16. La Guardia de la Fortaleza
El abuelo solía decirme que una buena bruja sabía captar las sensaciones de las personas que le rodeaban instantáneamente, incluso antes de verlas; y esa capacidad se agudizaba con las personas a las que amábamos. Aquella tarde, mientras Noah jugueteaba con mi mano, supe que algo iba mal en cuanto comencé a girar la llave de la puerta de mi casa. Jim estaba dentro, se le veía extraordinariamente serio, y hablaba con una Beatrice tan circunspecta como él. Aunque procuraron sonreír al ver a Noah, supe leer en su mirada que tenían que hablar conmigo a solas de algo que mi novio no podía enterarse… o sea que tenía que ver con mis poderes. Después de que Noah les saludara, y aunque se me rompía el corazón de mentirle una vez más, le dije:
—Cariño, ya sé que te había pedido que me ayudaras con los deberes, pero he recordado que le había prometido a Beatrice ir a mirar un regalo para Ashley, pronto será su cumpleaños. Yo, lo siento, había olvidado por completo que habíamos quedado y…
Noah me miró extrañado, tanto por mi balbuceo como porque iba en contra de mi personalidad analítica y organizadora olvidar una cita. No obstante, con su tranquilidad habitual contestó:
—No pasa nada. ¿Queréis que os acompañe?
Miré a Beatrice con ojos suplicantes, por mí había cumplido el cupo de mentiras por una tarde. Ella entendió y le contestó suavemente:
—Noah, querido, eres muy amable, pero iremos de tienda en tienda hasta que encontremos algo…
—Está bien, entiendo, salida de chicas. En ese caso se me acaban las excusas para corregir exámenes.
Presa de la preocupación por el aire de pánico que sentía en el ambiente, le acompañé rápidamente a la puerta, intentando sonreír mientras me besaba dulcemente en la cabeza. Mientras le veía desaparecer hasta el coche, no pude dejar de pensar que cada día estaba más convencida que Noah no merecía ser engañado como yo estaba haciendo con él… aunque fuera con la mejor de las intenciones.
Cerré la puerta lentamente, temiendo enfrentarme a lo que Jim tenía que decirme. Este parecía vacilante cuando yo le miré interrogativamente, así que me dijo:
—Eres muy intuitiva… tu abuelo tenía razón.
—Jim, ¿Qué pasa? ¿Se trata de los Dake? ¿Han atravesado la Fortaleza y me están buscando?
—No, Claire, tranquila, ya te dije que no pueden atravesarla. El problema es…
—La Guardia de la Fortaleza —adivinó.
Mientras ellos asentían un escalofrío recorrió mi espalda y me atreví a preguntar:
—¿Me han descubierto?
—No, ellos siguen creyendo que eres Claire, pero… al igual que en otras ocasiones, digamos que quieren comprobar que estás plenamente adaptada y que no usas tus poderes. En definitiva, intentan asegurarse de que no eres una amenaza para los humanos. Es un protocolo habitual, sobre todo porque eres…
—Una bruja, y como siempre, estamos bajo sospecha de oscuridad, magia oscura y tiranía… ¿Me equivoco?
—Sabes bien que ninguno de nosotros piensa eso de ti ni de los brujos en general. Pero la Guardia de la Fortaleza funciona como un ejército y sí, tienen que asegurarse que no eres el enemigo.
—En realidad suelen llevar a cabo la investigación al poco tiempo de que la persona procedente de otros mundos haya venido. Sin embargo, Jim intercedió para que te dejaran un poco más de tiempo —comentó Beatrice con voz suave—. Cariño, no tienes de qué preocuparte. Desde que estás aquí no has producido ningún alboroto, y mientras ellos sigan creyendo que no eres Alyssa, todo irá bien.
—Y eso nos lleva al motivo de estar aquí reunidos —la interrumpió Jim—. Espero que entre tus conjuros haya uno para cambiarte el aspecto físicamente durante unas horas, porque créeme, en caso contrario, tenemos un problema.
—¿Cambiarme el aspecto? ¿Es que tienen un retrato mío o algo parecido?
Jim respiró profundamente, y nuevamente pasó por mi mente la sombra de la sospecha de que no era del todo sincero conmigo. Miró a Beatrice, que también parecía dubitativa, intentando escoger sus palabras. Finalmente, fue ella quién me explicó:
—Querida, eres tan parecida a tu madre, que cualquiera que la haya conocido sabrá quién eres sin dudarlo ni un momento.
—¿Alguien de la Guardia de la Fortaleza conoció a mi madre?
Jim y Beatrice se miraron, temerosos de continuar. Yo pregunté:
—¿Mi madre también estuvo aquí?
—No, ella nunca salió de Zaeba. Digamos que el más alto capitán de la Guardia de la Fortaleza estuvo allí hace mucho tiempo y conoció a tu madre.
Yo les miré sorprendida, no entendía nada.
—Pero, Jim, he estudiado la historia del reino de Zaeba hasta agotarme. No existe ningún registro de humanos allí.
—Los libros de historia a veces ocultan partes de ella, para proteger a las personas.
—Te refieres a los tiempos oscuros de los que habló el Gran Maestro…
—Sí, querida. Mientras los brujos estabais sumidos en la batalla por el control de la magia, algunos miembros de la Guardia de la Fortaleza estuvieron allí, los mismos que ahora vienen a comprobar quién eres.
—¿Con qué motivo estuvieron allí? ¿Cómo pudieron atravesar nuestros muros mágicos?
—Por favor, por tu propio bien, no podemos explicarte más —me exhortó Jim—. Hay cosas que es mejor dejar como están.
—Ocultas… —protesté—. Es como si nadie me hubiera dicho toda la verdad en años.
—Quizás no estás preparada para ello —insistió Beatrice, mientras apoyaba su mano suavemente en mi hombro.
Permanecí en silencio, mientras Jim continuaba explicando:
—El capitán de la Guardia es nuestro hermano, aunque no tenemos una gran relación desde hace años. Sin embargo, aceptó posponer la visita durante unos meses. Me hubiera gustado que aceptara dejarte tranquila indefinidamente, pero no ha habido manera de convencerle, está en su naturaleza querer controlar todo y a todos.
—¿Tenéis un hermano y nunca me lo habías dicho? ¿Y encima es el capitán de la Guardia de la Fortaleza? Esto es demencial. Estáis mintiendo a vuestra propia sangre por una desconocida. ¿Cómo os convenció el abuelo? —pregunté temerosa de que todo el cariño que creía que sentían por mí no fuera real.
—Claire, tranquila, tu abuelo no tuvo que convencernos de nada —me aseguró Beatrice.
—Nuestro hermano decidió hace años forjarse su propio destino, y formar parte de la Guardia de la Fortaleza —explicó Jim—. Es inteligente, astuto, brillante y el mejor estratega que he conocido. Pero también está obsesionado por seguir los dictámenes de la Guardia y evitar que la profecía se haga realidad. Hace mucho tiempo John, Beatrice y yo decidimos que, aunque entendemos que la Guardia debe existir, no estamos de acuerdo con su interpretación de la profecía. El futuro siempre se puede cambiar, tu abuelo lo creía y nosotros también. Cuando todos éramos mucho más jóvenes, poco antes de que tú nacieras, hicimos la promesa de protegerte y de terminar con la magia oscura. Amamos a nuestro hermano por lo que es, pero no dejaremos que te haga daño por el miedo al futuro.
—Estás llamada a ser la bruja más poderosa de todos los tiempos, pero tu abuelo nos dijo que eras pura magia blanca, y desde que estás entre nosotros no hemos sino corroborado sus palabras. Por eso estamos ayudándote, por eso te vamos a proteger de cualquier peligro, incluso de nuestro propio hermano o de nuestros antiguos amigos. Para nosotros eres la dulce Claire, una bruja buena, y si tu destino es ser la más poderosa, estamos seguros de que lo usarás para el bien.
Les miré detenidamente, sorprendida una vez más del cariño que sentían por mí. Tomé la mano de Beatrice y ella me dijo suavemente:
—Lo cierto es que no queremos enfrentarnos a Ethan, querida, porque es nuestro hermano y también porque no tenemos poder para luchar contra la Guardia. Por eso se nos ocurrió que, si puedes usar tu magia para ocultar tu verdadero aspecto, todo irá bien.
—Sí, claro que puedo hacerlo, es un conjuro básico para la “súper bruja” a la que todos quieren ver desaparecer…
Me levanté, agobiada, preocupada y algo malhumorada. Estaba muy cansada de aquella Guardia que tan mal concepto tenía de mi raza en general y de mí en particular. Jim hizo ademán de decirme algo, pero Beatrice lo detuvo. Subí a mi habitación, me estiré en mi habitación, y pensé una vez más que quizás aquello que sabía que me ocultaban podía tener mucha más importancia de lo que ellos decían.