Nota del autor

Durante la vida de Trajano y luego de Adriano, emperadores ambos de Roma entre el 98 y el 138 d. C., el Imperio vivió años convulsos tanto fuera como dentro de sus fronteras. Es cierto que las invasiones extranjeras desgastaron parte del empuje romano y que las disputas con el Senado marcaron en gran parte el reinado de Publio Elio Adriano… Con todo, estas páginas guardan algunas licencias que no buscan sino el favor de la trama, y que paso a citar:

No fue Gaia Augusta, sino Iulia Maesa, la primera mujer admitida en el Senado romano (Emesa, Siria 165-Roma 224 d. C.). La vida de Gaia, hija de Poncio Augusto, es ficción y no tiene ninguna coincidencia con la de esta pionera mujer… Si bien no me cabe duda de que una y otra hubiesen coincidido en el carácter arrojado y una determinación fuera de duda, para sobreponerse a esos obstáculos que todo cambio plantea, más aún cuando lo que se pretende es modificar —incluso siendo, como en este caso, para bien— una tradición de siglos.

En cuanto a los hechos históricos, lo cierto es que Trajano no entabló ninguna campaña contra el reino de los nabateos: la anexión al Imperio fue de forma pacífica, sin derramamiento de sangre.

Vibia Sabina, esposa del emperador Adriano, ha pasado a la historia como una mujer celosa que no llevaba bien los idilios que se le atribuyen al hispano… Hasta el punto de que conspiró en el extraño asesinato de Antinoo, el joven amante del césar. ¿Dudaría entonces de la relación de su esposo con Pompeia Plotina, viuda de Trajano? Baste decir que el relato es fiel en este sentido, y que aun cuando no hay constancia de un idilio entre una y otro, no faltaron rumores en Roma sobre este hecho.