Superbe! —exclama Champignon, abrazando a Augusto.

Daniela, enloquecida, salta en brazos de su marido y le estampa un beso en la nariz.

—¡Medio gol es mérito tuyo, piloto de mi corazón!

Hasta el esqueleto Socorro, con su albornoz, parece sonreír de alegría, mientras el gato Cazo, naturalmente, sigue dormitando.

El árbitro pita el final del segundo tiempo, se acerca a los banquillos y explica a los entrenadores:

—Hemos empezado con retraso y los chicos están agotados por el estado del campo, así que no habrá tiempos suplementarios. Pasaremos enseguida a los penaltis. Escoged a los cinco jugadores que los sacarán.

Charli está furioso con Ángel y le abronca delante de su equipo:

—¿Estás contento? Si perdemos, ¡será por culpa tuya! Tenías en un pie el gol de la tranquilidad y te has dejado enternecer… ¡Aquí lo que está en juego es el título de liga, no el premio al chico más bueno del año! Naturalmente, ya te puedes olvidar de tirar un penalti. Serías capaz de echarlo fuera para hacerle un favor a tu amiguita.

Ángel no responde. Coge una botellita de agua y da un sorbo.

Pedro se la quita de las manos.

—Búscate un equipo para la próxima liga. Con nosotros ya no juegas…

El número 10 de los Zetas se dirige al centro del campo, desde donde todos los jugadores seguirán los penaltis, y se cruza con Sara, que se le acerca cojeando.

—¿Has visto? —pregunta Ángel—. Los peces de colores del estanque del Retiro acertaron con el resultado: 2-2 y vamos a los penaltis.

—En cambio, no dijeron nada de un gesto tan bonito como el tuyo —sonríe la gemela—. Gracias. Pero, viendo las bromas tan pesadas que me has gastado durante la liga, ¡era lo mínimo que podías hacer para ponerle un parche a nuestra relación!

El Gato y Fidu se acercan a la portería escogida por el árbitro para los penaltis. Los dos amigos se dan un abrazo y se desean suerte.

—¿Tienes algún secreto para parar los penaltis? —pregunta Fidu.

—Antes de cada disparo pulso una cuerda de mi violín —revela el Gato—. El sonido me sugiere si tengo que echarme a la derecha o la izquierda, ¿y tú?

—Yo me quedo mirando el balón concentradísimo y repitiendo: «Eres un merengue, eres un merengue…» —confiesa Fidu—. Así tengo unas ganas que me muero de atraparlo.

En el graderío y el bar de la parroquia se ha hecho un silencio absoluto. No se oye volar una mosca. Ha llegado el momento en que se decidirá el título de liga.

El colegiado lanza una moneda para sortear el orden de los disparos. Empezarán los Tiburones Azzules. El Gato apoya el violín contra la red, pulsa una cuerda y se coloca entre los palos.

¿Quieres oír la crónica de Tino? Ahí la tienes:

«El primero en dirigirse hacia el punto de penalti es Pedro. Es frecuente que los entrenadores cedan el primer disparo al especialista, porque adelantarse en el marcador puede suponer una presión extra para los rivales.»

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«Pedro se lleva las manos a la cabeza, desesperado. En lugar de inundar campos de fútbol, tendría que entrenar más con los penaltis.

»Ahora le toca a nuestro capitán. También míster Champignon ha decidido confiar en su mejor especialista. Tomi da una corta carrerilla.»

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«El capitán ha lanzado un trallazo asesino al lado que no miraba, mientras Fidu se ha lanzado del lado opuesto. El capitán nos ha engañado a todos: a nosotros y al portero… ¡Sensacional! Los Cebolletas se ponen por delante después del primer penalti: el resultado acumulado es de 2-3. Pero todavía queda mucho camino por recorrer, amigos. ¡Vamos, Gato, regálanos otro milagro!

»¡Lo ha parado! ¡Te queremos, Micifú! El penalti de Diouff era potente, pero demasiado centrado, y el violinista, que se había lanzado a su derecha, lo ha rechazado con las piernas.

»Ahora Pavel puede hacer que los Cebolletas se despeguen de sus rivales.

»¡Nooo! ¡El gemelo ha disparado altísimo! ¡Qué lástima! Ahora le toca a David. Normalmente los defensas no chutan demasiado bien. Espero no equivocarme…

»¡Parada! David ha disparado paralizado por el miedo. El Gato se ha lanzado sobre su tiro con el interior como si fuera un ovillo de lana. Nico, no puedes fallar… Ponnos 4-2 y la liga será casi nuestra.

»¡Poste! ¡Qué mala pata! ¡Ha fallado el lumbrera!

»Increíble: ¡un solo gol tras seis penaltis! La tensión está jugando una mala pasada a los lanzadores. De momento el único que ha marcado ha sido Tomi.

»Los Cebolletas ganan por 3-2 y solo faltan dos penaltis por equipo.

»El Gato pulsa la cuerda de su violín. El animal de César pone una cara que da miedo. Más que disparar el balón, se diría que lo quiere hacer explotar.

»¡Parada! ¡El Gato ha vuelto a parar! El trallazo del Zeta ha sido aterrador, pero el Casillas de los Cebolletas lo ha interceptado al vuelo alzando el puño derecho y ha despejado el balón por encima del travesaño. Julio, es tu turno…

»Nooo… El extremo derecho ha caído en la trampa de Fidu, que ha dado un paso hacia su derecha y luego se ha tirado del lado contrario, blocando sin problemas el esférico.

»No importa, chicos. Seguimos por delante y a los Zetas solo les queda un penalti. Eso significa que si el súper Gato para el tiro de Tamara, los Cebolletas habrán ganado el trofeo sin necesidad de disparar el último tiro. Estamos a un paso de ver hacerse realidad nuestros deseos, colegas…

»Gol. Tamara ha marcado en su turno de disparo. El Gato se ha tirado del lado correcto, pero el tiro esta vez iba muy esquinado y se ha colado en la portería de los Cebolletas.

»No está mal. Vamos empatados a 3. Los Tiburones han lanzado sus cinco disparos, mientras los Cebolletas todavía disponen de uno.

»¡Ánimo, Lara, marca y vayamos todos a la tribuna a celebrarlo!

»La gemela mira sin parar hacia las gradas. Probablemente está buscando a su padre, que ha venido a ver por primera vez un partido importante de los Cebolletas.

»Lara tiene la ocasión de regalarnos el penalti decisivo. Espero que la perspectiva no la ponga demasiado nerviosa.

»¡Lo sabía! ¡Parada! Lara también ha disparado muerta de miedo. Por el centro y sin fuerza. Fidu no ha tenido ningún problema para blocarlo.

»Los porteros han sido los grandes protagonistas de esta primera tanda de penaltis, que ha acabado en empate. Ahora seguiremos de uno en uno, es decir, hasta que uno de los dos equipos cometa un error y el otro no.

»¡Qué emoción, amigos! Esta gran final no se acaba nunca…»

Tino tiene razón, porque el Gato y Fidu paran dos penaltis más cada uno.

Charli, nerviosísimo, llama a Ángel y le ordena:

—¡Este te toca a ti! ¡Veremos si logras que te perdone!

La ejecución del número 10 es perfecta y pone a los Tiburones por delante: 4-3. La tribuna de los Zetas estalla de alegría.

Aquiles tiene sobre los hombros una responsabilidad enorme: si falla, el trofeo irá a manos del equipo de Charli.

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Gaston Champignon suelta un suspiro de alivio.

—Si esto sigue así, me tendrán que operar por segunda vez del corazón…

El Gato y Fidu paran otros dos penaltis y luego marcan uno cada uno.

Después de diez penaltis por equipo, el resultado sigue siendo de empate: 5-5.

El Gato pulsa una cuerda de su violín y le dice en voz baja:

—Dame un buen consejo, violín, porque este lo quiero parar cueste lo que cueste.

Y es que quien se acerca al círculo de penalti es Vlado, que un día le destrozó el pie a Tomi y hoy ha machacado a Rafa.

El violín no traiciona al portero de los Cebolletas, que se lanza hacia su izquierda y despeja el misil del Zeta con los puños juntos.

Un estruendo de alegría se eleva del graderío de los Cebolletas.

Tomi toma el balón y se dirige otra vez hacia el punto de penalti, dispuesto a lanzar el disparo que puede dar la victoria a su equipo, pero Pedro interviene inmediatamente.

—¡No vale, señor árbitro! Antes de volver a empezar, tienen que haber disparado todos los jugadores que han acabado el partido. El número 0 todavía no ha tirado.

—Tienes razón —confirma el colegiado, después de consultar su bloc—. Le toca al número 0.

Tomi entrega la pelota a Issa con una sonrisa.

—Estoy seguro de que marcas. Toma carrerilla, acelera y tira a toda pastilla. ¡Como Jorge Lorenzo!

Issa habría pagado una fortuna por no tener que enfrentarse a tanta responsabilidad.

El trozo de campo que lo separa del círculo de yeso le parece más largo que un desierto. El recuerdo de todos los goles que ha fallado esta temporada hace que las piernas le pesen como si llevara dos bolas de hierro atadas a los tobillos.

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Gaston Champignon quiere aullar «Superbe!», pero el grito se le atraganta por la emoción: ¡los Cebolletas han ganado la liga y el gol decisivo lo ha marcado su hijo Issa!