17. Pesadillas
Cuando volví a bajar al comedor, Beatrice se había ido, y Jim fingía leer un libro. Me senté cerca de él y le dije:
—Lamento mucho mi comportamiento. Me temo que los miembros de la Guardia me sacan de mis casillas sin ni siquiera conocerlos.
—Oh, no te preocupes, mi hermano también consigue exaltarme con la maldita profecía —repuso Jim.
—Has dicho que eran también tus amigos.
—Una vez lo fueron, y aún les aprecio, pero hace mucho tiempo que mi trato con ellos se limita a ayudar a otros seres a pasar a este mundo e integrarse.
—¿Qué es lo que harán exactamente cuándo vengan?
—Su revisión habitual, supongo. Te entrevistarán, conmigo delante, por supuesto; indagarán un poco en tu vida diaria, y se irán por donde han venido.
Un resorte saltó en mi cabeza:
—Noah…
—Sí, ya hemos pensado en ello. Kyle se encargará de mantenerle alejado de aquí durante el día de la visita. No importa que ellos crean que eres Claire, si descubren que tienes un novio humano, se te llevarán con ellos y me temo que no podría hacer nada por evitarlo.
—¿Le harían daño a Noah?
—No, porque no sabe nada, pero eso no debe tranquilizarte. Claire, te lo dije, existen normas muy severas cuando se aceptan personas de otros mundos, y estando con Noah estás infringiendo la más importante de ellas. Puede que tú estés tranquila porque lo dejen a él fuera del problema, pero a mí también me importa lo que te pase a ti.
—¿Por qué es tan importante para ellos con quién salgo?
Jim vaciló y finalmente, me contestó:
—Es por la mezcla de especies.
—Comprendo… pero… ¿Nunca ha sucedido antes?
Advertí que su cuerpo se tensaba y sus pupilas brillaban; y nuevamente sentí que me estaba ocultando algo, pero sabía que Jim no me contaría nada que él no quisiera decirme; sobre todo si pensaba que tenía que protegerme. Pasaron unos segundos antes de que me contestara diciendo:
—Dado que Noah y yo ya dejamos este tema aclarado y tengo su palabra de que por un largo tiempo él y tú no, bueno, ya te lo imaginas… mejor nos centramos en tu entrevista.
Yo bajé la cabeza, sintiéndome incómoda de nuevo, y Jim me ofreció una infusión para relajarme. La bebida que Jim me sirvió consiguió calmar mis nervios, y conseguí centrarme en averiguar todo lo que pude sobre la Guardia de la Fortaleza. Pasamos el resto de la tarde organizando la entrevista, prevista para dos días más tarde. Parecía sencillo hablar de mi tranquila vida en el instituto, aunque fue algo más difícil recrear mi falsa historia de bruja en Telabaal. Sinceramente, odiaba tener que mentir, incluso a aquella Guardia que tanto resentimiento albergaba contra los brujos. Vivir la magia blanca implicaba ser una persona honesta, y mentir no entraba en mis patrones. Sin embargo, sabía que era vital para mi supervivencia, por lo que acepté contar todos y cada uno de los recuerdos falsos creados por Jim.
Cuando llegó la hora de la cena, estaba cansada y se me había ido completamente el hambre, así que solo acepté una sopa caliente y me retiré a dormir. No me costó conciliar el sueño, pero cuando lo hice tuve una de las pesadillas más horribles de mi vida.
“Estaba en uno de los pasillos de la Fortaleza, era de noche y oía rugir la tormenta acechando contra los muros de piedra. Apenas había velas encendidas, así que mientras caminaba casi no podía ver mis pasos. Me sentía cansada y pesada, pero aun así, intentaba seguir caminado. A lo lejos, se oían unos pasos veloces, y algo en mi interior supo que eran miembros de la Guardia de la Fortaleza. Comencé a correr, pero mi cuerpo pesaba más de lo que esperaba. Sentí una punzada y, al mirarme la barriga, vi que estaba abultada y advertí que estaba embarazada. Los soldados se acercaban a mí amenazadoramente, y yo intenté seguir corriendo, pero tropecé y caí. Ellos se acercaron con una gran espada, intenté proteger a mi bebé y les miré suplicando, pero ellos lanzaron sus espadas contra mí. Intenté levantarme, y entonces advertí que había un gran espejo en el que se veía reflejada mi imagen, pero no… no era yo, era la bella mujer tan parecida a mí y cuyo retrato había acariciado tantas veces. Era mi madre la que suplicaba, la que lloraba desconsolada mientras intentaba en vano huir de las afiladas hojas”.
Me desperté cubierta en sudor frío y temblando. Llevé mis manos instintivamente a mi barriga, intentando encontrar un motivo para aquel extraño sueño. Nuevamente, presentí que Jim, el abuelo y Beatrice me ocultaban algo de la historia de mi madre, muerta durante mi nacimiento; y que fragmentos de verdad se iban abriendo hasta a mí a través de mi intuición y mis sueños. Y no estaba segura de que lo que descubriera fuera a gustarme o a darme la paz que tanto anhelaba.
Al día siguiente me levanté exhausta. Después de la pesadilla, apenas si había podido dormir, temerosa de que volvieran a mí aquellos sueños. Todavía en pijama, me arrastré a la cocina, donde Jim preparaba mis cereales. Él me preguntó preocupado:
—¿Te encuentras bien?
—He dormido mal, y me siento algo constipada.
—¿Tú enferma? Los brujos no enferman fácilmente.
—Lo sé, solo cuando suceden demasiadas cosas a la vez, como supongo que me pasa ahora. Se me pasará pronto, pero… Jim… ¿Te importaría justificarme en el instituto? No me veo con fuerzas de ver a nadie en general… ni a Noah en particular. Me conoce y sabrá que estoy preocupada por algo y…
—Estás cansada de mentirle.
Asentí mientras tomaba asiento, ya que también me sentía algo mareada. Jim me dijo:
—Realmente necesitas descansar. Le diré a Beatrice que ella o Ashley se pasen a ver cómo estás, ¿te parece bien?
—Claro —contesté aunque en realidad anhelaba estar sola. Sin embargo, no quería herir sus sentimientos.
Más difícil fue convencer a Noah que no viniera a verme, con la excusa de virus variados y de que el médico me había dicho que mejor que no recibiera visitas. Más mentiras, más sentimiento de culpabilidad.
Beatrice me trajo un poco de sopa caliente y también algo de conversación, aunque, con su habilidad habitual para detectar los estados anímicos, no me agobió y dejó que me fuera a mi habitación a descansar. Huelga decir que ni pude descansar ni conciliar el sueño, preocupada como estaba por la visita del día siguiente; pero al menos me mantuve alejada del mundo y pude mostrar solo a mí misma mi cara más preocupada y amarga.