1921

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Miércoles, 22 de junio de 1921

Cuando George bajó a desayunar, nadie hablaba.

—¿Qué ocurre? —preguntó, mientras ocupaba su lugar en la cabecera de la mesa, rodeado por sus dos hijas.

—Yo lo sé —exclamó Clare—. Pero mamá me ha pedido que no te lo diga.

—¿Y Beridge?

—No seas tonto, papá. Ya sabes que Beridge aún no sabe leer.

—¿Leer? —preguntó George, mirando a su hija mayor con más atención—. Sherlock Holmes nos habría dicho que «leer» es la primera pista.

—¿Quién es Sherlock Holmes? —quiso saber Clare.

—Un gran detective —repuso George—. Y habría buscado por el comedor para ver qué hay en él que se pueda leer. Veamos, ese gran secreto… ¿no estará por casualidad escondido en el periódico?

—¡Sí! —exclamó Clare, aplaudiendo—. Y mamá dice que es algo que has deseado toda tu vida.

—Esa es otra pista —señaló George al tiempo que cogía el Times de ese día, que estaba abierto por la página 11. No pudo evitar sonreír al leer el titular—. Sí, tu madre tiene bastante razón.

—Lee lo que pone, papá, léelo, por favor.

—«La parlamentaria Nancy Astor ha pronunciado un discurso en los Comunes acerca de los derechos de las mujeres». —George miró a su mujer y comentó—: Ojalá tu padre nos acompañara a desayunar esta mañana.

—Claro —contestó Ruth—. De todas maneras, Sherlock Holmes te diría que estarías perdiendo el tiempo. Me parece que el discurso de la señorita Astor no es más que un ardid para desviar la atención del asunto principal.

George empezó a pasar las páginas y Ruth sonrió cuando vio que empezaban a temblarle las manos. No había visto esa expresión en su rostro desde…

—Anda, papá, lee la noticia —pidió Clare. George obedeció.

—«Sir Francis Younghusband anunció anoche que la Royal Geographical Society unirá sus fuerzas a las del Alpine Club para formar el Comité Everest que se encargará de presidir y cuyo vicepresidente será el señor Geoffrey Young». Levantó la vista y vio que Ruth le sonreía.

—Sigue leyendo, papá, sigue leyendo.

—«La primera tarea del comité consistirá en seleccionar el grupo de escaladores que emprenderán el asalto final al monte Everest». George volvió a levantar la vista. Ruth seguía sonriendo. Volvió a la lectura de la noticia antes de que su hija lo incitara de nuevo.

—«Nuestro corresponsal llegó a la conclusión de que, entre los nombres que se barajan para designar al líder de la cordada figuran el señor George Mallory, profesor de Charterhouse, y el señor George Finch, científico australiano que en la actualidad imparte clases en el Imperial College de Londres».

George dejó el periódico, perplejo.

—Pues nadie se ha puesto en contacto conmigo —comentó. Sin dejar de sonreír, Ruth le entregó la carta que había llegado esa misma mañana y que llevaba el sello de la Royal Geographical Society en la solapa.

—Elemental, querido Watson —dijo la mujer.

—¿Quién es Watson? —quiso saber Clare.