8.    ¿Primera cita?
 

 
 

¿Qué se pone una bruja que se hace pasar por una chica normal para una primera cita que presuntamente no es una cita porque te llevas a la hermana del chico? Que, por cierto, no es un chico, sino tu profesor que no puede acercarse a ti sin quebrantar la ley porque eres menor de edad y que a la vez te ha dejado claro que nunca saldría con una bruja…

 

Había vaciado medio armario encima de mi cama, pero no encontraba nada que fuera adecuado para quedar con alguien tan guapo como Noah. Debería haber dejado a Beatrice que me comprara más ropa… aunque si rebuscaba bien, aún había un par de prendas que no había estrenado. Finalmente, me decidí por unos ajustados tejanos, una camiseta marrón estilo cowboy y un cinturón de piel vuelta caído por encima de la cintura. Llevaba un pendiente indio muy largo en una de las orejas, y en la otra, una piedra azulada. Cuando Noah llamó al timbre y bajé las escaleras apresuradamente, añadí a mi conjunto un gorrito negro aterciopelado que Beatrice siempre decía que me hacía muy bonita. Noah permanecía en la entrada, ya que Jim aún no había llegado y no le pareció correcto entrar. El aire hacía ondular sus cabellos, como jugando por encima de su piel y sus facciones perfectas. Mientras me ayudaba a ponerme la chaqueta me explicó:

 

—Corinne nos espera en el cine. Irá directamente desde la tienda.

Yo me alegré y me puse nerviosa a partes iguales, y seguí así mientras él galantemente me abría la puerta del coche. Al sentarnos los dos se hizo un silencio, que Noah rompió explicándome que había tenido una clase especialmente conflictiva aquel día. Mientras le escuchaba, sentí que me daban ganas de cuidar a aquel chico tan guapo, divertido e inteligente que a la vez tenía aquel punto de desvalido que le hacía aún más dulce y encantador.

Quince minutos más tarde, al entrar en el centro comercial me quité el gorrito y comenté divertida:

—Debo estar horrible con todo el pelo despeinado.

—¡No! —repuso Noah

Lo que podría haber sido una respuesta de cortesía, quedó claro por su mirada que no lo era, y no pude sino sentirme inmensamente feliz de que aquel chico tan guapo pensara que yo lo era también. Por suerte para mí, Corinne apareció de la nada, me besó en la mejilla y comentó:

—¡Vamos a disfrutar de “Crepúsculo”!

La película estuvo genial y cuando terminó, Corinne sugirió ir a cenar. Mientras nos servían sendas hamburguesas, Corinne y yo nos desternillamos ante el intento de Noah de parecer que entendía nuestra animación al hablar de la película. Después de un rato, me atreví a preguntar:

—¿De qué es tu tienda? ¿Ropa? —me aventuré al recordar el amplio vestidor de su habitación.

—Muchos mejor: terapias alternativas, piedras, velas, incienso, libros de crecimiento personal… No es muy grande, pero es el lugar en el que soy feliz trabajando y eso me basta

—Es un sitio increíble, viene gente de todas partes para comprar objetos o para que les haga una de sus terapias —añadió Noah, con un tono claramente orgulloso.

Corinne fingió sonrojarse y yo pregunté:

—¿Podría verla? Me encantaría comprar algunas velas e incienso, hasta ahora he tirado con lo que Jim tenía por casa, pero, ¡Me temo que gasto demasiado rápidamente ambas cosas para sus existencias!

—Por supuesto, ven mañana después de clase. Así también te explicaré las terapias que hago, algo me dice que te encantarán —contestó sonriente—. Y, por cierto, no te creas a los que opinan que soy bruja, por desgracia para mí, no lo soy.

—Pero te encantaría serlo, ¿verdad, hermanita? —bromeó Noah.

—Claro que me encantaría tener poderes, hacer conjuros y magia, ¿A quién no? Sería algo maravilloso…

—No es tan bonito como tú crees, Corinne —repuse sin pensar—. Ser bruja implica estar siempre controlándote para no usar tus poderes para el mal…

Los ojos de Corinne centellearon y por una fracción de segundo sentí como si pudiera leer en mi interior. Me callé de golpe e intenté bromear diciendo:

—O eso creo, claro, por los libros que he leído.

Noah pareció contento con mi aclaración y comenzó a explicar una anécdota de Corinne con una clienta que pretendía que le hiciera un conjuro. Ella fingió escuchar a su hermano, pero algo me dijo que sospechaba algo por la manera como me miraba, intentando leer en mis ojos. El camarero apareció con el postre y así pude sacar de mi mente mi desliz y concentrarme en lo que Noah me estaba diciendo. Este comentó risueño:

—Me haces gracia, en las tutorías también haces eso.

—¿El qué?

—Jugar con los mechones de pelo mientras me escuchas.

—Eso es porque tu conversación es tan interesante como tus tutorías en el instituto, hermanito. Aún tienes que dar gracias de que no haga una siestecita mientras le metes el rollo… y eso que tiene suerte de que no le des ninguna asignatura…

—Ja, ja, que graciosa —masculló Noah.

Todos reímos y advertí que Corinne parecía haber olvidado mi comentario. Esta añadió:

—Bueno, chicos, hablando de mi tienda, quería mirar unos libros que me han llegado y llevo en el coche. ¿Te encargas tú de acompañarla, Noah?

—Claro. Aunque si quieres, podemos tomarnos un helado primero.

Yo asentí, intentando no fijarme en la sonrisa de casamentera de Corinne. Cuando esta se fue, Noah pidió los helados y continuamos hablando. Era mágico. Desde que Corinne se había marchado se había creado una atmósfera de intimidad como si nos conociéramos desde hacía años. Así es que a pesar de tener que madrugar al día siguiente, ninguno de los dos parecía querer separarse. Cuando llegó la hora de abandonar el local y Noah me invitó, yo sugerí entonces que le debía una invitación. Él sonrió traviesamente y contestó:

—¡Genial, así tengo excusa!

La noche era preciosa. La soleada tarde había dado paso a la oscuridad de la noche, y las luces se iban encendiendo sobre las aguas del puerto. Caminamos lentamente, como si no quisiéramos llegar nunca al coche, y luego Noah condujo tan despacio que incluso un asombrado ciclista nos adelantó. Yo estaba encantada de poder pasar más rato con él. Aunque sabía que mis sentimientos no estaban bien, que no me estaba permitido como bruja enamorarme de un humano, no podía dejar de disfrutar del momento.

Cuando llegamos a casa de Jim, Noah me acompañó hasta la puerta, me dio un rápido y fugaz beso en la mejilla y se despidió de mí. Entonces, cuando ya había llegado a la puerta, me giré espontáneamente y le dije:

—¡Me lo he pasado muy bien!

Y él, con una sonrisa que podría fundir la Antártida, contestó:

—¡Yo también!

Le despedí con la mano hasta que volvió a subir al coche. Después entré en la casa intentando borrar la sonrisa bobalicona de mi cara.

Jim me esperaba leyendo, y cuando alzó la vista y me vio entrar, se apresuró a preguntarme:

—¿Te lo has pasado bien?

Tardé unos segundos en encontrar una frase que no me comprometiera, al fin y al cabo “bien” no es el adjetivo que yo usaría al tiempo pasado con Noah.

—La película me ha encantado, y la cena ha sido muy divertida.

Mientras hablaba supe que no podría volver a nombrar a Noah sin que la sonrisa bobalicona volviera a mi rostro, así que decidí hablar de algo neutral:

—Corinne es genial, hemos quedado mañana en su tienda.

A Jim se le torció el gesto y contestó algo envarado:

—Me siento culpable al decir esto porque adoro a Corinne, pero debes tener cuidado con ella.

—¿Por qué? —le miré con ojos interrogantes de incredulidad—. Es encantadora, y parece tenerte en gran estima.

—Claire, siéntate a mi lado, hay algo de lo que quiero hablarte.

Algo sorprendida, hice lo que me pedía. Él continuó vacilante mientras me hablaba:

—Como tu abuelo te habrá enseñado, tú sabes que las almas de los brujos se reencarnan sucesivamente en diferentes cuerpos, hasta que han evolucionado suficientemente como para convertirse en uno de los grandes espíritus a los que…

—Invocamos para realizar nuestra magia —le interrumpí—. Pero, ¿qué tiene eso que ver con Corinne?

—Con las almas humanas sucede exactamente lo mismo, y también con otros seres diferentes que ahora no vienen al caso.

Mis ojos continuaban mirando interrogativamente, así que Jim apresuró la explicación:

—Muchos de nosotros creemos que a veces las almas no hacen distinción de cuerpos, por ello almas de brujos se reencarnan en cuerpos de humanos. Así, surgen personas que son diferentes, que tienen capacidad de sanar con las manos como vosotros hacéis, que pueden hablar con los espíritus, que tienen premoniciones y un sexto sentido que nadie sabe explicar cómo acierta siempre.

—¡Claro! —asentí—. Corinne me hace sentir bien, pero a la vez es como si supiera que podría averiguar fácilmente mi secreto. No es como los demás, ni siquiera como Noah. Su forma de ser, la manera como mira a su alrededor viendo cosas que los demás no perciben, incluso la energía de su habitación, todo me es tan familiar…

—Sí, Claire, si la observas bien, es fácil darse cuenta de que Corinne fue en otra vida una bruja, de ahí su gran espiritualidad actual y su capacidad de ejercer de sanadora. Y no me cabe la menor duda que era una bruja de magia blanca, como tú, porque su única motivación con la tienda y sus terapias es ayudar a los demás a encontrar su camino de sanación y salud —hizo una pausa, mientras sorbía un vaso de agua—. El problema es que la sensación que tú percibes a su lado es recíproca y, sinceramente, tengo miedo de que pueda descubrir la verdad de algún modo.

Me acomodé en el sofá, de forma que me era más fácil mirar a Jim a los ojos. No necesitaba reflexionar para darle a conocer mi respuesta. Con voz firme repuse:

—Jim, sé que tienes razón y que si alguien puede descubrir mi verdadera identidad esa es Corinne. De hecho, te seré sincera, cuando hoy hice un comentario sobre la magia, ella pareció intuir algo más.

Jim me lanzó una mirada de preocupación, pero le hice un gesto para que me dejara terminar.

—No pasó nada y en adelante intentaré ser más prudente con ella, pero, Jim, anhelo ser su amiga. Me he cansado de vivir con miedo. En el instituto apenas hablo con nadie a parte de Esther, y con ella intento centrarme en temas de estudios, porque tengo miedo de que se me escape algo. Luego me encierro con mis conjuros y mi magia y echo de menos tener amigas.

Advertí un gesto de dolor, así que me apresuré a aclarar:

—Me encanta vivir contigo y nuestras conversaciones, igual que estar con Beatrice y John. Sé que hice una promesa, y si tú me lo pides no iré mañana a la tienda, pero me gustaría que confiaras en que soy capaz de tenerla como amiga sin descubrir mi verdadera identidad.

Alcé los ojos suplicantes, y para mi tranquilidad, Jim destensó el rostro, me sonrió y contestó acariciándome la mejilla:

—Tienes razón, Claire. Confío en ti. Disfruta de tu amistad con Corinne. Ya has renunciado a demasiadas cosas. Además, te digo por propia experiencia que su presencia es confortadora y especial, y siempre hace que todo parezca mejor. 

Yo le miré sin terminar de comprender por qué siempre que hablaba de ella parecía turbarse, así que me atreví a preguntar:

—¿Sois buenos amigos?

Jim vaciló, como si la respuesta fuera algo más difícil de lo que aparentaba. Al final contestó:

—Sí, es una buena amiga, al igual que Noah. Por cierto, le vi acompañarte a casa, se lo agradezco. Es un gran chico, siempre le recuerdo jugando con Kyle a todas horas de pequeños.

Yo recliné la cabeza sobre su pecho para evitar que viera la sonrisa bobalicona que obviamente se había adueñado de mi cara al escuchar su nombre y musité:

—Muy agradable, aunque estoy segura de que él en otra vida era humano…

Jim rio, me besó en la cabeza y yo me levanté mientras le daba las buenas noches. Cuando me acosté en mi mullida cama, por primera vez en mucho tiempo no hice ninguna meditación, ya que preferí rememorar cada segundo que había pasado con mi guapo tutor.