Notas

[1] Curso dado en la Cátedra Valdecillas, de la Universidad Central, con el título: En torno a Galileo (1550-1650). Ideas sobre las generaciones decisivas en la evolución del pensamiento europeo. <<

[2] Recogido en El Espectador, tomo I, 1916. [Véase pág. 22 del tomo II de estas Obras Completos]. <<

[3] Gesam. Studiem zur Geiateageach. d. Reunáis. I, 214, 1932. Carta, IV, 335. <<

[4] Véase más adelante el ensayo Ensimismamiento y Alteración. <<

[5] Véase Historia como sistema. [Tomo VI de estas Obras Completas]. <<

[6] Publicado en la Biblioteca de la Revista de Occidente, segunda edición. Madrid, 1942. <<

[7] Cassirer: Individuum und Kosmos. 66, 1927. <<

[8] Primeras lecciones de un curso universitario. <<

[9] Publicado posteriormente en español en el libro «Estudios sobre el amor». Revista de Occidente. Madrid. [Incluido en este mismo volumen de Obras Completas]. <<

[10] Estas páginas, vertidas al francés, fueron leídas como discurso inaugural en el Congreso Internacional de Bibliotecarios el 20 de mayo de 1935. <<

[11] El otro sentido de officium —obstaculizar— que parece tener un sentido bélico, se enlaza con el indicado. La urgencia, el «deber» más característico de la vida primitiva son la lucha contra el enemigo, el hacerle frente y oponerse a él. Es, pues, indiferente que oficio signifique primero «poner obstáculo» y luego se generalice como prototipo de urgencia, o viceversa, que el deber genérico se especializase en el más notable de oponerse al enemigo.

Es curioso advertir que la misma idea de acudir con celeridad a algo anima a la palabra «obedencia», de ob y audio —es decir, ejecutar inmediatamente la orden que se ha escuchado. En árabe, la expresión que designa obediencia es un giro de dos palabras que significan «oído y hecho», correspondiente a nuestro «dicho y hecho». <<

[12] El mismo proceso que en China, donde no habla Dios ni fuerte imperación, creó el mandarinato. <<

[13] Chateaubriand, que tenía mucho más talento y era mucho más profundo de lo que la estúpida crítica literaria de los últimos ochenta años reconoce, decía ya: «L’invasion des idées a succédé à l’invasión des barbares; la civilisation actuelle décomposée se perd en elle-même». Mémoires d’Outretombe, VI, 450. <<

[14] Toda necesidad humana, si lo es, puede, en algún sentido, calificarse de imprescindible. La cosa es obvia. Pero si se intenta obtener un concepto claro de la necesidad o menester, se descubre pronto una doble significación que fuera preciso dar al término «imprescindible». No puedo aquí entrar en el tema y me limito a transcribir unas palabras del curso sobre «Principios de metafísica» dado en 1933 en la Universidad de Madrid, algunos de cuyos trozos han sido publicados. «Llamo necesidad humana todo aquello que, o es sentido como literalmente imprescindible —esto es, tal que sin ello creemos no poder vivir—, o que, aunque podamos de hecho prescindir de ello, seguiríamos sintiéndolo como un hueco o defecto que había en nuestra vida. Así: comer es una necesidad literalmente imprescindible. Pero ser feliz, y sor feliz de cierta precisa manera, es también una necesidad. Claro es que no lo somos, esto es, que de hecho prescindimos de la felicidad y vivimos infelizmente, pero —¡ahí está!— la sensación de necesitarla perdura siempre activa en nosotros. Se dirá que el ser feliz no es una necesidad, sino un mero deseo. En efecto, lo es; pero esto nos revela que mientras muchos de nuestros deseos son sólo deseos —por tanto, algo de que por completo podemos prescindir sin que esta renuncia deje un muñón, una amputación, un vacío en nuestra vida—, hay otros deseos de que, como deseos, no podemos prescindir; esto es, que aunque de hecho tengamos que renunciar a satisfacerlos, a la realidad que ellos desean, a desearlos no podemos prescindir, aunque queramos. Por eso exigen que los llamemos necesidades». <<

[15] Las páginas que siguen hasta el fin, quedaron reducidas a algunas líneas en la lectura de este discurso para no fatigar a los oyentes y porque su contenido, un poco difícil, no se presta a una fácil audición. <<

[16] Imposible desarrollar aquí todo lo que va resumido en estas palabras, especialmente las diferencias que hay entre españoles y franceses de aquel tiempo. Con ánimo tan sólo de que el lector no quede desorientado, diré que es, a mi juicio, esencial para entender la evolución del siglo XIX —y no sólo en su arista literaria— distinguir enérgicamente entre esta generación que llamo «post-romántica» y la que propiamente debe denominarse «romántica», que es la anterior: 1790-1804. Basta con presentar en dos grupos, frente a frente, irnos cuantos nombres para que se percate el lector de cuáles son las diferencias. Entre 1790 y 1804 nacen Lamartine, Víctor Hugo, Vigny, Dumas, «Jorge Sand», Balzac, Michelet, Espronceda, Duque de Rivas. Entre 1805 y 1819, Alfredo de Musset, Gauthier, Alfonso Karr, Labiche, Toequeville, Larra, Zorrilla. <<

[17] Para citar algo de Zorrilla no conocido y muy de este jaez, recordaré haber leído en mi infancia una carta de primero de año, dirigida a mi padre, que decía así:

Mi querido José Ortega Munilla:

le desea un buen año y buen dinero

el poeta más viejo y marrullero

de toda la nación. —José Zorrilla.

Pero conste que todo esto, y en forma extrema, está ya en el primer libro de Musset. Por ejemplo:

Un dimanche (observez qu’un dimanche la rue

Vivienne est tout à fait vide, et que la cohue

est aux Panoramas, ou bien au boulevard),

un dimanche matin, une heure, une heure un quart.

(Décima XIX de Mardoche). <<

[18] Véase la Colección «Libros del siglo XIX» publicada por Revista de Occidente. Madrid. <<

[19] Véase Lo que pasa en Francia, por Enrique Heine, en la Colección «Libros del siglo XIX» publicada por Revisita de Occidente. Madrid. <<

[20] Véase Goethe desde dentro, «Revista de Occidente». Madrid. [Véase página 521 del tomo IV de estas Obras Completas]. <<

[21] Bambutti, die Zwerge des Congo. <<

[22] En Goethe desde dentro, «Revista de Occidente». Madrid. [Véase página 493 del tomo IV de estas Obras Completas]. <<

[23] [Véase página 35 del tomo III de estas Obras Completas]. <<

[24] El único libro que, insuficiente también en lo que se refiere al problema general de la técnica, he podido aprovechar en uno o dos puntos, es el Gotl-Lilienfeld Wirtschaft und Technik. <<

[25] [Véase página 111 del tomo IV de estas Obras Completas]. <<

[26] [Véase página 35 del tomo III de estas Obras Completas]. <<

[27] Dejemos intacta la cuestión de si bajo ese estrato más profundo no hay aún algo más, un fondo metafísico al que ni siquiera llegan nuestras creencias. <<

[28] La voz tierra viene de tersa, seca, sólida. <<

[29] Este ensayo desarrolla ciertos fundamentos de lo expuesto en mi conferencia «Ensimismamiento y alteración» [véase este mismo volumen], y, a la vez, encuentra en ésta desarrollado lo que el párrafo del texto deja sólo enunciado. <<

[30] Si bien no lo hace suficientemente a fondo, aparte del error radical a que los párrafos siguientes se refieren. <<

[31] Véase El Espectador, VI (1927): «La interpretación bélica de la Historia». [Véase página 525 del tomo II de estas Obras Completas]. <<

[32] Véase «Hegel y América» en El Espectador, tomo VII, 1930. [Véase página 563 del tomo II de estas Obras Completas]. <<

[33] [Véase página 141 del tomo III de estas Obras Completas]. <<

[34] Recogido en Goethe desde dentro. Madrid, 1932. [Véase página 493 del tomo IV de estas Obras Completas]. <<

[35] Véase, del autor, Historia como Sistema, 2.a edición. Revista de Occidente, S. A. Madrid. [Véase el tomo VI de estas Obras Completas]. <<

[36] Véase «En torno a Galileo». [Incluido en este mismo volumen]. <<

[37] Huizinga: Erasmus, pág. 116. <<

[38] Recogido en el volumen Goethe desde dentro. Véase en aquel ensayo las razones por las cuales proponía yo lo que otra vez he llamado «retirada de los intelectuales al fondo del paisaje social, y si es preciso, a las catacumbas», [Véase página 493 del tomo IV de estas Obras Completas]. <<

[39] Edmund Husserl, Formale und transzendentale Logik, 1929, páginas 4-6. <<

[40] Véase el Anejo al fin de este artículo. <<

[41] Nadie que sea un poco avizor tomará como verdadera expresión, de lo que realmente está pasando al hombre, las frases de menosprecio hacia la razón o la inteligencia, en que se da ya a éstas por muertas y sepultas, y que pululan en las emanaciones literarias del tiempo. Estas frases se anulan a sí mismas, porque su texto mismo o su contexto revela hasta qué punto son vaporosas las nociones de razón o inteligencia poseídas por sus autores. Recuerdo la gracia que ya de muchacho me hacía leer una y otra vez en Tolstoi: «Yo que he estudiado todas las filosofías me he convencido de su inanidad». Las páginas de Tolstoi, cualesquiera sean sus otros primores, demuestran con reboso contante que el gran escritor no se aproximó jamás, ni de largo trecho, a ninguna filosofía.

En cambio, merecen una determinada atención los grandes movimientos positivos de carácter, claro está, práctico, y no teórico, que se están haciendo en el mundo para organizar la vida humana sobre principios formalmente irracionales. Y no es que esos movimientos manifiesten tampoco una conciencia clara de cuál es precisamente la cuestión actual entre el hombre y su razón, pero lo que tienen de ensayo positivo constituye una experiencia utilísima que terminará en el redescubrimiento de la razón, de una razón curada ya de sus exorbitancias. <<

[42] Las recientes teorías sobre el glacialismo permiten este hipotético cálculo. <<

[43] Fr. 123. Φοσις χρυπτεσθαι φλεϊ. <<

[44] Sobre todo esto —el ser como lo esencialmente oculto, la verdad como descubrimiento— véanse ya mis Meditaciones del Quijote, 1914. [Véase pág. 309 del tomo I de estas Obras Completas]. <<

[45] El esquema estructural de todo hacer o acción es, pues, éste: se hace algo, por algo, para algo, con algo. <<

[46] Téngase en cuenta, además, que todas las funciones psíquicas en que se quiere hacer consistir el Pensamiento actúan también por su cuenta, sin nuestra voluntad y aun contra ella. Percibir, imaginar, comparar y aun razonar, se disparan automáticamente en nosotros constantemente. No son, pues, un hacer nuestro, una acción humana. Entre acción y mecanismo, la diferencia está en la intervención de la voluntad y, por tanto, del designio, propósito o finalidad. <<

[47] Esto no mengua lo más mínimo la importancia e interés que las investigaciones psicológicas tienen por sí mismas. <<

[48] De todo esto se hablará en las partes subsecuentes de este estudio. Sobre la última cuestión, menos conocida — «that there must alwys be indemonstrable mathematical truths»—, véase el más reciente libro: William Van Orman Quine, Mathematical Logic, Norton, New York, 1940. <<

[49] En la segunda parte de estos apuntes intento aclarar un poco la cuestión del pensamiento primitivo, tomando parte en la polémica entre Bergson y Lévy-Bruhl. <<

[50] Véase mi libro Ideas y creencias, 2.a edición. Revista de Occidente. Madrid, 1942. [Incluido en este mismo volumen]. <<

[51] Véase del autor Ensimismamiento y alteración. [Incluido en este mismo volumen]. <<

[52] Véase el discurso rectoral de Hans Freiherr von Soden, Was ist Wahrheit?, 1927. El sustantivo ’emunah —amen es la forma verbal— con que se dice «verdad» en hebreo viene de un tema cuyo significado primario es «lo firme», «lo seguro», pero referido sobre todo al orden personal: es la seguridad de un amigo, la firmeza de una promesa. Esto implica su orientación hacia el futuro: que el amigo será seguro, que la promesa se cumplirá. De aquí el significado del sustantivo ’emunah = confianza. Que de «confianza» pase el vocablo a significar «verdad» revela hasta qué punto el hebreo, como el asirio y el persa, no siente delante de sí el ser, la Naturaleza, sino una absoluta voluntad, algo más allá de todo aerεπέκεινα της οδσίας dirá Platón— que mediatiza y nulifica a éste. Es digno de notarse cómo la expresión más técnica que se ve Aristóteles obligado a emplear para decir «lo sustancial» de una cosa, por tanto, el más auténtico ser, es su extravagante término —un término que es toda una frase, la cual debe ser entendida como un nombre— τό xί rίv είναι; «ser una cosa lo que era». El ser es para el griego, como arriba digo, un presente, pero cuando se le aprieta y se le va con ganas al cuerpo, resulta que es un pasado. Se trata de una óptica cronológica inevitable, dada la idea griega del ser. La realidad que ante nosotros hay ahora —el presente— es, en parte, un pseudo-ser, lo accidental. Ese pseudo-ser es sólo ahora, no era antes: lo produjo una causa temporal o el azar. Pero tras él hay también ahora, por tanto, también en presente, el verdadero ser, la sustancia. Y ésta es lo que es ahora porque lo era ya antes, en un ~ infinito pasado, desde siempre. El verdadero ser tiene el esencial carácter de un antes, un próteron. Por eso es principio —arché—, antigüedad.

La ciencia del ser es… arqueología. De aquí que a Aristóteles, se le enreden bastante los pies ante el problema del origen de las formas, que dio motivo a la famosa y épica disputa sobre el «creacionismo» del dulce y plomizo Zeller con el nervioso y cascarrabias Brentano. <<

[53] El catolicismo representa frente al protestantismo la viva conciencia de la dimensión histórica que posee la religión, no obstante su perdurabilidad. <<

[54] Véanse mis libros Towards a Philosophy of History, New York, Norton, 1941. Ideas y creencias. [Incluido en este mismo volumen]. Historia como sistema. «Revista de Occidente». Madrid, 1941. [Véase el tomo VI de estas Obras Completas]. <<

[55] Todavía a principios del siglo, los físicos y naturalistas se comportaban agresivamente, ejerciendo lo que hace mucho llamé «terrorismo de los laboratorios». Pero esta actitud fue abandonada poco después, y hoy aparece sólo aquí o allá, como supervivencia y fósil. <<

[56] Este ejemplo monumental es nada menos que el Discurso del Método. En las lecciones dadas por mí en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires durante el curso de 1940, expuse a fondo la cuestión que esta obra singular plantea y que, escandalosamente, no ha sido nunca tocada. El Discurso, libro que inicia la sinfonía del pensamiento moderno, es una autobiografía donde el autor nos relata por qué experiencias de su vida ha venido al descubrimiento de su filosofía. Debería haber sorprendido un poco más que toda una época del pensamiento humano, y, junto a la helénica, la más gloriosa comience con las memorias de tina vida personal. Que Descartes considere como únicamente filosófico cierto resultado teórico a que sus experiencias vivientes le han llevado, no es razón para que nosotros no nos preguntemos formalmente por el nexo entre éstas y aquél. La definición de ese nexo sería la comprensión del hecho absoluto humano que es el texto del Discurso. Si la filología fuese lo que debe ser —la ciencia del leer—, debería por sí misma, y aparte toda preocupación filosófica, haber llegado a la advertencia de que las tesis ya reconocidamente filosóficas sobre el método carecen de sentido si no se las toma como emergiendo efectivamente de las experiencias vitales que en el hombre Descartes se habían producido, experiencias que, lejos de ser anécdotas individuales, son el precipitado de toda la historia de Occidente. Pero enunciar esto, como aquí lo hago, no sólo de paso, sino a la carrera, desanima, porque expresiones como «precipitado de toda la historia de Occidente» suenan a frase vaga cuando se trata de temas concretísimos que cada palabra del Discurso, a poco que se le oprima, revela y comprueba. Durante años venía preparando, en cursos sucesivos de seminario, en la Universidad de Madrid, un comentario del ilustre texto cartesiano, totalmente distinto de los que hay —los cuales, conviene decirlo, son bien pocos y de sobra ingenuos, aunque alguno, como el de Gilson, sea respetable por la acumulación erudita de datos que un comentario de quilla más profunda puede aprovechar. Mi propósito de presentar aquel trabajo en el Congreso que celebraba el tercer centenario de la obra cartesiana quedó aniquilado por interferencias históricas de sobra notorias. <<

[57] Sobre todo esto véase el artículo del señor León Dujovne titulado Ortega y Gasset y la razón histórica (La Nación, 8 de diciembre de 1940), y que resume con gran acierto la crítica fundamental del idealismo que expuse en el citado curso de la Facultad bonaerense. <<

[58] No es oportuno precisar más la insuficiencia de la Lógica trascendental de Husserl, donde, haciendo un último y supremo esfuerzo, expone su «fenomenología genética». Esta fenomenología genética, merced a la cual quisiera tomar contacto con la realidad preteorética que es «vivir», no puede reobrar sobre la fenomenología general que de ella es sólo un miembro. Husserl ha muerto sin publicar ninguna investigación concreta de fenomenología genética. Sólo ha enunciado el programa sumario. Es de esperar que el señor Finck, su discípulo y testamentario científico, publique la mole de manuscritos que Husserl dejó. Entre ellos debe de haber algunas de esas investigaciones. Pienso, de todos modos, que aun no publicadas éstas, se puede sin dificultad hacer un estudio que determine con toda precisión hasta dónde puede llegar y cuál es la limitación esencial de la fenomenología genética ante el gran problema de la «génesis de la Razón».

—Al tiempo de corregir estas pruebas me entero, por un azar, de que en 1935 Husserl dio unas conferencias en Praga con el título La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental, de que se ha publicado el comienzo en la revista Philosophia, I, 1936, Belgrado. En esas páginas desarrolla un poco más el gran filósofo el contenido de las palabras citadas por mí en las primeras páginas de estos apuntes. Parecería, pues, forzoso rectificar la calificación de unicum en el estilo intelectual de Husserl lo allí enunciado. Sin embargo, no hay por qué hacerlo. Yo no dudo que lo publicado en la revista Philosophia no haya sido acordado en conversaciones con Husserl y que no se hayan aprovechado ideas de sus manuscritos, pero es cosa de sobra clara que esta obra —la última que Husserl habría en vida publicado— no ha sido redactada por él, sino por el Dr. Finck, cuyo estilo —verbal y temático— es patente en todo el texto. No sólo es ese estilo distinto formalmente del de Husserl, sino que en él la fenomenología salta a lo que nunca pudo salir de ella. Para mí ha sido sumamente satisfactorio este brinco de la doctrina fenomenológica porque consiste, nada menos, que en recurrir a la…'«razón histórica». Importa advertir que antes de aparecer aquellas páginas de Husserl en Phüosophia y mucho antes de aparecer su continuación, que es donde declaradamente se recurre a la Vernunft in der Geschichte, en la Revue Internationale de Philosophie, Bruselas, 1939, se había publicado en Inglaterra mi estudio sobre Historia como sistema (1935). [Véase el tomo VI de estas Obras Completas]. <<

[59] Por tanto, el amor sólo, no el estado total de la persona que ama. <<

[60] La única diferencia, a veces importante, es ésta: algunos místicos han sido «además» grandes pensadores, y al hilo de su misticismo nos comunican una ideología, en ocasiones, genial. Así Plotino o el maestro Eckhart. Pero su «mística» propiamente tal es idéntica a la de los más vulgares extáticos. <<

[61] Véase el libro de Jean Baruzi: Saint Jean de la Croix et le problème de l’expérience mystique. París, 1924. <<

[62] Véase Otto: West-östliche Mystik. <<

[63] Como se advierte, no aludo para nada al «valor» religioso que al «estado de gracia» corresponda. Es éste aquí estrictamente el nombre de un estado psicológico propio a todos los místicos de todas las religiones. <<

[64] Ueber das Wesen der Hypnose, Berlín, 1922. <<

[65] Las razones, que explican este poder revelador que tienen los gestos, la fisonomía, la escritura, el modo de vestirse, pueden verse en el ensayo «Sobre la expresión, fenómeno cósmico», El Espectador, VTI, 1930. [Véase página 577 del tomo II de estas Obras Completas]. <<

[66] Que el instinto sexual es ya por sí selectivo fue una de las grandes ideas de Darwin. El amor sería una segunda potencia de selección mucho más rigorosa. <<

[67] El fenómeno más curioso y extremo es la «conversión», la mutación súbita, de cariz catastrófico, que a veces sufre la persona. Permítase que ahora deje intacto tan difícil tema. <<

[68] La lujuria no es un instinto, sino una creación específicamente humana —como la literatura. En ambas, el factor más importante es la imaginación. ¿Por qué los psiquiatras no estudian la lujuria bajo este ángulo, como un género literario que tiene sus orígenes, sus leyes, su evolución y sus límites? <<

[69] Si además de los instintos corporales tiene el alma también instintos, como yo creo, la discusión habría que plantearla de numera muy distinta. <<

[70] Ignoro de dónde viene esta expresión tan graciosa de nuestro idioma, y si algún lector conociese su origen de manera fehaciente, yo le agradecería mucho que me lo comunicase. Sospecho que se trata de las escenas de violación de cementerios que la juventud dorada puso de moda en el Renacimiento. <<

[71] Véase mi ensayo La percepción del prójimo, en el volumen Teoría de Andalucía (2.a edición), pág. 81 [V. tomo VI de estas Obras Completas], y, sobre todo, la gran obra de Scheler: Wesen und Formen der Sympathie, 1923. <<

[72] Sobre esta gran cuestión del valor expresivo del cuerpo, vuelvo a remitir la atención del lector curioso a mi ensayo Sobre la expresión, fenómeno cósmico (El Espectador, VII, 1930). [V., página 577 del tomo II de estas Obras Completas]. <<

[73] No creo que sea necesario, con motivo de esta aplicación particular, recordar las conocidas reglas de toda ley o apreciación sobre grandes masas de casos, reglas en que funda su rigor la estadística. En un número muy importante de casos se dan, claro está, los de las especies más diversas, pero predomina una, y las excepciones se anulan entre sí. En cualquiera época se casan las mujeres de todos los tipos; pero predomina uno, favorecido cualitativa y cuantitativamente. <<

[74] Las relaciones entre Napoleón y Josefina están bien contadas en el reciente libro de Octavio Aubry: Le roman de Napoléon, Napoléon et Joséphine, 1927. <<