I.4

[1] Ciro charlaba sin parar dando razones de este tipo; finalmente su madre se marchó, y Ciro se quedó y fue educado allí. Y enseguida se mezcló con los de su edad, de modo que se encontraba como en casa, y enseguida también se ganó a sus padres, entrando en sus casas y haciendo evidente el afecto que sentía por sus hijos, de modo que incluso, si necesitaban algo del rey, exhortaban a sus hijos a que pidieran a Ciro que lo consiguiese para ellos, y Ciro, tanto por amabilidad, como por amor propio, hacía todo lo posible por conseguir lo que le pedían los niños. [2] Astiages, por su parte, era incapaz de negarse a darle gusto en lo que le pedía Ciro. Porque, una vez que se encontró mal, no se apartó ni un momento del lado de su abuelo y no dejaba de llorar, de modo que todos se daban cuenta de que tenía un miedo terrible de que su abuelo muriese; pues, incluso de noche, si Astiages necesitaba algo, Ciro era el primero en darse cuenta, y con más rapidez que nadie, se levantaba para ayudarle en lo que él creía que le iba a gustar, de manera que tenía conquistado completamente a Astiages.

[3] También Ciro era, quizá, demasiado charlatán; tanto por causa de su educación, porque el maestro le obligaba a dar cuenta de lo que hacía y a exigir cuentas de otros cuando hacía de juez, como también por su afán de aprender. Siempre estaba preguntando a los que estaban con él por muchas cosas, por cómo eran en realidad; y todas las preguntas que él recibía de otros, las contestaba enseguida, por ser de mente muy rápida. Es así como, de todas estas cosas juntas, le venía su charlatanería. Pero es que, lo mismo que los jóvenes se hacen grandes de cuerpo, y, sin embargo, es evidente su expresión juvenil que traiciona su corta edad, de la misma manera también, de la charlatanería de Ciro no se desprendía altivez, sino ingenuidad y afecto, hasta el punto de que cualquiera hubiese deseado más escucharle que tenerlo al lado en silencio.

[4] Cuando el tiempo le hizo crecer y le llevó a la época de la adolescencia, entonces ya sus palabras eran más escasas y su voz más reposada, y estaba lleno de vergüenza, hasta el punto de ponerse rojo cuando se topaba con los de más edad, y ya no se comportaba tanto como un cachorrillo dispuesto a lanzarse sobre todo el mundo. Era realmente más tranquilo, pero extraordinariamente agradable en el trato. Efectivamente, en las competiciones que, muchas veces, los de la misma edad organizan entre ellos, no proponía a sus compañeros aquellas en las cuales se sabía superior, sino que iniciaba precisamente aquellas en las que sabía bien que era inferior, diciendo una y otra vez que lo iba a hacer mejor que ellos, y así, era el primero en saltar sobre los caballos, para disparar montado flechas o dardos, cuando aún no era muy capaz de mantenerse encima, y, al ser vencido, era él el que más se reía de sí mismo. [5] Y como no rehuía por haber sido vencido hacer aquello en lo que había sido vencido, sino que insistía en intentar de nuevo hacerlo mejor, rápidamente alcanzó a los de su edad en el arte de la hípica, y enseguida los sobrepasó por su entusiasmo por practicarla, y pronto acababa con las fieras del parque, persiguiéndolas, disparando sobre ellas y matándolas, de modo que Astiages no daba abasto a reunir fieras para él. Y Ciro, dándose cuenta de que, a pesar de que quería, no podría procurarle muchas fieras, le dijo: «Abuelo, ¿qué necesidad hay de que tú te des el trabajo de buscarme fieras? Si me dejases ir a cazar con mi tío, yo pensaré que todas las fieras que vea las has criado tú para mí.» [6] Pero, a pesar de desear muchísimo salir de caza, ya no insistía en sus súplicas tanto como cuando era niño, sino que se dirigía a su abuelo con más timidez. Y en lo que antes reprochaba a Sacas, que no le permitía ir junto a su abuelo, se convirtió él ya en un Sacas de sí mismo: pues no iba a su lado, si no veía que era el momento oportuno, y pedía con insistencia a Sacas que le indicase cuándo era oportuno entrar, y cuándo no era oportuno; de modo que Sacas le amaba ya tan entrañablamente como todos los demás.

[7] Así, pues, una vez que Astiages se dio cuenta de que él deseaba ardientemente ir a cazar fuera, le dejó salir con su tío e hizo que le acompañasen guardianes de más edad a caballo, para que vigilasen por él, tanto en las dificultades del terreno, como por si aparecía alguna fiera salvaje. Y así Ciro preguntaba con interés a los que le acompañaban a qué fieras era preciso no acercarse y a cuáles se debía seguir con decisión. Y ellos le decían que los osos habían matado ya a muchos de los que se les acercaban, y también los jabalíes, los leones y las panteras, pero que los ciervos, los corzos, los muflones y los asnos salvajes90 eran inofensivos. Le indicaban también los accidentes del terreno, de los que había que guardarse no menos que de las fieras: pues muchos se habían despeñado ya, ellos y sus caballos. [8] Ciro ponía mucho cuidado en aprender todas estas cosas; pero una vez que vio que salía un ciervo, olvidándose de todo lo que había escuchado, le persiguió sin ver nada más que por donde huía el ciervo. Al saltar sobre él, el caballo cae de rodillas y por poco Ciro no sale despedido por encima de su cabeza. No lúe así, sino que Ciro con dificultades logró mantenerse firme y el caballo se levantó. Cuando llegó al llano Ciro abate con su jabalina al ciervo, que era una hermosa y grande pieza. Él no cabía en sí de gozo, pero los guardianes, corriendo a su lado, le hacían reproches y le insistían en la clase de peligro a que se había lanzado y afirmaban que lo contarían tal como había sucedido. Así que Ciro estaba de pie descabalgado y apenado de oír estos reproches. Pero al oír un grito, salta al caballo como un loco y cuando vio que un jabalí atacaba de frente, avanza contra él y blandiendo el arma certeramente le alcanza en la frente y le abate. [9] Entonces ya, hasta su propio tío, le hacía reproches, al ver su osadía91. Pero él, a pesar de sus reproches, le pedía que le permitiese llevar él mismo todo lo que había cazado y entregárselo a su abuelo. Y dicen que su tío dijo: «Pero si se entera de que los has perseguido tú, no sólo te reprenderá a ti, sino también a mí, porque te lo he permitido.» «Si quiere —cuentan que dijo él— que me mande azotar, pero después de que le entregue lo que he cazado. Por tu parte, tío, si tú quieres —dijo— castígame como te parezca, pero concédeme este favor.» Ciaxares a su vez, dando por terminada la cuestión dijo: «Haz lo que quieras, pues en realidad tú pareces nuestro rey»92. [10] Y así Ciro, llevando las fieras, se las entregó a su abuelo y le dijo que las había cazado para él. Las jabalinas no se las mostraba, pero las dejó llenas de sangre en un sitio donde creía que su abuelo las vería. Entonces Astiages dijo: «Pero, hijo, por mi parte, acepto con gusto cuanto me das, pero no necesito nada de esto, si tú para ello te pones en peligro.» Y Ciro dijo: «Si en verdad tú no los necesitas, te suplico, abuelo, dámelos para distribuirlos entre los de mi edad.» «Bien, hijo —dijo Astiages—, tómalos y repártelos entre quien quieras, y también todo lo que quieras de lo demás.» Y Ciro, lomándolas, las repartía entre los niños, a la vez que les decía: «Chicos, ¡qué juego tan tonto, cuando yo cazaba las fieras en el parque! Me parece igual que si alguien cazase animales atados. En primer lugar, era en un pequeño espacio, además los animales eran flacos y sarnosos, uno cojo y otro lisiado; en cambio los del bosque y de las llanuras, ¡qué hermosos, grandes y brillantes aparecen ante nuestros ojos! Los ciervos, como si tuviesen alas, saltaban hasta el ciclo, los jabalíes, como dicen que hacen los hombres valientes, atacaban de frente, y, por su tamaño, era imposible no alcanzarlos. Lo que es a mí me parece que éstas, incluso muertas, son más hermosas que las vivas encerradas —dijo—. Pero ¿es que vuestros padres os dejarían también a vosotros ir de caza?», preguntó. «Ya lo creo que nos dejarían —continuaron—, si Astiages se lo indicara.» Ciro dijo: «Entonces ¿quién podría hacerle mención a Astiages del asunto a favor nuestro?» ¿Quién —dijeron —sería más capaz de persuadirle que tú?» «Es que, por Hera93, yo no sé en qué clase de hombre me he convertido; porque ni siquiera soy capaz de hablarle yo, ni puedo ya mirar a mi abuelo como a un igual; y si sigo avanzando por este camino temo —dijo— que voy a volverme completamente estúpido y tonto; en cambio cuando era niño, parece que era un empedernido charlatán.» Los niños dijeron: «Por lo que dices, mal está el asunto, si ni siquiera por nosotros serás capaz de actuar, cuando necesitemos algo, sino que nos veremos obligados a pedir a algún otro lo que está en tu mano.» [13] Al oír Ciro estas palabras, se picó y, marchándose en silencio, dándose ánimos a sí mismo para atreverse, entró, después de deliberar sobre cómo se lo diría a su abuelo para causar los menos problemas posibles y poder conseguir para él y para los niños lo que pedían. Así que empezó de la siguiente manera: «Dime, abuelo —dijo— si alguno de tus servidores se escapase y lo cogieses, ¿qué harías contra él?» «¿Qué otra cosa —dijo— que atarle y obligarle a trabajar?» «¿Y si volviese a ti por su propia voluntad, cómo actuarías?» «¿Cómo voy a actuar —dijo— si no es azotándole primero, para que no lo vuelva a hacer, y después tratarle como al principio?» «Pues sería el momento oportuno —dijo Ciro— de que prepararas con qué azotarme, puesto que estoy tramando cómo puedo escaparme a cazar llevándome a los de mi edad.» Y Astiages: «Has hecho bien —dijo— en decírmelo de antemano; así que te ordeno no moverte de dentro del palacio. ¡Bonito estaría que, como un mal pastor, yo dejase perder, por unos trozos de carne, al hijo de mi hija!»

Después de oír estas palabras, Ciro obedeció y se quedó, pero estaba apenado, con el rostro sombrío y en silencio. Astiages por su parte, cuando se dio cuenta de que estaba profundamente apenado, para darle gusto, le llevó de caza, y reunió muchos hombres a pie y a caballo, así como a los niños; haciendo converger las fieras en los lugares accesibles a los caballos, organizó una gran cacería. El, presente con toda su dignidad real, prohibió que nadie tirase un solo dardo antes de que Ciro se hubiera saciado de cazar. Pero Ciro no le dejaba que lo prohibiese, sino que dijo: «Abuelo, si quieres que yo cace a gusto, deja que todos los que están conmigo persigan la caza y compitan del mejor modo que cada uno pueda.»

[15] Entonces Astiages los dejó y de pie contemplaba cómo luchaban con las fieras, cómo competían entre ellos, cómo perseguían a las piezas y disparaban sobre ellas. Y disfrutaba con Ciro que no podía callarse de alegría, sino que como un cachorro de raza, aullaba cuando se acercaba a una pieza y animaba a todos, llamándoles por su nombre. Y gozaba viendo que él se reía de uno, felicitaba a otro, sin ningún tipo de envidia. Y así, finalmente, cuando ya tenía muchas piezas, Astiages se marchó. Y en adelante, tan contento estuvo de esta cacería que, siempre que era posible, salía junto con Ciro y muchos otros, y se llevaba también a los niños para dar gusto a Ciro. Así pasaba Ciro la mayor parte de su tiempo, procurando a todos alegrías y favores y no haciendo mal a nadie.

[16] Cuando tenía en torno a los quince o dieciséis años, al hijo del rey de los asirios, que estaba a punto de casarse, le entró también el deseo de ir de caza por esta época. En consecuencia, cuando oyó que en las fronteras de su país con el de los medos había mucha caza que no había sido cazada a causa de la guerra, le entró el deseo de ir allí. Y así, a fin, que cazase con seguridad, se hizo acompañar de muchos hombres a caballo y peltastas94, cuya función era hacerle salir a las fieras de la espesura hacia los campos y los llanos. Al llegar al lugar donde tenía las guarniciones y la guardia, se puso a cenar, con la idea de ir a cazar temprano al día siguiente.

[17] Llegado ya el atardecer, llega de la ciudad el relevo de la guardia anterior, tropas a caballo y de a pie. A él le pareció que disponía de un gran ejército: pues eran dos guarniciones juntas, y eran muchos también los que habían ido con él, tanto jinetes como infantes. Así, pues, se le ocurrió que era una ocasión estupenda para saquear el país de los medos, y que la cosa resultaría más brillante que la caza y pensaba que habría mayor abundancia de víctimas95. Y así, levantándose temprano, se puso al mando de su ejército, dejó a la infantería agrupada en las fronteras. y él con la caballería avanzó hasta las guarniciones de los medos y se apostó allí con el grupo mejor y más numeroso, para que los soldados de las guarniciones de los medos no pudiesen recibir ayuda contra los atacantes, y envió por grupos, para atacar unos por un lado, otros por otro, a los que le pareció necesario, con orden de echarse sobre cualquiera que se encontrasen y traerlo a su presencia. Ellos así lo hicieron.

[18] Habiendo sido comunicado a Astiages que había enemigos dentro del país, corrió él mismo a las fronteras acompañado de su guardia, y su hijo hizo lo mismo con los jinetes que tenía a su lado, y a los demás les dio la orden que acudieran a prestar ayuda. Cuando vieron un gran contingente de asirios agrupados en orden de batalla y la caballería apostada, hicieron alto también los medos. Ciro, al ver que también los demás habían corrido a prestar ayuda a toda prisa, sale él también en ayuda, vistiéndose por primera vez una armadura, creyendo que no lo iba a hacer nunca: tanto deseaba verse revestido con aquellas armas. Eran muy hermosas y le iban muy bien aquellas armas que su abuelo había hecho hacer a su medida. Armado así, cabalgó hasta donde estaban los demás. Astiages, al verlo, se asombró de quién le había dado la orden de venir; sin embargo, le dijo que permaneciera a su lado. [19] Ciro, cuando vio a muchos jinetes enfrente preguntó: «Abuelo, ¿acaso son enemigos aquellos que están sobre sus caballos sin moverse?» «En efecto, esos son enemigos», dijo Astiages. «¿Y también aquellos —dijo— que van a caballo?» «Ciertamente, también aquéllos.» «Por Zeus, abuelo, —dijo— parecen malos y malos también los caballejos sobre los que van montados y se están llevando nuestras cosas; bien, es preciso que algunos de nosotros avancemos contra ellos.» «Pero, hijo, ¿no ves qué grueso de caballería está parapetado en orden de batalla? Ésos, si nosotros avanzamos contra aquéllos, nos cortarán la retirada; y el grueso de nuestras fuerzas aún no está aquí.» «Pero si tú te quedas —dijo Ciro—, y recoges a los que van llegando en ayuda, ellos tendrán miedo y no se moverán, y los que llevan el botín lo abandonarán, en cuanto vean que algunos soldados avanzan contra ellos.»

[20] Cuando dijo estas cosas, a Astiages le pareció que tenía razón; y admirando cuán sensato y a la vez despierto era, ordena a su hijo que tome una formación de caballería y que avance contra los que se llevan el botín. «Y yo —dijo Astiages— avanzaré contra ellos, si intentan un movimiento contra ti, de modo que se vean forzados a desviar su atención hacia nosotros.» Así fue como Ciaxares, tomando fuertes caballos y hombres, inicia el ataque. Ciro, cuando vio que se ponían en movimiento, al punto se unió al grupo y se puso a la cabeza con toda rapidez; Ciaxares iba tras él y los demás tampoco se quedaban atrás. Cuando los saqueadores vieron que se acercaban, soltando rápidamente el botín, se daban a la fuga. [21] Pero las tropas de Ciro les cortaban la retirada, herían a los que alcanzaban, Ciro el primero, y cuantos lograban esquivarlos y pasar de largo, a ésos los perseguían por la espalda y no los dejaban, sino que lograron apresar a algunos de entre ellos. Y lo mismo que un perro de raza96 sin experiencia se lanza despreocupadamente contra un jabalí, así se lanzaba también Ciro, teniendo sólo ante sus ojos el atacar a los que lograba atrapar y no atendiendo a nada más.

Los enemigos, una vez que vieron a los suyos en apuros, iniciaron un avance en masa, convencidos de que los contrarios cesarían en su acoso cuando vieran que ellos iban hacia delante. [22] Pero Ciro no aflojaba en absoluto, sino que transportado de alegría, llamando a su tío, se dedicaba a perseguir y a hacer difícil la huida a los enemigos, cerrándosela; Ciaxares realmente iba tras él quizá también por vergüenza ante su padre; los demás, igualmente, seguían, más animosos en la persecución que de costumbre, ante una situación así, incluso los que no eran muy esforzados en la lucha contra los enemigos. Pero Astiages, cuando vio que los suyos se habían lanzado a una persecución alocada, y que los enemigos iban a su encuentro en formación cerrada, teniendo miedo por su hijo y por Ciro, no sea que les pasase algo al lanzarse desordenadamente contra unos enemigos bien preparados, se dirigió enseguida con sus tropas contra los enemigos. [23] Los enemigos, por su parte, cuando vieron que los medos se habían puesto en movimiento, hicieron alto, blandiendo unos sus jabalinas, y otros tensando sus arcos, convencidos de que, una vez llegaran al alcance de sus disparos, los enemigos se pararían como acostumbraban a hacer la mayoría de las veces: en efecto, lo habitual era avanzar sólo hasta el momento en que una y otra formación estaban muy próximas, y frecuentemente continuaban hostigándose hasta el atardecer. Sin embargo, cuando vieron que los suyos eran llevados en desbandada sobre sus propias filas por Ciro y los suyos, que cargaban contra ellos, y que Astiages con la caballería estaba ya a tiro de arco se dan media vuelta y huyen. Los medos, persiguiéndoles de cerca con ímpetu, capturaban a muchos. Y a los que alcanzaban les herían, tanto a caballos como a hombres, y a los que caían, los mataban; y no pararon hasta no estar ante la infantería de los asirios. Mí, temiendo que una tropa más numerosa les tendiese una emboscada, se detuvieron. [24] Después de esto, Astiages ordenó la retirada, muy contento por la victoria de la caballería y sin saber qué debía decir a Ciro, pues por una parte estaba convencido de que había sido responsable del éxito, pero por otra opinaba que su audacia era rayana en la locura. Porque incluso entonces, cuando los demás se marchaban a casa, él solo daba vueltas a caballo en torno a los enemigos caídos, y a duras penas lograron arrancarle de allí y llevarle junto a Astiages aquéllos a los que se había ordenado hacerlo; y viendo Ciro el rostro de su abuelo enfurecido al verle, se parapetaba tras los que le llevaban.

[25] Esto acaecía en el país de los medos, y todos tenían el nombre de Ciro en la boca, tanto en relatos como en canciones; Astiages, que ya antes le tenía en gran consideración, entonces estaba pasmado ante él. Por su parte Cambises, el padre de Ciro, se alegraba mucho cuando se enteraba de estas cosas, pero cuando oyó que Ciro llevaba ya a cabo acciones propias de un hombre, le hizo llamar, para que completase su formación en las costumbres persas. Y se dice que entonces Ciro dijo que quería marchar para que su padre no se enfadase y su ciudad no se lo reprochase. De modo que a Astiages le pareció inevitable enviarle. Entonces ya le dejó partir, después de darle los caballos que él deseaba tener y de añadir a su equipaje otros muchos regalos de todas clases, tanto por su amor hacia él, como por las grandes esperanzas que tenía puestas en él de que iba a ser un hombre capaz de ser útil a sus amigos y enojoso para sus enemigos. Todos, niños, chicos de su edad, hombres y viejos a caballo, así como el propio Astiages, escoltaban a Ciro en su marcha. Y dicen que no hubo nadie que no volviese llorando. [26] También se dice que el propio Ciro se marchó derramando abundantes lágrimas. Dicen por otra parte que él distribuyó muchos de los regalos que Astiages le había dado entre sus compañeros y que finalmente incluso, despojándose de la vestidura meda que llevaba encima, se la dio a uno de ellos, para mostrar que éste era su amigo más querido. Sin embargo se cuenta que los que habían tomado y recibido estos presentes se los devolvieron a Astiages, y que Astiages aceptándolos, se los devolvió a Ciro, pero que él de nuevo los reenvió a los medos y dijo: «Abuelo, si quieres que yo vuelva a tu lado con gusto y no lleno de vergüenza, permite que si yo he dado algo a alguien, esa persona lo mantenga en su poder»; y que Astiages, después de oír esto, actuó como Ciro le indicaba.

[27] Para mencionar también alguna historia de amor: se dice que cuando Ciro se marchaba y se separaban unos de otros, que los parientes le despedían dándole un beso en la boca según la costumbre persa97 (todavía ahora los persas, en efecto, lo hacen así); se cuenta, pues, que un individuo de entre los medos, que destacaba por su belleza física y moral y que había sido tocado desde hacía mucho tiempo por la belleza de Ciro, que cuando vio que los parientes le besaban, se quedó atrás; una vez que los demás se fueron, que se acercó a Ciro y le dijo: «¿Soy el único de tus parientes a quien no conoces, Ciro?» «¡Cómo! —cuentan que dijo Ciro—, ¿acaso también tú eres de la familia?» «Ya lo creo que lo soy», cuentan que dijo. «Es entonces por eso —cuentan que dijo Ciro— que tú tenías muchas veces tus ojos clavados en mí; pues me parece haber reparado en que tú hacías eso.» «Es que —dijo—, aunque quería acercarme a ti, por los dioses, me daba vergüenza.» «Pero no tenía por qué darte —se cuenta que dijo Ciro— siendo de mi familia»; y que a la vez que decía esto se acercó y le besó. [28] Y que el medo, después de haber sido besado, le preguntó: «¿Acaso también entre los persas existe esta costumbre de besar a los parientes?» «Sí, sí —se dice que contestó—, al menos cuando se ven unos a otros después de tiempo o se marchan a algún sitio y van a estar separados.» «Sería el momento entonces para ti —dijo el medo—, de besarme de nuevo; pues me marcho ya, como ves»; y se cuenta que Ciro de nuevo le besó como despedida y se marchó. Que no habían hecho aún mucho camino, cuando el medo llegó de nuevo con el caballo empapado en sudor; y que Ciro al verle dijo: «¿Es que habías olvidado algo de lo que querías decirme?» «No, por Zeus —cuentan que dijo—, pero llego después de un largo tiempo.» Y que Ciro había dicho: «Por Zeus, pariente, después de un ratito.» «Cómo un ratito —dicen que replicó el medo—, ¿no sabes, Ciro, que incluso el tiempo de pestañear me parece muchísimo porque durante ese tiempo no te veo a ti tal como eres?» Y que entonces Ciro pasó de llorar a reír y le dijo que se marchase tranquilo, que volvería a estar con ellos en tan poco tiempo, que le sería posible volver a verle sin necesidad de pestañear si quería98.

 

Ciropedia
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060_split_000.xhtml
sec_0060_split_001.xhtml
sec_0061.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_028.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_029.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_031.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_033.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_034.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_035.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_036.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_037.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_038.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_039.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_040.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_041.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_042.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_043.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_044.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_045.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_046.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_047.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_048.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_049.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_050.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_051.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_052.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_053.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_054.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_055.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_056.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_057.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_058.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_059.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_060.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_061.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_062.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_063.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_064.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_065.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_066.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_067.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_068.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_069.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_070.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_071.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_072.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_073.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_074.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_075.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_076.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_077.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_078.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_079.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_080.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_081.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_082.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_083.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_084.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_085.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_086.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_087.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_088.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_089.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_090.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_091.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_092.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_093.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_094.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_095.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_096.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_097.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_098.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_099.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_100.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_101.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_102.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_103.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_104.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_105.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_106.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_107.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_108.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_109.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_110.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_111.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_112.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_113.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_114.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_115.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_116.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_117.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_118.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_119.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_120.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_121.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_122.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_123.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_124.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_125.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_126.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_127.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_128.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_129.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_130.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_131.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_132.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_133.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_134.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_135.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_136.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_137.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_138.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_139.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_140.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_141.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_142.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_143.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_144.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_145.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_146.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_147.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_148.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_149.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_150.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_151.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_152.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_153.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_154.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_155.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_156.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_157.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_158.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_159.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_160.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_161.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_162.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_163.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_164.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_165.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_166.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_167.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_168.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_169.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_170.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_171.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_172.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_173.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_174.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_175.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_176.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_177.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_178.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_179.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_180.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_181.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_182.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_183.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_184.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_185.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_186.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_187.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_188.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_189.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_190.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_191.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_192.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_193.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_194.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_195.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_196.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_197.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_198.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_199.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_200.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_201.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_202.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_203.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_204.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_205.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_206.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_207.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_208.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_209.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_210.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_211.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_212.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_213.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_214.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_215.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_216.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_217.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_218.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_219.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_220.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_221.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_222.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_223.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_224.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_225.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_226.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_227.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_228.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_229.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_230.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_231.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_232.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_233.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_234.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_235.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_236.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_237.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_238.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_239.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_240.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_241.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_242.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_243.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_244.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_245.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_246.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_247.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_248.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_249.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_250.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_251.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_252.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_253.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_254.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_255.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_256.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_257.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_258.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_259.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_260.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_261.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_262.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_263.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_264.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_265.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_266.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_267.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_268.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_269.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_270.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_271.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_272.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_273.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_274.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_275.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_276.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_277.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_278.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_279.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_280.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_281.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_282.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_283.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_284.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_285.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_286.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_287.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_288.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_289.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_290.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_291.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_292.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_293.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_294.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_295.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_296.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_297.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_298.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_299.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_300.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_301.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_302.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_303.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_304.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_305.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_306.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_307.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_308.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_309.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_310.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_311.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_312.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_313.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_314.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_315.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_316.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_317.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_318.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_319.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_320.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_321.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_322.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_323.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_324.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_325.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_326.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_327.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_328.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_329.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_330.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_331.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_332.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_333.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_334.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_335.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_336.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_337.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_338.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_339.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_340.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_341.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_342.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_343.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_344.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_345.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_346.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_347.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_348.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_349.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_350.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_351.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_352.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_353.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_354.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_355.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_356.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_357.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_358.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_359.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_360.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_361.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_362.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_363.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_364.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_365.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_366.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_367.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_368.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_369.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_370.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_371.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_372.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_373.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_374.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_375.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_376.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_377.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_378.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_379.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_380.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_381.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_382.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_383.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_384.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_385.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_386.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_387.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_388.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_389.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_390.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_391.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_392.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_393.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_394.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_395.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_396.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_397.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_398.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_399.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_400.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_401.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_402.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_403.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_404.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_405.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_406.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_407.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_408.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_409.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_410.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_411.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_412.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_413.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_414.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_415.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_416.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_417.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_418.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_419.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_420.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_421.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_422.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_423.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_424.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_425.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_426.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_427.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_428.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_429.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_430.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_431.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_432.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_433.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_434.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_435.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_436.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_437.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_438.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_439.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_440.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_441.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_442.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_443.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_444.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_445.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_446.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_447.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_448.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_449.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_450.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_451.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_452.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_453.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_454.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_455.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_456.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_457.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_458.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_459.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_460.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_461.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_462.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_463.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_464.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_465.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_466.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_467.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_468.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_469.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_470.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_471.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_472.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_473.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_474.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_475.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_476.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_477.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_478.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_479.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_480.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_481.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_482.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_483.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_484.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_485.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_486.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_487.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_488.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_489.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_490.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_491.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_492.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_493.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_494.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_495.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_496.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_497.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_498.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_499.xhtml