El brasileño se levanta hecho una furia.
—¡No vale, me ha tirado! ¡Es falta!
—¡¿Cómo que falta?! —se defiende el extremo derecho—. ¡El contacto de hombro contra hombro está autorizado por el reglamento!
—¡Eso no ha sido un contacto, sino un empujón como este! —salta João, que echa a tierra a Becan de un manotazo.
—¡Tranquilos, chicos! —interviene inmediatamente Champignon, mientras Tomi también trata de calmar los ánimos.
El brasileño se da cuenta enseguida de su error y tiende la mano a Becan para ayudarle a que se levante.
—Perdóname, me he tomado el juego demasiado en serio…
—No pasa nada —contesta el extremo derecho poniéndose en pie—. Perdóname tú a mí porque creo que te hice falta, así que el partido ha acabado empatado.
—Como todos nuestros juegos… —sonríe João, que luego «choca la cebolla» a su amigo, ante la mirada de aprobación del otro.
Después de la competición entre Tomi e Ígor, que también acaba en empate, el cocinero-entrenador ordena:
—¡Todos a la ducha! ¡El entrenamiento ha acabado!
Mientras los muchachos se alejan, Augusto comenta:
—Tengo la impresión de que el equipo está empezando a sentir demasiada tensión por la proximidad del desempate. Ya te habrás fijado en la pelea entre João y Becan.
—Tienes razón, querido amigo —conviene Champignon—. A lo mejor tengo yo la culpa, por obligarles a entrenar todos los días. Tienen que distraerse un poco. Mañana, día libre.
—O como mucho un entrenamiento divertido en la piscina —propone el chófer del Cebojet—. Ha sido idea de las gemelas, que ya han invitado a los Cebolletas a su chalet.
—Superbe! —aprueba el cocinero-entrenador.