CAPÍTULO 8
Dayhen se tomó unos instantes para reponerse, sus emociones quedaron de nuevo bajo control. La presencia de esa mujer lo excitaba e irritaba a partes iguales, algo que no solía ocurrirle. Las puertas de la saga de reuniones de la Torre Este estaban abiertas; Bok esperaba con Nessa, la hostilidad con la que lo miraba hablaba sin necesidad de palabras, su expresión se relajó visiblemente al pasar más allá de él; No necesitaba darse la vuelta para saber que Naroa le seguía, podía sentir su presencia como algo tangible cuando estaban cerca.
—Es una verdadera lástima, tenía la esperanza que lo hubieses dejado sin pelotas —los recibió Nessa con absoluta animosidad.
Él ladeó la cabeza y mantuvo el rostro inexpresivo.
—No estoy seguro de que esa fuese su intención en el ascensor —atajó él, imprimiendo a sus palabras un tono sensual que daba color a sus palabras—.
Puede ser realmente… cálida… cuando quiere.
Un pequeño bufido a su espalda lo hizo sonreír.
—No en esta vida —la oyó refunfuñar al pasar por su lado, sus ojos marrones se encontraron un breve momento con los suyos antes de dirigirse a su amiga—. Tenías razón, es un gilipollas.
—Te lo dije —asintió y lo señaló con el pulgar—. ¿Puedo arrancarle ya las pelotas?
Una ingeniosa respuesta acudía ya a sus labios cuando Bok se entrometió.
—Qué has tomado hoy, ¿culebra para desayunar? —le preguntó mirando con verdadero interés a Nessa—. Dicen que sabe a pol o, ¿tú qué opinas?
La mirada de advertencia de la mujer debería ser suficiente advertencia para cualquiera.
—Que si no te apartas ahora mismo de mí, haré un nudo con tus pelotas y…
—Lo tengo, lo tengo —atajó el hombre alzando las manos—. Tienes algo con las pelotas, está claro.
Sacudiendo la cabeza ante aquel absurdo intercambio, entró en la sala de juntas, dónde esperaban ya sus compañeros.
—¿Qué está pasando ahí fuera? ¿Alguien quiere arrancarle las pelotas a Bok? —preguntó Ryshan, quien permanecía cómodamente sentado mientras tamborileaba con los dedos sobre la superficie de la mesa—. Sea quien sea, ya me cae bien.
—Cuando la conozcas no dirás lo mismo —masculló él y echó un vistazo por encima del hombro asegurándose que no hubiesen dado media vuelta para marcharse.
Meliss, cuyo nerviosismo era palpable, dejó su lugar junto a la ventana y atravesó rápidamente la sala para salir a su encuentro. Su esperanzada mirada se clavó en sus entrañas como un cuchillo ardiente.
—¿La has encontrado? ¿Has podido traerla contigo? —le preguntó al tiempo que tomaba sus manos y las apretaba.
Iba a darle una respuesta cuando la voz de una de las mujeres lo interrumpió.
—Y ahí lo tienes, no acaba de insinuársete y ya está haciendo manitas con otra. —Empezaba a tener verdaderas ganas de rodear el cuello de esa tal Vanessa y retorcerlo muy lentamente—. ¿Qué? ¿Ahora me crees?
En vez de responder, puso los ojos en blanco y la ignoró; Sin embargo, la muchacha parecía tener más que decir.
—Déjame adivinar, ¿tu mujercita? —continuó la mujer con una amplia sonrisa y pareció satisfecha cuando él se giró para mirarlas.
—Te sugiero moderes tu tono de voz y ahogues cualquier conjetura con respecto a cualquiera de los presentes —le soltó en voz baja, grave, realmente molesta—. Evitarás hacer el ridículo.
La inmediata tensión en el cuerpo de la mujer hablaba de pelea, y no precisamente verbal. A Dayhen no le pasó por alto el silencioso ruego en la mirada de la portadora del Arven cuando posó la mano sobre el brazo de su amiga, aplacándola.
Antes de que pudiese decir algo más, Meliss apretó así mismo su brazo en una silenciosa advertencia y tomó la palabra.
—Me disculpo por la actitud beligerante de mi… compañero —les dijo al tiempo que atraía la atención de las recién l egadas sobre ella—. Soy Meliss Caterby, Presidenta de Relikvier Corporative. Me temo que soy su jefa, no su...
errr… mujercita. Deduzco por vuestra presencia aquí y a tenor de lo que han tenido a bien informarnos hasta el momento, que una de vosotras es la actual propietaria de una pieza tras la que llevamos tiempo buscando. Sé que esta no es la manera usual de proceder, pero nos urge recuperar esa reliquia; Estoy dispuesta a pagar el importe que creáis conveniente para tenerla de regreso.
Poned el precio y os la compraré.
Dayhen frunció el ceño ante la petición de Meliss, su mirada voló hacia Nazh, quien negó con la cabeza; Al parecer no había tenido tiempo de poner al corriente de lo que ocurría realmente con el Arven.
—Meliss, me temo que eso no va a ser tan sencillo… —Nazh tomó ahora la palabra, su mirada vagó sobre las mujeres a modo de disculpa—. Habéis llegado antes de que pudiese terminar con…
Pero él no pudo terminar su explicación, la voz firme y sedosa de aquella pequeña duende resonó en la sala sin lugar a objeciones.
—La reliquia no está en venta.
Un pequeño jadeo mitad risa escapó entonces de boca de su compañera, su mirada azul bril aba con diversión, como si compartiese una broma secreta con ella.
—Comprar la reliquia, esa sí que es buena.
Sacudiendo la cabeza más para consigo mismo que para la situación que los ocupaba, se dirigió a su compañera.
—Meliss, las cosas han cambiado —anunció lentamente, su mirada encontró la marrón de Naroa antes de continuar—. Digamos, que se han complicado un poco…
Un ligero bufido procedente de Bok al rodearlo lo interrumpió.
—¿Un poco? Eso es quedarse cortos —bufó y tomó asiento al otro lado de la mesa, junto a Sasha, quien permanecía callado observando a las dos mujeres.
Meliss emitió un pequeño chasquido, su mirada cayó finalmente sobre Naroa, sus palabras eran firmes, aquella mujer estaba acostumbrada a negociar.
—Estoy segura que podremos llegar a un acuerdo satisfactorio para ambas partes —insistió ella.
La mirada de las dos mujeres colisionó durante un breve instante, un silencioso choque de voluntades en el que ninguna cedió terreno.
—Quizás no me expliqué con claridad —insistió Naroa, sus palabras no admitían discusión posible—. La reliquia, no está en venta.
Ryshan se inclinó hacia delante atrayendo su atención. Las manos cruzadas sobre las rodillas, sus ojos recorrían a Naroa en una manera apreciativa que no le gustó demasiado. El Relikvier del agua era un tipo agradable, risueño, uno de sus mejores amigos, pero la forma en que la miraba hacía que su propio elemento se ofuscara en su interior.
—Todo en esta vida está a la venta, cielo —le aseguró con un encogimiento de hombros—. Es cuestión de elegir bien el precio a pagar.
Dayhen sintió su tensión en inmediata respuesta, su elemento reaccionó al instante, como si sintiese que su contenedor estaba siendo amenazado. Casi sin proponérselo, se encontró interponiendo su cuerpo entre ambos.
—No se puede comprar a una persona, Rysh —atajó él. La sorpresa en los ojos de su compañero era genuina.
—Bueno, eso es discutible —se entrometió Bok—. Poder, sí se puede, pero ella no es tan tonta como para venderse. Además, sería un poco difícil explicar en los libros de contabilidad por qué figura la compra y venta de una mujer. Aunque siempre podrías…
—Bok, cierra el pico —lo cortó Nazh al tiempo que cruzaba la sala para posicionarse junto a las dos recién llegadas.
Meliss siguió sus pasos y a juzgar por la mirada que bril ó durante unos breves momentos en sus ojos, no comprendía lo que ocurría al í.
—¿Qué queréis decir? —Acabó preguntando ella, su mirada iba de uno a otro de sus hombres—. La reliquia tiene que pasar a nuestras manos, a las de Dayhen, si es que es realmente el Arven Odin.
Él suspiró una vez más. Últimamente parecía hacer demasiado aquello.
—Lo es —comentó y miró a la muchacha que poseía lo que era suyo—.
Ella porta mi reliquia.
Naroa apretó los labios y alzó la barbil a en un mudo desafío.
—¿Porta? —Por primera vez desde que llegaron a la sala, su compañero de castaño y ojos claros que estaba sentado al otro lado de la mesa, habló. La desconfianza en la voz de Sasha era palpable.
Él asintió, Nazh se adelantó y tomó por fin la batuta de aquel a conversación.
—Sí, Sasha —respondió y miró a todos los presentes, para finalmente señalar a Naroa con un movimiento de la mano—. Ella es la portadora de la reliquia del fuego. O dicho en otras palabras, la señorita Gave es el Arven Odin.
Jadeos y maldiciones inundaron la sala seguidos de rápidas e incrédulas respuestas.
—Tienes que estar de broma —negó Ryshan.
—Eso no es posible —secundó Meliss—, lo que insinúas es… absurdo.
Él esbozó una irónica sonrisa.
—Lo sería si me hubiese cerciorado de ello yo mismo, Meliss —declaró con una mueca. La señaló con la mano, viendo de reojo como sus labios se apretaban en una delgada línea—. Ella es el Arven.
—Esto se escapa a mi entendimiento —aseguró Rysh dejando su asiento para detenerse a su lado, mirando a ambas muchachas—. ¿Cómo es posible que ella sea la reliquia?
Él vio la desconfianza brillando en los ojos femeninos, para su sorpresa incluso retrocedió un paso solo para que su amiga la rodease sin tantos miramientos y adquiriera una posición absolutamente defensiva. Pese a ello, Naroa mantenía el contacto visual con las personas que estaban frente a ella, centrándose esta vez en su amigo.
—“Ella” responde a un nombre y no precisamente al de reliquia, señor… — le preguntó su nombre.
Tenía que darle crédito, pensó cuando vio a su amigo fruncir el ceño y darle voluntariamente su nombre.
—Vann… Ryshan Vann —respondió cruzándose de brazos, entonces la indicó a ella con un gesto de la barbil a—. Y tú eres…
Ella arqueó ligeramente una ceja.
—Si han encontrado mi teléfono, debo deducir que no es lo único que saben de mí —le respondió con palpable ironía.
Él sonrió, la actitud de la muchacha le hacía gracia.
—Temo que acabo de llegar y no estoy al tanto de los pormenores, señorita… —Utilizó su misma fórmula.
—Gave, mi nombre es Naroa Gave —respondió y finalmente dirigió la mirada hacia la mujer que la había interrogado en primer lugar—. Y como supondrá, no estoy en venta.
El silencio cal ó sobre el os durante un instante, juraría que podía escuchar incluso los latidos de los corazones reunidos en la sala. Sin embargo, el tacto de la única mujer entre ellos, salvó la situación.
—Lo lamento. —La disculpa surgió de labios de Meliss—. No… no esperábamos… algo así… No sé qué decir.
La tensión empezó a desvanecerse, no así la actitud beligerante del perro guardián de la portadora de su reliquia. Cada vez la veía más como un cancerbero custodiando su tesoro.
—Podría empezar por disculparse con ella… —añadió la mujer sin pensárselo dos veces.
Él se tensó, esperando un ácido comentario de su compañera, pero este no l egó.
—Nessa… —intervino en cambio la muchacha.
Para su sorpresa, Meliss se adelantó, parándose junto a él y Ryshan, mirando fijamente a la chica.
—No, el a tiene razón —asintió Meliss—. Te debo una disculpa, en ningún momento se me pasó por la cabeza que tú… Esto es simplemente, desconcertante.
Ella asintió y miró una vez más a su alrededor, su mirada se cruzó con la suya.
—No es la única sorprendida, Presidenta Caterby —le dijo, escudándose en el tratamiento en base a la información que la mujer había dado.
La mujer asintió.
—Llámame, Meliss.
La chica pareció relajarse ante aquella muestra amistosa.
—Naroa —correspondió con su propio nombre, para luego señalar a su compañera—. Ella es Vanessa Lincoll, una buena amiga…
—Y su Guardiana —declaró la aludida.
—¿Guardiana? —preguntó Ryshan, quien ahora miraba a la susodicha con gesto de interés.
Las dos mujeres centraron de nuevo su atención sobre él, por lo que Meliss procedió a una presentación formal.
—Él es el Dr. Ryshan Vann, nuestro experto en la cultura celta —lo presentó, entonces continuó con cada uno de los demás—, Alexander Jorden o Sasha, como él prefiere, es nuestro técnico informático y profesor de cultura clásica griega y romana. A Nazhaniel Loft y Dayhen Brann parece que ya los conocéis; Y… bueno… Bok.
Ella eligió ese momento para sacar a relucir su adorable carácter.
—Sí, bueno, parece que alguien por aquí se saltó la parte educada y fue directamente a lo otro —murmuró clavando su mirada en él.
Aquel a mujer empezaba a resultarle realmente molesta.
—Eso es decirlo con sutileza, tesoro —añadió Bok, a quien era imposible mantener la boca cerrada—. En realidad Dayhen fue directo al asunto, ya sabes.
Aunque eso hace que sea realmente un misterio para mí, que no la haya reconocido al momento. Pero entonces, no era consciente de que ya no buscábamos un objeto, si no a su portador… una persona de carne y hueso.
El gruñido de advertencia abandonó su garganta antes de que pudiese contenerlo.
—Bok…
Él alzó los brazos.
—Lo sé, lo sé, que cierre el pico —rezongó poniendo los ojos en blanco.
Ryshan, quien dirigía ahora toda su atención hacia la muchacha, frunció el ceño y se volvió hacia él.
—¿Es tu elemento el que siento en ella? —La sorpresa goteaba en su voz.
Él asintió.
—¿Pero cómo es posible? —preguntó, la incredulidad palpable en su voz —. Sin el equilibrio… ella…
—Debería terminar convertida en cenizas, lo sé —aceptó él, su mirada encontrándose de nuevo con la de la portadora de su reliquia—. No puedo ofrecerte una explicación, porque no la tengo, Rysh. Solo sé que lo ha aceptado como si fuera parte de ella. De alguna manera… diría que el Arven se ha alimentado de mi fuego, lo consume…
Ella le sostuvo la mirada durante un instante, el recelo seguía allí, batallando ahora con una necesidad que no comprendía. Rompiendo el contacto, se volvió hacia su amiga, una silenciosa comunicación pasó entre ellas.
—Pero eso solo ha ocurrido ahora. —La voz de Nessa l amó su atención, su tono mucho más comedido, aunque todavía se notaba que era reacia a ofrecer tal información—. Desde el momento en que la reliquia despertó… se consume, y Naroa con ello.
Las palabras de la muchacha los dejaron en distintos estados de mutismo, finalmente él encontró la voz y se adelantó.
—¿Qué quieres decir?
Nessa frunció el ceño, estaba claro que no deseaba tener que responderle.
—El objeto sagrado se está muriendo… y está consumiendo a Naroa en el proceso —explicó con obvia exasperación. Pero en sus palabras también había otra cosa; Miedo—. Y no sabemos cómo pararlo.
Ella se lamió los labios y continuó.
—La medicación ya no surte efecto —comentó, su mirada vagó lentamente por la sala deteniéndose en cada uno de ellos hasta encontrarse de nuevo con su mirada—. Relikviers. Alguien pensó que vosotros podríais ser la respuesta.
—Quizás lo sean —canturreó Bok, entonces se cal ó al ver la fulminante mirada que le dirigió.
Volviéndose de nuevo hacia Naroa, buscó en su mirada la verdad en sus palabras.
—¿Quién?
Ella alzó la mirada y ladeó el rostro.
—La misma persona que evitó que la reliquia muriese conmigo hace cinco años —declaró lisa y llanamente.
Naroa aceptó la taza que le ofreció Nessa con una cansada sonrisa. Tras la impresión de los primeros minutos y la batalla de preguntas que surgió a continuación, Meliss consiguió que les trajesen un poco de café y té. Teniendo en cuenta que se habían saltado ya la hora de la comida, era un gesto a agradecer.
Empezaba a dolerle la cabeza, un gesto inequívoco de que el estrés de las últimas horas empezaba a pasarle factura. Ni siquiera estaba segura de qué hacía allí. De golpe, todo se le echaba encima y no tenía tiempo de asimilarlo.
¿Qué hacía ese tal Bok en el parque? Qué fue lo que dijo, ¿estaban buscándola, a ella? ¿Por qué? ¿Quiénes eran realmente estos hombres, de dónde procedía aquel sobrenatural poder? Eran ya demasiadas preguntas sin respuesta para las continuas exigencias que le hacían.
Dio un sorbo al caliente líquido y volvió a dejarlo sobre el platil o con mano temblorosa.
—Está claro que esto no has pillado a todos por sorpresa —comentaba Meliss, quien se sentaba a la cabeza de la mesa.
Sacudió la cabeza y alzó la mirada hacia la mujer.
—No a todos —le dijo y dejó vagar su mirada sobre Nazh y Dayhen—. Me buscabais. Él dijo que encontró mi teléfono, me rastreasteis… lo que no entiendo es cómo supisteis que la reliquia estaba en mi poder, ¿por qué ahora? No es como si no hubieseis tenido oportunidad… para preguntar.
Su mirada cayó sobre Dayhen, sus palabras claras para ambos.
—¿Quién…? No… ¿qué eres? —continuó, entrecerró los ojos sobre él, entonces se volvió para encontrarse con la mirada de Nazh—. ¿Qué sois? ¿Qué demonios ocurrió en el parque? ¿Cómo es posible que tengáis ese… poder?
¿Qué significa la palabra Relikviers?
Su amiga se inclinó sobre ella, apretándole el brazo.
—Naroa…
Ella negó con la cabeza, su mirada cansada, irritada, al borde de las lágrimas.
—No, yo… necesito respuestas —respondió, el labio inferior empezó a temblarle—. Ya está bien de correr de un lado a otro. No quiero que sigan cazándome, Nessa… necesito… quiero respuestas. Quiero deshacerme de esta cosa que me está matando, que hace que quieran matarme.
La muchacha tomó su mano y la apretó, ambas habían pasado por mucho, demasiado como para que se viniese abajo ahora.
—¿Qué es lo que sabéis exactamente sobre las reliquias, sobre su creación, lo que fueron en su momento?
La pregunta surgió a su derecha. Dayhen había permanecido en pie durante toda la reunión, a una distancia prudente, siempre vigilante, en silencio.
Aquel as eran sus primeras palabras después de un buen rato.
Ella negó lentamente con la cabeza, pero Nessa se le adelantó.
—Soy la Guardiana del Arven Odin —respondió Nessa mirándole a los ojos —, una de los descendientes de los Guardianes originales pertenecientes a las Cuatro Casas a las que les fueron entregadas las reliquias para su guarda y custodia.
—¿Su Guardiana? —murmuró Nazh, descruzó los brazos y se acercó a ella —. ¿Las Cuatro Casas? ¿Las reliquias… han sido custodiadas?
Ella asintió y bajó la mirada hacia Naroa, apretando la mano que todavía sostenía en la suya.
—Desde el momento en que fueron entregadas, hasta el instante en que la traición destruyó la custodia, las reliquias han estado al cuidado de las Familias Originales —respondió volviéndose hacia Nazh—. Hubo un tiempo en que perdimos su rastro, de repente desaparecieron… solo para volver a reaparecer hace cinco años… cuando casi acaban con el Arven.
—Cinco años… —murmuró Ryshan frunciendo el ceño y se giró hacia Dayhen—. Eso fue…
Él asintió. Las fechas coincidían.
—¿Quiénes más están tras las reliquias? —preguntó entonces, su mirada alternando entre una mujer y la otra—. ¿Quién demonios eran los hombres que os atacaron en el parque?
Naroa alzó levemente el mentón y lo desafió con la mirada.
—Primero, dime qué significa eso de Relikvier y qué tiene que ver con vosotros y conmigo. Está claro que existe una conexión ya que reclamas la reliquia como tuya. ¿Pero cuál es?
Él apretó la mandíbula, su mirada igual de desafiante que la propia. Durante un instante, sus ojos se encontraron con los de Nazh, quien asintió lentamente.
—La decisión es tuya —le dijo—, es tu reliquia.
Él se giró entonces hacia ella, sus ojos se encontraron y sostuvieron durante un breve momento hasta que habló.
—Lo que ahora diga, no puede salir de este círculo de personas —declaró y no había lugar a una negativa.
Ella asintió.
—¿Quieres un juramento o l ega con que dé mi palabra? Después de todo, no es como si pudiese ir por ahí diciendo… “Sabe, soy una reliquia. El objeto más antiguo jamás creado, ¿cree usted que podría aceptarme en su museo”? — rezongó ella—. El único lugar en el que podría terminar sería el psiquiátrico y con camisa de fuerza.
Bok asintió.
—Estoy de acuerdo con ella, jefe.
Dayhen le ignoró, su mirada seguía fija en la mujer.
—¿Conoces el término pero no su significado?
Ella suspiró.
—Juraría que eso ya lo he dicho —farfulló—. Alguien me empujó a venir aquí y me dio una palabra; Relikviers. De algún modo él tenía que saberlo, pero no quiso compartir conmigo su sabiduría.
—¿Quién es ese él?
Su voz seguía siendo calmada, pero firme.
—La única persona, junto con Nessa, que cuida de mí y me salvó el culo estos últimos años —resopló con exasperación—. Si quieres un nombre, no lo obtendrás, porque ni yo misma lo sé. Él es mi ángel de la guarda… siempre ahí, y siempre encubierto. Pero confío en él… y es más de lo que ahora mismo puedo decir de ti.
Él esbozó una irónica sonrisa ante la última parte de su respuesta y asintió.
—Relikvier… o buscador de reliquias —explicó él—. Son los elegidos para contener el elemento que una vez perteneció a los dioses e inundó las reliquias después de que estas desapareciesen. Somos los… intermediarios. Nuestro trabajo es encontrar las reliquias, devolverlas a su lugar de origen y restaurar aquello que se rompió.
Ella parpadeó, no estaba segura de que fuese a responderle. Si bien esperaba que lo hiciera, su explicación contribuyó a sembrar más dudas.
—Entonces, vosotros… —murmuró, su mirada deslizándose a él y a cada uno de los presentes.
Él se limitó a asentir.
—Soy uno de los cuatro Relikvier —dijo con un ligero encogimiento de hombros—. El buscador de la reliquia que portas.
Ella esbozó una irónica sonrisa.
—¿La reliquia que porto? —rezongó—. Di mejor, la maldición que está acabando con mi vida… No encuentro orgul o o placer en ser depositaria de tal objeto, uno que por cierto, se consume conmigo.
Su ceño se acentuó, aquellos ojos verdes eran tan inquisitivos que le resultaba difícil resistirse a el os.
—No lo permitiré —le dijo como si no hubiese otra respuesta en su vocabulario—. Llevo demasiado tiempo en busca del Arven como para perderlo de nuevo.
Ella ladeó el rostro y esbozó una mueca.
—Bueno, si encuentras la receta, no dudes en pasármela —le dijo—. Yo más que nadie estoy interesada en la supervivencia.
Su amiga puso los ojos en blanco, emitió un frustrado chasquido y volvió tema que les ocupaba.
—Has dicho que las reliquias desaparecieron —retomó la conversación y la dirigió hacia el lugar que le interesaba. Su mirada aguda y llena de curiosidad e inteligencia.
—En realidad, fueron robadas —acotó Meliss, quien hasta el momento ejercía de espectadora—. Las cuatro reliquias fueron robadas de su lugar de origen y ocultas en el mundo de los mortales.
Una firme negativa sacudió la cabeza de su compañera.
—Las Cuatro Familias Originales recibieron las reliquias como un regalo que deberían custodiar… —explicó ella, rechazando de plano la idea del robo—.
Se les encomendó la tarea de proteger los objetos a cualquier precio, para que no volviesen a caer en manos equivocadas… las de aquellos que las habían poseído.
Los hombres en la sala se levantaron al unísono, sus palabras tocaron alguna fibra sensible.
—Las manos equivocadas fueron las de aquel o aquel a que las robaron — saltó Ryshan—. Las reliquias nunca debieron abandonar el Hall de los Elementos.
—Ryshan… —Nazh l amaba a la calma entre ellos.
Los ojos azules de su compañero se clavaron en él.
—Sabes que allí es a dónde pertenecen.
—Y allí volverán —le aseguró con firmeza—, pero el as no son responsables de lo ocurrido…
Ella tragó saliva, la reacción visceral que provocó en el hombre la declaración de Nessa la sorprendió.
—¿Por qué las robaron? —La pregunta acudió sola a sus labios.
Varios pares de ojos se clavaron en ella, pero fue Nazh el que dio una respuesta.
—Aquel os que las poseían descuidaron su vigilancia y fueron víctimas de su propia superioridad —explicó con un ligero encogimiento de hombros—. Una lección que no han podido olvidar. Su ausencia es un recordatorio constante para los Vigilantes.
Ella frunció el ceño, aquellas respuestas no hacían si no generar nuevas preguntas.
—¿Los Vigilantes?
Dayhen la miró, pero en vez de darle una respuesta optó por retomar el hilo que le interesaba y por el que había preguntado en primer lugar. Su atención volvió a Nessa.
—Hablaste de Cuatro Familias, ¿cómo llegaron las reliquias a sus manos?
Naroa bufó al verse ignorada.
—Todo esto me está dando dolor de cabeza —musitó, y como si necesitase confirmación su estómago gruñó al mismo tiempo—. Fantástico… tú también, gracias por unirte al grupo.
Un ligero tamborileo sobre su hombro la hizo girarse para ver a Bok con una amplia sonrisa.
—¿Te apetece algo más sustancioso que unas pastas y café? —sugirió con un travieso brillo en los ojos—. Tenemos una cafetería fantástica con la mejor cocina de todo Calea Plevnei. Comida típica e internacional.
El gruñido que precedió a la pregunta hizo que ambos se volviesen en dirección del hombre al que habían interrumpido.
—Bok, ¿qué demonios crees que haces?
La mirada y sonrisa inocente en su rostro eran una clara burla hacia él.
—¿Lo que deberías hacer tú? —respondió con sencillez—. Ella… um…
Naroa, está cansada. Se ha saltado la hora de la comida y su estómago ha protestado. Así que haré de buen anfitrión y la escoltaré a la cafetería. Me sorprende que no sepas que está al borde de un ataque; su latido es frenético, no ha dejado de tocarse la frente, señal de que le duele… De veras, Dayh, estás vinculado a el a, ¿no puedes prestar un poquito más de atención?
Ella frunció el ceño, sus ojos verdes se clavaron en el comediante de la sala.
—Yo no estoy al borde de un ataque.
Él le guiñó el ojo.
—Sí lo estás, hazme caso —aseguró con total convencimiento—. Si él vuelve a decirte u ordenarte algo, le saltarás a los ojos. Y eso solo hará que aumente tu dolor de cabeza.
Nessa chasqueó la lengua.
—Esa sería yo, tío —le dijo indicándose a sí misma.
Bok negó.
—Ella está irritada con él —señaló a Dayhen—. Es su Relikvier, no ha hecho otra cosa que presionarla y exigirle que le devuelva el Arven; No sabe qué hacer con él. Algo que, por cierto, ninguno sabemos, así que no te preocupes, eso es algo que se da mucho por estos lares.
Ella abrió la boca para decir algo pero le fallaron las palabras, su mirada calló de nuevo sobre él. En su mirada brillaba una clara advertencia que prefirió ignorar.
—¿Nos vamos a comer algo? —insistió una vez más Bok y le tendió la mano. Podía casi jurar que el simple hecho de aceptar su ofrecimiento había aumentado el mal humor de aquel hombre.
—Quizás debiésemos posponer la reunión para que podáis comer algo — sugirió Meliss mirando a las dos muchachas—. Han pasado muchas cosas en muy poco tiempo, a todos nos vendrá bien un respiro para ir asimilando todo lo que está ocurriendo.
—Para eso haría falta algo más que un par de horas —aseguró Nazh con mordacidad. Su mirada se cruzó con la de la mujer y a juzgar por la respuesta de ella, no estaba feliz con su apreciación.
—En ese caso estoy segura que no te importará buscarles alojamiento —le soltó ella, entonces se volvió hacia las chicas—. Quizás prefiráis volver a vuestro hotel, pero creo sinceramente que estaréis más seguras aquí. Ellos pueden ser insufribles la mayoría de las veces, pero son lo mejor en materia de seguridad.
—Sí, he tenido una muestra de primera mano de ello esta mañana — aseguró Nessa con una mueca—, casi terminamos entre rejas por el o.
Si no hacía algo, sería su amiga la que terminara allí, o algo peor.
—Nessa, por favor.
—¿Vas a decirme que no es verdad?
Ella suspiró, estaba demasiado cansada como para discutir, así que optó por volverse de nuevo hacia Bok.
—Te sigo —le dijo, estaba demasiado cansada como para continuar con aquella tontería—. Si ellos quieren matarse, que me pasen luego un informe.
Bok sonrió feliz.
—Sí, señora —aceptó encantado y la invitó a seguirle.
Una irrefrenable necesidad de salir tras ellos y arrancar a la muchacha de manos de Bok, arremetió contra Dayhen al igual que una tormenta. Su fuego se inició por sí solo, crepitando en su interior al compás de su voluble temperamento.
¿Qué diablos pasaba con él? Aquel a mujer no era importante, solo la reliquia que alojaba. Sin embargo, su cuerpo pensaba de manera muy distinta.
Una tranquilizadora mano se posó sobre su brazo y lo apaciguó como solo el agua conseguía hacer sobre su elemento. Él se volvió para ver a Ryshan con una expresión interrogativa en la cara.
—¿Soy yo o Bok acaba de levantarte a tu chica? —preguntó con ironía.
—No es mi chica —declaró entre dientes.
—No es su chica —contestó al mismo tiempo Nessa.
—Y a eso se le llama sincronización —dijo Nazh, su mirada puesta sobre la mujer—. ¿Te importaría si terminamos esta conversación en un ambiente menos hostil? Quiero saber todo lo referente a esas Cuatro Familias Originales que mencionaste, así como tu papel en todo esto. No tengo inconveniente en que comas mientras tanto.
Ella se lamió los labios con premeditada lentitud, se levantó de la sil a y caminó hacia él quedándose a un par de pasos. Nazh le quitaba una buena cabeza.
—¿Por qué tendría que compartir nada con vosotros?
Él sonrió con suficiencia.
—Porque es la única manera en la que podremos hacer algo para ayudar a tu amiga —declaró con firmeza—. Te seré muy sincero, Vanessa. Esta es la primera vez que tenemos conocimiento de que una de las reliquias ha tomado forma humana.
Ella ladeó la cabeza y copió la sonrisa de suficiencia presente en él.
—No se trata solo de Naroa —le informó con morbosa satisfacción—.
Todas el as tienen forma humana.