6. Meditación en la playa
El autocontrol se había convertido para mí en una necesidad si quería asegurarme que permanecería en la magia blanca cuando volviera a Zaeba, independientemente de las circunstancias que allí me encontrara. Sabía que requería tiempo, paciencia y mucha práctica conseguir acallar mi mente y mis sentimientos, por lo que, aconsejada por Jim, había decidido comenzar el día con una meditación guiada en la playa. Cuando llegué a esta, ojeé la zona y me decanté por ir a la zona de las rocas. Dejé mi bolsa del instituto encima de una roca para evitar que se llenara de arena, y yo me coloqué cómodamente encima de otra, buscando una postura que me permitiera mantener la quietud durante media hora. El agua salpicaba mis pies, que había dejado caer sobre el mar, y las olas rompían con relajante parsimonia en la roca sobre la que me hallaba. Cerré los ojos, relajé mis hombros, apoyé mis manos sobre la roca y traté de mantener mi cabeza equilibrada con la columna.
En Zaeba estaba acostumbrada a meditar rodeada de velas e incienso, pero desde mi llegada a Coldriver sentía que demasiadas cosas pasaban a la vez, por lo que me era difícil buscar la paz en mi interior y desconectar. Mis nuevos primos me habían obsequiado como regalo de bienvenida con un reproductor de música que incluía altavoces, y Jim me había pasado alguna de sus meditaciones favoritas. Cuando estuve preparada, comencé a oír la voz del maestro, suave y aterciopelada. Jim me había recalcado que debía mantener una escucha activa durante toda la meditación y visualizar todas las imágenes que en ella me transmitían. De este modo, con mi mente ocupada, evitaría distraerme con otros pensamientos y mi voz interior encontraría la paz; quizás incluso las respuestas a mis dudas y temores.
Jim no podía haber estado más acertado, ya que la meditación guiada me permitió entrar en un profundo estado de relajación y desconectar de los pensamientos rutinarios… hasta que una voz me sacó de mi profundo estado de paz.
Al oírla alcé los ojos, quedándome de nuevo absolutamente sorprendida por la impresión que me provocaba aquel guapísimo chico de dulces ojos color avellana y cabellos claros que ondulaban sobre las perfectas facciones de su rostro. Noah me miraba sonriendo, con su cuerpo aún más atlético y atractivo al llevar ropa de deporte. No sé si fue su impactante visión o el hecho de volverme drásticamente al mundo terrenal, que intenté levantarme rápidamente, resbalé… y caí en el mar. Aunque el agua estaba bastante fría, me preocupó más el estado en el que habían quedado mis ropas, llenas de agua y arena, sobre todo porque tenía que llegar al instituto a tiempo para un examen. Noah se apresuró a ayudarme a levantarme, al tiempo que me decía:
—Siento haberte asustado, Claire. No me di cuenta de que estabas tan concentrada.
—Debes pensar que estoy mal de la cabeza… —musité preocupada.
—En absoluto. He visto a Jim hacer esto mismo cientos de veces con mi hermana…
—Fue él quien me enseñó —contesté agradecida de que lo viera tan natural—. Quería venir conmigo, pero ha recibido una importante donación de libros y ha tenido que ir antes de hora a la biblioteca.
No fui consciente de que estaba tiritando hasta que Noah me ofreció:
—¿Quieres cambiarte en mi casa? Vivo a cinco minutos de la playa, al final de esas escaleras.
Yo titubeé. Profesor, su casa… definitivamente impensable en Telabaal. Él pareció adivinar mis pensamientos porque se apresuró a añadir:
—Mi hermana está allí. Me parece que tenéis la misma talla, seguro que te presta algo de ropa, además algo que me dice que tenéis los mismos gustos. No creo que te dé tiempo a volver a tu casa a cambiarte. Y creo recordar que hoy tienes examen de inglés a primera hora.
El término hermana carabina hacía las cosas más fáciles, ni Jim se opondría a ello, o al menos eso quería pensar, así que contesté vacilante:
—Perfecto, muchas gracias.
Noah me ayudó a recoger mi bolsa y mi reproductor de música, que se había salvado de mi patosa caída al haberlo dejado en otra roca con los altavoces. Mientras subíamos las empinadas escaleras me distraje pensando que se le veía muy guapo con el cabello despeinado sobre sus bellas facciones, parecía uno de esos adolescentes que protagonizan series de instituto más que un profesor.
Al final de la escalera se hallaba la casa de Noah, tan bonita como todo lo que tenía que ver con él. De color blanco, el tejado y las ventanas destacaban al estar pintadas de un relajante azul celeste. Al ver que la admiraba me dijo:
—Mis padres la diseñaron ellos mismos y la construyeron poco a poco.
—¿Dónde están ahora?
—Murieron cuando yo tenía diecisiete años, en el último año de instituto —me contestó suavemente.
—Oh, lo siento mucho —me apresuré a decir, sintiéndome aún más unida a él al saber que también era huérfano.
—No te preocupes, pero gracias igualmente.
Se hizo un silencio hasta que entramos en la soleada y amplia cocina, bastante ordenada y sobre todo, con un confortable aroma a hogar. Un clon de mi profesor en chica y con los cabellos pelirrojos apareció sonriente por la puerta, y Noah explicó:
—Corinne, te presento a Claire, la sobrina de Jim. Se ha caído al agua y le he dicho que podrías proporcionarle algo de ropa seca.
—¡La sobrina de Jim! Que ganas tenía de conocerte, llegué anoche de la ciudad y Noah me habló mucho de ti.
Su hermano enmudeció mientras ella continuaba hablando:
—¡Claro que te dejaré algo! Acompáñame a mi habitación mientras Noah nos prepara el desayuno.
—Por supuesto, chicas —asintió Noah—. Os espero aquí.
Seguí a Corinne por la escalera, lo cierto es que me sentía extrañamente cómoda con ella, como si toda su vitalidad y fuerza me hicieran sentir muy bien. Cuando llegamos a su habitación, me resultó muy familiar, lo cierto es que podría haber sido la mía. Las paredes estaban pintadas de amarillo claro, y se respiraba una atmósfera de paz. Sobre la cama colgaba un atrapasueños, y en la pared había colgado un cuadro de un bello unicornio y también algunas fotos, en las que pude distinguir a Noah, Jim, John, los gemelos y otra pareja que supuse por el parecido que eran sus padres. En el tocador algunas piedras con forma de pirámide compartían espacio con un perfume de orquídeas, velas y un bello joyero de madera. Mientras ella buscaba en su vestidor comenté:
—Ahora entiendo por qué Noah me ha dicho que nos parecemos mucho en los gustos, me encanta tu habitación. Es tan bonita y relajante…
Corinne sacó la cabeza del vestidor y contestó con una gran sonrisa:
—Muchas gracias. Creo que seremos muy buenas amigas, me encanta todo lo que Noah me ha contado de ti. Además, tu familia es como si fuera la mía propia, así que tú también eres parte de ella.
—Eso suena genial —me sorprendí contestando, como si me hubiera contagiado de su espontaneidad.
Corinne me puso un vestido cerca del cuerpo, pero lo descartó con una mueca mientras decía:
—Por cierto, ¿sabes que eres la primera chica que mi hermano trae a casa para que la conozca?
—En realidad solo lo ha hecho para que no llegue tarde a clase —me apresuré a contestar algo cohibida.
—Tranquila, que no me molesta, no soy ese tipo de hermanas posesivas que se ven en las películas. Además, mírate, creo que eres la chica más guapa que he visto en Coldriver, aunque debo reconocer que tu prima Ashley también es increíble… supongo que será cosa de familia. Pero tu… tienes algo especial… no sé si mi ropero estará a tu altura…
—No te molestes… de verdad, cualquier cosa servirá…
—No es molestia, al fin y al cabo, tengo el presentimiento que acabaremos siendo hermanas. Entre nosotras, Noah no es de los que invitan a sus alumnas a casa.
Mientras me ruborizaba totalmente ante sus palabras, Corinne continuó rebuscando en su precioso vestidor mientras me hacía preguntas sobre mi vida en Coldriver y sobre mi pasado.
Veinte minutos más tarde, en los que también tuvo tiempo de arreglarme el pelo, me arrastró corriendo hasta la cocina, donde Noah nos esperaba, y entró bulliciosamente diciendo:
—Hola hermanito, observa lo guapa que he dejado a Claire.
Noah me miró embelesado y respondió:
—Sí que está muy guapa, y tú también. Pero si la sigues entreteniendo, llegará tarde al examen igualmente y eso no me lo perdonará. Y te recuerdo que ya ha pasado la hora de abrir la tienda, como siempre
—Mis clientes son seres espirituales, hermanito, no se enfadan porque no abra puntual. Sencillamente si llegan y no estoy, saben que es que no hemos coincidido y vuelven más tarde.
Una servilleta voló por los aires mientras Noah se reía ante el comentario de su hermana y Corinne y yo nos sumábamos a él. De pronto, me di cuenta de que lo que me gustaba de él era que me hacía sentir libre. Cuando estaba a su lado no era la gran bruja Alyssa, sino simplemente Claire, la chica nueva del instituto de Coldriver. El miedo, los conjuros y sobre todo William Dake quedaban atrás, en un rincón oscuro de mi mente incompatible con la luz que sentía en aquellos momentos en aquella casa. Podía reír, podía mirar a Noah de reojo y quedarme subyugada una vez más por su atractivo mientras su hermana lanzaba insinuaciones sobre nosotros, olvidándome por una vez de mi destino.
Fue uno de los mejores desayunos de mi vida, y cuando Corinne se despidió de mí con un beso, supe que había hecho una buena amiga. En cambio, cuando Noah me dejó delante de la clase de inglés, supe que no era preciosamente amistad lo que mi guapo profesor me sugería.