LA LEYENDA:

Fue en Altenland, en una aldea llamada El Cruce Alto, donde se encontró esta historia. Fue contada a Jenny Bardling por una vieja cocinera conocida como Madre Consuelo.

—Mi tía abuela, que era la hermana de la madre de mi madre, era una guerrera. Luchó en el ejército como compañera de la última gran guerrera de las montañas, aquella a quien se conocía por el nombre de Hermana Luz. Según decía mi tía abuela, medía más de metro ochenta y llevaba unas largas trenzas blancas recogidas sobre la cabeza. Eran como una corona. Allí ocultaba un arma adicional y, cuando era necesario, estrangulaba al adversario con sus trenzas. Luchaba como un Demonio de la Niebla, toda silencio y torbellinos.

“Se decía que nadie podía vencerla en una batalla, ya que en la espalda llevaba un gran morral de cuero dentro del que estaba su Hermana Sombra, una sombra que parecía exactamente como ella pero dos veces mayor. Cada vez que la Hermana Luz estaba perdiendo, cosa que no ocurría con frecuencia, tomaba su morral para dejar en libertad a la sombra. La Hermana Sombra se movía más rápido de lo que alcanza a ver el ojo y era silenciosa como el pasto al crecer. De ella solía decirse:

Profunda como un hechizo

Brutal como el destino

Fría como un pozo

Dura como el odio.

Así era la Hermana Sombra.

“Por supuesto que sólo utilizaba esa sombra cuando estaba desesperada porque al hacerlo se consumía, de adentro afuera. Era como con todas esas magias. De adentro afuera. A mi tía abuela nunca le pareció correcto. A nadie le parecía bien. Pero todos conocían a la Hermana Sombra.

“Bueno, finalmente la Hermana Luz murió en una gran batalla. Había pasado un mes y el sol todavía se negaba a brillar. ¿Y dónde se encuentra una sombra sin el sol? Sólo podía salir de ese morral cuando el sol brillaba bien alto en el cielo. ¿Me había olvidado de decirte eso?

“Cuando hubo pasado ese mes, alguien descubrió el morral sobre los huesos blanqueados que habían pertenecido a la Hermana Luz. También eran largos sus huesos, según decía mi tía abuela. Esa persona abrió el morral, sin duda buscando algún tesoro, y dejó escapar a la sombra. Esta miró a su alrededor con ojos oscuros y llenos de odio. La tierra estaba devastada; lo que había sido verde ahora era polvo. Y de la Hermana Luz no quedaban más que huesos. La sombra echó la cabeza atrás y aulló, un sonido que, según dicen, aún puede oírse en la desolada planicie.

“Mi tía abuela me contó antes de morir que algunas veces, cuando el sol castiga a la tierra en todo su esplendor, aún puede verse a la Hermana Sombra. Busca a su compañera, tal vez. Busca a alguna otra persona que la lleve. Alguien por quien pueda luchar y a quien consumir.

“Debes tener cuidado allá en las tierras altas, especialmente al mediodía. De allí proviene el dicho: “Nunca te hagas compañera de una sombra. Si pueden, te consumirán.”