Capítulo 22
—¿Has cambiado de idea respecto a Thor? —preguntó Leif.
—¡Sí, sí, sí! —dije tan rápido como pude, pero de todos modos me colgó.
Sin embargo, resultó que había sido un error: ya tenía el móvil a medio cerrar porque daba por hecho que mi respuesta sería negativa, cuando oyó un hilito de voz que le respondía que sí, justo antes de que se cortara la llamada. Volvió a llamarme al instante.
—Ruego que me disculpes —me dijo—, pero ¿has dicho que has cambiado de idea?
—Sí, eso es lo que he dicho —le confirmé—, pero sólo si eres supermegaencantador conmigo.
—¿Qué tengo que hacer a cambio de que me ayudes? —me preguntó, receloso.
—Ayudarme a matar a unas brujas en Gilbert.
—¿Eso es todo?
—Son bastante malvadas y puede ser que vayan vestidas como The Go-Go’s. Me refiero a la laca y a esas camisetas que dejan un hombro al aire y todo lo demás.
—Parece algo atroz, Atticus, espeluznante hasta la enésima potencia, pero no tengo ni idea de a qué te refieres.
—Te explico: podríamos meternos en un infierno en el sentido más literal, porque están gestando bebés de demonio. Y quizá nos esperen más sorpresas, quién sabe.
—Bien, bien. ¿Cuándo hay que hacerlo?
—Esta noche. Ahora mismo. Llama a tus amigos necrófagos; cuando terminemos, habrá comida de sobra.
—¿Y cuándo matamos a Thor?
—Antes de Año Nuevo, iré a Asgard en misión de reconocimiento —contesté, sin mencionar la parte en que iba a robar una de las manzanas de Idun para Laksha—. Cuando vuelva, y debería estar de regreso también antes de Año Nuevo, planeamos nuestro ataque y ponemos nuestros asuntos en orden. Tú reúnes a tu Equipo A, con los mierdas de contactos que tengas, y yo os meteré a todos en Asgard.
—¿Me das tu palabra de que lo harás? —quiso saber Leif.
—Colega, te hago el juramento del escupitajo si quieres.
—¿Disculpa?
—Te doy mi palabra. Tú ven a buscarme en tu batmóvil.
Leif resopló al otro lado del teléfono, en señal de protesta.
—Ni yo ni ningún otro vampiro se ha convertido jamás en murciélago, y esa leyenda en concreto del señor Stoker ya resulta un poco cansina.
—Si salimos con vida de todo esto, Leif, juro que voy a obligarte a leer unos cuantos cómics.