La llamada de la muerte es una llamada de amor. La muerte puede ser dulce si respondemos afirmativamente, si la aceptamos como una de las grandes formas eternas de la vida y la transformación, el momento en que el hombre se convierte en algo más grande que en sus rudos inicios: una criatura voladora, divina, brillante, diáfana, hermosa. Esa será mi apoteosis, donde me convierta en un principio general del Ser, ejemplificado a través de todas las imágenes del Imperio.

—El Primarca Fulgrim,

Mi Fenicia Imago

La culpa en el alma, como el óxido en hierro, la profana y consume al mismo tiempo, royendo y penetrando en ella, hasta que al final se come el corazón y la sustancia del metal. Pero si todo el mundo te odia y te cree maldito, mientras que tu propia conciencia te absuelva de culpa, no dejarás de contar con amigos.

—El Primarca Perturabo,

En sacrificio voluntario

Y os aseguro, hijos míos, que no pasará mucho tiempo antes de que su dominio se convierta en un lugar de locura cuando el Angel Exterminatus envíe sus consortes, demonios en carne humana, para matar y mutilar. Todos sufrirán a manos de este avatar del libertinaje y desde su corazón serán desatados innumerables demonios, puesto que las puertas de la condenación se abrirán de par en par.

—Fragmento del manuscrito Firenzii,

La División de las Profecías