Comienza en México una guerra mundial

POR JOSÉ DE MIURÁ Y ZARAZúA

Corresponsal internacional

El 22 de julio de 1912, el primer lord del almirantazgo británico, Winston Churchill, solicitó duplicar el presupuesto de la marina para hacer frente a lo que llamó “la amenaza del poderío alemán”. Ese día comenzó una guerra que no tarda en estallar en Europa y que ya está teniendo lugar en México, uno de los frentes más estratégicos.

México es quizá el país más importante de esta guerra en la que los mexicanos no saben que están participando y que para ellos es una Revolución mexicana. El pasado 21 de abril, cuarenta y cuatro acorazados norteamericanos tomaron el puerto de Veracruz, la entrada internacional del país; el pretexto: días atrás, el gobierno mexicano no quiso honrar la bandera estadounidense con veintiún cañonazos en el puerto de Tampico.

Las potencias se preparan para una guerra que necesitará mucho petróleo, y eso es precisamente lo que hay en Tampico: petróleo y un número importante de ciudadanos norteamericanos que se dedican a la explotación de ese recurso en el puerto mexicano. Con el pretexto de proteger a su ciudadanía de la violencia revolucionaria, el gobierno de los Estados Unidos movilizó una flota hacia Tampico desde el pasado mes de marzo.

La flota americana llegó al mando del contraalmirante Henry Mayo, con quien el gobierno y el ejército de Huerta trataban de llevar una relación cordial, a grado tal que el cañonero USS Dolphin disparó veintiún salvas en honor a la bandera mexicana el 2 de abril, conmemorando que ese día, en 1867, Porfirio Díaz derrotó a los franceses y a las últimas tropas del imperio de Maximiliano.

Sin embargo, después de los debidos simulacros, tan importantes en la política internacional, nueve marinos norteamericanos bajaron armados a tierra y ondeando su bandera, por lo que fueron arrestados por soldados mexicanos. El almirante Mayo y el cónsul norteamericano presentaron enérgicas protestas, y el secretario de Guerra, Aureliano Blanquet, ordenó que los prisioneros fueran liberados, ya que un conflicto con Estados Unidos es lo último que el tambaleante gobierno de Huerta necesita.

No obstante, Estados Unidos busca precisamente un conflicto, pues su gobierno apoya abiertamente a Venustiano Carranza, líder de los rebeldes. El almirante Mayo reclamó que el honor norteamericano había sido agraviado y exigió que se izara su bandera en Tampico mientras era saludada con veintiún cañonazos por las tropas mexicanas. Las autoridades mexicanas propusieron hacerlo, siempre y cuando también se izara la bandera mexicana y fuera saludada por los americanos.

Los pretextos de las guerras nunca son la verdadera causa de éstas. La invasión ya estaba decidida, y aquel ridículo incidente fue más que suficiente para llevarla a cabo; a menos, claro, que se crea que, con el mundo al borde de la guerra y en medio de una crisis económica, el gobierno americano haya deseado distraer cuarenta y cuatro acorazados sólo para salvar el honor de su bandera. Mientras no se cuente la historia completa y se encadenen todos los eslabones, esto parece un sinsentido…

En octubre de 1909 el entonces presidente Porfirio Díaz se entrevistó en dos ocasiones, una en El Paso, Texas, y otra en Ciudad Juárez, con el presidente norteamericano William Howard Taft. El presidente Taft pretendía obtener de Díaz lo siguiente: una base militar norteamericana en Baja California, suspender las obras del ferrocarril de Tehuantepec, devaluar el peso, que las compras militares mexicanas se hicieran a Estados Unidos y no al Imperio alemán, como venía ocurriendo, y que se privilegiara a los estadounidenses por encima de los ingleses y los holandeses en las concesiones petroleras. Básicamente, Díaz se negó a todo: ese día comenzó su caída.

México era en aquel tiempo, junto al Imperio turco y Estados Unidos, uno de los principales productores de petróleo en el mundo, el cual era explotado por compañías inglesas y holandesas primordialmente, y por el inglés que se convirtió en el magnate del porfiriato: Weetman Pearson, conocido como lord Cowdray.

El petróleo mexicano era de vital importancia para el Imperio alemán, pues desde que se unificó como país, en 1871, buscaba tener la mejor flota del mundo, y desde que comenzó el siglo XX adaptó sus barcos para funcionar con petróleo en vez de carbón, lo cual representa una ventaja bélica considerable.

Ése era el poderío alemán al que hizo referencia Churchill en 1912, y para eso quería duplicar el presupuesto bélico, para pasar sus barcos de carbón a petróleo y no quedar rezagados respecto a los alemanes. Ambas potencias necesitaban el petróleo mexicano, requerido por Estados Unidos más o menos por las mismas razones. La guerra masiva en Europa amenazaba desde 1871, y el petróleo podría decidir la victoria.

Un año después de la entrevista Díaz-Taft, Francisco I. Madero comenzó en Estados Unidos, y con apoyo de aquel gobierno, la guerra civil que aún continúa y a la que los mexicanos llaman Revolución. Los americanos auparon al poder a Madero; tras quince meses en que éste demostró su incompetencia y hundió al país en el caos, los mismos americanos decidieron quitarlo y sustituirlo por Félix Díaz, sobrino del dictador. Todo ocurrió en diez días de febrero de 1913.

Ante el caos mexicano, la intromisión norteamericana y las necesidades alemanas, Alemania decidió dar su apoyo a uno de los hombres fuertes del porfiriato: Victoriano Huerta. En respuesta, Estados Unidos comenzó a respaldar a su principal oponente: Venustiano Carranza. En eso consiste hasta el momento la revolución que ocurre en México: Estados unidos apoya a un bando y Alemania al otro, todo para tener control sobre el gobierno y, por añadidura, sobre el petróleo.

Tras la caída y el asesinato del presidente Madero, Victoriano Huerta tomó el poder en un movimiento orquestado en la embajada norteamericana y legitimado por el Congreso y la Suprema Corte mexicanos, y respaldado por el cuerpo diplomático internacional. Un eterno senador del régimen de Porfirio Díaz, Venustiano Carranza, fue el único en proclamarse en contra del golpe de Estado, y logró convertirse en el líder de todos los rebeldes.

El 26 de marzo, las tropas de Carranza estaban a quince kilómetros de Tampico y amenazaban con tomar el puerto, defendido por las tropas federales leales a Huerta. En ese contexto ocurrió el incidente del 9 de abril, cuando nueve marinos americanos bajaron a tierra con sus armas y su bandera, y con ese pretexto cuarenta y cuatro barcos estadounidenses invadieron Veracruz el 21 de abril.

Pero falta el principal ingrediente de esta trama: la inteligencia norteamericana había descubierto que el barco alemán Ypiranga atracaría en el puerto de Veracruz justo el 21 de abril, cargado con armas alemanas para apoyar a Victoriano Huerta. Claro que debemos creer que la invasión fue para desagraviar la bandera y a nueve marinos, y no para evitar que los alemanes apoyaran un gobierno contrario a los intereses estadounidenses.

El capitán del Ypiranga, al detectar tanto barco norteamericano en torno a Tampico y Veracruz, cambió su ruta; las armas no llegaron el día previsto ni al lugar indicado. La caída del gobierno de Huerta y el ascenso de Carranza son inminentes, lo que, visto desde otro ángulo, significa el fin de la penetración alemana y el inicio, nuevamente, de la norteamericana.

El gobierno de Victoriano Huerta ha hecho inútiles reclamos a Washington, pero el presidente Woodrow Wilson ya se entiende con el líder rebelde Carranza, a quien asegura que esta invasión no pretende violar la soberanía mexicana sino respaldarlo en su guerra contra el gobierno de Huerta. Un gobierno, no hay que olvidarlo, que fue puesto por el propio embajador de Estados Unidos en México, Henry Lane Wilson, en febrero de 1913.

Dentro de pocos días, el 18 de este mes, comenzará una conferencia de paz en Canadá, donde supuestamente Argentina, Brasil y Chile fungirán como árbitros en el conflicto entre México y Estados Unidos.

La guerra en Europa es inminente, y el objetivo de la invasión a México no es la guerra como tal, sino proteger el recurso energético que podría determinar al ganador de la contienda. Así pues, el verdadero objetivo de la conferencia de paz en Niagara Falls no es otro más que dejar que pase el tiempo.

Una guerra mundial ha comenzado en México y los mexicanos, luchando entre sí, no están enterados. Europa sigue viviendo la ilusión del progreso y la paz, pero es justamente la carrera del progreso la que la arrastra lentamente hacia la guerra. Todas las potencias del viejo mundo están armadas hasta los dientes, listas para una contienda por un nuevo reparto del mundo, de su gente y sus recursos. Lo único que falta es el pretexto que encienda la mecha de ese gran barril de pólvora.

La Habana, Cuba, 3 de mayo de 1914

 
Locura y razón
titlepage.xhtml
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_000.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_001.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_002.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_003.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_004.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_005.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_006.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_007.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_008.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_009.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_010.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_011.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_012.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_013.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_014.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_015.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_016.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_017.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_018.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_019.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_020.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_021.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_022.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_023.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_024.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_025.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_026.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_027.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_028.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_029.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_030.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_031.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_032.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_033.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_034.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_035.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_036.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_037.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_038.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_039.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_040.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_041.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_042.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_043.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_044.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_045.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_046.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_047.html
CR!1RDT0JKPHS1RX5GMG2GZ0KBT5CSC_split_048.html