Capítulo 6

Bañar a un lebrel irlandés inmundo no tiene nada que ver con bañar a un chihuahua. Por ejemplo, sólo para conseguir mojar bien al lebrel se necesitan tres o cuatro cubos de agua, mientras que con uno un chihuahua ya se queda medio ahogado.

Con los años, he descubierto que si quiero mantenerme más o menos seco durante todo el proceso, tengo que distraer a Oberón del cosquilleo de las pompas de jabón con una buena historia; de lo contrario, se sacude con brío y salpica de agua y espuma todas las paredes del baño. Así que en mi casa, la hora del baño es la hora de las historias, y por eso a Oberón le gusta que lo laven.

Lo que me gusta a mí es cómo se obsesiona Oberón con cada una de las historias que le cuento. Durante las últimas tres semanas había estado viviendo en sus carnes las experiencias de Genghis Khan y no paró de darme la lata con que tenía que reunir a las hordas en la estepa mongola y después lanzarse a la invasión de Asia. Ahora tenía planeado llevarle por un camino totalmente distinto y empecé a ponerlo en situación nada más comenzar a mojarlo.

Antes, cuando estábamos liando al señor Semerdjian, me preguntaste quiénes eran los Merry Pranksters. Bueno, pues los Merry Pranksters eran un grupo de personas que se unieron a Ken Kesey en 1964, y le acompañaron en su viaje desde Nueva York hasta California en su autobús mágico.

¿Ken Kesey tenía un autobús mágico? ¿Qué podía hacer?

Su principal virtud era escandalizar al sector conservador de la sociedad. Era un autobús escolar viejo, pintado de colores fluorescentes, muy, muy brillantes, que se llamaba Further.

¿Así que Kesey era una especie de brujo?

No, sólo un escritor de talento. Pero supongo que su autobús mágico dio inicio a la revolución cultural de los sesenta, y eso sí que es una magia poderosa. Los Pranksters le daban ácido gratis a todo aquel que lo quisiera, en un intento por sacar a la gente de sus vidas monótonas y conformistas. Por aquel entonces el ácido era legal.

Espera, nunca me has explicado qué era el ácido.

Es el nombre que comúnmente se da al LSD.

Pensaba que lo llamaban mormones.

No, eso es LDS.[1] El LSD es una droga y la llaman ácido porque el nombre completo es «dietilamida de ácido lisérgico».

Eso suena a que tiene un montón de efectos secundarios.

Menos que la mayoría de fórmulas magistrales de hoy en día —contesté, mientras le pasaba una esponja jabonosa por el lomo—. Pero volviendo a los Pranksters, también se vestían con colores fluorescentes, con ropa desteñida y sombreros originales, y todos tenían motes muy guays, como la Chica de la Montaña, la Hermosa Gretchen o Wavy Gravy, algo así como «Pancho Guay».

¿Wavy Gravy? ¿En serio?

Si he dicho algo que no es verdad, mi madre es una cabra.

Ya era mío.

¡Guau! ¡Ése es el nombre más molón que he oído en toda mi vida! ¿Qué hacía Wavy Gravy?

Así que le hablé a Oberón de Wavy Gravy y de los Electric Kool-Acid Tests, del origen de Grateful Dead, de la escena hippy al completo y del imperativo moral de «luchar contra la Autoridad». Me cercioré de que entendía que en este caso la Autoridad se refería al señor Semerdjian y de que hasta el momento habíamos luchado contra ella bastante bien. Salió del baño todo limpio y dispuesto a ponerse una camiseta desteñida y con el símbolo de la paz.

Mientras Oberón desfilaba por nuestro salón repartiendo paz y panchismo (el panchismo es amor, aclaraba), mi subconsciente permitió que la burbuja de un recuerdo subiera hasta la superficie: ¿de verdad el señor Semerdjian había dicho que tenía una granada impulsada por cohete en su garaje?

No me parecía que esas cosas se consiguieran en las ferias de armas, así que lo añadí a mi lista de cosas para investigar y después caí redondo en la cama, agradecido por haber sobrevivido un día más.