V.2
[1] Se levantaron temprano y se pusieron en camino al encuentro de Gobrias, Ciro a caballo junto con la nueva caballería persa, que sumaba alrededor de los dos mil; a estos les seguían, en número igual, los equipados con escudos de mimbre y espadas cortas; el resto del ejército avanzaba también en formación. Ordenó también Ciro a cada uno de los caballeros que dijese a sus nuevos escuderos250 que cualquiera de ellos que fuese detrás de las tropas de retaguardia, o delante de las primeras filas, o en los flancos fuese cogido fuera de las formaciones, sería castigado. [2] Al día siguiente, al atardecer, alcanzan el territorio de Gobrias y ven que la fortificación es extraordinariamente sólida y que todo sobre los muros está preparado para defenderse lo mejor posible; veían también muchos bueyes y rebaños de todas clases llevados al abrigo de la muralla. [3] Gobrias mandó mensajeros a Ciro que le exhortasen a dar una vuelta a caballo en torno a la ciudad para ver por dónde el acceso sería más practicable, y enviar al interior de la ciudad, ante su presencia, a algunos hombres de su con lianza, para que, después de verla, contasen a Ciro cuál era la situación dentro de la ciudad. [4] Así que Ciro, como, en realidad, quería ver con sus propios ojos si la muralla era atacable por algún sitio, o si Gobrias le mentía descaradamente, hizo a caballo el entorno de la ciudad y vio que por todas partes las fortificaciones eran demasiado fuertes como para intentar el ataque; de otro lado, los emisarios que Ciro había enviado a entrevistarse con Gobrias, anunciaron a Ciro, a su regreso, que dentro de la ciudad había tantas provisiones, según a ellos les había parecido, como para que los que estaban dentro no tuviesen necesidad de nada a lo largo de una generación. [5] Ciro estaba preocupado de qué significaría todo esto, cuando Gobrias en persona salió a su encuentro acompañado de todas las gentes de la ciudad, que traían vino, harina de cebada y de trigo, junto con otros que conducían bueyes, cabras, ovejas, cerdos y cualquier otro animal comestible, reuniendo un número total suficiente como para darse un buen banquete el ejército entero que acompañaba a Ciro. [6] Los encargados de ello, se pusieron a distribuir todas estas viandas y a preparar la cena. Gobrias, por su parte, cuando todos sus hombres estuvieron fuera de la ciudadela, exhortó a Ciro a entrar del modo que considerase más seguro. Ciro se decidió a entrar después de haber enviado previamente vigías y una guarnición. Una vez que estuvo dentro, con las puertas de la muralla abiertas, llamó a su lado a todos sus compañeros y jefes de las tropas que le acompañaban. [7] Cuando estuvieron dentro, Gobrias hizo sacar copas de oro, aguamaniles, vasos y joyas de todas clases, así como un montón enorme de daricos251 y toda una serie de cosas hermosas; finalmente hizo salir a su hija, de extraordinaria belleza y talla, pero vestida de duelo a causa de la muerte de su hermano. Después de hacerla salir, Gobrias dijo lo siguiente: «Ciro, te regalo todas estas riquezas y te entrego a esta hija mía para que dispongas de ella como tú quieras. Te suplicamos, yo, lo he hecho ya antes, que vengues a mi hijo, ella, lo hace ahora, que vengues a su hermano.»
[8] Ciro contestó a estas palabras: «Yo te prometí también entonces, que si no me engañabas, te vengaría con todas mis fuerzas; ahora, al ver que tú me decías la verdad, debo ya mantener la promesa y prometo de nuevo a tu hija que, con la ayuda de los dioses, he de hacer todo lo que a ti te prometí. En cuanto a estas riquezas las acepto, pero se las regalo a mi vez a esta tu hija y a aquel que la tome por esposa. Me marcharé llevándome un solo regalo de tu parte, que yo no cambiaría por los tesoros que colman Babilonia252, ni con los del mundo entero me iría tan contentó como me voy con lo que tú me has dado.» [9] Gobrias sorprendido de qué podía ser ello y sospechando que se refería a su hija, le preguntó así: «¿Y qué es ello, Ciro?» Ciro contestó: «Es lo siguiente, Gobrias: yo creo que existen muchos hombres dispuestos a no cometer impiedad, ni ser injustos, ni mentir a sabiendas; pero como nadie ha querido confiarles ni grandes sumas de dinero, ni el poder absoluto, ni murallas fortificadas, ni hijos dignos de ser amados, mueren antes de llegar a mostrar qué clase de hombres eran. [10] Pero tú ahora precisamente al poner en mis manos tus fuertes murallas, tus riquezas de toda clase, tu poder, tu hija, digna posesión para cualquiera, has hecho que quede claro ante todos los hombres que yo no estaría dispuesto a cometer impiedad con mis anfitriones253, ni a llevar a cabo una injusticia por dinero, ni a mentir deliberadamente en lo convenido. [11] Yo no me olvidaré nunca de estas cosas, sábelo bien, mientras sea un hombre justo y goce de tal reputación entre los hombres; antes bien intentaré devolverte el honor con toda clase de bienes. [12] En cuanto a un marido para tu hija, no temas que te vaya a faltar uno digno de ella, pues yo tengo muchos y buenos amigos: uno de ellos será su esposo; sin embargo, si tendrá tantas riquezas como tú das en dote, o muchísimas más, eso no te lo puedo decir. Sabe bien, con todo, que hay entre ellos algunos que no aumentarán su admiración por ti, ni siquiera un poco, debido a las riquezas que tú le das en dote; ellos me envidian en este momento y suplican a los dioses todos, que a ellos les llegue también algún día la oportunidad de mostrar cuán fieles son para con los amigos —no menos que yo— y que nunca cederán ante los enemigos, mientras conserven la vida, a menos que la divinidad no dañe su mente254; igualmente que no preferirían todas las riquezas de los sirios y de los asirios, además de las tuyas, a cambio de la virtud y de la buena fama. Puedes estar seguro de que hay hombres así sentados aquí.» [13] Gobrias dijo echándose a reír: «Por los dioses, Ciro, muéstrame dónde están, para que yo te pueda pedir que alguno de ellos pase a ser hijo mío.» Ciro contestó: «Descuida, no necesitarás en absoluto que te informe yo, sino que, si te unes a mí, podrás tú mismo mostrar a otro las cualidades de cada uno de ellos.»
[14] En acabando estas palabras, Ciro cogió de la diestra a Gobrias, se levantó y salió, e hizo salir a todo su séquito. A pesar de que Gobrias le pedía insistentemente que se quedase a cenar dentro de la ciudad, no quiso, sino que cenó en el campamento y se llevó a Gobrias como su invitado. [15] Recostado sobre un lecho de follaje, le preguntó así: «Dime, Gobrias, ¿quién crees tú que tiene más cobertores, tú, o cada uno de nosotros?» El contestó: «Por Zeus, sé muy bien, que vosotros tenéis muchos más cobertores y camas y que vuestra casa es mucho más grande que la mía, ya que vosotros tenéis como casa la tierra y el cielo y para vosotros son camas todos los lugares para dormir que puede haber sobre la tierra; y que consideráis como cobertores no sólo los vellones de lana que dan los rebaños, sino todo el follaje que brota en montañas y llanuras.» [16] Como era la primera vez que Gobrias comía con ellos y se dio cuenta de la sencillez de los alimentos que se servían, pensó que ellos vivían más como hombres libres que los persas. [17] Pero cuando comprobó la moderación de los comensales... 255: en efecto, un hombre persa de los que han recibido educación256, jamás manifestará ante ninguna comida ni bebida una alteración en su mirada, ni un gesto de avidez, ni una actitud que denotase que no se cuida de actuar como si no estuviera asistiendo a una comida. Lo mismo que los buenos jinetes, si mantienen la calma sobre los caballos, pueden, cuando cabalgan, ver, oír y hablar con normalidad, de la misma manera los persas consideran que también en la mesa hay que mostrarse prudentes y mesurados; piensan asimismo que el dejarse excitar por la comida y por la bebida es, a su modo de ver, muy propio de cerdos y de fieras salvajes. [18] Se dio cuenta además Gobrias de que ellos se hacían unos a otros preguntas del tipo de las que uno prefiere que le hagan a que las eviten, y que igualmente se hacían bromas de aquellas que agrada más recibirlas que no recibirlas; asimismo constató que sus juegos distaban mucho de cualquier desmesura, mucho también de cualquier acción indigna y mucho también de molestarse unos a otros. [19] Lo que le pareció más grande fue el hecho de que. en campaña, no creían que debieran ser servidos en nada con mayor abundancia que todos los que afrontaban los mismos riesgos; al contrario, consideraban como el más agradable festín el que, los que iban a combatir a su lado, tuvieran a su disposición lo mejor.
[20] Cuando Gobrias se puso en pie con la intención de regresar a su casa, se cuenta que dijo: «Ya no me extraña, Ciro, si, aunque poseamos más copas, vestidos y oro que vosotros, nosotros valemos menos que vosotros. Porque nuestro afán es tener cada vez más cosas de este estilo, mientras que vosotros, me parece a mí, que dedicáis vuestros afanes a ser los mejores.» Éstas fueron sus palabras. [21] Ciro replicó: «Bueno, Gobrias, procura presentarte temprano con tus caballeros armados, para que veamos las fuerzas con que cuentas, y además nos conducirás a través de tu territorio, para que sepamos lo que debemos considerar amigo o enemigo.»
[22] Entonces, después de estas conversaciones, cada uno de ellos se marchó a sus obligaciones. Al despertar el día, se presentó Gobrias con su caballería, y les hacía de guía, (viro, por su parte, tal como es propio de un caudillo, no sólo prestaba atención a la marcha, sino que, a la vez que iba avanzando, miraba cómo sería posible debilitar a los enemigos y reforzar sus efectivos. [23] Así que llamando al Hircanio y a Gobrias (porque consideraba que éstos eran los más enterados de las cosas que él creía que había que saber), les dijo: «Amigos, yo creo que deliberando con vosotros, como personas fieles, acerca de esta guerra, probablemente no me equivocaré; veo, en efecto, que vosotros, más que yo, debéis vigilar para que el Asirio no nos venza. Porque yo, si fracaso en esta empresa, tengo otras salidas; pero vosotros yo veo que, si él vence, todo lo que tenéis pasará a otras manos. [24] Es cierto que también es mi enemigo, no porque me odie, sino porque considera que a él no le conviene que nosotros nos convirtamos en un país importante, y por eso es por lo que ha iniciado la guerra contra nosotros; a vosotros, sin embargo, os odia, porque considera que ha sido objeto de injusticia por vuestra parte.» A estas reflexiones contestaron ambos por igual que llevase adelante su plan, convencido de que ellos conocían esta situación y les importaba extraordinariamente por dónde se decantasen los acontecimientos presentes.
Entonces Ciro comenzó a hablar así: «Decidme, ¿considera el Asirio que vosotros sois sus únicos enemigos, o tenéis vosotros noticia de algún otro enemigo suyo?» «Sí, por Zeus —dijo el Hircanio—, sus mayores enemigos son los cadusios257, pueblo numeroso y esforzado; también los sacas258, vecinos nuestros, que han sido objeto de numerosas agresiones por su parte, pues ha intentado someterlos, lo mismo que a nosotros.» [26] «Entonces —preguntó Ciro— ¿creéis que estos dos pueblos estarían dispuestos voluntariamente a marchar en nuestra compañía contra el Asirio?» Afirmaron ellos que sin duda lo estarían, si tuviesen alguna manera de unírseles. «Pero ¿qué es lo que les impide unirse a nosotros?», preguntó Ciro. «Los asirios —contestaron ellos—, el mismo pueblo que tú estás ahora atravesando.» [27] Al oír Ciro esto, dijo: «Y bien, Gobrias, ¿no acusabas tú de un carácter muy soberbio al joven que ocupa actualmente el trono?» «Yo creo que he sufrido por su culpa cosas que merecen esta acusación», respondió Gobrias. «Bien —añadió Ciro—, ¿contra ti solamente ha mostrado esta soberbia o también contra algún otro?» [28] «No, por Zeus —respondió Gobrias—, también contra otros muchos. De los ultrajes que ha cometido contra los débiles ¿qué debo decir? Al hijo de un hombre mucho más influyente que yo, que era, como mi hijo, camarada suyo, un día que estaban juntos en un banquete, le hizo apresar y castrar, según dicen algunos, porque su concubina habló elogiosamente de cuán bello era y consideró feliz a la mujer que hubiese de ser su esposa, y, según dice él, porque intentó seducir a su concubina. Ahora este joven es un eunuco, y el otro es dueño del poder, una vez que su padre ha muerto.» [29] «Entonces —continuó Ciro— ¿crees que este hombre os vería con buenos ojos, si creyera que ibais a prestarle ayuda?» «Estoy convencido —dijo Gobrias— pero realmente es difícil verle, Ciro.» «¿Por qué?», dijo Ciro. «Porque, para reunirse con él, hay que atravesar la propia Babilonia.» [30] «¿Y qué dificultad tiene esto?» «Que yo sé —respondió Gobrias— que puede salir de esta ciudad una fuerza muy superior a la que tú tienes ahora. Ten por seguro que es por esto mismo por lo que los asirios te aportan ahora menos armas y te traen menos caballos259 que antes: porque, a los que de ellos han visto tus fuerzas, les han parecido poco numerosas. Este rumor se ha extendido mucho ya; creo que es mejor avanzar con precauciones.»
[31] Ciro, al oír a Gobrias decir todo esto, le contestó: «Me parece que tienes razón, Gobrias, al exhortarnos a que hagamos la marcha con el máximo de precauciones. Por mi parte, dándole vueltas, no puedo concebir otro camino más seguro para nosotros que el que conduce a la propia Babilonia, ya que allí se encuentra el fuerte de nuestros enemigos. Es cierto que son muchos, como dices tú; pero, si toman confianza en sí mismos260, serán temibles para nosotros, en mi opinión. [32] Así que, si no nos ven y creen que no aparecemos a causa del miedo a ellos, ten por seguro —continuó Ciro— que abandonarán el miedo que habían tenido y, a cambio, se llenarán de una confianza en sí mismos tanto mayor cuanto más tiempo pase sin que nos vean. En cambio, si avanzamos ya contra ellos, encontraremos a muchos llorando todavía los muertos que les causamos, a muchos otros aún con los vendajes en las heridas que recibieron de los nuestros, y a todos con el recuerdo aún de la audacia de estas tropas nuestras, y de la huida y el desastre de las suyas. [33] Ten por seguro, Gobrias, para que sepas también esto261, que muchos hombres, cuando adquieren confianza en sí mismos, son imparables en sus decisiones; en cambio, cuando tienen miedo, cuantos más sean, tanto más son presa del pánico que les domina. [34] Porque el miedo se les aparece aumentado por los muchos rumores de desgracias que se oyen, por las frecuentes apariencias de desastres y a ello se suma el pánico infundido por los rostros desanimados y desencajados. De modo que, por su magnitud, no es fácil calmar este miedo con palabras, ni infundirles coraje que les haga avanzar contra los enemigos, ni que les lleve a actuar con más ardor, sino que cuanto más se les exhorta a tener confianza en sí mismos, más creen estar en peligro. [35] Sin embargo —añadió—, por Zeus, examinemos con cuidado cómo está la situación: En efecto, si en adelante las victorias en las acciones de guerra han de consistir en cuál de los dos bandos sume un número mayor de tropas, con razón temes tú por nosotros y nosotros estamos realmente en peligro; por el contrario, si, como ocurría antes, las batallas se deciden todavía también ahora, por los buenos combatientes uno no se equivocaría si tiene ahora confianza; porque, con la ayuda de los dioses, encontrarás muchos más hombres que quieran luchar a nuestro lado que al suyo. [36] Y para que aún tengas más confianza, ten presente también esto: los enemigos, sin duda, son mucho más escasos en número ahora que antes de ser vencidos por nosotros y mucho más escasos que cuando huyeron ante nosotros; nosotros, en cambio, no sólo somos mejores, puesto que hemos vencido, sino también más fuertes, porque vosotros os habéis unido a nosotros; no subestimes tampoco a tus hombres, que están a nuestro lado. Porque, sábelo bien, Gobrias, a los que vencen, quienes les acompañan, les siguen llenos de confianza. [37] Que no te pase inadvertido tampoco esto —añadió—, que a los enemigos les es posible vernos ahora; y ten en cuenta que de ninguna manera les podemos parecer más temibles que avanzando contra ellos. Así, pues, sabiendo que yo veo así la situación, condúcenos recto hacia Babilonia.»