II.4
[1] Un día que Ciro estaba pasando revista de todos los hombres armados y colocándolos en orden de batalla llegó un mensajero de parte de Ciaxares con la noticia que una embajada de los pueblos de la India estaba allí. «En consecuencia, re pide que acudas lo más rápido posible. Te traigo de parte de Ciaxares —dijo el mensajero— las más bellas vestiduras, pues quiere que vayas con el mayor esplendor y lujo posibles, para que los indios vean con qué boato te presentas ante ellos.» [2] Cuando Ciro oyó esto ordenó al capitán que estaba formado en primer lugar que pasase al frente llevando su compañía de uno en uno y manteniéndose él a la derecha; le ordenó también que transmitiese esta misma consigna al segundo y que así sucesivamente se la fuesen pasando todos de uno a otro. Obedeciendo ellos, enseguida se pasaron la consigna e hicieron lo que se les había ordenado y en poco tiempo el frente de la tropa fue de unos trescientos hombres (tal era el número de los capitanes, y el fondo de unos ciento. [3] Una vez que estuvieron formados, les ordenó seguir tal como él fuese marcando y, al momento, les hizo doblar el paso. Pero cuando se dio cuenta de que la senda que llevaba al palacio real era demasiado estrecha para que todos la pudiesen atravesar de frente, ordenó al primer grupo de mil que le siguiera, manteniéndose en su puesto, al segundo que se pusiera a la cola de éste, y así sucesivamente; él iba delante sin detener la marcha y los restantes grupos de mil seguían en cola, cada uno al de delante.
[4] Envió también a dos subalternos a la entrada de la senda, para que, si alguno no lo sabía, le indicasen lo que había que hacer. Cuando llegaron a las puertas del palacio Ciaxares, dio la orden al primer capitán de formar la compañía con un fondo de doce y que los sargentos se pusiesen a la cabeza de estos pelotones en torno al palacio real; al segundo le ordenó transmitir la misma consigna y así todos sucesivamente. [5] Ellos lo hicieron tal como mandaba; por su parte él entró en la tienda de Ciaxares con su ropa persa, que no era en absoluto fastuosa. Al verle Ciaxares se alegró de la rapidez, pero se enfadó por la sencillez del vestido y dijo: «¿Qué es esto, Ciro? ¿Qué haces apareciendo así ante los indios? Yo quería que tú te mostrases lo más esplendoroso posible; ya que también para mi habría sido un honor que, siendo hijo de mi hermana, aparecieses con las mejores vestiduras.» [6] Ciro respondió a estas palabras: «Ciaxares, ¿cómo te habría honrado más, si me hubiese revestido de púrpura y llevase pulseras y un collar alrededor del cuello y me hubiese tomado con calma el obedecerte, o bien tal como lo he hecho, acudiendo a tu llamada con tanta rapidez y con unas tropas tan numerosas y tan bien equipadas, para honrarte a ti con el adorno de mi sudor y de mi celo y mostrar cómo te obedecen los demás?» Eso es lo que dijo Ciro. Ciaxares, considerando que el tenía razón, dio la orden de hacer entrar a los indios.
[7] Entrando los indios, dijeron que los enviaba el rey de la India169 con la orden de preguntar cuál era la causa de la guerra de los medos y el Asirio170; «Y una vez que te hayamos oído a ti, nos ha ordenado que vayamos también ante el rey de Asiria y le preguntemos lo mismo; finalmente, que os digamos a uno y a otro que el rey de los indios, después de examinar de parte de quién está la justicia, afirma que él estará del lado del ofendido.» Ante esto Ciaxares dijo: «Escuchad lo que yo os digo: nosotros no hemos faltado en nada al rey de Asiria; pero, ya que debéis tener también su opinión, id ahora e informaros de lo que él dice.» Ciro, que estaba presente, preguntó a Ciaxares: «¿Es que también yo puedo decir lo que pienso?» Ciaxares le invitó a hacerlo. «Entonces, vosotros —dijo—, anunciad al rey de los indios lo siguiente, si Ciaxares no opina otra cosa, que nosotros afirmamos que, si el Asirio dice que hemos cometido alguna injusticia con él, elegimos al propio rey de los indios como juez.» Ellos, después de oír esto, se marcharon.
[9] Cuando se marcharon los indios, Ciro comenzó a hablar así con Ciaxares: «Ciaxares, yo he venido de mi casa con muy pocos recursos personales; y de lo que tenía, muy poco me queda: lo he gastado, con los soldados. Quizá a ti te extrañe esto, que cómo yo lo he gastado, si eres tu quien los mantiene. Ten por seguro, que no ha sido de otra manera que honrándolos y dándoles premios cuando estoy muy satisfecho con alguno de los soldados. [10] Pues me parece que, a todos aquellos a los que uno quiera hacer buenos colaboradores de cualquier cosa, es más agradable estimularlos con buenas palabras y con buenas acciones que no con mal semblante y a la fuerza; especialmente a los que uno quiere hacer colaboradores bien dispuestos en los asuntos de guerra, es mi opinión que, a éstos sobre todo, hay que cazarlos con buenas palabras y obras. Ya que es preciso que, quienes van a ser aliados incondicionales, sean amigos y no enemigos y que no envidien al jefe en los éxitos, ni le traicionen cuando las cosas van mal. [11] En consecuencia, como mis precisiones son éstas, creo que necesito más dinero. Pero aun siendo así, volver mis ojos siempre a ti, que veo que tienes tantos gastos, me parece fuera de lugar; pienso que debemos considerar en común tú y yo el medio de que no te falte dinero. Pues, si lo tuvieras en abundancia, sé que también yo tendría la posibilidad de tomarlo cuando lo necesitase, especialmente si lo tomase para algo en que lo gastado iba a repercutir en una mejora para ti.
[12]»Recuerdo que no hace mucho te oí que el rey de Armenia tenía contigo ahora una actitud desconsiderada, porque ha oído que los enemigos avanzan contra nosotros y no envía su ejército ni te hace llegar el tributo que te debe.» «Sí, Ciro, eso hace; de modo que por mi parte estoy en duda de si es mejor enviar un ejército e intentar obligarle, o bien en las actuales circunstancias, dejarle, no sea que también nos súmenos este enemigo a los otros.» [13] Ciro le volvió a preguntar: «¿Su residencia está en lugares bien fortificados o fácilmente accesibles?» Ciaxares dijo: «No, las residencias no están en lugares muy fortificados; ya tuve yo ese detalle bien en cuenta. Pero existen montañas donde podría huir por el momento y estar seguro para no caer en nuestras manos, ni él ni todo lo que pudiese llevarse a escondidas, a no ser que se les sitiara con un asedio persistente como hizo una vez mi padre.» [14] Después de esto, Ciro dice lo siguiente: «Si quieres enviarme a mí, proporcionándome los hombres a caballo que te parezcan suficientes, yo creo que, con la ayuda de los dioses, puedo hacer que él te envíe el ejército y te entregue el tributo que te debe; e incluso tengo la esperanza de que él mismo va a ser más amigo nuestro de lo que es ahora.» [15] Ciaxares dijo: «También yo espero que ellos vendrán más por ti que por mí, pues he oído que algunos de sus hijos han sido compañeros de caza tuyos; de modo que quizá vengan de nuevo a verte; y cuando algunos de ellos estén en nuestro poder, todo se podrá llevar por donde nosotros queremos.» «Entonces ¿no te parece —dijo Ciro— que es conveniente mantener en secreto nuestros planes?» «Sí, de esta manera —dijo Ciaxares— sería más fácil que alguno de ellos cayera en nuestras manos y si se les atacara, se les cogería desprevenidos.» «Oye entonces —dijo Ciro—, si es que te parece que lo que voy a decir vale la pena: Yo he cazado muchas veces con todos los persas de mi séquito por las fronteras entre tu país y el de los armenios; también he ido llevando conmigo algunos jinetes de entre mis compañeros de aquí.» «Entonces si ahora haces lo mismo —dijo Ciaxares— no resultarías sospechoso; pero si te presentases con una tropa mucho mayor de la que acostumbras a llevar para cazar, eso ya resultaría sospechoso.» «Pero es posible —dijo Ciro— amañar un pretexto que sea creíble también aquí; que se anunciase que yo quiero hacer una gran cacería, y yo te pediría a ti públicamente jinetes.» «Es un plan perfecto —dijo Ciaxares—. Yo fingiré 110 estar dispuesto a darte más que un número limitado, pretextando que quiero ir a las guarniciones que tenemos frente a Asiria. Pues, en realidad, también quiero ir y prepararlas para que sean lo más fuertes posible. Cuanto tú te hubieras ido con las tropas que tuvieras y estuvieses cazando durante dos días, yo te podría enviar fuerzas de caballería y de infantería suficientes, de entre las que están reunidas junto a mí, con las que tú al punto podrías ponerte en movimiento, y, por mi parte, yo con el resto de las tropas intentaría no estar lejos de vosotros, para poder presentarme, si fuese oportuno en algún momento.»
[18] Así Ciaxares reunió enseguida tropas de caballería y de infantería para enviar a las guarniciones y mandó por delante carros de víveres siguiendo el camino hacia dichas guarniciones. Ciro, por su parte, ofrecía sacrificios por el éxito de su expedición y, a la vez, enviaba emisarios a Ciaxares pidiéndole los jinetes más jóvenes. Pero él, a pesar de que eran muchos los que querían seguir a Ciro, no le dio un gran número. Cuando ya Ciaxares estaba avanzando con sus tropas de infantería y de caballería por el camino que conducía a las guarniciones, tuvo Ciro presagios favorables para la expedición contra el rey de Armenia; en consecuencia, se pone ya en marcha como si estuviese dispuesto a una cacería. [19] Mientras avanzaba, así que llegó al primer campo, se levantó una liebre; un águila apareció de pronto volando sobre él con señales de buen augurio171; en cuanto vio a la liebre que huía, lanzándose sobre ella, la mató y aterrándola con sus garras se la llevó por el aire, y llevándola a una colina no lejos de allí, se dedicaba a hacer con su presa lo que quería. Ciro al verlo se llenó de alegría y se prosternó ante Zeus Soberano y dijo a los presentes: [20] «La caza será buena, varones, si la divinidad quiere.» Y así que llegaron a las fronteras, al punto se puso a cazar como acostumbraba; el grueso de la infantería y de la caballería marchaban en fila ante él para adelantarse a levantarle la caza. En cambio los mejores, tanto de infantería como de caballería, estaban diseminados para recibir la caza levantada y perseguirla. Cazaron muchos jabalíes, ciervos, antílopes y asnos salvajes; efectivamente, todavía ahora hay muchos asnos en esas tierras172. [21] Una vez que cesó la caza, Ciro, acercándose a las fronteras de los armenios, dispuso que se cenase. El día siguiente de nuevo lo dedicó a la caza, aproximándose a las fronteras, que eran su meta; e igualmente cuando acabó, ordenó la cena. En cuanto a las tuerzas que le enviaba Ciaxares, cuando se dio cuenta de que se acercaban, les envió secretamente un mensajero para decirles que se detuviesen a cenar a una distancia de como dos parasangas173 de él, previendo que esto contribuiría a que sus planes pasasen inadvertidos; y que cuando terminasen de cenar, que dijese al comandante de estas tropas que viniese a su presencia. Después de la cena convocó a los capitanes. Cuando estuvieron presentes, les habló así:
[22] «Amigos, el rey de Armenia antes era aliado y súbdito de Ciaxares, pero ahora, cuando se ha apercibido de que los enemigos avanzan contra nosotros, ya no nos tiene miedo y no nos envía tropas ni nos da el tributo debido. Así pues, nosotros hemos venido a cazar esta pieza, si es que podemos. En consecuencia, a mí me parece que se puede actuar así: tú, Crisantas, cuando hayas dormido el tiempo conveniente, coge la mitad de los persas que han venido con nosotros, vete por el camino de la montaña y [23] apodérale de las cimas a las que se dice que huye él cuando tiene miedo de algo. Yo te daré guías. Se dice también que estas alturas están cubiertas de bosque espeso, de modo que es esperable que vosotros no seáis vistos. Sin embargo, si enviases delante de la tropa hombres ágiles que parecieran bandidos, tanto por su número como por sus vestimentas, ellos, si se topasen con algunos armenios, les podrían impedir que divulgasen la noticia, apresando a algunos, y, a los que no pudieran apresar, ahuyentándolos; constituirían un impedimento para que los armenios no viesen el conjunto de tus tropas, sino que pensasen que se trataba de ladrones. [24] Tú, actúa así. Yo, por mi parte, al amanecer, con la mitad de las fuerzas de infantería y toda la caballería avanzaré a través de la llanura directamente hacia el palacio real. Si él se resiste, es evidente que habrá que recurrir a la lucha; si se escapa a través de la llanura, es evidente que hemos de correr tras él; y si huyese a las montañas, te corresponde entonces a ti que no escape ninguno de los que lleguen ante ti. [25] Considéralo como en una cacería en la que nosotros vamos a ser ¡os ojeadores y tú el que está a cargo de las redes. Así que recuerda aquello de que hay que adelantarse a obstruir las salidas antes de que la caza se ponga en movimiento. Y también que los hombres que se cuidan de los puntos accesos a las redes no sean visibles, para que no desvíen a las piezas que son empujadas hacia ella. [26] Sin embargo, Crisantas, no hagas como has hecho algunas veces por tu afición por la caza: muchas veces, en efecto, has estado toda la noche sin dormir haciendo cosas; ahora, por el contrario, es preciso dejar a los hombres que duerman lo conveniente, para que puedan luchar contra el sueño. [27] Y no te dediques, como si no tuvieras guías, a vagar por las montañas y a dejarte llevar por donde las fieras te conduzcan corriendo tras ellas, ni tampoco ahora vayas por caminos de difícil acceso, sino que debes ordenar a los guías que, a no ser que sea mucho más largo, te conduzcan por el camino más fácil: ya que para un ejército el más fácil es el más rápido. [28] Tampoco, siguiendo tu costumbre de correr por las montañas, conduzcas a la carrera, sino que, para que el ejército pueda seguirte, llévalo a un paso moderado. [29] Es bueno también que algunos de los más fuertes y animosos se queden atrás a veces, para dar ánimos a los otros; cuando la columna les adelanta, es un estímulo para que todos se apresuren, el ver correr a los que van a su lado.»
[30] Crisantas, después de oír las palabras de Ciro y ufano con la misión que éste le encomendaba, tomó consigo a los guías, se marchó, transmitió las consignas de lo que debían hacer los que iban a ir con él, y luego, se fue a dormir. Cuando hubieron dormido el tiempo que parecía conveniente, se pusieron en marcha hacia las montañas. [31] Ciro, una vez que se hizo de día, envió por delante un mensajero al rey de Armenia para que le dijera lo siguiente: «Oh rey de Armenia, Ciro te exhorta a que actúes de manera que él pueda partir lo más rápido posible con el tributo y con tus tropas. Y si te pregunta dónde estoy, dile la verdad, que estoy en las tierras fronterizas. Si te pregunta si me dispongo a ir yo en persona, dile también entonces la verdad, que no lo sabes. Y si quisiera informarse de cuántos somos, exhórtale a que envíe a alguien contigo para saberlo.» [32] Despachó al mensajero con estas instrucciones porque pensaba que así era más amistoso que no avanzar sin previo aviso. Por su parte, después de disponer las tropas en el orden más adecuado, tanto para hacer el camino como para combatir, si fuese preciso, se puso en marcha. Previamente dijo a los soldados que no se excedieran con nadie y que si alguien se topaba con alguno de los armenios, que le tranquilizase y le instase a que quien quisiera llevase mercancías donde ellos estaban, si es que querían vender comida o bebida.