker sonrió salvajemente.
- Esto es una nueva colonia. Dudo que hayan cien personas en el planeta desde más allá de veinticinco años. ¿Cuántos médicos debería haber en una población como la nuestra? No creo que haya tampoco un coeficiente de mortalidad. ¿Sabe usted como vinimos aquí?
- Tu padre me lo dijo - contestó Calhoun -, en la base militar del planeta vecino externo. Se están preparando para un ataque... y me pidieron que os previniese. Dentro de tres días.
El joven Walker rechinó los dientes.
- No se atreverán a atacar. Los destrozaríamos si lo hicieran. ¡Nos mintieron! Nos obligaron a trabajar hasta la muerte...
-¿Y no hay coeficiente de mortalidad? - preguntó Calhoun.
El joven frunció el entrecejo.
- Es inútil discutir con nosotros. ¡Este es nuestro mundo! ¡Nosotros lo hicimos y lo conservaremos! ¡Nuestros padres ya nos hicieron hacer un ridículo bastante grande!
-¿Y no tienen problemas sanitarios en absoluto?
El sardónico joven dudó. Uno de los otros dijo fríamente:
- Hazle feliz. Déjale que hable con las mujeres. Están preocupadas por algunos de los críos.
Calhoun lanzó un privado suspiro de alivio. Estos jóvenes relativamente maduros eran los colonos llegados en primer lugar. A su cargo corrió la más dura de todas las tareas, la de mantener las nuevas generaciones, asignada por los adultos de Phaedra. Hicieron la labor más agotadora y por ellos les cayeron las responsabilidades más urgentes. Habían trabajado y esforzado hasta el máximo. Por último habían llegado a una decisión fruto de la desesperación.
Pero en apariencia las cosas podrían ser mejores. Esa es la costumbre, en todas partes, de que las mujeres se aderecen de la manera mejor posible para resultar atractivas a los hombres. Las jovencitas, en particular, adoptarían cualquier tradición que fuese probada con sus futuros maridos, y en una sociedad a formar de modo nuevo, sorprendentes tradiciones nuevas podrían iniciarse. Pero no había ocurrido así. Los instintos profundamente enraizados aún funcionaban. Mujeres, jóvenes mujeres, chicas aún, seguían sintiendo interés por los niños pequeños que ni siquiera eran suyos propios. Y la historia de Fredericks...
- Por todos los medios - asintió Calhoun -, si va algo mal con la salud de los niños...
El joven Walker hizo un gesto y se volvió hacia las casas. Frunció el ceño mientras caminaba. Al poco dijo a la defensiva:
- Probablemente se habrá fijado que no hay mucha gente en la ciudad.
- Sí - contestó Calhoun -. Me fijé.
- Todavía no estamos del todo organizados - dijo Walker, aún más a la defensiva -. No hacíamos nada excepto edificar. Teníamos que organizarnos antes de instalar un sistema económico regular. Algunos de los recién llegados no saben otra cosa excepto construir. Cuando estén preparados para eso, la ciudad será ocupada. Tendremos un sistema tan sonado para la producción y distribución de bienes como en cualquier otra parte Pero acabamos de terminar una revolución. En cierto sentido, aún estamos en ella. Pero dentro de poco este mundo será muy parecido a cualquier otro... solo que mejor.
- Comprendo - dijo Calhoun.
- La mayor parte de la gente vive en pequeñas colonias, como ésta... cerca de las cosechas que cultivamos. La gente se produce su propio alimento, etc. En cierto modo usted puede pensar que somos primitivos, pero tenemos algunos buenos técnicos. Cuando se acostumbren a no tener que trabajar para la gente mayor y terminen haciendo cosas sólo por si mismas... nos desenvolveremos bien. Después de todo, no se les adiestró para hacer un mundo completo. Sólo para preparar un planeta para la gente mayor de Phaedra. ¡Sin embargo lo hemos ocupado nosotros mismos!
- Sí - asintió Calhoun educadamente.
- Produciremos las otras cosas - continuó el joven Walker con aire de truculencia -. Tendremos dinero y crédito, y nos contrataremos uno a otro, etc. Ahora lo que más preocupa a todo el mundo es defendernos.
- Sí volvió a asentir Calhoun.
- Los mayores de nosotros estamos casados - continuó Walker con firmeza -, y sentimos la responsabilidad y mantenemos las cosas bien a raya. También nos engañaron, sin embargo y eso no lo perdonamos. y no dejaremos que la gente mayor trate de gobernarnos cuando hemos demostrado que podemos fabricar y gobernar a un mundo nosotros propiamente.
Calhoun no dijo nada. Llegaron a una casa.
Walker se volvió para entrar, haciendo un gesto a Calhoun para que le acompañase.
Walker se paró un momento antes de continuar:
Dije que teníamos técnicos. Algunos de ellos construyeron un aparato para ayudar a cuidar a los niños. Es inofensivo. Pero quieren utilizarlo para espiar a la gente mayor Con él. ¡Para espiarnos! Invasión de intimidad. No nos gusta... bueno... tratan de instalar circuitos psíquicos cerca de nuestras casas. Creen... que es divertido... saber lo que la gente dice y hace.
- Los circuitos psíquicos pueden ser útiles - observó Calhoun -, o convertirse en cosa monstruosa. Por otra parte...
- ¡Eso no lo haría ningún hombre decente! - saltó el joven Walker - Y ninguna chica querría tener que ver nada con nadie... ¡Pero siempre hay algunos locos estúpidos!
- Tú lo has descrito - dijo Calhoun con sequedad - , una clase criminal. Sólo que en vez de robar las posesiones de otra gente, quieren robarle sus sensaciones. Cosa de chismorreria, de escuchar en lo que otra gente siente hacia aquellos a quien ama, también como lo que dicen y hacen. En cierto modo se trata de un problema de delincuencia, ¿no?
- No puede haber civilización sin Problemas - dijo Walker - . Pero vamos a... abrió la puerta . Mi esposa trabaja con los críos que la gente mayor nos cargó a la espalda. Sígame por aquí.
Hizo un gesto indicando a Calhoun el interior de la casa. Era uno de los refugios construidos durante el frenético programa de construcción diseñado a proporcionar un refugio de emergencia para la población de todo un planeta. Era la más tosca de las construcciones hechas a máquina. Los suelos estaban sin acabar, las paredes sin enlucir. Se veía el equipo. Pero se advertía que se hicieron intentos por remediar algo de la tosquedad. Se emplearon colores para un aspecto más hogareño.
Cuando salió una chica de la habitación contigua, Calhoun entendió por completo. Era mucho más joven que su marido, pero no en exceso. Miró a Calhoun con aquella ansiedad con la que una ama de casa mira siempre a un visitante inesperado, confiando en que no se fije en los defectos.
La joven esposa tenía todos aquellos instintos femeninos que son mucho más viejos que la tradición. Obligaciones y lealtades pueden ser apartadas a un lado, pero la idea de su papel de una ama de casa es inmutable.
- Se trata de un hombre del Servicio Médico - dijo con laconismo Walker, señalando a Calhoun -. Le dijo que habían problemas sanitarios en alguno de los niños - volviéndose a Calhoun añadió con sequedad -: Esta es Elsa, mi esposa.
Murgatroyd exclamó:
-«¡Chee!» - que estaba colgado al cuello de Calhoun. De pronto se sintió tranquilizado. Descendió al suelo. Elsa le sonrió.
-¡Es dócil! - dijo encantada -. Quizás... Calhoun extendió la mano. Ella la tomó. Murgatroyd, tambaleándose, le alargó su propia zarpa negra. En lugar de conflicto y odio, aquí, Murgatroyd parecía percibir una sociabilidad amable tal como a la que estaba acostumbrado. Se sentía más en su casa. Comenzó inmediatamente a actuar como el ser humano al que le gustaba parecerse.
-¡Es encantador! - exclamó la muchacha -, ¿Puedo enseñárselo a Jack?
El joven Walker contestó:
- Elsa ha estado ayudando a cuidar a los niños pequeños. Dice que hay algo en el asunto que no comprende. Se ha traído aquí a uno de los niños. Sácalo, Elsa.
La chica desapareció. Un momento más tarde entró con un niño pequeño. Probablemente tendría seis o siete años. Ella le llevaba en brazos. Estaba delgado. Los ojos brillantes. Pero se mostraba en sus brazos completamente pasivo. Ella le dejó en una silla y él miró en su torno lo bastante despierto, pero no se movió. Vio a Murgatroyd y su expresión se tomó radiante. Murgatroyd fue hasta el humano que era casi de su propio tamaño. Tambaleándose, le ofreció la zarpa una vez más. El muchacho rió, pero su diestra permaneció en el regazo.
- ¡No hace nada! - dijo Elsa apenada -. Que funcione los músculos, pero no quiere moverlos. Se limita a sentarse y espera a que le hagan las cosas. ¡Actúa como si hubiese perdido la idea del movimiento, o de hacer algo en absoluto! ¡Y... eso empieza a mostrarse entre los demás niños! ¡Simplemente se sientan! ¡Son bastante listos... ven y comprenden... pero se quedan quietecitos y sentados!
Calhoun examinó al muchacho. Su expresión aumentó de impasibilidad cuidadosamente. Pero parpadeó mientras el fonendoscopio tocaba brazos y piernas. Los músculos eran casi como mantequilla.
Cuando se incorporó, a su pesar, tenía la boca descompuesta en una mueca. La esposa del joven Walker preguntó ansiosa:
-¿Sabe usted lo que le pasa?
Básicamente, sí - dijo Calhoun con una especie de desesperada ironía -. Está en plan de rebeldía. Al igual que vosotros estáis en rebeldía contra Phaedra, él se revela contra vosotros. Vosotros necesitáis descanso que no tuvisteis y recreos que no pudisteis tener por aquel trabajo agotador bajo una carga más pesada minuto a minuto durante años. Por eso os rebelasteis y encontrasteis una estupenda justificación para la guerra que habéis comprometido. Pero él tiene una necesidad de algo que no tuvo también. Así que se revela contra su falta... al igual que vosotros... y se morirá como os pasará a todos vosotros exactamente por la misma causa final.
Walker frunció el Ceño amenazador.
-¡No comprendo lo que usted dice! - exclamó con dureza.
Calhoun se humedeció los labios.
Hablo dejando aparte mi profesionalidad. La verdadera causa de sus dificultades presentes y de las vuestras futuras es que hay que destruir un sistema social, que ha sido ya destruido, quiero decir. Las partes no pueden vivir por sí mismas. Y desconozco qué medidas médicas deben tomarse para cuidar a una civilización herida. Como doctor, puedo ser derrotado. Pero preferiría comprobar... Digamos, a propósito ¿os dije que la flota de guerra de Phaedra va a atacar dentro de tres días?