VI
«...La más difícil de las empresas es asegurarse la cooperación de los demás en empresas en que estos otros no pensaron primero...»
Manual del Servicio Médico Interestelar. Pág. 189.
Calhoun trabajó toda la noche, cuidando e inspeccionando los incubadores de cultivos que formaban parte del equipo técnico del Navío Médico. En la nave, diluyó las raspaduras y las, examinó microscópicamente. Estas raspaduras las había tomado de los refugios infantiles, precisamente de las gargantas de los niños. Se sintió depresivamente seguro de que sus peores augurios como médico tomaban cuerpo... todo aquello era causa y detalle del sistema de circuitos psíquicos sobre los niños descrito de manera tan fanfarrona por Fredericks. Pudo haber redactado el informe de sus presentes resultados por anticipado, tras echar una mirada a la criatura llamada Jack que le enseñó la joven esposa de Walker. Pero le sabía mal encontrar que la información objetiva estaba de acuerdo con lo que predijese teóricamente.
En cada cuerpo humano hay siempre gérmenes. El proceso de la buena salud es en parte un combate continuo con infecciones ligeras que pasan inadvertidas. A causa de las victorias sobre las pequeñas invasiones, un cuerpo humano adquiere defensas contra mayores invasiones contagiosas. Sin tales victorias y constantes, el cuerpo deja de mantener fuerte sus defensas contra las cabezas de puente de la infección. Pero la desnutrición e incluso el agotamiento, podían debilitar un cuerpo una vez admirablemente equipado para esta especie de guerra de guerrillas.
Si un niño mal nutrido fracasaba en vencer en una escaramuza, podía verse abrumado por un contacto que la misma criatura jamás habría conocido de haber sido algo más fuerte. Pero, abrumado, el niño se convierte en un caso esporádico de enfermedad... un caso no rastreable hasta ningún otro caso clínico. Y luego, es origen de otra epidemia. En condiciones de miseria una enfermedad desconocida durante años puede despertar y extenderse como el fuego en la hierba seca. Con la mejor de las intenciones y gran ingenuidad técnica, la joven generación de colonos de Canis III había hecho ese proceso inevitable entre las criaturas que fueron su última carga impuesta. Los niños estaban faltos de ejercicio, bajos sus estímulos y por tanto igualados en apetito y nutrición. Y resulta un axioma del Servicio Médico que un sólo niño mal nutrido puede poner en peligro a todo un planeta.
Calhoun demostró el hecho con abrumadora certidumbre. Sus cultivos deslumbraron incluso a él mismo. Pero al amanecer había aplicado ya las capacidades especiales genéticas de Murgatroyd a los cultivos.
Murgatroyd dijo: - en un tono de protesta, cuando Calhoun hizo lo que era necesario en aquel trocito pequeño de su flanco que era del todo insensible.
Pero luego Murgatroyd se sacudió y con admiración miró ceñudo a Calhoun, imitando su aire intenso y preocupado que el médico portaba en aquellos instantes. Luego siguió a Calhoun casi de buen humor, plantado sobre sus cuartos traseros, a la manera humana, haciendo ajustar imaginarios aparatos, al igual que hacía Calhoun, muy adelantado en el tiempo a lo que él esperaba que ocurriría.
Al poco, Murgatroyd, cansado, un poco antes que lo corriente, se fue a dormir. Calhoun se inclinó sobre él y auscultó su ritmo respiratorio y los latidos del corazón. Murgatroyd siguió durmiendo. Calhoun entrecruzó los dedos en ansiosa expectación.
Había venido a esta misión con algo de rencor, porque pensaba que se trataba de una estupidez. Siguió con creciente desaliento cuando descubrió que no era absurda. Ahora vigilaba a Murgatroyd con el interés emocional que un médico siente cuando las vidas dependen de su ciencia profesional, pero cuando es eficiencia también depende de algo más allá de su control. En esta ocasión, Murgatroyd era ese algo... pero aún había otro más.
El «tormal» era un animalito agradable y Calhoun le tenía muchísimo cariño. Pero los «tormales», eran miembros de la tripulación de los Navíos Médicos, mejor dicho, de la monotripulación, porque su metabolismo resultaba similar, muy similar, al de los humanos, aunque ningún «tormal» había conocido jamás la muerte por una enfermedad infecciosa. Podían albergar las infecciones humanas, pero sólo una vez y ligeramente. Parecía ser que aquellas criaturitas peludas tenían una gran sensibilidad a las toxinas bacterianas. La presencia de material infeccioso en su torrente sanguíneo fruncía una reacción violenta e instantánea... y la elaboración de anticuerpos en gran cantidad. Los teóricos decían que los «tormales» tenían sistemas de inmunidad dinámicos en lugar de pasivos, cómo ocurría en los humanos. Y su química corporal parecía buscar truculentamente individuos microscópicos que destruir, más que aguardar a que algo se desarrollase antes de poder luchar contra ese algo.
Si ahora reacciona normalmente, en cuestión de horas su torrente sanguíneo estaría saturado de anticuerpos... o de un anticuerpo... retales para los cultivos que Calhoun le había inyectado. Había, sin embargo, un hecho desafortunado. Murgatroyd pesaba quizás diez kilos. Había una mayoría de población interplanetaria que necesitaba anticuerpos que sólo él podía producir.
Durmió desde la hora del desayuno hasta la del almuerzo. Y respiró más ligeramente de prisa de lo que debiera. Su corazón latió de manera irregular.
Calhoun juró un poco cuando llegó e mediodía. Miró el equipo preparado para el microanálisis biológico... diminutos tubos de ensayo conteniendo media gota, frascos de reactivos dispersando fracciones de milímetros, herramientas y balanzas mucho más diminutas que si fueran para una casa de muñecas. Si podía determinar la estructura y fórmula de un anticuerpo, o anticuerpos, que el diminuto cuerpo de Murgatroyd formase, la síntesis en cantidad seria posible. Sólo que el Navío Médico no tenía materiales para tan gran cantidad de producción.
Había sólo una posibilidad. Calhoun dio al interruptor del espaciofono. Al instante le llegó la voz por el altavoz.
Llamando a Navío Médico "Esclipus Veinte"!La flota de Phaedra llamando al Navío Médico "Esclipus Veinte"!»
- Navío Médico responde - dijo Calhoun -. ¿Qué pasa?
La voz prosiguió:
-«¡Llamando al Navío Médico "Veinte"! ¡Llamando al Navío Médico "Esclipus Veinte"! ¡Llamando...» - prosiguió interminablemente. Sonaba muy lejana, como si tardase mucho en captar la respuesta de Calhoun. Tras la fórmula de llamada se interrumpió -: «¡Navío Médico! Nuestros doctores creen saber lo que ocurre en Canis. ¿Podemos ayudar? ¡Tenemos navíos hospital equipados y preparados!»
- La cuestión es si pueden hacer una fórmula de identificación de estructuras y si son ustedes capaces de desintonizar lo que yo identifique - dijo con rapidez Calhoun -. ¿Qué tal están de laboratorio? ¿Se encuentran bien provistos de materias primas biológicas?
Aguardó. Por el intervalo entre su respuesta y la réplica, el navío que comunicaba se encontraría a unos ocho millones de kilómetros de distancia o más. Pero no se encontraba tan lejos como el planeta contiguo exterior en donde la flota de Phaedra había establecido su base.
Mientras aguardaba la respuesta, Calhoun oyó murmullos. Vendrían del edificio de control al lado de la rejilla. La pandilla fanfarrona y recelosa escuchaba. Calhoun les había amenazado con destruir la rejilla si trataban algo en contra del Navío Médico... pero no podía hacer nada a menos que intentasen utilizar un campo de fuerza. Los jóvenes escuchaban, murmurando entre sí
Mucho tiempo después la voz del espacio regresó. La flota de la generación mayor de Phaedra había aterrizado, excepto los navíos de observación como el que hablaba. La flota tenía un equipo biológico completo pronto para cualquier emergencia. Era capaz de sintetizar el componente deseado más extraño... el grado de complejidad y de clasificación resultaba satisfactorio.
- Anteayer - dijo Calhoun -, cuando me dejaron en Canis IV, su jefe Walker dijo que sus hijos en este planeta estaban destruyendo a sus nietos. No especifico cómo. Pero el proceso está muy adelantado... sólo que toda la población probablemente morirá con ellos. Necesitaré esos navíos hospital y sus mejores químicos biológicos... ¡Tengo esperanza! ¡Que empiecen a venir desde aquí... de prisa! Intentaré hacer un trato para que por lo menos los navíos hospital puedan aterrizar. Corto.
No cortó el espaciofono. Escuchó. Y una voz amargada y envenenada vino de las proximidades:
-«¡Seguro! ¡Seguro! ¡Les dejaremos que aterricen navíos que nos dirán que son hospitales, cargados con hombres y armas! ¡Les dejaremos aterrizar, claro que sí!»
Hubo un chasquido. El espaciofono del edificio del control estaba cerrado.
Calhoun se volvió al dormido Murgatroyd. Hubo un movimiento en torno al edificio de ladrillo de la rejilla de control. Esbeltos y relucientes coches de superficie se alejaron... dos. Calhoun se acercó al comunicador planetario. Podía irrumpir en cualquier longitud de onda utilizada para la comunicación de radio bajo el techo de abside de un planeta. Tenía que ponerse en contacto con Walker o algún otro de los colonos llegados en primer lugar. Seguían todavía amargados contra su mundo natal, pero empezaban a comprender que Calhoun les había dicho la verdad acerca de los niños mas pequeños.
Pero el comunicador planetario no captó nada. No se utilizaba ninguna radiación en todas las frecuencias de onda exploradas. No había un servicio de noticias organizado. La gente joven de Canis III estaba demasiado autocentrada para preocuparse por las noticias. No habían programas de entretenimiento. Sólo emisiones circunstanciales se ofrecían y esa circunstancia no se daba con tanta frecuencia como para exigir el mantenimiento de una costosa y trabajosa red de emisoras.
Así que Calhoun no puede comunicarse excepto por el espaciofono, con un rango de alcance de millones de kilómetros y por los altavoces exteriores del navío, con un alcance de centenares de metros. Si abandonaba el Navío Médico, probablemente tendría que abrirse paso luchando para regresar a él. De todas formas, no podía encontrar a Walker yendo a pie y no sabia tampoco a qué otra persona podría recurrir.
Además, en la nave había mucho trabajo que hacer.
Antes de que Murgatroyd despertara, los dos coches de superficie habían regresado. A intervalos, cerca de una docena de otros vehículos siguieron hasta el edificio de control, serpenteando hasta cruzar el centro despejado de la rejilla con magníficas nubes de polvo como estela. Frenaron violentamente al llegar. Los jóvenes salieron a raudales. Algunos de ellos gritaron dirigiéndose al Navío Médico e hicieron gestos amenazadores. Irrumpieron en el edificio.
-«¿Chee?» - dijo Murgatroyd tentativo.
Estaba despierto. Calhoun sintió ganas de abrazarle.
-¡Ahora a ver qué es lo que vemos! - exclamó ceñudo -. ¡Espero que hayas cumplido tu papel, Murgatroyd!
Murgatroyd se le acercó voluntariamente y Calhoun lo levantó hasta la mesa que tenía preparada. De nuevo, lo que le hizo no le dañó. Un diminuto retazo en el costado de Murgatroyd habla sido insensibilizado permanentemente poco después de que naciera. Calhoun extrajo una cantidad de lo que confiaba que fuese un antagonista bacterial altamente concentrado. Sacó unos treinta centímetros cúbicos en total. Aplastó las células rojas. Separó el suero. Lo diluyó en una parte infinitísima y con mano segura lo añadió a una de las correderas de los mismos cultivos vivos en que la inmunidad dinámica de Murgatroyd había elaborado el posible suero.
Las bacterias y virus murieron inmediatamente.
Calhoun tenía una muestra ahora de anticuerpo que podría soportar el desastre intolerable desparramado en el mundo de la gente joven... «si» podía realizarlo rápidamente y de manera segura, y «si» los navíos hospital del planeta Phaedra podían aterrizar, y «si» eran capaces de desintetizar los componentes de algún anticuerpo altamente complejo, y «si» los habitantes de Canis III dejaban a un lado su odio...
Oyó un sonido como de llamada en el casco del Navío Médico. Miró la pantalla. Dos jóvenes estaban plantados en el umbral del edificio de control, disparando a placer contra el Navío Médico con armas deportivas.
Calhoun se puso a trabajar. Los rifles deportivos no podían hacer mucho daño.
Durante una hora, mientras se producía el chasquido ocasional de los proyectiles contra las planchas exteriores de la nave, trabajó en la tarea infinitamente delicada de separar el suero de su contenido de anticuerpo. Durante otra hora, intentó separar el anticuerpo de infracciones. Increíblemente, no quería separarse. Resultó ser una sola substancia.
Hubo un sonido potente y todo el navío se estremeció. La pantalla mostró una nube de humo alejándose. Los miembros de la guardia de la rejilla habían hecho detonar algunos explosivos... destinados a la minoría, lo más probable... contra una de las aletas de aterrizaje.
Calhoun masculló un juramento. Su llamada a la flota phaedriana fue la causa. La guardia de la rejilla no tenía intención de permitir ningún aterrizaje. Les había amenazado con hacer volar sus controles si intentábamos utilizar la rejilla en el Navío Médico, pero la deseaban tener preparada para el uso como arma contra la flota espacial.
Volvió a su trabajo. De vez en cuando, molestamente, miraba hacia el exterior. Al poco un joven grupo de guerreros avanzó hacia la nave, portando algo muy pesado. Una carga mayor de explosivos, quizás.
Esperó a que estuviesen a pocos metros del navío. Apretó el botón de los cohetes de emergencia. Una varilla delgada como un lápiz llameante salió disparada hacia abajo entre las aletas de aterrizaje. Era de un blanco azulado, del blanco de la superficie de un sol. Durante un instante salpicó furiosa antes de perforar y fundir un agujero en el suelo por donde se perdió. Pero en ese instante había prendido fuego a la cobertura de la carga que llevaban los jóvenes. La dejaron caer y huyeron. La llama perforó más y más profundamente en el terreno. Se alzaron nubes de humo y vapor.
Se produjo un relámpago cegador. La carga que los jóvenes guerreros habían abandonado, se desvaneció en un fulgor que parecía el de un rayo. La nave se estremeció a causa de la explosión y un cráter apareció donde el explosivo había estado.
Calhoun cortó el cohete de emergencia, que había estado ardiendo durante diez segundos a un cuarto de potencia.
La puesta del sol sobrevino y cayó la noche por segunda vez. Advirtió, bruscamente, que algunos de los coches de superficie que estaban cerca del edificio de control se alejaban a toda marcha. Pero no pasaron cerca del Navío Médico en su partida. Siguió con el trabajo. Llevaba ya casi treinta horas efectuando cultivos de las muestras raspadas de las gargantas de los niños e inyectando a Murgatroyd y esperando su reacción y luego separando una diminuta cantidad de anticuerpo - que no sería del total del polvo que contiene una ala de mariposa - el suero que obtenía.
Muy lejos, a decenas o centenares de billones de kilómetros, los navíos hospital de la flota phaedriana despegaban desde el planeta vecino exterior. Venían a toda marcha hacia Canis III. Necesitarían los resultados del trabajo que Calhoun estaba haciendo, si tenían que prevenir una sorprendente plaga múltiple que podría barrer todos los sacrificios de edificación de la colonia. Por esto su trabajo debía de ser exacto.
Era aburrido. Era cronométrico. Era agotador en su consumo de tiempo. Tenía la ayuda de experiencia anterior y el conocimiento de que el diseño molecular era más probable incluiría este grupo de radicales y seguramente que, en las cadenas laterales como ésta, se podía buscar por productos similares y copolimeros. Pero tenía los ojos cansados y ya no podía más. Iba nuevamente a amanecer. Notaba como si tuviera granos de arena debajo de los párpados. Sentía el cerebro seco, lo nota riguroso dentro del cráneo, como si fuera de corcho. Pero cuando los primeros colores rojos aparecieron en levante, iluminando las torres de la ciudad, ya tenía el esquema de lo que debería ser la compleja molécula que se formó en el peludo cuerpo de Murgatroyd. Acababa de empezar a darse cuenta, de manera vaga, que había hecho el trabajo, cuando dos luces gemelas deslumbradoras vinieron rebotando y oscilando a través del centro vacío de la rejilla. Se mostraron vivamente en la difusa oscuridad. Se detuvieron. Un hombre saltó del coche de superficie y corrió hacia la nave.
Calhoun cansado sacó los micrófonos exteriores y altavoces.
-¿Qué ocurre ahora? - el hombre era el joven Walker.
- ¡Tiene usted razón! - llamó la voz de Walker, tensa hasta el punto de ruptura -. ¡Hay enfermedad! ¡Por todas partes! ¡Es una epidemia!
-¡Está empezando! ¡La gente se sentía cansada y molesta y por eso se aisló en sí misma! ¡Nadie se dio cuenta! ¡pero tienen fiebre! ¡Muestran lesiones! ¡Algunos deliran! ¡los niños más pequeños son los peores... siempre estaban quietos... pero la epidemia es general! ¡Jamás conocimos antes una verdadera enfermedad! ¿Qué podemos hacer?
Calhoun dijo cansado:
- Ya tengo la solución para un anticuerpo. Murgatroyd lo fabricó. Para eso está. Los navíos hospital de Phaedra vienen hacia aquí ahora. Empezarán a aparecer y a fabricar en cantidad y sus médicos darán a todo el mundo inyecciones inmunizadoras contra el mal.
El joven Walker gritó fieramente:
-¡Pero esto significa que tendrán que aterrizar! ¡Lo ocuparán todo! ¡No puedo permitirles que aterricen! ¡Yo no tengo poder para eso! ¡Nadie lo tiene! ¡Muchos de nosotros preferirían morir antes que dejarles tomar tierra! Nos mintieron. Ya es bastante malo tenerles amenazando en el exterior. ¡Si aterrizan, habrá lucha por todas partes y para siempre! ¡No podemos permitirles que nos ayuden! ¡No podemos! ¡Lucharemos... moriremos primero!
Calhoun parpadeó como un mochuelo.
- Eso es algo que tenéis que decir vosotros y tú por ti mismo - dijo cansino -. Si estáis decididos a morir, no puedo impedirlo. ¡Morir primero o morir después... es elección vuestra! Tomadla ¡Yo me voy a dormir!
Cortó el micrófono y los altavoces. No podía mantener los ojos abiertos.