Ciropedia: realismo frente a utopía
I
Otro factor a considerar, sin duda uno de los primeros en orden al interés actual de la Ciropedia, es la vocación realista de la obra. La convención argumental de la Ciropedia nos sitúa ante un Ciro que, dotado por la naturaleza y la tradición educativa de su pueblo de las mejores condiciones físicas, intelectuales y morales para dirigir la milicia de los homólimos, los pares, se ve conducido gradualmente, de una guerra defensiva relativamente local, a la necesidad de reorganizar «el mundo» alrededor de un Imperio basado en la capacidad militar de su pueblo y en la capacidad política de sus príncipes.
Posiblemente, el progresivo enfrentamiento de Ciro, en el argumento, con un ámbito estratégico cada vez más amplio hasta abarcar la problemática estratégica global del futuro imperio de Alejandro, es una proyección del proceso de aprehensión de este problema por parte de Jenofonte. La compleja experiencia militar y política de Jenofonte, su formación socrática, el hecho de ser la Ciropedia probablemente una obra de madurez17 y la naturalidad con que la personalidad de Ciro abarca todo el desarrollo de la obra, incluso hacen percibir la Ciropedia casi como un sueño autobiográfico. Las últimas palabras de Ciro, «... vosotros debéis referiros a mí... como a un hombre feliz. En efecto, cuando era niño, me parece que disfruté de todas las cosas que se consideran hermosas en la niñez; cuando fui joven, de las de la juventud, y cuando llegué a la madurez, de las de hombre maduro. A la vez que el tiempo avanzaba, a mí me parecía que iba constatando que mi fuerza aumentaba continuamente, de modo que nunca tuve la sensación de que mi vejez fuese más débil que mi juventud.. .»18, estas palabras, repetimos, son la reflexión sobre el valor personal de la propia vida que corresponde a un espíritu profundamente conquistado por la actitud socrática. De otro lado la idea de que «he obrado tal como deseaba; pero el temor, que me acompañaba como una escolta, de que en el futuro pudiese ver, oír o sufrir alguna desgracia, no me permitía en absoluto tener pensamientos altivos, ni abrir libremente mis alas al regocijo»19, esta idea suena inevitablemente como una íntima reflexión crepuscular sobre los sentimientos de inseguridad que acompañan a la propia vida.
II
Esta luz autobiográfica, la del general filósofo que fue elegido por Los Diez Mil para guiar su regreso a la patria griega, brilla especialmente en la meticulosidad profesional con que la Ciropedia desenvuelve el análisis —presentado como evolución— de la problemática militar, estratégica y política del mundo prealej andrino20.
Una especial concomitancia con las preocupaciones más modernas por los problemas básicos de la actual sociedad de masas se descubrirá al leer la transformación de los métodos políticos de Ciro después de conquistar la «macrópolis» de Babilonia: la actitud patriarcal de Ciro, en la que el mejor realismo político había permitido hasta entonces convertir a los enemigos de ayer, no sólo en aliados, sino en amigos convencidos de hoy, aparece como inviable después de la conquista de Babilonia, donde «cuando los hombres se dieron cuenta de que él (Ciro) recibía, era incontable la multitud que venía a su encuentro.. .»21, de tal manera que Ciro, que antes «consideraba que los generales que se hacen caros de ver, dejan de lado muchas de las cosas que habrían de hacerse»..., ahora «cuando la guerra que más esfuerzos nos ha exigido, ha cesado..., yo no veo claro (dice Ciro) qué puedo hacer para que nuestras cosas vayan bien y a la vez también las de los demás de quienes tengo la obligación de cuidarme.. .»22. En esta situación, Ciro «teniendo en cuenta su papel, es decir, que iniciaba la empresa de mandar sobre muchos hombres, y que se preparaba para vivir en la ciudad más grande de las conocidas, pero con tal disposición hacia él como la más hostil de las ciudades tendría con nadie, calculando todas estas cosas, decidió que necesitaba una guardia personal»23, decisión que tomó formas especialmente totalitarias, puesto que «al premiar generosamente a aquellos que le anunciaban cualquier cosa que le conviniese saber, hizo que muchos hombres se dedicasen a prestar oído y a observar con detalle qué ayuda podrían prestar al Rey, anunciándole lo que oían, o lo que veían... (y) en consecuencia, no sólo nadie se habría atrevido a mencionar ante alguien algo desagradable respecto a Ciro, sino que cada individuo se comportaba como si, ante todos aquellos con los que continuamente se iba encontrando, estuviese ante los ojos y los oídos del Rey»24. Asimismo «ordenó que los babilonios proporcionaran una paga a las guarniciones, con la intención de que, desprovistos al máximo de recursos, adoptasen una actitud lo más sumisa y disciplinada posible»25 La nueva situación es descrita en la Ciropedia, con la característica meticulosidad de esta obra, a través del cúmulo de medidas tomadas por Ciro, entre las que también nos parece significativa la narración de las suntuosas ceremonias de que se hacía acompañar en sus apariciones en público, donde «llevaba la tiara recta y una túnica de púrpura con reflejos blancos... a su lado iba un auriga de gran estatura, pero menor que él, bien realmente, bien por cualquier artificio; de modo que Ciro parecía mucho más alto. Al verlo, todos se prosternaban, sea porque algunos hubiesen recibido la orden de hacerlo para que los demás les imitasen, sea porque estaban sobrecogidos ante el ornato y la apariencia de Ciro como hombre alto y hermoso. Antes ninguno de los persas se había prosternado ante Ciro»26. El estilo de este fragmento, magistral literariamente, con su triple nivel semántico de verdad oficial, verdad vulgar y de recuerdo sencillo de cuando Ciro había podido ser sólo el mejor entre los pares, parece acabar de indicar, muy expresivamente, cuál era para Jenofonte su percepción personal del despotismo.