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(Calles desiertas de Lima. Desierto de calles sin lluvia. Balcones deshabitados sobre la tierra desierta. Habitaciones desiertas. Jardines desiertos. Templos desiertos. Habitantes desiertos. Acantilados de arena junto al mar. Mares de arena. Habitaciones de arena. Jardines de arena. Castillos de arena. Personajes de arena. Arena. Casas de barro de periferia hambrienta. Barrios hundidos en el fango. Construidos con casuchas de latas y cajones de fruta que todas las noches se llenan de ratas y olores nauseabundos. Cementerio de aviones de papel amarillo. Papel cagado en el aire. Gallinazos gordos. Lombrices amarillas. Caras amarillas. Rímac amarillo. Larguísimos ríos de asfalto. Jardines opulentos. Templos y palacios refulgentes. Millares y millares de automóviles, al mar. Residencias vacías sobre mares de esqueletos. Momias con saco y corbata. «Por favor, ¿vive aquí Giuliano, fabricante de helados y chocolates?». Vestido blanco. Camisa blanca. Gran casa blanca. La señora Blanca. Cadillac blanca. «El desierto da sed, mi querido. ¡Qué idea! ¿Y tus hijos?». «En Estados Unidos». ¿Será blanca la osamenta de un indio en el desierto? Gallinazos de parroquia ¿lo sabéis? Niños jugando en la mierda ¿lo sabéis? Pelotas de caca, cráneos con sarna ¿lo sabéis? ¿Huesos quemados, caras verdosas? El desierto los calcina. Hace calor, ¿no es verdad? ¿Tomamos un helado? En Los Nazarenos habrá fresco. Recemos al Señor de los Milagros. No seas cojudo, ¿para qué rezarle? Róbale una vela y te la metes en el culo. ¿Qué más quieres, cholo de mierda? Dice Giuliano: «No me puedo quejar. La gente responde. Figúrate que el próximo año abro una fábrica en Santiago. Un honor para el Perú». Una fábrica de helados. Siete fábricas de helados. Setentisiete fábricas de helados. Helados y chocolates, no te olvides. La mierda llega al mar en confección de luxe. «Mierda made in Perú». ¡Qué idea! ¿Y tus hijos? Millares y millares de automóviles. Al mar. Aves guaneras, gallinazos blancos, al mar. ¿Y tú, Mayana, tú, que nunca viste el mar? No lo verás nunca. El cielo gris de Lima, las estrellas de Lima, son de trapo. Una bandera ¿entiendes?, una bandera. Envolverás tu hijo en ella y ya no serás peruana ni chuncha ni nada. Al costo irrisorio de 600 dólares ejemplar tendrás un hijo blanco. Trabajará en la Base Experimental Cafetera de Venus. ¿Es acaso el hombre el único consumidor de café en este mundo? Un hijo blanco con los ojos verdes, ¿entiendes? No es lo mismo que un hijo verde con los ojos blancos. Comidos por la sarna. No es lo mismo que un juguete de barro cocido. Que un juguete de papel cagado. Que una sonrisa pestífera y sin dientes. Que diez uñas negras arriba. Diez uñas negras abajo. Y en el centro una barriga llena de tierra de sapo embrujado aplastado pateado. No, no es lo mismo. El Presidente de la República abrazará conmovido al primer indio convertido en blanco. ¡El Señor de los Milagros en la Casa Blanca, finalmente! ¡Abajo el bacilo de Koch! ¡Abajo la sífilis! ¡Viva la televisión y el cine! ¡Rascacielos de plexiglás… luna de nylon! Al mar calles desiertas. Balcones desiertos. Habitantes desiertos. Al mar casas de barro. Virreyes hediondos. Condes y marqueses de pacotilla. Al mar chinganas inmundas. Palomillas piojosos. Callejones con llanto y disentería. Chifas con carne de rata. Al mar. Al mar comerciantes panzones. Fábricas de helados y chocolates. Políticos vendidos. Maricas pintarrajeados. Muladares humanos. Al mar, palacios y jardines envenenados. Prostitutas de rango. Burócratas ladrones. Trepadores sin alma, al mar. Al mar, mierdas.

Un día los limeños se despertarán llorando y toda la ciudad desaparecerá en un mar de fango. La maravillosa Fundación de Lima tendrá lugar sólo entonces).