«¡Qué maravilla, chicos! Os habéis perdido una jugada histórica… ¡Rafa ha detenido con el pecho y tras una espléndida volea ha superado a Fidu! Ahora está bailando sobre un solo pie haciendo la pipa y girando en torno a la bestia de Vlado, que está tirado en el suelo. El Niño ha sido un hombre de palabra: había prometido un gol y una danza para vengarse de todas las burlas que le habían hecho desde su lesión.

»¡El partido está otra vez abierto! ¡Todavía podemos ganar la liga!»

Los tambores de Carlos han recuperado el vigor y animan a los Cebolletas a subir al ataque. Los Zetas, sorprendidos por la estrategia de Champignon, no logran interceptar los pases que bombean los extremos y, cuando intentan subir al contragolpe, chocan contra la barrera formada por Sara, Elvira y Lara.

Hasta Charli, que está como un flan, parece sorprendido por el giro que ha dado el encuentro. No para de gritar a los suyos, estrujándose la coleta.

—¡Despertaos! ¿Queréis perder también este partido? Si no nos llevamos el trofeo a casa, ¡os obligaré a entrenar durante las fiestas del barrio!

Nico hace un nuevo pase largo, esta vez hacia la izquierda. En lugar de parar el esférico, Pavel, que tiene los pies hundidos en el barro, lo envía directamente al área con un gran cabezazo.

Dani salta más que nadie y apunta con la frente hacia un ángulo inferior. Tras una prodigiosa estirada, Fidu logra rozar el balón, que choca contra un poste y rueda hacia Rafa, pero en cuanto el italiano se dispone a chutar, Vlado lo deja clavado con un pisotón en el tobillo.

«¡Penalti!», aúlla Tino al móvil.

Tiene razón, sería penalti si el colegiado hubiera visto la falta del Zeta, pero en lugar de eso llega corriendo al área para amonestar a Aquiles, que se ha lanzado contra Vlado y lo ha tirado al suelo de un empujón.

—¡Lo ha hecho aposta, señor árbitro! —se justifica el exmatón—. ¡Le ha pisado el tobillo lesionado!

—¡El que castiga a quien comete falta soy yo! —rebate el colegiado fulminándole con la mirada—. Da las gracias de que no te haya sacado una tarjeta roja, pero si vuelves a levantar la mano, ¡no me lo pensaré dos veces! ¿Comprendido?

Aquiles hace una especie de reverencia a modo de disculpa y se aleja.

Después de vendar el tobillo del italiano, Augusto le ayuda a levantarse y comprende enseguida que no podrá seguir jugando. El Niño, apoyado en el hombro del chófer del Cebojet, llega hasta el banquillo dando saltitos, con los ojos brillantes por el dolor y la rabia por la dura falta recibida.

En cambio, Pedro vuelve a lucir su sonrisita insoportable.

—Lo siento, Cebolluchos. El gol del empate no lo marcaréis en la vida. Os habéis vuelto a quedar sin delanteros…

—Te equivocas —le corrige Nico—. Todavía nos queda uno de recambio y tú lo conoces bien…

Pedro mira al borde del campo y se queda boquiabierto.

—Tomi…

El capitán choca la mano a Rafa y le promete:

—Ahora me toca a mí. Tú descansa porque pronto tendrás que levantar una copa.

El italiano se seca los ojos con una sonrisa.

Los hinchas de los Cebolletas celebran con un clamor de gritos, tambores y bocinas la entrada de Tomi, que se coloca enseguida en el centro de la delantera.

—¿Y tú de dónde llegas? —le pregunta César, sorprendido.

—Del cielo —responde el capitán.