Encarnación de la belleza y del amor, Giulia representa para Eduardo, el protagonista de esta novela y alter ego del autor, la búsqueda de los ideales artísticos. Sin embargo, la armonía queda irremediablemente rota a partir de la aparición de Giuliano, cuyos oscuros tentáculos terminan por convertir el Gran Traje de Seda que cubre a la hermosa Giulia en un lienzo mortuorio. Ahora, entre callejas y canales de Venecia, se pasea el alma sonámbula de Eduardo intentando reconstruir ese tiempo irremediablemente perdido.
Novela de la ambivalencia, de las ambigüedades de la vida, es también el balance de un hombre que no supo abandonar su adolescencia ni asumir un rol en la sociedad organizada; una meditación ante la muerte y una búsqueda desesperada de la verdad en dos niveles aparentemente inconciliables: el amor y el lenguaje. Giulia y Giuliano no son sino las dos imágenes de que se sirve el autor para describirnos la frustración y el fracaso del lenguaje escrito.