LOS SURCOS
La publicación de Los Surcos en 1942 por la editorial madrileña La Gacela, en una cuidada edición con ilustraciones de José Miguel Serrano, supone el primer pulso novelesco de Ignacio Agustí, después de los relatos que escribió en los años anteriores a la guerra y los croquis que reunió en su libro misceláneo Un siglo de Cataluña. Como confiesa el escritor en una entrevista con Marino Gómez Santos hacía tiempo que tenía la idea de escribir una novela pero hasta Mariona Rebull «había sido un poeta y un aprovechador de temas diversos en artículos y ensayos; pero la forma de relato narrativo y las características de una acción con personajes vivos no había sido intentada por mí más que en dos ocasiones: una, en mi mocedad con una pequeña narración titulada Diagonal, de un tono intimista y una forma deslavazada; otra, más recientemente, en mi breve novela los surcos bastante retórica e impersonal…».
Con todas sus limitaciones literarias, aquejada de un exagerado lirismo y un lenguaje repleto de mecanismos arcaicos que ralentiza en exceso una acción que se intuye desde los primeros compases, esta primera novela anticipa las obsesiones con que Agustí estructurará su obra magna: paisajes, memoria, celos y soledades arañadas por los recuerdos. Los surcos es un banco de pruebas, un taller literario que le permitirá dosificar sus recursos estilísticos, hasta la destilación perfecta de sus novelas posteriores. Tras su publicación, Agustí constató que «debía cambiar enteramente mis modos de escribir para que una novela tuviera ese calor de humanidad y esa penetración popular que son indispensables para su resonancia verdadera».[27]
Así describe el autor a Pedro, el protagonista que contempla la tumba de la esposa muerta y que vive atenazado por la falta de calor conyugal y las dudas sobre la paternidad del hijo, ante la presencia de un extraño en el cementerio… «El hombre, el rostro de aquel hombre, llevaba marcada la inexorable y profunda huella de los recuerdos; la vida anterior, como el agua de un pozo llena de temblores y de reflejos, gravitaba en sus ojos con el signo perdurable del dolor y de la emoción concretos, en los que Pedro se sentía reflejado con intransferible fatalidad». En los surcos se encuentra, todavía en estado embrionario, el germen de los recuerdos que atenazan los días de Joaquín Rius, así como un matrimonio desgraciado sobre el que planea el fantasma del adulterio. La novela tuvo una escasa resonancia en el momento de su publicación debida sin duda por su estilo excesivamente poético, tal vez deudor de Gabriel Miró, que Agustí dosificará con maestría en títulos posteriores. La obra conoció una reedición de Espasa Calpe en 1973, depurada en algunos errores tipográficos y reunida con una obra de teatro escrita en los años cuarenta: El cubilete del diablo y se integró en las Obras selectas que editó Sainz de Robles con Desiderio, El cubilete del diablo y una selección de artículos periodísticos del autor.
Para Julio Manegat, Los Surcos «era una primera novela en la que se perfila un estilo lírico, un arrastrar de la poesía que Ignacio llevaba dentro. Es un libro casi neorromántico, bastante alejado del realismo que descubriría poco después en Agustí a uno de nuestros primeros y más auténticos novelistas de la inmediata posguerra».[28]