«¡Goool!», aúlla Tino, poniéndose en pie, pero tiene que corregirse enseguida. «Perdón, ha sido medio gol… La pelota parecía entrar, pero Fidu la ha sacado del ángulo inferior con otra estirada prodigiosa. No comprendo. Los merengues le dan alas de mariposa…».

Fidu se levanta, se coloca la gorra que se le había caído y guiña un ojo a Tomi.

—Ahí tienes mi bienvenida, capitán…

El delantero centro sonríe y felicita a su amigo «chocándole la cebolla».

El empate parece mascarse, pero Charli acierta con una táctica para frenar los ataques de los Cebolletas. Ordena a Tamara que se pegue a Nico y no lo deje ni a sol ni a sombra. El número 10 no logra desmarcarse para poner en movimiento a los extremos, y a Tomi, perseguido por César como si fuera su sombra, no le llegan pases desde las bandas.

Gaston Champignon se atusa el bigote por el extremo izquierdo y consulta nervioso su reloj: faltan menos de diez minutos para el final y los Zetas, que han amontonado a sus jugadores delante de Fidu, se están defendiendo bien sin correr grandes peligros.

El cocinero-entrenador decide jugárselo todo a una carta: pide a Bruno que suba a atacar junto a Tomi y Dani, para tener a otro cabeceador junto a la puerta. Además, ordena a Elvira que suba al centro del campo.

«Amigos, preparaos para el asalto final —anuncia Tino—. ¡Míster Champignon ha quemado sus naves: solo dos defensas y tres delanteros en el área! Ahora estamos desequilibrados y nos exponemos a encajar un gol tras un contraataque, pero es igual perder 2-1 que 3-1. Tiene razón. Tened fe, amigos. Solo faltan cinco minutos para el final…»

Tino demuestra que es un buen profeta. Ha intuido el riesgo del contraataque que inicia Diouff, implacable. Había bajado a defender, recupera un despeje de cabeza de Nico y echa a correr como una flecha.

El antiguo León de África llega al centro del campo y pasa a Ángel, que vuela hacia la portería del Gato, perseguido por Sara. La gemela espera el momento oportuno para lanzarse en plancha y arrebatar el balón al Zeta, pero de repente siente un pinchazo en la pantorrilla derecha, deja de correr, tropieza y cae al suelo.

—¡Un tirón! ¡Un tirón!

Ángel se detiene al borde del área con un pie sobre la pelota.

—¡Corre, Ángel! ¡Marca, vamos! —le azuza Charli desde el banquillo.

—¡Un tirón! ¡Ayuda! ¡Mi pierna, mi pierna! —grita la gemela desde el suelo, con la pierna derecha levantada.

El número 10 de los Zetas no sabe qué hacer. Está solo delante del Gato. Si marca, los Tiburones Azzules ganan el partido y la liga. Pero piensa que ya ha engañado una vez a Sara y que, si dispara mientras ella está tendida en el suelo, perderá su estima para siempre. Así que al final dispara fuera y va a socorrer a la gemela, mientras toda la tribuna aplaude su gesto deportivo y el árbitro acude corriendo a chocarle la mano.

En cambio, a Charli la escena no le ha gustado nada…

El entrenador de los Tiburones salta como un canguro y se estruja la coleta chillando:

—¿Por qué, por qué? ¡Tenías que marcar! ¡Eres un cagueta, un cagueta! ¡Esto es un partido de fútbol, no un curso para socorristas!

Augusto masajea la pantorrilla de Sara y el músculo se relaja pero, en cuanto la gemela se pone de nuevo en pie, se vuelve a tensar y le hace chillar de dolor.

—No puedes seguir —concluye el chófer del Cebojet—. Te has cansado demasiado durante el primer tiempo corriendo en el barro.

—Falta poco, puedo aguantar —asegura la gemela, apretando los dientes.

—De todas formas, no ayudarías al equipo, Sara —explica Augusto—. En cuanto echaras a correr te volvería a dar un tirón y tendrías que parar. Ven al banquillo…

—Nos quedaremos con diez —protesta la gemela.

—Entrará Issa —contesta el chófer—. Además, creo que solo nos queda una jugada de ataque. Poco importará que seamos diez u once. Apóyate en mi hombro…

Sara sale del campo entre aplausos, mientras el hijo de Champignon entra al terreno de juego con cara de preocupación.

Como recordarás, Issa cometió todo tipo de desaguisados durante la liga y ahora tiene miedo de meter otra vez la pata. Está claro que con el balón no es un fenómeno como con la minimoto…

Como buen periodista, Tino ha visto una escena que cuenta al móvil:

«Mientras Augusto socorría a Sara, Tomi ha estado charlando con el Gato y luego con Julio. Estoy seguro de que el capitán ha sugerido una jugada para el último asalto desesperado contra la meta de los Zetas».

De hecho, en cuanto el Gato bloca el balón disparado por Pedro, pone en marcha el plan secreto.

El árbitro acaba de consultar su reloj. Han empezado los tres minutos añadidos.