Notas
[1] El capítulo tres del evangelio de Lucas dice: «En el año decimoquinto del reinado de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, tetrarca de Galilea Herodes, Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de la Traconítide, Lisania tetrarca de Abilena, en tiempos de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, fue dirigida en el desierto a Juan, hijo de Zacarías, la palabra de Dios. Y vino por toda la región del Jordán…». (Nota del mayor.) <<
[2] Los kanes, en la época de Jesús, eran algo similar a lo que hoy entendemos por albergues de paso. La mayoría tenía un carácter público, y eran subvencionados por gobernantes, casta de los saduceos, y donativos privados. Estaban destinados, fundamentalmente, a los extranjeros, aunque, en realidad, los ocupaban judíos y gentiles, según la necesidad de cada cual. Algunos, como el existente al sur del lago Hule, eran mucho más que una «caravanera», como cita Jeremías. En estos refugios, siempre alejados de ciudades y aldeas, se aislaba a los enfermos que carecían de medios económicos o que eran rechazados por la sociedad a causa de su comportamiento o aspecto físico. Dada la gratuidad de estas «posadas», muchos de los kanes terminaron convirtiéndose en asilo de pícaros e indeseables (N. del m.) <<
[3] En el Pentateuco (cinco primeros libros de la Biblia), especialmente en el Levítico y en el Deuteronomio. Yavé habla al pueblo judío Y determina qué animales pueden comer (puros) y cuáles deben ser rechazados (impuros): «… Yavé habló a Moisés y Arón, diciendo: "Hablad a los hijos de Israel y decidles: 'He aquí los animales que comeréis de entre las bestias de la tierra. Todo animal de casco partido y pezuña hendida y que rumie lo comeréis; pero no comeréis los que sólo rumian o sólo tienen partida la pezuña. El camello, que rumia, pero no tiene partida la pezuña, será inmundo para vosotros: el conejo, que rumia y no parte la pezuña, es inmundo; la liebre, que rumia y no parte la pezuña, es inmunda; el cerdo, que divide la pezuña y no rumia, es inmundo para vosotros. No comeréis su carne ni tocaréis sus cadáveres: serán inmundos para vosotros. He aquí los animales que entre los acuáticos comeréis: todo cuanto tiene aletas y escamas, tanto en el mar como en los ríos, lo comeréis; pero abominaréis de cuanto no tiene aletas y escamas en el mar y en los ríos, de entre los animales que se mueven en el agua y de entre todos los vivientes que en ella hay. Serán para vosotros abominación, no comeréis sus carnes, y tendréis como abominación sus cadáveres. Todo cuanto en las aguas no tiene aletas y escamas lo tendréis por abominación. He aquí entre las aves las que tendréis por abominación, y no la comeréis por ser cosa abominable: el águila, el quebrantahuesos y el halieto; el milano y el buitre, según sus especies; toda clase de cuervos; el avestruz, la lechuza, el loro, la gaviota y el gavilán de toda clase; el búho, el mergo, el ibis, el cisne, el pelícano, el calamón; la garza, la cigüeña, en todas sus especies: la abubilla y el murciélago. Todo volátil que anda sobre cuatro patas lo tendréis por abominación; pero entre los insectos alados que marchan sobre cuatro patas comeréis aquellos que tienen más largas las de atrás para saltar sobre la tierra. He aquí de entre ésos los que comeréis: toda especie de langosta: de solam, de jargol, de jagab, según las especies. Todo otro volátil de cuatro patas lo tendréis por inmundo y, comiéndolos, os haréis inmundos. Quien tocare uno de sus cadáveres se contaminará y será inmundo hasta la tarde; y si tocare algo de esto muerto, lavará sus vestiduras y será inmundo hasta la puesta de sol. Todo animal que tenga pezuña, pero no partida, ni rumie, será para vosotros inmundo, y quien tocare su cadáver será inmundo. Los que andan sobre la planta de los pies serán para vosotros inmundos, y quien tocare su cadáver será inmundo hasta la tarde, y quien transportare su cadáver lavará sus vestiduras y será inmundo hasta la tarde. También estos animales serán para vosotros inmundos de entre los que andan por la tierra: la comadreja, el ratón y la tortuga, en todas sus especies; el musgaño, el camaleón, la salamandra, el lagarto y el topo. Estos son los para vosotros inmundos entre los reptiles: quien tocare su cadáver será inmundo hasta la tarde. Todo objeto sobre el que cayere uno de estos cadáveres será manchado, y los utensilios de madera, vestidos, pieles, sacos, todo objeto de uso puesto será en agua y será inmundo hasta la tarde; toda vasija de barro donde algo de esto caiga quedará manchada y la romperéis; todo alimento preparado con agua quedará manchado, y lo mismo toda bebida…"». (N. del m.) <<
[4] La palabra bīnīt, en arameo (plural. bīnīot), procedía del sustantivo binita (pelo), por las barbillas que cuelgan en los barbos: fueron descritos por los asirios miles de años atrás (bu-nu). (N. del m.) <<
[5] La enfermedad recibe hoy el nombre de «Marfan», en recuerdo del pediatra francés que la describió en 1896. Probablemente estábamos ante un grave trastorno hereditario que provocaba alteraciones en el tejido conectivo, anomalías cardiovasculares y dislocación parcial del cristalino. Los investigadores sospechan que el síndrome está originado por alguna mutación en el gen FBN1 (fibrilina). La alteración en la proteína, localizada en el cromosoma 15, puede ser la responsable del estiramiento de los tejidos. La curación, de momento, es altamente improbable. (N. del m.) <<
[6] El llamado síndrome de «Lesch-Nyhan», descubierto en Estados Unidos en 1964 por los referidos doctores Lesch y Nyhan, aparece únicamente en hombres (se encuentra asociado al cromosoma «X»). Las principales consecuencias son de orden neurológico (retraso psicomotor y parálisis cerebral), movimientos involuntarios de las articulaciones (hasta alcanzar la fase de automutilación) y, por supuesto, el incremento de ácido úrico que suele provocar la muerte. (N. del m.) <<
[7] La progeria, también conocida hoy como síndrome de «Hutchinson-Gilford», es una patología poco frecuente en la que los niños presentan el aspecto de un anciano, así como algunas de las señales y degeneraciones propias de la vejez. Las posibles causas de la enfermedad hay que buscarlas en alteraciones genéticas. (N. del m.) <<
[8] A juzgar por las indicaciones recibidas, era posible que el joven buscador de esponjas sufriera una enfermedad de origen oscuro, neuronal que recibe el nombre de «esclerosis lateral amiotrófica», un mal irreversible, por el momento. La esperanza de vida es corta. (N. del m.) <<
[9] El parkinsonismo es otra dolencia de origen cerebral (probablemente se trata de una alteración de las neuronas llamadas dopaminérgicas pigmentadas de la sustancia negra). La disfunción puede estar ocasionada por trastornos del metabolismo o por procesos patológicos que alteran la neurotransmisión dopaminérgica de los ganglios basales, entre otros. (N. del m.) <<
[10] Corea, del griego khoreia (danza). Se denomina así porque el enfermo interrumpe la marcha como consecuencia de los movimientos involuntarios, recordando, en cierto modo, una especie de baile o danza. El mal, de carácter hereditario autosómico dominante, conduce irremediablemente a trastornos de conducta y a la demencia. (N. del m.) <<
[11] Se trataba de la sófora colgante, una acacia que crecía en el actual Japón, de gran utilidad en farmacia. Los capullos contienen hasta un 30 por ciento de glucósico flavónico, muy eficaz para multiplicar la resistencia de los capilares en las hemorragias. (N. del m.) <<
[12] La planta, cultivada en setos, vallas y muros, era bien conocida por los sanadores de aquel tiempo. Las flores femeninas de esta morácea son las que proporcionan los frutos ricos en taninos, trimetilamina, resina con ácido lupamárico y humuleno, entre otros, muy recomendados para el insomnio y las alteraciones nerviosas. (N. del m.) <<
[13] Muchos de los casos de parálisis cerebral —en especial la llamada encefalopatía hipoxicoisquémica— se deben a traumatismos o complicaciones surgidos en el parto o en el embarazo. La escasez de oxígeno, por ejemplo, lesiona el cerebro, y da lugar a retraso mental, dificultades auditivas o visuales, convulsiones, hemiplejía o tetraplejía y deformaciones ortopédicas progresivas, entre otros trastornos. (N. del m.) <<
[14] Oligofrenia, término acuñado por Kraepelin, procede del griego (oligos significa «poco», y phren quiere decir «mente»). Según el criterio psicométrico (Binet y Simón), se consideran retrasados mentales los individúos que no alcanzan un cociente intelectual superior a 70. La Asociación Psiquiátrica Americana, sin embargo, estima ese «límite» en la banda 65-75, considerando que la inteligencia no puede ser medida de forma matemática y mucho menos con el auxilio exclusivo de tests. (N. del m.) <<
[15] Entre las causas (etiología) de este tipo de retrasos mentales, según especialistas como Pitt y Robot, podemos establecer los traumatismos, tanto prenatales como intranatales o posnatales (tentativas de aborto, anoxia fetal, hemorragias, etc.), aberraciones cromosómicas (casi un 20 por ciento de las oligofrenias), infecciones (prenatal: rubéola, toxoplasmosis y otras enfermedades, o posnatal: meningitis y encefalitis, entre otras dolencias), trastornos metabólicos (hipotiroidismo, hipercalcemia idiopática, deshidratación hipematrémica y fallos de los lípidos, aminoácidos y glúcidos), agentes tóxicos (envenenamientos, intoxicaciones maternas que pueden afectar al feto, e hijos de madres diabéticas) y neoformaciones (neoplasias intracraneales y facomatosis, fundamentalmente). A esta etiología hay que sumar otras influencias desconocidas para la ciencia y que, según todos los indicios, podrían tener raíces neurológicas. Ejemplos: defectos cerebrales congénitos, malformaciones múltiples diversas, anomalías craneanas primarias, síndromes de nanismo intrauterino, mielomeningocele, hiperterolismo, enfermedad de Crouzon, trastornos motores, epilepsia, leucodistrofias, ataxia de Friedreich, secuelas de psicosis infantiles y el denominado «retraso mental familiar cultural». (N. del m.) <<
[16] El precio de un esclavo pagano variaba considerablemente, según el lugar y las circunstancias del mercado. En Roma, por ejemplo, oscilaba entre cinco y cien «minas» (una «mina» equivalía a sesenta siclos o doscientos cuarenta denarios de plata). En Jerusalén, el coste mínimo era de 0,25 «minas», y podía llegar a las cien (véase Misná B. Q. IV, 5). En Judea, el salario medio de un felah o campesino era de un denario al día. (N. del m.) <<
[17] Herodes Filipo fue uno de los innumerables hijos de Herodes el Grande. Empezó a reinar en el año 4 antes de Cristo y falleció en el 34 de nuestra era. Gobernó los territorios al este de la Galilea (Traconítide, Batanea, Auranítide y Gaulanítide). Poco tuvo que ver con la sangrienta familia herodiana. Era un sabio, amante de la naturaleza y, en especial, de la geografía. Dedicó parte de su vida a resolver el misterio del nacimiento del río Jordán. Se interesó también por aquel «extraño galileo» llamado Jesús. (N. del m.) <<
[18] Platón, aunque no fue médico, defendió el principio de las «tres almas». Consideraba que el mundo era esférico y que los dioses lo formaron con los cuatro elementos básicos (tierra, agua, aire y fuego). El hombre fue creado con estos mismos materiales y la divinidad le regaló un alma inmortal y otras dos mortales. Según los defectos y las debilidades del hombre, esa criatura inmortal podía ser transformada en mujer o en animal en una segunda encarnación. Las hipótesis de Platón causaron gran revuelo entre las culturas mediterráneas de su época y de siglos posteriores. (N. del m.) <<
[19] Los médicos educados en las escuelas de Hipócrates concluían su adiestramiento con el célebre «Juramento», una hermosa expresión de ética para aquella época y también para la nuestra. Dice así: «Juro por Apolo médico, por Asclepios, Higia y Panacea, y pongo por testigos a todos los dioses y a todas las diosas, cumplir, según mi poder y mi razón, el juramento cuyo texto es el siguiente: "Estimar igual que a mis padres a aquel que me enseñó este arte, hacer vida común con él, y si es necesario, dividir con él mis bienes; considerar a sus hijos como mis propios hermanos, enseñarles este arte, si necesitan aprenderlo, sin salario ni promesa escrita; comunicar los preceptos, las lecciones y todo lo demás de la enseñanza a mis hijos, a los del maestro que me ha instruido, a los discípulos inscritos y obligados según los reglamentos de la profesión, pero a nadie más.
»"Aplicaré los regímenes, en bien de los enfermos, según mis facultades y mi juicio, nunca para hacer mal a nadie. No daré a nadie, por complacencia, un remedio mortal o un consejo que lo induzca a su pérdida. Tampoco daré a una mujer un pesario abortivo. Conservaré puros mi vida y mi arte. No practicaré la talla a un calculoso, dejaré esta operación a los prácticos.
»"A toda casa donde vaya, entraré para hacer el bien a los enfermos, manteniéndome lejos de los placeres del amor con las mujeres y los hombres, libres o esclavos. Todo lo que en el ejercicio y fuera del ejercicio de la profesión, y en el comercio de la vida, hubiere oído o visto y que no debe divulgarse, lo conservaré siempre como secreto."
»Si cumplo este juramento con fidelidad, que pueda gozar de mi vida y de mi arte con buena reputación entre los hombres y por siempre; si no lo hago y lo quebranto, que me suceda lo contrario». (N. del m.) <<
[20] Como ya he mencionado en otros momentos de este diario, la pureza de origen era una obsesión para los judíos. En principio, estas ideas nacían de Yavé (Levítico 21, 7-14, y 21, 15). Cualquier hijo nacido de un matrimonio o de la unión entre un sacerdote y una mujer no reconocida como pura recibía la calificación de «profano» (halal o halalah). Además de carecer de los derechos más elementales, era tachado de inmediato como «pecador», y podía ser repudiado por el entorno social. Conviene recordar que los sacerdotes, levitas e israelitas de pleno derecho eran los únicos «no pecadores» ante los ojos de Yavé. El resto —hijos ilegítimos de sacerdotes, prosélitos, esclavos emancipados, bastardos, esclavos del Templo, hijos de padre desconocido, castrados, homosexuales y hermafroditas— era basura. (N. del m.) <<
[21] La obsesión de Yavé por la pureza racial, presente en el Pentateuco, fue reforzada después del exilio babilónico como consecuencia de la mezcla sufrida con los conquistadores. Tras la victoria de Nabucodonosor sobre Judá en el año 587 antes de Cristo, las familias judías que fueron desterradas terminaron aceptando a los persas y, según Esdras, la legitimidad de origen implantada por el Dios del Sinaí peligró. Es por esto por lo que, siguiendo las instrucciones del profeta (Esd. 9, 1-10, 44), al regreso de Babilonia, los judíos puros terminaron de separarse de los que se habían «contaminado» con los paganos. Fue ahí, fundamentalmente, donde nació el problema racial y la prueba de la legitimidad se convirtió en moneda de uso legal. Para determinados judíos —los más exigentes con la Ley—, la pureza de origen era la garantía ante Dios y la única posibilidad de restablecer y conservar la nación judía. Sólo ellos formaban el verdadero Israel. Fue en esa época, inspirados probablemente por Esdras, cuando los judíos empezaron a utilizar los nombres de los padres de las doce tribus como designación de nombres propios. Con el tiempo, la pureza de origen se utilizó como «palanca» para mover influencias y, en definitiva, para acaparar poder y riquezas. Sólo los que demostraban esa «limpieza genealógica» tenían derecho a determinados trabajos y privilegios. Esa pureza era exigida, incluso, a los funcionarios y a todos aquellos que formaban parte de los consejos locales o nacionales. Obviamente, los «no puros» eran odiados por Yavé… (N. del m.) <<
[22] La palabra mesopotámica shêrtu significaba «pecado», «ira divina» y «castigo» al mismo tiempo. Esa creencia obligaba al médico a diagnosticar después de someter al paciente a un intenso y minucioso interrogatorio en el que se buscaba, básicamente, la información sobre la posible conducta «delictiva» del sujeto. Algo parecido a la confesión de los católicos. Merced a este «hábil interrogatorio», el auxiliador estaba en condiciones de averiguar a qué dios se había ofendido y por qué. En el siglo VII antes de Cristo, en la biblioteca de Asurbanipal, existían ya documentos en los que se establecía el modelo que debía seguir el médico: «¿Ha instigado al padre contra el hijo? ¿Ha instigado al hijo contra el padre?… ¿Ha instigado al amigo contra el amigo?… ¿Ha dicho sí por no? ¿Ha utilizado balanzas y pesas falseadas? ¿Ha quitado vallas, lindes o hitos? ¿Ha expulsado de su familia a un hombre honrado?… ¿Ha sido su boca recta y su corazón falso?…». (N. del m.) <<
[23] Sirva como ejemplo lo recogido en el salmo 38: «Yavé, no me corrijas en tu enojo, en tu furor no me castigues. Pues en mí se han clavado tus saetas, ha caído tu mano sobre mí; nada intacto en mi carne por tu enojo, nada sano en mis huesos debido a mi pecado». (N. del m.) <<
[24] Hillel o Hilel fue uno de los jajamin o interpretadores de la Ley mosaica más célebres de Israel. Nació en Babilonia (de ahí que lo llamaran «el Babilónico»). Su familia era tan pobre que regresó a Jerusalén a pie. Durante años trabajó como jornalero, recibiendo un teroppaiq al día (medio denario). Con eso alimentaba a su familia y acudía a las escuelas o casas de estudio. En cierta ocasión —según relata la Misná—, no disponiendo del dinero necesario para entrar en la clase, se vio obligado a escuchar desde la ventana. La nieve y el frío casi acabaron con él. Junto al también rabino Sammay, formó una de las más célebres parejas o «pares» de la sabiduría judía de aquel tiempo. Falleció, probablemente, hacia el 20 de nuestra era. Jesús pudo conocerlo en su nombrada escapada al Templo cuando apenas contaba trece años de edad.
Hillel destacó por su humildad y su gran talla moral. La clave de la Ley o Torá —según el Babilónico— estaba en el espíritu, no en los detalles. (N. del m.) <<
[25] Aunque espero dedicar un espacio al penoso fenómeno de la esclavitud en los tiempos de Jesús, en especial a los esclavos judíos, creo que es oportuno aclarar, aquí y ahora, que Yavé autorizaba y protegía la esclavitud. Los testimonios en los supuestos libros sagrados (Éxodo 20, 10 y 23, 12, y Deuteronomio 23, 16, entre otros) son elocuentes. Pero, si lamentable era la situación de los siervos o ebed israelitas, la de los paganos aún era peor. Según nuestras informaciones, en la provincia romana de Judea, bajo el mandato de Tiberio, podía estimarse el número de esclavos en quinientos mil. En Jerusalén, por ejemplo, rara era la familia que no disponía de varios ebed (eufemísticamente llamados «siervos»). En otras regiones del Mediterráneo, esa población de esclavos era, incluso, superior. (En el caso de Ática, en Grecia, uno de los censos, en el año 309 antes de Cristo, arrojó el siguiente resultado: veintiún mil hombres adultos libres y cuatrocientos mil esclavos).
Estos infelices, comprados habitualmente en los mercados, eran considerados, en general, como «herramientas», sin derecho alguno, a excepción de los que se convertían al judaismo. Varrón predicaba que «el esclavo era una cosa que podía hablar». Para los judíos, los ebed no convertidos a su religión sólo tenían derecho a un día de descanso a la semana, como los animales. Nada de lo que pudieran poseer era suyo, ni siquiera lo que encontraran en la calle. No debían ser circuncidados contra su voluntad, pero, si a los doce meses de esclavitud persistían en la actitud de paganismo, la Ley obligaba su venta a no judíos. Esa misma Ley mosaica prohibía la tortura o la muerte de los esclavos, pero, al mismo tiempo, animaba a los amos a utilizar el castigo: «Haz trabajar al siervo —dice el Eclesiástico—, y encontrarás descanso, deja libres sus manos, y buscará la libertad. Yugo y riendas doblegan la cerviz, al mal criado torturas e inquisiciones…, si no obedece, carga sus pies de grillos».
Por supuesto, el trato a los ebed dependía siempre de la bondad del dueño y de su grado de acatamiento a Yavé. La libertad podía llegar en cualquier momento, dependiendo de la voluntad o los intereses del propietario, pero también el abuso. Éste era el caso de las mujeres esclavas. Casi siempre eran compradas como objetos sexuales para los hombres de la casa. Si una e estas ebed tenía un hijo, automáticamente era considerado como nuevo esclavo. Si el amo así lo deseaba o lo necesitaba, los esclavos eran regalados o utilizados como garantía. No tenían derecho a heredar, aunque formaban parte de la herencia familiar. Tampoco declaraban en un juicio. Si una mujer esclava «no judía» recibía la libertad, desde ese instante era tachada de prostituta. Todo el mundo sabía su destino: la calle o los burdeles. (N. del m.) <<
[26] Según las escuelas rabínicas, los eunucos a los que hace alusión Yavé eran los castrados por la mano del hombre. Según la Biblia, no podían pertenecer a la comunidad de Israel. Estaban igualmente malditos. No participaban en el sanedrín ni en los tribunales de justicia. (N. del m.) <<
[27] Hermafroditos fue un personaje mitológico, hijo de Hermes y Afrodita, o Venus, que participaba de los dos sexos. La presencia de uno y otro sexo, con órganos genitales internos y externos generalmente ambiguos, provoca estados patológicos de intersexualidad. (N. del m.) <<
[28] Entre el 12 y el 30 por ciento contiene azúcar, ácidos orgánicos, minerales, tanino, materias nitrogenadas, vitaminas y colorantes (localizados, sobre todo, en la película). El resto es agua. Su valor nutritivo es muy estimable. (N. del m.) <<
[29] En la actualidad, la mayor parte de los médicos considera la homosexualidad como una enfermedad psiquiátrica. Este supuesto trastorno mental (así lo califica la Organización Mundial de la Salud en su novena clasificación) afecta hoy a un 5 por ciento de la población, según los estudios de Kinsey (unos trescientos millones de individuos). Otros especialistas sitúan ese porcentaje alrededor del 10 por ciento. Personalmente, no estoy tan seguro del origen psiquiátrico de la homosexualidad. Hace años, por razones de mi trabajo, tuve conocimiento de un proyecto desarrollado por la Marina de Estados Unidos que recibió el nombre secreto de «Task Force» (Fuerza de Choque). Aprovechando los experimentos de genetistas tan nombrados como Dean Hamer, los laboratorios militares iniciaron una investigación para averiguar si la homosexualidad masculina tenía un carácter hereditario. Si los resultados eran positivos, se abriría una «puerta» que podría anular o frenar esta «deformación», que tantos problemas ocasionaba —y ocasiona— a la referida Armada. Los ensayos fueron realizados sobre un millar de gemelos verdaderos, y se comprobó que el 50 por ciento de los gemelos de padres homosexuales era, a su vez, homosexual. Este carácter parcialmente heredable animó a los investigadores. Poco después se localizó una región en los cromosomas («Xq 28») que podría ser el origen del problema. Entre los voluntarios, casi el 90 por ciento de los gemelos homosexuales presentaba el mismo conjunto de cinco marcadores. En otras palabras: eran los genes los que interferían en el hipotálamo, favoreciendo la homosexualidad. Los cinco marcadores (puntos del genoma en los que la secuencia del ADN varía de un individuo a otro: polimorfos) —¿casualidad?— fueron detectados en el extremo del brazo largo del cromosoma «X», en la referida banda «Xq 28». El número de genes implicados era de 101. El sistema, conocido como «clonaje posicional», dejó claro que la homosexualidad es transmitida siempre por la madre (el cromosoma «X» es heredado por vía materna). No se sabe por qué, pero la cuestión es que los individuos con esa zona cromosómica más larga tienen tendencia a producir un mayor volumen de serotonina (una vez y media superior a la que proporciona la forma corta). Para los investigadores, por tanto, parece claro: la homosexualidad tiene un origen cromosómico. Sencillamente, se hereda, al igual que el color de los ojos, del cabello o la tendencia a padecer determinadas enfermedades. Éste es el criterio de los militares. (N. del m.) <<
[30] Desde hacía más de doscientos años, los pueblos dominados por Roma pagaban algunos de los impuestos a sociedades o individuos romanos (generalmente, caballeros de la orden ecuestre) que, a su vez, se comprometían a pagar cantidades concretas al tesoro público (in publicum). Estos recaudadores o publicanos nombraban a sus representantes en los respectivos países, designándoles la nada grata misión de recaudar el dinero que ellos habían adelantado a Roma. Esta situación se prestaba a toda clase de abusos y corrupciones. Una vez subastada la cantidad que fijaba Roma, los publicanos eran libres de cobrar lo que desearan o pudieran, siempre muy por encima de lo satisfecho al referido tesoro público. En el caso de la Judea, las cargas fiscales establecidas por el invasor eran abrumadoras (alrededor del 50 por ciento de las ganancias anuales de una familia). Los judíos, de hecho, protestaron en diferentes oportunidades a los respectivos emperadores (así lo refleja Tácito en el año 17 después de Cristo). En ese «saco» de los impuestos indirectos entraba todo lo que pudiera imaginar el publicano: acceso a puentes, caminos o carreteras, transporte de mercancías (cada producto con su precio), apertura de comercios, venta de agua y un largo etcétera. Para que podamos hacernos una idea aproximada de lo que significaba este movimiento de dinero, según nuestras informaciones, los territorios de Antipas pagaban a Roma del orden de seiscientos talentos al año; es decir, unos dos millones ochocientos mil denarios de plata (más o menos, tres millones de dólares). A partir de esa cantidad, todo era beneficio. Y los judíos, con razón, murmuraban y alentaban toda suerte de levantamientos, obligando a los publicanos a contratar protección armada.
A estos impuestos indirectos, Roma sumaba los directos: los llamados tributum soli (por tierras y patrimonio) y los tributum capitis (personal). Para cobrar las rentas por tierras, casas, etc., el Estado recurría a las llamadas «toparquías» (divisiones administrativas con sus respectivos «archivos catastrales», en los que ni una piedra dejaba de ser registrada. En la Galilea, por ejemplo, existían cuatro: Garaba, Tarichea, Séforis y Tiberíades). Para la ejecución de este segundo impuesto —de «capitación»— se hacía imprescindible la existencia de censos (uno de ellos fue el que puso en camino a los padres terrenales de Jesús desde Nazaret a Belén). También los publicanos se hacían cargo de estas exacciones. Cuando el contribuyente no estaba en condiciones de abonar la cuota, el recaudador podía prestar dinero al ciudadano, sangrándole con un interés desproporcionado. Y se daba la paradoja de que una deuda pública terminaba por convertirse en un «negocio» privado. Roma era implacable y demandaba una constante puesta al día de las propiedades, obligando a continuas evaluaciones y a las correspondientes rectificaciones de los tributos. El invasor exigía la décima parte de las cosechas de cereal, así como un quinto de las de vino. Cada trabajador debía abonar un tanto proporcional del valor de los efectos personales o profesionales. Si el industrial, campesino, pescador o comerciante tenía asalariados, estaba obligado a retener una parte del jornal, en concepto del referido impuesto de «capitación».
A este funesto cuadro había que añadir las obligadas tasas religiosas, a las que ya me referí en su momento, fijadas en el Génesis (14, 20), que presumían que el «diezmo de todo pertenecía al Altísimo». Dichos impuestos permitían el sostenimiento del Templo, en Jerusalén, y, naturalmente, de los miles de sacerdotes que estaban a su servicio. Los judíos mayores de doce añns pagaban medio siclo (dos denarios de plata), amén de la contribución exigida por las sinagogas de las respectivas ciudades y pueblos. Pero este tributo era insignificante al lado del que se denominaba «diezmo». La ley establecía que la décima parte de toda cosecha, rebaño, pesca y, en general, de cualquier producto del suelo, debía ser entregada al culto de la Ciudad Santa. La ambición de los sacerdotes llegaba a extremos insospechados. Diezmaban todo lo imaginable: desde los huevos de un gallinero a las modestas hierbas utilizadas para cocinar o la leña destinada al invierno. ¡Y pobre de aquel que ocultase sus propiedades a los levitas enviados a la requisa! Un producto no diezmado era calificado de «impuro» y, en consecuencia, su propietario caía en la ignominia del pecado. A partir del 15 de adar (febrero-marzo), largas caravanas de carros con los diezmos afluían a Jerusalén desde todos los rincones del país, transportando las «primicias» y lo más granado de la producción. Y los responsables del Templo se frotaban las manos de satisfacción. El sustento de todos ellos —y algo más— estaba garantizado «en nombre de Yavé». (N. del m.) <<
[31] En realidad, el nombre de Jesús, por el que se lo conoce, es una «occidentalización» de la designación hebraica; más exactamente del término arameo Yešúa’ o Josué. (N. del m.) <<
[32] Los basureros, en Israel, recibían el nombre de géhenne o gehenna (infierno). El más célebre fue el existente al este de Jerusalén. El valle de los hijos de Hinón aparece ya en el libro segundo de los Reyes (23, 10). Probablemente se trataba de un nombre jebuseo o cananeo, anterior a la llegada de los judíos. Aunque inicialmente era un lugar en el que se adoraba al dios cananeo Molok, los israelitas, tras el exilio, lo adoptaron como el símbolo del infierno: un paraje oscuro, subterráneo, siempre en llamas, en el que eran atormentadas las almas de los impíos. Era el Tofet, según Jeremías (7, 31), donde todo se quemaba. Para los babilonios, estos basureros eran el reino de Nergal, el dios del infierno. Los cristianos, posteriormente, hicieron suya la idea, modificando el sentido de la palabra géhenne. (N. del m.) <<
[33] En el interior del estuche metálico se guardaba un pequeño pergamino, plegado longitudinalmente, en el que se escribían las veintidós líneas conservadas en el Deuteronomio (6,4-9 y 11,13-21): «Escucha, Israel: Yavé, nuestro Dios, es el único Yavé. Amarás a Yavé tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Se las repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado; las atarás a tu mano como una señal, y serán como una insignia entre tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas…».
La mezuzah, como las filacterias, era un símbolo externo que ayudaba a identificar a los judíos y también sus viviendas o propiedades. Para la casta de los fariseos, la mezuzah era una obligación, dictada por Yavé. Muchos de los que simpatizaban con estos rigoristas de la Ley exteriorizaban su postura con el uso del referido estuche metálico sobre las puertas. Para nosotros fue siempre de gran utilidad. (N. del m.) <<
[34] Las llamadas diroth cavod o «moradas de honra» (exclusivamente judías) eran los únicos lugares en los que podía fijarse la mezuzah. Era importante que tuvieran el carácter de vivienda. Así, por ejemplo, las sinagogas, los baños y los comercios en general nunca debían lucirlas. (N. del m.) <<
[35] El Maestro, aunque las religiones no lo aceptan, tuvo más hermanos. Jesús fue el primogénito. Después nacieron Santiago (madrugada del 2 de abril del año 3 a. J. C.), Miriam (noche del 11 de julio del 2 a. J. C.), José (mañana del miércoles, 16 de marzo del año 1 de nuestra era), Simón (noche del 14 de abril del año 2), Marta (15 de septiembre del año 3), Judá (24 de junio del año 5), Amos (nacido en la noche del domingo, 9 de enero del año 7, y fallecido el 3 de diciembre del año 12) y Ruth (noche del miércoles, 17 de abril del año 9). Los teólogos y exégetas, absurdamente preocupados por la virginidad de la Señora, consideran el término ah (hermano) y ahot (hermana) como «pariente». En el año 431, tras un agrio debate, la Iglesia católica le concedió el título de «Madre de Dios». (N. del m.) <<
[36] Antes de que fuera iniciada la operación «Caballo de Troya» tuve la oportunidad de visitar las excavaciones arqueológicas que dirigían los franciscanos Virgilio Corbo y Estanislao Loffreda, del Instituto Bíblico de Jerusalén, en las actuales ruinas de Cafarnaún (Nahum). Corría el año 1968. Pues bien, siento no estar de acuerdo con las apreciaciones de estos honorables investigadores. La auténtica casa de Jesús se hallaba algo más al sur y era menos espaciosa que la llamada Ínsula sacra. Según una tradición cristiana, Pedro disponía de casa propia en Nahum y, sobre ella, al parecer, fue edificada una iglesia octogonal en el siglo V. La supuesta casa de Pedro, según la arqueología, reunía un total de doce habitaciones. La que yo estimo como auténtica «casa de Jesús», no de Pedro, sumaba seis cuartos o módulos, sin contar el corral. (N. del m.) <<
[37] Amplia información en Saidan. Caballo de Troya 3, Nazaret. Caballo de Troya 4, Cesarea. Caballo de Troya 5. (N. del a.) <<
[38] El término jonek designaba al niño que todavía estaba mamando. El pueblo judío era extraordinariamente sensible hacia los niños (al menos, hacia los suyos), hasta el punto de diferenciar las etapas de la niñez con sendas definiciones. Jeled, por ejemplo, servía para nombrar a los recién nacidos (éste es el caso de Moisés en el Éxodo [2, 3] y de la profecía de Isaías sobre el propio Jesús [9, 6]). Jalde, en cambio, servía para los bebés de los paganos, despreciándolos como algo impuro. Olel era el que reclamaba pan. Gamul era la palabra que señalaba al destetado (generalmente, a partir de los dos años de edad). Ese momento se celebraba con una fiesta. La siguiente etapa —conocida como taf— se prolongaba hasta los cuatro o cinco años. Después aparecía el elem (el niño demostraba ya firmeza y voluntad). Por último, el naar y el bachur, los adolescentes. (N. del m.) <<
[39] Amplia información en Jerusalén. Caballo de Troya 1. (N. del a.) <<
[40] Antioquía (actual Antakya, en el sur de Turquía) fue fundada por Seleuco Nicátor en el 301 antes de Cristo. Fue una ciudad clave en el comercio con Siria y Mesopotamia. Nicátor la levantó según los planos de Alejandría. Tras la muerte y resurrección de Jesús, algunos de los discípulos se instalaron en ella. Éste fue el caso de Bernabé, Pablo y, posteriormente, Pedro. En Antioquía, los seguidores del Maestro recibirían, por primera vez, el título de «cristianos». Fue la tercera población del Imperio romano, después de Roma y Alejandría. (N. del m.) <<
[41] La depresión es una manifestación de una enfermedad psiquiátrica subyacente. Entre los síntomas más destacados (concomitantes) aparecen la pérdida de interés, alteraciones del apetito, molestias gastrointestinales (estreñimiento), alteraciones del sueño y de la memoria, disminución de la libido, sensación de inutilidad y deseos de morir. (N. del m.) <<
[42] El mensaje exacto del ángel, según la Señora, fue el siguiente: «Vengo por mandato de aquel que es mi Maestro, al que deberás amar y mantener. A ti, María, te traigo buenas noticias, ya que te anuncio que tu concepción ha sido ordenada por el cielo. A su debido tiempo serás madre de un hijo. Lo llamarás "Yešúa'" e inaugurará el reino de los cielos sobre la Tierra y entre los hombres. De esto, habla tan sólo a José y a Isabel, tu pariente, a quien también he aparecido y que pronto dará a luz un niño cuyo nombre será Juan. Isabel prepara el camino para el mensaje de liberación que tu hijo proclamará con fuerza y profunda convicción a los hombres. No dudes de mi palabra, María, ya que esta casa ha sido escogida como morada terrestre de este niño del Destino. Ten mi bendición. El poder del Más Alto te sostendrá. El Señor de toda la Tierra extenderá sobre ti su protección…».
Como es fácil de comprobar, este mensaje nada tuvo que ver con lo escrito después por Lucas, el evangelista (1, 26-39). Todo fue manipulado… (N. del m.) <<
[43] Como ya referí en su momento, los zelotas integraban una secta que trataba de liberar a su pueblo del yugo romano o de cualquier otra dependencia. Sólo Yavé era el dueño de Israel. Los zelotas, al parecer, se desgajaron de la también secta de los fariseos o «santos y separados», formando una especie de «brazo armado» del fariseísmo. Eran radicales y violentos. Hoy serían calificados de terroristas.
En el año 6 de nuestra era protagonizaron un primer y violento intento de sublevación contra Roma. Un galileo llamado Judas de Gamala y un fariseo de nombre Saduc o Sadoc lograron lo que parecía imposible: arrastrar a miles de judíos contra las legiones. Lógicamente fracasaron. Pero la semilla estaba sembrada. Desde entonces, los zelotas o «celosos» por la Ley de Moisés, con el apoyo de buena parte de la población que los ocultaba, alimentaba y pagaba un secreto «impuesto revolucionario» para la adquisición de equipos y de armas, actuaron en guerrillas, acosando a los ejércitos y funcionarios romanos y cometiendo toda suerte de crímenes y vilezas «en nombre de la causa». Nada nuevo. Eran conocidos también como «sicarios», a causa del sica, un puñal corto y temible que escondían bajo la ropa y con el que daban cuenta de los que juzgaban traidores, infieles o colaboracionistas. Lo malo es que, como siempre, amparándose en supuestas traiciones al pueblo y al Dios de Israel, satisfacían sus venganzas personales o las de aquellos que decían simpatizar con ellos. Y el hombre de bien, en definitiva, se vio envuelto en una atmósfera de miedo y de permanente desconfianza. Este amenazante oleaje de alzamiento nacional contra el usurpador de Israel (Roma) fue encrespándose y, con los años, desembocaría en la gran rebelión del 70 y en la destrucción de Jerusalén por Tito. Una destrucción —la del Templo— anunciada por Jesús de Nazaret durante su vida pública. (N. del m.) <<
[44] Amplia información en Hermón. Caballo de Troya 6. (N. del a.) <<
[45] Los constructores sellaban las grietas de las vigas con estopa y una mezcla de resina y un «alquitrán» que flotaba en las aguas del mar Muerto. (N. del a.) <<
[46] El «ojo del cíclope» era uno de los sistemas de defensa de la nave. Partía de lo más alto de la «cuna» y se hallaba formado, básicamente, por una radiación infrarroja integrada por millones de láseres. El sistema trabajaba merced a treinta pares de espejos de arseniuro de aluminio y galio. En cada centímetro cuadrado fueron «grabados» dos millones de láseres, utilizando la combinación de «pozos cuánticos», la «epitaxia de haz molecular» y las técnicas habituales de fotolitografía. Bajo el control de Santa Claus, el «ojo» podía barrer la superficie del Ravid un centenar de veces por segundo. El dispositivo emitía en una longitud de onda de un micrómetro, resultando invisible al ojo humano. Sólo con las «crótalos», o con los canales de visión nocturna de la nave, era posible la visualización de esta espectacular «cortina de luz». Cuando se hallaba conectado, la irrupción de cualquier intruso en la «popa» del «portaaviones» rompía el circuito, alertando a la computadora. Cualquier ser vivo, con una temperatura corporal mínima, capaz de emitir IR (radiación infrarroja) era fulminantemente detectado. El sistema registraba variaciones de temperatura de dos décimas de grado Fahrenheit. (N. del m.) <<
[47] Una poderosa emisión de ondas gravitatorias (algo sólo intuido hoy por los científicos) partía de la compleja membrana exterior de la nave, siendo proyectada, a voluntad, tanto en distancia como en intensidad. De esta forma, el cinturón gravitatorio envolvía y protegía la «cuna» como una semiesfera invisible. Nadie ni nada estaba capacitado para penetrar esa barrera.
El segundo cinturón de seguridad lo formaba una densa IR (radiación infrarroja), ya explicada con anterioridad. Detectaba la presencia de cualquier cuerpo vivo y a la distancia previamente establecida. El sistema se basaba en la propiedad de la piel humana, capaz de comportarse como un emisor natural de IR. La alta velocidad de barrido permitía analizar la totalidad de un cuerpo hasta cincuenta veces por segundo. Fue igualmente útil a lo largo de toda nuestra estancia en los llamados montes de los Olivos, de las Bienaventuranzas y, por último, en el Ravid.
El tercer sistema de protección de la nave consistía en la proyección de grandes hologramas, dotados de sonido y movimiento, ideados por Eliseo al descubrir una colonia de «ratas-topo desnudas» bajo nuestros pies (Haterocephalus glaber, unos expertos excavadores «de cabeza diferente y lampiña», de la familia de los batiérgidos, con aspecto terrorífico). Si alguien lograba acercarse hasta los restos de la muralla romana existente a 173 metros de la «cuna», el ordenador central activaba los referidos hologramas, provocando una «visión» de infarto de los mencionados «bebés morsa» o «salchichas con dientes de sable», como también se los denomina. Este cinturón sólo era eficaz durante la noche. (N. del m.) <<
[48] Al proceder con esta nueva aventura, por elemental precaución, desconectamos las mangueras que suministraban oxidante y combustible al motor J 85 y a los restantes motores auxiliares. Una fuga accidental del tetróxido de nitrógeno y la mezcla de hidracina y dimetilhidracina asimétrica (propulsores hipergólicos de la «cuna») hubiera provocado una catástrofe, dejándonos en aquel «ahora» para siempre. (N. del m.) <<
[49] SNAP: Systems for Nuclear Auxiliary Powers (Sistema de Energía Nuclear Auxiliar). Este tipo de batería era capaz de transformar la energía calorífica del plutonio radiactivo en corriente eléctrica (50 W). Como medida precautoria, «Caballo de Troya» incluyó una batería de espejos metálicos —doce en total— que fueron ensamblados en el exterior de la nave. La radiación solar generaba hasta 500 W, más que suficiente para atender las necesidades técnicas del módulo. El invento del profesor israelí Tabor fue decisivo para nuestro trabajo. (N. del m.) <<
[50] Este láser de gas —basado en el dióxido de carbono— fue dispuesto en la «vara de Moisés» como un sistema de defensa, puramente disuasorio. Dada su peligrosidad, sólo debía ser utilizado sobre animales u objetos. La potencia oscilaba entre fracciones de vatio y varios cientos de kilovatios. El «chorro de fuego», apantallado en IR, perforaba el titanio a razón de diez centímetros por segundo, con una potencia de veinte mil vatios. (N. del m.) <<
[51] Amplia información en Hermón. Caballo de Troya 6. (N. del a.) <<
[52] Para la elaboración de estas falsas gemas, el ingeniero dispuso una «cámara de deposición» en miniatura, e hizo crecer en ella varias láminas de diamantes. Para ello utilizó filamentos de tungsteno, manteniendo presiones inferiores a la atmosférica. Probó también con oxiacetileno, rico en combustible. Las llamas terminaron produciendo hidrocarburos de bajo peso molecular, así como hidrógeno atómico, y se condensaron en diamantes. Unas descargas de microondas hicieron el resto, propiciando el crecimiento de las gemas «sintéticas». En total, veinte «diamantes». La mayoría de unos milímetros; tres o cuatro —espectaculares— de dos centímetros y medio. Fue nuestra salvación. (N. del m.) <<
[53] Véase Masada. Caballo de Troya 2. (N. del a.) <<
[54] Amplia información sobre los «tatuajes» en Cesarea. Caballo de Troya 5. (N. del a.) <<
[55] Aunque el mayor no hace referencia a ello, supongo que, al citar al Apolo 204, hacía alusión al incendio sufrido por la cápsula ocupada por Grissom, White y Chaffee, astronautas de la NASA, el 27 de enero de 1967. Ese día, la citada cápsula espacial, situada a sesenta metros de altura, en el extremo de un cohete Saturno I-B, en Cabo Cañaveral, sufrió un aparatoso incendio durante una de las pruebas. La causa del accidente pudo estar en un cortocircuito en los sistemas eléctricos. Los astronautas norteamericanos resultaron muertos. (N. del a.) <<
[56] El complejo sistema defensivo de los ultrasonidos, ya expuesto con anterioridad, consiste, esencialmente, en la emisión de ondas con una frecuencia que oscila entre los dieciséis mil y los 1010 hercios. Los ultrasonidos, protegidos del aire por un «cilindro» IR, actúan sobre el aparato vestibular, bloqueando el conducto semicircular membranoso (oído interno) y ocasionando la consiguiente y transitoria pérdida de la posición de la cabeza y del cuerpo en el espacio. Unido a las impresiones visuales y táctiles, el referido aparato vestibular proporciona las variaciones de situación que experimenta el cuerpo, desencadenando reacciones automáticas que tienden al mantenimiento del equilibrio, en colaboración con la contracción sinérgica de los músculos antagonistas. Nada importante, a decir verdad, aunque de gran utilidad a la hora de inmovilizar temporalmente a un presunto agresor. El arma se encuentra en período de experimentación por parte del ejército de EE. UU. (N. del m.) <<
[57] El Yom Kippur (Día del Perdón) se celebra, generalmente, diez días después del Rosh Hashaná o Año Nuevo judío. En aquel año 25, la jornada de la Expiación tuvo lugar a finales de tišri (octubre). Era un día de ayuno y reflexión. Durante dicha festividad, el sumo sacerdote entraba en el «Santo de los Santos» del Templo —la única ocasión en todo el año— y presentaba ofrendas a Yavé, solicitando disculpas por las ofensas del pueblo. Era también el único momento en el que pronunciaba el Nombre (YWHW o Yavé). El sumo sacerdote colocaba las manos sobre la cabeza de un macho cabrío y traspasaba al animal las culpas de los hombres. Después, el chivo expiatorio era conducido a veinte kilómetros de Jerusalén, en el desierto de Judá, y despeñado. De esta forma, los pecados —todos— quedaban perdonados… (N. del m.) <<
[58] Nahum y su puerto eran uno de los principales reductos de los am-ha-arez o «pueblo de la tierra». Así llamaban los judíos ortodoxos a los que no eran demasiado conscientes de la Ley. Con el tiempo, el término sirvió para señalar a los más pobres y desheredados de la fortuna. Eran la escoria, tan impuros como los paganos, bastardos e hijos ilegítimos de sacerdotes. (N. del m.) <<
[59] Las prácticas relacionadas con el «no contacto» con cadáveres se remontaban, una vez más, a los textos supuestamente escritos por Moisés y, en consecuencia, dictados directamente por Yavé. Así figura en Números (19, 13-14): «Quien tocare un muerto, el cadáver de un hombre, y no se purificare, contamina el tabernáculo de Yavé, y será borrado de Israel, porque no se purificó con el agua lustral; será inmundo, quedando sobre él su inmundicia. Ésta es la ley: cuando muriere alguno en una tienda, todo el que entre en la tienda y cuanto en ella hay será inmundo por siete días». Pero la obsesión de los judíos por los cadáveres no terminó ahí. Con el paso le los siglos surgieron decenas de nuevas normas (el tratado ohalot reúne dieciocho capítulos sobre la impureza en las tiendas). Algunas, como las que expongo a continuación, no necesitan comentario…
«Si un hombre toca a un cadáver —dice el referido ohalot—, contrae impureza, y si otro hombre toca a éste, permanece impuro hasta ponerse el sol.
»Si unos objetos tocan a un cadáver y estos objetos a otros objetos, contraen impureza por siete días. El tercero, sea una persona o sea un objeto, que toca a estos objetos, contrae impureza hasta el atardecer.
»Si una estaca es clavada en una tienda (en la que se encuentra un cadáver), la tienda, la estaca, la persona que toque la estaca y los objetos que toquen a este hombre, contraen impureza por siete días…
»El hombre no propaga impureza mientras no haya expirado. Incluso cuando estuviere mortalmente herido o agonizante, no contamina… Del mismo modo, un animal doméstico o salvaje no contamina en tanto no expire. Si les han sido cortadas las cabezas, a pesar de que todavía se agiten las extremidades, son impuros, tal y como, por ejemplo, el rabo de la lagartija…
»En el cuerpo humano hay 248 miembros. Cada uno puede contaminar por contacto, transporte y por estar bajo un mismo techo.
»Un cuarto de log de sangre [un log equivalía a 600 gramos], emanada de una persona después de su fallecimiento, o un cuarto de log de sangre mezclada de un muerto, la sangre de un recién nacido, muerto, que ha fluido totalmente, comunican impureza debajo de una tienda (entendida como techumbre en general).
»Una cucharada, y más, de polvo de una tumba es contaminante.
»La tierra de un país extranjero comunica impureza por transporte y por contacto [se suponía que podía contener restos humanos, aunque sólo fueran del tamaño de una aceituna]. Si un judío viaja al extranjero —aunque no toque la tierra—, se contamina hasta el atardecer.
»Si un perro que ha devorado la carne de un muerto muere y yace en el umbral de la casa, si su pescuezo tiene un palmo de ancho, da paso a la impureza.
»Si una persona toca a un muerto y luego a unos objetos o si proyecta su sombra sobre un cadáver y luego toca unos objetos, éstos devienen impuros. Si sólo proyecta la sombra sobre un cadáver y luego la proyecta sobre unos objetos, éstos permanecen puros. Pero si su mano tiene una extensión de un palmo (!), los objetos quedan contaminados…».
Como dije, sin comentarios… (N. del m.) <<
[60] Amplia información en Saidan. Caballo de Troya 3. (N. del a.) <<
[61] En el siglo XX, la antigua desembocadura se encuentra en el palmeral conocido como el «Jardín de Raquel», plantado en memoria de la citada poetisa. El desvío de las aguas, según los geólogos, pudo deberse a un fuerte terremoto registrado hacia el año 1100, aproximadamente. (N. del m.) <<
[62] La carretera del Jordán —la más importante— unía Jerusalén con el mar de Tiberíades, siguiendo la margen derecha del río. Otra senda, no tan transitada, saltaba el Jordán al sur, cerca de Jericó, y recorría la margen izquierda, atravesando los territorios de la Perea y de la Decápolis. En el yam se unía a la calzada que rodeaba la costa este del referido mar o Kennereth, perdiéndose hacia la Gaulanitis, en el norte (la ruta que habíamos recorrido recientemente, al ir y regresar del Hermón). Otros caminos cruzaban estas dos arterias —hacia el este y hacia el oeste—, comunicando regiones tan alejadas como las costas de Fenicia, Siria, la Nabatea y Egipto. (N. del m.) <<
[63] Bet Yeraj o «Casa de la Luna» era la ciudad más populosa y antigua de aquella zona. Fue fundada por los cananeos hace cinco mil años. El nombre, posiblemente, procede de la diosa Luna, a la que adoraban. Era un emplazamiento importante, en pleno cruce de caminos. En una de nuestras visitas con el Maestro acertamos a ver un enorme granero, con diez torres de nueve metros de diámetro cada una. Al igual que el resto de las poblaciones del yam, fue construida con la piedra negra —basáltica— que alfombraba la región. Poco a poco fue creciendo y terminó por «absorber» Senabris (el lugar en el que situó Vespasiano sus legiones durante la última gran revuelta judía) y las Deganias. La mayor parte de la «metrópoli» se dedicaba a la agricultura y a la industria derivada de la pesca (salazones, tonelería, fabricación de barcos, etc.). (N. del m.) <<
[64] Una de estas construcciones —ya observada en el periplo aéreo— nos dejó perplejos. Se trataba de una «tubería», a cielo abierto, que transportaba el agua hasta la ciudad de Tiberíades, a veinte kilómetros de la desembocadura del Yavneel en el Jordán. La interesante obra de ingeniería, financiada por Bet Yeraj, Senabris y la referida capital del yam, descansaba sobre decenas de pequeños puentes que se alzaban sobre gargantas y colinas. Numerosas acequias y canalillos de menor calibre nacían de la «tubería», regaban campos y abastecían granjas y poblados. (N. del m.) <<
[65] Estas piedras fueron descubiertas en los años cincuenta (siglo XX) por Bar-Adon y su equipo. El peso medio oscila alrededor de ciento cincuenta y doscientos kilos. En opinión de algunos expertos —caso de Mendel Nun— se trataría de anclas, utilizadas por los pescadores del yam o mar de Tiberíades. Otros rechazan la propuesta, argumentando que el peso era excesivo. Personalmente estoy de acuerdo con los que creen que fueron «monumentos a los dioses». Jacob ya lo hizo (véase Génesis 31, 45). Hoy, no se sabe por qué, estas piedras son conocidas entre los arqueólogos como «víboras». (N. del m.) <<
[66] Véase Saidan. Caballo de Troya 3. (N. del a.) <<
[67] Según nuestras investigaciones, el Jordán, en aquellos años, disponía de una cuenca que sumaba 13 600 kilómetros cuadrados. Este valle se hallaba dividido en dos grandes regiones: la occidental (Samaría y Judea), con dos mil kilómetros cuadrados, y la subcuenca oriental (al este del río: actual TransJordania). Esta segunda zona, más rica en precipitaciones, aparecía surcada por numerosos afluentes del Jordán (contamos nueve, con un volumen total de agua de 616 millones de metros cúbicos). El Yarmuck era el más destacado, con 480 millones de metros cúbicos. Por el lado occidental sumamos cinco afluentes, con algo más de treinta millones de metros cúbicos de caudal. El Fari'a era el más importante, con diecisiete millones de metros cúbicos. Por supuesto, estos caudales no eran constantes, provocando continuos nuevos trazados en el dibujo del Jordán. Las paredes de marga (roca sedimentaria formada por arcilla cementada) sufrían las lógicas tensiones, derrumbándose a cada crecida y modificando el perfil de las orillas. Las aguas, durante miles de años, excavaron un canal o ga'ón que discurría entre grandes planicies de marga. En ocasiones, el valle alcanzaba hasta seis millas, aunque la anchura media oscilaba alrededor de un kilómetro. La velocidad de la corriente era alta (1,37 metros por segundo en reflujo, 1,69 en estado medio y 5,1 en nivel alto de lluvias). La inclinación del valle —entre 212 metros por debajo del Mediterráneo en el yam y menos cuatrocientos en el mar Muerto— era de 1,79%. La del cauce suponía el 0,8%. Debido probablemente al fuerte empuje de los afluentes orientales, el Jordán sufría un desplazamiento hacia el oeste, incrementando así la superficie de la subcuenca oriental y reduciendo al mínimo el valle occidental. En nuestros estudios detectamos también una alta salinidad en las aguas, con un nivel de entre mil y dos mil miligramos de cloro por litro. (N. del m.) <<
[68] En aquellas fechas, la Decápolis se hallaba bajo control romano. Era un conjunto de ciudades helenizadas, fundadas, en su mayoría, por Alejandro Magno y los Diádocos. Tras la guerra provocada por Alejandro Janeo, Pompeyo liberó el territorio de la opresión judía. Los núcleos más importantes eran Scythopolis, Pella, Gadara, Hippos, Dión, Gerasa, Filadelfia (actual Aman) y Rhaphanam. Plinio estimaba que Damasco era otra de las poblaciones que formaban la liga de «las diez ciudades» o Decápolis, pero no está demostrado. Damasco, además, no se regía por el calendario conocido como «era pompeyana», utilizado por las ciudades anteriormente citadas, sino por el de la era seléucida. (N. del m.) <<
[69] Los miliarios, como ya referí en su momento, resultaron de gran utilidad. El Imperio romano se había encargado de situarlos en casi todas las rutas importantes, señalizando direcciones y distancias (aparecían plantados a una milla romana: 1182 metros). En todos se hallaba grabado el nombre del emperador de turno (en este caso, Tiberio, «hijo del divino Augusto»). (N. del m.) <<
[70] La cuenca del Jordán es la fractura más profunda de la Tierra. Adoptó la forma actual hace un millón de años, aproximadamente. En esa época, el mar penetró en la citada cuenca por la región de Yizreel y Bet She'an. Las aguas saladas permanecieron en el lugar hasta el año 17 000 antes de nuestra era. (N. del m.) <<
[71] El duro régimen de vientos, en los meses veraniegos, provocaba también la consiguiente e importante evaporación del río, de sus afluentes y del agua de los canales y acequias, a un ritmo de 15 metros por día. (N. del m.) <<
[72] Uno de los dispositivos técnicos, alojado en las sandalias «electrónicas», permitía la conexión con la nave a larga distancia. Un microtransmisor emitía impulsos electromagnéticos a un ritmo de 0,0001 385 segundos. La señal era registrada en la «vara de Moisés» y, una vez amplificada, «transportada» en un láser hasta el módulo. Allí, el ordenador central la decodificaba y procedía a la ejecución de la orden. (N. del m.) <<
[73] Amplia información en Nazaret. Caballo de Troya 4. (N. del a.) <<
[74] Numerosos estudiosos —basándose en Sincello— consideran que Scythopolis o Bet She'an (para otros, Bet San o Byt sn) fue la ciudad en la que se establecieron los escitas durante su invasión de Palestina en el siglo VII a. J. C. Otros, como Plinio y Solino, sus discípulos, afirman que estos escitas fueron los que acompañaron al dios Dioniso y que protegieron la tumba de su nodriza, Nysa. Bet She'an existía ya en el siglo XIX antes de Cristo. Es mencionada en el reinado de Tutmosis III, en las cartas de Amarna como «Bitsuani» y en estelas de los faraones Seti I y su hijo, Ramsés II. En el 107 a. J. C. cayó bajo el dominio del judío Hircano I. Pompeyo, como fue dicho, la liberó en el 57, siendo reconstruida por Gabinio en el 54 a. J. C. A partir de esas fechas permaneció independiente, aunque bajo el control económico de Roma. (N. del m.) <<
[75] También Hippos (Susita), Abila y Gadara, en la Decápolis, disfrutaban de este mismo privilegio. Así aparece en sus monedas y en otros documentos. El derecho de asilo, al parecer, surgió en el año 246 antes de Cristo, en tiempos de Seleuco II Calínico. (N. del m.) <<
[76] El dios Mitra nació en la India (siglo XIV antes de Cristo). Era un genio de los elementos. De allí pasó a Persia. Su nombre surge por primera vez en el año 500 a. J. C., bajo el reinado de Ciro I. Las legiones romanas lo hicieron suyo, y trasladaron el culto al Mediterráneo. Era especialmente venerado en los puertos y guarniciones militares. Se ocupaba de pesar el alma de los muertos en el más allá; un más allá puramente espiritual en el que existía la inmortalidad. Durante siglos fue un duro competidor del recién nacido cristianismo. Su doctrina era dualista: Ormuzd era el dios del bien y Ahriman el del mal. Mitra ocupaba un puesto intermedio, una especie de mediador entre el cielo y la tierra que se identificaba con el sol. La leyenda dice que Mitra nació de una roca. Apresó un toro (un animal divino) y lo sacrificó por orden de Ormuzd. De la sangre nacieron animales y plantas. Este toro purificador —decían los seguidores— era la clave de la inmortalidad. Fue el gran símbolo del mitracismo, hallado en numerosas excavaciones arqueológicas. Los fieles practicaban también el ayuno, la flagelación y los banquetes sagrados, en los que consagraban el pan, el agua y el vino. Con ello —decían—, al tomar el pan y el vino consagrados, se convertían en «hombres diferentes», casi dioses. Los secretos de Mitra eran celosamente guardados por una casta sacerdotal (Tertuliano habla de virgines y continentes), muy similar a lo que hoy entendemos como monjes. Los ritos tenían lugar en grutas excavadas en la roca. Los fieles se distribuían en bancos, a uno y otro lado del templum. Por su estrecha relación con el sol, en Occidente recibió también la designación de Sol invicto. Su fiesta se celebraba el 25 de diciembre, inmediatamente después del solsticio de invierno, cuando las horas diurnas empiezan a alargar. Los devotos de Mitra animaban al sol en esa noche con grandes hogueras, intentando infundirle mana o numen. Después festejaban el «triunfo del sol» con una cena e intercambiaban regalos. La Iglesia católica sustituyó esta fiesta pagana por el supuesto nacimiento de Jesús de Nazaret. Como ya referí en su momento, el Maestro nació en verano, no en diciembre. (N. del m.) <<
[77] Es muy posible que el mitracismo llegara a Roma de la mano de los sclavos, soldados y piratas procedentes de Oriente (Plutarco asegura que entró en Italia mucho antes, merced a los piratas trasladados desde Cilicia por Pompeyo: 106 al 48 a. J. C.). El ejército, después, introduciría el culto en todos los rincones del imperio. Se sabe que su influencia —mezclada con el maniqueísmo— se prolongó hasta la Edad Media. (N. del m.) <<
[78] Tertuliano —una de nuestras fuentes informativas— aseguraba que estas pruebas recibían el nombre de «sacramento». Además del bautismo y la «confirmación», el neófito tenía que enfrentarse a la simulación de la muerte (a veces no tan simulada), a fin de expresar su grado de valor. Otros, como el aspirante a «guerrero», eran tentados con el éxito (se les presentaba una corona y, tras mirarla fijamente, debían rechazarla). Sólo Mitra estaba capacitado para el triunfo. También eran atados con tripas de pollo y, con los ojos vendados, arrojados a una cisterna o depósito de agua. Mitra envia ba entonces a un «salvador» que rescataba al aspirante. Era el símbolo del dios. Sólo Mitra otorgaba la salvación eterna. Los siete grados iniciáticos del mitracismo se asemejaban a los «siete cielos o siete moradas existentes después de la muerte». Siete pasos obligados, según esta religión. (N. del m.) <<
[79] El territorio judío de la Perea era una estrecha franja que discurría paralela al Jordán. La frontera occidental la formaba el citado río y la costa este del mar Muerto. Por el sur llegaba hasta Maqueronte, en las proximidades del wadi Mujib (río Arnón). Por el norte limitaba con la ciudad pagana de Pella. La mitad sur —desde la desembocadura del río Yaboq— era la más poblada. La capital era Gador, la ciudad más notable de toda la Perea. En el norte destacaba Amatus, una ciudad-fortaleza, sede de una toparquía y de uno de los «pequeños sanedrines». También la visitaríamos, en su momento. (N. del m.) <<
[80] Algunos arqueólogos e historiadores —erróneamente— pretenden identificar el actual tel E-Damiyya (Damiya) con Adam, en Jordania. Ambas, como vengo narrando, eran poblaciones diferentes. (N. del m.) <<
[81] En el libro de Josué (3, 14-17 y 4, 10-19) se dice: «Cuando el pueblo partió de sus tiendas para pasar el Jordán, los sacerdotes llevaban el arca de la Alianza a la cabeza del pueblo. Y en cuanto los que llevaban el arca llegaron al Jordán, y los pies de los sacerdotes que llevaban el arca tocaron la orilla de las aguas, y el Jordán baja crecido hasta los bordes todo el tiempo de la siega, las aguas que bajaban de arriba se detuvieron y formaron un solo bloque a gran distancia, en Adam, la ciudad que está al lado de Sartán, mientras que las que bajaban hacia el mar de la Araba, o mar de la Sal, se separaron por completo, y el pueblo pasó frente a Jericó. Los sacerdotes que llevaban el arca de la Alianza de Yavé se detuvieron a pie firme, en seco, en medio del Jordán, mientras que todo Israel pasaba en seco, hasta que toda la gente acabó de pasar el Jordán…».
Para la mayor parte de los exégetas y estudiosos de la Biblia, este milagro de Yavé podría ser explicado por un seísmo que taponó el cauce del Jordán, justamente en la zona de Adam. Las orillas, en esos parajes, están formadas por enormes bloques de marga (arcilla y carbonato de cal), muy sensibles a los movimientos sísmicos. Un temblor —dicen— pudo romper la marga y cortar el paso de las aguas. Hay testimonios históricos que parecen confirmar esta hipótesis (años 31 a. J. C., 1267,1546, 1906 y 1927, entre otros). En esas fechas, otros tantos terremotos —relativamente frecuentes en el valle del Jordán— desmoronaron las paredes del río, lo que provocó importantes obstrucciones y, según cuentan los testigos, «sequías de dos y tres días». El Jordán se detuvo —como cuenta Josué— y el cauce quedó seco. El profesor Stener también oyó hablar de ello en Kefar Rufin, en 1956. El derrumbe de una colina detuvo las aguas durante horas. En 1970, veinte soldados judíos fallecieron en Neot Ha-Kikar, al sur del mar Muerto, como consecuencia de uno de estos derrumbes. Yo, personalmente, no comparto esta hipótesis… (N. del a.) <<
[82] Amplia información en Planeta encantado, «Una caja de madera y oro». (N. del a.) <<
[83] En la actualidad, el extraño árbol es conocido como Sophora japónica. El origen, muy posiblemente, es árabe. A Europa llegó en la segunda mitad del siglo XVIII (jardines de Kew). Nosotros, en aquel viaje al río Jordán, fuimos testigos de la variedad pendula. Aguas arriba, en la región de Enón, contemplamos otros ejemplares de sófora, también de espectaculares nudosidades. Las flores y frutos eran utilizados como colorante amarillo. (N. del m.) <<
[84] El llamado «lupus eritematoso discoide» (LED) es una afección no tuberosa crónica de la piel que afecta principalmente al tejido conectivo y que se fundamenta en la degeneración fibrinoide de las fibras de colágeno de los tejidos mesenquimatosos. La enfermedad presenta localizaciones favoritas en regiones expuestas al sol. (N. del m.) <<
[85] En realidad, no es que las pupilas fueran rojas (la pupila o niña es una abertura dilatable y contráctil por la que entra la luz). El albinismo ocular es ocasionado por un defecto genético, que altera la pigmentación (melanina), y provoca el referido efecto óptico.
En opinión de Fitzpatrick, el albinismo (falta congénita, total o parcial, de la pigmentación de la piel, ojos y pelo) se divide en seis grandes tipos. Por su parte, el albinismo ocular (con alteración pigmentaria en los ojos) comprende tres divisiones (dos ligadas al cromosoma «X» y una autosómica recesiva). (N. del m.) <<
[86] El «vado de las Doce Piedras» fue el lugar por el que cruzó Josué con el pueblo judío y en el que, según la Biblia, el arca de la Alianza obró el prodigio de separar las aguas. Josué, el nuevo caudillo, mandó sacar doce piedras del lecho seco del Jordán, y erigió un monumento. Cada piedra representaba una de las doce tribus de Israel. (N. del m.) <<
[87] El Génesis (capítulo 32) describe esta «encarnizada» pelea entre el nieto de Abraham y un singular hombre. Jacob lo identifica con Yavé. La pelea con el varón se prolongó hasta el amanecer. «Y cuando el extraño vio que no podía vencerlo, le presionó la articulación de la cadera, en su lucha con él, y la descoyuntó. Y le dijo [a Jacob]: "Suéltame porque llegó el alba." Pero Jacob le contestó: "No te despediré, salvo que me bendigas." Jacob llamó a este lugar "rostro de Dios" porque dijo: "He visto a Dios cara a cara y se salvó mi alma." Por eso no comen los hijos de Israel el tendón encogido que está en la articulación de la cadera, hasta el presente, porque un ángel de Yavé se lo descoyuntó a Jacob». (N. del a.) <<
[88] La miel, entre otras propiedades, es antiséptica. Actúa sobre la flora intestinal, combatiendo infecciones de toda índole. Para la disentería, por ejemplo, resulta especialmente indicada. También previene las fermentaciones. Elementos como el ácido fórmico, enzimas, esencias y levulosa trabajan sobre el intestino, favoreciendo el peristaltismo (movimiento característico que hace progresar el contenido de dicho intestino). (N. del m.) <<
[89] Ain significa «fuente o manantial» y Kárim o Kárem es la vocalización del grupo radical semítico krm («viñedo»). Existe un segundo significado para krm: «noble», «generoso».
En la tradición de las iglesias se ha dicho que el Bautista nació en Jerusalén (Eutimio, Girolamo y Agostino, entre otros), en la ciudad de Hebrón, al sur (Cesare Baronio), en Maqueronte, Sebaste, en Beit Zekaria (suroeste de Belén) y en Beit Shar'ar (supuesta tumba del profeta Zacarías, también cercana a Belén). Ninguna de estas versiones tiene un fundamento sólido. (N. del m.) <<
[90] Aarón, hermano mayor de Moisés, acompañó también al pueblo hebreo hasta la llamada Tierra Prometida. Fue nombrado sumo sacerdote por Yavé. Falleció antes de pisar Canaán. Las mujeres descendientes de Aarón eran consideradas de la «familia sacerdotal» (véanse Éxodo y Números). Dada la posible tartamudez de Moisés, Aarón lo reemplazaba a la hora de hablar con el faraón, que debía propiciar la salida de Egipto del referido pueblo hebreo. (N. del m.) <<
[91] La intrincada burocracia sacerdotal en la época de Jesús se dividía en veinticuatro clases. Cada una desempeñaba una semana de servicio en el Templo, de sábado a sábado. Acudían desde todo el país, especialmente desde las ciudades «levíticas». Así fue establecido desde los tiempos de David (mil años antes de Cristo). Los sacerdotes se reunían el día señalado y pasaban la primera noche en el patio del Templo. Allí procedían al sorteo de los «trece oficios»: inmolación, limpieza, quema de perfumes, toque de trompetas, bendición del pueblo, etc. Durante esa semana, el turno correspondiente era responsable de todo lo concerniente al Templo (desde la administración de justicia a la del dinero). Aunque no dispongo del dato exacto, cada sección semanal reunía del orden de setecientos sacerdotes y levitas, repartidos en 156 secciones diarias. Esto sitúa el cómputo total en unos dieciocho mil sacerdotes y levitas. Ni que decir tiene que el turno que coincidía con una fiesta resultaba «especialmente beneficiado»: los animales sacrificados y las donaciones aumentaban considerablemente. (N. del m.) <<
[92] Según Yavé (Levítico 21, 7-8), la dignidad y la pureza de origen en los sacerdotes exigían que éstos no contrajeran matrimonio con una divorciada, una prostituta o una mujer que no fuera virgen. Sólo podían tomar por esposa a una virgen o a una viuda, siempre y cuando fueran israelitas, con una ascendencia genealógica pura. Si el sacerdote no tenía hijos, podía volver a casarse, pero nunca con una viuda estéril. Tampoco le estaba permitido el matrimonio con una prosélita o con una liberta, aunque sí con sus hijos, siempre y cuando la madre fuera judía. A estas leyes, sujetas a la arbitrariedad y la injusticia, el Dios (?) del Sinaí añadió la prohibición de desposar a la halûsah y a la mujer estéril (Deuteronomio 25, 9). La primera era la viuda que había rechazado casarse con el hermano de su difunto esposo (matrimonio levirático). En cuanto a la estéril, un sacerdote sólo estaba autorizado a tomarla por esposa cuando éste ya disponía de mujer e hijo. El rabí Yudá ben Elay prohibía este último matrimonio, sin excepciones. Si un sacerdote incumplía esta normativa, la ley caía sobre él y sus descendientes con extrema severidad. El matrimonio era declarado ilegítimo, y los hijos, si los había, quedaban apartados del derecho a ser sacerdotes, como lo era el padre. A Flavio Josefo le sucedió algo parecido cuando, prisionero de los romanos, fue obligado a casarse por Vespasiano con una judía prisionera de guerra; es decir, sospechosa de haber sido violada. (N. del m.) <<
[93] Véase información en Masada. Caballo de Troya 2. (N. del a.) <<
[94] En esa segunda aparición, el ángel Gabriel se expresó así: «Vengo por mandato de aquel que es mi Maestro, al que deberás amar y mantener. A ti, María, te traigo buenas noticias, ya que te anuncio que tu concepción ha sido ordenada por el cielo… A su debido tiempo serás madre de un hijo. Lo llamarás Yešúa' (Jesús o "Yavé salva"), e inaugurará el reino de los cielos sobre la Tierra y entre los hombres… De esto, habla tan sólo a José y a Isabel, tu pariente, a quien también he aparecido y que pronto dará a luz un niño cuyo nombre será Yehohanan. Isabel prepara el camino para el mensaje de liberación que tu hijo proclamará con fuerza y profunda convicción a los hombres. No dudes de mi palabra, María, ya que esta casa ha sido escogida como morada terrestre de este niño del Destino… Ten mi bendición. El poder del Más Alto te sostendrá… El Señor de toda la Tierra extenderá sobre ti su protección». (N. del a.) <<
[95] Entre los judíos, y en otras culturas, existía la creencia de que determinados hombres podían dominar las leyes de la naturaleza. Algunos los llamaban ašap (adivino o brujo), otros, ittim o šallit. Eran capaces de atraer la lluvia, terminar con una plaga o lograr que un incendio quedara extinguido con el solo uso de su palabra. Para ello dibujaban un círculo, se situaban en el centro, y rezaban hasta que Dios concedía el prodigio de turno. Uno de estos magos —quizá el más famoso— fue Honi, el «Trazador de Círculos», al que Flavio Josefo llama Onías, el Justo (siglo I a. J. C.). Siempre aparecen enfrentados a los sacerdotes, legítimos y únicos responsables de la aparición de las lluvias en todo Israel. (N. del m.) <<
[96] El Hekal o Santo era una de las zonas sagradas del Templo judío. En él desembocaban todas las estancias (38 cámaras repartidas en tres pisos o alturas que servían de almacenes, alojamientos, oficinas, etc.). Tenía forma de larga galería, con los muros enchapados con maderas nobles e incorruptibles. Una gran puerta permitía el acceso al Santo. Inmediatamente, varias cortinas, entrecruzadas, impedían la visión desde el exterior. Era el primer velo del Templo. En el Hekal se hallaban el célebre candelabro de siete brazos, la mesa de los panes de la proposición y el altar de los perfumes o del incienso, todo cubierto de oro. La liturgia judía exigía que el incienso fuera ofrecido dos veces al día (en realidad, se trataba de una mezcla de incienso, gálbano, ónice y estoraque). Para la ofrenda del incienso se necesitaban, como mínimo, tres sacerdotes. Además del responsable de la ofrenda, un segundo sacerdote, con una pala de plata, acudía al altar de los holocaustos y recogía carbones encendidos que transportaba hasta el referido altar de los perfumes. El segundo ayudante recibía la bandeja o cuchara de grandes proporciones (capaz para siete kilos) en la que había sido depositada la mezcla de perfumes y que el sacerdote principal ofrecía a Yavé. Así consta en el escrito llamado tamid (sacrificio cotidiano). Al fondo del Santo, separado por un segundo velo o cortina, se encontraba el Debir o «Santo de los Santos» (Qadosh haqedoshim). Era el lugar donde, supuestamente, habitaba Yavé. En tiempos de Jesús estaba vacío. En épocas anteriores había contenido el arca de la Alianza, hoy desaparecida. En el «Santo de los Santos» sólo entraba el sumo sacerdote y una vez al año, en la solemne festividad del Yom Kippur (Día del Perdón) o Yom ha-Kippurim, como era denominado en aquel tiempo. (N. del m.) <<
[97] En el capítulo 1 (versículos 1 al 26), Lucas escribe textualmente: «Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote de nombre Zacarías, del turno de Abías, cuya mujer, de la descendencia de Arón, se llamaba Isabel. Eran ambos justos en la presencia de Dios, e irreprensibles, caminaban en los preceptos y observancias del Señor. No tenían hijos, pues Isabel era estéril y los dos ya avanzados en edad.
«Sucedió, pues, que ejerciendo él sus funciones sacerdotales delante de Dios según el orden de su turno, conforme al uso del servicio divino, le tocó entrar en el santuario del Señor para ofrecerle el incienso, y toda la muchedumbre del pueblo estaba orando fuera durante la hora de la oblación del incienso. Apareciósele un ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo se turbó Zacarías y el temor se apoderó de él. Díjole el ángel: "No temas, Zacarías, porque tu plegaria ha sido escuchada, e Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, al que pondrás por nombre Juan.
»"Será para ti gozo y regocijo, y todos se alegrarán en su nacimiento, porque será grande en la presencia del Señor. No beberá vino ni licores, y desde el seno de su madre será lleno del Espíritu Santo; y a muchos de los hijos de Israel convertirá al Señor su Dios, y caminará delante del Señor en el espíritu y el poder de Elias para reducir los corazones de los padres a los hijos, y los rebeldes, a los sentimientos de los justos, a fin de preparar al Señor un pueblo bien dispuesto."
«Dijo Zacarías al ángel: "¿Y qué señal tendré de esto? Porque yo soy ya viejo, y mi mujer muy avanzada en edad." El ángel le contestó diciendo: "Yo soy Gabriel, que asisto ante Dios y he sido enviado para hablarte y comunicarte esta buena nueva. He aquí que tú estarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que esto se cumpla, por cuanto no has creído en mis palabras, que se cumplirán a su tiempo."
»El pueblo esperaba a Zacarías y se maravillaba de que se retardase en el templo. Cuando salió no podía hablar, por donde conocieron que había tenido alguna visión en el templo. Él les hacía señas, pues se había quedado mudo. Cumplidos los días de su servicio, volvióse a la casa. Y después de algunos días concibió Isabel, su mujer, que se ocultó durante cinco meses, diciendo: "He aquí lo que ha hecho conmigo el Señor, acordando quitar mi oprobio entre los hombres"». (N. del a.) <<
[98] El tamid (tratado sobre el «sacrificio cotidiano») establece lo siguiente: «El encargado (de los sacerdotes) les decía: "Venid y echad las suertes", para ver a quién le tocaba realizar la inmolación, a quién asperjar la sangre, a quién limpiar de las cenizas el altar interior, a quién las del candelabro, a quién subir a la rampa las porciones sacrificiales: la cabeza y la pierna (derecha), las dos patas delanteras, las nalgas y la pierna (izquierda), el pecho y el pescuezo, los dos laterales, las entrañas, la harina fina, las tortas y el vino. Echaban a suertes y tocaba a quien tocaba». En otras palabras, cada servicio religioso exigía alrededor de treinta sacerdotes. Otros hablan de cincuenta y seis, repartidos en veintisiete servicios matutinos y otros tantos vespertinos. Si aceptamos que cada trabajo demandaba uno o dos sacerdotes ayudantes, la cifra de congregados se hace todavía mayor. Respecto a la misión específica de ofrecer el incienso y los perfumes, el citado tamid precisa que «al subir las gradas del pórtico (los sacerdotes encargados del perfume), aquellos a quienes había tocado en suerte limpiar de la ceniza el altar interior y el candelabro les precedían». Y al ofrendar el incienso, los que lo rodeaban advertían: «Ten cuidado, no comiences por delante, no sea que te quemes» (el perfume debía ser extendido por todo el altar. Si empezaba por la parte delantera, corría el riesgo de quemarse al esparcirlo por la zona posterior). Zacarías, por tanto, se hallaba necesariamente acompañado por otros sacerdotes cuando ofreció el incienso en el Templo. (N. del m.) <<
[99] El Levítico dice textualmente: «Yavé habló a Moisés y dijo: "Habla a Aarón y dile: 'Ninguno de tus descendientes en cualquiera de sus generaciones, si tiene un defecto corporal, podrá acercarse a ofrecer el alimento de su Dios; pues ningún hombre que tenga defecto corporal ha de acercarse: ni ciego ni cojo ni deforme ni monstruoso, ni el que tenga roto el pie o la mano; ni jorobado ni raquítico ni enfermo de los ojos, ni el que padezca sarna o tiña, ni el eunuco. Ningún descendiente de Aarón que tenga defecto corporal puede acercarse a ofrecer los manjares que se abrasan en honor de Yavé. Tiene defecto; no se acercará a ofrecer el alimento de su Dios…"». (N. del a.) <<
[100] El tratado «Bejorot» o «Primogénitos» (capítulo siete) recoge algunas de esas increíbles disposiciones que incapacitaban a un varón para el desempeño del cargo de sacerdote, en cualquiera de sus funciones. Poco importaba que el defecto fuera pasajero. He aquí parte de esa «ley»: tener la cabeza deforme (en forma de martillo o nabo, hundida o aplanada), ser cheposo (había división de opiniones entre los sabios), ser calvo (aquel que no tenía ni una línea de pelo que le cruzara la cabeza de lado a lado, aunque, si la tenía —decían—, era apto), el que no tenía cejas o sólo tenía una ceja (otros hablaban de cejas «colgadas»), el chato (para los judíos era el que podía pintarse los ojos sin la interrupción de la nariz), si uno tenía los ojos muy arriba o muy abajo, si tenía un ojo alto y otro bajo, si veía simultáneamente la habitación y el piso de arriba, si no soportaba la luz (albinismo), si tenía miembros pares desiguales (un ojo negro y otro azul), o si los ojos lagrimeaban, entonces, no era apto. Si a uno se le habían caído las pestañas también estaba descalificado (a causa de su apariencia). Tampoco era apto el que presentaba ojos grandes, como los de un ternero, o pequeños, como los de un ganso. Si su cuerpo era grande y desproporcionado o demasiado pequeño (enanos) tampoco era aceptado. Los narigudos y los desorejados, o con orejas arrebujadas (como esponjas), también eran rechazados. Si el labio superior sobresalía del inferior y éste, a su vez, sobresalía sobre el superior, el candidato no podía ser sacerdote. El que carecía de dientes también era considerado no apto. Si uno tenía los pechos colgados, como una mujer, o el vientre inflado, o el ombligo abultado, si sufría de epilepsia (aunque sólo fuera una vez al año), si padecía de asma o si los testículos o el pene eran demasiado grandes, no era apto. Si no tenía testículos, si sólo tenía uno o los tenía «aplastados», tampoco era aceptado por Yavé. Así reza en el Levítico (21, 20): «Si uno, al caminar, golpea los tobillos o las rodillas, o si tiene una protuberancia en el pie, o si es zambo, tampoco es admitido (zambo es aquel cuyos talones se tocan pero cuyas rodillas no pueden juntarse). Cualquier defecto en los pies invalida. Si uno tiene un dedo de más y lo corta, en caso de que tenga hueso, es inepto; en caso contrario, apto. Si uno tiene un dedo de más en cada mano y en cada pie, seis en cada, es decir, en total veinticuatro, los sabios dividen sus opiniones. Si uno tiene la tez negra, o roja, o albina, si es excesivamente alto o enano, sordomudo, idiota, borracho, o si tiene signos de lepra, tales defectos hacen inepto al hombre aunque en los animales [para los sacrificios a Yavé] no son invalidantes». La relación resulta tan agotadora como interminable… (N. del m.) <<
[101] La Misná (tamid), en su capítulo primero, así lo especifica: «Los jóvenes sacerdotes echaban sus colchonetas al suelo. No dormían vestidos con las vestiduras sagradas, sino que se las quitaban, las doblaban y las ponían debajo de sus cabezas. Si uno de ellos (la noche previa al culto) sufría una polución nocturna, salía e iba a través de un pasadizo circular debajo del edificio del templo hasta que llegaba al lugar de la piscina de la inmersión… Descendía y se inmergía, luego se secaba, se iba y se acostaba junto a sus hermanos los sacerdotes hasta que se abrían las puertas, se marchaba y se iba [del Templo] [la emisión de semen rompía la pureza ritual]». (N. del m.) <<
[102] Véanse Jueces (5, 24), Judit (13, 18), Primer Libro de Samuel (2, 1-10), Isaías (29, 19 y 61,10), Habacuc (3,18), Génesis (12, 3-13,15-22,18 y 30, 13), Job (12, 19) y Salmos (89, 11-103, 17 y 107, 9), entre otros. (N. del m.) <<
[103] Según cuenta el Libro Primero de Samuel, Elcaná tenía dos mujeres: Ana y Peninná. La primera no tenía hijos. Ana pidió a Yavé que le concediera descendencia. Según los judíos era estéril. Y Ana dio a luz un hijo al que llamó Samuel («solicitado a Dios»). Ana, como sucedería mil años después con Isabel y Zacarías, también consagró a su hijo a Dios. Ana —dice el citado libro— compuso una oración de agradecimiento a Yavé. Este texto fue otra de las bases inspiradoras de Lucas, el evangelista, probablemente con una finalidad didáctica o teológica. La coincidencia en la esterilidad de Ana y en la consagración del hijo —supongo— fueron determinantes a la hora de inventar el saludo de María. (N. del m.) <<
[104] Una vez aceptado por el sanedrín, el aspirante a sacerdote de Yavé era consagrado mediante un rito especial, según figura en el Éxodo (29) y en el Levítico (8). Al obligado baño de purificación le seguían la entrega de las vestiduras sagradas y una serie de sacrificios rituales. El nuevo sacerdote era rociado con sangre y sus manos recibían ciertas porciones de la víctima sacrificada (rito de «llenar las manos»), señalando así sus deberes y privilegios. La unción, al parecer, estaba destinada, únicamente, al sumo sacerdote. La ceremonia tenía una duración aproximada de una semana. (N. del m.) <<
[105] Nazir (de la raíz hebrea nzr) (no confundir con notzri: habitante de Nazaret o nazareno) significaba «guardados» o «reservados». Era un estilo de vida. El nazir no podía probar ningún producto de la vid (uvas frescas o secas, pulpa u hollejo, ni nada que estuviese mezclado o empapado en vino). Así fue establecido por Yavé y recogido en Números: «… no beberá vino ni bebidas embriagadoras, ni vinagre de vino, ni ningún zumo de uvas…». Se trató, probablemente, de una reacción contra las costumbres de los cananeos, muy aficionados al vino…
El nazir, además, debía conservar el pelo largo. Ésa era otra señal de santidad, según la Biblia. La navaja estaba prohibida. Ni él, ni sus amigos o familiares estaban autorizados a rasurarle la cabeza. Podía atusar, echar el pelo a un lado o recogerlo en trenzas, pero no peinarlo. Si el nazir bebía vino o tocaba a un muerto (voluntaria o involuntariamente), rompía el voto y debía rasurarse la cabeza, volviendo a empezar de cero. En el caso de un «nazireato» temporal, el tiempo mínimo para el voto era de treinta días.
Por último, el nazir quedaba contaminado si entraba en contacto con el cadáver de una persona. No importaba que fuera su padre, madre, hermanos, amigos o desconocidos. Aunque el trozo de cadáver tuviera el tamaño de una aceituna, el nazir resultaba impuro. Sólo había una excepción: que el nazir hallase el cuerpo en el camino. «Si el muerto yacía de forma usual —reza la Misná—, puede removerlo, lo mismo que la tierra sobre la que yace».
En caso de quebrantamiento del voto, el nazir estaba obligado a acudir ante los sacerdotes y sacrificar tres animales. Las mujeres podían ser nazir, pero sus votos se encontraban sujetos a la voluntad del marido o del padre. Ellos estaban capacitados para anularlos.
Lo más frecuente era el voto temporal o promesa. Se hacían nazir por cualquier motivo: por obtener la curación de alguien, por lograr que un hijo volviera sano y salvo de una guerra o de un viaje, por conseguir un buen negocio, etc. En ocasiones se convertía en una especie de «deporte»: se apostaba por cualquier cosa. («Me haré nazir —decían— si aquel que veo en la lejanía es fulano de tal». Otros apostaban por lo contrario: «Seré nazir si no es fulanito».). Si el nazir temporal invalidaba el voto, tenía que volver a empezar. Si era mujer, el vino o el contacto con un cadáver suponían cuarenta azotes. Los paganos no estaban sujetos al «nazireato», aunque sí los esclavos. (N. del m.) <<
[106] En el libro de los Jueces (13, 1-25) se habla de Manóaj, de la tribu de Dan, que tenía una esposa estéril. Un hombre, con el aspecto de un ángel de Dios, muy terrible, se presentó ante la mujer y le dijo: «Vas a concebir y dar a luz un hijo. En adelante, no bebas vino ni bebida fermentada y no comas nada impuro, porque el niño será nazir de Dios desde el seno de su madre hasta el día de su muerte». En una segunda aparición, el ángel ordenó a la mujer y al esposo que el niño no debería probar nada de lo que procede de la viña. La mujer dio a luz y lo llamó Sansón. Fue el héroe que luchó contra los filisteos y al que Dalila arrebató la fuerza tras cortarle las siete trenzas de su cabellera. (N. del m.) <<
[107] En la época de Jesús, los sacerdotes recibían los emolumentos cada seis meses, coincidiendo con el turno en el que debían oficiar. En síntesis, el dinero y la compensación en especies procedían de los siguientes capítulos:
Productos de la tierra
El pago al Templo de Jerusalén se hacía en género o en el equivalente en dinero. Abarcaba cuatro conceptos que debían ser apartados en el orden establecido por la ley:
1. Primicias o bkwrym. Contemplaba las siete principales cosechas fijadas en el Deuteronomio (8, 8): trigo, cebada, uvas, higos, granadas, aceitunas y miel. Se organizaban largas procesiones que llevaban dichas primicias desde todos los rincones de Israel. Si la colecta procedía de zonas remotas, los productos se presentaban secos. Cada judío depositaba su cesto junto al altar, al tiempo que recitaba un pasaje del Deuteronomio (26, 5-10). Y los sacerdotes se frotaban las manos. Todos los años entraban en el Templo cientos de toneladas de productos…
2. Terumah. Era el pago simbólico, siempre en especie, de lo más escogido de las cosechas. El impuesto equivalía a una quincuagésima parte de los ingresos del ciudadano. Aunque la ley ordenaba que la terumah sólo podía ser consumida por la clase sacerdotal, la picaresca y la corrupción convertían la ofrenda en otro suculento «negocio».
3. Diezmo. Era el impuesto religioso más importante. Proporcionaba miles de siclos (un siclo equivalía a cuatro denarios de plata, aproximada mente). «Cuanto sirve de alimento y se cultiva y nace de la tierra está sometido al diezmo», reza la Misná. El diezmo, sin embargo, no se destinaba «oficialmente» a los sacerdotes, sino a los levitas (ministros de segundo orden). Una décima parte de este impuesto era recuperada por los sacerdotes. Así lo establecía Yavé. Lo que no establecía el Dios (?) del Sinaí eran las corruptelas y los trapicheos que se producían en torno al diezmo y de los que salían beneficiados los mencionados sacerdotes, una vez más. (El llamado «segundo diezmo» —otra décima parte de los ingresos del propietario que sólo era utilizada en banquetes oficiales— no constituía un ingreso propiamente dicho y, por tanto, expertos como Schürer no lo consideran emolumento).
4. Ofrenda de la masa o hallah. Afectaba al trigo, la cebada, la espelta, la avena y el centeno. La ofrenda se hacía, no en harina, sino en forma de masa. El ciudadano aportaba una vigésima cuarta parte del total. A los panaderos les correspondía una cuadragésima cuarta parte.
Ganado
Los sacerdotes recibían también sustanciales cantidades procedentes del sacrificio de animales. El dinero entraba en metálico o en especie. Los emolumentos tenían el siguiente origen:
1. Primogénito macho. La ley decía que el primogénito macho del ganado debía ser sacrificado y consumido en un banquete sagrado. La Torá fijó también la obligación de «rescatar» a los hijos primogénitos mediante el pago de un impuesto: cinco siclos. Ambos impuestos iban directamente a los bolsillos de los sacerdotes. A cambio del «no sacrificio» del animal, el propietario pagaba. A cambio del «rescate» del hijo (del dominio de Yavé), el padre pagaba. El dueño podía entregar el animal para que fuera sacrificado (toros, carneros y machos cabríos). Si dicho animal era puro —sin defecto—, los sacerdotes lo sacrificaban en el Templo. La carne era patrimonio exclusivo de la casta sacerdotal y de sus mujeres (sólo podía ser comida en Jerusalén, según Yavé). Si el primogénito del ganado era un animal impuro (especialmente, asnos, camellos y caballos), el propietario pagaba nuevamente, según criterio de los sacerdotes (añadiendo un quinto; véanse Números y Levítico). Esta carne, y la de los animales puros, pero defectuosos, era vendida a la ciudadanía, y así se multiplicaba el negocio. A esto había que sumar la venta, bajo cuerda, de la carne pura…
2. Porciones del animal sacrificado. Según reza el Deuteronomio (18, 3), los sacerdotes tenían derecho a tres porciones de cada sacrificio: paletilla, cuajar y las dos quijadas. Todo ello volvía a ser vendido «extraoficialmente».
3. Esquileo. El nuevo impuesto ascendía a cinco selá (alrededor de diez siclos), dependiendo del número de ovejas. Según la escuela de Sammay, el impuesto afectaba al propietario si disponía de dos ovejas o más. Hillel de cía que a partir de cinco.
Sacrificios
También reportaban dinero (y mucho). Los llamados «santísimos» eran los más «interesantes», desde el punto de vista económico. Conocemos cuatro modalidades:
1. Sacrificios expiatorios.
2. Sacrificios penitenciales.
En ambos sólo quemaban la grasa de los animales. La carne era propiedad de los sacerdotes. La venta, a espaldas de la ley, era continua. Todo dependía del grado de corrupción.
3. Ofrendas de grano. Sucedía exactamente lo mismo.
4. Panes de la proposición. Los doce panes eran renovados en cada turno semanal. Los retirados eran propiedad de los sacerdotes (la mitad para los que terminaban el turno y el resto para los entrantes).
En este capítulo se incluían otras dos fórmulas «no santísimas»:
1. Sacrificios de acción de gracias o de comunión. Los sacerdotes recibían el pecho y la paletilla del animal. Podían ser comidos fuera del Templo, siempre en lugar puro, bien por los sacerdotes o por sus familias. Y surgía de nuevo la picaresca: la carne era vendida, a escondidas, al mejor postor. Se daba la paradoja de que el dueño del animal sacrificado en acción de gracias terminaba comprando parte del mismo.
2. Holocaustos. Los animales eran quemados totalmente. Sólo las pieles reportaban dinero a los sacerdotes. Según Filón, «mucho dinero».
Ofrendas extraordinarias
Además del río de dinero que suponía lo anteriormente mencionado, los sacerdotes percibían otros ingresos en concepto de sacrificios privados u ocasionales. Estas ofrendas eran de muchas clases. Alguien, por ejemplo, acosado por una enfermedad propia o ajena, acudía al Templo y se ofrecía a sí mismo, a cambio de la curación. Este gesto significaba dinero. El que se «consagraba» pagaba. Después, para «ser rescatado» (tanto si se producía la curación como si no), los sacerdotes fijaban la «liberación» en cincuenta siclos (doscientos denarios de plata) en el caso del varón y treinta para la mujer.
El ciudadano podía «consagrar» al Templo cualquiera de sus esclavos o pertenencias. Todo tenía un precio.
En el caso del anatema (ofrenda votiva sin posibilidad de «rescate»), la situación era más delicada. El que hacía anatema ofrecía a Yavé, sin más. Por agradecimiento (a cambio de un favor recibido o por cualquier otra razón de índole personal), el individuo donaba personas o cosas (tierras, casas, etc.) a su Dios. Es decir, a los sacerdotes. Esos bienes entraban a formar parte del patrimonio de las diferentes familias sacerdotales. Todo un negocio.
También la restitución de lo robado, o adquirido ilícitamente, si no existía la posibilidad de devolución a su legítimo dueño, pasaba al clan sacerdotal.
Pecados
Si alguien suponía que había cometido una falta, el camino indicado por la ley era presentarse en el Templo y «lavar» el error con el correspondiente sacrificio. En otras palabras: más dinero… Como ya mencioné, «curar» y «perdonar los pecados» eran lo mismo. Por eso Jesús de Nazaret fue odiado por los sacerdotes desde el primer momento de su vida de predicación. Jesús perdonaba los pecados (curaba) sin cobrar dinero. ¡Intolerable!
Diáspora
El dinero procedente de los judíos que residían fuera de Israel resulta difícil de calcular. Ésa fue, probablemente, una de las fuentes de ingresos más importantes en aquel tiempo. El dinero entraba directamente en el Templo.
Impuestos religiosos
Destinados «oficialmente» al mantenimiento del culto. El más famoso era el didracma o «medio siclo». Debía ser abonado anualmente por todo varón judío mayor de veinte años. Cada comunidad se ocupaba de cobrarlo, casi siempre en el mes de adar (febrero-marzo), enviando la recaudación al Templo. Ascendía a más de cuatrocientos mil denarios. A este impuesto se añadían otros de menor cuantía, como el destinado a la compra de leña para el altar de los holocaustos.
Donaciones voluntarias
En el Templo, en tiempos del Maestro, se contabilizaban trece cofres o cepillos en los que se depositaban toda clase de monedas. Tenían bocas en forma de trompeta para evitar robos. A estas donaciones había que añadir el oro, la plata, las maderas nobles, etc., que regalaban judíos y gentiles. Era normal ofrecer racimos de oro que se añadían a la viña de oro situada sobre la puerta del Templo. Alejandro de Alejandría, por ejemplo, donó el oro y la plata necesarios para bañar las puertas del atrio exterior, según Josefo.
En suma, los ingresos de los sacerdotes —por todos los conceptos— podían superar los diez mil talentos al año (un talento eran 14 400 denarios, más de ciento cuarenta millones de dólares). (N. del m.) <<
[108] En los barrancos de Mampsis, Arad y Ziph, las temperaturas nocturnas, entre noviembre y marzo, pueden descender por debajo de los cinco grados bajo cero. (N. del m.) <<
[109] Entre las hairéseis u «opciones» mesiánicas en la época de Jesús, cada una con sus variantes, podemos distinguir las siguientes:
1. Sacerdotes y levitas: creían en un Mesías eminentemente religioso que, tras la eliminación de los paganos, haría posible la observancia integral de la ley y la pureza del culto.
2. Escribas y doctores de la ley: hacían mil cabalas y combinaciones con los textos bíblicos y las profecías o supuestas profecías, buscando detalles que aclarasen la llegada del Mesías.
3. Saduceos: eran los más reacios. No creían en los profetas. El Mesías podía poner en grave peligro su beneficiosa relación económica con Roma.
4. Zelotas: veían con buenos ojos a un Mesías político y libertador del dominio extranjero, en cualquiera de sus modalidades. Se lanzaron a la guerra de guerrillas, preparando así el camino del futuro rey.
5. Esenios: creían en un Mesías triple: profeta, rey y sacerdote.
6. Fariseos: el Mesías ocuparía el vacante trono de David. La tendencia era parecida a la de los sacerdotes. Tras la fracasada rebelión macabea (167 a. J. C.), los «piadosos o separados» prescindieron de la idea de un Mesías humano que restituyera la vieja gloria de Israel y volvieron los ojos hacia Yavé, el único capaz de cambiar el rumbo de la nación. Yavé terminaría con los impíos y restablecería el rigor y la pureza en el culto.
A estas «opciones», como las llama Flavio Josefo, había que sumar las de los apocalípticos, los legalistas, los helenizantes, los ascetas y los gnósticos, entre otros. (N. del m.) <<
[110] En el libro segundo de los Reyes (capítulo 2) se cuenta que el profeta Elias fue arrebatado a los cielos por un extraño «carro de fuego con caballos de fuego». Sucedió en el río Jordán: «… Cincuenta hombres de la comunidad de los profetas (posiblemente de Jericó o la comarca) vinieron y se quedaron enfrente, a cierta distancia; ellos dos (Elias y su discípulo Eliseo) se detuvieron junto al Jordán. Tomó Elias su manto, lo enrolló y golpeó las aguas, que se dividieron de un lado y de otro, y pasaron ambos a pie enjuto. Cuando hubieron pasado, dijo Elias a Eliseo: "Pídeme lo que quieras que haga por ti antes de ser arrebatado de tu lado." Dijo Eliseo: "Que tenga dos partes en tu espíritu." Le dijo: "Pides una cosa difícil; si alcanzas a verme cuando sea llevado de tu lado, lo tendrás; si no, no lo tendrás." Iban caminando mientras hablaban, cuando un carro de fuego con caballos de fuego se interpuso entre ellos, y Elias subió al cielo en el torbellino… Y no lo vio más». (N. del m.) <<
[111] Entre los numerosos falsos mesías han destacado tres. Fueron capaces de movilizar a miles de personas. Uno de ellos apareció en el año 35 de nuestra era (cinco años después de la muerte del Maestro). Ya fue mencionado en este diario. Se trataba de un samaritano, un kuteo, que dijo saber dónde estaban enterrados los vasos sagrados de Moisés. Convocó a una multitud en el monte Gerizím. Poncio disolvió a la muchedumbre, provocando una carnicería. El incidente supuso una nueva denuncia contra el célebre gobernador romano, que tuvo que viajar a Roma para dar cuentas.
El segundo «mesías» se llamó Teudas (44 a 46 d. J. C.). También convenció a miles de judíos (Antigüedades, XX, 5). Los condujo al río Jordán y prometió separar las aguas, como había hecho Josué con el arca de la Alianza y, posteriormente, el profeta Elias. El fracaso fue estrepitoso. Fado, procurador romano, envió un destacamento de caballería y mató a muchos. Teudas fue capturado y decapitado. La cabeza fue llevada a Jerusalén. Yehohanan, en otras circunstancias, sufrió el mismo castigo. Lucas, el evangelista, habla también de un falso profeta —Teudas—, aunque no se tiene la certeza de que sea el mismo que refiere Josefo (véase Hechos de los Apóstoles 5, 36).
El tercer «mesías» fue un egipcio. Así lo narra Flavio Josefo en sus libros Antigüedades (XVIII y XX) y Guerras (II). El falso profeta reunió a más de seis mil hombres, mujeres y niños en el desierto. Desde allí los llevó a lo alto del monte de los Olivos. Prometió que haría caer las murallas de Jerusalén. El suceso ocurrió entre los años 52 y 60 después de Cristo. Obviamente, las murallas siguieron en su lugar…
A estos «mesías» habría que sumar Judas de Galilea, Simón de Perea (esclavo de Herodes), Atronges (pastor de la Judea), Menahemo (nieto de Judas el Galileo) y Bar Coqueba, entre otros. (N. del m.) <<
[112] La confusión de las religiones, en especial de la Iglesia católica, llega al extremo de celebrar la fiesta de «Cristo Rey». Dicha festividad fue instituida por el papa Pío XI en 1925 para celebrar «la realeza mesiánica de Jesús». Como se ha dicho, Jesús no fue «Cristo» (mesías) ni tampoco rey. (N. del m.) <<
[113] La rigurosa ley mosaica establecía un orden, incluso, entre las aguas que servían para la purificación ritual. El tratado miqwaot es elocuente en este sentido (miqwaot: baños por los que alguien obtiene la purificación o liberación de algún tipo de impureza). Las aguas, según este tratado, aparecían clasificadas en seis órdenes (de menor a mayor pureza): aljibe, charca, piscina de baños rituales, fuente, aguas «golpeadas» y manaderas. La piscina, para ser «pura», debía contar con un mínimo de cuarenta seás (alrededor de 656 litros). Entendían por aguas «golpeadas» las saladas o termales, como refiere «Pará», otro tratado de la Misná. Las «golpeadas» no eran potables. Tampoco servían las llamadas «aguas engañosas» o intermitentes (las que «engañan o dejan de fluir, al menos una vez cada siete años»; si desaparecían por causa de la guerra o de una sequía, entonces sí eran «puras»). Las manaderas o aguas vivas eran las más «puras». En ellas podían sumergirse los hombres que sufrían blenorrea. Con este tipo de aguas se llevaba a cabo la aspersión de los leprosos. Todo estaba previsto por los meticulosos judíos: desde la conducción del agua (para no hacerla impura) hasta las cosas u objetos que podían adherirse a la piel del que se bañaba, pasando por los líquidos que cambian el color del agua. No todos los ríos servían. El Jordán, por ejemplo, o el Yarmuck, en el norte del valle, no eran «puros» (arrastraban fango: aguas inservibles para la purificación). Los afluentes sí eran «puros», siempre que sus aguas corriesen. Lo mismo ocurría con los arroyos (estaba autorizada la inmersión, al margen del volumen o el caudal de las aguas). Cualquier mar era considerado «piscina de inmersión», ya que está escrito: «A la congregación de las aguas llamó mares» (Génesis 1, 10). (N. del m.) <<
[114] La fóvea (fosa en el centro de la retina) proporciona la agudeza visual. Si aparece alterada —caso del albinismo ocular—, la citada agudeza disminuye, el ojo se ve afectado por la luz y no puede procesar las imágenes agudas o muy luminosas. En el albinismo ocular, los nervios que se dirigen al cerebro no siguen el «camino» habitual. Pero, para confirmar esta anomalía, deberíamos someter al Anunciador a un examen específico (visually evoked potential), algo, obviamente, muy poco probable. (N. del m.) <<
[115] Al margen de los Evangelios canónicos —de escasa credibilidad, como he podido demostrar a lo largo de este diario—, el único testimonio medianamente fiable corresponde al historiador judío romanizado Flavio Josefo (véase su libro Antigüedades de los judíos, XVIII). En dicho texto se menciona a Yehohanan, aunque las razones del encarcelamiento no coinciden con las de los evangelistas. Para Josefo fue un problema político. La alusión al Bautista, sin embargo, es de origen dudoso. Para autores como Herrmann se trataría de una interpolación posterior, «fabricada» por los cristianos. Otros críticos como Bilde y Meier opinan lo contrario. Desde mi modesto parecer, comparto la opinión de Herrmann. Las 172 palabras griegas que integran el supuesto testimonio de Josefo sobre el Anunciador podrían corresponder a una versión medieval de la referida obra, tal y como ocurrió con la llamada «versión eslava» (rusa, en realidad) de La guerra judía, también de Flavio Josefo. (N. del m.) <<
[116] Las retorcidas leyes judías declaraban impuro a un hombre que, voluntaria o involuntariamente, tuviera una eyaculación, al margen de la cantidad de semen vertido. En el caso de una litera, si el individuo dormía en cualquiera de los lechos superiores, podía contaminar al que se hallaba de bajo. Si quien dormía en este tipo de cama era una mujer, la situación se complicaba. La menstruación —según el tratado nidá— hacía impura a la mujer durante siete días. En ese período de tiempo quedaba prohibido el trato conyugal. Cualquier persona u objeto que fueran manchados por una menstruante resultaban igualmente contaminados. «Si tres mujeres han estado durmiendo en una misma cama —dice la Misná— y se encuentra sangre debajo de ellas, todas son consideradas impuras». Las literas, para los judíos muy religiosos, «eran un invento de Satanás». Las mujeres, sobre todo, tenían terminantemente prohibido dormir en ellas. El pueblo, sin embargo, no prestaba demasiada atención a dicha normativa. (N. del m.) <<
[117] En aquel tiempo, un denario de plata (patrón monetario) equivalía a 24 ases o 128 leptas (seis sestercios). (N. del m.) <<
[118] Amplia información en Saldan. Caballo de Troya 3. (N. del a.) <<
[119] El 10 del mes de tišri (septiembre), el pueblo judío conmemoraba una antiquísima fiesta, cuyos orígenes se remontaban a los tiempos de Aarón, hermano mayor de Moisés y sumo sacerdote. Dos de los hijos de Aarón, también sacerdotes, habían penetrado en la Tienda de la Reunión (lugar en el que se presentaba Yavé) sin previo aviso, y fueron fulminados por Yavé (!). Esta «inadvertencia» o «pecado involuntario» dio lugar a un ritual, ordenado por Dios y que aparece en el Levítico (16). Una vez al año, Aarón debía sacrificar un novillo, y ofrecerlo a Yavé por sus pecados. Después tomaba dos machos cabríos. Uno era destinado a Yavé y el segundo al pueblo. El sumo sacerdote degollaba el que había caído en suerte a Dios y mezclaba su sangre con la del novillo. Después imponía las manos sobre el segundo carnero y trasvasaba los pecados del pueblo al animal. El macho cabrío era conducido entonces a unos veinte kilómetros de Jerusalén, al desierto de Judá, y allí, solemnemente despeñado. La muerte era comunicada al Templo y proseguía la fiesta: el pueblo había sido purificado de sus culpas —voluntarias o involuntarias— y retornaba a sus casas con la alegría y la satisfacción del que «empieza de cero». Así lo ordenaba Yavé: «Ésta será para todos ley perpetua; el séptimo mes, el día diez del mes, mortificaréis vuestras personas y no haréis trabajo alguno, ni el indígena ni el extranjero que habita en medio de vosotros; porque ese día se hará la expiación por vosotros para que os purifiquéis y seáis purificados ante Yavé de todos vuestros pecados».
Esta ceremonia, de gran trascendencia para el pueblo judío, sólo podía llevarla a cabo el sumo sacerdote. La noche anterior permanecía en vela, cuidando muy especialmente de no transgredir las leyes de la pureza. Vestía una túnica blanca que cambiaba varias veces durante el largo y complejo ceremonial, se bañaba cinco veces y se lavaba manos y pies en otras diez ocasiones. Era el único día en el que tenía acceso al Santo de los Santos o Santísimo, en el que se suponía que habitaba Yavé. Entraba tres veces. En la primera ofrecía incienso. Salía y el pueblo respiraba aliviado. En la segunda rociaba el aposento con la sangre del novillo (en tiempos de Jesús, el citado Santo de los Santos estaba vacío; el arca de la Alianza había desaparecido). «No debía demorarse, para no inquietar al pueblo». En la tercera entrada rociaba de nuevo el lugar con la sangre del macho cabrío destinado a Dios. A continuación regresaba junto a la muchedumbre e imponía las manos sobre el segundo macho cabrío. Una vez declarados los pecados del pueblo (?), el animal —que recibía el nombre de Azazel— era conducido al desierto. Después de la confesión de cada pecado, el sumo sacerdote pronunciaba el nombre de Yavé, el célebre tetragrámaton («YHWH» o «JHVH»). Ésa era también la única ocasión en la que podía pronunciarse dicho nombre. Los judíos estaban autorizados a escribirlo, pero no a decirlo. En su lugar utilizaban sinónimos o toda suerte de circunloquios. El Santo o el Bendito eran los más frecuentes.
El día del Yom Kippur o de la Expiación, el ayuno era absoluto. Nadie trabajaba ni desarrollaba actividad alguna. Era, con seguridad, el día más severo del año, en el que se perdonaban los pecados del hombre hacia Dios. Con el paso del tiempo, el Día del Perdón fue modificando su esencia y los judíos empezaron a perdonar también los pecados de los hombres contra sus semejantes. El día era dedicado al rezo en las sinagogas y en el Templo. Sólo los enfermos estaban disculpados del obligado ayuno y de las correspondientes visitas a los lugares de culto. También era el día de las visitas a las tumbas de rabinos y familiares. A diferencia de los romanos, los judíos, en aquel tiempo, no depositaban flores en dichas tumbas. (N. del m.) <<
[120] A lo largo de la semana de las Tiendas, consumado el sacrificio diario, cuando los levitas entonaban los versículos 25 a 29 del Salmo 118, la multitud se ponía en pie y agitaba las palmas y el etrog, proclamando la palabra hosanna. En esta celebración nace la bendición de las palmas que llevan a cabo los cristianos. Todas las mañanas salían del Templo dos procesiones sacerdotales. Una se dirigía a las afueras de Jerusalén y procedía a la recogida de ramas para la confección del lulav. La segunda marchaba al estanque o piscina de Siloé, al sur de la Ciudad Santa. Recogían agua y la transportaban hasta el altar. Desde allí la derramaban por los peldaños del Templo, simbolizando que la fe judía daría satisfacción al mundo, de la misma manera que el agua rodaba hasta el exterior. El pueblo se aproximaba al altar y daba una vuelta a su alrededor durante los seis primeros días de la fiesta. El séptimo y último lo hacía siete veces, en recuerdo del ritual practicado por Josué antes de la destrucción de Jericó. Sólo los varones podían caminar alrededor del altar. Toda Jerusalén era iluminada, en especial, el atrio de las mujeres, en el que situaban cuatro grandes candelabros con los tazones llenos de aceite. La gente danzaba y cantaba, y los sabios tenían por costumbre hacer malabarismos con antorchas encendidas, entre las risas de la gente sencilla. La luz de los fuegos era la viva representación de la revelación y de la verdad de la religión judía, manifestadas por Yavé en el Sinaí. (N. del m.) <<
[121] Amplia información en Cesarea. Caballo de Troya 5. (N. del a.) <<
[122] En el yam, en los tiempos del Maestro, existían hermandades o asociaciones de pescadores y marinos, exactamente igual que en el Imperio romano y en las vecinas Grecia, Egipto o Fenicia. Una de ellas, denominada «Ah Tiberias» («Hermanos de Tiberíades»), controlaba minuciosamente los períodos de pesca, sancionando a los que violaban las normas y los «paros biológicos». Era una especie de «sindicato» que decidía cuándo pescar o cuándo dedicarse al transporte de mercancías. Todos, en el lago, respetaban lo establecido por los Ah, como llamaban popularmente a dicha asociación (Ah, en arameo, significa «hermano o compañero»). Junto a los Ah se hallaban otros grupos o «cooperativas» —menos numerosos— que competían con los primeros. Eran controlados por Antipas, el tetrarca, y por sociedades mixtas, integradas por judíos (generalmente sacerdotes y saduceos ricos) y extranjeros. Aunque la ley prohibía este tipo de asociación con paganos, el dinero era el dinero…
Durante las fiestas judías, ningún extranjero podía pescar con embarcaciones. Sólo estaban autorizadas las cañas y las trampas. Esto desembocaba en innumerables litigios.
Cada grupo o asociación obligaba a sus «socios» a pagar determinadas cuotas semanales, tanto en dinero como en especie, sufragando con ello los accidentes o pérdidas de barcos. La negligencia o el descuido no justificaban el pago de una nueva embarcación. Los «sindicatos», además, eran los que fijaban los precios del pescado y del transporte. (N. del m.) <<
[123] La referencia del profeta Ezequiel (27, 3) sobre las maderas que servían para la construcción de barcos no parece muy correcta. Las quillas no se hacían de ciprés, ni los mástiles de cedro. Tampoco los remos se fabricaban con encina, ni los bancos con la madera del boj. Lo habitual era construir con roble y pino (especialmente, el pinea o piñonero). El roble dispone de una considerable dureza y de una estimable resistencia al agua (una vez en el agua, la resistencia se multiplica). En tiempos de Jesús sabían que el roble era la madera adecuada para introducir «tirafondos». Una vez en el interior resultaba muy difícil la extracción. El pino, por su parte, muy abundante, resultaba tan útil como barato. Sus altos contenidos resinosos convertían la madera en ideal para luchar contra la intemperie. En los astilleros se trabajaba también con sauce (muy estable y con gran docilidad a la hora de curvarse), aliso (madera muy recomendada para permanecer bajo el agua), teca (de gran estabilidad y aconsejada por los carpinteros de ribera para todas las piezas que exigían resistencia y estabilidad, en especial las cubiertas), olmo (muy duradera bajo el agua) e iroko, un árbol importado de África, similar a la teca pero más económico. Sólo cuando el comprador lo exigía se trabajaba con maderas nobles, como el cedro. La tala y el transporte, generalmente del norte, encarecían sensiblemente el precio final del barco. El entablamiento de algunas embarcaciones de pesca era fabricado con este tipo de madera, procedente casi siempre de los macizos del Hermón. (N. del m.) <<
[124] Uno de los peores «enemigos» de los pescadores y marineros del mar de Tiberíades era el teredo, del género de los lamelibranquios, que prolifera en aguas de escasa salinidad. Se encuentra repartido por todos los mares. Son los responsables de la carcoma de los buques. Los huevos se transforman en larvas velígeras que se fijan a la madera y la devoran. La larva se introduce perpendicularmente a la veta de la madera, y gira y taladra según el sentido de dicha veta. La madera termina desapareciendo. El enterramiento o la protección con asfalto, etc., era la única solución. (N. del m.) <<
[125] En el siglo XX se ha podido comprobar que una carga de postes libera, en cuestión de dos o tres días, hasta veintitrés mil litros de agua. Para ello se hace pasar la madera por un tanque en el que se inyecta una corriente de aceite a 93 grados. En la época de Jesús, los constructores de barcos aceleraban el secado sumergiendo los troncos o las tablas en depósitos o piscinas de agua que calentaban a una temperatura «soportable por el cuerpo humano» (alrededor de 30 o 40 grados). En dos semanas, la madera perdía una notable cantidad de agua, aunque disminuía su resistencia. (N. del m.) <<
[126] Medida existente entre los dedos pulgar y meñique de la mano de un varón (aproximadamente, dieciocho centímetros). (N. del m.) <<
[127] A la hora de elaborar la liga, Yu era partidario del muérdago, viburno y corteza de acebo. Tras hervir la mezcla, se procedía al majado. La pulpa resultante era expuesta a la intemperie durante un par de semanas, y así se lograba una putrefacción homogénea. La buena liga —según el asiático— debía ser tan verde como agria. El calafateador jefe la probaba siempre antes de utilizarla. Otros preferían majar los materiales y, tras diluir la pasta en un poco de agua, la masticaban, acelerando el proceso mediante la acción de los fermentos de la saliva. Después se dejaba reposar, humedeciéndola antes de impregnar los hilos de lino o cáñamo que daban forma a la estopa. (N. del m.) <<
[128] Durante nuestra estancia en el mar de Tiberíades detectamos numerosos tipos de algas. La peridinium westii era la más abundante. Se trata de un ejemplar esférico protozoario, del grupo de las «brillantes» (pirofita). En enero se multiplica con gran rapidez, y llega a las 3300 unidades por centímetro cúbico entre febrero y abril. Un par de flagelos le proporcionan una estimable velocidad, y puede moverse en vertical u horizontal. El diámetro medio es de entre cuarenta y setenta micrones, aunque localizamos colonias de 125. Su principal alimento es el nitrógeno y el fósforo. Con ello consigue una notable masa orgánica que termina dificultando la navegación y las faenas de pesca (en una de las primaveras calculamos una biomasa superior a las veinte mil toneladas). Con el alba asciende a la superficie y ocupa una lámina de hasta cuatro metros de espesor. A primera hora de la tarde, desciende, y duerme a entre cinco y siete metros de profundidad. En junio, con el aumento de la temperatura, la peridinium muere. (N. del m.) <<
[129] Kongzi o Kongfuzi (Confucio para los occidentales) vivió entre el 552 y el 479 antes de Cristo. Fue el fundador de la doctrina conocida como «confucianismo», una corriente ético-social que nada tuvo que ver, inicialmente, con la religión. Lo poco que sabemos sobre Confucio se debe a lo escrito por la segunda generación de sus discípulos en el texto que recibe el nombre de Lunyu. Se supone que, al final de su vida, trabajó para el gobierno pero, desencantado, terminó exiliándose. Vivió errante durante trece años.
Según los citados discípulos, Confucio defendía el honor, el orden y la cultura como los valores máximos a los que puede aspirar el ser humano. Al estudiar, reflexionar y cultivar su propia persona, el hombre se transforma en sabio, y expande a su alrededor un principio que beneficia a todas las criaturas. Este orden supremo y magnífico —según el «confucianismo»— descendía de los cielos. Por eso el emperador debía ser una fuente de inspiración para sus subditos.
Lao-Tse, anterior a Confucio, defendía la renuncia total del hombre frente a las riquezas o el poder. El destino estaba trazado. Todo debía seguir su curso, sin alteración. El tao, entre otros principios, enseña que la solidaridad del hombre con la naturaleza es prioritaria. El tao transforma el universo en el juego eterno del yin (oscuro y frío) y del yang (luminoso y cálido). (N. del m.) <<
[130] Durante ese período me hice «experto» en toda suerte de ligas, pinturas, protectores contra la carcoma, tintes y barnices en general. El pegamento más utilizado era un engrudo fabricado con la harina de trigo estropeada. Una vez disuelta en agua se calentaba hasta el punto de ebullición, y se añadían pequeñas cantidades de esencia de trementina, una resina que se obtenía de los pinos y abetos. El resultado era asombroso. También fabricábamos una pasta especial que se aplicaba a rendijas y juntas, lo que evitaba que la madera fuera atacada por roedores e insectos. El fenicio mezclaba vidrio molido con brea y pelo de vaca. Ni una sola rata invadía las embarcaciones. Las maderas y los metales eran protegidos con un líquido que el maestro destilaba del alquitrán natural, llegado del mar Muerto. Las superficies quedaban brillantes, y destellaban con el agua y el sol. Nadie conocía la fórmula exacta. Las embarcaciones construidas en el astillero de los Zebedeo se distinguían, entre otras características, por el or o «luz» que emitían, consecuencia, justamente, de la habilidad del viejo maestro. El único capítulo en el que no permitía ayuda alguna era el de las pinturas. Sólo él conocía los ingredientes para la obtención de los deslumbrantes blancos o de los rojos fuego. (N. del m.) <<
[131] Como he mencionado en este diario, las llamadas al culto, incluido el anuncio del shabbat, se hacían al toque de sofar o de trompeta. El cuerno sonaba el primer día de Año Nuevo, y las trompetas en las jornadas de ayuno. (N. del m.) <<
[132] Los judíos muy religiosos mantenían esta actitud a lo largo de todo el sábado. Cada vez que salían a la calle lo hacían corriendo, tratando de demostrar su celo por Yavé. En el sábado, como se sabe, estaba ordenado el más absoluto reposo. Cuando pisaban la calle era porque, supuestamente, se dirigían a la sinagoga. De ahí que corrieran o caminaran a paso ligero. En muchas ocasiones, sólo se trataba de una postura falsa e hipócrita. (N. del m.) <<
[133] Los rabinos y expertos en la Ley buscaban siempre una justificación para cualquiera de sus acciones o movimientos. La separación de las mujeres en las sinagogas arrancaba de un texto del profeta Zacarías (12, 11-14) en el que, hablando de las lamentaciones de Israel, explica que las mujeres deben lamentarse aparte. El texto «sagrado» lo repite cinco veces: «Cada familia aparte y sus mujeres aparte». Los judíos interpretaron al pie de la letra este pasaje, no consintiendo que las mujeres formaran parte del ritual o de los tribunales que se constituían en las citadas sinagogas. Esta actitud fue heredada después por los cristianos. (N. del m.) <<
[134] Aunque los especialistas no se ponen de acuerdo, la opinión más extendida es que el origen de las sinagogas habría que buscarlo en la época de Babilonia, durante el exilio de los judíos (año 587 antes de Cristo). Alrededor de cuatro mil familias fueron arrancadas de Israel, y el Primer Templo de Salomón, en Jerusalén, totalmente arrasado y saqueado por Nebuzardán, capitán de los ejércitos de Nabucodonosor. Fue en esos años de destierro, al carecer del Templo, cuando los judíos se plantearon la necesidad de seguir reuniéndose, tanto para rezar y estudiar la Ley como para sostener el sentido de nación y contrarrestar el paganismo que los estaba invadiendo. Así, probablemente, nació el kahal (sinagoga es una palabra griega). Los indicios en los libros de Esdras y Nehemías son elocuentes. Algunos pretenden que fue Moisés el primero que dio forma a una sinagoga, y que estableció, incluso, la plegaria que debía recitarse (Éxodo 18, 20). Filón y Flavio Josefo también son de esta opinión. Lo cierto es que la sinagoga surgió como una clara defensa contra la amenaza babilónica, con el objetivo clave de mantener la instrucción de la Torá o Ley mosaica. El resto —culto, tribunales, reuniones políticas, etc—. era secundario, al menos en los primeros tiempos.
Las sinagogas eran también los lugares habituales donde se impartía la enseñanza en general. Eran las escuelas, tal y como las entendemos en la actualidad. Uno de los empleados o funcionarios —el hazán— se ocupaba de ello.
Todos los pueblos y ciudades en los que pudieran vivir un mínimo de diez hombres (varones) «piadosos e interesados en los asuntos divinos» (los llamados batlanim) debían contar con una sinagoga. El número de diez procedía, al parecer, de la Biblia (Números 14, 27), donde se cita a los espías que trajeron un informe negativo (diez hombres, una vez descartados Josué y Caleb). En muchas poblaciones se contrataban los servicios de diez hombres en paro para que formaran el mnyn o número mínimo necesario para la constitución de la asamblea religiosa. Llegué a conocer habituales del mnyn que asistían a diario a los oficios sinagogales. Todos los días tenía lugar una ceremonia, aunque las jornadas más importantes eran las del shabbat y las del lunes y jueves (días de mercado semanal y de reunión de los tribunales locales de justicia). El fanatismo de los ortodoxos llegaba al extremo de contar a los varones antes de iniciar una sesión. E invocaban a Isaías (50, 2) y a Jeremías (12, 4), amenazando con la cólera de Dios si no lograban reunir el mnyn. «Si el Eterno ve a menos de diez hombres reunidos, se enciende su ira, como está escrito: "¿Por qué cuando he venido no había nadie?"». Para los muy religiosos, la oración sólo tenía valor si se practicaba en la sinagoga. Si alguien dejaba de frecuentarla, Yavé pedía cuentas. Si un judío no acudía al kahal, los vecinos podían calificarlo de «malvado», propiciando así el rechazo social e, incluso, el exilio. (N. del m.) <<
[135] El limosnero, según la tradición, tenía que ser israelita de ascendencia pura, sin mezcla de otras razas. Era el responsable de las diferentes recaudaciones, tanto en dinero como en especie, todas depositadas en la sinagoga y controladas por el archisinagogo. Existía un cestillo o cupa para las limosnas semanales, que, en teoría, era destinado a los pobres del lugar, y la bandeja o tmhwy, en la que los fieles entregaban toda clase de productos, especialmente comida. La bandeja estaba destinada, sobre todo, a los extranjeros sin recursos económicos. Quien tuviera dinero para dos comidas al día no podía echar mano de la bandeja. (N. del m.) <<
[136] Las Šemoneh constan de diecinueve berakot o bendiciones. En las primeras alaban la omnipotencia y la gracia de Yavé. En las centrales aparecen las súplicas y las peticiones de conocimiento, arrepentimiento, perdón, liberación del mal, salud y buenas cosechas. Finalmente se solicita la restauración de la soberanía nacional judía, la reunión de los dispersos, la destrucción de los impíos (en aquel tiempo de Roma), el premio de los justos y el envío del Mesías libertador. Años después, hacia el 70-100 d. J. C., quedaron reducidas a dieciocho. (N. del m.) <<
[137] Amplia información en Jerusalén. Caballo de Troya 1. (N. del a.) <<
[138] La palabra hebrea «torá», como ya referí, significa «enseñanza, guía o instrucción». En aquel tiempo abarcaba tres grandes capítulos: el Pentateuco, la ley oral o misná y el resto de la literatura religiosa judía. (N. del m.) <<
[139] El meturgeman o traductor era otro personaje importante en el mundo de las sinagogas. Era imposible llevar a cabo la lectura de la Ley o de los Profetas si no se hallaba presente. El hebreo sagrado dejó de utilizarse entre el pueblo, y fue sustituido por el arameo. Sólo era obligatorio en las recitaciones escolares y en las referidas lecturas de la Ley. A las escuelas sólo acudía una minoría. De ahí que no fuera comprendido por la generalidad del pueblo judío. Es posible que la costumbre de hacer targum naciera con la vuelta de Babilonia. Así lo deducen los expertos al leer el capítulo 8 de Nehemías. Cuando Esdras leyó la Ley, y el pueblo respondió con el «amén», los levitas leyeron en el libro de la Ley de Dios «con claridad y precisando el sentido, de suerte que entendieran la lectura». Todo estaba previsto por los escribas y doctores: la Ley sólo podía ser traducida versículo a versículo (los Profetas de tres en tres versículos) y nunca leída (sólo memorizada). Si el lector cometía un error, el hazán lo rectificaba. Y lo mismo sucedía con el traductor. Si el pasaje en cuestión provocaba extrañeza, escándalo o la risa de la congregación, el ministro detenía la lectura o el targum. Según las prescripciones rabínicas, la Ley o Torá sólo podía ser leída, nunca recitada de memoria (al contrario de las traducciones). Esto obedecía al siguiente principio: la Biblia es inmutable y sagrada, es la palabra de Dios. Nadie debe modificarla, ni siquiera de forma involuntaria. Ninguna traducción, ni la más fiel y esmerada, es comparable con la categoría de la palabra de Dios. Toda traducción —decían— lleva consigo el carácter de provisionalidad. El targum no es definitivo. La Torá, sí. Por eso se traducía de memoria y sin mirar el libro. Por eso las traducciones escritas eran repudiadas por los más religiosos y puristas. Ninguna traducción era capaz de aproximarse a las «setenta caras de la Biblia» y, mucho menos, a la sutileza y la sabiduría de sus textos. Así argumentaban los rabinos, con cierta razón. (N. del m.) <<
[140] A lo largo del período de predicación de Jesús de Nazaret —casi cuatro años—, quien esto escribe tuvo la oportunidad de asistir a diferentes ceremonias religiosas en las sinagogas judías. La «lección final» contemplaba dos posibilidades: «hacer maftir» o «hacer amora». La primera versión consistía en un discurso directo, al alcance del pueblo. En la segunda, el maestro o rabí susurraba su lección al oído de un amora y éste, a su vez, como un traductor, con palabras sencillas, trasladaba a la congregación los complejos y laberínticos postulados del predicador. Era la única forma de que el pueblo entendiera los planteamientos doctrinales de los sabios. Jesús siempre utilizó la primera técnica: «hacer maftir» o enseñar con palabras «luminosas». (N. del m.) <<
[141] Si el mayor la dejó en la ínsula para no llevarla a la sinagoga, ¿de dónde carajo salió la «vara de Moisés»? (N. de un lector.) <<
[142] El libro del Éxodo (31, 12-17) dice textualmente: «Habló Yavé a Moisés diciendo: "Habla tú a los israelitas y diles: 'No dejéis de guardar mis sábados; porque el sábado es una señal entre yo y vosotros, de generación en generación, para que sepáis que yo, Yavé, soy el que os santifico. Guardad el sábado, porque es sagrado para vosotros. El que lo profane morirá. Todo el que haga algún trabajo en él será exterminado de en medio de su pueblo. Seis días se trabajará; pero el día séptimo será día de descanso completo, consagrado a Yavé. Todo aquel que trabaje en sábado morirá. Los israelitas guardarán el sábado celebrándolo de generación en generación como alianza perpetua. Será entre yo y los israelitas una señal perpetua; pues en seis días hizo Yavé los cielos y la tierra, y el séptimo día descansó y tomó respiro"». También los esclavos, extranjeros al servicio de los judíos y toda clase de animales se hallaban exentos de la obligación de trabajar en shabbat. Esto provocaba situaciones complejas que desembocaban en interminables discusiones entre los doctores de la Ley. Por ejemplo: ¿qué sucedía si una gallina ponía huevos en la festividad del sábado? ¿Era culpable? Sin comentarios… (N. del m.) <<
[143] En aquel tiempo, según la ley oral (ketubbot o «documento matrimonial»), el acto sexual o «débito matrimonial», como lo llamaban, se hallaba establecido de la siguiente forma: los obreros debían cumplir una vez a la semana, como mínimo; los escribas y demás estudiosos de la Ley podían ausentarse durante un mes, como máximo; los ociosos estaban obligados a satisfacer a sus mujeres todos los días; los operarios manuales, dos veces por semana; los arrieros, una vez a la semana; los camelleros y burreros, una vez cada treinta días, y los marinos, una vez cada seis meses. Si la esposa se oponía al «débito marital», los ancianos disminuían la dote a razón de siete denarios por semana. Si era el marido el que se oponía, tenía que sumar tres denarios por semana a la mencionada dote. (N. del m.) <<
[144] Para los sabios judíos, Moisés fue el artífice del shabbat. Él lo organizó, proporcionando a la semana su aspecto definitivo. Para ello jugó con la correlación existente entre las letras «sb», que significan «siete» (séba), y «sbt», que quieren decir «parar o cesar» (shabbat). La semana (sb) era, por tanto, un tiempo entre dos sbt o «sábados». Así lo ratifica el profeta Ezequiel en el capítulo 20, versículo 12. (N. del m.) <<
[145] «A las doce», en el lenguaje aeronáutico, equivale «al frente» del piloto. Las «nueve» sería a su izquierda, y las «tres», a la derecha. El resto de las horas marcan las correspondientes posiciones. (N. del m.) <<
[146] En la ceremonia de despedida del shabbat o Havdalá también se procedía a la consagración o «declaración de sagrado» del vino y las especies, generalmente el pan de trigo. Los cristianos, posteriormente, copiaron parte de esta ceremonia, adaptándola a la fórmula mágico-matemática que conocen como Eucaristía. La familia invocaba a Dios, solicitando una semana en paz y con salud e implorando la «pronta vuelta del profeta Elias», anunciador del Mesías, hijo de David. (N. del m.) <<
[147] El texto, en aquel tiempo, continuaba así: «… y reposó el día séptimo de toda la obra que había hecho. Y bendijo el Santo al día séptimo y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho. Bendito sea nuestro Dios, el Rey del mundo que creó el fruto de la vid. Bendito sea nuestro Dios, Rey del mundo que nos santificó con sus preceptos, nos eligió y nos instituyó el sábado con amor y gracia en conmemoración de la creación del mundo. Éste es el primer día de santas convocaciones, en recuerdo de la salida de Egipto. Nos lo diste porque nos elegiste entre los pueblos, nos santificaste y nos hiciste observar el sábado con amor y gracia. Bendito sea el Santo que santifica el sábado». (N. del m.) <<
[148] El capítulo 15 (versículos 32 a 37) dice textualmente: «Cuando los israelitas estaban en el desierto, se encontró a un hombre que andaba buscando leña en día de sábado. Los que lo encontraron buscando leña lo presentaron a Moisés, a Aarón y a toda la comunidad. Lo pusieron bajo custodia, porque no estaba determinado lo que había que hacer con él. Yavé dijo a Moisés: "Que muera ese hombre. Que lo apedree toda la comunidad fuera del campamento." Lo sacó toda la comunidad fuera del campamento y lo apedrearon hasta que murió, según había mandado Yavé a Moisés». (N. del m.) <<
[149] El mayor no aporta ninguna información complementaria sobre la referida palabra. ¿Podría tratarse de hebreo o arameo? Los expertos consultados por el autor no coinciden. La transcripción a letras latinas de los sonidos originales del hebreo o del arameo, al carecer de vocales, no es fácil. ¿Estamos ante un error ortográfico del original, en inglés?: ¿match, en lugar de ma'ch? Algunas de las acepciones corresponden a «semejante, igual o pareja». (N. del a.) <<
[150] Como ya expuse en este diario, en la antigüedad, el valle del río Jordán fue un gran mar al que actualmente llaman Lisán o de la Lengua. Fue en el período del holoceno (hace unos diez mil años) cuando adquirió la forma que hoy conocemos. Posteriormente, al desaparecer, quedaron los yacimientos de sal, caliza y yeso, así como notables acumulaciones de conchas marinas y toda suerte de fósiles. El mar de Tiberíades o yam es uno de los restos, así como el mar Muerto, al sur. (N. del m.) <<
[151] Amplia información sobre los zelotas en Jerusalén. Caballo de Troya 1, Masada. Caballo de Troya 2; Nazaret. Caballo de Troya 4, y Cesarea. Caballo de Troya 5. (N. del a.) <<
[152] Si existe un rey nefasto para los judíos, ése fue Antíoco IV Epífanes. Fue un convencido defensor de la cultura griega y trató de imponerla, por la fuerza, a la nación israelita. En el año 172 a. J. C., siguiendo esta línea de helenización, cambió al sumo sacerdote, sustituyendo a Jasón (nombre griego de Jesús) por Menelao, miembro de una familia proseléucida. Menelao prometió al rey Epífanes que doblaría los impuestos y modificaría las costumbres religiosas de los judíos. Desde entonces, como cuenta el libro segundo de los Macabeos (4, 25), Menelao se comportó con el furor de un tirano cruel y con la ira rabiosa de una fiera. Los judíos no cumplieron las aspiraciones de Menelao y se produjo un hecho inconcebible: los partidarios del sumo sacerdote saquearon el tesoro del Templo. Fue el principio de una serie de rebeliones contra los helenistas. Judíos contra judíos. Epífanes consiguió sofocar los levantamientos y fue más lejos en sus locos proyectos: intentó unificar las etnias de Israel y suprimir las sagradas costumbres religiosas. Prohibió las prácticas del shabbat y los sacrificios, así como la circuncisión y la lectura de los libros. El pueblo, escandalizado, estalló en nuevas revueltas. Pero Antíoco IV estaba decidido a llevar a cabo la gran revolución. Y el 6 de diciembre del año 176 a. J. C. ordenó levantar un altar a Zeus en el corazón del Segundo Templo. Fue la «abominación de la desolación». El intento de Antíoco IV Epífanes de igualar a Yavé con Zeus provocó el desastre final. La población, temerosa, se resignó, pero no así los «celosos por Yavé». Entre éstos se hallaban Matatías y sus cinco hijos. Huyeron a las montañas de Judá y allí formaron guerrillas. Eran los hasidim, hombres celosos y piadosos que se dejaban matar antes de infringir la Ley. A Matatías, muerto en el 166 a. J. C, le sucedió Judas, su hijo, con un ejército de seis mil hombres. Judas recibió el alias de «Martillo» o «Macabeo», por su especial dureza como caudillo. En diciembre del 164 a. J. C, Judas, el Macabeo, logró la purificación del Templo. Así surgió la hanukah o fiesta de las Luces. Antíoco IV Epífanes tuvo que ceder ante la presión de Roma, que terminó aliándose con los sublevados. (N. del m.) <<
[153] Por lo que llegué a verificar, el niño en cuestión sufría la parálisis como consecuencia de una posible falta congénita de fusión de las estructuras internas de la columna vertebral («disrafia espinal»). Una de las formas más graves de este trastorno congénito o de nacimiento es el llamado «meningomielocele», que aparece cuando la médula espinal, las raíces nerviosas (o ambas) emergen a través de los defectos óseos y cutáneos de la región posterior. Además de la parálisis de los miembros inferiores, el pequeño presentaba un déficit neurológico, con pérdida del control intestinal y de vejiga. En aquel tiempo, el meningomielocele era incurable. (N. del m.) <<
[154] Obviamente, la palabra ma'ch no es un error, como había supuesto. (N. del a.) <<
[155] Por los datos que me proporcionó Aba Saúl, es muy posible que la aparición del extraño «hombre» sucediera alrededor del año 1980 a J. C. (N. del m.) <<
[156] En el libro del Génesis (14,17-20) aparece la primera referencia conocida a Melquisedec. Dice textualmente: «Y el rey de Sodoma llegó a recibirlo (a Abraham) cuando volvió de haber castigado a Quedorlaómer y a sus aliados, al valle de Shavé, que es el valle del rey. Y Melquisedec, rey de Salem, trajo pan y vino. Él era sacerdote del Dios Altísimo y lo bendijo, diciendo: "Bendito sea Abram del Altísimo, dueño del cielo y de la tierra, y bendito sea el Altísimo, que ha entregado a tus adversarios en tu mano." Y le dio diezmo de todo».
En el Salmo 110 figura la segunda alusión. Refiriéndose al Mesías, dice: «Tú eres por siempre sacerdote, según el orden de Melquisedec». (N. del m.) <<
[157] Para los doctores de la Ley, el «carro» representaba a Dios. Existían tres definiciones —siempre en hebreo— que hacían alusión a tres modalidades de «carro volante»: el tebel (que era capaz de posarse en tierra firme), el éber («alas», porque se desplazaba como un pájaro) y el samáyim («cielo», que permanecía siempre en lo más alto). Otros sabios preferían el nombre de ofan («rueda»). (N. del m.) <<
[158] Muchos creían que Moisés y el profeta Elias no murieron y que fueron arrebatados por otros tantos paras o «carros de fuego». Melquisedec, según Aba Saúl, desapareció de la misma forma. En la Epístola a los Hebreos, el autor o autores de la misma informan de algo parecido: «En efecto, este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote de Dios Altísimo, que salió al encuentro de Abraham cuando regresaba de la derrota de los reyes y lo bendijo, al cual dio Abraham el diezmo de todo, y cuyo nombre significa, en primer lugar, "rey de justicia" y, además, "rey de Salem", es decir, "rey de paz", sin padre, ni madre, ni genealogía, sin comienzo de días, ni fin de vida, asemejado al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre». Esta versión, coincidente con la de Aba Saúl, tuvo que proceder de una fuente muy remota. Sólo algunos pocos, pertenecientes a la llamada «orden del príncipe o de los melquisedec», se hallaban al corriente del «no nacimiento» y de la «no muerte» del mal'ak o mensajero de Elyon. (N. del m.) <<
[159] Malki Sedeq significa «mi rey justo» (melek es «rey», y tzedeq o tzedec, «justicia»). (N. del m.) <<
[160] La institución de los escribas o doctores de la Ley, también conocidos como sabios (jajamim), era una de las más importantes e influyentes en la vida social y religiosa de Israel. Su cometido era el estudio de la Torá, de las tradiciones paternas (halaká o tradición oral) y la correspondiente aplicación jurídica al día a día. Según el Eclesiástico (38, 25-39, 15), un buen escriba era aquel que dedicaba la mayor parte del tiempo al estudio de la Ley de Moisés, a las sentencias dictadas por los mayores, a las sentencias oscuras y a la enseñanza. No podían cobrar. Esto los obligaba a compaginar estudio y transmisión de la Torá con toda clase de oficios: carpinteros, jornaleros, pescadores, albañiles, felah, refinadores de lino, etc. Existían numerosas escuelas, especialmente en Jerusalén, donde los escribas desarrollaban la interpretación de la Ley, merced a una minuciosa e intrincada casuística. Ese «derecho bíblico» sumó tal cantidad de normas y contradisposiciones que se convirtió en una «alta rama del saber» para los escribas y en una pesadilla para el pueblo. La relación maestro-alumno era sagrada. El rabí tenía preferencia sobre el padre y la madre. En caso de peligro de muerte —decían—, hay que salvar primero al maestro. El padre y la madre te traen al mundo, pero el maestro te proporciona la sabiduría y, sobre todo, te abre las puertas del mundo futuro. El talmíd o alumno estudiaba durante varios años, recibiendo las enseñanzas de forma oral, nunca por escrito. Cuando dominaba todas las materias y el método de la halaká, el talmíd era designado «doctor no ordenado». Entonces se hallaba capacitado para adoptar decisiones personales en materia religiosa o de derecho penal. Era un talmíd hakam. El paso siguiente se registraba a partir de los cuarenta años (edad canónica) y dependiendo de su sabiduría y «diplomacia». Si el rabí o maestro se aliaba con el partido de los fariseos, podía tener más posibilidad de escalar en la categoría de los escribas. No obstante, también el grupo de los saduceos contaba con numerosos representantes de los sabios. (A estas dos sectas me referiré más ampliamente cuando llegue el momento).
Si todo iba bien, a partir de los cuarenta, el rabí era aceptado por la congregación de los escribas como miembro de pleno derecho o hakam (doctor ordenado), y podía participar en los tribunales de justicia, en los debates civiles y en las discusiones religiosas. A partir de ahí, como digo, todo era cuestión de talento y de política…
Muchos eran vanidosos e intratables. Gustaban del título de rabí o «señor», de los primeros puestos en las fiestas o en las reuniones, de las comilonas y del reconocimiento público por las calles. Casi todos, al pasar un rabí, se ponían en pie y saludaban con una inclinación de la cabeza. Eran los depositarios del saber y, muy especialmente, del saber oculto o secreto: el esoterismo de la Torá. Esta tradición esotérica fue, justamente, lo que les proporcionó el poder. Según los escritos rabínicos, «no se deben explicar públicamente las leyes del incesto delante de tres oyentes, ni la historia de la creación del mundo delante de dos, ni la visión del carro delante de uno solo, a no ser que éste sea prudente y de buen sentido» (Hagiga II). Entre ellos existían niveles de secreto. No era lo mismo acceder al misterio del «carro» que a los «círculos» de los nombres de Dios o a los secretos de la creación. Había expertos en «topografía cósmica», en la «nada», en el mundo más allá de la muerte, en las postrimerías y en el Santo, antes de ser Santo. Y como en todos los «servicios de inteligencia», esos niveles de confidencialidad no siempre coincidían con las mentes más brillantes o cualificadas. La ambición, el poder, el dinero y la envidia hacían estragos…
Aba Saúl, como digo, era una excepción, un escriba de alto rango que había elegido la «ventana» del silencio. (N. del m.) <<
[161] Los «tannaítas» o «tanaítas» eran los «repetidores» de la Ley (básicamente de la tradición oral). Generalmente se trataba de escribas o doctores de la Ley, especializados en la memorización de determinados tratados, tanto civiles como religiosos. Conocían de memoria cientos de sentencias, y tenían a gala repetirlas, siempre sin variar una sola letra. Si un tannaíta cometía un error en la recitación, debía comenzar de nuevo. El fallo afectaba directamente a su prestigio como «enseñante» o «maestro». Los tannaítas, como tales recitadores, desaparecieron hacia el año 220 d. J. C., cuando la tradición oral (Misná) fue puesta por escrito por Yehudá el patriarca. (N. del m.) <<
[162] Uno de los tipos de abejas obreras (entre recolectoras y exploradoras) que recogen polen, néctar, agua, etc., y que pueden alejarse alrededor de cinco kilómetros de la colmena. (N. del m.) <<
[163] Los levitas constituían una especie de «clero menor». Desde tiempos remotos, se ocupaban de la vigilancia del Templo, especialmente del exterior, así como de la seguridad de los sacerdotes. Eran porteros, mantenían limpio el santuario, se ocupaban del sacrificio de muchos de los animales y formaban los grupos de músicos y cantores. Originariamente procedían de Leví, uno de los hijos del patriarca Jacob o «Israel». Fueron los célebres «hijos de Leví» que se unieron a Moisés cuando éste solicitó ayuda al bajar del Sinaí y hallar el becerro de oro (Éxodo 32). Por acudir a la llamada de Moisés, Yavé les confió un trabajo especial, al servicio del Tabernáculo. Fue siempre una tribu «diferente». Eran intocables, aunque su prestigio no alcanzó nunca el de la casta de los sumos sacerdotes. Al no poseer tierras, Yavé ordenó que recibieran un diezmo de cuanto se producía o cultivaba. Los tres hijos de Leví dieron lugar a otros tantos clanes. El de Quehat se ocupó de transportar el equipo de la Tienda de la Reunión. Guersón y su gente fueron los responsables de las cortinas y, por último, Merar condujo el Tabernáculo. Concluida la peregrinación de cuarenta años por el desierto, las funciones de los levitas fueron cambiando gradualmente. Al construirse el Primer Templo, se ocuparon de las puertas y de la vigilancia externa (estaba prohibido, bajo pena de muerte, que se aproximaran al altar). De esta forma, terminaron convirtiéndose en policías al servicio de los sacerdotes y, muy especialmente, del Sanedrín. Los levitas acompañaron a una patrulla romana al huerto de Getsemaní para proceder al prendimiento del Hijo del Hombre. Ellos montaron guardia en el exterior del sepulcro en el que fue depositado el cadáver de Jesús de Nazaret. Sus métodos eran brutales. El pueblo los detestaba. Además de practicar detenciones, torturar y ejecutar las penas dictadas, los levitas tenían fama por su habilidad como matarifes. Eran los responsables del degollamiento de la mayor parte de los animales que se sacrificaban en el Templo. Entre sus obligaciones figuraban también las de ayudar a vestir y desvestir a los sacerdotes, preparar el libro de la Ley, amontonar los lulab en el Día de la Expiación y acompañar con su música el culto diario. Las rencillas con el clero principal estaban a la orden del día. Si unos robaban, los otros no se quedaban atrás. Las peleas, dentro y fuera del Templo, entre sacerdotes y levitas, eran todo un espectáculo. En tiempos de Jesús, se calcula que el número de levitas ascendía a diez mil. El ingreso en su círculo era tan difícil como en el del sacerdocio. Se requería un testimonio de «pureza» racial de hasta ocho generaciones, como mínimo. En realidad, se transmitía por herencia. (N. del m.) <<